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RE: [Fantasía épica] Baile de Sombras - fardis2 - 29/08/2015

Buenas compañeros, especialmente escribo para informar que como ya había comentado con anterioridad, la novela estaba sujeta a constantes cambios, en especial los títulos de los capítulos, pues resulta que solo acaban de cuadrarme cuando acabo de escribir los dichos textos. Vamos, que lo que quier decir que el nombre del capitulo anterior va a ser cambiado, aunque el contenido sea el miso Xd El problema es que como me sucedió en el extracto anterior, me excedí con creces con este ultimo trozo, que en realidad era el que le daba sentido a su titulo. Por lo extenso que es este ultimo, será considerado como un capitulo entero e indivisible (sonó curioso eso Xd) para no cortar el ritmo, se entiende. Disculpad por las molestias.

PD; Ah, probablemente lo acabe colgando mañana. Bueno pues eso, un saludo y nos leemos compañeros.


RE: [Fantasía épica] Baile de Sombras - fardis2 - 31/08/2015

Buenas compañeros, como prometí, aquí estoy con un tocho que con toda probabilidad acabe desintegrando lo que quede de vuestras retinas. Lamentablemente este trozo como dije es indivisible. Espero no crear demasiadas migrañas ni nada parecido, aunque en cualquier caso quedáis advertidos. Es un santo tocho. En todo caso creo que es entretenido y se puede leer muy bien. (¡Fardis2 donde dejaste la humildad!) Bueno vale, que se puede leer sin más. En fin os dejo que hay un buen trozo allí abajo y solo falta que yo añada mis chaladuras para variar.


EXTRAÑAS COMPAÑÍAS


Mientras bajaba por las escaleras, estrechas y con el techo tan bajo que por poco no se abre la cabeza contra el dintel, cayó en la cuenta de la cantidad de piedras que tenía sobre su cabeza. Deseó con todo fervor que ese fuera el último tramo de aquella excursión de pesadilla El tramo era tan oscuro que asemejaba la boca de un lobo, aunque mucho menos seductora.  Rozó con los dedos las descascarilladas paredes castigadas por el tiempo mientras a su paso, contemplaba la rudimentaria ingeniería que se había usado en aquella sección de Institución. Aquel lugar emanaba un aire primitivo, un aire ancestral que logró ponerle la piel de gallina. Un horror que de seguro no deseaba conocer de primera mano. Habría deseado poder darse la vuelta en aquel instante y regresar por donde había venido para no pisar ese lugar de nuevo jamás. Inmediatamente supo que aquella no era una opción real. Probablemente aquel lugar era muy anterior a que se asentara la primera piedra de la ciudad, conjeturó tras pasarse un rato observando las magras paredes con reticencia. Al colocar el primer pie en el rellano del nivel, un viciado soplo de aire caliente lo abofeteó de frente. Una fetidez nauseabunda, aunque mucho más espesada que la de los pisos superiores, lo impregnó de la cabeza a los pies; instalándose en cada poro de su piel. Junto a la humedad inherente de estar caminando a tantos metros por debajo del suelo, hacían del paseo un completo infierno sin paliativos. Al menos ahora sabía que se encontraba en el nivel más bajo de la penitenciaria ¿No? Que era supuestamente ahí donde debería lograr dar con la puñetera palanca que le abriría la puerta del corredor que lo llevaría a casa.

Se quedó contemplando el inmenso pasillo que desaparecía tras la parábola descendente que este dibujaba hasta perderse en la siguiente curvatura. Alzó la vista para examinar el ajado cartel que a duras penas se sostenía por encima del portón. Mucho más deteriorado que el anterior y en el cual no se apreciaba anuncio alguno. Aunque concluyo que después de las entrañables experiencias vividas durante aquel día, casi que prefirió desconocer lo que pondría allí.

Se asomó al corredor, como un gato resabiado que se asoma en el canto una bañera, Pero sin llegar a pasara el perímetro del rellano del todo. Adelantó la temblorosa en la que sujetaba el consiguiente trémulo hachón. No vio a nada ni a nadie en particular. Tampoco es que tuviese que haber un ejercito de lunáticos correteando por la instalaciones ¿Verdad? En cualquier caso tanta quietud resultaba un tanto extraña. La cuestión es que no podía quedarse ahí plantado como un pasmarote, retozando en su propio reconcomio. No le quedaban más alternativas que seguir avanzando, a pesar de que sus piernas no quisieran acatar aquella orden por el momento. Mientras intentaba armarse de valor, sin poner excesivo empeño en su empresa, probó de sondear a su alrededor adelantando aún más, el brazo que sostenía la cada vez más insignificante tea. Por poco no se prenden sus ropas con el estúpido experimento. Si hubiese estado algo menos acojonado y aterido, menos preocupado de que un desequilibrado saliera de alguna sombra y le rebanara el pescuezo, quizás y solo quizás, se hubiese percatado de que aquella acción era una estupidez en más de un sentido.

Se le escapó una maldición que reverberó por unos instantes en el combado techo del túnel. Parpadeó varias veces deslumbrado hasta que logró recuperar la visión del todo ‹‹¡A quien diablos se le ocurre!›› se reprendió irritado. La oscuridad del corredor parecía impermeable a la luz de su triste antorcha. Las recortadas sombras que se dibujaban no hicieron por calmar sus ánimos. La primera impresión no fue nada buena.

Recorrió la zigzagueante travesía, un túnel practicado horadando la dura piedra del lugar, que tenía mucho más de parecido a un serpenteante camino hacia las mismas puertas del infierno, que una salida a su comprometida situación actual. Aunque bien mirado se dijo, todo en aquel lugar tenía un aspecto similar.

Al final del tramo por poco no se defeca encima de la impresión. Se le escapó un lastimero quejido cuando reparó en los dos celadores parados a ambos lados del portón. Comenzó a balbucear alguna incoherencia sin sentido cuando advirtió, que no iban a ser necesarias ninguno de sus lamentables excusas. Resultaba que los tipos estaban más tiesos que su difunto abuelo.

Observó con la mandíbula desencajada sus cuerpos inhiestos y clavados con brutalidad en los laterales de la puerta, custodiando aunque sin ver nada (Les habían arrancado los ojos de cuajo a ambos), el corredor por el que él acababa de llegar. De pronto sufrió varios aguijonazos en su estomago, logrando doblarlo en dos, retuvo las arcadas igual que la bilis en su maltrecho esófago de nuevo. O al menos las retuvo por algún momento más. Los habían mutilado pero que a conciencia a los dos.

No solo les faltaban sus ojos como comprobó al rato, pues también les habían roto ambos brazos y ambos pies, sin contar la multitud de contusiones y laceraciones que se advertían en ellos. A uno le bajaba un reguero de sangre por su cuadrado mentón, tiñendo más su sucio jubón con ella. Le habían cortado la lengua y al parecer, también se habían cebado con varios de sus dientes. ¿Quién podría realizar un echo tan execrable y salir  tan pancho de aquella fortaleza? No sabía que demonios era lo que estaba sucediendo entorno suyo, pero las carnicerías acaparaban el primer lugar del podio, por lo que no podía tratarse de nada bueno para él. Era tan desconcertante que no se atrevía ni a especular. Aunque comprobó que había algo distinto en el ensañamiento de aquellos cuerpos del que le había advertido en los pisos superiores del lugar; a pesar de que el efecto al fin y al cabo acabase por ser el mismo.

Para empezar, en el primer escenario del crimen, parecían tratarse de esos que hacían llamarse los Incondicionales, y por su aspecto, debían de haberse cruzado con alguien aún mucho más psicópata que ellos. Aunque seguía sin saber que hacían allí  o que demonios era lo qué buscaban. Por otro lado, frente a él se desangraban dos funcionarios de esa misma penitenciaria; torturados y vejados hasta morir. ¿Que podría significar todo aquello? ‹‹¡Nada bueno Armen, nada bueno maldita sea!››

Hizo de tripas corazón, si que su vientre se encontraba para tales símiles, mientras pasaba entre ambos cuerpos sin estorbarlos. Sabía que era un poco imbécil al pensar en molestar a dos hombres que se mantienen apuntalados varios palmos por encima del suelo, pero por algún extraño impulso, sentía la necesidad de no perturbar su reposo. Aunque el improvisado panteón se encontrase en un sucio corredor a muchos metros por debajo del suelo, y los difuntos en concreto estuviesen cagados de la cintura hasta la pernera de sus pantalones. Se dijo que cuando lograse poner su pellejo a salvo, se encargaría de que recibiesen un sepelio digno.

Esquivó el charquito de efluvios corporales que se formaba debajo de las suelas de los centinelas, mientras lentamente abría la puerta que custodiaban y se asomaba al otro lado. Una galería lo observó a su vez desde la más completa oscuridad. ‹‹¡Fantástico!››  Era un corredor más pequeño, mucho más tétrico, y sin lugar a dudas con una disposición de lo más singular. Era un recinto tosco en el sentido más literal de la palabra. Un lugar de húmedas paredes, donde reinaba la más absoluta oscuridad y el más inquietante de los silencios. Salvo él y la fría roca, y la siempre presente soledad de los lugares tan poco solicitados como lo era Institucional, allí no había nadie. Casi sintió pena por los pobres desdichados que estuviesen encerrados allí, aunque no tanta como para no pensar en esos momentos en su propia integridad. Tampoco es que fuese un santo al fin y al cabo; Cuestión de prioridades.

En la galería se repartían varias celdas entre paredes con el grosor de varios hombre juntos, tres por cada lado del primer nivel, más las subsiguientes seis en el piso superior. Seis corredores y la misma monótona distribución. Repartidos de manera estudiada para que sus ocupantes no actuaran entre ellos de modo alguno. Una celda a su derecha, varios pasos más y una aparecía a su izquierda, otros pasos más y otra a su derecha, y así hasta llegar al bloque siguiente donde se repetía la misma operación. Lo más curioso de la construcción era, que aquella distribución tan poco convencional recordaba a un panal de abejas.

Un lamento descarnado y carente de toda humanidad, brotó de las entrañas de ese mismo pabellón para romper la quietud reinante y helarle la sangre en las venas ‹‹¿Qué diablos ha sido eso›› se preguntó estremecido.

Entonces lo recordó.

En alguna ocasión había escuchado que en el penal tenían un pabellón denominado precisamente como ‹‹La Colmena›› ¿Se trataba de ese lugar? Por los retazos de conversación que lograba recordar, no era el lugar más idílico donde uno decidiera voluntariamente pasarse la jornada. En aquel nivel era encerrada la peor calaña de toda la prisión. Los más agresivos y crueles psicópatas de todo el jodido continente, se encontraban encerrados en torno suyo. Probablemente si lo hubiese ensayado con deliberación, no le habría salido mejor. Lo que sí que aún no tenía muy claro, era donde había escuchado aquella conversación tan poco sugerente que ahora rememoraba para mayor desasosiego suyo. Concluyó que era muy probable a pesar de su nula retentiva, que esta se diese en una de las muchas tabernas de la ciudad que frecuentaba asiduamente. Al fin y al cabo es donde solía tirarse la mayoría de su tiempo durante el día, la tarde, y muchas de las noches como aquella. Se exhortó a dejarlas de visitar tan a menudo en un futuro próximo. En el caso que aún viviese para poder decidir sobre ese tipo de disyuntivas y se diese la ocasión, claro estaba. ‹‹Mira en los problemas que te acabas metiendo sin comerlo ni beberlo Armen››  La puerta chirrió un poco al cerrarse detrás de él, aunque opinó sin miedo a equivocarse, que los cadáveres no iban a poner ninguna objeción después de todo. Además, el pabellón seguía pareciéndole inquietantemente desierto. Descontando al tipo que no dejaba de berrear con terquedad, no se oía a nadie más en la zona.

‹‹¿Dónde diantres están todos?››  

Era demasiado incongruente que no hubiese topado aún con ningún funcionario, práctico o celador del lugar, o en realidad quién diablos fuera que pudiese auxiliarlo en aquel momento de necesidad. Cada vez se sentía más cohibido. Por ende la maldita sala de guardia seguía sin aparecerse por ningún lado. Estaba seguro que nadie en su sano juicio, deambularía por aquella casa de desequilibrados desconociendo donde le iban a llevar sus pasos. No le apetecía en demasía volver a tener que mantener un coloquio con ningún otro tarado que le pegue un susto de muerte sin venir a cuento de nada; como el grupito como había tomado antes por poner alguno. Tampoco quería ser testigo de nuevas carnicerías que lo iban a acompañar para el resto de sus días. En definitiva, no quería encontrarse ahí. Otro lamento perforó la calma de ese nivel hasta resquebrajarlo. Tras varios segundos en los que no se movió ni un pelo mientras controlaba que su vejiga no diera suelta a su naturaleza, el clamor comenzó a atenuarse como ara poder retomar la marcha de nuevo. Concluyó que tampoco le apetecía toparse con e autor de aquellos mortuorios quejidos.

La realidad seguía siendo peliaguda para él, no había duda, pero situado en el limbo de su comprensión. Solo podía seguir avanzando y nada más, buscando en aquel nivel como quien busca pepitas de oro en el río, con escasa probabilidades de encontrar nada. Solo se quedaba apretar el culo y rezar para no meterse en más problemas. ‹‹¿Se me habrá pasado la garita de guardia de largo quizás?›› se preguntó en un momento dado ya harto de la gincana. Con el pánico y las prisas por huir, sumados a su anterior encuentro con los cretinos del piso superior, podría ser posible tal despiste concluyó. El vértigo comenzó a recorrer sus miembros entumeciéndolos, por lo que se detuvo hasta que se le paso un poco. Si ese era e caso ¿Qué puñetas iba hacer a partir de ahí? Retroceder parecía una opción potencialmente peligrosa, muy poco sensata, y según como se mirase suicida. Seguro que aún andaban detrás de él. A pesar de que era consciente de que no había topado con nadie en el lugar (al menos nadie libre ni cuerdo, como tampoco alguien que aún le corriese una pizca de sangre por sus venas), sabía que la diosa fortuna no le iba a sonreír para siempre. ¡Por los genitales de Sansemar! Que él pudiese recordar, si es que no le engañaba su confusa memoria, hacía mucho tiempo que esta no le favorecía fijándose en su persona. ‹‹Espero de corazón que su intención final no sea dejarme ciego››

Respiró una bocanada mientras se decidía a avanzar.... ‹‹Pero qué coño, malditos los muy cochinos...›› Casi se atraganta cuando la fetidez se le introdujo hasta los huesos. Sin quererlo en absoluto, logró olfatear todos los hedores que a uno se le pudiese ocurrir pensar, junto a otro tipo de ‹‹Fragancias›› que tan siquiera hubiese imaginado que existiesen si en sus peores sueños. Era como si algo, o más concretamente alguien,  se estuviera pudriéndose ahí abajo, y válgame la redundancia, pues seguro que alguno de ellos había. Dadas las condiciones de lugar, y a pesar  de su escasa experiencia en aquellas lides, podría asegurar que aquel sitio era algo mas insalubre que el mismísimo infierno, y probablemente bastante menos acogedor. Tosió un par de veces mientras carraspeaba otras cuantas, escupió hasta que no le quedó nada más que escupir que su propio desagrado. No logró sacarse aquel sabor desagradable y acre en ningún caso. Se preguntó cómo podía alguien sobrevivir en unas condiciones tan mefíticas. ‹‹¿Quizás es por qué no le queda más remedio que aguantarse?›› se contestó a aquella estúpida pregunta.

Normalmente en las situaciones más embarazosas solía echar mano de su cinismo, que como comprobó no había perdido el filo a pesar de andar por el borde de la hoja de la navaja. Normalmente era su armadura que lo protegía de aquel mundo hostil que zahería a diestro y siniestro sin ninguna conmiseración. Cuando las cosas se le solían torcer echaba mano de él y se relajaba un tanto. Pero vistas las evidencias de aquel día, relajarse iba a ser la más pequeña de sus preocupaciones. Si seguía con vida ya tendría tiempo para ello.

Continuó avanzando alumbrando nichos a su paso, no quería más sorpresas, pero no vio nada que llamase su atención en particular, aunque de tanto en cuanto los gemidos seguían oyéndose haciendo que sus patas se doblasen como dos pajitas. Una parte bastante importante de su cerebro le decía que demonios hacia dando un paseo en aquella caverna de desquiciados, pero otra le susurraba con asiduidad de que no le quedaba de otra. Por el corredor seguía sin haber actividad o presencia alguna que él pudiese ver, tan solo algún que otro movimiento furtivo en las sombras al pasar por delante de alguna celda, aunque nadie le increpó. ‹‹Nada que no puedas soportar Armen, nada ahora que has llegado hasta aquí››

Otro gemido, en esta ocasión mucho más cercano y acojonante que el anterior, dejaba poco margen para la imaginación.

En todo caso se estaba cada vez aproximando más a donde brotaban los puñeteros quejidos aquellos, los cuales no habían dejado de inquietarlo desde hacía un buen rato, y él seguía dando tumbos por el nivel como un jodido lagarto dentro de un maldito pote de cristal; sin lograr dar en absoluto con la desconocida sala que buscaba. Quizás en la palabra ‹‹Desconocida›› era donde se encontraba su problema. Los berridos eran temibles, molestos y sin ningún asomo de dudas inhumanos. Aquella macabra sinfonía lo acompañaba todo el rato en su mísero periplo. No estaba siendo una búsqueda placentera en absoluto. En ese clamor se juntaban un odio desmedido, un pesar inagotable, y hielo en las venas. Reprimió otro estremecimiento mientras seguía avanzando con cautela. No quería toparse con el autor de aquella trágica cantinela, no obstante, ya había recorrido cuatro de los seis pabellones del lugar sin encontrar nada a cambio. No encontraba por ningún sitio, la anhelada y preciada sala de guardia. Francamente, ya le quedaban muy poquitos sitios en donde buscar.

Cuando ya iba por el quinto corredor, escrutando las sombras con vagas expectativas de encontrar nada más que un pestilente olor, la impenetrable oscuridad, y un hartazgo que consumía sus energías, mas ninguna sala de la  ‹‹Salvación›› pensó, que el jodido Kumar era un maldito imbécil además que un embustero, y que él iba a ser despellejado igual que un conejo al lado de una puñetera hoguera, más pronto que tarde. De pronto le pareció comenzar a escuchar los retazos de una conversación, la cual nacía en el sexto pasillo de aquel mismo nivel, que quedaba justo al paralelo del suyo.  Lo curioso era que en lo que pensó su desquiciada mente fue ‹‹¿Quién diablos se dedica a platicar en un lugar así?›› Era de locos. La tensión le estaba pasando factura sin lugar a dudas, pero en cualquier caso el hecho en sí, parecía anómalo. Como no sabía con quien podría encontrarse al doblar la esquina, y como por supuesto estaba harto de tanta macabra sorpresa, decidió ir con tiento hasta averiguar de quién demonios se trataba.

Ya más próximo comenzó a escuchar con mayor nitidez la mentada conversación.

―¡¿Cómo es qué no sabéis lo que ha sucedido aquí?! ―Bramó con toda claridad, una voz ronca y autoritaria, la cual visiblemente se intuía cabreada. ―Dudo que estos tres se hayan desjarretado por sí solos ¿Verdad? Tampoco creo que hayan decidido así por las buenas desmembrarse mutuamente por amor al arte. ¡¿No creéis?! !¿He?! Así que decidme ―volvió a inquirir desgañitándose ―¡¿Cómo qué no sabéis que cojones es lo qué les ha pasado?!

No sabía cuántos eran los que acompañaban al individuo que hablaba en aquellos instantes, pero en cualquier caso, nadie pareció que le fuese a contestar, por lo que el tipo siguió con su propia perorata.

≥≥¿A qué persona sensata le cabe en la sesera que un tipo atado con grilletes y probablemente flacucho como un junco, haya podido deshacerse de dichos grilletes, logrado desmembrar a vuestros compañeros, y salir andando tan campante del penal?―dijo de nuevo calmado hasta que de pronto volvió a arremeter sin tregua.  ―¡¿Alguien me puede responder a eso, alguien me puede decir que cojones estabais haciendo vosotros mientras todo esto ocurría aquí?! ―la pausa en realidad no duró ni una fracción de segundo antes de que el tipo siguiera imprecando sin parar. ―No, sabéis qué, mejor no me lo contéis, ni siquiera lo quiero averiguar. ¡La verdad es que me importa un bledo ahora mismo! ¡Esto me pasa por traerme a unos idiotas sin un gramo de juicio como vosotros para hacer el trabajo de gente que tendría haber sido capaz, maldita sea! ―perjuró. ―¿Quién diablos me mando pensar que seriáis aptos para reducir a un tipo encadenado de pies y manos, y para más inri,anémico hasta los huesos sin que surgiera algún percance como el actual? Si al fin y al cabo la culpa es mía por ser tan generoso midiendo vuestra nula capacidad de acción, por confiar en que unos desgraciados como vosotros serían suficientes para reducir a un tipo quebrado hasta el alma. Pero no os preocupéis ahora, a lo echo pecho ¿Verdad? No, no, no me pongáis esas caritas afligidas.Cuando estemos en presencia de nuestro señor Shapur, en el castillo, y seáis vosotros quienes tengáis que dar explicaciones de como se ha dado este fiasco delante de vuestras protuberantes, sucias y torcidas napias, ya tendréis tiempo de poner esas muecas de dolientes. Sí, entonces sí que podréis. Por qué estoy seguro de comprendéis lo que os espera. ¿Pero sabéis en realidad que es lo que más le gusta hacerles a los que no cumplen con sus...

En aquel momento Armen dejó de escuchar el rapapolvo que acontecía en el pasillo de ahí al lado, pues su corazón en esos instantes le estaba haciendo promesas de que pronto se le iba a parar en seco. No ganaba para sobresaltos aquel día concluyó. Otro lamento brotó a un costado suyo, tan cerca de él que casi podía oler el asfixiante aliento de su propietario lamiéndole el cogote; una mezcla a podredumbre, hacinamiento y mierda complementada con toda probabilidad, con la comida caduca que le habrían servido aquel día. La nauseas no le impidieron distinguir a la mole de más de dos varas que lo observaba desde el otro lado del enrejado con sus llameantes ojos. No se había percatado de que estaba parado justo delante de su celda, hasta que el enorme tiparraco prácticamente le gimió en la cara. Hasta el pelo se le alborotó con tal clamor. Era un tipo titánico, cubierto de cicatrices de la cabeza a los pies, el cual también vestía con un simple taparrabos deshilachado, pero a diferencia de los otros reos que había apreciado con anterioridad, este era tan grande como un pedazo de cachalote atiborrado de peces. Contempló horrorizado al monstruo mientras transpiraba abundantemente, hasta que no pudo evitar soltar un chillido bastante pueril al cabo. Aunque lo suficiente alto y agudo como para que los que moraban en el pasillo ulterior, pudiesen oírlo con toda la claridad del mundo.

De pronto la conversación (o rapapolvos en cualquier caso) cesó en el acto.

―¿Y eso se puede saber qué diantres es? ―Inquirió el de la voz ronca, que claramente concluyo que era quien mandaba en aquel sitio.

―Pues a mí me ha parecido que ha sonado como a un gritito ¿no? ―Se aventuró a reconocer alguien de los reunidos.

Lo siguió un tenso silencio.

―Vaya, así que un ‹‹gritito›› Muy perspicaz Sadán ―replicó el primero cáustico. ―Para tu inmaculada idiotez, ha sido todo un logro discernir qué tipo de sonido era. Pero lo que yo me estaba preguntando, es por qué parece que ese ‹‹gritito›› como tú lo has llamado, ha sonado precisamente tan cerca de nosotros.

El tipo no replicó. Armen contuvo la respiración mientras era atravesado por la mirada del gigantón; que en este caso parecía estar observándolo con la curiosidad de un mocoso que le comienzan a salir sus primeros dientes y le apetece pegar bocados a todo cuanto encuentra. Esperaba de todo corazón que no le diese por querer mordisquearlo a él. Con aquellas fuertes mandíbulas cuadradas no dudaba, que sería capaz de partir losas con los dientes.

―Hace un rato que no dejan de oírse los lamentos de un bicharraco que está encerrado en el pasillo colindante a este, mi señor ―apuntó alguien, que pretendía guardar un tono más diligente al parecer. ―Lo vi cuando inspeccionaba dicho pasillo; el número cinco como se me ordenó. Puede que se trate del mismo tipo.

Con toda probabilidad supuso Armen, ese debía de tratarse del típico adulador que se dedicaba a lamer el culo de quien fuera pertinente en aquel momento y se encontraba en cualquier grupo medianamente numeroso. Tipos como ese brotaban como hongos en una mañana especialmente húmeda en cualquier cañada o en un denso vergel. Arribistas, pelotas o artistas de lamerle las botas al prójimo los había por doquier en una ciudad tan civilizada como la suya; maestros en conseguir ascensos a base de bajarse los pantalones a la altura de las rodillas, los tenían a puñados. El muy cabrón le iba a acabar por joder fastidiar la noche y todo.

―Ah, claro. ¿Así que hay un tipo de proporciones enormes que se dedica a lanzar ‹‹grititos›› como una remilgada putilla de salón, eso es lo que pretendes decir Valián? ―preguntó de nuevo el ‹‹Jefe›› con el mismo tono suspicaz del cual al parecer, echaba mano con bastante asiduidad. ―Ahora lo entiendo todo con mucha más claridad. Comprendo por qué maldita razón no os habéis enterado de nada de lo que había sucedido aquí hasta el momento. Si realmente todo encaja. ¡¿Sois rematadamente idiotas, verdad?! ¡Id a comprobar de qué se trata de una puñetera vez, malditos tarugos!

Ahora sí que estaba puntito de hacérselo encima de verdad. No veía donde podía esconderse para que los ‹‹Debatientes›› no lo pescaran allí plantado como un efebo mal pintado. No había muchos lugares donde poder ocultarse que él pudiese ver. Buscó con el corazón acelerado alguna salida de aquel atolladero, mirando hacia ambos costados con desesperación, pero tal salida no existía por ningún sitio comprendió al poco. A fin de cuentas estaba en la galería de una penal de máxima seguridad ¿No? La suerte era resbaladiza como el limo y engañosa como ‹‹Un buen trato››. Se abstuvo de maldecir hasta desgañitarse, pues de poco que le iba a servir ahora en ningún modo. A pesar de que quería tirarse al suelo, hacerse un ovillo y ponerse a berrear sin más.

Todo aquello ocurría ante la curiosa mirada del gorila de la celda, que no volvió a gemir, quieto como un enorme jabalí grabado en un sucio tapiz en un entorno de pesadilla, a la espera. No obstante no lo dejaba de contemplar como a un bizcocho que le apeteciera zamparse con una tacita de té en una tarde primaveral. ‹‹Maldita sea mi puñetera suerte ¿Y ahora qué diablos hago?›› Al final, pues sí que acabó blasfemando después de todo.

Pronto comenzó a escuchar los pasos de los tipos que se avecinaban a su pasillo, un poco antes de ver el tenue halo de luz de la antorcha que portaban, que a cada pálpito que pasaba iba alumbrando un trechito más del empedrado mientras se aproximaban a él. Con más bien mucho empeño y poca maña, aspaventando como un desgraciado que ha perdido el juicio por completo, logró apagar su tea a base de sacudirla a pisotones contra el suelo. No llegó a tomar en consideración el alboroto que pudiese organizar con aquella estupidez.

Rezó para que la maniobra no lo hubiera delatado.

―Sigo pensando que el ruido ese lo ha hecho el tiparraco del que le he hablado al comandante hace un rato ―le dijo el pelotilla al tipo que lo acompañaba. Al parecer no habían visto u oído nada que llamase su interés, ni a él. Para su alivio seguían enfrascados en un acalorado coloquio de quién tendría razón sobre aquel tema en particular. ―Estoy seguro de que no me equivoco en este asunto, tú mismo lo vas a comprobar. En todo caso el paseo no va a ser en balde. ¡Ya verás que tipo más grotesco que tienen allí chapao! ―Añadió con socarronería. ―Más feo que pegarle a un padre, si ya te lo digo yo.

Su compañero no parecía muy perceptible para reír sus chanzas.

―Yo digo que ha sido como un gritito con todas las de la ley ―Arguyó obcecado el tipo al que habían apodado Sadán, que al parecer era quien acompañaba al dicho pelota. Estaba claro que confiaba profundamente en sus virtudes auditivas, pues aún seguía dándole vueltas a ese maldito misterio sin resolver. Armen se preguntó si no habrían mandado a aquellos dos  precisamente, como castigo por abrir la boca en balde.

―Sí, que sí, que no lo dudo Sadán.

Armen tan solo encontró un pequeño recoveco que le proporcionaba la horadada roca del lugar; apenas un relieve en la pared que no proporcionaba cobijo alguno ante sus miradas. Sabía que era un parco intento por ocultarse de ellos al momento de acomodarse como un lagarto moteado a la pared. O puede que confiase que las sombras podrían proporcionarle cierto abrigo. No es que digamos fuera, un artista de mimetizarse con el entorno tampoco. Mucho menos cuando no había gran cosa donde poder sortear lo inevitable. ‹‹Me van a ver tan solo cuando aparezcan por el pasillo, me van a ver sin lugar a dudas›› Prácticamente cerró los ojos mientras murmuraba una plegaria no sabía muy bien dedicada a qué o quién, mientras aguantaba la respiración hasta casi ponerse de un color violáceo. Al poco rato estos se aparecieron por una esquina.

―Estoy hablando en serio Valián, así que déjate de puñetas. Te digo que ha sido un gritito ―Repuso nuevamente con la misma cantinela el tal Sadán. Al parecer por el tono probo de su voz, sus compañeros solían tratarlo como a un tarado.

Ahora los distinguía con total claridad, logró no corcovear y salir por patas de inmediato. Había un tipo bajito, con la cara plana como un tocón, bastante retaco como llegó a comprobar, y vestido con los ya desagradables uniformes de los llamados Incondicionales. Su compañero, un tipo más bien abigarrado y de complexión fibrosa, con la cara cubierta de sarpullidos, no parecía hacer gran caso de los remilgos de su amigo. Por consiguiente vestía de forma parecida a él. Los dos por suerte de los hados, o por qué eran sencillamente estúpidos, pasaron justo por delante de suyo sin llegar a percatarse de su presencia. Reprimió un suspiro de alivio contenido.

No pensaba cagarla ahora.

Los Incondicionales se acercaron a la celda donde estaba encerrado el mastodonte. Armen advirtió que el larguirucho de los sarpullidos llevaba colgado del cinturón, un manojo de llaves que tintineaban a cada paso que este daba. Estaban ensangrentadas como descubrió horrorizado. Pararon justo enfrente de la celda donde momentos antes había estado él, y seguido alumbraron en su interior.

―¡Me caguen la puta madre que lo parió! ―Exclamó Sadán apartándose un par de pasos del lugar con cara de espanto. La antorcha bailó por encima de su cabeza a punto de prender los poco pelos que le quedaban en ella ―¿Pero qué coño es eso?

―Jajajaj ―El larguirucho, que bien mirado ahora que lo observaba más de cerca advirtió, guardaba un pasmoso parecido a un suricatta de las estepas, se desgañitó a pecho partido mientras se palmeaba fuertemente en la pantorrilla doblado en dos. ―No te lo dije amigo, un bicho de cuidado, eh.

―Sí ―concedió este tras un rato de contemplación. ―No parece humano ni por asomo ―concluyó el retaco sin hacer amago de volver a acercarse a la celda en ningún momento. Por muy cerrada que estuviera la puerta, se mantuvo a una distancia prudencial. Al fin y al cabo no era idiota después de todo, se dijo Armen ―¿Estás seguro de qué este Sansón estereotipado es el que ha emitido el gañido atiplado de hace un rato?―Sadán no parecía estar muy convencido después de todo, y así lo reflejaba el tono receloso de su voz. ―Parece poco probable.

Armen maldijo para sus adentros al hombrecillo.

―Tengo que disentir. No había nadie más en este nivel aparte que el hombre que ha montado la escabechina en la sala de al lado, y este gorila que no ha dejado de gemir desde que hemos llegado al lugar. El primero como ya sabes Sadán, al acabar de trinchar a los compañeros de la otra sala, ha desaparecido sin dejar huella como una voluta de humo. Y este como tú mismo puedes ver, no se ha movido de donde está. Acabo de comprobado tan solo hace un rato. Por lo que sí, creo que puede haber sido muy posible que haya sido el tipo este.

Mientras aquellos tipos intentaban discernir si la calidad del sonido que acababan de escuchar se ajustaba a las proporciones del animal de enfrente, o sea, mientras intentaban localizarlo a él, procuró buscar una salida que lo sacase de aquella ratonera por sus propios pies. Quizás pudiese procurar seguir acoplado a la pared como un percebe mientras avanzaba a hurtadillas por donde habían llegado ellos, y rezar a todos los dioses por no toparse con el tipo que los acababa de planchar. Pero solo la idea de respirarlo aterraba. ¿Y sí lo oían? Estaba completamente seguro de que cuando se le ocurriese mover uno solo de los músculos de su cuerpo, una sola de sus pestañas, los tipos lo iban a pillar en bragas.

‹‹¿Y qué mierdas hago ahora yo?›› Era una pregunta que no dejaba de hacerse al parecer, se dijo con el corazón en un puño. Los muy cretinos tras un rato de discrepar entre ellos, aburridos al parecer por no ponerse de acuerdo, comenzaron a increpar al mastodonte como si fuera un acto divertido pinchar a aquella bestia. El retaco desde una prudencial distancia, claro estaba, y el abigarrado sacando pecho a tan solo unos pocas pulgadas del enrejado. Confiado por la seguridad que proporcionaban sus sólidos barrotes y la actitud suspicaz de su compañero.

Supuso que era en aquel momento o nunca.

Cuando se disponía a salir de su escondite escopeteado, como una alimaña que intenta pasar imperceptible al mundo, de pronto el tipo abigarrado se giró para soltar algún comentario soez de lo que pensaba sobre el bruto allí encerrado. Entonces Armen quedó totalmente enfocado por la delatadora luz de su antorcha.

―¿Pero quién coño...

‹‹Ahora sí que se acabó›› pensó.

Cuan equivocado que estaba.

Unos brazos anchos como jamones, asomaron entre las rejas para atrapar al larguirucho del pescuezo, este soltó un triste gañido al ser cogido por sorpresa. Una, dos y tres fuertes sacudidas produjeron un chasquido de huesos rotos. Le partió el cráneo contra los barrotes como si fuera una triste nuez. Los impactos fueron tan contundentes, de tal virulencia, que prácticamente la cabeza se encontraba ya dentro del nicho cuando todo finalizó. Había ocurrido de un forma tan drástica, impulsiva y fugaz, que no tuvo tiempo ni de reaccionar. Cuando quiso darse cuenta de lo que sucedía, el tipo ya se hallaba suspendido a dos palmos por encima del suelo y con la cabeza espachurrada como una uva pocha; pataleando en sus últimos estertores hasta que se quedó completamente quieto. El retaco llamado Sadán, que se había quedado estupefacto y con la boca abierta al igual que él, contempló dicho espectáculo sin moverse ni un pelo mientras visiblemente se orinaba encima. Quedarse paralizado ante una muestra de brutalidad tan suprema y que la vejiga se te soltase por la impresión, tampoco era algo que se le pudiese tener en cuenta. El grandullón de una patada desatoró al pobre infeliz de los barrotes, el cual cayó con un desagradable ruido de desgarro al suelo, mientras un manchurrón rojizo se iba extendiendo en torno a su cuerpo desmadejado. El grandullón alzó la vista y los contempló enseñando unos dientes amarillentos pero muy afilados. ¡Se los Enseñó precisamente a él! Seguido en vez de gemir como había hecho hasta aquel entonces, para su sorpresa, el hombretón emitió un bramido gutural que se oyó retumbar por todo el corredor. Sintió como él también de pronto iba a ensuciarse los calzones.

Sadán no necesitó de más muestras del poder destructivo del morador de aquella celda, se le habían pasado por completo las ganas de provocar a nadie más; suficiente bravuconería por un día. Cuando se disponía a salir por patas, habiendo avanzado ya varios metros del pasillo, se giró ciento ochenta grados a una velocidad sorprendentemente endiablada para un repolludo como él, para acabar también reparando en su presencia.

Las cosas no le podían salir peor.

Sus miradas se encontraron por unos segundos, las dos abiertas como platos, pero cada cual de ellas movidas por motivos completamente distintos. El tal Sadán se detuvo y sacó un sable de la vaina que colgaba de su cinturón. Armen en un acto reflejo agarró lo que quedaba de su triste y maltratada tea y la empuñó. Que jilipollas que lo hizo sentirse.

―¿Pero quién leches eres tú? ―inquirió el hombre con un tono que no admitía replica, sin prestar la más mínima atención a la antorcha que empuñaba con tan poca gracia en las manos. Que mirándolo mejor, se parecía más bien a la pata de una mesa como mucho.

No respondió.

En realidad pensó que él también podría haberle hecho la misma pregunta después de todo, salvo porque el cretino en concreto empuñaba un sable y él por el contrario una triste estaca. Decidió que lo mejor sería abstenerse de hacer pregunta alguna. Tampoco es que si hubiese tenido un alfanje, una mazo o cualquier pica se fuera sentido más protegido, cuanto menos le hubiese infundido más valor. El ‹‹palo››, tan útil como una morcilla revenida, temblaba en su mano mientras componía una expresión contrita. Sadán se acercó lentamente sin dejar de apuntarlo con la punta de su afilado sable. Su mirada no prometía nada bueno para él.

―¡¿Qué qué estás haciendo aquí?! ―Volvió a inquirir, en esta ocasión masticó cada una de las palabras mientras seguía avanzando hacia él, rezumando un tono urgente en su voz y un brillo febril en la mirada. ―!¿Quién diablos eres?!

Las distancias cada vez se reducían más entre él y aquel tapón con expresión de mala uva, además de que la galería no era tampoco muy espaciosa para que pudiese maniobrar en ningún sentido. De todas formas hizo el amagó de salir corriendo por su derecha, a pesar de que sabía que sus piernas no le iban a obedecer. Y no lo hicieron. Nuevamente Sadán los sorprendió con una inaudita agilidad que volvió a dejarlo boquiabierto. Para ser un pedazo de carne en sazón, una albóndiga con brazos y pies, tenía que admitir que se movía a una velocidad pasmosa. Cuando quiso darse cuenta ya le había obstaculizado el paso del corredor. El tipo tenía el gesto casi mortuorio, como si Armen fuera el responsable de que le hubieran robado la última empanadilla de su plato, y los dos enormes hurones que exhibía por cejas, solo hacían por acentuar aquella expresión avinagrada. El tipo seguía mordisqueándose el labio inferior con una fruición inquietante, probablemente nervioso por todo un poco conjeturó. Un poquito al igual que él, si lo mirabas con objetividad.

Ahora, a la fantasmagórica la luz de la antorcha alumbraba con claridad su tez, comprobó que tal labio era tan grueso como un embutido hecho con las tripas de un borrego. Quizás de allí deviniera que sus compinches lo tomasen tan poco en serio. A un personaje con un aspecto así de acerbo, rápidamente se le acababa perdiendo el respeto. No tenía las pintas que se dijera, del arquetipo de espadachín consumado que asociaba a cualquier caballero, sino más bien todo lo contrario en su opinión. Más bien parecía un noquero o un trabajador del campo en todo caso. Luego bajó la mirada hacía la afilada punta de la espada que apuntaba hacia él y solo pudo concluir. Que en cualquier caso y dicho sea de paso, el cretino seguía teniendo una espada apuntando a su pescuezo decidido a degollarlo al mínimo movimiento suyo. Así que por lo qué le atañía, prefería guardar las distancias por si el tipo optaba al final por lanzarle una estocada.

Retaco avanzó otro paso hacia el frente, Armen a su vez dio dos pasitos hacia atrás. Advirtió que se había posicionado justo de espaldas a la celda donde aguardaba el hombretón, y que cuanto más retrocedía, más cerca se encontraba de aquel horror. Volvió a maldecir. No sabía cuántas veces había blasfemado durante aquel día, pues muy a pesar de que siempre había sido algo maldiciente, probablemente aquella noche se iba a superar con creces. Sadán dio otro paso más hacia él, y luego otro seguido, Armen no tuvo más remedio que proseguir retrocediendo mientras buscaba el valor necesario para cargar hacia el frente en un último desesperado intento. Como sí le hubiese leído las intenciones el tío declaró.


―Inténtalo y te parto en dos mitades. ―Por sus ojos negros y salidos como una sierpe,por aquel brillo que reflejaba un sadismo reprimido, a Armen no le cupo ninguna duda de que Sadán hablaba enserio. ―No te lo pienso volver a repetir, mocoso ¿De qué agujero acabas de salir y quién diablos eres?

Estuvo a punto de mentir como un cosaco, arguyendo que era uno de los reclusos del penal que había logrado fugarse por sus propios medios ahora que había tal ajetreo montado entre sus paredes. Podía decirle que era un ladronzuelo sin más ambición que recuperar su libertad e ir a visitar a su abuela en su lecho de muerte, la cual era aquejada de alguna extraña enfermedad terminal que no tenía cura. Podía decir mil y una historias y la mayoría podrían ser posibles si lo pensabas. Pero tras echar otro vistazo al tipejo le bastó para concluir, que iba a necesitar de una milonga mucho más sutil si es que quería salir de aquella de una sola pieza. El problema en el fondo radicaba en que se había quedado completamente en blanco. Ningún sonido quiso salir de su constreñida garganta para responder. ‹‹Mire, soy el hijo del gobernador de esta misma ciudad, el chaval que por algún motivo que desconozco buscan para degollar con tanto ahínco. La verdad es que ando algo perdido y un tanto afligido. ¿No habrá visto por casualidad una garita de guardia en donde existe un pasadizo secreto que me pueda llevar de vuelta a casa para ponerme a salvo, verdad?›› La realidad sin lugar a dudas resultaba paradójicamente menos creíble que la más extravagante y ridícula de las mentiras. ¿Qué narices podía decirle entonces? No se le ocurría nada.

Inconscientemente dio otro pasito hacia atrás.  

―Sabes qué ―decidió de pronto Sadán cuando estaba a una escasa vara de él, su gesto cambió en cierto aspecto a peor. Su expresión se había retorció en una grotesca y perversa mueca antes de añadir ―, la verdad es que no me importa una mierda después de todo quien seas. Dudo que te vayan a echar de menos en este cuchitril. ―Concluyó antes de lanzarle un tajo en perpendicular con su sable, con el cual aspiraba partirlo de la clavícula hasta el ombligo.

El hombre se tomaba sus amenazas al dedillo al parecer, confirmó Armen. Por lo que era una suerte que estuviese a acostumbrado a esquivar los asiduos lanzamientos de objetos que se dedicaba a arrojarle su padre cuando lo sacaba de sus casillas. Sino, como había prometido el muy cretino, se habría convertido en dos mitades sujetas por unos pocos tendones y algún pedazo de piel. No le apetecía acabar despedazado en aquel lugar.

Armen evadió la tajadura por el grueso de un alfiler, notó como el arma silbaba pasando muy cerca de su oído, cortando el aire a escasos centímetros de él. Retaco volvió a acometer con más fuerza en esta ocasión si aún cabía, con un tajo en horizontal con el que pretendía sesgarle la carótida aprovechando la inercia de su reverso. Nuevamente se agachó en el último suspiro, por lo que en esta ocasión el arma pasó peinando su flequillo. Retrocedió aún más hasta que estúpidamente tropezó con el cuerpo del pelotilla que yacía allí tendido desangrándose, mientras su posaderas daban a parar contra el empedrado con un nauseabundo ruido de succión. Sadán al ver ahí su oportunidad, sonrió, alzó el sable triunfante decidido a lanzarle la estocada que le iba a partir la sesera en dos. Entonces el tiempo se ralentizó tan de pronto que se sorprendió. Como si todo estuviese aconteciendo dentro de un pote de melaza. Vio como la hoja descendía buscando sus carnes a una velocidad ridícula, mientras él con la impotencia de un pez que se encuentra atrapado en una red, daba desesperados manotazos resbalando en el abundante charco de sangre a sus pies. Ya estaba cerrando los ojos cuando inesperadamente y de refilón, vio como un puño enorme colisionaba en el jeto de su agresor, hundiéndoselo con un chasquido desagradable y seco. El tipo cayó como una marioneta a la que le han cortado los hilos sin un ápice de vida en él. Abrió los ojos del todo sin poder creérselo.

La conmoción volvió a embargarlo, de nuevo. Un silencio sordo y absoluto quedó flotando en el ambiente. Se volteó con el tacto del quien manipula una delicada pieza de orfebrería y no la quiere malograr. Como ya se había imaginado, su mirada se encontró con la funesta del hombretón, que lo observaba con una intensidad espeluznante. Estaba al alcance de su mano como comprendió al acto. Para su sorpresa, este no aprovechó la oportunidad de agarrarlo por la pechera y estamparlo contra los barrotes como al anterior. Incluso le pareció percibir que un amago de sonrisa se dibujaba en su fea cara, aunque rápidamente aquel reflejo se desvaneció. Se estremeció mientras reculaba a cuatro patas como un cangrejo. Cuando se encontró a una distancia presumiblemente prudencial, se detuvo, sin dejar de mirar ni un segundo al animal a los ojos. Se incorporó con dificultad mientras respiraba entrecortadamente apoyándose en una de las paredes del pasillo, para luego contemplar el cuadro al completo. Finalmente acabó doblándose en dos y echando toda la compota sobre el empedrado.

Frente a los barrotes, muy cerca suyo, yacían los cuerpos completamente inmóviles y ensangrentados; encorsetados en cuero los dos, con las cabezas espachurradas. El primero había quedado boca abajo, con su cuello retorcido de una forma casi de fantasía, por lo que no se podía apreciar el destrozo de su rostro para su alivio. Aunque se intuía que la forma apepinada de aquella cabeza no podía ser normal. El charco de sangre que lo envolvía también podía suscitar alguna que otra conjetura. El retaco había quedado boca arriba para su estupor. Sí en un principio el cretino tenía la cara plana como la suela de una zapatilla, tras el porrazo que aquel enorme puño le endiñó, se le había ahuecado igual que un cazo.

Una intensa calentura comenzó a sofocarlo una vez asimilado todo, sus miembros comenzaron a temblar de nuevo, estuvo a un pelo de soltar otro patético gritito. Puede que la sangre que empapaba sus ropas, los muertos allí tendidos, la pestilencia, las heces, los dientes rotos, aquellos intensos ojos que lo observaban desnudándolo hasta el alma misma, la presente mortalidad, cada una de ellas representaban lo efímera que podía llegar a ser la vida. Una amalgama de sentimientos rompió el dique de su raciocinio.

―¡¿Se puede saber por qué motivo están tardando tanto ese par?! ―Exclamó de pronto desde el otro pasillo el superior. ―Vosotros ―indicó dirigiéndose a alguien más ―, id a ver si no se encuentran sus propios pies o que cojones les pasa.

‹‹¡Fantástico! Que el infierno se me lleve pero ya›› Lo que necesitaba precisamente ahora, tener más compañía.

Sabía que cuando llegaran los compinches de aquellos tipos y repararan en el destrozo que se había hecho con ellos, no iban a tener demasiadas inclinaciones de charlar con él. Sospesó las opciones que tenía de recoger la espada de Sadán e intentar algún tipo de epopeya sin sentido, pero rápidamente descartó aquella solución por suicida. Lo iban a despellejar. Los tipos no tardarían en aparecer por aquella esquina. Pensó que en aquella coyuntura, de poco le iba a servir pegarse a la pared como una pintura rupestre. Sería de majaderos pensar que la treta le iba a funcionar dos veces. Advirtió cómo se aproximaban por el pasillo adyacente. A lo sumo le quedaba unos pocos segundos para que estuvieran allí con él.

De pronto.

―Ábreme la puerta, yo arreglar desaguisado. Rápido chiquillo.

‹‹¿Pero se puede saber quién diablos...››

Aquellas palabras resonaron como alguien que frota una tiza contra la pared, sacándolo por un momento de sus introspecciones, produciéndole una grima difícil de describir. ¿Era el grandullón quien se había dirigido a él? Armen se giró sobresaltado mirándolo con incredulidad absoluta. Sí le hubiese pedido un vestido con encaje y unas medias rosas para sus robustas piernas, no lo habría dejado con una mueca más escéptica. ¿Realmente estaba hablando en serio aquel tipo? ¿Pensaba que lo iba a dejar salir sin más después de lo que acababa de presenciar? ¡Debía de estar de broma o era un majadero en toda regla! Quizás fuera ambas cosas decidió. Los años de reclusión debían de haberle aflojado un tornillo.

―Abre la puerta. ―insistió de nuevo el mastodonte con aquella voz cascada y gutural. Su mirada era tan penetrante e intensa, qué pensó que la piel se le iba a caer a pedacitos como el tocino frito. ―Yo poder ayudarte a escapar. Prometer. ―Prosiguió con una calma insólita para alguien que acababa de reventar a dos personas como si nada. ―No tener ninguna intención de hacer daño a ti. Yo poder hacer frente a los que vienen.

Los Incondicionales seguían aproximándose cada vez más a su posición, muy pronto llegarían al mismo corredor donde él se apretaba en la pared con fuerza, donde al parecer, estaba ahí tan tranquilo conversando con un psicópata de más de dos varas que acababa de espachurrar la cabeza de dos hombres adultos como si nada y que le pedía salir a pasear. Se dijo que tendría que estar buscando una salida a aquel maldito lío y no en medio de toda aquella carnicería rodeado de cadáveres y preguntándose cómo había acabado así. Y mucho menos debería estar tratando con uno de los carniceros propiamente dichos. Suspiró con resignación. Ya de paso si lo mirabas con detenimiento, tampoco debería verse abocado a una situación donde se estaba poniendo en riesgo su propia vida, en un sucio antro, y rodeado de mierda y desequilibrados que podían destrozar a los incautos que pasaran por allí con la misma facilidad con la que uno se limpia el culo. Curiosamente en los ojos del mastodonte a parte de un odio desmedido e irreversible, un punto de locura, contrapuesto con la expresión calmada que sorprendentemente lograba componer, también le pareció ver un reflejo de sinceridad.

No es que fuera un experto en juzgar ese tipo de cosas, ni mucho menos era el más idóneo para opinar sobre la estabilidad emocional de nadie, pero algo en su interior le decía que podía confiar en aquella bestia su vida.

Contempló los cuerpos de los caídos, luego volvió a posarlos en los ojos del hombre de la celda, escuchó como los tipos estaban por doblar la esquina en cualquier instante, el desespero, la conmoción o la urgencia, o puede que quizás la impotencia que hace que a uno le importe todo un comino, hizo que actuara de aquella manera. Reaccionó con rapidez lanzándose hacia el cuerpo desmadejado de Sarpullidos, volteándolo sin ninguna ceremonia al ponerlo boca arriba. Por poco no echa la pota de nuevo encima del difunto, por poco. Con la torpeza de un imberbe amante que busca su primer pezón, rebuscó entre las ropas el manojo llaves que había visto antes. No tardó en dar por fin con ellas. Se levantó con presura y entonces se detuvo a medio camino de su destino. ¿Realmente era muy inteligente lo que tenía intención de hacer? Nadie le aseguraba de que cuando ese bárbaro estuviese suelto no empezaría a emprenderla a mamporros con él hasta dejarlo abollado como un saco de nabos. Era una decisión muy difícil de tomar y no le quedaba tiempo para excesivas vacilaciones. En cualquier caso fuese como fuese decidió finalmente, de una manera u otra su vida pendía de un hilo mirase por donde lo mirase. Así qué pensó con un último estallido de rabia ‹‹Que narices Armen, pues de perdidos al río››

Se acerco a la celda y comenzó a trastear en la cerradura, probando con cada una de las llaves del enorme manojo que tenía en ellas. Había unas cuantas, y no tenía tiempo de probarlas todas antes de que aparecieran sus invitados. El tiparraco lo miraba sin decir palabra alguna pelear con la cerradura, impasible como una piedra que resollaba. Se giró para ver como la luz de una tea comenzaba a sacar reflejos desde la esquina, anunciando la pronta llegada de más incondicionales. Trasteó con más presteza si aún cabía hasta que... Clak, cklak, clak. Con un último chasquido el cerrojo de la puerta se descorrió justo cuando tres tipos vestidos con cuero, de cuestionable catadura y una cara de malas pulgas que echaba para atrás, aparecieron en el corredor. Armen se hizo rápidamente a un lado y se apegó a la pared, el tiparraco abrió la puerta y salió a la galería, agachándose un poco para pasar por debajo del marco de la puerta de su celda. Ahora que lo veía con más claridad, era mucho más grande de lo que aparentaba en aquel diminuto zulo. Por la expresión que se les quedó a los recién llegados, blancas como la leche, probablemente también pensaron algo similar que él.

El titán en taparrabos lo miro durante unos segundos de incertidumbre que lo espeluznaron, en los que parecía que el tiempo se hubiese detenido por completo. Ahora sí que le sonrió de una forma obscena y perversa, para seguido lanzarse a la carga con un estridente y gutural grito de batalla sobre el sorprendido trío.

El primero intentó sacar el estoque que portaba en su vaina; no lo consiguió. El hombretón lo embistió con su hombro con la fuerza de un ariete, sin reducir la marcha un ápice, sacándole el aire de los pulmones mientras lo mandaba volando contra la pared, donde se estrelló con un estruendo espantoso. Al segundo y al tercero respectivamente, no les dio tiempo de reaccionar tampoco, los agarró de sus cabezas y los levantó del suelo como si solo fueran muñecos de trapo, luego hizo que sus seseras chocaran entre sí y los lanzó bien lejos suyo. El sonido del crujido de sus huesos llegó hasta donde se encontraba él. A pesar del escándalo que se estaba generando con tanto aullido, gemidos, llantos, dolor y huesos fuera de lugar, Armen no dejaba de contemplar anonadado aquella muestra de fuerza bruta de la naturaleza. Luego para asegurarse de su buen trabajo supuso Armen, el gigantón se dirigió hacia el primer caído con una pasividad funesta, el cual se trataba precisamente del que mando a volar en primer lugar. Con el pie descalzo y sin miramientos, le plantó una patada en los morros reventando su jeto contra la pared. Otro desagradable crujido y se quedó en silencio y muy quieto. El dibujo que quedó en el muro, recordaba al que dejada un mosquito espachurrado contra un tabique blanco. Luego se dirigió hacia los otros dos que había usado como sonajeros, los cuales aún se retorcían de dolor. Al primero le pisó el cuello mientras este aún se sacudía, le aplastó la tráquea sin ceremonia alguna. El otro, que tenía los ojos salidos por la conmoción e inyectados en sangre, intentó incorporarse inútilmente, pero el hombretón llegó junto a él. Lo cogió nuevamente de la cabeza con su enorme zarpa, y con un fuerte giro de su muñeca, le puso la testuz del revés. Lo dejo caer al suelo para mirarlo luego a él y argüir.

―Ya decir yo que poder arreglar problema tuyos amigo, si tu dejar salir. Ahora ver con ojos tuyos, Zerbes siempre cumplir con palabra suya. Zerbes ser leal. ―le soltó mientras componía una mueca que le recordó a un chiquillo que quisiera preguntarle a su hermano mayor los pormenores de cómo hacer para masturbarse. ―La gente de ciudad solo encerrar en celda a Zerbes por no entender costumbres suyas. ¿Zerbes no ser malo en verdad, saber? No hacer daño si otros no tirarle piedras o meterse con él por no gustarles aspecto suyo. Zerbes ser algo diferente a la gente de por aquí, pero Zerbes ser tranquilo.

Armen no sabía ni cómo reaccionar a aquella compleja declaración. A pesar de ser un monstruo, un psicópata con horchata en las venas, y aunque Institución no era el lugar idóneo donde trabar amistades en ningún caso, no le cupo ninguna de que el Zerbes no era un mal tipo del todo. Quizás fuese un incomprendido como él. O al menos eso quería pensar mientras era atravesado por esa mirada de mastín travieso que le ponía la piel de gallina. Alguien qué explicaba sus razones, aunque con una forma un tanto peculiar de hablar, no podía ser tan irracional después de todo. Al menos es lo que supuso.

Al parecer la desaparición de cinco hombres en el intervalo de diez minutos, había suscitado muchas preguntas en la sala de al lado. No tardarían en aparecer por allí. Como si el gigantón le hubiese leído el pensamiento.

―Zerbes pensar que ser mejor salir de aquí ―prosiguió ante su aturdida mirada. ―Haber muchos hombres malos en nivel andando por aquí bajo, pronto venir a ver qué pasa con amigos suyos. Mejor buscar salida pr.

El grandullón había dicho varias verdades enormes como puños, o al menos tan grandes como su propio interlocutor. Lo compinches de los hombres que acababa literalmente de aplastar como a cucarachas, pronto iban a aparecerse por aquel pasillo para averiguar qué es lo que había sucedido ahí. No creía que fuese a gustarles lo que se iban a encontrar cuando llegasen. La segunda verdad que había dicho el hombre, era que en una penitenciaría de aquellas características, lo más habitual es que estuviese a rebosar de asesinos, saqueadores y violadores, además del resto de calaña que se dedicaba a vivir del sufrimiento de los demás, vamos, en resumidas cuentas, que aquel subterráneo abundaban los hombres malos. En cualquier caso no podía seguir avanzando al siguiente corredor, estaba claro que nada bueno le esperaba si seguía en aquella dirección. Contando que cualquiera de todas las atrocidades que había tenido que presenciar hasta aquel momento, se les pudiese sacar algo de positivo. La sala no aparecía por ningún lado, los Incondicionales rondaban por el lugar, y además estaban montando una gran revuelta en las calles. Estaba acompañado por un bárbaro de proporciones épicas que se las daba de santurrón. Habían matado a su mejor amigo y ahora venían a por él. Tampoco no sabía si su intención final era llegar hasta el castillo de la ciudad para poder incendiarlo desde su interior.

No sabía qué demonios debía hacer a partir de ahí, pero tenía que pensar en algo y pronto, eso si no pensaba sobrevivir para descubrir que todo allí a fuera era aún mucho peor.

―Me llamo Armen. ―le dijo con un hilo de voz al rato. ―La verdad es que te diría que estoy encantado en conocerte, que un placer y todo eso, pero visto en las condiciones en que se han dado nuestro encuentro, dudo de que creyeses que eso fuera cierto. Aunque en algo sí que tienes toda la razón. Lo mejor será salir de aquí pitando.

La bestia lo miró inclinado la cabeza a un lado.

―Yo llamarme Zerbes ―le contestó dándose un golpe con un puño en el pecho, como si no lo hubiese repetido ya hasta la saciedad. ―Encantado.

Y así los dos emprendieron la carrera por el mismo corredor que acababa de llegar tan solo hacía un rato. Entonces recordó las palabras de Kumar. ‹‹ Localizará una palanca en la sala de guardia que se encuentra en la planta baja del edificio. Verá que está muy cerca de las escaleras que le habrán llevado hasta allí.›› Vaya suerte la suya, pues al final sí que iba a ser que se había pasado la puñetera sala de largo. Siguieron corriendo mientras se empezaron a escuchar blasfemias y gritos por detrás de suyo. Ya sabía que no les iba a gustar en absoluto.

Trago saliva y siguió corriendo. Zerbes marchaba al lado suyo.





[b]FIN


RE: [Fantasía épica] Baile de Sombras - kaoseto - 02/09/2015

Buenas, fardis!

Pues ya me he leído este último capítulo. Como siempre, el estilo es ameno y gracioso. Admito que algunas descripciones sangrientas me las leo procurando no imaginármelas mucho XD Me ha gustado la aparición de Zerbes. Y desde luego, Armen necesitaba una buena ayuda para salvarse de ese lío. También me ha hecho gracia que se pasase del lugar que le había indicado Kumar: es el típico error que suele pasar en la vida real y nunca pasa en los libros Wink Eso sí, sólo le ocurren desgracias al pobre, jejeje. Pero, así y todo, todo lo que ha visto no lo ha desquiciado todavía del todo.

Te señalo unos errores que he visto:

Quote:- Adelantó la temblorosa en la que sujetaba -> la temblorosa «mano», ¿no?
- probó de sondear a su alrededor -> he mirado y al parecer «probar de» es regional, se dice más «probar» a secas, así que te lo anoto
- Las recortadas sombras que se dibujaban no hicieron nada por calmar sus ánimos
- controlaba que su vejiga no diera suelta a su naturaleza -> ¿rienda suelta?
- como ara poder retomar -> para
- con e autor -> el
- a lo echo pecho -> hecho

Veamos ahora qué pasa, si encuentran esa palanca, o si vuelven a salir por la gran entrada, ayudan a Kumar y hacen una gran matanza de criminales xD Aunque también me apetece saber qué les pasa a Medar y Sarosh. Lo que me hace gracia es que, pensándolo bien, por el momento sigue siendo la misma noche, pero qué noche, jeje, a este paso no va a quedar ni el tato.

Saludos!


RE: [Fantasía épica] Baile de Sombras - fardis2 - 02/09/2015

Buenas compañera Kaoseto, un placer tenerte por aquí de nuevo. Veo que te armaste de valor y te leíste las casi 9000 palabras del tirón. XD La verdad es que no esperaba que nadie lo leyese en unos días por lo largo y la falta de tiempo y eso. Como tuve algún problema al colgarlo en Wattpad, siempre los hay, y ahora lo estoy pasando completamente a mano. Aprovechando la coyuntura, le estoy haciendo algunos retoques mientras escribo (más del tipo de sinónimos y retoque de alguna frases, y esas cosa más que nada) las cuales he ido insertando en este texto, aunque solo voy por un tercio de él XD.

La verdad es que creo que en este capitulo me influenció un poco más la narrativa de Sapkowski (pues estaba leyendo Estación de Tormentas) por lo que me recree un poco más en ciertas escenas. Soy un tipo que le van las carnicerías, pero no le gusta el gore o el terror, ¿paradójico verdad? No fuera bromas, pensé que tenía que describir con más ahínco los desperdicios que habían dejado en el lugar tanto Medar-Ashur, como anteriormente los Incondidionales. En el trozo donde narra Medar, creo que no me pude detener demasiado en esos aspectos mientras caracterizaba al personaje. Como tampoco me recree describiendo Institución.

La verdad que con la prematura muerte de Varsuf, que Kumar lo deja solo en el penal, y que Armen es un cobarde de décimo grado, decidí que tenía que encontrar un compañero curioso a la vez que fuerte que le ayudase a llegar a buen puerto. Aunque Zerbes estoy seguro de que va a dar mucho juego. Como bien has comentado en los libros los echos casi parecen acontecer fluidos, siempre en la dirección correcta, a pesar de estar cagadito del espanto, nada, uno que tiene una brújula mental va y se sale con la suya. Pero en la vida real, quizás uno se ponga a correr sin ton ni son, y eso si lo hace y no se queda paralizado como un ciervo XD La verdad es que si que lo esta desquiciando la traumática experiencia en muchos aspectos, pero a su carácter cínico y poco social, aún le costará un tiempo asimilar realmente lo que va acontecerle durante ese día (noche).

Ciertamente ahora tengo un trozo complicado, pues probablemente volvamos a Medar-Ashur y luego a Sarosh, que también, aunque por distintos derroteros, van a parar hacia palacio. Luego la cuestión será entrelazar todas las tramas para que ¡Al fin! De comienzo la historia propiamente dicha de verdad. Un Picasso que voy a tener que descifrar, vamos.

Gracias por pasarte compañera, como siempre es un placer.

Un saludo y nos leemos.


RE: [Fantasía épica] Baile de Sombras - fardis2 - 08/09/2015

Buenas compañeros, pues ya estoy de nuevo por aquí. Quizás se deba a la luna, o qué con tanto tiempo ocioso la musa de la creatividad haya decidido darme algo de trabajo para sacarme un poco de las listas del I.N.E.M Quien sabe. La cuestión es que sin darme cuenta tenía preparado uno de los trozos del siguiente capítulo, unas (3300 palabras) nada tan extenso como el capitulo anterior, que seguro que para algunos les resultó  para tirarse de las patillas. XD En fin, siempre queda en en términos de revisión, por lo que espero algún comentario para ver cómo va la cosa. El ritmo es lo que más me preocupa de todo.



CIUDAD EN LLAMAS


Medar contemplaba con interés desde el tejado de una de las pocas zonas de los Distritos donde no habían calado aún los disturbios, como el alboroto que se estaba montado allí abajo era destructor. Sin lugar a dudas tenía que admitir que se estaban empleando a fondo para causar el mayor caos posible en la ciudad. El daño iba a ser cuantioso. Vio a tipos revestidos en cuero prendiendo casuchas con antorchas para luego lanzarlas hacía dentro por los ventanales, mientras esperaban que el fuego se fuera extendiendo hacia todas las direcciones de los suburbios, con una celeridad pasmosa. Este consumió los maderos, la pizarra y los pobres materiales que se habían utilizado en las construcciones de los más infortunados; lamiendo sus deslucidas fachadas como si estuviesen hechas con vitela. Advirtió cómo los moradores de dichas viviendas salían de ellas en desbandada, con la sorpresa pintada en la expresión, asustados y con las caras negras por el hollín, sus ojos lacrimosos por la densa humareda que generaba aquel intenso fuego; confundidos y viendo sus pocas pertenencias arder mientras intentaban recuperar el poco aliento que les quedaba. No tardaron en ser abatidos por los Incondicionales que esperaban impertérritos fuera, los cuales sin el menor rastro de compasión y sin ninguna ceremonia, se dedicaron a apuñalarlos, a ensartarlos con sus lanzas o apalearlos con saña hasta matarlos. Los pocos residentes que logreasen escapar, que no serían muchos, fomentarían aquel horror por el resto de la Ciudad, no le cabía duda. Las campanas no dejaban de sonar ‹‹A rebato›› en consonancia con los gritos que proferían la gran cantidad de heridos. Los niños lloraban a moco tendido, las madres lo hacían también, aunque con bastante más contención, intentando consolar a los críos que berreaban a sus pies sin grandes resultados, los pocos hombres que no fueron sesgados por los cóleras de aquella ingente marea, impotentes maldecían sin poder hacer nada.

Los Distritos ardían como una enorme tea.

‹‹¡Vaya con los tipos estos Medar!›› Arguyó Ashur interrumpiendo su escrutinio ‹‹No veas como la gastan entre tus iguales. Me parece que los humanos fuisteis creados para masacraros entre vosotros y para poco más ¿No te parece una paradoja después de todo?›› preguntó con cierto retintín en la voz.

Medar prefirió no contestar a su alfilerazo mientras contemplaba el espectáculo con gesto serio. Sabía por dónde lo iban a llevar los derroteros de Ashur y no pensaba seguirle el juego. Era uno de los debates filosóficos e existenciales que más le gustaba resaltar tan pronto se le daba la más mínima ocasión. Sobre todo cuando era testigo de acciones más propias de sus congéneres que de gente que se hacía llamar ‹‹Civilizados››. En realidad tampoco podía reprochárselo después de lo que estaba fraguando a tan solo unos metros de él. Como siempre no dejaba de repetirle hasta el más soporífico de los tedios, según ‹‹Su Historia Real de la Humanidad››, que bien conocían los de su especie, los mortales solo eran simples contenedores que habían sido creados para esperar ser llenados por alguno de sus semejantes en algún momento u otro de su existencia. Que en esencia eran pervertidos hasta la médula desde que nacían, y que ni siquiera el tiempo podría cambiar eso en absoluto; que sus marchitas carnes eran corruptibles por naturaleza. Por resumir, que eran unos seres bastante semejantes a ellos en muchas de sus particularidades. No sabía si eso contenía algún poso de verdad o simplemente eran divagaciones de una mente enfermiza. Tampoco es que fuera un amante de la historia en cualquier caso. Observó el estropicio que se estaba causando en los Distritos sin moverse de la azotea donde se encontraba. El aire transportaba el olor del humo y de la madera quemada, el aroma de la carne al churrascarse, el tufo del desespero, junto a un sutil olor a sangre que se solapaba en aquel anárquico ambiente.

El esparcimiento de la autodestrucción.

Advirtió como un pequeño de no más de diez años, se aferraba al cuerpo de un adulto que yacía en el suelo con las ropas completamente ensangrentadas, todo a su alrededor ardía como una inmensa bola de fuego, pero el chiquillo se concentraba en tirar de la manga del sayo del caído intentando hacer que reaccionara cuan pronto fuera, el humo prácticamente los envolvía del todo. En un momento dado, presa del desaliento, comenzó golpear su pecho mientras lloraba y clamaba al cielo con rabia y dolor a partes iguales. Seguidamente posó su atención en un hombre de aspecto desfallecido que acunaba el cuerpo de una mujer más escuálida que él, la cual reposaba inerte en sus delgados brazos mientras este contemplaba con la mirada empañada hacía ningún lugar; la mujer lucia un color cetrino como el de una lubina pescada hacía dos semanas atrás. También llegó a distinguir a una mujer vestida con camisón raso con extravagantes estampados florales, que corría de un lado a otro de la avenida como una chiflada, con los ojos desorbitados y tirándose de los pelos mientras vociferaba como si la estuviesen tratando de violar. Concluyó que probablemente si aquellos bárbaros volvían a reparar en ella, ese sería el futuro más probable que la aguardaba. Vio a más aldeanos siendo asesinados por la simple razón de encontrase a la hora y en el lugar equivocados. Distinguió a más niños que pérdidas sus familias, deambulaban por entre la humareda y las llamas, los cascotes y destrucción, con escasas esperanzas de dar con alguno de sus allegados. Mujeres que lloraban la muerte de sus maridos, la de sus hijos, la de hermanos o de padres con amargo dolor. Todo se reducía a Muerte, sangre y destrucción. Así se resumía la carnicería que contemplaba. Los asesinatos, torturas y vejaciones los sucedían. Quizás en el fondo se atrevió a pensar Medar, Ashur no andaba del todo desencaminado al creer que solo servían para ocasionarse dolor entre ellos mismos. Que era algo parecido a la propia idiosincrasia que practicaban los de su especie tan a menudo. Puede que fuese cierto que esa era la esencia de su naturaleza; ser unos cascarones vacíos a la espera de ser rellenados por alguna alimaña de otros planos. ¿Por qué no? Por allí abajo aquel oscuro pelotón, siguió ensartando a algunos aldeanos más del lugar con practicada crueldad, sin tregua, causando el máximo terror allí por donde pasaban.

Al final reflexionó que por lo que a él respectaba, se la traía fresca sin lugar a dudas hacía donde se encaminaba la condición humana, sus ancestros y la muerte en todos sus aspectos le importaban aún menos, y ya puestos, también se la traía fresca lo  que le deparaba la providencia a esa misma sociedad a la que masacraban en esos instantes debajo suyo. Aunque no por ello dejaba de resultar desconcertante el dato si lo pensabas.

―Sigamos ―dijo al rato sin más preámbulos, antes de saltar a la siguiente azotea.

‹‹Que soso que eres cuando quieres Medar, más que una sopa condimentada con unas  piedras recogidas del camino. ¿Te lo había comentado en alguna ocasión?››

Nuevamente se abstuvo de responder, pues no estaba el horno para bollos. Siguió saltando de azotea en azotea como una centella en la oscura noche, como un borrón que cruzaba el cielo, dejando de prestar ya atención a la contienda que tenía lugar en las calles (O la matanza si se debía de llamar a las cosas por su nombre), salvando los varios metros que separaban algunas estructuras de las otras. Mientras saltaba hacia otro ajarafe de la casucha que tenía en enfrente, no se fijó que esta se formaba por una mezcla de paja rancia y vigas de madera carcomida, por lo que poco no pierde pie y cae a plomo sobre el pavimento. Su rápida reacción lo salvo a tiempo. ‹‹Por los huevos de Sansemar›› maldijo dando un pequeño traspié rodando por el tejado e incorporándose después. Demasiados años enquistado en aquella jodida letrina, habían acabado por deteriorar un poco sus facultades.

‹‹¿Solo un poco Medar?›› preguntó de nuevo con socarronería Ashur. Al parecer se había levantado especialmente graciosillo aquel día ‹‹Estas empezando a convertirte en un carcamal que pronto empezará a renquear y a sufrir de incontinencia, por si aún no te habías percatado. Por mis cuentas si no me equivoco, creo que tu edad ahora debe de rondar los ciento cincuenta años más o menos. Si no fuese por mi influencia sobre tus carnes, ahora serías ágape para los gusanos››

―No sabes lo feliz que me hace saberlo. ―Replicó mordaz Medar.

‹‹En cualquier caso›› prosiguió Ashur ignorando su sarcasmo ‹‹, el mayor punto flaco de vuestra especie es vuestra vulnerabilidad. Envejecéis igual de rápido que un eyaculador precoz se tarda en hacerse sus deberes ¿No sé si me entiendes? De allí que seáis considerados como una especie menor››

Estuvo tentado de preguntarle con total franqueza, quién narices los habían nombrado a los de su ralea como la ‹‹Especie Superior›› de la cual tanto se enorgullecía. Para los parámetros de las reglas del mundo en el que vivían, que él supiese, no eran más que simples entidades que habían logrado salir de un agujero aún peor del que acababa de abandonar tan solo hacía un rato, para ser exterminadas de un momento a otro. No sabía de dónde sacaba aquellas historias suyas, pero lo exacerbaban. Escupió hacia un lado y se reprimió, aunque no porque le faltaran ganas, así que simplemente respondió.

―Resultan muy elocuentes tus clases de teología, pero te recuerdo que no estamos corriendo por los tejados de una puta ciudad incendiada por esa mierda que me cuentas, sino para rajarle el cuello a ese maldito Merekai antes de que confirme a quién bien tu sabes, de que en realidad no caímos en los puentes Mayram. Por lo que no estaría de más que te guardases tu verborrea por un rato.

‹‹Como una sopa hecha con piedras, si te lo digo yo››

Llegaron a la última azotea que delimitaba con la avenida que llevaba a las murallas de Ciudad Alta, a partir de allí, tenía que seguir su camino por las calles. No le molestaba en demasía tampoco. En el fondo él era el cazador ahí. Saltó al suelo flexionando las rodillas para reducir el impacto al igual que atenuar el ruido de la caída; una pequeña voluta de polvo lo envolvió cuando toco suelo. ¿Qué se estaba volviendo un vejete carcomido por la edad? Ya le iba a enseñar al muy cabrón que en realidad aún le quedaban muchos atributos a este carcamal de unas especie inferior.

‹‹!Oye, pero a qué cuento viene ahora lo de llamarme cabrón! ¿Sabes que oigo perfectamente lo que piensas verdad?››

Medar compuso una sonrisa seca antes de contestar.

―Confió en ello.

Se asomó desde el parapeto que le proporcionaba la oscuridad de aquella calleja abandonada, y luego contempló; una de las cuatro grandes puertas que llevaban a Ciudad Alta, empotrada en un amurallado interior tan alto que daba vértigo, se apareció en su campo de visión. Un numeroso grupo de guardias bastante inquietos como gacelas las custodiaban. Se veían completamente perplejos por el caos que suscitaban las calles interiores de los Distritos. Observaban el fuego y la humareda que se distinguía claramente desde ahí, pero sin estar autorizados a abandonar sus puestos so pena de ser colgados, por lo que solo podían blasfemar y poco más. La incertidumbre estaba cuajando en todos los sectores de aquella porción de la ciudad, advirtió Medar, por lo que pronto el pánico y la anarquía se encrudecería. Se preguntó qué es lo qué estarían tramando aquellos trastornados con tanto alboroto a parte de crear ese desaguisado. Qué es lo que pretendían que ocurriera en realidad. Ahora que conocía el número de las fuerzas atacantes y los efectivos con los que contaba la guarnición de la ciudad, aquello no tenía ningún sentido para él. Tan solo habían logrado causar tanto daño por aquel inesperado ataque nocturno, y por que este había sido dirigido a la gente más humilde de la ciudad, aunque aquello iba a durar bien poco como bien tenían que saber ellos también. Cuando se organizaran los defensores de la ciudad, saldrían en tropel por aquellas puertas barriéndolos como una ráfaga de invierno a la hojarasca seca. Debía que salvar aquel punto y pronto, concluyó. Llegar a Palacio para averiguar qué era lo que estaba sucediendo en realidad y a qué se debía aquel ataque sin sentido; saber dónde estaba el muchacho y encontrar al padre a su vez sin que lo vieran. ‹‹Un trabajillo de nada después de un par de décadas de reclusión, ya ves››

‹‹Vaya, pues sí al final va a resultar que no has perdido el sentido del humor y aún te queda un corazoncito debajo de toda esa mugre›› Arguyó Ashur cáustico.

―Me sobrevaloras en exceso ―repuso sin desviar su atención de los hombres parados delante del portón, los cuales mantenían un acalorado debate entre ellos. ―, pero se agradece de igual manera.

La realidad es que era un tanto reticente a golpear a aquellos pobres infelices por realizar lo que a fin de cuentas se trataba de su trabajo. No había considerado ese tipo de contingencias cuando se lanzó a la carrera por los tejados en busca del Merekai para darle caza, por lo que ahora no pudo evitar reprobarse por su estupidez. Tendría que idear un plan algo más sutil si tenía pensado colarse sin romperle ningún hueso a nadie más por el camino. De todas formas, desfilar por aquella ciudadela con su aspecto y en taparrabos, no era la forma más idónea de lograr pasar inadvertido en cualquier caso. Le urgía buscarse unas ropas más acordes para seguir deambulando por el lugar sin pensara quién lo viera, que era alguna especia de Ghoul u otro tipo de criatura de pesadilla. Bien mirado concluyó, que con que los dioses proveyeran un par de simples mudas le bastaría. Andar por las calles más ampulosas de la ciudad como su madre le trajo al mundo y rebozado en sus propias heces, era una perspectiva potencialmente idiota. Resultaba curioso si te lo parabas a pensar con detenimiento. Tenía la fuerza de un toro bravo, la agilidad de un gato montés y una velocidad a todas luces sobrehumana gracias a la supuesta influencia que imprimía sobre él Ashur, pero ninguna de todas aquellas habilidades  le servían de ninguna utilidad cuando lo que pretendía era conseguirse unas tristes ropas con las que poder cubrir su desnudez. A no ser claro estaba, que se decidiera noquear a los guardias de las puertas y entrar por ellas como Pedro entra por su casa. Cuando empezaba a sospesar la alternativa, de pronto el ruido de los cascos de los caballos lo sacaron de su digresión, al rato, en la puerta junto al grupo de centinelas que lucían aún más perplejos, se les había reunido un nutrido batallón casi al completo. Estuvo a punto de maldecir pero se lo pensó mejor y aguardó. Bien mirado aquello pudiese redundar en su beneficio.
 
No es que lo pillara por sorpresa aquel advenimiento marcial, ya que solo era cuestión de tiempo que se organizaran los defensores para que saliesen a pararle los pies a los muy ingenuos de los asaltantes. Los caballeros marchaban con la armadura completa puesta al igual que de acorazados se exhibían sus castizos caballos, erguidos como palos mientras miraban por encima del hombro con autoridad. Dirigiéndose hacia lo más cruento del conflicto sin pestañear, advirtió. Detrás llegaron trotando un amplio destacamento de soldados uniformados con los blasones de la ciudad dibujados en sus tabardos, el tintineo de las armas, las corazas y los escudos que portaban los precedían, impetuosos pisaban el pavimento mientras miraban hacia el frente con el ceño fruncido y henchidos de valor; preparados para entablar batalla. ‹‹La Flor Innata de la Ciudad›› pudo constatar.

Se le ocurrió una treta para entrar en la ciudad sin levantar sospechas, y aunque no era una de las ideas más celebres que se le habían pasado por la cabeza, tampoco es que fuera popular por tener un agudo intelecto sin par, aunque quizás en el fondo pudiese funcionar si tenía un poquito de fortuna. Normalmente las ideas más absurdas e inverosímiles, los rudimentos que solían desecharse por contener una pizca de demencia, al final resultaban ser mucho más eficaces que los planes que se preparaban con premeditación. O al menos aquello es lo que quería creer en su fuero interno. La verdad es que no importaba demasiado, pues tenía que hacer algo y no pudo pensar en nada mejor que eso. Pasaría lo que tuviese que pasar, concluyó. Había que ser pragmático.

‹‹Sin lugar a dudas que el pragmatismo es lo que más te ha caracterizado Medar, nadie puede ponerlo en duda. Quizás esa sea la razón de que nos hayamos llevado tan bien durante todos estos años››

―¿Qué tal si me ayudas y te dejas de jilipolleces?

‹‹Ves, por eso es por lo que te quiero tanto. Sí es que eres un sol››


A pesar de la mordacidad de tono de su voz, ‹‹Se Abrió para Él›› dejando que absorbiera un poquito de su ser. Por qué en realidad eso es lo que los de su especie llamaban ‹‹Influencia›› en defecto era un contrato sellado con sangre muchas generaciones atrás. En cualquier caso no era momento para ponerse autodidacta tampoco ahora, así que agarró un guijarro y esperó a que el último grupo del pelotón pasara por delante de la calleja donde se parapetaba, mientras los contemplaba pasar a paso ligero sin prestar demasiada atención a los aledaños, más concentrados en lo que tenían enfrente suyo. Como ya se supuso, siempre había uno o dos que acababan por rezagarse del pelotón, ya sea por incompetencia o por la simple vagancia que caracterizaba a algunos hombres, pero la cuestión es que aquello era lo que buscaba. Se concentró, dejando que un poquito de la esencia de Ashur penetrara para imprimir más fuerzas en sus miembros. Esperó. Un latido, dos latidos, tres latidos y disparó. El guijarro salió lanzado con una fuerza y velocidad vertiginosa de sus manos, como si fuera un proyectil disparado por un mosquete que acertó en el costado del casco cónico de uno de ellos. Concretamente el que pensó que guardaba unas dimensiones más o menos similares a las suyas. Un pequeño ‹‹Gong›› como si alguien hubiese tocado un cencerro sonó cubierto por el ruido de su carga, que por fortuna, no fue percibido por ninguno del grupo que marchaba por delante de ellos. Suspiró aliviado. El hombre cayó al suelo hecho un revoltijo de miembros mientras su compañero se detenía sin saber muy bien que era lo que había sucedido. Medar salió de su escondite como una exhalación sin darle tiempo de reaccionar, le pego con el codo en la quijada, y este cayó igual de anestesiado que su compañero.

Pues al final no había resultado tan difícil después de todo. La congregación siguió por la travesía, ignorantes de que acababa de desmayar a dos de los suyos. Contempló cómo se perdían en la densa humareda que brotaba de los arrabales durante unos instantes. Perfecto. Agarró los cuepos y los arrastró hasta el callejón, dejando en cueros a los dos. Quizás cuando se despertasen en aquellas condiciones y en paños menores, se les pasaban horribles ideas por la cabeza. Evitó no sonreír mientras se ponía las mudas prestadas, la coraza y toda la parafernalia. Ahora solo le quedaba rezar por qué por pasarse tantos años en el agujero no hubiese perdido todos sus dotes de interpretación y listos. ¿Qué más le podía pasar? Se dirigió hacia las puertas con paso decidió y componiendo una expresión de urgencia. Concluyó que a las malas, siempre le quedaba la opción de noquearlos a todos como había sospesado en primer lugar.



Continuará



Espero haberos logrado entretener Tongue


Un saludo y nos leemos.        






 


RE: [Fantasía épica] Baile de Sombras - kaoseto - 16/09/2015

Buenas, fardis,

vaya, al fin he podido pasarme por aquí y leer el nuevo capítulo. Medar es una verdadera sopa de piedras, como dice Ashur, que parece ser el más cuerdo y simpático de los dos xD Y bueno, ahora supongo que no puede quedar mucho para el encuentro entre el Merekhai y Medar.

Reconozco que el principio del capítulo me ha resultado algo pesado con tanta descripción de la matanza y tal vez haya algún pasaje redundante. Desde luego, el ambiente de la masacre está retranscrito, pero tal vez se hubiera podido conseguir el mismo efecto con menos palabras.

He visto dos detalles raros: «como Pedro entra por su casa» (es extraño que existan Pedros en el mundo ese, ¿no?) y «La Flor Innata» donde, supongo, querías decir «flor y nata», je.

Bueno, pues a ver cuándo llegan ya todos a Palacio… a menos que caiga en este algún meteorito de improvisto y se solucione la cosa, jejeje.

Saludos!


RE: [Fantasía épica] Baile de Sombras - fardis2 - 16/09/2015

¡Buenas compañera Kaoseto! Como siempre, es un placer el verte por aquí.

Si la verdad es que Medar es un tipo complejo, ha asado por mucho durante su movidita vida y ahora como que no le interesa lo que les pase a los demás. Aunque en cierta manera verás que la mayoría de mis personajes no son muy dados al heroísmo. Y sí se que lo alargué, pero piensa que estamos viendo los acontecimientos desde tres punto de vista distintos, por lo que se hace un poco larga la llegada a punto culminante de esta parte. Aunque si todo va como o previsto, en este ya si que habrá algún encuentro con el Merekai. Esa es la idea al menos. XD

Cierto, yo también creo que me estoy recreando demasiado en algunos puntos, pero me gustaría crear el ambiente idóneo para lo que viene a continuación. Y ya de paso para darle más sentido al titulo del capitulo. Quizás es que soy un poco visceral bien pirado XD Me siento muy cómodo narrando atrocidades varias. Quizás deba comentárselo a algún profesional  Sad

Lo de Como Pedro entra por su casa, bueno se podría decir que suena incongruente, pero si pusiera otro tipo de nombre más... épico, perdería toda la esencia de la frase pienso yo. También cabe la posibilidad de que haya un pedro en ese mundo, a muchas leguas de allí. Lo de flor y nata, estas en lo correcto. No se en que diablos estaría pensando al escribirlo así. XD

Confío que en este capitulo todas as tramas se encontrarán, entonces probablemente estalle el Armageddon.

Un saludo y nos leemos compañera.

 


RE: [Fantasía épica] Baile de Sombras - fardis2 - 20/09/2015

Buenas compañeros y compañeras, pues ya estamos aquí de nuevo con otro extracto de este capitulo. La verdad me esta costando un huevo acabar con el arco argumental de la ciudad, pero es que quiero asentar unas buenas bases antes de que se inicie lo que sería el (Viaje) Como siempre digo, lo que más me preocupa de todo es el ritmo de la historia, si va cuajando o se hace repetitiva hasta la saciedad. Hay que tener en cuenta que todo esta visto desde tres puntos de vista muy distintos y con vidas totalmente paralelas unas de las otras, por lo que muchos de los echos son relatados desde otra de las perspectivas. En fin, que a ver que os parece.


CIUDAD EN LLAMAS (Parte 2)


De pronto las campanas comenzaron a tañer sacándolo de sus desgastadas reflexiones, arreciando a cada minuto que transcurría, rompiendo la tácita calma que había estado gobernando la zona tan solo hacía un rato. Frunció el ceño mientras se ponía en guardia. ‹‹¿Se puede saber qué es lo que pasa?›› se preguntó mientras se apegaba a la fachada de una de las muchas y suntuosas casas que circunvalaban la pavimentada travesía que llevaba hacia palacio. En este caso una inmensa casona señorial de varios pisos de altura como confirmó. En su balconada reconoció varios tipos de gárgolas esculpidas con todo lujo de detalles y precisión, de distintos tamaños y con las formas más fantasiosas que uno se pudiese llegar a imaginar; parecían estar contemplándolo curiosas. Les devolvió el gesto con una mirada similar. Apoyó sus posaderas en sus regios muros mientras oteaba hacia todas direcciones intentando discernir qué era lo que estaba sucediendo, o donde residía el peligro si es que en realidad había alguno que amenazara su seguridad. No tardó en advertir para su sorpresa y progresiva conmoción, que la zona llamada vagamente como Los Distritos, ardía igual que un fósforo por sus cuatro costados. Se distinguía un inmenso anillo de fuego que ascendía hasta el cielo y que en un instante convirtió la noche en día. De la inmensa aureola anaranjada refugia con vigor por encima del amurallado interior de Ciudad Alta, una nube de humo oscuro que fue cubriendo lentamente el firmamento. Comenzaron a escucharse los primeros gritos y voces de urgencia, los primeros indicios del pánico, mucha confusión en las calles, mucha tensión, violencia junto a un terror extático. Observó sin poder creerse lo que estaban presenciando sus ojos mientras se preguntaba. ‹‹¿Es qué en esta ciudad del demonio se dedican a calcinar sus hogares por puro vicio todos los días, o qué?››

A su recalo en Mansour no le habían pasado desapercibidos los restos de la Última Hoguera, durante las pocas horas que deambuló por sus abigarradas calles, reparó en los visibles estragos causados por unos incidentes bastante recientes en los que curiosamente, la ignición también había tenido una importante participación. Cualquier mortal que se preciara en tener un par de dedos de sesera y una pizca de sentido común, consideraría que lo que se estaba gestando delante de sus narices no podía ser casual. De ahí que aún no supiese muy bien cómo interpretarlo, y mucho menos cómo actuar al respecto. ¿Qué hacer a partir de allí? ¿Cómo debía proceder tras aquellas asonadas que ponían la piel de gallina a uno? ¿Debía implicarse en aquello o no? Eran unos pocos los interrogantes que tendría que ir resolviendo sobre la marcha se dijo, lo que había que reconocer, se había convertido en una afición que no era para nada ajena ni saludable para su persona. En lo tocante al fuego al menos, sabía que no pronosticaba nada bueno ni para él, ni para lo que fuera que hubiera venido a hacer en aquel recóndito lugar del mundo reflexionó. Estaba en cueros al desconocer ni por qué se había producido el mentado pandemónium que estaba contemplando con sus propios ojos, ni los apreciables incendios que se habían producido con anterioridad en la ciudad. Reconoció qué no tenía la más somera idea de qué puñetas había venido a hacer ahí si lo pensaba. Francamente, no habría estado nada mal que desde el fuerte se hubiesen dignado en prevenirle de que en la metrópoli podría encontrarse con una situación potencialmente efervescente, quizás se lo hubiese pensado varias veces antes de salir tan precipitado hacia la aventura, conjeturó.

Respiró profundamente hasta llenar sus pulmones de aire, despejó la mente por unos instantes mientras con una estudiada cadencia, fue expulsándolo lentamente. Volvió a repetir aquella operación hasta finalmente logró sosegarse lo suficiente como para pensar con un poquito de claridad.

Puede que incluso todo formase parte de su misión especuló, pues al fin y al cabo, esa era otra forma de instrucción más ¿No? Se dijo, aunque poco convencido en realidad. O no. Desecho aquella línea de reflexión. ‹‹¡Maldita sea!›› Suspiró sin saber muy bien qué hacer o como lidiar con aquello. Estaba sumergido en la completa inopia, lo que era un hecho irrefutable. Por lo que no había forma de que pudiese asegurarlo de ningún modo si se equivocaba o no. Tendría que indagar y apañárselas por su cuenta como había estado haciendo desde que prácticamente tenía uso de razón. Reprimió las remembranzas de sus épocas de miseria mientras apretaba la mandíbula y se abstenía de maldecir aullando al cielo por la exasperación latente que lo embargó. Y no es qué le faltasen ganas de hacerlo ni mucho menos. Había odiado aquella ciudad y sus gentes prácticamente desde un buen principio. A las pocas horas de estar deambulando por sus enmarañadas calles decidió, que le asqueaban aquellos irrespetuosas individuos y su bárbara manera de vivir, comprendió que no quería pasarse mucho tiempo allí, y ahora para su sorpresa, se percataba de que la odiaba aún mucho más que cuando llegó horas atrás. Era solo cuestión de tiempo que acabara matando a alguien en un arrebato psicópata en medio de alguna de sus amplias avenidas, o en alguno de sus estrechos callejones a plena luz del día concluyó. Si lo pensabas detenidamente, la verdad es que no hablaba de excesivamente mucho.

Solo deseaba acabar lo que hubiese venido a hacer allí y regresar a un lugar donde la cordura y el respeto rigiesen la vida de los hombres. Donde sus gentes no lo mirasen a cada instante por encima del hombro, o que tuviera que andarse en todo momento con ojo para que no lo estafara ningún gañan. Ganarse su fajín dorado y al fin poder cumplir con el cometido al que había dedicado toda su vida era lo que ansiaba. Acabar con todos los seres malvados que pululaban por ese mundo hasta erradicarlos y que no quédese ninguno. Esa era su ambicionada venganza, su Misión real, la razón por la que seguía existiendo. Suspiró por enésima vez en muy poco rato. Solo unas pocas horas en la ciudad y ya se estaba poniendo melancólico. Se abstuvo de volver a suspirar.

Advirtió que unas cuantas luces comenzaron a encenderse en las plantas superiores del caserón donde se había guarecido, como también comprobó lo estaban comenzando a hacer  todas las restantes casas de aquella elegante zona. Al parecer los ruidos y la pendencia habían interrumpido a la crem de la crem de la pirámide jerárquica de aquella metrópoli de su encuentro con Morfeo, con lo cual no veía muy sensato que lo reparasen rondando por los alrededores como un malhechor al acecho. Se desapegó de la fachada mientras decidía qué dirección tomar.

En un principio solo había salido de la hospedería para poder poner un poco en orden sus agitados designios, mentalizarse para lo que se le avecinaba y quizás ahora que lo pensaba, acercarse a palacio para apreciar de primera mano su suntuosidad si se daba la oportunidad. En ningún aspecto se habría imaginado que su paseo lo iba a acercar a aquel infernal asador. Lo más juicioso decidió tras meditarlo un rato, sería regresar de nuevo a la Dama Sobria lo más pronto posible. Puede que con un poco de suerte Gulag o incluso la muchacha llamada Sasha supiesen de qué iba todo aquel meollo. Pero los años de adiestramiento bajo la ala protectora de su hermandad le animaban a qué indagase por él mismo la verdad, mientras a la vez por otro lado, escuchaba la voz de su mentor susurrándole con su habitual amabilidad ‹‹Del audacia a la temeridad solo hay un pequeño paso Sarosh, de la vida a la muerte uno aún más corto muchacho. No lo olvides››

Escupió malhumorado.

‹‹¿Por qué tendré que recordarme siempre de los pasajes más funestos en los momentos más inoportunos?›› se reprendió por agorero, aunque finalmente decidió que lo menos problemático seria retornar hacía la hospedería.

Sarosh cruzó la calle corriendo de soportal en soportal, evitando las miradas curiosas a la par que estupefactas de las gentes que comenzaron a agolparse en los ventanales de sus casas; desde donde seguramente podían apreciar los fuegos que estaban consumiendo los Distritos en aquel momento. Tuvo mucho cuidado de que nadie se fijase en él mientras pasaba por debajo de ellos, aunque también pensó ¿Quién diablos se iba a fijar en un pobre desgraciado que pateaba por sus calles mientras que en Ciudad Baja se desataba el mismísimo infierno? En un momento dado, agazapado detrás de una enorme jardinera con exótico almendro que no hacia tanto había florecido y que no pegaba en absoluto con la restante decoración de la zona, cerca de una de las entradas de otra de la muchas lujosas mansiones que se apelotonaban en aquella área residencial, en la puerta aparecieron un grupo nutrido de hombres que confusos, aún peleaban ajustándose las últimas trabas de sus corazas mientras maldecían con variados estilos al viento.

―¿Estás seguro de que son fidedignos los informes Gaunsod? ―Preguntó con tono autoritario un tipo de prominente panza mientras contemplaba hacia el horizonte los fuegos fatuos que calcinaban la ciudad. A su vez, con gran esfuerzo y prácticamente con la tez igual de morada que el jugo de uva, intentaba desmañadamente lograr introducirse dentro de un peto plateado con intrincadas taraceas. Sarosh consideró que el tipo lucía el mostacho más grande que hubiese visto en toda su vida.

―El correo que hace tan solo unos pocos minutos nos ha llegado desde palacio, anunciaba las funestas nuevas que ya conoce desde hace un rato, padre. Por lo demás tan solo nos han reportado que debemos emplazarnos inmediatamente en la puerta norte con el mayor número de efectivos posible.

―¿Pero qué sentido tiene que el niño malcriado de Eriast haya decidió emprender una locura como la que se presupone precisamente ahora? ¡Es inverosímil que el propio hijo sea su propio verdugo, Gaunsod! Y aún así ¿Cómo puede ser que el alfeñique ese haya reunido a toda una cuadrilla de lunáticos y que estén atacando en estos momentos los Distritos sin que los retenes de guardia no estén haciendo algo al respecto?
 
―No tengo la menor idea de qué es lo que busca el muchacho liderando acciones de este tipo, también desconozco los pormenores que lo han llevado a actuar de tal manera. ―Confesó el hijo mientras negaba con la cabeza con laxitud; su voz sonaba cansada hasta la extenuación. ―Es la única información que tenemos por el momento.

Era un tipo con la cara salpicada de pecas, con el pelo claro y ensortijado, el cual llevaba hecho unos zorros. Su pose inquieta y su expresión incómoda, indicaban que no era la primera vez durante aquella noche que tenía esa conversación con su progenitor. Los hombres de su alrededor seguían pertrechándose mientras padre e hijo debatían sobre probabilidades y especulaciones diversas sobre el caso, mientras  Sarosh contemplaba como interactuaban sin moverse un ápice detrás del enorme tiesto donde se escudaba; prestando especial atención a todo cuanto se decían para comprender qué era lo que estaba sucediendo allí. Puede qué fuese innecesario al fin y al cabo acercarse hasta la Dama Sobria para recabar información. ‹‹El hijo del gobernador›› pensó meditabundo ¿Pero ese no era uno de los dos lechuguinos que le habían llamado tanto la atención en la posada? Si no creía recordar mal, al menos eso es como lo había llamado el posadero cuando hizo mención de ellos. Sí estaba seguro. Había citado exactamente aquellas mismas palabras. ‹‹El hijo del gobernador Eriast›› Ya le había llamado la atención en un primer momento, pero es que ahora lo hacía aún mucho más sin lugar a dudas. El hijo del mismísimo gobernador. Se preguntó mientras observaba a ese pequeño grupo de gente allí reunida, si realmente insinuaban es que el muchacho ha cometido algo así como un parricidio y ahora un conjura para una especie de sedición. ¿De allí todo ese jaleo y el fuego en los Distritos? Costaba el creerse verse envuelto en algo como eso por casualidad. Demasiadas coincidencias seguidas. Como también costaba no reírse de la imputación que le estaban haciendo al chaval. Por el aspecto del petimetre en concreto, no parecía el tipo de personas que se dedican a matar a sus familiares para seguidamente dedicarse a linchar e incendiar los hogares de sus propios conciudadanos. En todo caso su aspecto más bien denotaba todo lo contrario opinó. Un pardillo quizás pudiera ser, un bocazas probablemente, pero ¿Alguien capaz de matar? No. No tenía el aspecto de un asesino despiadado en absoluto. Y en esos menesteres bien sabía lo que se decía.

―Si está todo en orden, pues en marcha. ―Ordenó el tipo del enorme mostacho a los hombres que había reunidos en torno a él. Su tono de voz era el de un hombre al que le fuera asignada la labor de vaciar las letrinas o el de meterse en bolas en un lago helado. Reticente ―Cuanto antes acabemos con este estúpido asunto, antes podremos de nuevo regresar a nuestras casas.

El hijo montado al lado de él en un brilloso corcel, pareció aliviado de pronto.
Finalmente el grupo estuvo dispuesto para partir, reunido en un pequeño pelotón frente al terreno del caserón, mientras la tensión se acentuó alrededor de ellos. Las quijadas apretadas, los ceños fruncidos, las armas prestas; dispuestos a presentar batalla a sus agresores. Los fuegos seguían iluminando en el horizonte el cielo. Los aullidos, los lamentos junto al estruendo, seguían llegando a sus oídos de forma sincopada; el olor del humo le escoció en los ojos. Contempló la posibilidad de seguir su curso hacía la hospedería y al diablo con la curiosidad que lo embargaba. Meterse de pronto en medio de un conflicto armado no creía que formara parte precisamente de los planes que lo habían llevado allí; fueran cuales fuesen estos. Tampoco creía que fuese la mejor manera de mantener un perfil bajo hasta que finalmente dieran con él. En medio de sus divagaciones los tipos al fin partieron, a paso regular y en formación, mientras pasaban a escasos metros por delante de su escondrijo. Nadie se fijó en él. Murmuró un segundo ante la tesitura, no obstante comenzó a seguirlos dese una distancia prudencial. Evitando las zonas de más luz y las miradas preguntonas de la gente que se apelotonaba en los balcones. ¿Qué decían que le pasaba al gato con su curiosidad?

Sabía que pecaba de fisgón, el cual era uno de sus malos hábitos que tendría que erradicar con el tiempo. Por extralimitarse podía encontrarse en medio de asuntos que no eran de su incumbencia y que podía echar a perder todo lo que había venido a hacer allí. Entonces ‹‹¿Por qué diablos te diriges justo hacia el núcleo de todo maldito trajín?›› Puede que en el fondo fuese un cretino que quisiera hacerse asesinar. La realidad es que no lo sabría decir con seguridad.

Giró por el primer callejón que pudo, esquivando otra jardinera con la que no tropieza por los pelos, saltó y se emparró en una de las enredaderas de una de las paredes de la ampulosa casa que tenía en frente, mientras escalaba como una ágil araña negra; de la pared saltó hacia una balconada aupándose en un brazo hasta que se asentó en la terraza con una pirueta lateral. Todo sucedió en el lapso de un suspiro. Lo más raro es que el mirador estuviese desocupado en aquel instante concluyó. Oteó hacia el horizonte para orientarse y averiguar donde estaba la puerta norte de la que hablaban aquellos hombres. Lo primero que advirtió fueron los intensos fuegos que consumían los Distritos, ahora que lo advertía, los focos estaban mucho más extendidos y ganaban terreno a los chamizos con bastante celeridad; desde la alturas las columnas de humo ascendían como zarcillos negros que lo empañaban todo. Centró su atención en sus pesquisas más urgentes. Tras un rato de exploración, logró finalmente dar con lo que buscaba; La Puerta Norte. Ahí estaba. A tan solo unas pocas cuadras de donde se encontraba él. El pequeño pelotón se dirigía precisamente hacia allí con la misma cadencia de paso que cuando se inició la marcha; dirigidos por el tipo del enorme mostachón. Mientras, otros grupos similares salían de sus casas uniéndose a la procesión. Si se apresuraba supuso que posiblemente pudiera llegar antes que ellos al emplazamiento. Por lo que se dejó caer los varios metros que lo separaban del suelo, sin que las suelas de caucho de sus botas emitieran sonido alguno en el pavimento, mientras contenía el golpe de la caída flexionando los miembros y absorbiendo el impacto, seguido se irguió y emprendió una carrera por su calle en paralelo a ellos.

Esquivó un poste que no sabía qué diablos hacía allí mientras blasfemaba, saltó por encima de un banco de piedra absurdamente pequeño, esperó varios segundos debajo de una ventana hasta que los fisgones que miraban por ella, se metieran dentro mascullando lo poco que les importaba lo que les sucediera a los pordioseros de aquella zona de la ciudad, e incluso se guardó de varios grupos de hombres que también se dirigían hasta la avenida central con las armas prestas para reunirse con los demás. Pronto dejo el pelotón atrás, mientras seguía corriendo de sombra en sombra, detrás de los piares de las casas, detrás de altos arboles de grueso tronco, y hasta quizás si lo pensabas detenidamente, detrás de su propia defunción. Aunque por alguna razón que aún no llegaba a comprender, algo en su interior le impelía a qué investigara a fondo todo aquel asunto. ‹‹¿Tanto me importa lo que suceda con ese muchacho?›› Se preguntó. ‹‹¿Por la simple sensación que me ha suscitado  cuando se cruzaron nuestras miradas?›› No lo creía posible. Sería estúpido. Cuando llegó a la última cuadra que lo separaba de la enorme plaza donde se localizaba la puerta norte del amurallado interior de la ciudad, se permitió un más que merecido descanso. Respirando entrecortadamente se apegó a una de las paredes de un enorme almacén, luego se asomó desde una de sus esquinas.

Casi no podía creerse la cantidad de hombres que había reunidos allí. La amalgama de voces y sonidos casi se igualaban a los que podían escucharse detrás de los gruesos muros que los separaban del caos. ¿Cómo era posible que no lo hubiera escuchado hasta aquel entonces? Se estaba dejando llevar demasiado por sus malos hábitos y eso lo convertía en alguien torpe y descuidado. Lo que era un boleto seguro para un viaje a ultratumba a los que se dedican a un oficio tan peliagudo como el suyo. Contempló a los jinetes con su armadura, montando enormes percherones que pifiaban y pataleaban ansiosos sobre el empedrado, conocedores de lo inminente del combate, los cuales se congregaban en frente del portón en una cantidad nada despreciable. Los infantes con tabardos de color morado y un halcón bordado en la pechera cagaban con largas picas a la espera justo detrás de ellos, y no es que hubiese pocos precisamente. Soldados a pie se iban acumulándose poco a poco a ambos lados hasta llenar los flancos de los reunidos. Cada vez iban llegando más y más efectivos para sumarse a los ya congregados, y al rato fueron más, llenando por completo el espacio hasta que ya no cupo ni un alfiler más en el lugar. Las antorchas que portaban los hombres alumbraban rostros con expresiones adustas, semblantes llenos de preocupación, muecas manifiestamente funestas, y algunos gestos de deliberada excitación por el combate, aunque todos gradualmente fueron guardando silencio hasta que en la plaza solo quedó el ruido quedo que generaban las armaduras, y el inconfundible tintineo del metal. La expectación se hizo patente. Finalmente uno de los jinetes, montado en un inmenso caballo de batalla negro, se separó del grupo adentrándose hasta el centro de la plaza mientras el gentío se abría como el mar frente a la quilla de un galeón a la vez que murmuraban entre susurros. Nadie le replicó en cualquier caso al caballero en concreto. Debía de tratarse de alguien importante concluyó Sarosh, sin lugar a dudas, pues sin más el tipo se planto en el centro de la plaza como si esta no estuviera a punto de reventar. Se giró para dirigirse a la multitud allí reunida, se quitó el casco mientras dejaba que su rubia y deslumbrante melena ensortijada cayese libremente sobre sus acorazados hombros, dirigió una vistazo panorámico, para luego hacerse escuchar con la voz alta y clara de quien está acostumbrado a que le presten la debida atención. El también tenía bastante curiosidad por lo que tuviera que decir aquel hombre después de todo. De ahí que estuviera en aquellos momentos allí ¿No?

Contuvo el aire y esperó expectante a que hablara.

―No voy a andarme con rodeos. ―la voz de aquel hombre aunque de aguda tesitura, tenía un timbre claro que logró dejarse oír en todos los rincones del reducto; a pesar del trajín que se podía escuchar detrás de las grandes puertas de Ciudad Alta. ―A estas horas ya todos debéis de estar al corriente que nuestro gobernador Eriast Gahusad y toda la plana mayor del Consejo han sido asesinados en una de las salas del Magisterio. También estoy seguro de que sabréis que hemos averiguado que ha sido a manos de su propio hijo; Armen de Gahusad. ―Desde la multitud se profirieron variadas maldiciones y algunos juramentos que según Sarosh advirtió, sonaban tan vacios como el cuenco de un pordiosero con una dosis extra de mal fario. El tipo de la melena resplandeciente esperó unos segundos, antes de levantar su brazo hasta que la cantinela cesó de nuevo. ―Aún desconocemos que lo llevó a actuar de tal forma, si la codicia, la frustración o la simple estupidez, pero acaba de dejar a toda la ciudad en jaque de cara al resto del mundo. Sabemos que no actuó solo, eso es una certeza. Por el momento no hay ningún rastro del chaval por ningún sitio de Ciudad Alta, y podéis escuchar por vosotros mismos como alguien nos está atacando y quemando nuestros hogares, matando a nuestra gente en los Distritos. ―Guardo un dramático silencio dejando que el caos y los gritos desgarradores que llegaban desde las calles del otro lado del muro, fueran oídos nítidamente por todos los reunidos. ―Es la segunda vez que nuestra gente allí afuera, sufre por los desmanes de alguien que busca ostentar más poder del que le per toca por potestad. ¡Es la segunda vez que vemos nuestras calles arder por la ambición y el anhelo de poder, por una inmerecida gloria! ¡Pero no pienso dejar que haya una tercera! ¡No lo podemos permitir de ningún modo¡ ―los reunidos pronto pasaron de la melodrama a jalearlo con pasión. ―¡Yo el capitán Ashrans no lo pienso perimir aunque me cueste la vida! ―el enardecimiento era general observó Ashur. Aquello debía ser lo que llamaban un tío con oratoria. Era curioso lo que se podía conseguir eligiendo las palabras precisas en el momento más adecuado. ―¡¿Estáis preparados para defender lo que es de todos?!

La multitud respondió al unísono con un rotundo SÍ

―¡¿Vamos a dejar que alguien, quien sea, vuelva a destruir nuestras calles, nuestra patria, sin que reciba su más que merecido castigo?!

Las masas prorrumpieron con un contundente No.

―¡Entonces seguidme y acabemos de una vez por todas con esta abominable conspiración! ―dijo el hombre levantando su acorazado puño al cielo.

El ambiente en la plaza se enardeció, como si alguien tirase un fosforo a un cubo de brea, este prendió con sorprendente facilidad. El tipo se encasqueto de nuevo el casco para después reunirse de nuevo con el pelotón de caballería. A un gesto suyo comenzaron a abrirse las compuertas. La destrucción del otro lado comenzó a aparecer en su campo de visión.  El Infierno se había transportado a la tierra.

―¡Seguidme!

El capitán Ashrans  desenvainó una espada larga que refulgió con los fuegos fatuos de aquella noche, observó por última vez a los congregados, y ordenó partir. El resto de la guarnición salió en pos de él. Primero los jinetes, seguidos por los lanceros y los soldados después. Como una larga oruga acorazada en procesión hacía la misma brecha del Tártaros. Sarosh se quedó en su escondrijo, contemplando hasta que la plaza se quedó vacía por completo, hasta que las puertas se cerraron detrás el último hombre que pasó por ellas. Seguía sin saber quiénes eran los asaltantes que quemaban los Distritos, tan solo unas pocas insinuaciones sobre un complot que en su opinión, no había por donde agarrarlo. Al menos ahora sabía algo seguro, en aquella ciudad después de todo no se dedicaban a incendiar sus propias casas por tradición. Tan solo había otras personas que estaban bien dispuestas a hacerlo por ellas.

‹‹¡Jodidamente Fantástico! Lo que realmente me hacía falta para acabar de enamorarme de estos lares ¿Realmente una puñetera ciudad en guerra era el lugar que han elegido para que realice mi Prueba de Templanza? ¿En serio?›› Superaba pero con creces cualquier supuesto que se hubiera podido hacer en el camino.  
Contempló la plaza con ambivalencia mientras se preguntaba que otras sorpresas le deparaba la providencia en aquella aventura que había emprendido. De momento las estadísticas no parecían ser muy buenas tras todo lo acontecido en su primer día allí. Debía volver a la posada, concluyó. En aquellos instantes no podía hacer nada al respecto con todo aquello, necesitaba tiempo, información y reflexionar sobre todo antes de tomar ningún curso de acción, se dijo mientras retomaba el camino hacia la hospedería. Tenía que ser precavido decidió. No sabía qué hacía allí ni que se esperaba que hiciera en aquellas condiciones tan adversas. Lo más extraño era, es que no entendía por qué le había llamado tanto la atención aquel chaval en la posada, ni mucho menos por qué le habían asaltado tan distintas sensaciones cuando cruzaron por esos breves segundos sus miradas. Más absurdo era explicar por qué resultaba que ahora sentía  cierta afinidad para con él; a pesar de saber que el chaval acababa de ser acusado de un delito tan aberrante como lo era la alta traición. Lo único que sabía es que tenía que seguir esperando sin saber nada.

En los Distritos el auge del fragor se intensificó, la pendencia debería estar resultando encarnizada, pero él tan solo masculló una maldición mientras se internaba en los callejones con un humor de perros.

‹‹Odio esta maldita ciudad del demonio››




CONTINUARÁ........


RE: [Fantasía épica] Baile de Sombras - Aljamar - 07/10/2015

Buenas Fardis,

Antes de nada, enhorabuena por tu historia! Comencé a leerla en el anterior foro, pero no era tan larga ni mucho menos! Ojala llegue yo a escribir algo tan largo algún día, de momento tengo sólo el proyecto...

Después de leer durante casi un mes, voy a hacer un comentario global, si te parece:

- La trama está bien conseguida, compaginas bien los distintos personajes y escenarios.
- Sobre el ritmo, que preguntas, creo que en general lo llevas bien, aunque leyendo a trozos no es lo mismo.
- Los personajes también están muy bien conseguidos, intentas diferenciarlos bien y se nota.

Ahora las críticas/sugerencias:

- El estilo que tienes de usar los pensamientos de los personajes se me hace un poco raro, sobretodo porque lo usas con mucha frecuencia. No me refiero al dialogo con Ashur (eso se puede considerar un diálogo, aunque sea "interno") sino a las demas frases que van pensando los otros personajes... Aunque es sólo una opinión, y al final me he acostumbrado.

- Sobre el ritmo, creo que lo llevas bien, aunque como dice kaoseto, ultimamente las descripciones y ambientaciones se hacen un poco repetitivas... creo que pierde un poco el efecto que buscas. Y también me resulta algo confuso la historia del Merekai y los demonios... me parece bien que lo vayas desvelando poco a poco, pero opino que podrías revisrlo un poco porque a mí ne ha quedado esa sensación...

- Sobre el lenguaje, hay algo que no me gusta en absoluto, y es el lenguaje "vulgar" que usas para el narrador. Me parece bien en los diálogos o pensamientos de los personajes, pero para el narrador las frases coloquiales, etc. me parecen fuera de lugar. Es, otra vez, una opinion personal, pero es el principal pero que le pongo a tu obra.

Pues nada más, espero colgar en breve alguna cosita mía y seguiré pendiente de las andanzas de tus chicos!

Saludos, nos leemos.


RE: [Fantasía épica] Baile de Sombras - kaoseto - 07/10/2015

Buenas, fardis!

Me acabo de leer el último capítulo, se me había pasado cuando lo pusiste, y, bueno, ya que comenta las impresiones Aljamar, voy a comentar las mías Big Grin Lo que más me gusta de la historia es que hay muchos pensamientos y diálogos (de hecho, es la mayor parte de la historia). Si es que se puede mejorar, creo que en estos últimos capítulos hay unas cuantas ideas y pensamientos que se vuelven algo insistentes, así como algunas descripciones o acciones un poco alargadas, y tal vez se podrían resumir para aligerar la lectura. Es decir, depende evidentemente del estilo que le quieras dar a la historia, pero personalmente creo que hay muchas ideas que están bien y que se quedan un poco ahogadas o que pierden fuerza al darle demasiadas vueltas.

En cuanto a los personajes están bien creados. El que mejor me cae es Armen, jeje, creo que porque es más empático y porque uno sabe más o menos cómo va a reaccionar ante las adversidades. En este capítulo simplemente me ha chocado un poco la frase «Era solo cuestión de tiempo que acabara matando a alguien en un arrebato psicópata en medio de alguna de sus amplias avenidas, o en alguno de sus estrechos callejones a plena luz del día concluyó.» Parece como si Sarosh fuera un sicópata y acto seguido dice en qué consiste su Misión: «Acabar con todos los seres malvados que pululaban por ese mundo hasta erradicarlos y que no quédese (quedase) ninguno.» Y luego se pregunta por qué empatiza con Armen cuando entiende que lo están acusando en falso. Ya sé que los pensamientos muchas veces son irónicos, pero ahí realmente parecía estar pensando seriamente, de modo que uno ya no sabe muy bien si Sarosh tiene dos personalidades, jeje.

Bueno, en cuanto al lenguaje vulgar, forma parte del estilo que le quieres dar, así que yo no me meto Big Grin

A ver qué pasa ahora pues. No sé por qué, me da que las cosas pronto se van a precipitar!

¡Un saludo!