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[Terror] Relatos varios - JPQueirozPerez - 03/11/2017

Saludos a todos, he decidido que empezaré por subir al foro los relatos que ya tengo en Wattpad; y como son relatos cortos lo haré en un solo tema.

Añado las fechas de las modificaciones que haga para que cualquiera pueda saber qué versión del relato ha leído.

La chica de ojos azules (13/11/17)

    Era la segunda vez que la veía esa noche, y no fue hasta entonces que ella reparó en mí. Me devolvió la mirada con sus profundos ojos azules y me sonrió.
    Una chica distinta; un estilo entre anarquista y gótico, con su pelo azabache medio rapado, excesivo maquillaje oscuro en esos profundos ojos azules, y una extraña mezcla de vestido recatado y botas militares. No era realmente guapa y su cuerpo era del montón, pero ese estilo extraño y sus profundos ojos azules me dejaron descolocado.
    Empecé a dar vueltas por la calle intentando reencontrarla, de vez en cuando paraba en algún local a tomar algo y ver si estaba ahí. No tuve suerte hasta salir del tercer local. Para entonces estaba ya recordando el hambre que tenía; pensé en ir a comer algo, hasta que la volví a ver. Iba acompañada por una rubia, de la que ni siquiera me había percatado hasta entonces, iba con un estilo anarquista más típico (y en mi opinión aburrido), en comparación al de esa chica que me estaba dejando loco. Esa chica, que esta vez además de sonreírme me guiñó el ojo, ese profundo ojo azul.
    El estómago me rugió pero no podía ponerme ahora a buscar comida. Tenía que encontrarla a ella.
Entonces me paré en seco. Con mi porte y mi estilo de vestir nadie diría que era tan tímido, pero eso era solo una faceta que había aprendido de mi familia. Ellos sabían guardar bien las apariencias y me lo inculcaron desde pequeño. ¿Qué haría cuando volviera a verla? ¿Le diría que me gustaba? Con suerte ella y su amiga no se reirían en mi cara...
    Tuve que armarme de valor para volver a buscarla en lugar de ir a comer, si se había ido ya...
    Por suerte no se había ido, y después de tantas copas creía haber cogido un puntillo suficiente para saludarla.
Empecé a acercarme y no, no tenía el puntillo suficiente. Era incapaz de llegar a su lado si ella estaba con una amiga; tuve que ir a tomar otra copa y entonces fue ella quien se acercó a mí en la barra.
    —¿Vas a seguir mirándome toda la noche sin decirme nada? —Fue lo que me soltó nada más acercarse; sin saludos, sin presentaciones. Era completamente directa y sin embargo su voz sonaba extrañamente dulce y suave.
    ¿Qué respuesta le di? Perderme una vez más en ese océano profundo y azul que eran sus ojos...
    ¿Qué me estaba ocurriendo? ¿Qué clase de hechicería contenía su mirada que me había dejado sin habla y sin hambre?
    —¿Eres tímido o eres mudo? —preguntó más divertida que molesta y, al ver que no decía nada, pidió una copa también.
Mientras ella esperaba la bebida miré de reojo a su amiga; parecía más interesada en divertirse a mi costa que en acercarse. De modo que era probable que no tuviera una oportunidad mejor para abrir la boca y decir:
    —Ojos...
    Ella estuvo a punto de atragantarse del ataque de risa que le dio al escucharme.
    —¿Qué? ¿Cómo que «ojos»? —preguntó aun entre risas. Santa Sarah Ellen; si mi hermano me escuchara decir una tontería así, me daría un estacazo a ver si se me quita la tontería...
    —Tus ojos... —respondí algo más calmado aunque también más colorado—. Son hermosos, tus ojos...
    —Ah, ¿era eso? —soltó algo decepcionada; no sé qué clase de comentario esperaba, imagino que estaría cansada de recibir halagos sobre esos profundos ojos azules. Sin embargo, por cualquier motivo cambió de idea y me dio un beso en la mejilla, casi en la comisura de los labios—. Eres un encanto...
    Yo no supe qué responder a eso y; aun sabiéndolo, me veía incapaz de decir nada ahora que estaba casi ahogándome en esa inmensidad azul, que me observaba curiosa.
    Ella después de mirarme un rato miró alrededor, ¿se avergonzaría de estar junto a mí? Si era así tan solo tenía que irse con su amiga y... Ahora lo vi, su amiga se había ido, dejándola sola con un desconocido.
    Ella empezó a acariciar mi mano, y cuando la miré (no a ese océano azul sino a sus labios) me sonrió, y antes de que ella hiciera algún comentario, o que yo me atragantara con otro comentario estúpido que era incapaz de expresar, me besó.
    Un apasionado beso que duró poco, ella se separó mirándome con decepción y eso fue como intentar navegar en un embravecido océano que intentaba engullirme. Me sonrió con lástima y acarició mi rostro; lo entendía, era apuesto pero demasiado inexperto para saber besar bien.
    —¿Quieres ir a dar una vuelta? —soltó más como un comentario que como una pregunta. Yo asentí, y después de terminar las copas nos marchamos del local.
    —¿Cómo te llamas? —pregunté mientras caminábamos a solas. Al fin una frase coherente.
    —Serena, ¿y tú?
    —Bonito nombre, yo soy Peter.
    Serena parecía cada vez más decepcionada de estar conmigo; su desinterés me hizo recordar que tenía hambre, podía marcharme a comer y dejarla buscar a su amiga, pero esos ojos azules no me permitían hacerlo.
    Andamos varias calles sin un rumbo fijo, aunque ella parecía saber exactamente a dónde se dirigía. Al final, un cuarto de hora después, entramos en un callejón.
    —Lo siento Peter, pareces un buen chico y besas bien, pero yo ya tengo novio... —No entendí porqué me dijo eso, hasta que de detrás de unos coches salieron un par de chavales con navajas. La amiga de Serena estaba con ellos aunque más apartada. A mis espaldas ella también sacó una navaja, con la que me «instó» a entrar en ese callejón oscuro.
    ¡Claro! Mis ropas caras, toda esta timidez, saliendo de fiesta solo...; debía parecer una presa fácil. Menudo error había sido todo esto.
    Al final cuando estuve rodeado pasó lo inevitable. El hambre fue demasiada y tuve que devorar toda esa suculenta carne que me cercaba.
    Había llegado a gustarle a Serena, además era una chica capaz de engañar a alguien casi sin atisbo de duda; habríamos hecho buena pareja...
    Era una pena que esos profundos ojos azules que me habían enamorado, ya no pudieran ver. Me sentía mal por hacer que la última mirada que me lanzara fuera la del horror más absoluto. Pero algo me aliviaba; era saber que en cualquier otra noche de fiesta, podía volver a encontrar una chica de ojos azules.


La pelota

    El traqueteo del tren no podía ensordecer mis pensamientos. Sin embargo esa pelota dentro de la bolsa sí lo estaba logrando. Había entrado en el tren distraído; probablemente no volvería a tener un día tan duro en mucho tiempo, empezó por la mañana con el fin de una relación de más de un lustro y culminó, con una reunión que se alargó hasta las tantas.
    No llevaba mucho rato sentado en el vagón cuando empecé a escuchar el ruido de una bolsa de plástico, al principio la observé curioso. Pensaba en el niño que se había olvidado su balón en el tren, y que quizá ahora estaría rogando a su madre uno nuevo, si es que no estuviera en medio de una pataleta mientras sus padres pensaban que hacer.
    Eso me distrajo un momento y, mientras reía en ese vagón solitario, olvidé como mi vida prácticamente se había ido a la mierda en tan poco tiempo; pero mientras volvía esa idea a mi mente la pelota salió de la bolsa. La miré extrañado y supuse que el movimiento del tren la había sacado poco a poco hasta que estuvo completamente fuera.
Mientras las paradas iban pasando, y la gente iba dejando el tren más y más vacío, la pelota empezaba un movimiento hipnótico por todo el vagón; casi siempre acabando entre mis pies, y no tardó en venir a mi mente una idea, ¿y si lo hacía a propósito?
    Esa idea estúpida me hizo reír tan alto que, en el vagón adyacente una señora mayor me miró fijamente un rato. Yo por mi parte le di un pequeño puntapié a la pelota para alejarla de donde estaba, pero tarde o temprano volvía a rondarme.
    Empezaba a estar más pendiente de esa molesta esfera que giraba frente a mí que de las paradas que iban pasando. Me ponía más y más nervioso que no dejara de acabar entre mis pies, y casi me daba miedo estar pateándola lejos, como si eso pudiera molestar a esa cosa de cuero viejo.
    Cuando al fin llegó mi parada, apunto estuve de no darme cuenta, pero me levanté deprisa y salí disparado a la puerta. Una vez fuera respiré aliviado por no tener que ver más a esa estúpida pelota.
    ¡Ay, mi inocencia! No me había alejado del tren cuando un grupo de críos la sacó afuera a patadas y, al parecer seguían la misma dirección que tomaba yo para hacer el transbordo. Por supuesto, con la pelota pegada a sus pies.
    No debía parecer asustado. Con la mayor naturalidad y aparentando una prisa que realmente no tenía —ya que al llegar a casa, lo mejor que me iba a encontrar es como había sido vaciada, dejando ese piso como un lugar frío y solitario—, bajé las escaleras deprisa. De dos en dos y de tres en tres, me tentó la idea de hacerlo también de cuatro en cuatro cuando me acercaba al final de las mismas, pero casi pierdo el equilibrio. Hubiera sido irónico, desnucarme por una pelota, por suerte ese último detalle nunca saldría en los periódicos en caso de que ocurriera.
    Una vez más una idea absurda me provocó risa, pero ésta duró poco. Como el ente viviente que parecía, la pelota rebotó por la escalera solitaria como si nadie hubiera sido quien la pusiera en movimiento.
    De pronto se detuvo pegada a una de las paredes, miré a mi alrededor y vi que estaba solo, al menos solo en lo que a gente se refería. Pero esa pelota estaba ahí, quieta, como un cazador expectante por atrapar a su presa. Con mucho temor, como si se tratara de algo peligroso crucé pegado a la pared contraria.
    En cuanto la pasé fui consciente de que solo había una solución. Me di la vuelta y la pateé con fuerza, lejos, lo más lejos que pude y de alguna manera, mi torpeza o su poder la colocó frente a mí. Estaba quieta, acechante; así que haciendo un amago la esquivé, y ya no sabía si era cosa suya o de mi mente pero me pareció que se movía para seguir ese movimiento.
    Fuera cual fuera el motivo, evité a ese engendro del mal y corrí aliviado al andén, pronto llegaría el otro tren que debía coger. Menos de un minuto me separaba de la salvación, y de pronto pisé algo y perdí el equilibrio.
    Mientras caía la vi, esa maldita pelota, u otra igual. ¿A quien coño le importaba? Ahora el traqueteo del tren ensordecía mis pensamientos.


El genio de los deseos

    Fue a los nueve años que, durante una lluvia de estrellas, rogué conseguir el poder de conceder deseos como si fuera un genio. No lo hice por cumplir deseos míos egoístas, sino porque mi familia estaba pasando malos momentos económicos. No sé qué pasó, pero funcionó, mi familia pasó de vivir con deudas a vivir holgadamente.
    Nueve años más y, aun sin saber si aparecieron por arte de magia o no, ya dominaba esos poderes. Funcionaban solo si alguien me contaba su deseo (no valía simplemente escucharlo) y, por un motivo extraño, no funcionaba si alguien conocía mi poder. Lo descubrí cuando mi hermano se hizo mi confidente. Sus primeros deseos funcionaron, cuando empezó a preguntarse el porqué le conté la verdad. Después de eso ya no funcionaba con él, aunque mi hermano era astuto, hacía que sus amigos me contaran los deseos por él. No servía siempre, solo si los amigos deseaban realmente aquello que decían.
    Había sin duda algo más importante que impedía el uso de mis poderes. A diferencia de mi hermano no podía pedir a otro que deseara algo por mí, incluso si también desearan eso. Lo más parecido a lograrlo, es que alguien deseara algo que yo deseaba, pero sin que yo supiera que iba a desearlo. Gracias a eso hice viajes y fui a varios conciertos.
    Pero no todo era bueno. Mi poder, más allá de sus tres limitaciones, no tenía ningún otro límite. Eso me hizo vivir situaciones horribles. Como cuando con trece años, Tomás, mi mejor amigo, me dijo:
    —Estoy harto de mi padre. Desearía que estuviera muerto —Lo que dijeron los doctores es que fue un parada cardíaca. Por supuesto nadie excepto yo supo que la hora de la muerte fue justo después de ese deseo. Esa vez ni siquiera se lo conté a mi hermano.
    Tomás se sentía culpable por sus palabras. Si llegara a saber que de verdad su padre murió por su culpa, a saber qué habría hecho...
    Sin embargo, en su desconocimiento, seguía sintiéndose culpable y nunca supe cuanto. Hasta que en su decimoquinto cumpleaños tras soplar las velas se puso a llorar.
    —¿Qué te pasa? —preguntó Amanda, nuestra amiga de toda la vida, su futura novia y mi interés desde siempre.
    —Dicen que hay que pedir un deseo al soplar las velas. Pero el mío nunca se va a cumplir —Creía que se refería a que deseaba que su padre no estuviera, pero él me sorprendió diciendo otra cosa—: Deseé que estuviera muerto, justo el día que falleció. Ojalá no hubiera ni pensado en eso.
    Cuando su padre entró a continuación y todos se portaron como si no pasara nada, sentí pánico. En realidad no todos, vi que mi amigo notó que algo no cuadraba. Supongo que su subconsciente sabía que su padre estaba muerto hasta dos minutos antes. Por eso mismo sorprendió a todos abrazándole con fuerza, como si su padre se hubiera ido hace años, y no, hacía (por lo que entendí luego) tan solo media hora.
    ¿Qué clase de poder tenía? Si podía hacer que alguien volviera de la tumba, ¿qué otras cosas horribles podría hacer?
    A partir de entonces, cuando alguien pretendía soltarme una especie de deseo, procuraba cambiar de tema. No siempre funcionaba esa táctica, y lo descubrí de la peor manera posible.
    Amanda y Tomás empezaron a salir cuando ella cayó en una fuerte depresión, dos años después del regreso de la tumba del padre de él. No creía que fuera la manera más legal de empezar a tener una relación con alguien. Pero al menos no había sido un deseo que yo había cumplido.
    La depresión fue debida a que su madre murió de cáncer. Un cáncer fulminante. Poco tiempo tuvo la familia para prepararse. Quería que ella, en los días que pasé a su lado en el hospital, deseara que su madre se pusiera bien; jamás lo hizo, aunque en su mirada veía que ansiaba poder hacerlo y que funcionara. No podía hacerla sacar a la luz su deseo, si así fuera no funcionaría, y ella solo sufriría más.
    El problema vino casi una semana tras el fallecimiento de su madre. Hablábamos por teléfono y ella se desahogaba entre llantos, cuando soltó algo antes de que pudiera evitar escucharlo:
    —¿Sabes? Echo mucho de menos a mi madre. Me encantaría que ella volviera a entrar por la puerta saludando como hacía siempre...
    —¡No! —grité aunque supe que daba igual ya. Su frase era un deseo y como tal se iba a cumplir.
    —Espera —comentó hipando—, parece que mi padre ha vuelto más pronto a casa. Voy a ver si se encuentra mal. Luego hablamos.
    —¡No vayas! No vay... —Ya me había colgado.
    Nadie supo nunca qué vio ese día, pero tuvo que ser internada un año en una clínica psiquiátrica. Todavía en la actualidad acudía dos veces a la semana a un especialista y debía medicarse.
    Eso resintió su relación con Tomás, quien aprovechó la libertad de tener una novia encerrada en una institución mental, para dedicarse a tirarse cualquiera que se le pusiera al alcance. No supe qué hacer en esa época. Visitaba de vez en cuando a mi amiga, pero al ver su mirada de pánico si escuchaba un ruido fuerte; me sentía culpable. Me asqueaba lo que hacía mi amigo, pero recordaba todavía que había sido el brazo ejecutor en la (temporal) muerte de su padre; también me sentía culpable por eso.
    Una tarde que Amanda estaba en una terapia, salí a tomar algo con Tomás. La camarera del bar era sexy y él siempre intentaba coquetear con ella. No sé si era por ser profesional, o porque le hacía gracia, ella le rechazaba siempre con amabilidad. Otra persona ya le habría mandado a la mierda.
    —¡Ufff! ¿Pero la has visto? —me preguntó mirándole el culo a la camarera.
    —Sí, está muy buena. Pero tienes novia...
    —¿Seguro que no eres gay? No pasa nada eh, puedes decirlo —Se rió de su comentario. Al ver que no me reía me dio una colleja como hacía cuando éramos pequeños—. Tengo novia. Pero si pudiera tirarme a una tía así hoy mismo, me daría igual si me pillara o no.
    ¿Eso contaba como deseo? Ya estaba metido en otro lío. Por la noche un mensaje de Amanda me dejó claro que aquello fue un deseo. El mensaje era: Necesito quedar contigo ahora mismo. Es urgente.
    Como era de esperar ella me dijo que había pillado a su novio con otra. Peor que eso, él le confesó que cuando ella estaba internada se dedicaba a follar con varias tías. Peor que lo anterior, esas veces él decía que tenía un compromiso familiar ineludible. Peor que todo lo demás, le dijo que yo sabía todo y le había encubierto.
    —¡Eres un cabrón! —gritó antes de abofetearme.
    —¡Espera! El que te ha puesto los cuernos es él...
    —¿Y? Que tú seas un cabrón no significa que él no. ¡Sois un par de hijos de puta! —Me llevé otra bofetada. Y otra más. Y otra. Cuando se tranquilizó un poco siguió hablando—: ¿Recuerdas tu primer beso?
    No sabía a qué venía eso. Pero claro que lo recordaba. Era imposible no hacerlo.
    —Por supuesto que lo recuerdo. Fue contigo.
    —¿Recuerdas por qué lo hicimos?
    —Fue un pacto de amistad.
    —Sí, nos besamos durante aquella lluvia de estrellas porque creímos que así nuestro deseo se cumpliría —¡Es cierto! El beso fue justo antes de que deseara conseguir este poder. ¿Acaso el primer deseo que cumplí fue ese?—. De hecho, siempre creí que seríamos más que amigos algún día. Durante mucho tiempo estuve enamorada de ti. Siempre que soplaba las velas lo deseaba en secreto...
    No quería que deseara algo así y que nuestra relación se basara en esto. Tenía que confesarle la verdad y que sus deseos no tuvieran efecto.
    —Pero ahora mi mayor deseo ha cambiado —Que dijera eso me impidió hacer mi confesión. Ojalá la hubiera hecho—. Lo que quiero es que los dos desaparezcáis.
    Y así fue.


Sueños de libertad

    Cuando empezaron los sueños me sentí genial. Me sentí feliz. Me sentí libre.
    En estos sueños, a diferencia de los que solía tener desde pequeña, no había temor, al menos no para mí. Por lo que notaba, en ellos era una especie de bestia grande, andaba de madrugada por la ciudad. Cuando me cruzaba con alguien, esa persona huía despavorida; mi yo onírico sentía entonces el impulso de lanzarse a atrapar a su presa. «Su presa», cuando noté esa idea por primera vez, me grité para detenerme. Funcionó, aunque como cuando un dueño da una orden a su perro, mi yo onírico seguía deseando cazar. Pero aun con todo esto me sentía libre.
    Después despertaba y dejaba de ser libre, me veía abocada a un instituto donde era una marginada que sufría bullying; al menos tenía a Mireia, mi única amiga, que había evitado que me suicidara casi tres meses atrás. Pero mientras ella me animaba a vivir; mi estúpida mente había decidido enamorarse de Marcos, un gilipollas que resultaba ser quien más me hacía sufrir y, ojalá pudiera decir que fuera solo eso. De día era una esclava.
    Entonces los sueños cambiaron. Ocurrió cuando Oni (que es como empecé a llamar a mi yo onírico), decidió dar caza a un gato callejero; en parte la sensación me agradaba, lo sentía hambriento, pero no quería que le pasara nada a ese pobre gato, que por suerte escapó. A partir de ahí me veía incapaz de contenerlo; sí, lo «sujetaba» lo suficiente para que no alcanzara a ninguna presa, pero no lo suficiente para que no las persiguiera.
    Y en esa época también cambió algo durante mi vida diurna. Aunque las noticias de ese tipo ya se habían publicado; no fue hasta cuando llevaba unas tres semanas siendo Oni en mis sueños, y una estúpida en mi día a día, que me di cuenta realmente de lo que decían. Al parecer había una especie de gran perro, buscado por las autoridades. Eso no me habría interesado, igual que no me interesaron las veces anteriores, si no fuera porque uno de los entrevistados era una de las «presas» de mis sueños. Tuve un ataque de ansiedad y no fui a clase.
    Por la tarde Mire vino a visitarme para saber cómo estaba y le conté todo sobre mis sueños. Ella se rió, no con la risa que usaban los otros para burlarse de mí, sino como si me viera como una niña pequeña que tuviera que proteger y cuidar. Me acarició la cara y me soltó una explicación de porqué estaba equivocada:
    —Tonta, ¿no ves que eso es cosa de tu subconsciente? Ese hombre del que hablas ya había salido en la tele hablando del tema.
    —P-pero... Lo sueños empezaron antes de las noticias sobre ese animal y... —Empezaba a ponerme nerviosa y notaba como iba a sufrir un nuevo ataque.
    —¡Paula, tranquilízate! Crees que los sueños empezaron antes, pero eso es solo porque tu cerebro ha tenido un fallo de memoria, como con los Déjà Vu. Piensa un poco y dime, ¿crees realmente que te dedicas a ver a través de un perro callejero? —Estaba segura de haber empezado a soñar eso antes, pero pensándolo un poco, meterme en la cabeza de un animal sonaba estúpido. Negué con la cabeza y ella volvió a acariciar mi rostro—. Por supuesto que no bobalicona. Ahora quiero que descanses que en dos días te llevaré a la fiesta de cumpleaños de Dani.
—Pero allí estarán todos los de clase... —No me apetecía estar en una fiesta con toda esa gente.
    —No todos, además va a ir Marcos y fuera de clase no es tan capullo. Tampoco deja de serlo, pero hasta que esa tontería de estar enamorada de él se te pase, algo es algo —No me apetecía estar en una fiesta con Marcos después de lo que me hizo en la última. Pero en lugar de quejarme, sonreí y le di un abrazo a mi amiga.
    Esa noche Oni estaba más excitado, más ansioso por cazar, tal vez era la luna llena de mis sueños —y de la vida real—, pero también parecía notar que no tenía ganas de estar vigilando que no persiguiera a nadie, y lo respetaba. Simplemente paseamos, bueno, yo veía las cosas a través de sus ojos, pero al mismo tiempo sentía que era como pasear al lado de mi perro.
    Fuimos hasta la playa y allí mi yo onírico se dedicó a jugar con las olas para animarme. Pero no podía animarme; ya no me sentía libre aquí, y esto ya no compensaba mi otra vida.
    Entonces un grupo de tres chicos que debían rondar los veinte se nos acercaron. Parecían borrachos, eso explica que decidieran tirarle una botella mientras reían; no fue tan doloroso como supuse que sería. Aun así él se enfureció, empezó a gruñirles y decidieron escapar corriendo. Oni no estaba satisfecho, quería cazarles y me lo hizo saber; no quería que lo hiciera, pero también sentía rabia, y esos segundos de duda fueron suficientes para que saliera a la carrera.
    Ahora vi que lo de las otras veces fue un juego. Cazando en serio, Oni se movía de una forma increíble, las presas estarían a unos cien metros y él las alcanzó en unos tres segundos, ni siquiera me dio tiempo a ordenarle parar. Mordió el tendón al primero y en cuanto cayó, le mordió el cuello; fue a por el segundo y a este directamente le saltó encima derribandolo, su yugular también fue mordida. El último (que había sido el que tiró la botella) se había tropezado y miraba la escena llorando, también me llegó un fuerte olor a orina. Cerré los ojos para no ver como este también moría. 
    Oni entonces lamió la sangre que había quedado en su hocico, y mientras tanto yo...
    Desperté empapada de sudor, estaba horrorizada por el sueño. Ahora Oni no era mejor que mis otros sueños; ni siquiera mejor que mi vida al despertar. Era una esclava siempre.
    Las noticias no lo mejoraron. Tres chicos murieron la pasada noche y volví a faltar a clase otra vez. No quise ver a Mireia esa tarde, sus explicaciones no iban a ayudarme aunque tuviera razón. Tan solo quería estar encerrada llorando.
    Al día siguiente, siendo sábado, no me libré de que mi amiga viniera pronto. Aunque intenté que mi madre no dejara que entrara no hizo caso. Así que tuve que aguantar otra charla.
    —Ya va tocando que olvides lo de ese perro, te estás obsesionando y eso es peligroso. Venga ve a cambiarte —dijo antes de obligarme a ponerme de pie.
    —No tengo ganas de ir.
    —Claro que vas a ir. Y nada de discutirlo.
    Y no hubo discusión. Al llegar a la fiesta vimos a Marcos; y eso me trajo toda una serie de recuerdos de lo que ocurrió hace ya más de dos meses en una fiesta parecida.
    Aquella vez Mire se marchó pronto porque empezó a sentirse mal. Yo me quedé, porque soy una estúpida que creyó que Marcos estaba interesado en mí. Lo estaba, pero no como esperaba.
    Aprovechando que estaba algo borracha me llevó a una calle solitaria. Contra una pared me empezó a besar con pasión, y entonces fui feliz después de tanto tiempo sufriendo. La felicidad duró poco; de pronto me agarró del cuello con una mano, la otra fue directa al interior de mi pantalón. En cuanto noté un dedo entrando a la fuerza en mí, empecé a llorar e intenté apartarme, al hacerlo apretó mi cuello dejándome sin aire. Solo se apartó cuando me oriné encima.
    —¡Joder, menuda cerda estás hecha! —Restregó la mano sucia por mi cara antes de soltarme—. Venga quítate los pantalones.
    —N-no —supliqué entre llantos. No le importó, limpió sus manos en mi camiseta y me los bajó él mismo. Quise gritar pero fui incapaz.
    —Si te portas bien va a ir todo perfecto. Pero como hagas alguna tontería te rajaré el cuello; total, a nadie le va a importar que te mueras —Me quitó los pantalones y antes de que hiciera lo mismo con mis bragas, yo misma lo hice berreando. Como agradecimiento me llevé un bofetón que hizo que mi cabeza golpeara con fuerza contra la pared; en ese momento ni me enteré de que había llegado a hacerme sangre—. ¡He dicho que te portes bien, coño! Venga, si sé que estás pilladísima por mí, aprovecha que alguien como yo, vaya a follarse a una pringada como tú.
    —S-s-soy virgen —Esperaba que eso le hiciera dejarme en paz, aunque en el fondo sabía que no iba a servir de nada.
    —¿Eres virgen? Pues vas a llevarte el premio gordo —comentó riendo y acariciándose por fuera del pantalón. Miró alrededor para asegurarse de que no hubiera nadie cerca antes de seguir hablando—: Venga desnúdate del todo.
    No intenté suplicar, solo quería desaparecer. Quería morir. Quería ser libre.
    —¡Hostia! Nunca habría pensado que estás follable —comentó antes de sacar su miembro. Ese espantoso miembro, era lo más lejano a mis fantasías que se me podía ocurrir.
    Se dispuso a penetrarme sin protección; y solo esa vez, necesité suplicar de nuevo:
    —P-por favor... sin preservativo no... sin... —Antes de poder seguir, me metió a la fuerza mis bragas en la boca.
    —A ver si tragando tus meados te tranquilizas... Sino... —Me rompió—. Al menos estarás calladita.
    Estaba rota. Y le dio igual, siguió penetrándome hasta que terminó en mi interior. Duró tan poco, que en otras circunstancias me habría hecho gracia. En esa circunstancia se me hizo eterno.
    No sé cómo llegué a casa. No sé cómo seguía viva. No sé porque nunca lo conté a nadie.
    La regla no me bajó cuando tocaba, temí estar embarazada y entonces fue cuando decidí suicidarme. Quien me encontró y me salvó fue Mireia; pero igual que mis padres, ella nunca supo el verdadero motivo para esto. Para todos, la culpa fue el maltrato, y aunque quisieron llevar el caso a la justicia, conseguí que no lo hicieran. Gracias a que me acabó bajando la regla, me sentí mejor y olvidaron un poco todo.
    Marcos se acercó con un cubata en la mano, parecía ir bebido ya. Nos saludó y aprovechó que Mire fue a hablar con Dani para susurrarme algo vomitivo al oído:
    —Hace mucho que no te veo en una fiesta. Normal, no te suelen invitar. A ver si hoy podemos tener otra fiesta privada y puedo estrenar tu culito —Lo de vomitivo era literal, porque le llené la camiseta de vómitos—. ¡Joder! Que puta guarra estás hecha.
Mire y Dani se acercaron a ver qué ocurría. Él apartó a Marcos que pretendía golpearme, y ella me preguntó si quería ir a casa, cosa que acepté al instante.
    De vuelta a casa, quiso saber qué había pasado; no se lo dije. Era una esclava.
    Tuve un sueño recordando aquella noche, después volví a ser Oni; en ese momento me daba igual que alguien acabara muerto, y que eso pasara también en el mundo real. Quería ser libre.
    Andando y andando, llegamos a la casa de Dani. Oni se tumbó, esperó, esperó, y esperó. Sabía lo que esperaba, pero no entendía cómo podía saber si él aún estaba allí. Entonces, en el momento en que ya estaba logrando que decidiera ir a otro lado, Marcos salió de la casa.
    Iba solo, al menos eso creía él. Le seguimos de cerca y hasta tres manzanas después no se dio cuenta de nuestra presencia; y fue solo porque decidió orinar contra una pared. Al ver a Oni, se asustó tanto que se llenó las manos y los pantalones de orines; eso me hizo reír. Ahora se habían girado las tornas, él se sentía preso de un pánico ante esa bestia; yo era libre.
    Oni esperaba que le diera la orden de atacar. No fue esa que le di, aunque se sintió más satisfecho con la otra: haz que sufra.
    Mientras me acercaba como Oni olí que su vientre quedó suelto, y el olor a mierda me asqueó; pero el olor a terror que percibía de fondo me estaba excitando. Quise decirle que era un guarro, pero tan solo salió un ruido, que sonaba a algo a medio camino entre un gruñido y un ladrido.
    Eso le hizo reaccionar e intentar huir. Le sirvió para acabar con ambos tendones destrozados, a pocos metros de donde se había percatado de nuestra presencia. Le hice girarse, quería que me mirara a los ojos, igual que me hizo mirarle cuando me llenaba con su esperma.
    Intentó agarrar mi pelaje para apartarme, mientras me golpeaba con la otra mano. Como castigo mordí esa mano hasta dejarla hecha trizas, eso le hizo soltarme, pero no había piedad en mí, solo ansias de sangre. Le di un pisotón en el pecho que le dejó sin respiración.
    —P-p-por favor... Vete perrito... —Era tan adorablemente patético. ¿De verdad creía que una bestia iba a apiadarse de él? Él no lo hizo conmigo. Aun así le lamí la cara, igual que él me hiciera a mí aquella horrible noche cuando me lleno con su semilla.
    Me alejé de él y debió considerar que le dejaría en paz. Craso error. Fui directa a masticar sus pelotas, y el chillido que dio esta vez fue más agudo que los anteriores. No me gustó, así que aunque no había sufrido lo suficiente, le abrí la garganta.
    Mientras Oni se marchaba trotando de allí, fui consciente de lo que acababa de hacer, y en algún momento el sueño cambió. Era la noche de la violación, pero esta vez era al revés; era yo quien violaba a Marcos. Aunque, excepto por tener su cara, realmente era yo, mi cuerpo, mis ropas; pero ahora no era la víctima, y esto me hizo sentir culpable. Me había rebajado a un nivel de crueldad mucho peor que el suyo. Era libre, pero el coste era ser un monstruo.
    Deseé que Oni desapareciera. Entonces volví a ver a través de él, y sentí pánico. Estaba andando por el pasillo de mi casa, subiendo las escaleras, andando hasta la puerta de mi cuarto y abriéndola. Desperté de cara a la pared, las lágrimas corrían por mi rostro, porque temía girarme, temía lo que iba a encontrar frente a mí. Me armé de valor y me giré; al ver lo que había ante la puerta de mi cuarto, mis mayores temores se tornaron realidad.
    Nada.


Slasher


    Desde pequeño adoré las películas del género slasher; aunque mi madre me prohibía verlas lo hacía de todos modos. Más de una vez fantaseé con estar frente a frente con uno de esos asesinos y enfrentarme a él, para a continuación salir victorioso y llevarme a la chica (aunque en esa época mi idea de llevarme a la chica era mucho más inocente).
    Años después estaba ante uno de esos monstruos humanos propios de la ficción. Me observaba con una ira antediluviana, bañado en la sangre de las víctimas que estaban esparcidos por el suelo de toda la casa y portando ese enorme cuchillo de carnicero. Supe que cualquiera se hubiera sentido tan perplejo como yo ante esa visión; ¿podía asustarme de mi propio reflejo?


RE: [Terror] Relatos varios - Iramesoj - 05/11/2017

He leido solo el primero (a ver si leo más conforme vaya teniendo tiempo). Es un final muy inesperado no solo porque el protagonista sea un monstruo. Tampoco me esperaba que Serena le estuviera tendiendo una trampa...por lo que me ha sorprendido doblemente. Interesante final, un saludo!


RE: [Terror] Relatos varios - JPQueirozPerez - 06/11/2017

(05/11/2017 08:29 PM)Iramesoj Wrote: He leido solo el primero (a ver si leo más conforme vaya teniendo tiempo). Es un final muy inesperado no solo porque el protagonista sea un monstruo. Tampoco me esperaba que Serena le estuviera tendiendo una trampa...por lo que me ha sorprendido doblemente. Interesante final, un saludo!

Hola, gracias por leer uno de los relatos y sobretodo por comentar. La verdad es que sí, la idea era hacer que el final sorprendiera pero añadiendo detalles a lo largo del relato para que uno se lo pudiera llegar a oler.


RE: [Terror] Relatos varios - Iramesoj - 06/11/2017

Acabo de leer el segundo y me ha parecido menos logrado que el primero. El hecho de que el protagonista se ria ante un fenómeno que debería asustarle, resulta extraño. Yo pensaba que al final resultaría el protagonista ser alguien poderoso para quien la pelota no resultaría ninguna amenaza, pero el final nos muestra que no es así. Entonces ¿por qué se reia ante algo tan turbador? Quizá el problema consista en que yo me he imaginado un movimiento de la pelota que de ningún modo pudiera darse casualmente, y tú escribiste con la intención de que los lectores interpretaran que al estar la pelota suelta en el tren, con el movimiento de este podría la pelota desplazarse por el suelo del vagón de un modo que pareciera casual...pero al final resultara no serlo


RE: [Terror] Relatos varios - JPQueirozPerez - 06/11/2017

(06/11/2017 03:37 PM)Iramesoj Wrote: Acabo de leer el segundo y me ha parecido menos logrado que el primero. El hecho de que el protagonista se ria ante un fenómeno que debería asustarle, resulta extraño. Yo pensaba que al final resultaría el protagonista ser alguien poderoso para quien la pelota no resultaría ninguna amenaza, pero el final nos muestra que no es así. Entonces ¿por qué se reia ante algo  tan turbador? Quizá el problema consista en que yo me he imaginado un movimiento de la pelota que de ningún modo pudiera darse casualmente, y tú escribiste con la intención de que los lectores interpretaran que al estar la pelota suelta en el tren, con el movimiento de este podría la pelota desplazarse por el suelo del vagón de un modo que pareciera casual...pero al final resultara no serlo

El problema con el segundo es que está escrito de manera en que uno se pueda tomar el relato como terror sobrenatural (con la pelota poseída por un ente extraño) o psicológico (en la que el protagonista debido a todo el estrés se obsesiona con algo mundano); era difícil mantener el tono para que pudieran coexistir ambas explicaciones.

Por otro lado, cuando se ríe por primera vez es cuando esa fugaz idea de que el movimiento podría no se casual se le pasa por la cabeza. Entonces se ría de lo ridícula que es la idea; pero luego es cuando se va obsesionando más y más con ella. Cuando lo hace por segunda es más o menos por un motivo similar; y la idea era hacer más una risa por los nervios que por estar pasando un buen rato...


RE: [Terror] Relatos varios - Iramesoj - 06/11/2017

Ok, es que di por hecho que la pelota se movía por alguna fuerza sobrenatural. Supongo que tenía una idea preconcebida al tratarse de relatos de terror. De todos modos la expresión "la pelota empezaba un movimiento hipnótico por todo el vagón" induce con fuerza a pensar que los movimientos de esta son anómalos, y precisamente de ahí el efecto hipnótico (no entendido literalmente, sino como que no puedes dejar de mirarlo). Yo hubiera usado otra expresión que diera a entender que el movimiento de la pelota, a simple vista, parecía producido por causas naturales.

Admito que si una pelota se mueve en un vagón por causas naturales pudiera llamar la atención de alguien, pero no causaría un "efecto hipnótico", ya que muchos pasajeros no le darían importancia. No obstante, si una pelota se moviera de formas naturalmente imposibles todo el mundo se la quedaría mirando...y justo esa expresión ha sido la que me ha hecho pensar que la pelota estaba moviendose en plan pöltergeist, y por eso me resultaba muy raro que el protagonista se riera. En fin, sugiero cambiar esa expresión para dar a la narración una interpretación más libre y que induzca menos a pensar en pöltergeist


RE: [Terror] Relatos varios - JPQueirozPerez - 06/11/2017

De hecho la idea es que cada lector se lo tome como quiera. Aunque no creas que esa expresión hace referencia a algo necesariamente sobrenatural; el cuento lo escribí basándome en una situación similar que yo mismo vi en un trayecto en tren y el movimiento (aunque en este caso completamente natural) se hacía bastante hipnótico.

El cuento surgió de pensar qué pasaría si hubiera algo más en ese movimiento y no fuera tan inocente como parecía. De ahí acabo siendo esto que pretende jugar con las dos posibilidades.


RE: [Terror] Relatos varios - Eliron - 06/11/2017

He leído el primero y me ha gustado . Es original y esta muy chulo ,leeré más cuando tenga más tiempo. El relato me recordó a historias corrientes de Neil Gaiman,no se sí has visto la serie , a mi me gusto. Tiene buena pinta todos los relatos


RE: [Terror] Relatos varios - Eliron - 06/11/2017

Ya te comentare que opino del resto


RE: [Terror] Relatos varios - JPQueirozPerez - 07/11/2017

(06/11/2017 06:35 PM)Eliron Wrote: He leído el primero y me ha gustado . Es original y esta muy chulo ,leeré más cuando tenga más tiempo. El relato me recordó a historias corrientes de Neil Gaiman,no se sí has visto la serie , a mi me gusto. Tiene buena pinta todos los relatos

No he leído Historias Corrientes pero ahora tengo curiosidad en ver en qué se parece con mi historia; me pasaré hoy por la biblioteca a ver si lo tienen.