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Full Version: La Era del Amanecer - Dioses y Heroes
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Les presento el prólogo de mi novela que en estos momentos estoy editando y corrigiendo, ya que la termine. Estoy abierto a sus comentarios y sugerencias, estoy en un momento de dedicar mi atención en su corrección y sacarlo a limpio. 




La era de los Dioses
Prologo
 
 
En el mundo antiguo en un tiempo ya olvidado, los reyes dominaban la tierra, luego de muchos años en los que los dioses habían abandonado el suelo mortal, dejaron riquezas, armas y ruinas por todo el mundo. Una gigantesca guerra entre los todopoderosos había decidido el destino de los actuales humanos, una guerra que duro mil años mortales.
¿Por qué los mismísimos dioses lucharían entre si? ¿Cuál sería el motivo que los impulsaba a luchar?
El tiempo hace de las historias un sin fin de posibilidades, algunos dicen que fue por el poder, los mas creyentes creen que por el mismísimo destino, los músicos de las tabernas cantan sobre dioses enamorados que reclaman el amor de una mortal, pero nadie sabe a ciencia cierta cual fue el verdadero motivo o los motivos que impulsaron a la creación de las praderas y los desiertos, las montañas, los cielos, el mar y la tierra.
En el tiempo de los creadores, así llamaban a los dioses los humanos de las tierras antiguas, había un dios que destacaba entre todos, Rhidan era su nombre, el señor de las bestias, alto y esbelto, con unas capas de sedas doradas por pelos que combinaban con el oro de sus ojos,  su belleza divina hacia que a cada paso que daba, creciera la hierba fresca y verde, las plantas florecían a su alrededor, Rhidan el señor de las bestias, era el segundo mayor de 6 hermanos, cuatro hombres con el inclusive y dos mujeres. Theryan el hermano mayor, lo llamaban el señor de los vientos, ningún ser podía igualar su rapidez, llevaba siempre sobre sus hombros una capa que le tapaba la boca y sus pelos grises como una espada oxidada daba una cierta apariencia misteriosa.
Julius señor de la tierra, era cien primaveras menor que Rhidan, tosco y serio con una expresión propia de la roca, era un ermitaño que alzaba su reinado entre las montañas que el mismo con sus propias manos había levantado, debajo de él en cuanto a edad le seguía Osden el hermano del medio, mostraba su rostro solo por las noches, cualquier ser que vivían los soles nunca habían visto su cara, y los que pudieron verlo alguna vez en alguna luna, lo habrían descrito como una mancha en un “tal vez”.
Luri la segunda hermana menor, la señora de la luz era la única de los hermanos que reinaba detrás de los muros de su castillo blanco que destellaba diez campos de distancia, con un vestido blanco y largo de sedas hacían que parezca la misma luz, sus ojos verdes eran lo único que destacaban en su figura pálida. Y por ultimo Meria dueña y señora de los cielos, una híbrida mitad dios mitad águila, tenia las patas y las alas del alado cazador y su rostros y torso eran de una diosa con forma humana sus pelos color café tapaban solo un poco sus ojos grises siempre alertas.
Los 6 fueron los únicos dioses que descendieron hacia el suelo mortal, pero no por su propia voluntad, Yin su padre fue el creador supremo, quien puso la luz en sus creaciones, les dio fuerza, vida, decisión y sentimientos y los llamo humanos.
Luego de su más hermosa pero ignorante creación, hizo seis hijos a su semejanza, dándole a cada uno una de sus cualidades, cuando los creyó listos, los mando a que supervisaran a los humanos y los dirigieran hacia un buen camino. Los primeros hombres que caminaron en las tierras del mundo antiguo se relacionaron con los dioses los cuales tomaron de aprendices y les impartían sus conocimientos. Así fue como se crearon los clanes, los seguidores de Theryan, fundaron el clan del viento, al norte del mundo antiguo y con su determinación creció una ciudad debajo de sus pies la cual llamaron Ojo de Tormenta, también llamada la ciudad impenetrable, envuelta en huracanes, los cuales defendían el territorio de la ciudad, nadie que no sea de los “hijos del viento” podían atravesarlo.
Osden fundo el clan de la luna, muy al sur casi en el final del mundo donde el sol solo aparecía cada nueve días y solo por unas cuantas horas, hundidos en las profundidades de la oscuridad los “guerreros de la luna” desarrollaron unos ojos diferentes a los demás, una visión nocturna que hacían de la espesa noche el día mas soleado, estos ojos blancos eran débiles a la luz pero podían adaptarse concentrándose en un punto fijo y así enfocar.
Luri lleno su castillo blanco de fieles seguidores, estos aprendieron el arte de las magias blancas que solo podían utilizar bajo la luz del castillos, con fines curativos, los hechiceros y magas experimentaban en heridas y enfermedades, básicamente el castillo blanco era la enfermería del mundo antiguo cualquier persona con un clan o no, podía acudir a su ayuda sin ningún coste y por ultimo, pero no menos importante estaba Meria, con los poderes divinos que se le habían otorgado Meria siguió los pasos de su padre e hizo a sus seguidores a su semejanza, con alas que otorgaban sus rangos, alas doradas para los mas fieles y guardias personales de Meria, también frecuentemente acudían a mensajes fugaces que debían ser depositados en la oreja adecuada y con un elevado nivel de confidencialidad, bajos sus alas las largas laderas eran manchones verdes, su gran velocidad en los cielos era inigualable, debajo de esta honrosa posición venían las alas plateadas, entregados a los guerreros de clase media encargados de la seguridad territorial en los cielos por dentro y fuera de las espesas nubes que ocultaban toda la montaña que hacia de hogar para los “conquistadores del cielo” Julius había ayudado a Meria a separar la tierra del suelo; y para los recién iniciados y menos destacables unas alas marrones, luego de darle su ayuda a Meria, el señor de las tierras se exilio nuevamente a las montañas y no acepto a ningún seguidor, algunos tomaban su ideología y la llevaban a la practica independientemente pero tampoco se sabia demasiado de ellas ya que Julius desapareció entre los rumores de los altos picos de la fortaleza de piedra que se le llamaba al conjunto de tres montañas que cubrían un circulo rocoso entre ellas, era muy difícil llegar hasta ese lugar, incluso para los conquistadores del cielo surcando el aire.
Así fue como los humanos del mundo antiguo se dividieron en creencias, algunos los elegían otros solo por conveniencia, algunos se ganaban el derecho y otros no tenían otra opción, esto mantenía el equilibrio y el orden, pero solo al principio del tiempo, ya que todos estaban muy ocupados en su propio clan que no salían hacia el mundo exterior, cuando estos se consolidaron internamente, decidieron salir a explorar. La enemistad creció entre los mismos clanes, el abuso de la fuerza, la apropiación de tierras y la invasión a tierras propias eran intolerable entre los clanes, así fue como las pequeñas rivalidades se fueron agraviando. Los dioses, al principio, estaban en desacuerdo con esto, y aludían a que eran todos hermanos en las tierras de su padre, pero cuando los ataques a las ciudades de los clanes empezaban a ser estratégicamente planeadas ya las sospechas de que una posibilidad de conquista solo podía salir de la boca de un jefe y entre los hermanos creció la desconfianza, cuenta la historia que una batalla decidió el principio de la guerra y sucedió de la siguiente manera.
Hola, de lo que he llegado a leer, veo que tus mayores problemas son los acentos y la puntuación; aunque la narrativa no está mal.
En cuanto a la historia, esa descripción de los dioses te centras en dar detalles de esas capas dejando cosas que son claramente más interesantes (como que Rhidan haga crecer la hierba a su paso) de lado. Si puedo mañana termino la corrección.


La era de los Dioses
Prólogo [en realidad sería una introducción]
 
 
En el mundo antiguo [si dices eso das a entender que es nuestro mundo] en un tiempo ya olvidado, los reyes dominaban la tierra; luego de muchos años en los que los dioses habían abandonado el suelo mortal, dejaron [dejando] riquezas, armas y ruinas por todo el mundo. Una gigantesca guerra entre los todopoderosos había decidido el destino de los actuales humanos, una guerra que duró mil años mortales [no tiene mucho sentido ese añadido, por mucho que existan años divinos si dices años a secas entenderemos que son esos años mortales]
¿Por qué los mismísimos dioses lucharían entre sí? ¿Cuál sería el motivo que los impulsaba a luchar? [estás repitiendo la misma pregunta que acabas de hacer con otras palabras] 
El tiempo hace de las historias un sinfín de posibilidades, algunos dicen que fue por el poder, los más creyentes creen que por el mismísimo destino, los músicos de las tabernas cantan sobre dioses enamorados que reclaman el amor de una mortal, pero nadie sabe a ciencia cierta cual fue el verdadero motivo o los motivos que impulsaron a la creación de las praderas y los desiertos, las montañas, los cielos, el mar y la tierra.
En el tiempo de los creadores así llamaban a los dioses los humanos de las tierras antiguas [mejor así eran llamados los dioses por los antiguos humanos/[...] por los humanos de las tierras antiguas], había un dios que destacaba entre todos, Rhidan era su nombre, el señor de las bestias, alto y esbelto, con unas capas de sedas doradas por pelos [esta imagen no tiene mucho sentido] que combinaban con el oro de sus ojos,  su belleza divina hacía que a cada paso que daba, creciera la hierba fresca y verde, las plantas florecían a su alrededor, Rhidan el señor de las bestias, era el segundo mayor de seis [los números deben escribirse en letras] hermanos (cuatro hombres, con él inclusive y dos mujeres). Theryan, el hermano [puedes quitar la palabra] mayor, lo llamaban el señor de los vientos, ningún ser podía igualar su rapidez, llevaba siempre sobre sus hombros una capa que le tapaba la boca y sus pelos grises como una espada oxidada [otra vez la imagen no tiene sentido; pero además, en este caso la puntuación está mal porque no queda claro si los pelos son grises como una espada oxidada (¿?) o si la capa es como una espada oxidada (¿?)] daba una cierta apariencia misteriosa [obviando el problema anterior la frase debería ser llevaba siempre sobre sus hombros una capa que tapándole la boca [...] le daba una cierta apariencia misteriosa]
Julius, señor de la tierra, era cien primaveras menor que Rhidan, tosco y serio con una expresión propia de la roca, era un ermitaño que alzaba su reinado entre las montañas que él mismo con sus propias manos había levantado; debajo de él en cuanto a edad le seguía [mejor el siguiente por edad era o algo similar] Osden el hermano del medio, mostraba su rostro sólo por las noches, cualquier ser que vivían los soles [¿se supone que quieres decir diurno?] nunca había visto su cara, y los que pudieron verlo alguna vez en alguna luna, lo habrían descrito como una mancha en un “tal vez”.
Hola! Los prólogos en fantasía no son recomendados para los nóveles, ya que no dejan de caer en los tópicos que ya tantos grandes han sabido usar una y otra vez.

Te soy honesto, no pasé de las primeras oraciones, siento que es algo que ya he leído muchas veces... El llamado "info dumping" no hará más que quitarte lectores.

Como consejo te diría que te deshagas del prólogo, y comiences con tus personajes en su historia. Después sí, puedes tener a los personajes repasando —en un diálogo, por ejemplo— algunos de estos hechos que sean relevantes para la historia que querés contar. Esto guárdatelo para tu propia referencia.

¡Ánimo!
Muchisimas gracias por los comentarios y las correcciones, en cuanto al prologo, sinceramente, en el momento que lo escribi fue el punta pie para iniciar la novela, por lo que no estoy comprometido para dejarlo en definitiva, pero si me sirvió muchisimo ver esas cosas que no habia prestado atención en la corrección.

Un solo punto es que en cuanto a las correcciones ortográficas y puntuaciones, no fueron corregidas pero estoy al tanto de las tildes faltantes!


Ahora les dejo el primer capitulo espero que les guste y me comenten que tal


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1
La era de los dioses
Una Luna en la Tormenta
 
 
La noche se alzaba en los cielos, eran los primeros días de invierno y el frío era abrazador. Muy al norte del mundo antiguo las temperaturas eran un poco más templadas pero esa noche era más fría que ninguna otra en el Ojo de Tormenta, los hijos del viento residían en sus casas refugiándose en las llamas que envolvían a unos maderos ardientes, la ciudad yacía silenciosa. Los burdeles estaban atestados de gente, hacia unos dos soles un grupo de mercaderes habían llegado a la ciudad, no se veían forasteros muy seguido ya que la seguridad era muy estricta pero cada cierto tiempo se dejaba entrar mercadería y con ellos un grupo de treinta o cincuenta cabezas y qué mejor para pasar el frío que el calor de una chimenea y la compañía de una mujer. La cerveza y los cánticos de borrachos iban y venían, en el piso superior se escuchaban ruidos pertenecientes a una pelea, entre gritos amenazantes  y empujones uno de los dos que se peleaban rodó por las escaleras y con un golpe seco cayó al piso, no hizo más que tocar el suelo que dos guardias de turno los sacaron del lugar haciéndolo volar por la puerta, el borracho gritó <<son farsantes>> y la puerta se cerró dejando de él solo la estela de sus palabras, los dos guardias estallaron a carcajadas mientras daban media vuelta y miraban a la escalera por donde bajaba el otro agresor.
 
-        ¡Tú! – dijo unos de los guardias – no quiero verte armar más disturbios o terminaras con tu amigo en el suelo de la calle – esbozo una sonrisa arrogante a su compañero, mientras que el hombre que bajaba por las escaleras llevaba una capucha que ocultaba su rostro, tenía una capa oscura que le llegaba a las rodillas y cubría la totalidad de su torso, se detuvo en el medio de la escalera.
 
El mismo guardia ahora un poco más irritado volvió a hablarle.
- ¿Qué haces ahí? Baja ahora mismo – al no recibir respuesta puso un pie en la escalera amenazando subir a buscarlo – ¿qué estas sordo, quieres terminar boca abajo en el piso? ¿eh? ¡Contesta!
 
El hombre de la escalera levanto la cabeza y en cuento lo hizo debajo de su capa salió un destello blanco, los guardias se sorprendieron y desenvainaron sus espadas cortas, pero no avanzaron porque el hombre hablo con un susurro tan afilado como una daga.
 
-        Ustedes yacerán en el piso.
 
Y al terminar sus palabras, dos hombres que estaban sentados en una mesa saltaron por detrás de ellos y tomándolos del mentón pasaron sus espadas por las gargantas de los guardias haciendo que estos no tuvieran oportunidad, la madera se llenó de sangre y los cuerpos cayeron inertes salpicando todo al rededor. El bullicio de la taberna se transformó en un grito ahogado, y antes de que alguien pudiera reaccionar todas las luces desaparecieron, todas a la vez, el pánico se esparció en el ambiente y solo las espadas se hicieron sonar junto con la sangre derramada. Toda vida que hacia un segundo rebozaba se apagó como la leña en los braceros.
La puerta se abrió lentamente, de ella se asomó el encapuchado, muy cauteloso miro para ambos lados en busca de algún visitante no deseado, con un movimiento de su mano dio una señal y en un instante salieron veinte encapuchados más a toda velocidad, se treparon por los techos de madera, otros doblaron rápidamente por callejones oscuros mientras que dos de ellos se quedaron en la puerta, prendieron dos antorchas y las agitaron en el aire. En consecuencia a los lejos, en otra taberna que se veía más al sur casi llegando a la Puerta de los Tornados, la entrada de la ciudad, sucedió la misma frecuencia desde las ventanas se vieron las luces apagarse y al cabo de unos minutos, treinta encapuchados salieron sigilosamente dispersándose como las hormigas abandonando su hormiguero, los otros dos apagaron sus antorchas y uno de ellos hizo un ademán con la cabeza y salió corriendo hacia un callejón cercano, mientras que el otro se quedó en la puerta, hasta que un susurro perturbo el silencio.
 
- El sur está cubierto – dijo una voz semi aguda denotando que la edad no era muy avanzada – tuvimos que reducir a cuatro guardias, pero no fueron un problema – la voz provenía del techo de la taberna.
- Perfecto – dijo el que estaba delante de la puerta, desprendía un fuerte olor a muerte – ¿tuvimos alguna baja?
- Solo uno de los novatos – sonrió irónicamente – el idiota desenfundo antes de que las luces se apagaran – hizo una pausa mirando la nada – el guardia incrusto la espada en su pierna, tuve que encargarme de su objetivo, el maldito ya estaba huyendo, lo intercepte en la puerta, su cabeza no tardó nada en rodar por el piso.
- Bien echo – dijo el otro con seriedad – seguiremos con la misión, ve hacia el norte, al castillo del Ojo, allí neutralicen a los guardias y protejan el perímetro, el señor Osden no quiere ningún altercado, esperen mi señal para entrar al castillo.
 
Una vez terminada las instrucciones el otro encapuchado asintió y desapareció en la oscuridad, el viento comenzó a agitarse, señal de que el peligro se avecinaba, en un pequeño destello el encapuchado de la puerta desapareció.
La noche se mantenía igual de tranquila que antes, como si nada hubiera perturbado la paz con la sangre de los hijos del viento. En su ciudad había un castillo al norte, centrado en las tres torres, estas eran edificaciones gigantes que terminaban en una extensa terraza de piedra, allí nada parecía imponérsele, su seguridad era impenetrable, había guardias en todos lados, en las torres, por el perímetro del castillo, dentro del mismo y había puestos de vigilancia elevados en las dos esquinas que unían las paredes laterales y las de la puerta. Seis guardias caminaban por fuera de la puerta principal de madera, llevaban cada uno una armadura gris compuesta por un yelmo con un tornado en el centro labrado en plata, unos pantalones y botas de cuero, armados con una lanza en la mano y una espada en la cintura con la empuñadura plateada, patrullaban tranquilamente, en lo que duro un suspiro tres hombres encapuchados cayeron entre medio de ellos, tenían las caras cubiertas, pero se veían sus ojos blancos destellantes.
 
-        ¡Guerreros de la Luna! – grito uno de los guardias mientras tomaba su lanza con las dos manos y se ponía en posición defensiva.
 
La espada del encapuchado se estrelló con la lanza y escupió chispas, el guardia contrarresto con una estocada, pero con un salto hacia el costado derecho el guerrero de ojos blancos lo pudo esquivar, cuando sus dos pies tocaron el suelo de nuevo se abalanzo contra el lancero, bajo su espada a la altura de su cintura y tomo la empuñadura con las dos manos para ganar más velocidad en la arremetida. Al ver esto el guardia estallo en risa.
 
-        Te equivocas si crees que ganaras aquí con velocidad
 
Cuando sus palabras terminaron, clavo su lanza en el piso, saco su espada e hizo un paso, cuando su talón se despegó de la tierra una pequeña nube de polvo salió de él y como si se hubiera teletransportado ya estaba frente a su enemigo con la espada sobre la cabeza para bajarla con todas sus fuerzas, pero, aunque sabía que había sido más rápido que nunca, en su interior sintió que algo andaba mal. Cuando su espada tenía que haber probado la sangre se detuvo al bajar, su enemigo no se había movido ni un centímetro, sintió que su estómago se abría de par en par, el frío del acero se entibiaba con la sangre, pero sus ojos no entendían, en los últimos segundos de razón vio como el encapuchado se dividía en dos, su sombra tomaba forma y se transformaba en otro igual a él. Este había detenido su espada, cayó de espaldas mientras se desvanecía su existencia y de su boca salió un susurro.
 
-        ¡Son… dos!
 
Sus ojos se pusieron en blanco y de su boca chorreaba un hilo de sangre. Los demás guardias vieron morir a su compañero y ordenaron la retirada, pero los guerreros de la luna sabían que si dejaban que desplegaran su velocidad serian inalcanzable y darían la voz de alarma, su primera prioridad era evitar la avanzada, aquellos que eran dos pasaron a ser cuatro y arrinconaron a los guardias dejándolos de espaldas al muro de piedra. Atacaron todos a la vez y los otros dos se unieron al combate, las lanzas y las espadas curvadas de los encapuchados escupían chispas cada vez más seguido una de las lanzas se rompió y al momento de desenvainar la espada, el guardia fue separado de su brazo, el otro se defendía como podía de dos que lo atacaban sin darle tregua, y los otros habían abandonado sus lanzas para luchar cuerpo a cuerpo. Uno alcanzo el cuello de un encapuchado dejándolo tumbado contra el piso con la sangre brotándole de la herida, esto hizo que se pusieran de igual número, cinco contra cinco, ya los guardias no estaban acorralados, sino que se desplegaban por todo el lugar y con cada uno un guerrero de la luna en frente, pero ninguno realizó movimiento. El viento se empezó a remolinar, los encapuchados se echaron hacia atrás y guardaron sus espadas, los guardias desconcertados se miraban entre si hasta que a los lejos divisaron una figura, un encapuchado caminaba lentamente hacia su posición llevaba una capa negra que le cubría la zona del pelo y la boca, unos pantalones de cuero gris y unas sandalias en los pies, los ojos blancos se cruzaron con los de los guardias y uno estallo en cólera.
 
-        Malditos vienen a nuestras tierras, matan a nuestros hermanos y creen que pueden caminar como si nada sucediera – escupió en el piso antes de seguir - ¡no lo puedo permitir!
 
Y sus palabras anticiparon sus movimientos, levanto el talón y un pequeño remolino de tierra salió de debajo de él y antes de pestañar ya estaba delante del encapuchado de negro con su espada en la mano y le propinó un corte por la izquierda a la altura del cuello, el guerrero de ojos blancos, tranquilo tomo la empuñadura de la espada la desenvaino y la envaino, sin que la hoja saliera y siguió caminando. El guardia quedo de espaldas a la espalda de su enemigo, no pudo girar, su espada tampoco estaba en su mano, cayo de rodillas al suelo y su cabeza choco con la tierra, tenía un tajo en la pierna, en el pecho y uno en el cuello, la sangre regó la tierra seca y no hubo ni una mueca, ni una palabra del encapuchado negro, él solo siguió caminando hacia sus compañeros. Los guardias maldijeron, no querían asombrarse de su enemigo iban a ocultar ese sentimiento, pero no podían negar que lo sentían, atacaron todos a la vez y su velocidad fue sorprendente, los cuatro eran muy rápidos llegaron casi volando y lo rodearon, allí fue cuando detuvo su marcha, demasiados cautelosos, los hijos del viento no atacaron hasta recibir respuestas del enemigo cuando este tomo de la misma manera la empuñadura de su espada circular, todos reaccionaron a la vez de todos los puntos, adelante, atrás, izquierda y derecha. Para alguien normal calcular los tiempos de cada uno de los cuatro sería imposible pero él lo hizo, primero se encargó del de su derecha con un movimiento de cintura giro y con su mano paro el rostro del guardia e impulsándolo hacia delante lo acostó de espaldas al suelo, al instante giro sobre su pie de apoyo y salto, los guardias lo siguieron con la espada en mano y cuando ninguno lo espero bajo a toda velocidad, solo se escuchó el “crack” de la empuñadura chocando con su funda pero otra vez la espada no salió, cayeron como hojas en pleno invierno, inertes, sin vida.
Sus pies tocaron el suelo y siguió caminando, la capucha ya no le cubría la cabeza y dejaba al descubierto su pelo gris todo despeinado, llego a donde estaban sus compañeros y todos hincaron una rodilla en el suelo y dijeron al unísono.
 
-        ¡Capitán Shaasick!
 
Este hizo un gesto con la mano en señal de que se levantaran, todos hicieron caso y su voz resonó en la oscuridad.
 
-        Guerreros de la Luna, han luchado bien – hizo una sonrisa casi imperceptible – tenemos que entrar al castillo y llegar hasta la Puerta del Viento, las ordenes de nuestro señor son claras, no debemos irrumpir, solo despejar el perímetro para el señor Osden - Todos escuchaban en silencio, el respeto se sentía en el aire – no podemos fallar solo tenemos una oportunidad, si la desperdiciamos, el viento desintegrara nuestros huesos. No se dejen ver, tenemos que ser uno con la oscuridad, lo de recién fue un gran error – dijo enojado mientras empezaba avanzar, patio a uno de los guardias que se encontraba muerto en el piso – La puerta principal está asegurada, quiero que tres se queden aquí y dos me acompañen hacia el interior, los que se queden esperen la señal para entrar, una vez que nos apoderemos de los puestos de vigilancia se lo haremos saber.
 
Todos asintieron con la cabeza, dos de los Guerreros de la Luna junto con Shaasick desaparecieron en la noche, mientras que los otros tres borraban la evidencia de que allí había habido una batalla, ocultaron los cuerpos, los de los guardias los apilaron y el cadáver de su hermano muerto lo sentaron apoyándolo contra la pared y con un movimiento preciso de sus manos le quitaron los ojos así como hacían con todos los muertos de su clan de la luna, luego de pasar por su ritual se fundieron en la noche, mientras que ahí parecía que no había sucedido nada.
El castillo era un río de sangre, los hijos del viento caían uno a uno ante ser sorprendidos con espadas curvas en sus cuellos por los guerreros de los ojos blancos, la parte inferior del castillo incluidos los puestos de vigilancia, habían sido conquistados, los extensos pasillos del castillo lleno de estandartes en las paredes recuadros de rostros irreconocibles, tornados labrados  y allí al fondo de un pasillo angosto, una puerta roja, roja como la sangre, como la rosa, como el segundo sol que se divisaba cada quince largos años, una puerta gigantesca para cualquier hombre común, una puerta que significaba el desenlace y el principio de otra historia y frente a ella el capitán Shaasick con cinco de sus guerreros de la luna, comenzó a hablar.
 
-        Hemos llegado. – hizo una pausa y miro a sus compañeros – solo debemos…
 
Y antes de que pudiera seguir hablando, la puerta se abrió, el ruido crepitante de la madera hizo retroceder a todos menos a Shaasick que extrañadamente estaba hincado en su rodilla derecha en forma de reverencia. El Dios de la Oscuridad, el Señor de las Nueve Lunas, el Destajador, el Dios sin Rostro y muchos otros apodos le habían otorgado al señor Osden quien dejo ver solo su túnica violeta mientras la puerta volvía a cerrarse dejando a sus seguidores del otro lado de la habitación.
Un salón totalmente de roca maciza adornado con piedras preciosas, el techo en forma de cúpula llevaba pinturas de colores vivos, animales, humanos y los dioses plasmados en un lienzo por un simple pincel, al final de la habitación, un trono de acero, en sus apoya brazos salían dos cabezas, una de león y la otra de una gacelapantera, y sentado sobre él, el Dios más veloz de todos, Theryan, el primero de los siete dioses, quien al ver a su hermano menor dijo con gracia.
-        Curioso ¿verdad? – decía mientras admiraba la sala como si fuera la primera vez que estaba allí – cómo los humanos creen que este sitio es de un gran valor… ¿y qué es esto hermano menor? - le pregunto a Osden con una sonrisa burlona - piedra, es piedra hermanito - soltó una carcajada tonta que resonó en todo el lugar y se incorporó del trono, era flaco y de piernas largas aunque no muy alto, tenía una cabellera marrón claro y adornada con una pequeña tiara con un rubí en el medio, su cara era larga y afilada, sus orejas terminaban en punta y sus ojos eran de un celeste profundo como el cielo, llevaba una túnica marrón oscuro y debajo su torso desnudo, hizo dos pasos y siguió hablando.
- Pero ellos insisten en que los usemos, ¿y cómo decirle que no a esos pequeños animales con sentimientos? Padre estaría decepcionado al ver en que se convirtieron sus creaciones. Ahora dime hermano, ¿qué te hizo cruzar mis tornados, matar a mi gente e irrumpir mi cena?


Osden miraba fijamente a Theryan, inmóvil, llevaba una túnica larga hasta los pies con bordados dorados, un pelo negro y largo hasta la cintura y su rostro oculto tras una máscara blanca que solo dejaba ver sus ojos que hacían juego con su túnica, en su espalda una guadaña atada a una correa que le recorría el pecho y envolvía el arma

 
-        Solo vengo hablar - la voz era grave, calma y profunda, se sentía como si acariciara el alma.
 
-        Pues aquí me tienes, habla antes de que te corte esa mascara tonta que tienes - y entre carcajadas Theryan que estaba en frente de Osden ahora con un dedo acariciaba desde su espalda la máscara blanca.
 
-        ¡Te confundes de hermano! - dijo el Dios sin Rostro mientras tomaba de su espalda la guadaña y la arrojaba contra una cortina de seda roja que había detrás del trono, cuando la corto dejo al descubierto a una figura alta de cabellera dorada, con facciones talladas y delicadas, tenía los ojos verdes claros y bestia una camisola blanca de seda con un pantalón de cuero negro, su sonrisa era tan delicada y cálida que enternecía al mirarla.


-        No hacía falta cortar tan bellísimas cortinas, solo bastaba con decir mi nombre, mi querido hermano menor - su voz también tranquila, recordaba a la brisa que agita el pasto de las praderas en una tarde de primavera – Dime ¿qué te trae a nuestra pequeña reunión?

Osden sin alterarse en lo más mínimo extendió su mano y su guadaña volvió a su dueño, la coloco nuevamente en su espalda, de haber estado Theryan ahí lo hubiera cortado a la mitad, pero este ya estaba al lado de su otro hermano.


-        Lamento interrumpir, pero no podía perderme una reunión a la luz de la luna, hermano Rhidan - bromeo, pero su tono de voz no parecía hacerlo.
-        ¡Perfecto, perfecto! - Dijo este con una sonrisa tonta - entonces ¡ya estamos todos! - abrió los brazos en señal de recibimiento – Cuatro de los hermanos unidos, ¡este momento merece del mejor vino de los humanos!
-        ¿Cuatro? - pregunto Osden confuso, pero vio que en la ventana se posaba una hibrida, su hermana, Meria.
-        El viento, el cielo y la tierra - dijo irónicamente dejando escapar un bufido - debí de suponerlo.
-        Pues supones muy bien, hermano, como puedes ver, los tiempos están cambiando, ya no podemos permitir que las cosas sigan así...
 
De lo que paso en esa habitación solo quedan suposiciones, mitos e historias que pasaron a través del tiempo, lo concreto es que esa noche estallo la guerra.
El castillo de la luz fue profanado, todos los magos que habitaban en él fueron masacrados y con ellos todos sus conocimientos, aquellos asesinos eran encapuchados de ojos blancos. Se dice que bastaron de 40 cabezas para exterminar a todos, el castillo apago su luz, y se convirtió en cenizas, de Luri la Diosa de la Luz no se encontraron rastros hasta hoy en día. Los guerreros de la luna fueron nombrados traidores y perseguidos hasta la muerte. Pero esa es la historia de nuestra historia, la que empezamos a contar cuando otra termina, cien años después cuando las guerras cesaron y los héroes solo aparecían en las canciones e historias, todos llamaban a este tiempo la Era del Amanecer, ahí reinaba la paz, las ciudades eran otras y sus líderes también, pero el comienzo de otra historia empieza en el pueblo de Wash, situado al sur de la ciudad más grande, donde reina un solo rey.