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[Fantasia Epica]Los Reinos Perdidos. Capítulo 1 Completo - Printable Version

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[Fantasia Epica]Los Reinos Perdidos. Capítulo 1 Completo - Rohman - 16/04/2017

Los Reinos Perdidos


La unificación de los reinos  cap1


En el interior de la taberna el buen beber llenaba las almas vacías de existencia. La música recorría la instancia con una suave y agradable melodía y los campesinos bailaban al ritmo que imponía el instrumento del músico. La posada era considerada una de las mejores de toda Ergerder, en el reino del sur, y un intenso aroma a estofado embriagaba las narices de los comensales, cuyos paladares sucumbían ante los sabrosos guisos, los quesos, las frutas y las carnes de caza.

—Ponme otra cerveza —dijo un anciano, algo demacrado, con voz ronca. La lluvia caía en un leve goteo que penetraba por las ventanas entreabiertas del local y el sonido de las jarras de cebada hacía olvidar lo fría y oscura que era la noche. Una luna acunada asomaba entre los nubarrones con el único deseo de mostrar su bonita sonrisa, y adentro, en el interior de la taberna, la escena había adquirido un tinte de teatro obsceno y de mal gusto. Varios de los parroquianos se encontraban borrachos y armaban continuos altercados, mientras las mujeres de alegres piernas ofrecían sus sórdidos encantos a precios módicos.
—Primero debes pagarme las anteriores pintas —replicó el tabernero—. No va a salir ni una más si no hay dinero de antemano, ¿entendido? —Nada más terminar la frase, un hombre entró en la posada, interrumpiendo la música y las risas de los taberneros. Todos miraban y temían a la vez a ese individuo que acababa de entrar. La cerveza que hacía escasos momentos era derramada por las mesas, ahora se encontraba dentro los recipientes, en silencio.
—Una absenta con limón —dijo el individuo que imponía respeto a los asistentes. Su rostro estaba escondido en una capucha, que solo dejaba entrever sus ojos, los cuales desprendían un leve fuego parecido a la llama de una vela a punto de desvanecerse.
—Enseguida, Nilhem —contestó algo temeroso, mientras dejaba varios tacos de queso que había cortado para otro comensal.
—¿Qué está pasando aquí? ¿Viene él y le sirves una cerveza a las de primera? —se balanceó sobre la barra el viejo—. Y yo que llevo un buen rato pidiendo una…
—Vigila tus palabras —le remarcó el tabernero al anciano, haciéndole señas de quién tenía a su lado.
—¿Sabes? —giró la cabeza el borracho y miró a ese individuo, viendo la esbelta cota, extraña de ver entre los magos; varias llamaradas  refulgían en ese acero delicado, y mostraba un dragón en un fino relieve. Sus brazos recubiertos de tatuajes negros simbolizaban los dioses de fuego en formas majestuosas, al igual que sus anillas de oro en los antebrazos descubiertos—. Los hechiceros en estos tiempos de paz son un gasto innecesario para esta ciudad.
—No le tengas en cuenta —se apresuró a decir el tabernero, asustado y temiendo lo peor para su negocio: un altercado. El conjurador no se inmutó, tenía la mirada lejana; cogió la jarra y la notó fría, al mismo tiempo, movía el vaso percibió la buena cebada, cuyos aromas inundaban sus sentidos, y por momentos le hacia olvidar sus pesares.
—Otra —dijo levantando la voz. El anciano se acercó sobre el conjurador.
—Nilhem —pausó sus palabras— el Destructor…, el mago más temido de Ergerder, solo superado por Hussmar.
Ese último nombre hizo cambiar la expresión melancólica del hechicero.
—¡Ni se os ocurra volver a nombrarlo! «Hussmar, te maldigo por marcharte» —Sus ojos que hacía unos momentos emanaban un fuego apagado, cambiaron a un intenso vigor.
—No era mi intención ofenderos, maestre de las artes del fuego —le costó decir “maestre” dado el estado en que se encontraba—. Lo siento de verás haberos ofendido, y sé cómo podría compensaros.
—Dejadme tranquilo o vuestra insolencia será recordada entre estas paredes de madera, viejo, que apastáis a estiércol y meados de gato… —tiró la jarra al suelo, rompiéndose en mil pedazos, algo que hizo parar al instante la seductora melodía; las miradas se posaron sobre los dos, aunque era tal el temor sobre el mago que muchos disimulaban.
—Perdonadme… —no terminó la frase que el hechicero le interrumpió
—Escoria, desecho de la sociedad.—Escupió al suelo y del báculo brotó un fuego más intenso. Esta vez se le notaba molesto.
—Me parece que se cómo compensaros este mal entendimiento de una forma que a los dos puede satisfacer.—Se sentó a su lado, acercando la silla hacia él—. Tengo el honor de narraros una de mis historias favoritas que gracias a mis ganas de viajar, y mis contactos, me proporcionaron el encuentro con el famoso Cuentacuentos Andrew, al que tuve el honor de escuchar una de sus fabulas y que muchos pagarían por escucharla, pero para vos será gratis.
—A mí no me mientas.—empezó a salir de su palma de mano unas leves llamaradas—. ¡Qué miráis! —gritó para todos los taberneros; estaba harto de ser el centro de atención por su condición de hechicero.
—Os lo aseguro... un borracho nunca miente —dijo contemplando  la magia amenazadora que brotaba de la palma. Por momentos el anciano podía oler el aroma de las cenizas del fuego que había creado el hábil conjurador.
—Deléitame con una buena historia y el incidente de antes será solo un mero recuerdo —Las llamaradas de fuego se apagaron en un atajo de palabras de poder. Nilhem, dejó su espléndido báculo al lado del taburete, del que en la cúspide un dragón destacaba y que de sus fauces brotaba un fuego rojo que nunca se apagaba.
—Mago —se posó en una silla, al frente de él—, esta es la leyenda de nuestra ciudad, una época de proezas y de grandes héroes forjados en batalla, la Unificación de los Reinos del sud.  

“Todo empezó en uno de los días más largos y tempestuosos que se recuerda. Las poderosas tormentas no daban tregua a la ciudad de Urskoy, anegando sin remedio los patios de la fortaleza del rey Cladius, hasta los lejanos campos de trigo, en los territorios del norte. Parecía que el mismo Agrammonth hubiera abandonado el trono del inframundo para comandar los vientos que azotaban sin piedad a estas tierras y sus habitantes. Como si no fuera difícil de por sí sobrevivir en un mundo donde las espadas eran un bien necesario, la magia inclinaba la balanza a favor de los seres malignos y sanguinarios que no se compadecían de los más puros de corazón. Pero entre toda esa dureza, el ambicioso monarca ansiaba ser el gobernante de todos los Reinos del sur.—Bebió un largo trago del vaso y prosiguió con la historia, observando que había conseguido llamar toda la atención de la gente allí reunida, gracias sobre todo al tener al mago a su lado—. Poseía una arrogancia tan desmesurada que le valió el apodo de Cladius el Arrogante. Mataba a todo el que osara contradecirle. Era un rey sin escrúpulos. Pero también era reconocido por su afán de placeres prohibidos; montaba depravadas orgías donde los menores de edad participaban en ese acto degradante, en una de las ciudades de mayor creencia religiosa —remarcó dando otro sorbo a la cebada, hasta que no quedo gota alguna—. ¿Por dónde íbamos?
—Si había algún vestigio de vuestro razonamiento, viejo, la bebida se esta llevando lo poco que os queda... y por el bien de vuestra miserable vida, más os vale recuperar esa memoria —frunció las cejas el conjurador de fuego, le acompañaron varias risas de los asistentes,  y alguna que otra palabras grotesca sobre el anciano parlanchín.
—¡Ah, si, ya me acuerdo! —dijo aliviado.
   
“El malvado, en un acto impropio de él se alió con el jovencísimo príncipe de Forthor, Koppens. Era la casa real con el mayor ejército en esa época, gracias a la extinta mina de plata, de la que todos hemos soñado. Dos tierras unidas por distintas banderas. Urskoy mostraba el resplandor del águila imperial, y Forthor la cabeza del león rugiendo —tosió varias veces y siguió— Aunque Cladius lo que en verdad temía eran los colegios de magia, no había otra casa real entre sus filas hechiceros y eso daba una gran ventaja a su archienemigo, la ciudad de Ergerder. Dos reyes gobernaban esa metrópolis, Ewon y el joven Schulemberger. Poco voy a decir de ellos: la piel pálida y la melena dorada de Ewon eran rasgos que compartían muchos de los elfos. Tenía, además, unos grandes ojos almendrados, y cualquiera que hubiera cometido el error de asomarse a ellos se habría sentido agobiado por el alma fría e inmortal de su raza. El monarca era muy respetado en todo el sur, gracias a su infinita sabiduría. Portaba una de las mejores armaduras que habían salido de las forjas élficas. La cota era una auténtica artesanía, y podía percibirse la inspiración de la naturaleza en las delicadas hojas de acero que conformaban el peto. En esta creación destacaba también la figura de la cabeza de un caballo entallado en relieve, y en el centro de dicho animal brillaba, con un ardor inigualable, la joya de Oryan, la prometida de Doz. Su capa, por otra parte, era una obra de arte imposible de igualar, y estaba recubierta de escamas de dracónito que centellaban con una tenue luz. En el centro del manto se alzaba la estrella de Mirlas con todo su resplandor, entre círculos y pincelas de plata que pretendían igualar el pálido fulgor del firmamento—. En ese instante, Nilhem le interrumpió el discurso.
—Todavía sé cómo visten los reyes.
—Cierto y tenéis toda la razón, y pido perdón. Pero esta historia es contada en otros reinos  y no conocen tan bien las vestimentas. Y ahora, la mejor parte de todas, la acción, pero antes… una cerveza ayudaría a refrescar el gaznate de este pobre anciano.
—Tabernero, traed una cerveza para él «quién diría que este viejo es capaz de contar y recordar historias con todo lo que bebe…»
Mientras el cantinero traía la jarra, la noche en la alborotada taberna parecía volver al transcurso de la normalidad. La música volvía a recorrer toda la sala.

“ Los dos malvados reyes, Cladius y koppens mandaron enviar los cuervos con una carta. El mismo Ewon el Impecable recibió el pergamino y, enfurecido por lo que acababa de leer, clamó al cielo. A sabiendas de que el norte nunca le apoyaría, se encontraba solo. Sin alianzas, atacar la fortaleza de ese tirano sería una tarea titánica, pero si no actuaba, el rival podría pactar otra alianza, y eso era algo que no quería ni ver.
Los dos reyes fueron hacía el castillo de Urskoy con todo su hueste, incluyendo a casi todo el colegio de magia. Era el ejército más grande jamás reunido.
Marcharon en un amanecer triste donde grandes nubarrones se amontonaban en el cielo.
—Mi rey, ¿es verdad lo que se cuenta del monstruo? —preguntó el general, mano derecha de Ewon, mientras sus ojos se posaban en el principio del sendero del castillo de Forthor, donde les esperaba el rey Cladius.  
—Si nuestros espías no se equivocan, la batalla contra esa abominación puede cambiar el destino de todos.—Giró la cabeza—. Tzarth, tened preparados los conjuros superiores por si aparece ese engendro.—La mirada le delataba la fe puesta en los hechiceros; no en vano, muchas veces le habían sido determinantes en otros combates.
—No temáis —contestó el mago, uno de los conjuradores de mayor conocimiento del colegio—, estamos listos para la lucha, mi Lord.
Al lado del rey Ewon el Impecable se encontraba el otro monarca, Schulemberger, al que la temprana edad le dejaba en un segundo plano; además el era un apasionado de las artes de combate y pocos le igualaban a tan precoz edad.
—Cardenal —nombró Ewon, al mismo tiempo el viento acompañaba esas palabras—. Acordaos  de su hijo, debe salir indemne, él es el elegido por nuestra diosa e incluso es más importante que ganar la batalla.
—No se preocupe, dos hombres a mi cargo se encargarán de ello y le encontrarán, aunque les cuesta la vida.
—Perfecto.—Se adelantó del resto del grupo, señal de que la batalla estaba a punto de comenzar—. ¡Escuchad guerreros! Nuestra victoria pasa por entrar  a través de la puerta del castillo,  dejando atrás al peligroso sendero que nos acecha.—miró el enorme precipicio que tenía debajo de él, asombrado por la bravura que mostraba.
—Mi señor, trescientos mil soldados están dispuestos a morir por vos y  la liberación de los reinos.
—Capitán, nunca podré agradeceros vuestra lealtad. Es hora de pasar cuentas.
El rey era un general muy disciplinado con sus fieles tropas bien adiestradas. De esa fila interminable de guerreros se podía contemplar a los portaestandartes de la ciudad, que ondeaban las banderas con orgullo y honor. Los músicos tocaban las trompetas en señal de veneración hacía Doz, en busca de encontrar la paz y la serenidad para luchar con mente libre y serena. Un poco más rezagado de la batalla se encontraban a varios cardenales,  para infundir fe en los momentos más difíciles de la batalla. Al lado de los predicadores, varias manadas de lobos estaban dominadas por un hombre, Taboti.


Mientras en el interior de las murallas de la fortaleza, la tensión de la inminente batalla se palpaba entre los soldados.
—Estad preparados —indicó Cladius mientras se acercó a un guardia que portaba la ornamenta algo más decorada que el resto—. Comandante, antes de que empiece la sangre, debéis de poner a salvo a mi hijo «Ewon el Impecable, veamos si eres digno de llevar ese apodo. Sé que buscan derrotarme y apoderarse de mi preciado hijo», es todo lo que me queda en esta miserable vida.  Que nadie le ponga un solo dedo encima, ¿entendido?
—Pero seré mucho más útil en la batalla, soy el guerrero más diestro —justo en ese momento, el monarca le cortó las palabras.
—Sé que no hay nadie que iguale vuestra destreza, pero sois de confianza, y es por ese motivo os mando la tarea de salvaguardar a mi hijo, capitán, no confío en nadie más que en vos.—Buscó la mirada del cardenal.
» Si no fuera porque en los momentos de mayor dificultad, vuestras palabras llena de vigor a los soldados.—Miró al cardenal con una mirada que ardía, y que tenía muy cerca de él—.!En la fosa de perros sarnosos dormiríais! «Malditos predicadores divinos, menudos idiotas». Haced memoria, recordad el destino del otro cardenal «Murió entre terrible dolor, como el traidor que era». ¡Engañarme a mí!—Hizo una breve pausa, se le notaba enrabietado.—Mi hijo Peter, sé que es especial pero a nadie le importa si es bendecidos por los dioses.—Contempló al cardenal, que estaba paralizado—.  Esta vez tengo un regalo de los mismos dioses para acabar con el miserable elfo —terminó posando su mirada en su espada, hipnotizado por su belleza, y de la que nunca se separaba. Mientras el capitán de la guardia de Urskoy se alejaba a salvaguardar al hijo de Cladius el Arrogante, con un notable enfado;  sabía que había mejores para realizar tal tarea y que él debería estar en la batalla.
—¡A mi señal,  lanzad las flechas de fuego! —ordenó el señor de la fortaleza, levantando el brazo para indicar las correspondientes  órdenes. «Huelo en el aire el temor del enemigo, y falta por llegar a mi bestia»

Ewon alzó levemente la mirada, fijándose en la muralla, y vislumbró al rey Cladius el Arrogante junto al joven príncipe.
—Atacad, magos. Demostradles cómo se paga desafiar a los nuestros —dijo el Impecable, alzando su arma mientras el corcel levanto las patas  en una bonita estampa.

En  ese instante de  tensión, un mago, el más anciano, levantó su báculo y lanzó un proyectil de fuego que impactó contra el muro de la fortaleza, destruyendo la roca, donde aguardaban algunos  combatientes. La bola de magia calcinó a varios guerreros. Del virulento impactó varios fragmentos rocosos salieron de la muralla en todas direcciones.
—¡Apartad! —gritó un capitán—. ¡Rocas ardientes caerán sobre vuestras cabezas!—El estruendo de las rocas al chocar contra el suelo estremecía a los guardias que intentaban buenamente esquivar esas enormes masas de  piedras. Uno de esos pedruscos dio en el rostro del príncipe Koppens.
«Perfecto. Ahora su ejército me pertenece», pensó Cladius, mostrando sin disimulo una sonrisa de oreja a oreja.
—¡Curanderos, salvad a este joven! —espetó el comandante de los arqueros. Varios sanadores se acercaron rápidamente e intentaron salvarle la vida, pero las caras de estos dejaban prever que sus posibilidades de sobrevivir eran escasas.  
—¡Mi rey! No responde… —comentó el sanador, mientras  observó horrorizado el rostro descompuesto del joven.
—Ha pagado un alto precio por la inexperiencia en batalla —dijo el Arrogante sin un ápice de compasión.
—Lo llevaremos aún lugar seguro, mi Lord —argumentó el médico sujetando los brazos del rey. Fue trasladado a la biblioteca.
—¡Lanzad una lluvia de  flechas! ¡Ya!

El mismo hechicero que lanzó el conjuro volvió a canalizar los flujos de magia para realizar uno de sus hechizos superiores. Al terminar la canalización, empezó a brotar de sus palmas un fuego candente y rojizo que por momentos crecía de tamaño. El hechicero lanzó otra bola de fuego pura hacia la puerta de la fortaleza y esta fue destruida a causa de las llamaradas.
—¡Rápido, a por la ciudad! —ordenó Ewon.
—¡Wha! —gritaron  los guerreros de Ergerder al ver la puerta abierta. Miles de luchadores corrían para adentrarse en la ciudad.
—¡Maldigo a toda esta calaña de asquerosos magos! —injurió el rey de la ciudad asediada—. Guerreros de Forthor, no deben entrar —gritó— ¡Como pasen…, probareis mi cólera!

Los ejércitos se acercaron en ese punto estratégico para una cruenta batalla por controlar la exenta puerta. En ella, la congregación de los dos ejércitos era tal que por momentos parecía una alfombra humana de hombres. La lucha en el paso era terrible, se podía notar en los rostros de los guerreros, el fervor y la tenacidad, el sudor y la sangre que recorría ese paso estrecho en un reflejo de la tensión; soldados a por doquier caían al suelo y eran literalmente pisados por sus propios compañeros, ya que no se quería ceder ni un metro de terreno en ese instante decisivo de la batalla. Al largo rato de lucha, el grupo de Ewon se abrió camino, siendo estos mejores en el cuerpo a cuerpo. La hueste de Ergerder aprovechó para adentrarse en la ciudad y poder salir de esa trampa mortal, el temido acantilado.

El rey más longevo intentaba acercarse a Cladius abatiendo a todo el que se ponía en su camino, acercándose para poner fin a la batalla. Los dos reyes por fin se encontraban frente a frente.

—Acabemos con esto. Deja que por lo menos la gente se vaya y pueda ver un nuevo amanecer —dijo Ewon mirando fijamente a su adversario.
—Morirán por mí. Sus vidas me pertenecen. ¡Soy su rey!
—Esto ha ido demasiado lejos —lamentó Ewon el Impecable al ver de reojo los caídos—. Tu mente perturbada es la única responsable de tanta muerte y sufrimiento en vano.
—¡Callaros de una vez! Escuchar vuestra voz me produce un intenso dolor de cabeza. Venir a mi fortaleza os costará la vida de inmortal. !Insensato!
—Puede que muera en este lugar, si ese es mi destino, pero mi existencia es llevar la paz a los reinos y hacer que los reyes cumplan las normas. Nadie está por encima de las leyes.
—Bla, bla, bla. ¿Leyes dices? Las leyes están para saltárselas, si no sería una vida muy aburrida, sin emociones, acaso. ¿Crees que no me divierto con esta guerra? —preguntó—. Debernos a los demás no es digno de nuestro estatus,  hemos nacido con el don de ser dioses en la tierra, para ver como los demás se postran ante mí.—Hizo una pausa— Cuando por fin allá acabado con los bastardos de Ergerder, luego iré para los Bárbaros del Norte, mataré a al rey Dova; y al final solo me quedará lo que siempre estoy deseando poseer; los objetos arcanos de los Donwers.
—No esperaba menos de ti, siempre has querido más poder —le respondió Ewon, mientras recordaba la visita de ese lugar celestial.
—Verás, Ewon, cuando visité a ese seres místicos ellos me enseñaron cómo moríais ante un guerrero de naturaleza extraña —le replicó Cladius, como si intentará leer en sus ojos—. Sé que también estuvisteis.
—Los sueños pueden ser confusos y ni los más sabios son capaces de entender el verdadero significado.
—Ellos nunca se equivocan.
 
El combate entre los dos reyes empezó. Las hojas chocaban como relámpagos sin cesar. Los dos mostraban una técnica en la lucha admirable, parecían ser la prolongación de la espada. Justo en ese momento fue cuando se escuchó el gritó de alguna bestia gigante.
—Por fin se despierta… Estará hambrienta.
—No puede ser… —No llegó a terminar la frase Ewon y un pequeño terremoto sacudió  la tierra.
Ewon se temía lo peor.
Alzó la visto y vio asomar, entre los ventanales, los tentáculos de la bestia. Pero pensar en aquel pensamiento de tener que luchar contra ella, le dejó paralizado. No podía moverse. Se sobre puso a al miedo y por fin pudo reaccionar. Fue justo en ese momento, cuando el rey Cladius, aprovechó esa distracción para atacar al rival desprevenido. La espada divina de señor de la fortaleza entró en el hombro, pero que gracias a la exquisita cota de malla de Ewon solo produjo una herida superficial. Volvió a reanudarse el combate entre los monarcas. Entonces, Ewon cambió de ángulo en uno de los ataques, en búsqueda de un golpe mortal al que el oponente esquivó.
—¡Miserable! —espetó Cladius, retirándose hacia atrás, mientras se tocaba la mejilla notando cómo la sangre se escurría entre sus fornidos dedos. El áspero sabor le enfureció todavía más.
—Ríndete Cladius, antes de que sea demasiado tarde.
—¿Ahora? Si todavía queda lo mejor por ver, mi bestia —le respondió, de repente con una gelidez amenazadora—. Pronto el miedo será el único que reinará entre estas paredes.
—Morirás —jadeó Ewon. Retrocedió, mientras presionaba la herida. «No ha llegado a tocarme ninguna parte muscular».
—No tengas tanta prisa de que muera, disfrutemos de este momento. —Mostró una risa turbia. Se acercó un poco más. La seguridad en él hacía que estuviera tan cerca que podía recibir una estocada, pero a su vez, él también tenía al rival a golpe letal. —Sois débil, vuestro corazón es demasiado tierno.
—¿Cómo vuestra mujer? —le preguntó, en un tono sarcástico.
—¡Maldito inmortal! ¡Ni se te ocurra nombrarla! ¡Maldigo a todos los de tu especie! —rugió Cladius, y atacó al enemigo en una lluvia de golpes, en los que su rival rechazó cada uno. A medida que la batalla transcurría la intensidad de estocadas de Cladius menguaba, a diferencia de Ewon. Y a diferencia de Cladius, Ewon, sus rasgos élficos le retrasaban la fatiga.  Los dos llegaron a una escalera, y no dudaban en aprovechar el terreno a su favor: figuras caían sobre el oponente y demás jarrones eran usados; toda valía para salvar la vida. Entonces, de repente, un estruendo se escuchó en la bóveda y la estructura esférica sucumbió: rocas salían en todas direcciones, aplastando a quienes estuvieran en camino.
—Contempla a mi mascota —le dijo mostrando una mirada venenosa—. Ha llegado tu hora.
« Nunca ha probado la carne de elfos. ¿Le gustará? Seguro que sí» se dijo en su interior, Cladius.
—No puede ser… Estamos perdidos —Ewon estaba abatido, mientras contemplaba a la bestia salir de entre las ruinas que acaba de crear—. Se volvió a Cladius—. Espero que los dioses sean correspondientes al mal que has causado.
El pulpo gigante, llamado el Ocho ojos, y era debido a los ocho ojos que poseía, en especial mención al del medio, el más grande de todos.
—¿Qué os parece la historia? —interrumpió su discurso el viejo borracho.
—Excelente —masculló con indiferencia.
Él era un mago considerado, dado su edad, uno de los más grandes de todos los tiempos. Su único problema radicaba en que no se aplicaba en entrenar los conocimientos de la magia, y que solo ansiaba poder sin mirar las consecuencias.
El anciano dio un último sorbo a la garra hasta no dejar gota alguna, y prosiguió con la leyenda.

“Cuando por fin había aparecido la temida criatura, el muy cobarde, Cladius, aprovechó para zafarse del duelo —hizo unos gestos con las manos intentando crear atmosfera aterrador, para el siguiente acto—. El pulpo gigante, pocos son quienes se encuentran con ellos y sobreviven para contarlo. Pero por suerte hoy en día están extintos; las enfermedades de los humanos son mortales para los de su especie.
Sus dientes eran tan grandes como un espada y cortaban los huesos con solo rosarlos. Aunque lo que uno debía de temer, no era sus colmillos que partían rocas sin apenas esfuerzo, si no, sus innumerables tentáculos; duros como el acero, terminaban en forma punzante —volvió hacer una pausa—. Volvamos a la batalla.
La sangrienta batalla empezaba a decantarse a favor de los reyes de Ergerder, gracias a los magos que con su magia devastadora, causaban estragos entre las filas enemigas, pero, estaba nueva criatura, cambiaría el rumbo de nuestros queridos reyes.
—No mentían con su tamaño… —No llegó a terminar la frase; estaba paralizado: las voces de los gritos de los suyos padeciendo le nublaban su razón.
—¡Reacciona! —le zarandeó el capitán de la guardia—. Te necesitamos más que nunca —La mirada puesta en el rey lo decía todo; él como líder y habitual de batallas con Ewon, nunca lo había visto tan aterrado.
Sin pensárselo más cogió las riendas del liderazgo.
—¡Picas al frente! ¡Jinetes al flanco derecho! —ordenó.
Con una gran disciplina, y entre el caos de la bestia, lograron formar la formación, a la espera de recibir a la bestia.  
Entró la criatura en la batalla abriendo una enrome brecha en la muralla: enormes rocas salían lanzadas como si fueran soltadas por los mismos dioses. Barría guardias a centenares, y la renovada  esperanza se esfumaba en cada segundo.
El olor de la sangre áspera de los caídos se mezclaba en el aire con el sudor de la batalla; los rostros reflejaban el miedo.
Fue entonces cuando todo parecía perdido, las plegarias de cardenales entraron para reconfortar la fe.
—Vuestras palabras divinas, guiarán a los corazones más débiles —gritaron a lo sumo, varios predicadores de Doz, al tiempo que las trompetas y tambores acompasaban el tono—. Señor, tú qué vez la luz dónde no es bienvenida, guía estás almas para que encuentren la fe y la suficiente fuerza en su interior.
La bestia seguía destrozando muros enteros, y en los pasillos interiores el aire empezaba a mezclarse el hedor a sangre. Parecía que la muerte contemplará desde su trono.
Los soldados de Ergerder, caían como naipes y era solo cuestión de tiempo de perder la batalla.
Pero cuando parecía que no había esperanza alguna, la criatura empezó a eliminar a los propios soldados de Cladius. Algo hizo cambiar al pulpo gigante, pues no diferenciaba de los suyos.
—Mi rey —dijo el capitán de los espaderos de Cladius—, esta descontrolada.
—Era un riesgo asumible —le replicó.
« Tanta sangre, tanta hambre… que ya no conoce el olor de los nuestros».
—Pero moriremos todos —le advirtió, mientras miró a los ojos de su rey, al que parecía enloquecido.
—Me da igual —afirmó Cladius, casi como si estuviera delirando—. Sólo ver morir al mal nacido del elfo me reconfortaría.
«Aunque no lo llegues a entender, hijo mío, todo esto lo hago por ti: dejarte el mejor legado».
La bestia seguí exterminado guerreros, de cada bando, de forma alarmante, pero es que además, la lucha se había tornado una especie de juego: los guerreros debían de vigilar al rival y a la bestia, y lo que proporcionaba ataques traicioneros. Entre el caos del fervor, un hombre, entró en la lucha. Era el domador de lobos, Taboti.
—¡Atacad, mis pequeñas criaturas! —ordenó Taboti, al ver que los conjuradores estaban en serios problemas—. Recuperad vuestras mentes, pueden servirnos más tarde —les dijo mirando los rostros fatigados, a la que estos agradecieron.
Los lobos se acercaron a la bestia. Rodearon al gigante astutamente, y era esa una de las características de por qué es tan difícil adiestrarlos. Varios lobos de los flancos lanzaron aullidos, para distraer al gigante, mientras otros canidos atacaban por la retaguardia. Los colmillos se hundieron en la dura piel del pulpo, y por primera vez, se le veía sufrir.
El Ocho ojos lanzó un chillido desgarrador, y atacó con gran habilidad. Los tentáculos de la bestia atravesaron a varios lobos, como si fueran simples tallos de flor. Y aunque los mamíferos habían sorprendido a la criatura colosal, no eran rival para ella.
Taboti, había perdido la mitad de su manada, algo que reflejaba en su rostro: para él eran como uno más de la familia. Y fue entonces, sin pensárselo, lanzó un ataque junto con el restante de lobos. El domador de lobos, tuvo el mismo destino aciago que muchos de sus camaradas: fue barrido literalmente por una de las extremidades, e impactó contra la muralla, perdiendo la vida.”

—Cómo todos vemos cada día en la entrada nuestra preciada ciudad, Ergerder, una estatua de Taboti nos recuerda su valentía —dijo el borracho. Se sacó una especie de barretina, algo sucia, y la dejó en la barra—. Siempre debemos de recordar a los valientes.
—Viejo —le dijo Nilhem—, debo felicitarte por la buena historia, y por lo menos no me has hecho perder el tiempo—. Tomaros la última.
—Gracias Nilhem, Maestre del fuego —le agradeció. Sus ojos, de un intenso negro, se le abrieron como platos de ver la jarra. —Sigamos.

“ Un mago se preparó para atacar al pulpo colosal, en honor a Taboti.
—Por Taboti —exclamó el conjurador, mientras emergían rayos y chispas de la mano del creador.
Nada más tocaron los relámpagos a la bestia, el aire se inundó de carne quemada, y un chillido horripilante acompaño el humo negro. Y aun todo el dolor de la criatura colosal, clavó uno de sus tentáculos en el torso del hábil hechicero.
Otro anciano conjurador, empezó a canalizar magia, mientras recitó palabras de poder de procedencia antigua. En ese instante comenzó a brotar de las manos, un intenso fuego que poco a poco crecía de intensidad. La bestia se percató, y sin perder tiempo, se acercó al mago. El anciano hechicero al ver que no podría finalizar el conjuro, cambio de táctica: lanzó otro conjuro sobre el anterior creado; rápidamente, acercó sus palmas en la cara, y sopló. Al soplar el fuego se partió en mil pedazos como si fuera gotas de lluvia, y cayeron sobre la bestia.
El pulpo gritó de dolor y los chillidos resonaban por las montañas; las gotas de fuego le habían penetrado la gruesa piel. Justo en ese momento que padecía la bestia, agarró a un guardia que yacía muerto y lo lanzó al conjurador.
—Cuidado, mago —Vio como sus palabras se perdían en el aire. El conjurador murió al acto.
Para los hechiceros, el pulpo se movía demasiado rápido y no los dejaba concentrar la mente, y les ocasionaba lagunas en la magia creada.
—Mi rey —le dijo a Ewon—, no aguantaremos mucho a este ritmo.—La sangre caía por el suelo formando pequeños ríos, y muchos de los combatientes deseaban no estar entre ellos.
—¿Pero cómo podemos eliminarla? —dijo Ewon, abatido y perdiendo toda esperanza. A su lado se encontraba el joven príncipe, Schulemberger, algo cansado, pero se preguntaba como a su edad tan temprana —sin llegar a tener doce años—, era capaz de seguir vivo; le sorprendía.
—Sois tan previsible… —le increpó, Schulemberger, sin dejar de apartar su mirada—. Los elfos tan calculadores, tan fríos —murmuro y le sonrió—. Por Ergerder —Nada más terminar la frase atacó al pulpo gigante.
Aprovechó que la bestia estaba entretenida y lanzó el ataque por la retaguardia. Con su espada cortó uno de los tentáculos. El gigante coloso, no tardo en coger al joven rey; suspendido en el aire, la criatura se disponía a devorarlo.
—¡Déjale en paz! —dijo Ewon, que se encontraba a escasos metros. La hoja refulgía con la intensidad del fuego.—Sufre las espada de los primeros elfos.
El arma se hundió en el torso del rival, mientras soltaba a Schulemberger. Cayó al suelo, y pudo ver como brotó un hilo de sangre de la boca. La vida del joven estaba en peligro y necesitaba a los médicos de batalla para burlar la muerte.
«Piensa, piensa» se dijo Ewon, sin apartar la mirada sobre el otro monarca.
Fue entonces cuando Ewon recibió un golpe de un tentáculo, y que lo tiró al suelo.
Se levantó.
Estaba aturdido, confuso, y tardo unos segundos en recuperar la compostura.
—Cladius —le nombró, Ewon, pues no estaba lejos. —Debemos apartar nuestras diferencias y luchar codo con codo —le miró a los ojos, cuya mirada era fuego en ella.
—Tengo la victoria a mi alcance —dijo indiferente—. ¿Por qué iba hacer tal acto de benevolencia? Tú me conoces bien. La vida de los demás no me importa —Cladius arrugó el ceño—. Nadie me quitará el placer de verte morir.
—Escúchame —Se acercó. La bestia seguía exterminado a los soldados. —Piensa en tu hijo.
—Está en buen recaudo, ¡idiota!
—¿Seguro? Pensad que el mejor mago rastreador tienes ordenes de encontrarlo —le dijo sin vacilar—, y lo encontrará hasta en el fin del mundo.
—Maldita calaña de hechiceros —Apretó el puño con rabia. Sabía que no había mejor rastreador que esa panda de conjuradores. «Mi hijo, si lo capturan todo el esfuerzo será en vano…». —Muy bien Ewon, aceptó vuestra miserable propuesta. «Lo mataré cuando la bestia muera». Pero solo te pido una cosa.
—Dime.
—Comandaré el ataque contra la bestia.—Lo pensó unos segundos y se detuvo al frente de él. Su mirada era desafiante—. No acepto órdenes de nadie, y nadie está por encima de mí, pues este es mi reino.
Ewon estaba callado. Su mirada parecía descifrar los pros y los contras de lo que acaba de escuchar de su rival. Pocas opciones le quedaban; o sucumbir a la bestia o luchar junto. Pero comandar el ataque… era eso lo que le tenía preocupado.
—De acuerdo, Cladius, desde ahora en adelante sois el único comandante. —Se giró y miró a un mago que estaba cerca—. Vigílalo, no le quites ojos.—Dio varios pasos y exclamó para los suyos—. Escuchadme bien atentamente guerreros de Forthor, entre las dos casa reales, hay una tregua para derrotar a la criatura. No quiero ninguna jugada extraña, son por momentos, nuestro rival, nuestro aliado —terminó buscando la mirada de Cladius.
—Lo mismo va para el resto de mis soldados —levantó la voz—. Cómo alguien haga una tontería, probará mi cólera.
Los soldados, aunque recelaban de luchar juntos con quien hace unos instantes deseaban verlos morir, no les quedaba opción, debían acatar las decisiones.

La batalla volvía a reanudarse. Cladius hizo gala de su holgada experiencia bélica, y montó un ataque en diferentes destacamentos: unos de rapidez y otros de contingencia; esperaba poder distraer la bestia lo suficiente, mientras lo magos ejecutaban conjuros.
Un joven conjurador, balbuceó, en el aire, unas palabras de gran poder, cuales resonaban en algún vacío creado por ese acólito hechicero. De repente, del báculo salieron varias bocanadas de viento mágico que, impactaron en el torso del pulpo colosal. Brotaba sangre espesa del gigante, ese ataque había causado un gran daño. El joven conjurador, cayó al suelo, el esfuerzo que había sometido su mente era superior a sus propios conocimientos. Y por primera vez en toda la batalla, la bestia se le veía superada; lanzaba los tentáculos en un acto de ira descontrolada como un animal acorralado. Aun todo, seguía exterminando soldados de cada bando, y eran tan solo un grupo reducido de combatientes.
Los dos monarcas atacaron juntos con todas sus fuerzas. Cualquiera podía morir. Fue entonces cuando Ewon, recibió una envestida de unos de los apéndices; la punta le había alcanzado. Pero gracias a la artesanía de su cota, no llegó a ser mortal.
Se tocó el pecho. Y notó la sangre resbalaba entre esos dedos delgados y alargados. Sus ojos empezaban a perder ese vigor y profundidad de los elfos, y se encontraba en un estado frágil como el vidrio a punto de quebrarse.
Cladius podía matarle, era su momento. Pero no lo hizo, tenía el honor de la palabras, matar primero la criatura.
Cladius atacó a la bestia. La espada —regalo de la prometida de Doz—, brillaba con el mismo fulgor de las estrellas, y ese era el verdadero poder de esa arma: luchar para los demás. Cladius logró cortar dos tentáculos y clavar la hoja en un costado, pero, recibió un destino aciago: el gigante le hundió varias puntas en el cuerpo.
La bestia chilló con más énfasis, mientras se tambaleaba, hasta que cayó al suelo.

Las bajas eran abrumadoras. Las miradas reflejaban el agotamiento y el dolor de ver muertos a los propios compañeros; un par de treinta soldados y algún que otro mago quedaba en pie. Eran afortunados para ver un nuevo amanecer de esperanza entre los reinos.

Ewon, cuyo estado había sido mejorado por los hechiceros, se acercó hasta Cladius.
—Vuestra valentía nos ha salvado de una muerte segura —pronunció en una admiración, todavía no se creía que él, el tirano, le hubiera salvado.
—No quiero morir —tosió sangre  por la boca, y dejó escurrir alguna lágrima que se mezcló con la fina lluvia.
—Ni los dioses desean morir, Cladius —dijo apagadamente, y sintiendo un cierto afecto sobre él. «Nunca olvidaré lo de hoy, nunca».
—Ewon —le agarró del brazo, fuertemente—. Júrame que cuidaras de mi hijo, júramelo.—fijó la mirada, agotada de dolor, en esos ojos turbadores de Ewon, mientras giró la cabeza, y cogió su corona—. Mi hijo, Peter, es lo más importante de mi vida.
—Pero Cladius —No llegó a terminar la frase que le interrumpió Cladius.
—Sé que es especial —dijo recordando—. Desde pequeño, tanto Doz como Oryan le acunan al dormir. Tiene un futuro por venir entre sus manos.
—Ser protegido por los dioses, según los cardenales y los magos, es que tarde o temprano algo terrible acontecerá. Siempre hemos pensado que está en el sitio equivocado. —terminó Ewon.
—Peter, mi querido hijo... —le dijo, apresando su mirada como si intentara adivinar sus pensamientos—. Mi intento de dejarle el legado de todo los reinos ha fracasado —La voz era quebrada y por momentos perdía intensidad en ella—. Nombrarlo rey de los reinos y os juro que no tendréis nadie mejor para eso. En sus venas no corre maldad alguna.
—Pero no es tan fácil, podría traicionarnos por tu muerte —le contestó sin tapujos.
—Si os ganáis su corazón, él jamás haría semejante acto; aprecia ante todo la amistad —volvió a toser, pero esta vez brotó más sangre.
Y aunque estaban curando los hechiceros a Cladius, las caras de estos es que no tardaría muchos en morir.
—¿Qué opináis, cardenal? —le preguntó Ewon.
—Desde la santa sede, tanto Ergerder como Urskoy, llevamos hablando desde hace tiempo de este tema —hizo un parón—. Este joven es una bendición, y como tal es obligación tenerlo a nuestro favor. Las sombras y tinieblas últimamente están recobrando más fuerzas que nunca, y eso es algo que nos preocupa,
—Al grano, cardenal.
—Con nuestra rectitud en la enseñanza, y si como bien dices nuestros hermanos de Urskoy, de que su bondad, me cuesta mucho imaginar una traición por su parte. Cabe —pensó unos instantes—, la posibilidad de que siempre estará bien vigilado, y en todo caso solo representaría, entro nosotros, un mero título, pues todo el peso político radicaría a Ergerder. Pero es que además, le dotaremos de conocimientos astrales y matemáticos. Pero debe de recordar, mi rey, que Cladius nunca hubiera sido una verdadera amenaza, sin la alianza de Forthor —agregó.
—Cierto. —dijo por fin Ewon.—Vuestras palabras, como siempre cardenal, son certeras.
«Desaprovechar este don sería de estúpidos» se dijo Ewon.
»Cladius le daremos una oportunidad y cuando conozco de verdad su corazón, y solo entonces será como un hermano —le comentó, y le apretó la mano. Los ojos de Cladius cada vez perdían más viveza.
—Gracias —contestó con voz apagada.
El mago llamó que trajeran al joven hijo de Cladius, antes de que muriera.

—Hijo mío —dijo aguantado el dolor, aunque su voz le delataba—, reinarás como un verdadero rey.
—¡Padre! —rompió a llorar.
—No llores.—Le expresó, abrazándolo fuertemente. —Te afea el rostro, hijo —tosió varias veces, y con ello casi se atragantó con su propia sangre—. Tomad —le dio la corona—. Ahora pasa a ser tuya.
—Llevaros al joven con delicadeza —remarcó el cardenal—. No tiene por qué ver más.
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Desde entonces, cada año, en la semana de la cuarta cosecha de arroz, en Urskoy se celebra la conmemoración del nuevo rey de los reinos, Lord Peter, para recordar que la guerra solo trae dolor y muerte.
Todos los reyes fueron invitados, siendo el único ausente el rey Theodric.
La celebración fue por todo lo alto y se extendió más de una semana de festividad, donde las casas reales pagaron con todos los gastos

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—Majestades, señores, magos, caballeros y demás asistentes, hoy es un día que será recordado para los anales de la historia, tanto por el recuerdo de los valientes que lucharon por una razón, como por la libertad de los reinos.  Los pactos de los reyes de todos las casas reales, las leyes de lealtad entre reinos y territorios, y lo que todo ciudadano desea, la ansiada paz —dijo un cardenal en el palacio de Urskoy. La multitud de los presentes se levantó sus sillas y aplaudieron a todos los monarcas.

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Los tiempos han pasado desde la primera celebración: Cincuenta años desde aquella batalla y parece ser que los pactos empiezan a perderse entre los reyes que solo ansían ser los únicos gobernantes de estas tierras… pero no es todo; algo ha interrumpido en las tensas diplomacias de las casas reales, una nueva oscuridad acecha estos parajes que escapa al mismo destino de los dioses.


RE: [Fantasia Epica]Los Reinos Perdidos. Capítulo 1 Completo - Momo - 18/04/2017

Hola Rohman,

Lo he leído de un tirón y, bueno, creo que ya dijiste que era más un borrador, pero te lo voy a comentar como si fuera un texto medianamente definitivo. La historia creo que promete mucho en su planteamiento y falla al ser plasmada sobre el papel (es un decir). Entretenida lo es, desde luego, pero no solo de eso vive un buen relato.

La escena que más me ha convencido ha sido la inicial de la taberna y de hecho detecto un bajón de nivel a partir de la pag. 5-6. Puede haber dos motivos: que el principio haya pasado por el Dragón Lector o que empezaras corrigiendo mucho el inicio y luego con la impaciencia de colgar el capítulo ya no corrigieras tanto el resto. O una combinación de ambas. Lo bueno y lo malo que he encontrado en este capítulo ya lo había visto en los pocos fragmentos tuyos que había leído antes.

Puntos a favor:  La idea es buena.  El relato es ágil. La estructura es original, aunque parece un tanto caprichosa y superflua en algunos puntos. Descripciones de los personajes buenas también. Me gusta el mago, por ejemplo. Aunque luego en el cuento que se narra ya no me parecen tan redondas. Quizá porque en el cuento todo sucede de una manera más apresurada. Los incisos de los diálogos creo que han mejorado bastante.

Puntos en contra: como lo escribes.  Los diálogos son teatrales. Cumplen su función en el sentido de que transmiten la información deseada, pero no transmiten nada del personaje y son excesivamente tópicos. No añaden absolutamente nada al relato aparte de información.

Los cambios en los personajes se entienden perfectamente a nivel de estructura general: dos reyes enfrentados que terminan aliándose forzados por las circunstancias y finalmente uno de ellos se hace cargo del hijo del que muere. Es una buena idea, perfectamente plausible, pero es en los detalles donde fallas. El cambio en el talante de Cladius, por ejemplo, no está bien justificado, quizá porque al principio haces demasiado hincapié en su falta de empatía y de dudas, es un personaje de una pieza, sin la más mínima fisura, y por ello te cierras a ti mismo la opción de que su posterior y drástico cambio de comportamiento sea creíble. (Todo esto según mi opinión personal, como siempre).

Referente a la estructura mi opinión es ambivalente. Por ejemplo la primera transición entre el relato del cuenta cuentos y la narración convencional del narrador omnisciente en que se convierte el cuento enseguida ni la noté. Por ahí bien. Pero a medida que avanza el relato uno se separa tanto de la otra que casi pierde sentido que lo estructures así. Hay un pequeño inciso entre medias, pidiendo más cerveza, para recordarnos de donde viene todo y al final ni eso. La idea es buena, pero no acaba de estar redonda.

En el texto en general encuentro de lo mejor y de lo peor, todo mezclado. Pinceladas que me gustan mucho y al instante siguiente fallos garrafales. A veces eso me desconcierta. Por MP te envío en un rato tu capítulo con todas las anotaciones que hice al vuelo mientras leía. Es muy largo para colgarlo aquí. Tienes que tener un nivel uniforme de escritura, si sabes reconocer un  buen libro de fantasía, lo que te gusta de cada escritor que admiras, tienes que poder reconocer también donde eres más brillante tú mismo, las cosas que haces bien, y donde no lo estás haciendo tan bien. Eso es primordial para autocorregirse.

A partir de aquí disculpa por el tochazo que te voy a soltar y que tampoco sé si te va a servir realmente.

He estado pensando mucho en por qué te cuestan tanto los diálogos. Y he llegado a la conclusión de que el problema podrían no ser los diálogos en sí mismos: la raíz del problema podría encontrarse en la creación de los personajes. A ver si me explico (ojo, según mi experiencia personal que puede no ser válida para otros o para ti): si quieres ser la voz de tus personajes tienes que meterte de lleno en su piel, conocerlos hasta el último recoveco. Tienes que conocer toda su historia, incluso la que no has escrito, incluso la que nunca vas a utilizar, pero TÚ tienes que saberla y darles una forma muy definida en tu mente con ella para que su voz sea personal, reconocible fácilmente e intransferible. Tienes que pensar como el personaje. Si a tus ojos tu personaje es plano su voz será plana, tópica y dirá cosas como: ha llegado tu hora, que más sobado no puede ser.

Y se me ha ocurrido una cosa por si quisieras probarla (si es que tienes tiempo y ganas). Yo te propondría que hicieras un ejercicio: coge un personaje que te guste de los que ya tengas creados y escribe un diálogo, corto si quieres, pero en una situación intensa. Luego vuelves al personaje y lo desarrollas en tu mente, decóralo, dótalo de trasfondo familiar, intelectual,  niñez, ancestros, amores, estudios, batallas, desengaños, fracasos y triunfos, carácter, manías, de forma minuciosa hasta lo enfermizo si es posible, pero muy importante, hasta sentirlo, hasta que ese personaje te guste de verdad y te enamores de él. Esto no tienes que hacerlo con prisa, deja que repose como el buen vino hasta que esté en su punto, tienes que tomarte el tiempo que sea preciso hasta que llegue el flechazo. Vuelve a escribir el diálogo. Si te sale igual, te prometo que tiro la toalla y me meto a monje cisterciense (¿Dejan entrar mujeres?  Big Grin)
No sé si esto te podría ayudar, pero se me ha ocurrido ahora. Es mi manera de enfocar los diálogos y supongo que cada uno tendrá la suya. Y evidentemente esto no es necesario hacerlo siempre, pero es una manera de cogerle el truco al principio.  

Y, bueno, si esto no sirve a tu modo de escribir, pues bolita de papel y canasta a la papelera.

Nos leemos.


RE: [Fantasia Epica]Los Reinos Perdidos. Capítulo 1 Completo - Rohman - 18/04/2017

Hola Rohman,


Quote:La escena que más me ha convencido ha sido la inicial de la taberna y de hecho detecto un bajón de nivel a partir de la pag. 5-6.
Pues como bien dices, las páginas hasta la sexta a sido muy muy retocada por los foreros de aquí, algo que ayuda mucho, pues me "guían" a una águila ciega....

Quote:Puntos a favor:  La idea es buena.  El relato es ágil. La estructura es original, aunque parece un tanto caprichosa y superflua en algunos puntos. Descripciones de los personajes buenas también. Me gusta el mago, por ejemplo. Aunque luego en el cuento que se narra ya no me parecen tan redondas. Quizá porque en el cuento todo sucede de una manera más apresurada. Los incisos de los diálogos creo que han mejorado bastante.
SI algo tengo, pocas cosas..., es tener buenas ideas, aunque sea para quemar cosas, siempre saco ideas.
Como bien dices, algo que aprecio y mucho es la originalidad; algo que no este sobado (difícil) en la fantasía

Quote:Puntos en contra: como lo escribes.  Los diálogos son teatrales.

Tienes toda la razón, pero Momo, de momento, no hay más de la chistera...


Quote:Referente a la estructura mi opinión es ambivalente. Por ejemplo la primera transición entre el relato del cuenta cuentos y la narración convencional del narrador omnisciente en que se convierte el cuento enseguida ni la noté. Por ahí bien. Pero a medida que avanza el relato uno se separa tanto de la otra que casi pierde sentido que lo estructures así. Hay un pequeño inciso entre medias, pidiendo más cerveza, para recordarnos de donde viene todo y al final ni eso. La idea es buena, pero no acaba de estar redonda.
esto me lo tengo que mirar... me has echo pensar, lo tendré en cuenta.

Quote:En el texto en general encuentro de lo mejor y de lo peor, todo mezclado. Pinceladas que me gustan mucho y al instante siguiente fallos garrafales. A veces eso me desconcierta.
Aquí hay dos problemas: uno que hay partes muy corregidas por grandes foreros de aquí, tanto en ayuda, como en idea de englobar mejor el texto, y segunda, muy importante también; que a mediada que avanzo mi nivel va subiendo, con lo que partes de mi libro quedan "desfasados..."

Quote: Si te sale igual, te prometo que tiro la toalla y me meto a monje cisterciense (¿Dejan entrar mujeres?  Big Grin)
Momo, vete preparando la carmanyola....
Momo, gracias por pasarte por mi pequeño sueño, hablamos y nos leemos.
Saludos.
[/quote]


RE: [Fantasia Epica]Los Reinos Perdidos. Capítulo 1 Completo - Momo - 24/04/2017

Quote: Cita:
Puntos en contra: como lo escribes. Los diálogos son teatrales.


Tienes toda la razón, pero Momo, de momento, no hay más de la chistera...

Yo creo que la chistera está llena de conejos y palomas revoloteando. Lo que te falta es la magia para sacarlos Tongue