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Talento sin esfuerzo - Duncan Idaho - 22/11/2019

Estas personas se despertaron un día con un talento que nunca habían aprendido: el síndrome de Savant


Quién más y quién menos ha fantaseado alguna vez con levantarse de la cama y ser otra persona, quizás un maestro tocando el piano, o un superdotado de la raqueta, o un talento en cualquier modalidad de la vida que uno desee. ¿Es posible que exista un genio innato en cada uno de nosotros?

En el año 2016, una mujer de 43 años se despertó una noche con lo que ella misma denominó como “la necesidad urgente de dibujar una multitud de triángulos, que rápidamente evolucionó a una red de diseños abstractos complejos”.

La mujer se quedó despierta hasta la mañana siguiente debido a esa necesidad compulsiva de dibujar, que continuó durante los siguientes tres días en un nivel intenso, tanto, que ella misma se preocupó de su salud. Lo más curioso de todo es que la mujer no tenía ningún interés o capacitación previa en alguna modalidad de arte.

Al tercer día estaba trabajando en una obra de arte que llamó “la maya”. Tardó dos semanas en completarla. Tres meses después, había creado 15 piezas cuyos estilos recordaban a artistas como Frida Khalo o el mismísimo Picasso. Hoy, M. F. ocupa alrededor de ocho horas al día en lo que se ha convertido su oficio, además de su trabajo como agente inmobiliaria. Sus obras de arte se han incorporado en el estilo mandala, que ni ella misma conocía, mucho menos tener esa habilidad artística repentina para desarrollarlo.


Hace un par de años, la señora S.S. comenzó a notar cambios en su percepción del mundo físico que tenía a su alrededor. Miraba árboles y flores y comenzaba a ver colores, texturas y sombras en formas que nunca antes había visto. Esta nueva forma de ver las cosas la obligó a expresar su “nueva visión” en el papel. Como el otro caso narrado, nunca había pintado antes en su vida y no se sentía cómoda con un pincel, así que compró un juego de lápices de colores.

La mujer encontró una fotografía de un gorila en una portada de una revista de National Geographic y se sentó a dibujarlo. El resultado, alucinante para los expertos, era una rica y compleja pintura con asombroso realismo, una que primero sorprendió a sus amigos y familiares, especialmente a la luz del hecho de que nunca había mostrado aptitud alguna para el arte, y nunca tomó una clase de dibujo.

El último caso, posiblemente el más espectacular, tiene como protagonista a un hombre de 28 años natural de Israel cuyas siglas responden a K.A. Una tarde en un centro comercial, el tipo se acerca a un piano que había en uno de los pasillos para que la gente lo tocara. Según explicó después:

De repente, a los 28 años, estaba tocando como un pianista de nivel. De repente me di cuenta de cuál era la escala principal y la escala menor, cuáles eran sus acordes y dónde poner los dedos para tocar ciertas partes de la escala. Al instante pude reconocer las armonías de las escalas en canciones que conocía, así como la capacidad de tocar melodías por reconocimiento de intervalos

Ese día, cuando K.A. llegó a casa, comenzó a buscar en Internet información sobre la teoría de la música. Para su asombro, la mayoría de lo que tenían que enseñar ya lo sabía, “lo cual me desconcertaba, ¿cómo podría saber algo que nunca había estudiado?”.

Hoy se sabe que K. A. tiene un coeficiente de inteligencia alto, es abogado y no tiene antecedentes de ningún trastorno del desarrollo. Ahora también forman parte de su vida las actuaciones musicales.

Todas estas personas fueron entrevistadas por el profesor y psiquiatra especialista en autismo, Darol Treffert. Sin embargo, el profesor es más conocido por su tesis propuesta: el síndrome de Savant, es decir, aquellos individuos con algún talento o competencia extraordinaria desarrollada, por el motivo que sea, tenga o no una aplicación práctica productiva directa más allá del propio interés o de una curiosidad.

Tal y como explica Treffert, el síndrome llega en diferentes formas. Como el síndrome de sabiduría congénita, cuando la extraordinaria capacidad de sabiduría emerge en la primera infancia.

O en el síndrome savático adquirido, nuevas habilidades asombrosas, sobre todo en el ámbito de la música, el arte o las matemáticas, que aparecen inesperadamente en personas comunes después de un accidente cerebrovascular, accidente cerebrovascular u otro incidente del sistema nervioso central (SNC) donde no existían tales habilidades o intereses antes del incidente.

Sin embargo, su tesis vuela mucho más alto con el último epígrafe: con el síndrome de Savant repentino. Con ello explica que una persona común sin interés o habilidad previa y sin lesiones conocidas tiene un momento imprevisto de epifanía espontánea donde las reglas y complejidades de la música, el arte o las matemáticas, por ejemplo, se experimentan y revelan, produciendo dotes y capacidades casi instantáneas en el área afectada de conjuntos de habilidades.

Sea como fuere, y por más casos especiales como los descritos existan, actualmente no existe ninguna teoría científica o médica que explique la razón de esta curiosa condición humana, no al menos en su totalidad. Algunos neurólogos apoyan la tesis de que “los savant” tal vez compartan con los superdotados ciertos subprocesos mentales pertenecientes a un nivel específico del cerebro.

Para Treffert, tanto el “sabio adquirido” como el “Savant repentino” refuerzan la idea de que la línea entre sabio y genio no solo es muy estrecha, sino que también subraya la posibilidad de que tales habilidades de sabio puedan estar adormecidas, de un modo u otro, en todos nosotros.

Pero mientras los investigadores estudian y buscan la forma de activar un botón del que no se tiene la certeza de que realmente exista, resulta fascinante pensar que todos los cerebros humanos tienen un enorme potencial escondido, oculto en el interior de alguna capa de la corteza esperando a que un momento de luz instale esas habilidades innatas desconocidas.

De ser así, convertirnos en ese pianista genial de la noche a la mañana podría dejar de ser un sueño.

Fuente: Gizmodo