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[Fantasía Épica] Prisma: El Cisne Negro. - Printable Version

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RE: [Fantasía Épica] Prisma: El Cisne Negro. - Aljamar - 31/03/2016

Hola Maserez,

No hace falta que me des las gracias! para eso estamos aquí, además debería darte las gracias yo por compartir lo que escribes, no?

Me he leído estos microrrelatos, lo que más me gusta es la sensación de que realmente son un fragmento de algo más grande y general, si buscabas ese efecto, la verdad está muy conseguido.

Pero bueno, ¿cuándo va a  haber más Cisne Negro? Angry


RE: [Fantasía Épica] Prisma: El Cisne Negro. - Maserez - 01/04/2016

Bueno, más Cisne Negro ahora Big Grin


RE: [Fantasía Épica] Prisma: El Cisne Negro. - Maserez - 01/04/2016

Hacía rato que había amanecido sobre los tejados de pizarra y barro cocido de la ciudad. Desde la altura, uno podría distinguir los entramados de rojos y azules de cada casa como si una gigantesca y torpe mano estampase aquellas temperas sobre un lienzo rulo y abultado. Pero desde el patio del palacio la visión era muy distinta; la capital se extendía dominando todo el horizonte, y más allá había campos verdes y colinas que se deslizaban hacia las imponentes murallas, tan lejanas que se confundían con neblina gris.

Entre los demás edificios sobresalía el mausoleo, una mole de mármol y piedra tallada que imponía su sombra incluso sobre el mastodóntico templo de los doce, cuyo dintel pesaba veinte toneladas y estaba sostenido por las doce estatuas de los dioses. Pero ni siquiera aquel monstruo que se enroscaba sobre si mismo, en cuyo seno yacían los viejos reyes, era rival para el palacio, el palacio de su majestad la reina Sola, un dédalo de amplios torreones y altas torres que se disponían alrededor de la sala del trono, tan amplia que podría albergar un pueblo entero en sus fauces.

Pero ahora estaba vacía y nadie se sentaba en el trono.

Sola vestía de negro, como desde aquella aciaga cena en la que había muerto su hijo, pero ahora también llevaba un velo de color gris que le caía sobre el rostro y disimulaba las ojeras y la irritación de los ojos. Muchos se preguntaban si aún quedaría algo de agua en su interior, pues tantas lágrimas había llorado que ya parecía tener un surco de sal en las mejillas.

Dentro del mausoleo la poca luz que llegaba provenía de los candelabros y lámparas de aceite que colgaban desde la distante bóveda. Tan alto era el techo, que, envuelto en la oscuridad, parecía confundirse con una noche perpetua.

Observó como doce hombres, al igual que los doce dioses, cargaban con el féretro de madera en el que iba su hijo, y junto a él, con el de su esposa, la difunta Marye. El padre Doceno de la capital, el tal Alorien, aguardaba en la otra punta de la circunferencia, donde había un pequeño altar con forma de yunque en el que consagraría los cuerpos antes de su enterramiento. La comitiva, con Sola, lady Anna y Lord Ewyen a la cabeza, seguía a ambos féretros a paso lento.

-Doce lágrimas han caído del cielo -empezó Alorien. El padre Doceno de la capital vestía una toga blanca y roja y un aro de Plata decoraba su frente despejada. Tenía una voz empalagosa, de babosa, pensó el enjuto, que iba de último.

Miró a derecha e izquierda. Caminaba encorvado y gris, con la larga barba cana cayéndole a la altura del pecho y el fino pelo blanco que revelaba una calvicie incipiente. Estaban rodeados por los restos de los antiguos reyes de I-Naskar; algunos hermosos y bondadosos, otros horribles y déspotas. Ladeó la cabeza. El reino... tan sólo una palabra inventada. Sus fronteras se quedaban en las siete letras que la conformaban.

-¡Ardo Ysha! ¡Marye Ysha! Estáis ante el altar de los doce, y ante los doce partiréis en paz. Reyes en vida, más uno más en muerte -se aclaró la voz y tragó saliva; la descomunal papada se balanceaba por encima del cuello de la túnica como la de un pavo -. ¡Que el Padre de las Mareas os guíe hasta la costa blanca! ¡Que el Señor de la Arena guarde la bahía de las aves hasta vuestra llegada! ¡Que os juzgue la Reina, junto a la Bella Dama, y a través del sendero vedado os conduzca al cielo sobre el cielo! ¡Aguardará el Rey Sol y el Dios Congelado, enterrados entre nubes de plata! ¡Que el titiritero corte los hilos que os atan y tal y como os trajeron al mundo os reciba el Único, que sobre todos los demás tiene potestad y al que la humanidad le tiene especial cariño! Por los demás dioses y todos los dragones, partid y descansad bajo la fría piedra que os guarde.

El silencio que siguió delató el leve sollozo de Sola, que dio un par de pasos hacia el féretro de su hijo para tocarlo. Lady Anna, la madre de la difunta Marye también tenía los ojos enturbiados por el dolor, pero a ella aún le quedaba mucha familia, se decía Sola durante las largas noches de insomnio, ella jamás entendería cuan grande era la pérdida.

-Id ahora -hizo un deje con la mano para que los veinticuatro fieles que cargaban ambos féretros se pusiesen en marcha hacia las criptas enterradas bajo aquella inmensa cúpula y pronto se puso él también en marcha, dejando sólo al nutrido grupo que encabezaban los padres de los muertos.

El silencio que sucedió a su marcha se convirtió lentamente en un tímido tumulto de conversaciones y susurros.

-Majestad -se acercó Lady Shadya Asenn. Era una mujer un poco más joven que Sola cuya hija estaba casada con Lord Arnus Darne, hijo de Agria -, creo que no he tenido la oportunidad de expresar lo mucho que lamento vuestra pérdida. Tarde o temprano se hará justicia.

-Si -corroboró Symas Asenn, su esposo de mirada bonachona. Ambos iban cogidos del brazo y reflejaban su poder con la ropa cara que vestían. Quizás el vestido de Shadya fuese demasiado exuberante, importado desde las Ciudades del Comercio, pensó Sola. Pero en aquellos momentos su mente prefería atender a otras cosas.

-Gracias -dijo secamente limpiándose los ojos con un pañuelo de hilo de oro. Shadya insinuó una sonrisa de compasión y entonces reparó en la ausencia de la familia Darne, ligada a su propio linaje desde la unión de su hija a Arnus.

-Majestad ¿los Darne no han acudido?

Sola alzó un poco la cabeza por encima de los hombros de la pareja Asenn y se encogió de hombros.

-No...no sé.

Justo en ese momento alguien entró corriendo en el mausoleo. Era un muchacho de corta edad, no superaría los treinta, pero vestía una almilla y llevaba un estoque al cinto. Traía el pelo revuelto y en su rostro asomaba la sombra de la urgencia y la preocupación.

Tardó medio minuto en cruzar la circunferencia hasta el extremo por el que se había dispersado la comitiva y apenas pudo frenar; el suelo de mármol pulido y fregado resbalaba.

-¿Qué significa esto? -gritó Sola. El muchacho le pareció al principio poco más que un golfillo -. ¿Quien demonios ha dejado entrar a este haraposo? Su mero aliento profana este lugar sagrado.

-Majestad -jadeó el hombre, fatigado. Se tendió de rodillas frente a sus pies mientras se elevaba un ligero murmullo, fruto de la irrupción -. Lady Agria y su familia ...-paró para tomar aire. Los ojos de Sola se oscurecieron y la familia Asenn se temió lo peor -. Están... Están muertos. Ha sido hallada la marca de Vendal gravada a sangre en el pecho de Lady Agria. Vine tan rápido como me permitieron los pies.

El suave jaleo dio paso a un tumulto indisimulado y algunas personas se arremolinaron en torno al chico, de nombre Jauda. Jamás en su vida había visto a tantos lores y damas juntos, tan meticulosamente arreglados para tan particular acontecimiento.

-Vendal...-repitió la reina con cinismo mientras su rostro se endurecía y miraba fijamente algún punto del suelo, como errática. El enjuto, que observaba desde la distancia, adivinó su reacción y se temió lo peor -¿Qué más prueba queremos? -el rencor y la furia con la que hablaba ocultó el timbre quejumbroso de su voz -. Asesinan al rey, matan a nuestros nobles, pretenden robar nuestras minas...

-Majestad -se acercó a paso ligero el enjuto, aunque a su edad ya no estaba para demostraciones de atletismo -, habrá tiempo para la reflexión y el debate, no tomemos decisiones precipitadas.

-¿Precipitadas? -apretó los puños y sintió a sus espaldas el apoyo de los Elgaunt, padres de su difunta yerna. Ellos también habían perdido mucho y clamaban venganza -. Esta es la última afrenta. ¡Convocad al consejo de guerra! ¡De inmediato!

-Reina Sola -el enjuto inclinó la cabeza -, quizás debiéramos continuar ahora con la ceremonia. Como digo ya habrá...

-¡Silencio! ¡No quiero oír ni una palabra más! No se me ocurre forma mejor de honrar a mi hijo que vengándolo.

El enjuto iba a decir algo más pero calló. Quizás durante ese consejo de guerra pudiera hacer entrar en razón a la reina, pero a esas alturas ya lo consideraba algo imposible.

Sola se echó el velo hacia atrás, sobre la espalda, y su mirada centelleó con algo más que dolor.


RE: [Fantasía Épica] Prisma: El Cisne Negro. - Aljamar - 05/04/2016

Más Cisne! Smile

Un error:
"dejando solo al nutrido grupo que encabezaban los padres de los muertos"

Aparte, he visto el capítulo bastante plano. No está mal, pero me han gustado más otros. El ambiente del luto podría estar más conseguido, para mi gusto. Y también he visto muchos nombres de golpe, me he perdido un poquillo ahí...

En líneas globales, ya que van bastantes capítulos, me parece que la historia se va desarrollando lentamente pero bien. Todo apunta al estallido de la guerra, aunque se adivinan motivos ocultos y nada claros... y no sé si habrá un giro inesperado en breve!

Saludos, nos leemos!


RE: [Fantasía Épica] Prisma: El Cisne Negro. - Haradrim - 10/04/2016

Me ha gustado este capitulo, aunque no ocurre mucho, pero lo que pasa es importante, tambien me gustaria saber mas sobre la religion de los doce, su mitologia, sus dioses, etc, se ve interesante.