02/12/2020 01:07 PM
Pues básicamente, esto es lo que parece, es un pequeño relato basado en un mundo ya existente con motivo de la próxima publicación del videojuego de CD Proyekt Red: Cyberpunk 2077, que a su vez esta basado en un juego de rol.
Este texto es solo un humilde y pequeño homenaje a la distopía tan profunda, compleja y variada que han creado. Sin más espero que os guste, he tratado ser lo más fiel posible a las mecánicas y particularidades de este universo.
(Posdata: no se si es el hilo adecuado, creo que había otro para los Fanfic pero no se si todavía esta en uso, en cualquier caso siempre puede moverse)
© Created by Miles.
Este texto es solo un humilde y pequeño homenaje a la distopía tan profunda, compleja y variada que han creado. Sin más espero que os guste, he tratado ser lo más fiel posible a las mecánicas y particularidades de este universo.
(Posdata: no se si es el hilo adecuado, creo que había otro para los Fanfic pero no se si todavía esta en uso, en cualquier caso siempre puede moverse)
Una Noche Cualquiera en Night City
Se bajó del vehículo y la imponente megalópolis le dio la bienvenida con confusas sombras proyectadas por cientos de neones incandescentes en movimiento. Los neones publicitarios invitaban a un consumismo desenfrenado con sus hipnóticos ritmos. Algunos trataban de absorberte en la moda Neokitsch típica de esa zona de Night City, la moda de los pudientes, los trajes de fina tela, los colores más vivos, las joyas más caras, los implantes más espectaculares… al menos en cuanto a lo estético. Era la moda que triunfaba entre los desalmados Corporate, aquellos que trabajaban como droides sin corazón, sin sentimientos, para las grandes corporaciones que controlaban aquel lugar de pecado que era la urbe.
Otros neones en cambio, invitaban a un consumismo menos… decente, pero por supuesto mucho más… placentero. No eran simples prostíbulos; a Shalley Redeye, procedente del Distrito Watson, le costaba acostumbrarse. Allí en el Distrito Cero, sede del poder corporativo de Night City, gustaban de llamarlos clubs.
Uno de los porteros trajeados la registró de arriba abajo, no sin cierta lascivia. No le importó, tiempo hacia ya que se había acostumbrado a las manos traviesas. Aún así, si las circunstancias lo permitieran no habría dejado pasar la afrenta. No le importaba esa clase de excesos, pero si concedía una importancia capital a dejar marcados siempre los limites.
Eso evitaba confusiones, evitaba excesos de confianza y por tanto tragedias.
Por suerte el portero no encontró nada, no sabía dónde buscar para su alivio, por lo que se dirigió al ensordecedor interior que vibraba con artificiales ritmos electrónicos.
Limites difusos le parecieron también los de la bailarina de pole dance. Carne y acero bailando sobre los ojos obscenos de una multitud embelesada. Eses implantes eran una locura, el hombre del 2077 parecía cada vez más atraído por las maquinas que por la misma humanidad. La mujer de pelo rosa danzaba sensualmente sobre unas piernas implantadas plateadas, tapada únicamente por un pequeño cinturón de tela y una blusa plástica transparente. A nadie ya, le escandalizaba un cuerpo desnudo. A nadie ya, le escandalizaba el comercio sexual, a nadie le importaba, si se trataba de carne o acero. En fin, poco parecía importar si debajo había una persona.
En Night City todo se podía comprar y sí había algo que no… era porque todavía no estaba tasado.
Se acercó a la mesa que había reservado su contacto, algo alejada del ruido y del bullicio. Y se acercó despacio, tratando de encajar en aquel vestido largo y escotado hasta el ombligo, que había dispuesto para la ocasión. No era precisamente un placer encontrarse fuera de unos cómodos pantalones y una chaqueta corta estilo Kitsch, el rollo de su barrio. Al menos el vestido tapaba todos sus tatuajes, sobre todo aquel que la identificaba como una perteneciente a la banda de los Hijos del Vudu. Que absurdo había sido marcar su cuerpo con la insignia de la banda, es como eses neones, una invitación llamativa a que me descubran, pensó Shalley mientras se sentaba al lado de su contacto.
—Llegas tarde —dijo Roger Clyde mostrando una encantadora mueca de dientes dorados y llevándose un puro a la boca. Estaba nervioso, eso la tranquilizó, no era solo ella.
—Llego a tiempo, Clyde. Tenía que asegurarme que era seguro, aunque parezca una redundancia. Reconozco que no me parece lo más acertado concertar la reunión en el mismo lugar de la operación.
—¿Por qué? —objetó él con una expresión distante mientras observaba cada esquina del local.
—¿Nunca has escuchado que no se come dónde se caga? Aunque en tú caso… una nunca puede estar muy segura.
Clyde se inclinó hacía adelante, divertido.
—Te han dicho que tienes una carita muy bonita para hablar de esa manera…
—Sí, tú madre mientras me la follaba. También me confesó que eras un niño con una autoestima muy baja, por otro lado no hay más que ver el enorme «puro» que te estas llevando a los labios… ¿algo que compensar Clyde? —le preguntó con sorna.
Su expresión muto en un instante. Roger Clyde apagó el puro a medio consumir sobre el cenicero del reservado y alzó de nuevo la vista hacía ella con expresión seria.
—Al verte con ese vestido me cuesta recordar que debajo hay una perra callejera —Clyde alzó los brazos buscando evitar la replica de Shalley—. Iré al grano, ese ojo rojo tuyo no sé si te será suficiente, ¿vienes armada?
Shalley negó con la cabeza. Mintió por supuesto. Pero Clyde aunque habitual, era solo un contacto, que conociera la función de su vistoso implante ocular ya era de por si molesto, no permitiría que tuviese más información sobre ella de la necesaria, al fin y al cabo, a eso se dedicaba el desgraciado. Era un traficante de información.
—¿Ves esa puerta cerca de los lavabos? —Shalley asintió—. Pues conduce al nivel inferior, allí encontraras una la red de servidores de la que se nutre el edificio. la información que buscan los tuyos esta en el segundo servidor empezando por la izquierda. No te será fácil, sea lo que sea lo que esconden ahí, no debe de ser bueno.
—¿Por qué lo dices?
—Los guardias, son cinco hombres. Lo bueno es que hay una puerta de seguridad que da al exterior, esta sellada por fuera, pero se abre con facilidad desde dentro. Tal vez sea tu mejor opción para la salida.
Roger Clyde se levantó, se ajustó el traje y se llevó la mano al bolsillo con intención de sacar otro puro. La sonrisa maliciosa de Shalley pareció disuadirlo y se alejó maldiciendo entre la multitud que seguía observando lujuriosa a la bailarina.
Shalley Redeye se puso en pie y caminó con disimuló hasta la puerta que le habían mencionado. Observó la huella térmica con su ojo implantado. Tan solo había un guardia al final de las escaleras, miro hacía el piso de abajó y la huella térmica se extendía sin permitirle distinguir sí había más sujetos, tal vez por el calor que emitían los propios servidores.
Ella era una Netrunner, una especialista en asaltar redes de servidores privados, no será diferente a las otras veces, se dijo confiada. Esperó con paciencia y entró con sigilo. El guardia de las escaleras al momento se centró en ella.
—Esta es una zona privada —dijo llevándose la mano a la pistola que llevaba bajo el chaleco.
—¿Comooo? Qué johnny no esta aquí. Creeeo queee le vi bajaar…
—Putos borrachos, lárgate de aquí quieres —dijo el guardia dejando el arma en la funda y dandole breves empujoncitos escaleras arriba.
Shalley hizo que perdía el equilibrio. El hombre la sujetó bajo los brazos poniéndoselo demasiado fácil. El antebrazo izquierdo de Shalley se abrió rasgando la manga del vestido y dejando a la vista una cuchilla de mantis, que rebanó la garganta del hombre. Lo sujetó para que cállese en silencio mientras su antebrazo se replegaba sobre su sitio. Continuó escaleras abajo.
La visión térmica no funcionaba con la alta temperatura del cuarto de servidores, por lo que tendría que observar por otros medios. Se llevó la mano a su ojo derecho donde se encontraba el implante. Retiró la esfera ocular. Entreabrió la puerta y la arrojó a su interior. La esfera fue rodando mientras enviaba imágenes del cuarto de servidores. Dos guardias charlaban sobre una mesa. La esfera siguió rodando y su cerebro recibiendo las imágenes. Un solo guardia caminaba entre los servidores. El cuarto y último guardia estaba bastante alejado, de pie, apoyado sobre la pared, al lado de la puerta de seguridad que conducía al exterior. La esfera regresó a sus manos y la introdujo en la cuenca ocular.
Caminó pegada a la pared de servidores, hasta la mesa donde discutían los dos guardias. Bien, uno tenía un brazo cibernético, eso facilitaría las cosas. Enfocó su redeye sobre el brazo del guardia, y su ojo le transmitió la información del fabricante. Era un producto barato, una chapuza, no tendría ni que acercarse para hackearlo. Apenas le llevó treinta segundos hackearlo desde su interfaz cibernética. Una vez instalado el Demon Software ese brazo respondía a su voluntad.
El guardia se puso en pie visiblemente nervioso, su brazo cibernético se llevó la mano a la pistola. Su compañero se levantó también, alterado.
—¿Que demonios haces? ¡Baja esa arma!
Un sonido secó, estridente, amortiguado por la música de la planta superior. Un cuerpo cayó sobre la mesa. El guardia que patrullaba los servidores acudió alertado. Murió igualmente por un disparo de su propio compañero.
Shalley Redeye caminó sin esconderse por delante del guardia al que había manipulado, ahora luchaba contra su propio brazo intentando que no le dispará a si mismo. Le miró incrédulo durante un instante y ella le dedico una taimada sonrisa. Unos pasos más allá el sonido de un último disparo le indicaba que el brazo cibernético había ganado.
Ya solo quedaba un guardia que se acercaba a la carrera por la otra esquina del servidor. Se interpuso en su carrera sorprendiéndolo. En cuanto chocaron, le atravesó el abdomen con su cuchilla mantis, le arrebato su arma hábilmente con la mano derecha; y lo arrojó al suelo con un impulso de su hombro. Dos disparos bastaron para que dejará de moverse. Arrojó el arma sobre su cuerpo y se dirigió al servidor que le habían indicado.
Una vez allí, de la base de la palma de su mano derecha salió un cable que se conecto al servidor, extrajo una copia del servidor que guardó en su interfaz cibernética. Los Hijos del Vudu le pagaban para que hiciese una copia entera, no sabía exactamente que había allí tan importante, probablemente Roger Clyde supiese incluso más que ella. Una vez finalizó abrió la puerta que conducía al callejón exterior.
Había sido más fácil de lo esperado… mierda, Roger Clyde esperaba allí fuera con su traje inmaculado y para su desgracia, no estaba solo. Al instante lamentó haber tirado aquella arma. Estaba rodeada de una banda a la que conocía demasiado bien y a la que toda persona de Night City en su sano juicio trataba de evitar, los Carroñeros. Esos cerdos eran inhumanos incluso para aquella ciudad, destripaban y mutilaban a cualquiera para retirarles sus implantes y luego se deshacían de los cadáveres como si fuesen basura. Cada vez que desaparecía alguien con implantes en Night City, el que más y el que menos tenía la sospecha de que los Carroñeros podían estar involucrados.
—¿Qué has hecho Clyde? ¿Me has traicionado? ¿No será por lo que he dicho de tú madre verdad? Ella gritaba tanto dándome las gracias que no sé si debería disculparme…
—Ríete todo lo que quieras, Shalley, pero yo soy el que lo siente, me caías bien, pero son negocios, sé que lo entenderás. Tengo un mejor comprador para esa información que tus amigos los Hijos del Vudu. Ademas, estes chicos hace tiempo que buscan un ojo como el tuyo. Negocio redondo amiga: obtengo la información, quedo bien con mis amigos los Carroñeros y la culpa la llevan los Hijos del Vudu.
—Estas cometiendo un error, irán a por ti cuando sepan…
—¿No lo entiendes? No lo sabrán —dijo entre risas— ¿tú no sabes a quien has robado verdad? Créeme, los tuyos sí lo saben, darán por hecho que te pillaron, te mataron y se deshicieron de ti… es una pena la verdad, comenzabas a labrarte un nombre…
—¡Clyde, espera! Podemos llegar a un acuerdo mejor…
El hombre de los dientes dorados rió esta vez a carcajadas.
—Lleváosla —dijo finalmente a los Carroñeros cuando recuperó el aliento. Los nauseabundos hombres la sujetaron por las axilas— y recordad, la información que extraigáis de su interfaz cibernética me pertenece.
Los hombres la golpearon en el estomago y todo se volvió oscuro. Luego semiconsciente, comprendió que la estaban introduciendo en una camioneta.© Created by Miles.