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Rambo real - Duncan Idaho - 14/06/2019


Stallone siempre ha dicho que la verdadera naturaleza de John[i] Rambo es[/i] pacifista, lo que pasa que las circunstancias le obligan a ir contra su verdadero yo. Siendo así, es posible que el legendario personaje haya estado inspirado en una leyenda real de la guerra. Y al igual que RamboAlvin York no quería pelear.

Sin embargo, para ser pacifista, hace aproximadamente 100 años tuvo lugar una batalla en la Primera Guerra Mundial que le iba a convertir en el soldado más condecorado y legendario de Estados Unidos.


Retrocediendo unos años antes de la batalla, en 1887 nacía Alvin C. York. No podía ser más estadounidense al nacer: su hogar fue una cabaña de troncos en Pall Mall, una aldea de media docena de cabañas cerca de la frontera entre Tennessee y Kentucky. York fue el tercero de 11 hijos en una familia que vivía de la agricultura y la caza como medio de subsistencia.
 

Por muy pacifista que fuera desde crío, su lugar en el mundo no le iba a poner nada fácil su vocación zen. La necesidad de trabajar y aportar mano de obra a la familia terminó con su educación formal en tercer grado mientras se convertía en un experto tirador a una edad donde los niños solo piensan en jugar. Un dato: para el pequeño York, un sábado cualquin dato: para el pequeño York, un sábado cualquiera en llevar su rifle a la montaña con su tío mientras ambos disparaban a todo lo que se movía. También comenzó a beber.

Unos años después, aún muy joven, York se convirtió en una especie de promotor de bares ilegales de fines de semanas del área rural, lugares donde la violencia se palpaba en cada esquina, locales que solían terminar la noche con un estallido de sangre donde nuestro joven pacifista se veía inmerso y acababa participando.

Unos años después trató de buscar remedio a tanta testosterona. Si quería ser pacifista tenía que acabar con todo lo que había estado haciendo hasta ahora. Así fue como buscó refugio en la iglesia, aunque a decir verdad, lo hizo únicamente porque era el único lugar donde se le permitía socializar con la chica que le gustaba.


Este “despertar” religioso ocurrió alrededor de 1911, momento en que su padre murió y se convirtió en el jefe de la familia. Se unió a una secta llamada Iglesia de Cristo y Unión Cristiana. Dejó de beber, apostar y maldecir. 

También aceptó el voto de la iglesia a obedecer el mandamiento principal: “No matarás”. Con el tiempo, la religión pasó a ser el principal motor de vida de York, y se volvió, no solo una pieza genuina y fundamental, sino también ardiente, especialmente después de un sermón del Día de Año Nuevo de 1915 de un predicador que “[i]me hizo sentir como si un rayo golpeara tu alma[/i]”, diría años después.

Año 1917. Tras el estallido de la Primera Guerra Mundial, Alvin recibe una notificación de ingreso al Ejército de Estados Unidos. En un primer momento abogó por la exención sobre la base de que tenía sentimientos religiosos contra la guerra, pero su apelación fue denegada dos veces. 

Finalmente y a regañadientes, fue admitido el 14 de noviembre y enviado a Camp Gordon. En muy poco tiempo adquirió una reputación de experto con el rifle, aunque todavía se mostraba reacio a pelear.Rápidamente se convirtió en miembro de la 82 División de Infantería. Su vida disciplinada y su extraordinaria capacidad de disparo fueron las bazas de su ascenso. 

Pero aún lidiaba con su pacifismo, e incluso discutió con dos oficiales superiores muy religiosos, quienes trabajaron para convencerlo de que uno podía seguir la Biblia y matar por la propia nación.Fueron tiempos difíciles para el hombre que se iba a convertir en leyenda. A medida que se corría la voz acerca de las tendencias pacifistas de York, otros soldados comenzaron a aislarlo y ridiculizarlo abiertamente.u figura de cara a sus compañeros iba a cambiar completamente en breve.

El 1 de mayo de 1918 llegó a Francia y sirvió en el Frente Occidental, donde la brutal guerra de trincheras estaba teniendo lugar a través de ataques con gas, y donde los bombardeos de artillería por una disputa en tierra de nadie provocaron más de 13 millones de bajas entre los dos bandos.

Pero como detallábamos al omienzo, la vida de York fue pura contradicción. Un tipo que quería ser pacifista y amaba a su dios se miraba al espejo y no dejaba de crecer y crecer. Era un gigante de joven, un tipo al que le salían los músculos casi sin querer, ¿iba a desperdiciar el ejército un ejemplar de este tipo?


Su figura de cara a sus compañeros iba a cambiar completamente en breve.  El 1 de mayo de 1918 llegó a Francia y sirvió en el Frente Occidental, donde la brutal guerra de trincheras estaba teniendo lugar a través de ataques con gas, y donde los bombardeos de artillería por una disputa en tierra de nadie provocaron más de 13 millones de bajas entre los dos bandos.

York sirvió en la exitosa ofensiva de Saint-Mihiel en septiembre de ese año, fue ascendido a cabo y se le dio el mando de su propio escuadrón.
Y entonces llegó el evento que lo iba a convertir en leyenda.


La ofensiva de Meuse-Argonne, el último gran impulso de la guerra, comenzó el 2 de octubre de 1918. En los albores del 8 de octubre la compañía del cabo York se encontraba en la colina 223 cerca de Chatel Chehery, Francia, con la asignación de avanzar a un ferrocarril unos kilómetros por delante.

A medida que la compañía se movía hacia el objetivo, el fuego enemigo iba dejando bajas desde la cima de una colina. La mayor parte del primer grupo murió o resultó herido, y 17 hombres del segundo grupo que aún estaban en condiciones para la batalla se desviaron a lo largo del valle para situarse por detrás de las armas alemanas.
Finalmente, 9 de los 17 soldados en la segunda unidad de York también fueron derribados por el nido de ametralladoras alemanas en la cima, caían mientras intentaban escabullirse detrás de las líneas enemigas. Las víctimas incluyeron al oficial de rango, dejando a York y otros siete enfrentándose a una fuerza más grande en una posición bien defendida y, por supuesto, con York y sus hombres sin el elemento sorpresa.


Si tuviéramos que hacer un símil con el bueno de [i]Rambo[/i], la escena que estaba a punto de comenzar se iniciaría con York amarrándose fuertemente una cinta a la cabeza. La música eleva el tono para erigirse en protagonista de la tensión y la épica que está a punto de comenzar.

[i]Uno de nuestros hombres disparó a los alemanes, y seguro que comenzó algo, pero lo recuerdo todo negro[/i]”, recordaba un cabo años más tarde. “[i]Nos dispararon desde todas direcciones[/i]”.

York se quedó quieto. “[i]Me senté justo donde estaba, y me pareció que cada ametralladora que tenían los alemanes estaba disparándome[/i]”, diría. “[i]Todo este tiempo, sin embargo, casi sin darme cuenta estaba usando mi rifle, y los alemanes estaban empezando a sentir el efecto, porque lo cierto es que estaba disparando bastante bien[/i]”.


“Bastante bien” es una definición demasiado vaga para lo que estaba haciendo. Unos minutos antes de convertirse en un auténtico [i]badass[/i] de la guerra, incapaz de maniobrar para cubrirse, York pensó una vez más si sus convicciones lo podrían librar de aquello, o si por el contrario debía devolver las balas al enemigo. York estaba expuesto bajo un aluvión de fuego; y su única posibilidad de supervivencia era silenciar las 35 armas que se encontraban en la cima.

La respuesta parecía clara. Como el mismo York explicó:

[i]Las ametralladoras escupían fuego y cortaban la maleza a mi alrededor, algo horrible…. No tuve tiempo de esconderme detrás de un árbol o sumergirme en el suelo, ni siquiera tuve tiempo de arrodillarme o acostarme ... Tan pronto como las ametralladoras abrieron fuego contra mí, comencé a intercambiar disparos con ellas. Para poder verme o apuntarme con sus ametralladoras, los alemanes tenían que mostrar sus cabezas por encima de la trinchera, y cada vez que veía una cabeza, simplemente la destrozaba. Durante la batalla no paré de gritarles que bajaran las armas. No quería matar más de lo que tenía que hacerlo. Pero eran ellos o yo. Y les estaba dando lo mejor que tenía.[/i]

Quienes estuvieron allí ese día han corroborado que mató a 18 alemanes en las primeras 18 balas. Y el tipo iba subiendo una colina, en posición de desventaja, mientras les gritaba que tirasen las armas para no acabar con más vidas. Le faltaba una gaita para ser el primo de Mad Jack.

Una segunda oleada de soldados alemanes cargó desesperadamente con bayonetas. York, ahora en una especie de trance que solo le hemos visto a [i]Rambo[/i]en las películas, los derribó a todos con su Colt .45. Subido a su propia ola de sangre y violencia, diría sin contemplaciones que “[i]fue como disparar pavos salvajes de vuelta a casa[/i]”.

Siguiendo el ejemplo de York, los soldados restantes devolvieron el fuego y, mientras maniobraban hacia la posición del enemigo, un teniente alemán, afectado por la agonía y la súplica de un compañero oficial, hizo sonar un silbato y ordenó a los soldados restantes en su batallón que se rindieran, según relató de Douglas V. Mastriano, autor de [i]Alvin York: A New Biography of the Hero of the Argonne[/i].

La siguiente escena fue probablemente la más épica de todas. A lo lejos del camino, una sombra cada vez más grande se tornaba en un batallón de 133 hombres, todo caminando hacia los restos del batallón de York esparcidos a lo largo de la colina. El teniente Woods, superior de York, al principio creyó que era un contraataque alemán. Le dijo a sus hombres que cargaran rápido ante lo que parecía un ataque suicida inminente.


Sin embargo, de entre los hombres surgió la figura de York, quien saludó y le dijo al teniente: “[i]El cabo York informa con los prisioneros, señor[/i]”. Cuando el aturdido oficial preguntó cuántos eran, York respondió como la leyenda viva que ya era: “[i]Honestamente, teniente, no tengo ni la menor idea, y me importa una mierda[/i]”.


El cómputo total fueron 132 prisioneros alemanes de regreso a su asombrado oficial al mando. Aunque trató de minimizar sus acciones, a York lo promovieron al rango de sargento, y el 31 de diciembre de 1919 recibió la Medalla de Honor, la más alta distinción militar de la nación.El héroe ileso también recibió altos honores militares de naciones aliadas como Francia o Italia. Curiosamente, su fenomenal hazaña había pasado inadvertida para el público estadounidense hasta que apareció un artículo que detallaba su valentía y puntería en 1919 de The Saturday Evening Post.

[i]Me sentía más bien como un zorro rojo dando vueltas cuando los perros lo persiguen[/i]”, escribió más tarde. “[i]Me preguntaron sobre muchas de las cuestiones que había dentro de mi cabeza y querían que contase y contase[/i]”.

En mayo de 1919, el Sargento York regresó a Estados Unidos y recibió una tumultuosa bienvenida. Incluso la Bolsa de Nueva York se suspendió y los miembros llevaron al héroe de la guerra alrededor del piso de negociación sobre sus hombros. Obtuvo una ovación del mismísimo Congreso en pie.

El 7 de junio de ese mismo año, él y Gracie Williams se casaron en una colina cerca de su casa. Ambos se establecieron en una granja en el río Wolf que le dio el estado, y continuó la vida de siempre, con la granja y la caza. También enseñó en una escuela dominical y predicó laicos.Con el reconocimiento llegaron cientos de ofertas para giras de conferencias, actuaciones de todo pelaje y apariciones públicas. York las rechazó todas argumentando: “[i]Este uniforme no está a la venta[/i]”, y regresó a Tennessee.

El 7 de junio de ese mismo año, él y Gracie Williams se casaron en una colina cerca de su casa. Ambos se establecieron en una granja en el río Wolf que le dio el estado, y continuó la vida de siempre, con la granja y la caza. También enseñó en una escuela dominical y predicó laicos.

Durante la Segunda Guerra Mundial, York intentó volver a alistarse en el Ejército como soldado de infantería, pero tenía 54 años, estaba fuera de forma, era diabético y padecía artritis. Su solicitud fue rechazada, pero se le encomendó un puesto en el Cuerpo del Ejército, recorriendo campos de entrenamiento y participando en campañas para recaudar fondos para el esfuerzo de la guerra.


Alvin C. York, el soldado de infantería de la Primera Guerra Mundial que se convirtió en una leyenda estadounidense, murió el 2 de septiembre de 1964 en un Hospital de Veteranos después de una larga enfermedad. Tenía 76 años, y [i]Rambo[/i] no le llegaba ni a la suela de los zapatos.


[i]Rambo[/i] se enfrentaba a una gran parte de los soldados vietnamitas que custodiaban a un campo de prisioneros de guerra matándolos a todos. Sin embargo, eso fue 10 años después de que terminara la guerra. No voy a decir que [i]Rambo[/i] fuera un cobarde, pero desde luego, los vietnamitas no esperaban a nadie a la fiesta. Y qué demonios, [i]Rambo[/i] es un personaje ficticio.
York, por contra, fue muy real, y en medio de la guerra cambió en apenas unos segundos su naturaleza pacifista y religiosa para convertirse en un señor de la guerra con mayúsculas.


El Sargento York fue un héroe a la medida de Estados Unidos, un francotirador que no hablaba con sencillez y que combinaba en su gran desempeño bélico el mundo de bosques, licor y piedad fundamentalista de la montaña. Para un país como Estados Unidos que peleaba en su primera guerra en suelo extranjero, York fue el héroe perfecto, su verdadero John[i] Rambo.   [/i]



[i]Extraído de https://es.gizmodo.com/lo-mas-parecido-a-rambo-en-la-vida-real-se-llamaba-alvi-1835480225[/i]


RE: Rambo real - Cabromagno - 14/06/2019

"El mas condecorado" y apenas le dieron una triste medalla Rolleyes

Hay mil historias de Rambos reales mas laureados y con mejores hazañas. Eso si, no gozan del marketing estadounidense ni el "aura de santidad" de no querer estar ahi.

Pero siempre es interesante bichear historias de guerra Tongue