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Full Version: [Fantasía Épica] Relatos de Mondabar
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Hola a todos!!

Hace mucho tiempo (puede que mas de un año o así! ), que no publicaba por aquí! Anteriormente os compartía las nuevas entradas de mi blog, Relatos de Mondabar, en el que iba contando una historia de fantasía épica, por capítulos semanales. Durante un tiempo lo dejé, por temas de trabajo y personales, pero ya he vuelto! Os dejo aquí uno de los últimos capítulos, y el link al blog, por si queréis leer el resto de la historia! Estaré encantado de recibiros de nuevo en Mondabar!! Smile

Link: https://relatosdemondabar.wordpress.com/...capitulos/

Capítulo 15 de Relatos de Mondabar: El Secreto de Owain

Los soldados de Lhaimar saltaban a la cubierta en un número cada vez mayor, a pesar de los esfuerzos de los piratas. Idila se lanzó a por un soldado que tenía acorralado a un joven marinero contra un mástil. El muchacho se defendía con valor, pero el soldado, un hombre de anchas espaldas y barba ya veteada de canas, estaba más experimentado en la batalla y sólo era cuestión de tiempo que acabase con él. Nada de eso importó ya, cuando Idila lo atravesó, clavándole su espada por la espalda sin miramientos, traspasando su corazón. El soldado se desplomó con una expresión de sorpresa en su rostro, mientras Idila liberaba su espada de un tirón.

—Gracias capitana —dijo el joven, clavándole unos avispados ojos azules. Después hizo un rápido asentimiento y salió corriendo en dirección al combate. Idila le miró durante unos instantes y después sacudió la cabeza con media sonrisa.

Avanzó de nuevo a grandes zancadas internándose en el combate.

—¡Vamos! ¡A por ellos! —gritaba, su inconfundible voz abriéndose paso entre el tumulto —¡Echad a estos perros de nuestro barco! ¡No tienen derecho a pisarlo!

Los piratas vitorearon, alentados por su capitana y lucharon con renovado vigor. Un soldado saltó del barco enemigo hacia ella, pero antes de que pusiese un pie en el Canción de Muerte, la bota de Idila lo recibió. El hombre cayó al suelo pesadamente con un gemido. Aun así, se las arregló para rodar por la cubierta, evitando la espada de la mujer pirata que ya descendía hacia su cuello. Se levantó de un salto y lanzó varios tajos circulares que Idila desvió con habilidad, mientras retrocedía. El soldado seguía avanzando hacia ella, manteniendo la cadencia de golpes, buscando un hueco en las defensas de la mujer, pero ella los desviaba con aparente facilidad. De pronto, cuando el hombre lanzó un nuevo ataque levantando su hoja y descargándola sobre la cabeza de la capitana, Idila, en lugar de retroceder, dio un paso al frente mientras interponía su espada y se pegaba a su enemigo. El hombre gruñó cuando al mano libre de Idila se cerró alrededor de su cuello. La capitana del Canción de Muerte, colocó su pierna derecha detrás del soldado y empujo con fuerza. El hombre perdió el equilibrio y trastabilló hacia atrás, momento que Idila aprovechó para lanzar un golpe circular a su cuello. El hombre se desplomó, mientras la capitana pasaba andando a su lado sin mirarle, buscando un nuevo objetivo.

Owain había acudido en ayuda de Dendar, rodeado por tres soldados de Lhaimar. El enano se defendía con una maza de púas que había arrebatado a uno de sus enemigos. El arma parecía demasiado grande en sus manos, pero la manejaba con facilidad, como si fuese ligera como un bastón de madera. La hacía girar con velocidad de un lado a otro, manteniendo a raya a los asaltantes. A pesar de ello, su frente estaba teñida de rojo por varios cortes, y su túnica también estaba manchada en un costado, donde una espada había pasado demasiado cerca.

—¿Estáis seguro de que me querían con vida? —preguntó Dendar con tono irónico cuando vio que Owain se acercaba —Parece que les basta con llevarse un pedazo lo suficientemente grande —la maza giró sobre su cabeza para parar un golpe descendente y  de nuevo rotó para hacer retroceder a un soldado que se aproximaba a su espalda.

Como respuesta, Owain atacó a uno de los guerreros, lanzando su espada de arriba abajo. El soldado se vio sorprendido por la velocidad de la espada de su enemigo y la detuvo en el último segundo. Era un arma formidable, de un tamaño superior a la media, pero sin llegar a ser un mandoble. Parecía increíble que pudiese manejarla a tal velocidad. No tuvo tiempo de pensar más en ello, pues la hoja volaba de nuevo hacia él. Saltó hacia atrás dejándola pasar, pero cuando quiso devolver el golpe, se encontró con que la espada de Owain ya estaba descendiendo sobre su cuello.

—Es imposib… —acertó a decir el soldado mientras levantaba su arma. Sin embargo, no pudo acabar la frase, pues la espada de Owain partió su hoja como si fuese de madera, y siguió avanzando, decapitándole limpiamente.

Mientras Owain acababa con él, Dendar se había rehecho rápidamente al librarse de uno de sus enemigos y ya descargaba su maza sobre uno de ellos. El soldado, armado con una lanza, interpuso la punta, produciendo un estallido metálico que hizo vibrar el mango. El hombre apretó los dientes, pero no la soltó, y la proyectó contra el pecho de Dendar. El enano se revolvió para esquivarla y volvió a golpear la lanza con rabia. Esta vez, el golpe sí que hizo resbalar el arma de manos del guerrero de Lhaimar, que soltó la mano que tenía más adelantada con un grito, mientras se inclinaba hacia delante. Dendar estrelló la maza contra su rostro, produciendo un terrible sonido de aplastamiento. El soldado se derrumbó pesadamente, al quedar sus piernas flácidas.

Sin embargo, el tercer soldado aprovechó este instante para atacar por la espalda al enano, que aún estaba distraído con su oponente abatido. Owain no podía acudir en su ayuda, pues estaba luchando con otro enemigo que se había lanzado contra él. Halan también estaba demasiado lejos, inmerso en otra batalla individual, para poder ser de ayuda.

Cuando Dendar se giró, la espada estaba demasiado cerca como para tener tiempo de reaccionar. Sin embargo, en el último instante, el arma salió despedida por el aire. El soldado miró su mano extrañado y después lanzó un grito de dolor, cuando vio la flecha que la atravesaba de lado a lado. Dendar miró hacia arriba, y vio como Tara lanzaba una nueva flecha que se clavó en la garganta del soldado.

—¡Ya te debo dos hoy! —gritó Dendar con una aliviada carcajada, pero Tara ya estaba concentrada en otro objetivo y seguía lanzando flechas a gran velocidad.

La batalla pareció estancarse durante unos instantes, en los que ninguno de los bandos parecía imponerse sobre el otro. La tripulación del Canción de Muerte se había rehecho de la confusión inicial del abordaje y se estaba defendiendo con vigor, a pesar de estar en inferioridad numérica. Idila y Owain, compensaban con creces la desventaja, ya que entre ellos, abatían el doble de enemigos que cualquier otro. Además, las flechas de Tara seguían diezmando con letal cadencia a los soldados de Lhaimar.

Poco a poco, los asaltantes iban retrocediendo involuntariamente hacia su barco y por un momento, pareció que los piratas estaban a punto de rechazar a sus enemigos, y conseguir escapar. Pero en ese momento, el segundo barco, se sumó a la batalla.

El Canción de Muerte y el barco enemigo, trabados como estaban, habían girado sobre sí mismos, haciendo que el barco de Lhaimar se interpusiese entre el barco pirata y el segundo barco enemigo. La única forma de llegar hasta ellos, sería a través de la zona donde las rocas se seguían desprendiendo de vez en cuando. Cada vez era menos habitual, pero el maltrecho barco no se quería arriesgar, pues su capacidad de maniobra estaba seriamente dañada. En lugar de eso, se acercaron al barco aliado, y con ayuda de los mismos garfios que sus compañeros habían usado para trabarse con el Canción de Muerte se engancharon a ellos, uniendo los dos barcos. Una vez juntos, los soldados del segundo navío comenzaron a saltar al otro, en dirección al barco pirata.

—Por todos los dioses —dijo Idila cuando se dio cuenta de la maniobra —. Estamos perdidos.

Si antes los superaban en número, ahora simplemente se iban a ver desbordados. En el momento en que los nuevos soldados alcanzasen su barco, no habría posibilidades. Por mucho que luchasen, tarde o temprano se verían superados. Lanzó una maldición y miró a su alrededor. La cubierta era un caos, a pesar de que estaban consiguiendo rechazar la primera oleada y pronto sería una matanza. Sólo tenía una opción.

Buscó a Owain con la mirada entre la batalla. No tardó en localizarle. Estaba cerca de la proa, luchando con cinco soldados a la vez, a los que tenía acorralados, abrumados por la velocidad de sus poderosos ataques. En el tiempo en que Idila llegó hasta el corriendo, Owain había acabado con todos ellos, en una mortal combinación de movimientos. Cuando la capitana se detuvo a su lado, los hombres todavía estaban tambaleándose y preguntándose aún que había sucedido. Luego, todos cayeron inertes al suelo al mismo tiempo.

—¡Owain! —gritó Idila cogiéndole el brazo —¡Tienes que hacer algo!

—¿Qué? —dijo él mirándola extrañado.

Idila se limitó a señalar hacia los barcos enemigos. La tripulación del segundo ya estaba llegando al Canción de Muerte, mientras los piratas se afanaban en evitar que cruzasen al barco. Si tomaban posiciones dentro, no habría nada que hacer.

—Sabes que nos vamos a poder con ellos, ¡son demasiados! No vamos a poder contenerlos, sólo tú puedes hacer algo, ¡lo sabes!

Owain contempló la escena que tenían ante ellos. Los soldados de Lhaimar estaban presionando a los piratas, que se estaban viendo desbordados, a pesar de sus esfuerzos y del apoyo de los arqueros de Tara. Simplemente no podían con ellos. Suspiró. La lucha interna que llevaba abierta desde hacía tiempo, se reavivó. Sin embargo, se dio cuenta de que no había opción. No tendrían una oportunidad si no.

Agachó la cabeza un segundo, como si estuviese tomando una decisión.

—Owain… —empezó a decir Idila, pero en ese momento, él comenzó a caminar en dirección a las tropas enemigas.

Mientras caminaba, sin apartar su mirada de los barcos enemigos, envainó su espada y comenzó a murmurar una letanía. Su expresión había cambiado, era una máscara dura e insondable. Sus ojos se fueron volviendo grises, sin pupilas, cuando la magia comenzó a recorrer su cuerpo. Los hombres se paraban a mirarle extrañados, sin saber muy bien se acercase a él o no. Llegó hasta la barandilla, y se encaramó de un salto. Varios soldados se acercaron para atacarle, pero Idila y otros piratas se apresuraron a defenderlo.

—¡Tara! —gritó la capitana.

Tara se dio cuanta rápidamente de la situación.

—¡Protegedle! ¡Que nadie se le acerque! —gritó a sus hombres. Sus arqueros se apresuraron a obedecer sus órdenes y comenzaron a disparar a cualquier soldado que se acercase a menos de cinco pasos de él.

Owain elevó su voz, en una especie de canto, usando palabras que nadie de los allí presentes entendía. De pronto, alzó sus brazos hacia los lados mientras sus manos se iluminaban con un resplandor antinatural. Bruscamente, junto sus manos frente a él con las palmas extendidas. Aquellos que lo estaban mirando, tuvieron que apartar la mirada debido al resplandor que se produjo. Después se escuchó una atronadora explosión. Cuando volvieron a mirar, los dos barcos enemigos habían estallado en llamas. El brutal incendio consumía los barcos a una velocidad antinatural, mientras los soldados aullaban de dolor y se arrojaban al agua envueltos en llamas. El resplandor producido por el fuego era terrible y por un momento, parecía que en la cala se había hecho de día.

Desde la orilla de la playa, Degar meneó la cabeza con pesadumbre. Sabía de lo que Owain era capaz, pero tenía la esperanza de que no llegase a utilizar su poder.

—Nos vamos —dijo a sus hombres, dando media vuelta.

—Pero señor, la batalla aún… —empezó a decir uno de sus soldados.

—La batalla ha terminado. Nunca debió empezar, pero ahora ya es tarde —la expresión de Degar era sombría —. Deja una partida de soldados. Que tomen los botes y recojan a los supervivientes. Volvemos a la ciudad.

Los tripulación del Canción de Muerte contemplaba en silencio a Owain. El tiempo parecía haberse detenido y nadie se atrevía a hacer el primer movimiento, impresionados por el terrible espectáculo que estaba teniendo lugar frente a ellos. Incuso los soldados enemigos que aún estaban en la cubierta del barco pirata, estaban inmóviles, con sus armas colgando de sus manos. Fue Idila la que volvió a activar a todos los presentes.

—¿¡A qué esperáis?! —gritó —¿¡Queréis que el fuego nos devore a todos!? ¡Cortad esos garfios!

Como si fuesen un solo hombre, su tripulación se puesto en marcha, apresurándose a serrar las cuerdas que les unían a los barcos enemigos, que ya empezaban a deshacerse en pedazos, que poco a poco se hundían. Los soldados de Lhaimar que quedaban en el Canción de Muerte, se lanzaron al agua, aprovechando que sus enemigos estaban ocupados.

—¡Tymar! ¡Sácanos de aquí! —gritó la capitana.

El enorme pirata no necesitó oír más, ansioso como estaba después de permanecer inmóvil al lado del timón. Una vez liberado de los garfios que le ataban, el navío volvió a coger velocidad, saliendo por fin de la cala. La tripulación vitoreó y gritó, levantando sus armas al aire.

Owain había bajado de nuevo a la cubierta. Sus ojos habían recobrado el color normal, y parecía que nada había ocurrido. Sin embargo, su expresión era sombría, y sin pronunciar una palabra, se internó en los camarotes, sin que nadie le detuviese.

Halan contempló como desaparecía por las escaleras, preguntándose una vez más, quien demonios era ese hombre.