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[Ciencia Ficción] Prologo y primer capitulo - Printable Version

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[Ciencia Ficción] Prologo y primer capitulo - Gamma611 - 28/01/2016

Hola, traigo un borrador más para mi novela de ciencia ficción y un primer borrador de mi primer capitulo. Me gustaría saber sus opinones y me gustaría ver algunas correciones y comentarios para poder mejorar el escrito. Gracias por leer!! Big Grin


Prefacio

Cuando era un niño pequeño, descubrí que mamá y papá poseían unos tatuajes muy particulares. Ella, un número de dos dígitos en el cuello, y papá, ese mismo número, además de un dragón rojo serpenteando a lo largo de su espalda.
Fue entonces cuando me enteré de que ellos habían nacido en un mundo, una época diferente a la que yo vivía.
En aquel mundo las personas estaban divididas en rangos del uno al diez, según su nivel de perfección. Basándose en una escala, llamada La Clasificación. Diez era el puesto más alto y considerado un ser perfecto. Todos creían que el diez se trataba de solo un mito, algo imposible, pero estaban equivocados...
Ese mundo era controlado por un grupo de personas que se hacía llamar el Sistema, que gobernaban el Mundo Unificado, utilizando las palabras para convencer a la gente. Bajo sus órdenes, trabajaba la policía internacional, o la Interpol, conformado por personas superdotadas. Y entre ellos había dos jóvenes muy especiales, con una historia bastante peculiar. El escenario de esta historia es Winchester, una ciudad amurallada que guardaba muchos secretos.

Con estos datos básicos, puedo comenzar a contarte esta historia.
Una historia sobre un niño y una niña.
… 
Historia sobre un niño y una niña

Yo era un niño y ella era una niña.

Edgar Allan Poe, Annabel Lee.

Katrina Black y Light Amane nunca debieron conocerse, mucho menos haberse vuelto amigos. Ella era un pre-Nueve, demasiado cerca de la perfección como para mezclarse con él, un simple pre-Dos. Sin embargo, no era esta la razón por la que el Sistema quería a Light muy lejos de ella.
Iban juntos a la escuela y a veces se encontraban en la biblioteca, leyendo libros gordos y gruesos; entre esas luces tenues ella devoraba lecturas románticas y el todo lo relacionado con fantasía que llegara a sus manos. Llegaron a quererse como solo los niños se podían querer: con inocencia, gravedad y temor.
Guarden las personas mayores sus sonrisas condescendientes, porque en la vida de los niños no hay cosa más seria que su amor inaugural..
Se conocieron una noche de invierno, en un parque concurrido de la ciudad. Todo estaba iluminado por farolillos de colores, pirotecnia y demás chucherías luminosas. Los puestos de comida servían bocadillos de los más grasosos y azucarados que te puedas imaginar. Desde la pizza grasienta hasta las hamburguesas con más aceite del mundo. El aire olía a sonrisas, mantequilla y pólvora. Algo tan sencillo como una feria navideña podía ser un paraíso para los sentidos.
— ¿Te gustaría ver la presentación de navidad, Kat?— Preguntó gentilmente la madre Katrina Black, Melinda Black.
Katrina, su niña pequeña. Tan tierna con su pelo color alquitrán y sus ojos parecidos al océano. Katrina asintió, esperaba ver algo entretenido. O un dulce. Tal vez le hubiese gustado más el dulce, siendo una niña de ocho años.
Había un grupo bullicioso de espectadores apiñados alrededor de un escenario montado en el concreto. Un show de marionetas, con un pequeño teatro de madera hecho a mano, al igual que los muñecos. El marionetista era un niño rubio de la misma edad que ella, que dejaba entrever torpemente su cabeza de vez en cuando. El niño resultó ser Light Amane, un chico de su clase.
Era algo así como un cuento de una caperucita roja motoquera que tenía que rescatar a su abuelita de la mafia de Madagascar, pero, y tan naturalmente que no te dabas cuenta, la historia daba un excéntrico giro de tuerca y acaba por derivar en algo sobre un Shrek rojo que usaba traje un Godzilla rosa vestido con batamanta, para acabar con villancico alegre y divertido.
El diagnostico de Light Amane:
Lo dejaban ver demasiadas películas.
Katrina debía admitir que era gracioso, y tenía una linda voz, una condenadamente linda voz. Quizá también le parecía condenadamente lindo… solo quizá.
Al final del espectáculo su madre se quedó hablando con la familia Amane, que organizaba la función, ella decidió quedarse lejos de ellos, las personas le daban algo de miedo. Y pena… y demás. Ni aunque lo hubiese intentado no habría podido hablarle, era demasiado tímida, demasiado miedosa. Y Light bueno… todavía con sus ocho años… lucía interesante.
Era delgado. Casi podía ocultarlo debajo de una capa de suéteres y camisas pero, al final, lo único que tenías que hacer es sujetar su muñeca y sentir los huesos debajo de la piel para saber… que podrías romperlos a la mitad si quisiera. Podría romperle a la mitad

La burbuja de pensamiento de Katrina fue rota, la laza de su cabello se desató, quiso llevársela a su madre para que le atase el pelo de nuevo pero esta salió volando y acabó atorada en la rama de un árbol. La miró con tristeza, no la podría recuperar, le temía a la altura.
Eso no fue necesario, un niño inglés-japonés hizo un acto de heroísmo y subió en su lugar.
La rama no soportó el peso y se rompió, pero Light recuperó la cinta y la alzó victorioso, y herido con un raspón en la rodilla.
Los siguientes segundos transcurrieron con el lloriqueo de Katrina como telón de fondo mientras los padres de Light, Armand y su madre curaban la herida. Sin embargo, él no le permitió seguir llorando una vez que estuvo curado.
—Toma, es tuyo— Dijo aún con la cinta en la mano. Ella la tomó entre lágrimas.
No perdería la ocasión de hacerla sentir mejor.
—No me he presentado debidamente. Mi nombre es Light, Light Amane. Y no, se lo que piensas, no soy bajo en grasas.
Una risa.
—Katrina. Yo no pensé que fueras bajo en grasas.
—Lindo nombre. Descuida, la gente lo suele hacer—respondió.
Dos sonrisas. Y luego la madre de Light lo llamó, con su acento extraño. Debía irse.
—Gusto verte— Se dijeron mutuamente, y después: — Adiós.
Pero se verían en lugares, en canciones y recuerdos más de lo que creerían.
Una de esas veces fue en casa de la abuela de Light, durante una fiesta, donde tendrían una conversación algo interesante, escondidos bajo la mesa, evitando a la multitud de personas. Cosas de gente introvertida.

— ¿Y qué te gustaría hacer?—Pregunto Katrina, con curiosidad.
El vaciló sobre contestar, pero de igual forma lo hizo.
—Es un asunto algo complicado. Quizá… agente. —Las palabras venían con un tono de temor acido. — Pero mis papas dicen que "ellos…" no son buenos — Lo último lo dijo en voz muy baja. Y su gesto no tenía precio.
«Todos para un lugar, y un lugar para todos» Rezaba el lema del Sistema. Y el lugar de él no era el de un agente. Artistas, los dos eran artistas.
Él prefirió romper la tensión con una sonrisa.
—Lo mío no importa, Katrina. ¿Qué quieres tú?
Lo había incomodado, pero contestó. Su mirada viajó hacia su padre.
—Yo quiero ser como mi papá... aquí entre nos te diré— Su rostro se ilumino un poco, contenta y orgullosa de lo que diría. —Papá es un agente de la Interpol, él ha estado en muchas investigaciones y le he ayudado con su labor de investigador. Yo seré como él, resolveré casos importantes...— Explicó exagerando los gestos de tanta emoción.
Ante la mención de la Interpol el pareció algo incómodo, sin embargo puso una sonrisa de esas que decían «Quiero cambiar el tema, pero no quiero parecer grosero… o sospechoso».
—Es asombroso. Ojala yo pudiera hacer algo así de importante como tú—Manifestó entusiasmado, más de lo que debería.
—Sí, papá dice que en cuanto pase la Ceremonia de Asignación podré entrar a las pruebas para el Programa de Agentes Junior. Un día yo seré una de las mejores agentes. No importa cómo, soportaré el entrenamiento— Sentenció.
Después de un minuto de silencio fue cuando por fin la mente de ella cayo en cuenta de todo el tiempo en el que había mantenido una conversación con el pese a su timidez.
—Sabes... me agradas bastante.
— Ah... tú también me agradas.
Se sonrojaron, algo absurdo pero ambos vieron la sonrisa ensanchándose en el rostro del otro.
Esa noche fue quizás, el comienzo de algo único, una amistad entre un Dos y un Nueve. Dos rangos muy lejanos.
Él y Ella, dos niños de dos mundos completamente diferentes crearon una promesa fatídica, un vínculo que se había vuelto inquebrantable, que había sellado los destinos de todos para siempre.
...


Ceremonia de Asignación

31 de Diciembre.
Día de la Ceremonia de Asignación de Rango

El autobús daba tumbos al ritmo de la carretera, los niños en su interior ríen, los niños juegan, y Katrina Black… es parte de esos niños. La gente de las calles grita su excitación, miran los vehículos pasando por las calles durante el mes más frío en Winchester, que cubría todo bajo una tenue capa de nieve. Los pequeños de diez años, van rumbo al Centro de Clasificación. Donde se decidiría su rango para siempre.
Katrina podía sentirse parte de ello, las manos le temblaban, la efervescente emoción crecía en su pecho más y más. El viento soplaba, cerraba los ojos. Deseaba tatuar aquel recuerdo en su mente. El sonido de la multitud animándolos, el tacto del viento como diciendo hola a una nueva vida. Había luchado toda su vida por ello, como todos los demás.
Sus compañeros vestían con sus mejores ropas, incluso los de los rangos más bajos. Y ella no dejaba de pensar, en todo lo que sucedería a partir de ahí.
No volvería a la escuela, no la necesitaba en verdad, era un genio. Y pronto sería agente de la Interpol si su número resultaba ser Nueve. Permanentemente. Y no podía hacer más que observar entonces el fluir de las cosas y recordar que por más que pasara el tiempo jamás dejaría de ser lo que alguna vez había sido.
Pero en ese momento ella era Katrina, la chica apunto de decidir su vida para siempre. Los números lo decidirían, que tan perfecta era. Y para ella eso estaba bien.
No podía esperar. De ninguna manera.
Soñaba con viajar y conocer, vivir la vida que solo se podía vivir en los libros. Conocer el mundo, submundos y sobremundos. Ella había leído sobre personas que quería ser y aventuras que quería tener. Tantos lugares por conocer, y tanta vida por vivir.
Les deseaba lo mejor, incluso a las chicas que se portaban mal con ella. Incluso al chico raro que se le quedaba viendo en el autobús en ese momento. Un rubio de ojos color caramelo. Lo conocía de vista, pero no sabía ni su nombre ni quien era. Seis años asistiendo a la primaria y no tenía ni idea.
Sus memorias estaban borrosas.
Pero él no sabía que no le recordaba. Light, él no sabía porque ella lo miraba como si lo hubiesen borrado de sus memorias.
El autobús se detuvo enfrente de la cúpula blanca que era el Centro. Una vez más, la exaltación invadió a la multitud de niños. Una niña de piel oscura gritaba de la emoción, otra, castaña; admiraba la inmensidad del interior con la boca abierta en un perfecto círculo. Había otro al que le temblaban las manos y le lloraban los ojos, y no precisamente del frio.
Ese era Light Amane.
El pobre, infeliz de Light Amane.
Desde hacía tanto, se sentía, no, era; un manojo de nervios. Y tan solo con tirar ligeramente de uno se rompía en mil pedazos. De él ya no quedaba nada más que un triste recuerdo borroso.
Destruido y patético, como si su antiguo yo alegre y de espíritu libre hubiera muerto, y en su lugar estuviera esa persona que nadie conocía. Abandonado por su suerte, sin familia que le cuidase, sin futuro por delante. Sin Kat, su dulce Kat que le había prometido amistad eterna. Pobre, cuán iluso había sido.
Ya habían pasado seis meses, desde que literalmente su mundo había ardido en llamas. La policía decía, que una fuga de gas fue la responsable de la muerte de sus padres y sus abuelos. Sin contar las quemaduras de tercer grado, y las marcas que quedaron en su cuerpo. Katrina ignoraba todo eso. Como también le ignoraba a él, desde el misterioso momento en que esa persona desconocida le visitó en el hospital, advirtiéndole que ella no deseaba verlo nunca más. Por eso no podía estar feliz, jamás lo volvería a estar. Mucho menos en ese terrible día. En ese horrible, nefasto y aterrador día.
Dos maneras muy diferentes de ver uno de los días más importantes de sus vidas.
Fuese como fuese, ambos tenían mayores cosas de que preocuparse en ese momento.
Les dividieron en grupos de muchos niños, y cada tanto, los miembros del grupo entraban por las puertas a las salas de Clasificación. Light estaba en un grupo que entraría después que el de Kat. No le alegraba ni le molestaba. No le cabía en la mente nada que no fuera su mayor preocupación, en ese momento: El test pre-Clasificación. Había sido un estúpido por no rechazar la Simulación y realizar el test consciente. «Se normal», se decía, todo el mundo toma la simulación, se decía. No recordaba nada, como él resto. Nadie sabía que ocurría en el test. Ni para que servía.
Los alumnos iban en grupos de diez en diez entrando por las puertas. Estas se deslizaban, para el rubio, el sonido de la desgracia. Esta se cerró tras de él.
Las habitaciones, se suponía, eran todas iguales.
Paredes blancas, todo muy iluminado, solo tres objetos. Un sillón blanco y una pantalla de vidrio con un lector de huellas. La silla tenía un brazo robótico que le podría uno de los diez sellos, todo dependía de su rango.
Se veía sin escapatoria, en el peor de los casos la Clasificación arrojaría el número al que tanto le había rehuido. Sus hombros, sus manos, sus piernas, temblaban tanto como si fuese un álamo. Aunque se había sentado en la silla frente a la gran pantalla holográfica, sentía que estaba por caerse. Puso su mano en la pantalla, para confirmar su identidad. La computadora empezó a analizar los datos recogidos durante esos diez años de vida. Cruzó sus dedos sudorosos. Por favor, no. Por favor, todo menos eso, pensaba. Papá, mamá, ustedes me advirtieron. Su mundo entero dependía de Aaron River, que cambiaría clandestinamente el resultado.
Entonces la voz computarizada por fin habló.
—Haz sido clasificado con el número diez. — La silla empezó a moverse, un sello con el número de dos dígitos empezaba a acercarse a él.
Gritó, de horror, de puro incipiente e insano horror.
— ¡NO! ¡NO! ¡NUNCA! ¡JAMÁS! ¡NO SERÉ SU RATA DE LABORATORIO!—Se movió como un verdadero demente. Estaba totalmente fuera de sí. Rompió el brazo robótico con el sello de un solo tirón. — ¡No me importa! ¡Que se jodan! ¡Que se jodan!
El brazo impactó contra la pantalla de cristal, y estalló en una tormenta de vidrios, pero a él le tocó la peor parte; se llenó de heridas abrasadoras.
El dolor no se comparaba nada con el horror… se lo llevarían de ahí, a quien sabe dónde. Tenía que irse, huir. Las sirenas le lastimaban los tímpanos, pronto alguien iría a ver qué pasaba y se lo llevarían.
No.
Lo iba.
A.
Permitir.
«Salta, salta. Llega al ducto de ventilación» Se ordenó y se autobedeció. Se metió al estrechó ducto. Pasos, voces de guardias, lo perseguían. El ácido del temor subía por su garganta y le quemaba. Iba a vomitar, se iba a mear encima. Se dio de golpes contra las paredes, le dolían las rodillas, se tropezaba. El final del camino estaba tan cerca y la libertad tan lejos.
Salió del edificio, los guardias lo señalaron, ja, idiotas. No lo conocían de verdad. Se las ingenió para escaparse de ellos. Y ellos para llamar a las patrullas.
Si lograba llegar a los muros… a las puertas de los muros.
Solo dos calles. Se decía, solo tienes que evitar que las patrullas te alcancen, se decían.
Los muros eran el peor reto. Dos metros de hormigón, 180 torres de vigilancia, zona de tiro despejada, minas, perros. No llegaría. No vivo.
Ni siquiera llego. Su cuerpo no le dio para más, un disparo le atravesó la pierna. Su destino no sería lindo, los agentes le impidieron cualquier escape, colapsó.
No se quedó ahí lo suficiente como para saber que había alguien que antes que él había sido tatuado con el número diez en su cuello.
Su nombre era Katrina Black.

1
La ciudad casa de muñecas
A sus lugares, a sus lugares, vayan a sus lugares/ Usen sus vestidos y pongan sus caras de muñecas/ Todos creen que somos perfectos/ Por favor no dejes que vean a través de las cortinas.
Melanie Martínez, Dollhouse.

— ¿Dónde estás?~— Gritó una de las agentes — No te escondas Black~.
Llamar a la pelinegra fue una tontería.
En cuanto volteó una sombra se aproximó como un destello y le dio un golpe certero que le dejo viendo negro, para después acabar por desmoronarse en el suelo. Le dieron un golpe en la cabeza con la culata de una pistola.
— ¿Así y ya?— Katrina suspiró. Odiaba no tener ningún verdadero rival en ese lugar. — Eso ha sido decepcionante. ¿Qué acaso no tienes mejores elementos, eh, Dietrich?
Un gruñido se escuchó por toda la sala de entrenamiento. No importaba cuantos obstáculos ni cuantos agentes de la unidad de asesinos le enviara, nada era suficiente para quitarle esas sonrisa arrogante del rostro a esa…
—Mocosa insolente. — Dijo la voz de un adulto. Dietrich
Dietrich era el director de la sección de entrenamiento y un completo cascarrabias, no necesitabas ver su largo cabello castaño, ni sus ojos malva, para saberlo era suficiente oír su voz con su eterno tono de cólera. Si pudiera describirlo en una oración sería: el Grinch, pero sin tanto pelo.
— Ya puedes largarte si tanto crees que ya estas lista.
Ella sonrió. Admitía que era divertido sacarlo de quicio… solo un poquito.
Está bien, era tremendamente divertido.
—Como digas, Dietrich.
Salió por la puerta de la sala de entrenamiento con una sonrisa burlista y aires de triunfo. Un punto más para ella. Quizá podrían ser diez.
Diez.
Si, a veces podía resultar divertido ser el número diez. Más bien, ser Katrina Black.
La chica perfecta.
Salió y fue hacia su propio complejo. El complejo de la Interpol estaba dividido en tres bloques de edificios: el complejo principal y los de las dos divisiones juveniles, el Force Team y la Juvenile Division of Espionage. O simplemente, FT y el JDE. Caminó hacia el edificio principal del FT, saludó a sus compañeros antes de atravesar la puerta, pero sin embargo volteó cuando oyó un coro de risas estruendosas. Era un grupo de chicos vestidos con gabardinas negras y camisas blancas, con la insignia de una luna menguante y una estrella sobre la gabardina. El uniforme del FT.
Se quedaron callados cuando les volteó a ver y luego avanzaron con el paso apretado al interior de su propio subcomplejo. Suspiró, era una reacción típica. Cuando la gente veía su número diez le trataban como si fuera la realeza. Y así era en más de un sentido.
Cruzó el umbral de la puerta y pasó por el interior de paredes blancas y losas de mármol, luego miró al techo hecho de un cristal transparente, que permitía ver los pisos de las personas en la planta de arriba. Los agentes delante de ella eran una masa de blanco y negro, le costaba ver a donde iba. Era bastante baja a comparación del resto. Si alzaba un poco la cabeza, podía ver los números tatuados en los cuellos de todos los chicos. Abundaban los nueves y los ochos. Pero ningún diez.
Así era siempre.
Todo el mundo parecía tener un igual, un semejante, una pareja, un par; excepto ella. Así era siempre. Todos, excepto ella.
Ella. Katrina Black. “La excepción”.
Los Nueves eran todos genios, era el requisito principal para obtener aquel rango. No era tan difícil en una época donde el diez por ciento de la población gozaba de serlo. Los Nueves a diferencia del resto de los rangos, ellos no estaban limitados a ciertos campos de trabajo, podían ser lo que desearan. Eso beneficiaba a todos, ellos eran el futuro del mundo unificado. Atrevidos, enérgicos y ambiciosos. E ingeniosos, sus características principales.
Caminó por los pasillos bajo la luz pulcra y rodeada de la multitud negra que se apartaba de su camino, o se ponía cuchichear emocionada al verla. ¿Es que no había nadie en Winchester que no se pusiera a dar saltitos con solo tenerla cerca?
Bueno, al menos sus mejores amigos no.
En cuanto entró a la sala de los líderes se encontró con caras conocidas. La habitación era tan blanca y resplandeciente que parecía brillar con su propia luz, había numerosas pantallas y muebles negros. Nada más.
—Buenos días Kat— saludó la voz serena la de su hermano, Alex. Estaba alegre de poder verlo con todo y su mirada azul profunda. Alex era casi idéntico a ella, y eso le hacía sentir feliz por alguna razón. El poseía el mismo pelo negro, y los mismos ojos añil.
—Buenos días. — Le alegraba estar cerca de su hermano, a veces era irritante estar rodeada de gente excitada por su presencia.
Ahí estaba en como en su casa.
— ¡Kat!— Dos voces saludaron y dos personas se levantaron. Un par de gemelas de rango Ocho.
—Kim, Jade — Saludó con una sonrisa.
Sorprendentemente no tenían gafas a pesar de pasar horas delante de un ordenador todos los días. Los Ochos eran conocido por ser nerds, debido a sus campos de trabajo: Tecnología, Ciencia y medicina. Entraban en las particularidades de todos los Ochos: Observadores, Pulcros, desbordaban conocimiento. Pero hasta ahí. Para diferenciarse entre ellas usaban mechas de colores, Kim tenía mechones azul eléctrico y Jade de color morado brillante. Exceptuando eso tenían incluso la misma voz, y cuando hablaban juntas era casi como estar oyendo un eco.
— ¿Cómo te fue con el señor Amargado? —Inquirió Kim. Refiriéndose a Dietrich como comúnmente lo hacían.
—Bien, aunque creo ya está entrando en su Síndrome Pre-Menstrual anual. —Bromeó Kat. Ese tipo de chistes no eran tan típicos de ella, pero la situación lo merecía.
—Sí, siempre que llegan las pruebas anuales se pone así — Mencionó un chico castaño, con un número nueve, volteando su silla giratoria — Empieza a gritar más que de costumbre porque ahora es cuando lo ponen a cargo de todas las evaluaciones físicas y todo tiene que salirle a la perfección. Por eso se le ha ocurrido la genial idea de ponernos a entrenar hasta desfallecer.
Kat asintió, indudablemente ese era el motivo. Kenia, otra de las líderes y su amiga, seguía entrenando por órdenes de Dietrich.
Anthon lo sabía mejor que nadie, había pasado horas combatiendo con los chicos de la subdivisión de asesinos por la maravillosa razón de que así se le había hinchado al ya mencionado director del área de investigación y adiestramiento de la Sede de la Interpol. El producto de todo eso había sido que uno de los ojos grises de Anthon estaba rodeado por un moretón de varios días que recién comenzaba desvanecerse.
Alguien más hablo interrumpiendo los pensamientos de venganza de Anthon.
—Y hablando de las pruebas anuales—Dijo otro pelinegro. John Lowel, un Siete. — ¿Han oído sobre el rumor que ha estado corriendo por las divisiones juveniles?
Luca, otro Siete y amigo de John, continuó con la oración.
—Dicen que FT y el JDE harán juntos sus pruebas anuales. En lugar por separado como siempre se ha hecho.
Luca denotaba cierta burla, era tan absurdo que todos se rieron. Kat no. Pero es que resultaba bastante estúpido para cualquiera.
El JDE y FT cargaban con una rivalidad de 20 años, el mismo tiempo que llevaban existiendo desde la ruptura de la antigua única división juvenil. Incluso podías saber a cuál pertenecerías antes de graduarte de la Academia de agentes. Si para tu trabajo es más un hobbie y una pasión, amas el peligro y no temes a lo extremo, el JDE es tu lugar. Si prefieres el orden, te tomas muy enserio lo que haces —llegando a veces a ser más como tu vicio y si, a veces hasta puede ser igual un hobbie— Y no eres de los que les gusta la locura, pero eres valiente, eres del FT.
Por esas razones se habían separado, tenían ciertas diferencias creativas y negativas en cuanto a ciertos modos de trabajar. Estaban muy peleados.
—Una tontería — Dijo Alex. —Nos lo habrían dicho, ténganlo por seguro.
Pero Kat, como siempre, era la excepción.
— Quizá no sería tan malo — Expresó la pelinegra con completa tranquilidad — Podríamos conocerlos mejor.
Lo que Kat no esperaba es que lo que había dicho sería interpretado como una broma, una broma bastante buena para todos los demás.

— ¡Qué risa!— Kim y Jade se agarraban de donde podían para no dar contra el piso — ¡E-Eres hilarante, Kat!
Prefirió hacer como que se reía para no quedar como la rara frente al resto.
Pero ella lo decía bastante en serio. Su manera de pensar era un muy flexible, se imaginaba que los del JDE no eran tan dementes como los pintaban. Solo un poco especiales de tratar. La rivalidad no podría durar para siempre, ¿no?
Aunque claro.
Un montón de adolescentes viviendo y trabajando en el mismo lugar todos los días, ¿acaso era posible que no existiesen las rivalidades, deseos de venganza, odio, envidia o simplemente, el deseo de ser mejor que los demás?
Hump. Claro que no.
Por qué de cierto modo eran adolescentes jugando a hacer de agentes secretos.
—Dejando de lado la estupenda broma de parte de Kat — Continuó Kim limpiándose las lágrimas de la risa. — ¿De verdad nadie tiene una idea de lo del rumor?
Todos trataron de recordar, pero de nuevo, todos negaron.
—Quizá solo sea otro rumor. — Alex se sentó en su silla, cruzó las piernas y los brazos. —Internet vuelve a la gente conspiracionista, o chismosa. — Puso los ojos en blanco.
—Lo dices porque subimos las fotos de John y Luca en la playa — Kim y Jade hicieron pucheros actuando molestia.
—Pervertidas — Se quejaron los mencionados. —Dejen de acosarnos.
—Nunca, amores~ Ustedes son nuestros~
Si, Kim y Jade eran acosadoras de tiempo completo. Por eso aunque eran Ochos, nunca tendrían la prudencia que los caracterizaba.
Una escena típica en un día típico de Katrina Black. Entrenar, ir a la sala de líderes y estar con sus amigos. Los ocho líderes de FT, y ella era la segunda solo por decisión propia. Un día típico, de un año típico. El aburrimiento la consumía, solo eran conjeturas de una genio aburrida. No podía pedir más, ¿no? Se suponía que su vida era perfecta, ¿no? Vivía en una época y mundo perfectos, no debía quejarse. Nadie dudaba y por eso ella no tenía por qué hacerlo.
De nuevo atrapada en una burbuja de pensamiento, una voz sonó por los altavoces del edificio.
— Lideres del FT, favor de presentarse al edificio principal para una reunión con los altos mandos.
Debía dejar de estar cavilando todo el tiempo, tenía cosas que hacer.

Caminaron al edificio principal, pasando cerca del complejo del JDE. Intentó no voltear a ver, no quería más pensamientos que no llegaban a ningún lado. Pero carecía de la fuerza de voluntad suficiente. El JDE se le antojaba como una zona desconocida que le causaba una incipiente curiosidad. El negro en el uniforme era algo que tenían en común con ellos, pero el FT usaba una luna menguante como símbolo, y ellos una insignia con un sol dorado. Sacudió la cabeza, rumiaba intrigada sobre asuntos que no le incumbían, pero no podía dejar de saber.
Caminaron todos juntos por el complejo hasta la sala donde se reunían los altos mandos, los jefes de la Interpol. El lugar se encontraba en el último piso y todas las ventanas estaban oscurecidas, una pequeña precaución. Las identidades de los agentes eran secreto de estado. Se trataba de un grupo de hombres y mujeres especializados en distintos aspectos de la Interpol, vestidos formalmente y portando de manera orgullosa el logo de la Interpol. De rangos por encima de Siete, no podían darse el lujo de permitir alguien de rango bajo entre ellos.
—Tomen asiento. — Dijo una mujer, la que lucía como la jefa de todos.
Katrina había estado ahí muchas veces, pero siempre era igual, hacia frio y los asientos eran incomodos. Y había poca luz.
— ¿Para qué nos requieren?— Inquirió Kat, despreocupada. Una misión no le vendría mal, se decía.
—Pensamos que lo adivinarían — Continuó la que desplegaba autoridad por los poros. —Los rumores han corrido rápido, así que decidimos que antes de que algo más se diga les mostraremos el plan de este año para la realización de las pruebas anuales entre los agentes.
—Cabe aclarar — Apuntó un hombre de lentes — Que este año le hemos indicado al director del área de adiestramiento un nuevo plan para las pruebas. Además de que hemos decidido agregar un incentivo. — Kat se puso al filo de su asiento con gran interés. — Debido a que el año anterior no tuvimos los resultados que esperábamos, se hará de las pruebas una competencia por una asignación especial para el Sistema.
—Será un honor para nosotros — Eso salió espontáneamente de los labios de Alex. Una competencia con el JDE, sonaba interesante.
—Los agentes atenderán sus pruebas normalmente, sin embargo los puntajes definirán al ganador. — Explicó. — Sin embargo deseamos los líderes de ambas divisiones se enfrenten cara a cara. Para darles un estímulo.
Ninguno pareció cómodo con ello, pero no iban a quejarse de ningún modo. Tampoco dejarían pasar la oportunidad de obtener una asignación especial de parte del Sistema, sería una completa locura.
— ¿Eso es todo? — Katrina ya estaba bastante emocionada por la idea de una competencia. Por fin algo de diversión después de varios meses sin nada que hacer.
— Deberán entrenar arduamente, serán enviados con Dietrich para ello. — Respondió finalmente la jefa. Se levantaron de su silla y comenzaron a retirarse — Sin más, pueden irse.
Obedecieron y regresaron a su propio complejo. No dejaron de comentar emocionados, imaginando con ganar al JDE. Un reto les hacia falta desde hacia tiempo. Si tan solo los genios no se aburrieran…
Katrina deseaba de verdad ponerle emoción a su vida, porque a veces la perfección podía ser irritante. Pero no dejaba de pensar en el JDE.
— ¿No creen que las cosas se pueden poner bastante tensas entre las divisiones por lo de la competencia? — Preguntó ella.
Alex respondió.
—Las cosas siempre están tensas entre FT y el JDE — Uso un tono socarrón. — Solo ayer en la página de las divisiones tenían uno de sus pleitos virtuales.
—Aún siguen — Rió Kim mostrándoles su teléfono con la página de la discusión. — Jajaja, ahora empezaron a discutir porque los del JDE usan el pelo largo todo el tiempo. Les están diciendo hippies, aunque nos están ganando, según ellos al menos no tienen que soportar al señor Amargado. — Aludió a Dietrich.
—Buen argumento— Anthon rodó los ojos.
Esa no era la respuesta que Kat deseaba. Entonces tuvo una idea… ¿Por qué no hacer una tregua? Nunca habían hablado con los del JDE.
Aunque por lo que veía nadie quería una tregua… pero bueno, ella tenía poder sobre esos asuntos, tenía un puesto de líder después de todo. No estaría mal la idea.
Tomó la decisión, más no lo mencionó. No acostumbraba hacerlas cosas a espaldas de los demás pero de verdad quería intentarlo. Tuvo la suerte de tener a la mano una computadora a la mano y alias de uno de los líderes del JDE —lo sacó de la misma discusión que se encontraba leyendo Kim—. Le envió un mensaje y esperó y esperó. De verdad no guardaba tantas esperanzas, no era una ilusa. Sin embargo tenía fé. Duro tanto esperando que creyó que la habrían ignorado. Tardó horas, por lo que ella se encontraba durmiendo en su casa cuando respondieron. Textualmente decía:
Aceptamos.