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Full Version: [fantasía épica] Prólogo: Maldad y Guerra
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Hola gente! Después de algunos meses de inactividad he vuelto, y entre lectura y lectura, pues cuelgo también algo mío. En este caso se trata del prólogo de la novela en la que estoy trabajando, y lo comparto porque, si bien es cierto que el estilo que he conseguido me parece suficientemente bueno de momento (en un mes me parecerá una mierda), no termino de ver bien la narrativa en sí, es como si faltase cohesión entre algunos párrafos. No sé. Lo comparto para ver vuestra opinión, si acaso es impresión mía sólo, o que otros problemas le veis a este fragmento.
Un saludo y gracias de antemano.
Nos leemos!!


-Actualización: he cambiado un par de párrafos en aras de que el texto ganase más cohesión (al principio, sobretodo), y algunas asociaciones fuesen más intuitivas. Saludos-


La paz, aquel concepto foráneo, aquella bonita metáfora rara vez hecha realidad, había llegado finalmente. La paz desbordaba y anegaba la aldea como un río que, durante la intempestiva tormenta, había crecido demasiado e inundado sus márgenes verdecidos. La paz había cavado profundos hoyos y humedecido la tierra yerma. Se había depositado sobre cada roca intacta, sobre cada ladrillo desmoronado y sobre cada teja carbonizada. La paz murmuraba también entre las hierbas altas y grises, que ondeaban bajo la esfera consumida que era el sol, y se elevaba y perdía valle abajo, donde se diluía lentamente con los jolgorios de los pajaritos.

La paz había llegado para quedarse. Había anidado en la quietud de los cadáveres tendidos bocarriba, en las miradas huecas desencajadas por el horror, en los abrazos de las madres, en sus besos de consuelo. Contrastaba tan mordazmente con el crepitar de las llamas y con el dolor del fuego…

Pero pronto no quedó más que el silencio, e incluso la paz se transformó en nostalgia, y la nostalgia en desaliento, y el desaliento, en un viento pertinaz y seco que arrastró aquel silencio moribundo hasta el fondo del valle y más allá de A-un, a los oídos del Bosque. Allí, la melancolía implícita en el aire no había pasado desapercibida para Luarha, quien tras despedirse de los suyos, había partido en busca de respuestas.

Habían sido aquellos sentimientos quienes la había llevado hasta aquella miserable aldea. O lo que quedaba de ella. Alzó la vista hacia el cielo y le pareció que el Sol era un punto distante y postrado tras las nubes, como si temiera arrojar su luz sobre el vestigio de tantos horrores y crímenes acaecidos en Venturia. Mas el Sol no se escondía ni por miedo ni por pena, de hecho, no se escondía.

Simplemente, se apagaba.

Luarha lo tenía muy presente, y aquellos que habían perpetuado semejante atrocidad en la aldea, lo sabían todavía mejor. Se hacían llamar el “Amanecer Sangriento”, y en su retorcida demencia creían que la única forma de salvar la Luz era mediante sacrificios humanos.

No podía culpar su miedo supersticioso; mentiría si dijera que ella no lo sentía.

Se adelantó varios pasos a través de la tierra estéril y llegó a un camino que conducía a la aldea. A ambos lados, unas parcelas en ruinas delimitaban viejas fincas comunales, ahora abandonadas al capricho de los elementos y a la vengativa ambición de la naturaleza, aquella a la que tanto rezaba Luarha, que deseaba recuperar cuanto le habían arrebatado los primeros moradores de Venturia. Aunque se movió con sigilo al principio, cuidándose de no enterrar las botas en el barro de la calzada o de torcerse un pie entre adoquín y adoquín, no tardó en descubrir que los sectarios habían abandonado la aldea tan rápido como habían llegado, y que todo cuanto habían mancillado con su “fuego sagrado” seguía en la misma exacta posición.

<<Como un torvo recuerdo del crimen acometido. Como una memoria cargada de burla y sarcasmo de lo que una vez había sido la aldea>>.

Inspeccionó de cerca uno de aquellos cuerpos reducidos a carne chamuscada y ahogó una exclamación de pavor.

Era un niño. Un niño de no más de once años, delgado por el hambre tras tres malas cosechas sucesivas, un niño con una vida por vivir, con sueños y dulces recuerdos que evocar por la noche antes de rendirse finalmente al sueño. Con familia, con amigos…

Un niño, ahora, que tenía la piel levantada y ennegrecida por el fuego, con las venas transformadas en grandes larvas hinchadas y palpitantes, con la carne roja como las llamas que le habían robado el alma. Con los ojos dilatados, desorbitados por el calor que los habían carcomido.

-Monstruos asesinos… –murmulló con un hilo de voz, como si pensase en voz alta.

El silencio, aquel silencio estridente y tumultuoso, sofocó y asimiló el dolor que desprendían las palabras de la mujer para luego incorporarlo a la sinfonía del ambiente, que adquirió un nuevo matiz sombrío. De pronto, se halló a sí misma perdida en el medio y medio del pueblo, donde la gente hubiera continuado con sus humildes quehaceres, donde los niños como aquel llenarían la plaza con sus juegos y trifulcas, donde los mercaderes y tenderos ofertarían a viva voz sus productos. Donde, en fin, se respiraría vida y contentura. Si no hubieran sido todos sacrificados al Sol, claro.

Por segunda y última vez, sus ojos buscaron con ansiedad el punto irreverente que era el astro en el cielo, como si necesitase comprobar que todavía brillaba, aunque fuera muy poco.

Aquella atrocidad la habían cometido humanos, no demonios, pensó; le costaba imaginar que crueldad tal pudiera anidar en corazón mortal alguno. Pero ahora que La Llama y su Luz se debilitaban, que la locura arraigaba en el corazón de los hombres y que la muerte y el dolor atenazaban el mundo, podía sentir a estos últimos más cerca que nunca, balbuceando con mil bocas pero una sola voz:

“El Sol se apaga…”

Debía encontrar al Vigilante cuanto antes. Tenían que prepararse para la guerra que pronto sacudiría los cimientos de Prisma.

La Maldad no cambiaba nunca; si acaso empeoraba. Y la Guerra tampoco.
Buenas Maserez,

Parece que voy a ser el primero en estrenar el hilo.

El planteamiento me ha gustado mucho, comienzas hablando de paz y creando una imagen en el lector, para luego dar un giro completo y presentar la desolación de la guerra... me gusta.

Por otro lado, la circunstancia del Sol que se apaga, aparte de original (para mí, al menos) la planteas con pocas palabras, de forma sencilla y que se entienda, sin dar largas explicaciones que ya vendrán después seguramente.

Sólo te voy a criticar este párrafo:
Quote:Pero pronto no quedó más que el silencio, e incluso la paz se transformó en nostalgia, y la nostalgia en desaliento, y el desaliento, en un viento pertinaz y seco que arrastró aquel silencio moribundo hasta el fondo del valle y más allá de A-un, a los oídos del Bosque. Allí, la melancolía implícita en el aire no había pasado desapercibida para Luarha, quien tras despedirse de los suyos, había partido en busca de respuestas.
Al leer la primera parte me había dado la impresión de que había pasado muchísimo tiempo, muchos siglos, cuando después entiendo que no. Supongo que me ha recordado a la introducción del Señor de los Anillos (la película). También la frase de Luarha me resulta rara. Me parece como que se tira a andar por el mundo en plan filosófico pero luego me parece que va adrede a esa aldea a averiguar qué había ocurrido, no?

Y finalmente:
habían perpetuado semejante atrocidad > perpetrado
torvo recuerdo del crimen acometido > yo diría cometido