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[Fantasía] El reposo del orco - DanSVidal - 23/05/2020

Este es un relato corto que tengo publicado y que ahora me gustaría compartir con tod@s vosotr@s. Espero que os guste.


                  ~ El reposo del orco ~

Los gritos de sus perseguidores se oían cada vez más cercanos. La decisión de adentrarse en el bosque le había otorgado cierta ventaja sobre ellos, aunque las heridas que arrastraba le hacían avanzar no tan rápido como quisiera y, debido a su corpulencia y su escasa habilidad, el rastro que dejaba era visiblemente fácil de seguir.

Se detuvo un momento a recuperar el aliento y a tratar de orientarse. Vislumbró cierta claridad a su izquierda. Si fuese un claro en el bosque, o el final de este, sería un blanco fácil. Si resultase ser un río, podría ocultar su rastro con mayor acierto, aunque la idea no le entusiasmaba.

Recordó como acabó en esta situación, huido de un grupo de soldados, malherido y hambriento, por tan sólo haber matado uno de sus caballos, una noche, hacía ya varios días atrás. Pensó que no serían capaces de seguir su rastro, pero, una vez más, se equivocó.

Entre pensamientos, un intenso dolor en el hombro le arrancó un grotesco grito. El bosque entero se estremeció y se hizo un momento de silencio. Una flecha gruesa le atravesaba el hombro asomando la punta por la clavícula izquierda. Oyó a un humano gritar desde lejos. No había tiempo para pensar. Entre jadeos retomó la carrera. Un único pensamiento ocupó su cabeza mientras avanzaba. Que no sea un claro....

El río que apareció frente a él resultó ser muy ancho, de aguas tranquilas y aparentemente profundo. Al otro lado, continuaba un bosque, muy frondoso y oscuro. Allí sí podría despistar a sus perseguidores. Pero la sola idea de tener que adentrarse en un río tan, aparentemente profundo, le ponía aún más nervioso. Dos muertes se presentaban ante sus ojos inyectados en sangre, y la única que le brindaba una oportunidad, era pasada por agua. No lo pensó más. La rabia que le inundó por verse obligado a adentrarse en el agua, herido, y huyendo, le obcecó. Busco rápidamente una piedra grande que le añadiese peso. La levantó con inmenso dolor, pero relativa facilidad y, sujetandola firmemente contra su oscuro y verde pecho, empezo a caminar río adentro.

Cuando el agua le cubría por las orejas, apretó los colmillos con fuerza, se cargo de aire, y se sumergió por completo. Sus pasos, aunque lentos, eran firmes. Su cuerpo y su mente se cargaron de tensión. Una fuerte convulsión le hizo perder algo de aire, pero no se detuvo un solo instante.

El tiempo bajo el agua se antojó una eternidad.

Al momento comenzó a notar que ascendía hacia la orilla. Sin soltar la piedra, se estiró todo lo que pudo, y asomó por la superficie del agua para recuperar el aliento.

Las primeras bocanadas de aire fueron roncas y sonoras, desvelando su posición. Empezaron a llover flechas desde la orilla que dejaba atrás. Dos de ellas, casi a la vez, le impactaron en la espalda. No hubo grito, ni gesto de dolor. Una mueca de rabia le cubría el rostro, pero no soltó la piedra en ningún momento mientras terminaba de salir del río.

El orco se giró para ver a sus atacantes. Media docena hombres se erguian en la orilla contraria y varios más emergian del bosque. Con todas sus fuerzas, balanceó la piedra con ambos brazos y la lanzó contra sus hostigadores. Hubo un momento de silencio, y la piedra se precipitó a pies de sus perseguidores. La tensión le hizo estallar en un grito feroz y atronador anestesiando todas sus heridas. Los hombres volvieron a cargar y a lanzar flechas, pero ya era tarde, el orco desaparecía en la oscuridad del frondoso bosque, lejos de su alcance.

Después de un rato caminando con dificultad, dejó de percibir los gritos de los humanos, y el correr del agua. La maleza en ese bosque era impresionante. El único rastro que dejaba tras de sí, era de sangre, y con tal espesura, no sería fácil de seguir. No obstante, el hecho de no sentir a sus cazadores, le inquietó. De hecho, no se oía nada. Tan solo el ruido que hacían las plantas a su paso y su fuerte respiración. Nada más.

El silencio natural que reinaba alrededor era absoluto y detuvo su huída por completo. La calma del lugar le golpeó de inmediato. Observó a su alrededor. Árboles altos, arbustos, plantapinchos y tierra oscura aderezada con poca luz... ese bosque no era como los que le habían dado cobijo durante tantas lunas, ni como ningún otro que hubiese conocido. Y ya había visto unos cuantos. No parecía un bosque habitado, y casi seguro que en él no le encontrarían, pero por si acaso, no bajaría la guardia del todo.

Empezó a pensar en buscar un sitio donde poder descansar y recuperarse, pero un dolor intenso desvaneció sus cavilaciones. Las palpitaciones, punzantes y penetrantes, que cubrían su cuerpo, le recordaron la gravedad de sus heridas. Llevaban dos jornadas siguiéndole el rastro, y el cansancio y las heridas empezaban a ser una carga. Tres flechas se alojaban en su espalda, diversos cortes en brazos y piernas, y una brecha enorme en la cabeza que tintaba su rostro de rojo. Había perdido mucha sangre.

Empezó a andar lentamente. Notó que el bosque entero giraba a su alrededor. Se detuvo, junto a una roca enorme y se apoyó sobre el hombro derecho. Agarró la punta de la flecha que asomaba por la clavícula y la arrancó de un tirón. El dolor fue inmenso. Sus piernas le fallaron y se sentó apoyado sobre la roca. Jadeaba profundamente en un ademán de relajarse. Se tomó un momento. Volvió a levantar el brazo derecho llevándolo hacia el omóplato izquierdo, agarró la parte trasera de la flecha y tiró con fuerza de ella. Al hacerlo de ese modo, la parte astillada de la misma hizo más grande la herida en su espalda. El dolor volvió a recorrer su cuerpo. La sangre emanaba con fluidez por su castigada piel.

En ese instante, su cuerpo se le antojó pesado y su respiración cada vez más relajada. El dolor empezó a anestesiarle. El silencio a su alrededor, profundo y vacío, lo abrigó. Sus ojos rojos se fijarón en un árbol que tenían delante. Un árbol enorme, de grandes raíces, gruesa corteza cubierta de musgo y plantas trepadoras que acariciaban sus pies. Todavía sujetaba la flecha sin punta en su mano derecha, apoyada sobre sus muslos desnudos, aunque ya, sin recuerdo de ella. Su mente le alejaba, lentamente, de ese bosque, hacia recuerdos fugaces y vagos de otros lugares, y otros momentos, sin duda alguna mejores. Su torso inmóvil, se mantenía ligeramente ladeado hacia la derecha empujado por las dos flechas que aún portaba en su espalda.

La mirada perdida, entre el árbol y él, se poso en un sueño, lejano y etéreo que, a través de una imperceptible sonrisa, exhalaba con el último movimiento de su pecho, mientras sus ojos se veían inmersos en una creciente oscuridad que los apagaba.


RE: El reposo del orco - Iramesoj - 23/05/2020

Cuida las tildes: oía, sería, río...y más que me dejo. Corrige el “obstane”. Omoplato es sin H.

Usa raya larga (—) y no guión (-). Usa comillas latinas.

La narrativa es buena aunque el texto personalmente me resulta vacío, ya que no me transmite ningún sentimiento. Describe una escena de guerra pero no sabemos las causas y motivaciones de los personajes, y creo que eso me ayudaría a meterme en escena al leerte. De todos modos parece que sabes plasmar lo que sentiría un personaje en la situación que está el orco, herido y perseguido, y no es poco.

Te recomiendo unirte al dragón lector y/o a los retos mensuales.


RE: El reposo del orco - DanSVidal - 24/05/2020

Ante todo, gracias por la molestia que te has tomado corrigiendo el texto. Creo que he atendido a todas las correcciones debidamente.
Por otro lado, atendiendo a tu critica, he añadido un pequeño párrafo, que aún no siendo la panacea, mete un poco en situación a los personajes, pero repito, no es ninguna panacea.
Gracias por tu ayuda, y le echaré un vistazo al dragón lector y a los retos mensuales. Un saludo.