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[Fantasía épica] Infierno de dioses- Borrador caps. I-II-III - Printable Version

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RE: [Fantasía épica] Infierno de dioses - 1.La reina desvalida - Rohman - 25/04/2017

(24/04/2017 05:16 PM)Momo Wrote: Hola, Rohman,


Estás en lo cierto cuando dices que la escena del río es algo rápida. Creo que ya me lo has comentado alguna vez antes en alguna otra escena, alguna descripción poco trabajada, etc. Lo que pasa es que me salen unos capítulos lárguisimos y hay pasajes sobre lo que apenas incido, porque no son las partes que más me interesa remarcar. Intentaré pulirlas sin alargarlas. Si eso es posible.

En un par de entregas más llegaré al final de capítulo y espero que verte allí.

Nos leemos.

Momo, si te salen capítulos largos no pasa nada, mira el gordito de Martin; si están bien escritos al lector no le importará si metes algo más en esa parte, menos la paja sobrante... bueno, si te llamas como el anterior de igual, se lo tragan igual xDD
Saludos y aquí me tendrás como una roca en un río bravo, inamovible ante las corrientes xD.


RE: [Fantasía épica] Infierno de dioses - 1.La reina desvalida - Momo - 05/05/2017

Hola, Rohman

Quote:Momo, si te salen capítulos largos no pasa nada, mira el gordito de Martin; si están bien escritos al lector no le importará si metes algo más en esa parte, menos la paja sobrante... bueno, si te llamas como el anterior de igual, se lo tragan igual xDD

¡Pues menudo ejemplo me pones!!!! Yo le dí la patada a mitad de Festín de Cuervos porque se me hacía interminable.   Mfr_lol

Quote:quí me tendrás como una roca en un río bravo, inamovible ante las corrientes xD.

Snif! Me enternece tanta dedicación.  Te dejo a continuación el siguiente fragmento (el penúltimo de este capìtulo) antes de que pierdas el hilo por completo. No está pulido del todo. Asi que ya puedes meterte conmigo Wink

Nos leemos.


RE: [Fantasía épica] Infierno de dioses - 1.La reina desvalida - Momo - 05/05/2017

3 . El hijo menor (IV)

Férenwir se detuvo en el lindero del bosque. Había rasgado un jirón de su capa y se lo había atado alrededor del torso para evitar que la herida se le abriera más. Casi había dejado de sangrar, pero a pesar de ello el celestial ya no podía llegar más lejos. Se apoyó en un tronco y atisbó entre los altos robles aquellas cuatro casas que se ofrecían a sus ojos y que casi ni merecían el nombre de aldea. Aquellas apacibles cabañas, envueltas en la neblina del amanecer, eran como el gaznate de un lobo a punto de engullirlo. Lo sabía, pero lo atraían irresistiblemente. El granero era la construcción más alta de la aldea y había guardias frente a sus puertas. Los mismos hombres que le seguían los pasos desde el día anterior. Aunque ahora eran cinco. Seguramente el otro había partido para dar aviso de que habían encontrado su pista. Pronto serían demasiados para despistarlos.
Los caballos pastaban tranquilamente junto al granero, mientras los hombres afilaban sus espadas. Las hojas relucían con el sol naciente. Pero lo único en que podía pensar Férenwir era en que los aldeanos debían estar encerrados en aquel lugar y que necesitaba llegar hasta ellos como fuera.
Se sentó sobre la tierra húmeda y aguardó pacientemente, entre sombras, hasta que un poco más tarde tres de ellos se alejaron hacia las chozas para traer comida. Era ya por la mañana. Una mañana soleada. Férenwir se levantó y se acercó a hurtadillas hasta la parte de atrás del edificio de madera. No había ninguna otra puerta. Ni siquiera ventanas. Así que fue directo a la entrada principal. Apareció por la esquina y sorprendió al guardia de cabellos rojos que tenía más cerca. Lo golpeó duramente en la tráquea con el canto de la mano, dejándolo sin resuello. Su compañero desenvainó de inmediato. Férenwir se inclinó y eludió su golpe. Giró sobre sí mismo, quedando de espaldas a él, y le aferró el brazo que sostenía la espada. Torció el miembro con tanta violencia que oyó claramente el crujir de las articulaciones. El hombre bufó de dolor. La hoja, guiada con mano de hierro por Férenwir, rajó de parte a parte el pecho del soldado pelirrojo que tenía en frente y que había conseguido desenvainar a duras penas. El profundo tajo dejó a la vista las costillas quebradas y el pelirrojo se desplomó en el suelo, mortalmente herido. Su compañero, tras el celestial, soltó una maldición. Consiguió desasirse, pero antes de que se separara de Férenwir, éste le propinó un brusco codazo en el estomago que lo hizo doblarse y retroceder dos pasos. Férenwir se giró y le soltó una patada en la cara. El guardia cayó hacia atrás con el rostro ensangrentado. Férenwir recogió la espada y le puso un pie en el pecho. Los ojos despavoridos del hombre estaban clavados en él como si no pudieran ver ninguna otra cosa. Férenwir hundió la hoja en su garganta, con tanto ímpetu que quedó clavada en la tierra. Se apoyó un instante en la empuñadura para recuperarse un poco, sin embargo el tiempo apremiaba y ni tan siquiera podía concederse ese pequeño lujo. Se dirigió a la puerta del granero y la derribó de un puntapié.
De repente toda la debilidad que había ignorado regresó y tuvo que apoyarse en el marco de la puerta. Sangraba otra vez. Sus dedos se pusieron blancos debido a la fuerza con que apretó la madera para no caer. Miró hacia el interior. Una veintena de aldeanos se refugiaban en el fondo del granero. Vio que los hombres aferraban hoces y cuchillos y que las mujeres se habían refugiado tras ellos. Aquello lo hubiera sorprendido de haber tenido la mente más clara, pero estaba mareado y a punto de caerse al suelo. Durante unos instantes nadie hizo nada. Ninguno de los aldeanos se acercó para ayudarle y Férenwir se preguntó por fin qué ocurría.
—Por favor, quitadme la correa de cuello... —les pidió—. Por favor...
Un silencio preñado de sombras siguió durante unos instantes a aquel ruego.
—No. —Uno de los hombres sacudió la cabeza con lenta determinación. Aun sostenía el cuchillo ante él.
Férenwir lo contempló incrédulo.
—Pero yo... yo quiero ayudaros— casi balbuceó. Por un momento olvidó incluso su propia debilidad.
—Eso es lo que tú dices. Y puede que sea cierto... O puede que no —dijo el hombre que le había respondido primero, el más fornido y de cabellos oscuros. Parecía hablar por todos, pero sus palabras habían sonado casi con resentimiento. Un resentimiento que Férenwir no comprendió. Quizá le molestaba que hubiera irrumpido de aquella manera en sus apacibles vidas. —Pero lo que sí es seguro es que el rey Hroan nos despellejará vivos a todos, incluso a los niños, si hacemos lo que nos pides.
—¿Es qué no sabeis quién soy?
—Sabemos que no eres como nosotros.
—¡Puedo protegeros! —se ofuscó el celestial. La cólera se estaba llevando los últimos vestigios de energía que le quedaban. —¡Solo quitadme está correa y Hroan dejará de atormentaros! ¡Por todos los dioses! ¡Os juro que lo borraré de la faz de la tierra! Tengo poder suficiente para eso y para mucho más. Tan solo teneis que librarme de esta condenada correa.
Aquellas últimas palabras habían sonado con una desesperación tan extrema que una mujer se mordió los labios y miró al jefe de la aldea. Pero el aldeano la detuvo con una mano. Contemplaba la herida en el costado de Férenwir. Una herida que casi lo partía en dos y que debería haberlo matado ya hacía tiempo.
—Una abominación de la madre naturaleza es lo que eres —murmuró roncamente. —Con la que es mejor no tener tratos. No desafiaremos la ira de un rey enloquecido por tu causa.
Por un instante Férenwir se quedó sin palabras. ¿Tanto habían cambiado las cosas en diecisiete años? Por más que se esforzaba no lo entendía. ¿Hasta ese punto había envenenado Hroan las mentes de los hombres? El temor y los engaños habían tejido una telaraña que lo envolvía por completo. Cada vez con más firmeza. El celestial se había aferrado a la posibilidad de encontrar a un solo viajero, a un solo aldeano, como a un clavo ardiendo. Una sola mano que mostrara un poco de humanidad. Había luchado por ello hasta sus últimas fuerzas y ahora... descubría que no le servía de nada. Se desplomó de rodillas.
—Deberíais temerme a mí más que a Hroan —murmuró de repente, con una voz que casi no pareció suya.
Los pensamientos más oscuros se revolvían dentro de su cabeza como una jauría de perros rabiosos. En dos zancadas, a pesar de que apenas se sostenía sobre sus pies, estaba seguro de que podría arrebatarles una hoz o un cuchillo a aquellas manos trémulas con un último esfuerzo. Podía tomar un niño y hacerlo sangrar o simplemente matar a uno de los hombres y los demás le obedecerían. Le quitarían la correa. Aquel pensamiento casi lo hizo estremecerse por la intensidad con que lo sintió. Quizá matara a uno, pero salvaría a los demás. Férenwir se rió por lo bajo, casi como si estuviera perdiendo la poca sensatez que le quedaba ante la sola idea de pensar aquello. Pero sabía que era cierto. Verían un poco de carne muerta y como los títeres que eran se moverían al impulso de otra mano, de otra voluntad que no fuera la suya. Igual que se habían movido hasta entonces empujados por los deseos de Hroan. Tan simples y tan débiles como las hojas que se balancean con la brisa. Sentía que perdía el aliento, que caía por una pendiente en la que no encontraba nada a lo que agarrarse. No apartó los ojos del suelo, pero ni tan solo veía la sangre que lo cubría.
Por fin levantó el rostro. Aquellas miradas amedrentadas de los hombres, a pesar de mantener aún los cuchillos en alto, las manos crispadas de las mujeres, tras ellos, aferrando sus bastos delantales, los niños pequeños y pálidos agarrados a sus caderas, abrían un abismo entre el celestial y los aldeanos que éste no podía cruzar sin pagar un precio demasiado alto. El miedo había echado raíces demasiado profundas en aquel granero.
Entonces recordó que Ísern había caído. Que su padre y sus hermanos estaban muertos. Si renunciaba a lo que era, si se volvía contra quienes debía proteger, ¿qué le quedaría? ¿De qué le valdría ser libre?
Se dobló sobre sí mismo y rozó el suelo húmedo y rojo con la frente. Sabía que el rugido de ira que se escapaba de su garganta aun atemorizaría más a aquellas gentes, que aún las alejaría más de él. Pero simplemente no podía contenerse. No podía creer lo que le estaba ocurriendo y era como si unos dedos perversos le estuvieran estrujando el cerebro y lo estuvieran poniendo todo patas arriba dentro de su cabeza.
Se sentía abandonado por todos y sin salida. Y de pronto comprendió que la suerte estaba echada. Que ocurriría lo que tuviera que ocurrir. Y que pagaría por ello con su propia vida si era preciso. Pero no levantaría la mano contra aquellos aldeanos. Nunca se había sentido tan desgraciado ni tan seguro de algo.
Los otros tres guardias entraron violentamente en el granero. Férenwir se levantó como pudo. Intentó llegar al rastrillo apoyado en la pared, pero recibió un golpe que lo derribó. Se volvió en el suelo, contemplando como la espada descendía hacia su pecho. Los aldeanos se habían apretujado en el fondo del granero. Las mujeres gritaban. La espada se clavó a su lado, entre la paja, sin fuerza. Desde atrás otra hoja surgía del pecho del hombre. El soldado se desplomó junto a él. Férenwir aún sin reaccionar, levantó los ojos y vio al joven noble de la capa verde. También estaba herido. Había iniciado un movimiento para quitarle la correa. Se había inclinado hacia él. Sin embargo se volvió sin tiempo de hacerlo, cuando recibió otra herida del tercer guardia por la espalda. El joven detuvo un nuevo golpe con su hoja. Pero Férenwir vio la muerte en sus ojos. Ya no le quedaban fuerzas. Su compañero apartó su espada y le segó el cuello. Férenwir alargó su mano hacia la espada del soldado que había caído primero y se levantó con una ligereza inesperada, incluso para él mismo. Cuando el hombre barbudo se volvió fue él quien le cortó la cabeza con un movimiento fácil, casi elegante. En seguida la espada cayó de su mano. Los perros se acercaban. El viento traía sus ladridos. Férenwir ni siquiera se volvió a mirar otra vez a los campesinos, no se detuvo ni un segundo a rendirle un último pensamiento al joven noble que le había salvado por dos veces. Salió a trompicones del granero. Montó en uno de los caballos y casi derrumbado sobre la testuz del animal se dirigió al galope hacia el norte.
A media tarde el caballo lo derribó. Quedó tendido en el suelo y ya no pudo recuperarlo. Aún oía los ladridos de la jauría. A lo lejos. Pero el bosque de Hnoreth estaba ahora más cerca. Llegaría, aunque fuera arrastrándose. Allí aún tenía una oportunidad.


Empezó a llover de nuevo y aquella vez la lluvia no se detuvo y se volvió torrencial en poco tiempo. A cada paso los pies de Férenwir se hundían en la tierra anegada hasta los tobillos. Cayó varias veces, pero volvió a levantarse con una fe ciega en que alcanzaría el bosque pronto. Por fin, a lo lejos, el terreno se elevaba abruptamente ante sus ojos ocupando todo lo que veía, coronado de árboles. Y alzándose sobre la poderosísima muralla de copas oscuras, el Ilaënth lo dominaba todo, una sombra más clara en la noche y hermosa, hasta casi rozar las nubes. La punta del cabello de uno de los siete titanes que daban forma a las entrañas del mundo de Aar y uno de las pocos prodigios que atravesaba en su forma verdadera las cuatro realidades que se superponían en él. Era tan gruesa como veinte torres y tan alta que se alzaba sobre los altísimos árboles para transformarlos en algo diminuto a sus pies. Debía escalar aquella poderosa muralla de tierra para llegar a él. Si alguno de los suyos aún permanecía en Anerhuin le escucharía y acudiría a su llamada. Hroan le había dicho que todos los celestiales supervivientes había partido más allá del mar después de la guerra. Pero Férenwir no le creía. No quería creerlo. Con sus últimas fuerzas medio corrió, medio se arrastró hacia las tierras altas. Presentía cerca el latir del Ilaënth. Debía posar su mano sobre él. Solo rozarlo y el eco de su presencia se extendería como un suspiro incontenible hasta el último rincón de Anerhuin. Atraería la atención de los suyos. Los ladridos resonaron tan cerca en la noche que cerró los ojos y se sintió desfallecer. ¿Y si no conseguía llegar? La necesidad de reencontrarse con los de su sangre casi le resultó imposible de soportar. Y entonces a pesar de la distancia el Ilaënth le respondió, como si despertara apenas con su presencia, unido a él y a su estirpe a través de las eras, por lazos tan legendarios que se hundían en la creación de aquel mundo. Fue tan solo un segundo y todo se apagó después. Férenwir se detuvo contemplando la difusa silueta a lo lejos. Y de repente se quedó sin aliento.
—¿Sheran...? —murmuró atónito.
Había rogado por la presencia de uno de los suyos y había aparecido él. ¿Por qué él?, se preguntó con repentino desánimo.
Incluso sin verle Férenwir podía sentir en cada suspiro de aire que no le ayudaría. Miró hacia el norte como si pudiera atravesar las sombras. Si había esperado algo, aquella esperanza se apagaba como si también estuviera lloviendo en su interior. Férenwir cerró los ojos con fuerza. Por primera vez sintió el frío de la lluvia en los huesos. Una ráfaga de viento trajo una nueva algarabía de ladridos, a su espalda. A punto de alcanzarle. Estaba bien así, se dijo con un gesto determinado. Si tenía que ser de ese modo, sería de ese modo. Y echó a correr hacía el talud.
No sabía muy bien como, pero Sheran había escuchado como un eco muy lejano aquella vibración en el aire. Tenue. Perdida entre las incesantes mareas de poder que era el mundo para los celestiales. No podía saber si alguno más de los suyos la había percibido, aunque poco importaba en realidad, porque de todos ellos él era el único que aún podía usar los senderos etéreos de los vnawä. Así que sabía muy bien que no los encontraría allí. Apareció en lo alto de uno de los olmos que se asomaban sobre el precipicio, en el lindero del bosque, al mismo filo del barranco. Y lo que vio le hizo elevar las cejas de incredulidad. Férenwir, en medio de una llanura empantanada, le miraba. Sheran sabía que buscaba ayuda. Tenía un aspecto horrible y también percibió a los hombres y a los perros que se le acercaban. No tardarían en darle caza.
El rostro de Sheran se volvió tan inexpresivo como si fuera de piedra, considerando aquella inesperada situación. Había esperado durante largo tiempo ese momento. El momento en que uno de los celestiales de la estirpe de Pernmar fuera perfectamente consciente de que lo abandonaba a su suerte cuando hubiera podido salvarlo con solo pronunciar una palabra. Con un simple gesto de su mano. Pero al mismo tiempo no le gustaba pasar por aquello.
Férenwir alcanzó el talud de tierra cuando los perros ya lo rodeaban por todas partes. Aunque nunca habían llegado a morderle, le arrancaron la capa de los hombros. Para ellos parecía tratarse casi de un juego. El celestial trepó por la húmeda pared. Resbaló un par de veces, pero consiguió ganar altura con rapidez. Afortunadamente su mano derecha había empezado a curarse. En seguida los jinetes que seguían a la jauría surgieron de las entrañas de la noche y se detuvieron al pie de la perpendicular elevación del terreno. Desmontaron. Apenas veían nada a la luz de los faroles de aceite que portaban, pero estaban seguros de que su presa se encontraba allí. Los perros lo demostraban a las claras.
Férenwir empezó a maldecir, porque con la lluvia la tierra parecía deshacerse y no lo sostenía. Estaba a medio camino y a punto de caer otra vez. Hundió las manos en el barro. Sus dedos dejaron profundos surcos a lo largo del talud, mientras resbalaba muy poco a poco. En el último momento clavó la punta de la bota derecha en la pared y su descenso se detuvo. Contuvo la respiración, porque sentía como si se sostuviera de puntillas sobre un suspiro de viento. La pertinaz lluvia se escurría por su rostro, mientras oía las maldiciones y los ladridos de los perros esperándole más abajo. Apretó los dientes con decisión. Alzó la cabeza y sus dedos volvieron a arañar el fango, dejándose trozos de uñas y piel, aferrándose a cada puñado de tierra mojada como si fuera lo único que existiera para él. Consiguió ascender apenas, pero entonces resbaló un buen trecho de golpe. Se había detenido precariamente y contuvo la respiración con los latidos de su corazón golpeándole en las sienes como un tambor. De pronto se precipitó hacia abajo con un alarido de furia.
Medio talud había caído con él en una avalancha de barro. Los hombres, chapoteando, corrieron hacia donde se encontraba. Antes de que pudiera levantarse empezaron a golpearlo con rudeza. Varias cuerdas se enredaron alrededor de su cuerpo.  Intentó quitárselas de encima.
—¡Sheran! —gritó ahogadamente mientras se defendía con uñas y dientes.
Volvió a gritar aquel nombre, airado, triste y derrotado al mismo tiempo, con el mismo desgarro que le estaba destrozando el alma.
—¡Sheran!
Sheran sintió que se le erizaba el vello en todo el cuerpo al escuchar aquella llamada. Férenwir no apartaba los ojos de él. Sabía perfectamente donde estaba. Los hombres se echaron encima de Férenwir y casi desapareció de su vista.
—¡No! ¡Soltadme!
Finalmente le pasaron un lazo de cuerda por el cuello. También le habían atado las manos por encima de los grilletes.
Los dedos de Sheran se crisparon sobre la corteza del olmo. Crein había jurado matarlo. Kómaron y Erren lo habían intentado. Pero Férenwir nunca se había cruzado en su camino. No sabía si por falta de ocasión o por la falta de voluntad para hacerlo.
A sus pies el caballo al que habían sujetado la cuerda arrastró al cautivo por el barro. Férenwir se llevó las manos atadas al cuello intentando respirar. Ya no se defendía, pero los soldados continuaban pateándolo. Férenwir, a pesar de los golpes y los tirones, no apartaba los ojos de la oscura silueta del bosque. Lo habían amordazado, pero su mirada, aun desde tanta distancia, todavía le quemaba a Sheran como el fuego.
Algo se retorció en el interior de Sheran. Un sensación que lo perturbaba y le desagradaba. No quería saber lo que era. Y la aplastó. Como aplastaba siempre cualquier sentimiento que lo debilitara. Y aún así el grito de Férenwir se le había clavado en el pecho.
Sheran se sorprendió al ver que el cielo encapotado y gris se iluminaba apenas por el este. La noche entera ya había pasado. Pero había estado tan inmerso en una vorágine de pensamientos extraños y molestos que ni siquiera lo había advertido.
Férenwir había gritado su nombre. Sheran había creído que era furia. O desesperación. Pero quizá había sido una súplica. Recordó sus propios gritos en Nargthodome. ¿Realmente podía un hijo de Crein de Pernmar pedirle compasión? Comprendió hasta qué punto se había humillado Férenwir. Aunque para entonces ya era demasiado tarde. Amanecía y Férenwir y los hombres que lo habían capturado ya se habían marchado hacía mucho tiempo. Sheran tomó aliento muy lentamente, intentando ordenar sus ideas. Su estancia en Nargthodome lo había destrozado hasta tal punto que estaba muerto por dentro. Tan muerto como si le hubieran arado las entrañas con sal. Y ni siquiera la venganza podía llenar ya la oscuridad que lo devoraba.
A su alrededor la lluvia continuaba impregnándolo todo de tristeza.


RE: [Fantasía épica] Infierno de dioses - 1.La reina desvalida - Rohman - 06/05/2017

3 . El hijo menor (IV)

Férenwir se detuvo en el lindero del bosque. Había rasgado un jirón de su capa y se lo había atado alrededor del torso para evitar que la herida se le abriera más. Casi había dejado de sangrar, pero a pesar de ello el celestial ya no podía llegar más lejos. Se apoyó en un tronco y atisbó entre los altos robles aquellas cuatro casas que se ofrecían a sus ojos y que casi ni merecían el nombre de aldea. Quitaría lo subrayado, pues ya dices cuatro casas. Aquellas apacibles cabañas, envueltas en la neblina del amanecer, eran como el gaznate de un lobo a punto de engullirlo. Lo sabía, pero lo atraían irresistiblemente. El granero era(para no repetir "era": "El granero estaba entre la construcción más  la construcción más alta)) de la aldea y había guardias frente a sus puertas. Los mismos hombres que le seguían los pasos desde el día anterior. Aunque ahora eran cinco. Seguramente el otro había partido para dar aviso de que habían encontrado su pista. Pronto serían demasiados para despistarlos.
Los caballos pastaban tranquilamente junto al granero, mientras los hombres soldados afilaban sus espadas. Las hojas relucían con el sol naciente( aquí podrías sacar a relucir algún destello de calidad, y más con tu calidad, chica: "Las hojas relucían con el sol naciente, y la calidad de esas armas se notaba en todo el conjunto (solo un ejemplo, que se que tu puedes sacarle más)). Pero lo único en que podía pensar Férenwir era en que los aldeanos debían estar encerrados en aquel lugar y que necesitaba llegar hasta ellos como fuera.
Se sentó sobre la tierra húmeda y aguardó pacientemente, entre sombras, hasta que un poco más tarde tres de ellos se alejaron hacia las chozas para traer comida. Era ya por la mañana. Una mañana soleada. Férenwir se levantó y se acercó a hurtadillas hasta la parte de atrás del edificio de madera. No había ninguna otra puerta. Ni siquiera ventanas. Así que fue directo a la entrada principal. Apareció por la esquina y sorprendió al guardia de cabellos rojos que tenía más cerca. Lo golpeó duramente en la tráquea con el canto de la mano, dejándolo sin resuello. Su compañero desenvainó de inmediato. Férenwir se inclinó y eludió su golpe. Giró sobre sí mismo, quedando de espaldas a él, y le aferró el brazo que sostenía la espada. Torció el miembro con tanta violencia que oyó claramente el crujir de las articulaciones. El hombre bufó de dolor. La hoja, guiada con mano de hierro por Férenwir, rajó de parte a parte el pecho del soldado pelirrojo que tenía en frente y que había conseguido desenvainar a duras penas. El profundo tajo dejó a la vista las costillas quebradas y el pelirrojo se desplomó en el suelo, mortalmente herido. Su compañero, tras el celestial, soltó una maldición. Consiguió desasirse, pero antes de que se separara de Férenwir, éste le propinó un brusco codazo en el estomago que lo hizo doblarse y retroceder dos pasos. Férenwir se giró y le soltó una patada en la cara. El guardia cayó hacia atrás con el rostro ensangrentado. Férenwir recogió la espada y le puso un pie en el pecho. Los ojos despavoridos del hombre estaban clavados en él como si no pudieran ver ninguna otra cosa. Férenwir hundió la hoja en su garganta, con tanto ímpetu que quedó clavada en la tierra. Se apoyó un instante en la empuñadura para recuperarse un poco, sin embargo el tiempo apremiaba y ni tan siquiera podía concederse ese pequeño lujo. Se dirigió a la puerta del granero y la derribó de un puntapié.
De repente toda la debilidad que había ignorado regresó y tuvo que apoyarse en el marco de la puerta. Sangraba otra vez. Sus dedos se pusieron blancos debido a la fuerza con que apretó la madera para no caer. Miró hacia el interior. Una veintena de aldeanos se refugiaban en el fondo del granero. Vio que los hombres aferraban hoces y cuchillos y que las mujeres se habían refugiado tras ellos. Aquello lo hubiera sorprendido de haber tenido la mente más clara, pero estaba mareado y a punto de caerse al suelo. Durante unos instantes nadie hizo nada. Ninguno de los aldeanos se acercó para ayudarle y Férenwir se preguntó por fin qué ocurría.
—Por favor, quitadme la correa de cuello... —les pidió—. Por favor...
Un silencio preñado de sombras siguió durante unos instantes a aquel ruego.
—No. —Uno de los hombres sacudió la cabeza con lenta determinación. Aun sostenía el cuchillo ante él. Que calidad en tus diálogos.
Férenwir lo contempló incrédulo.
—Pero yo... yo quiero ayudaroscasi balbuceó. Por un momento olvidó incluso su propia debilidad.
—Eso es lo que tú dices. Y puede que sea cierto... O puede que no —dijo el hombre que le había respondido primero, el más fornido y de cabellos oscuros. Parecía hablar por todos, pero sus palabras habían sonado casi con resentimiento. Un resentimiento que Férenwir no comprendió. Quizá le molestaba que hubiera irrumpido de aquella manera en sus apacibles vidas. —Pero lo que sí es seguro es que el rey Hroan nos despellejará vivos a todos, incluso a los niños, si hacemos lo que nos pides.
—¿Es qué no sabeis quién soy?
—Sabemos que no eres como nosotros.
—¡Puedo protegeros! —se ofuscó el celestial. La cólera se estaba llevando los últimos vestigios de energía que le quedaban. —¡Solo quitadme está correa y Hroan dejará de atormentaros! ¡Por todos los dioses! ¡Os juro que lo borraré de la faz de la tierra! Tengo poder suficiente para eso y para mucho más. Tan solo teneis que librarme de esta condenada correa.
Aquellas últimas palabras habían sonado con una desesperación tan extrema que una mujer se mordió los labios y miró al jefe de la aldea. Pero el aldeano la detuvo con una mano. Contemplaba la herida en el costado de Férenwir. Una herida que casi lo partía en dos y que debería haberlo matado ya hacía tiempo.
—Una abominación de la madre naturaleza es lo que eres —murmuró roncamente. —Con la que es mejor no tener tratos. No desafiaremos la ira de un rey enloquecido por tu causa.
Por un instante Férenwir se quedó sin palabras. ¿Tanto habían cambiado las cosas en diecisiete años? Por más que se esforzaba no lo entendía. ¿Hasta ese punto había envenenado Hroan las mentes de los hombres? El temor y los engaños habían tejido una telaraña que lo envolvía por completo. Cada vez con más firmeza. El celestial se había aferrado a la posibilidad de encontrar a un solo viajero, a un solo aldeano, como a un clavo ardiendo. Una sola mano que mostrara un poco de humanidad. Había luchado por ello hasta sus últimas fuerzas y ahora... descubría que no le servía de nada. Se desplomó de rodillas.
—Deberíais temerme a mí más que a Hroan —murmuró de repente, con una voz que casi no pareció suya.
Los pensamientos más oscuros se revolvían dentro de su cabeza como una jauría de perros rabiosos. En dos zancadas, a pesar de que apenas se sostenía sobre sus pies, estaba seguro de que podría arrebatarles una hoz o un cuchillo a aquellas manos trémulas con un último esfuerzo. Podía tomar un niño y hacerlo sangrar o simplemente matar a uno de los hombres y los demás le obedecerían. Le quitarían la correa. Aquel pensamiento casi lo hizo estremecerse por la intensidad con que lo sintió. Quizá matara a uno, pero salvaría a los demás. Férenwir se rió por lo bajo, casi como si estuviera perdiendo la poca sensatez que le quedaba ante la sola idea de pensar aquello. Pero sabía que era cierto. Verían un poco de carne muerta y como los títeres que eran se moverían al impulso de otra mano, de otra voluntad que no fuera la suya. Igual que se habían movido hasta entonces empujados por los deseos de Hroan. Tan simples y tan débiles como las hojas que se balancean con la brisa. Sentía que perdía el aliento, que caía por una pendiente en la que no encontraba nada a lo que agarrarse. No apartó los ojos del suelo, pero ni tan solo veía la sangre que lo cubría.
Por fin levantó el rostro. Aquellas miradas amedrentadas de los hombres, a pesar de mantener aún los cuchillos en alto, las manos crispadas de las mujeres, tras ellos, aferrando sus bastos delantales, los niños pequeños y pálidos agarrados a sus caderas, abrían un abismo entre el celestial y los aldeanos que éste no podía cruzar sin pagar un precio demasiado alto. El miedo había echado raíces demasiado profundas en aquel granero.
Entonces recordó que Ísern había caído. Que su padre y sus hermanos estaban muertos. Si renunciaba a lo que era, si se volvía contra quienes debía proteger, ¿qué le quedaría? ¿De qué le valdría ser libre?
Se dobló sobre sí mismo y rozó el suelo húmedo y rojo con la frente. Sabía que el rugido de ira que se escapaba de su garganta aun atemorizaría más a aquellas gentes, que aún las alejaría más de él. Pero simplemente no podía contenerse. No podía creer lo que le estaba ocurriendo y era como si unos dedos perversos le estuvieran estrujando el cerebro y lo estuvieran poniendo todo patas arriba dentro de su cabeza.
Se sentía abandonado por todos y sin salida. Y de pronto comprendió que la suerte estaba echada. Que ocurriría lo que tuviera que ocurrir. Y que pagaría por ello con su propia vida si era preciso. Pero no levantaría la mano contra aquellos aldeanos. Nunca se había sentido tan desgraciado ni tan seguro de algo.
Los otros tres guardias entraron violentamente en el granero. Férenwir se levantó como pudo. Intentó llegar al rastrillo apoyado en la pared, pero recibió un golpe que lo derribó. Se volvió en el suelo, contemplando como la espada descendía hacia su pecho. Los aldeanos se habían apretujado en el fondo del granero. Las mujeres gritaban. La espada se clavó a su lado, entre la paja, sin fuerza. Desde atrás otra hoja surgía del pecho del hombre. El soldado se desplomó junto a él. Férenwir aún sin reaccionar, levantó los ojos y vio al joven noble de la capa verde. También estaba herido. Había iniciado un movimiento para quitarle la correa. Se había inclinado hacia él. Sin embargo se volvió sin tiempo de hacerlo, cuando recibió otra herida del tercer guardia por la espalda. El joven detuvo un nuevo golpe con su hoja. Pero Férenwir vio la muerte en sus ojos. Ya no le quedaban fuerzas. Su compañero apartó su espada y le segó el cuello. Férenwir alargó su mano hacia la espada del soldado que había caído primero y se levantó con una ligereza inesperada, incluso para él mismo. Cuando el hombre barbudo se volvió fue él quien le cortó la cabeza con un movimiento fácil, casi elegante. En seguida la espada cayó de su mano. Los perros se acercaban. El viento traía sus ladridos. Férenwir ni siquiera se volvió a mirar otra vez a los campesinos, no se detuvo ni un segundo a rendirle un último pensamiento al joven noble que le había salvado por dos veces. Salió a trompicones del granero. Montó en uno de los caballos y casi derrumbado sobre la testuz del animal se dirigió al galope hacia el norte.
A media tarde el caballo lo derribó. Quedó tendido en el suelo y ya no pudo recuperarlo. Aún oía los ladridos de la jauría. A lo lejos. Pero el bosque de Hnoreth estaba ahora más cerca. Llegaría, aunque fuera arrastrándose. Allí aún tenía una oportunidad.
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Poco que decirte Momo, buenos diálogos, como siempre y estuvo bien la entrada del hombre, aunque podrías meterle algo más, pero esta bien, pero piensateló.
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Empezó a llover de nuevo y aquella vez la lluvia no se detuvo y se volvió torrencial en poco tiempo. A cada paso los pies de Férenwir se hundían en la tierra anegada hasta los tobillos. Cayó varias veces, pero volvió a levantarse con una fe ciega en que alcanzaría el bosque pronto. Por fin, a lo lejos, el terreno se elevaba abruptamente ante sus ojos ocupando todo lo que veía, coronado de árboles. Y alzándose sobre la poderosísima muralla de copas oscuras, el Ilaënth lo dominaba todo, una sombra más clara en la noche y hermosa, hasta casi rozar las nubes. La punta del cabello de uno de los siete titanes que daban forma a las entrañas del mundo de Aar y uno de las pocos prodigios que atravesaba en su forma verdadera las cuatro realidades que se superponían en él. Era tan gruesa como veinte torres y tan alta que se alzaba sobre los altísimos árboles para transformarlos en algo diminuto a sus pies. Debía escalar aquella poderosa muralla de tierra para llegar a él. Si alguno de los suyos aún permanecía en Anerhuin le escucharía y acudiría a su llamada. Hroan le había dicho que todos los celestiales supervivientes había partido más allá del mar después de la guerra. Pero Férenwir no le creía. No quería creerlo. Con sus últimas fuerzas medio corrió, medio se arrastró hacia las tierras altas. Presentía cerca el latir del Ilaënth. Debía posar su mano sobre él. Solo rozarlo y el eco de su presencia se extendería como un suspiro incontenible hasta el último rincón de Anerhuin. Atraería la atención de los suyos. Los ladridos resonaron tan cerca en la noche que cerró los ojos y se sintió desfallecer. ¿Y si no conseguía llegar? La necesidad de reencontrarse con los de su sangre casi le resultó imposible de soportar. Y entonces a pesar de la distancia el Ilaënth le respondió, como si despertara apenas con su presencia, unido a él y a su estirpe a través de las eras, por lazos tan legendarios que se hundían en la creación de aquel mundo. Fue tan solo un segundo y todo se apagó después. Férenwir se detuvo contemplando la difusa silueta a lo lejos. Y de repente se quedó sin aliento.
—¿Sheran...? —murmuró atónito. uyyy ese tolkien....
Había rogado por la presencia de uno de los suyos y había aparecido él. ¿Por qué él?, se preguntó con repentino desánimo.
Incluso sin verle Férenwir podía sentir en cada suspiro de aire que no le ayudaría. Miró hacia el norte como si pudiera atravesar las sombras. Si había esperado algo, aquella esperanza se apagaba como si también estuviera lloviendo en su interior. Férenwir cerró los ojos con fuerza. Por primera vez sintió el frío de la lluvia en los huesos. Una ráfaga de viento trajo una nueva algarabía de ladridos, a su espalda. A punto de alcanzarle. Estaba bien así, se dijo con un gesto determinado. Si tenía que ser de ese modo, sería de ese modo. Y echó a correr hacía el talud.
No sabía muy bien como, pero Sheran había escuchado como un eco muy lejano aquella vibración en el aire. frase mal estructurada Tenue. Perdida entre las incesantes mareas de poder que era el mundo para los celestiales. No podía saber si alguno más de los suyos la había percibido, aunque poco importaba en realidad, porque de todos ellos él era el único que aún podía usar los senderos etéreos de los vnawä. Así que sabía muy bien que no los encontraría allí. Apareció en lo alto de uno de los olmos que se asomaban sobre el precipicio, en el lindero del bosque, al mismo filo del barranco. Y lo que vio le hizo elevar las cejas de incredulidad. Férenwir, en medio de una llanura empantanada, le miraba. Sheran sabía que buscaba ayuda. Tenía un aspecto horrible y también percibió a los hombres y a los perros que se le acercaban. No tardarían en darle caza.
El rostro de Sheran se volvió tan inexpresivo como si fuera de piedra, considerando aquella inesperada situación. Había esperado durante largo tiempo ese momento. El momento en que uno de los celestiales de la estirpe de Pernmar fuera perfectamente consciente de que lo abandonaba a su suerte cuando hubiera podido salvarlo con solo pronunciar una palabra. Con un simple gesto de su mano. Pero al mismo tiempo no le gustaba pasar por aquello.
Férenwir alcanzó el talud de tierra cuando los perros ya lo rodeaban por todas partes. Aunque nunca habían llegado a morderle, le arrancaron la capa de los hombros. Para ellos parecía tratarse casi de un juego. El celestial trepó por la húmeda pared. Resbaló un par de veces, pero consiguió ganar altura con rapidez. Afortunadamente su mano derecha había empezado a curarse. En seguida los jinetes que seguían a la jauría surgieron de las entrañas de la noche y se detuvieron al pie de la perpendicular elevación del terreno. Desmontaron. Apenas veían nada a la luz de los faroles de aceite que portaban, pero estaban seguros de que su presa se encontraba allí. Los perros lo demostraban a las claras.
Férenwir empezó a maldecir, porque con la lluvia la tierra parecía deshacerse y no lo sostenía. Estaba a medio camino y a punto de caer otra vez. Hundió las manos en el barro. Sus dedos dejaron profundos surcos a lo largo del talud, mientras resbalaba muy poco a poco. En el último momento clavó la punta de la bota derecha en la pared y su descenso se detuvo. Contuvo la respiración, porque sentía como si se sostuviera de puntillas sobre un suspiro de viento. La pertinaz lluvia se escurría por su rostro, mientras oía las maldiciones y los ladridos de los perros esperándole más abajo. Apretó los dientes con decisión. Alzó la cabeza y sus dedos volvieron a arañar el fango, dejándose trozos de uñas y piel, aferrándose a cada puñado de tierra mojada como si fuera lo único que existiera para él. Consiguió ascender apenas, pero entonces resbaló un buen trecho de golpe. Se había detenido precariamente y contuvo la respiración con los latidos de su corazón golpeándole en las sienes como un tambor. De pronto se precipitó hacia abajo con un alarido de furia.
Medio talud había caído con él en una avalancha de barro. Los hombres, chapoteando, corrieron hacia donde se encontraba. Antes de que pudiera levantarse empezaron a golpearlo con rudeza. Varias cuerdas se enredaron alrededor de su cuerpo.  Intentó quitárselas de encima.
—¡Sheran! —gritó ahogadamente mientras se defendía con uñas y dientes.
Volvió a gritar aquel nombre, airado, triste y derrotado al mismo tiempo, con el mismo desgarro que le estaba destrozando el alma.
—¡Sheran!
Sheran sintió que se le erizaba el vello en todo el cuerpo al escuchar aquella llamada. Férenwir no apartaba los ojos de él. Sabía perfectamente donde estaba. Los hombres se echaron encima de Férenwir y casi desapareció de su vista.
—¡No! ¡Soltadme!
Finalmente le pasaron un lazo de cuerda por el cuello. También le habían atado las manos por encima de los grilletes.
Los dedos de Sheran se crisparon sobre la corteza del olmo. Crein había jurado matarlo. Kómaron y Erren lo habían intentado. Pero Férenwir nunca se había cruzado en su camino. No sabía si por falta de ocasión o por la falta de voluntad para hacerlo.
A sus pies el caballo al que habían sujetado la cuerda arrastró al cautivo por el barro. Férenwir se llevó las manos atadas al cuello intentando respirar. Ya no se defendía, pero los soldados continuaban pateándolo. Férenwir, a pesar de los golpes y los tirones, no apartaba los ojos de la oscura silueta del bosque. Lo habían amordazado, pero su mirada, aun desde tanta distancia, todavía le quemaba a Sheran como el fuego.
Algo se retorció en el interior de Sheran. Un sensación que lo perturbaba y le desagradaba. No quería saber lo que era. Y la aplastó. Como aplastaba siempre cualquier sentimiento que lo debilitara. Y aún así el grito de Férenwir se le había clavado en el pecho.
Sheran se sorprendió al ver que el cielo encapotado y gris se iluminaba apenas por el este. La noche entera ya había pasado. Pero había estado tan inmerso en una vorágine de pensamientos extraños y molestos que ni siquiera lo había advertido.
Férenwir había gritado su nombre. Sheran había creído que era furia. O desesperación. Pero quizá había sido una súplica. Recordó sus propios gritos en Nargthodome. ¿Realmente podía un hijo de Crein de Pernmar pedirle compasión? Comprendió hasta qué punto se había humillado Férenwir. Aunque para entonces ya era demasiado tarde. Amanecía y Férenwir y los hombres que lo habían capturado ya se habían marchado hacía mucho tiempo. Sheran tomó aliento muy lentamente, intentando ordenar sus ideas. Su estancia en Nargthodome lo había destrozado hasta tal punto que estaba muerto por dentro. Tan muerto como si le hubieran arado las entrañas con sal. Y ni siquiera la venganza podía llenar ya la oscuridad que lo devoraba.
A su alrededor la lluvia continuaba impregnándolo todo de tristeza.
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Segunda parte donde pide ayuda a un ser y él no responde... pobrecillo... me esperaba la acción o intrusión del Sheran. Estaba vez si que me has sorprendido, pero a su vez me has dejado a  Sheran, como un cabrón y un miserable que no defiende ni a los suyos... y aunque más adelante des pistas de porque... para mi y aunque sea un dios o lo que quieras, es un hijo de pe.


RE: [Fantasía épica] Infierno de dioses - 1.La reina desvalida - kaoseto - 06/05/2017

Hola, compañera, me ha alegrado el día ver que había un nuevo capítulo de tu historia Smile

Jooo, ¡pobre Férenwir! Y maldito Sheran xD Me ha gustado todo el capítulo, y en particular la segunda parte. Me pregunto cómo Hroan le va a hacer pagar su pequeña escapada…

Sólo una pequeña parte que me pareció confusa: la batalla donde le salva la vida el de la capa verde. La otra, ahora que la releo, me pareció más o menos bien conseguida, pero con la segunda no me quedó claro, con la primera lectura, si el que lo ayudaba moría y cómo moría.

Por lo demás, un excelente capítulo!!


RE: [Fantasía épica] Infierno de dioses - 1.La reina desvalida - Momo - 06/05/2017

Buenas, Rohman,

¿Me estas corrigiendo? ¿Y encima correcciones atinadas? ¿Se puede saber entonces que haces cuando relees tus propios textos? Chair ¿Es que el amor es ciego o algo así?

Ahora en serio. Cierto todo lo que me has señalado en el primer párrafo. Por defecto repito mucho el pronombre aquel/aquella/aquello, soy consciente, y a veces tambien algunos tiempos verbales. En eso se basa el proceso de corrección. En detectar esos y otros detalles y eliminarlos. Gracias por señalarlos así iré más rápido luego.
Solo que personalmente yo mantendría las frase
Quote:y que casi ni merecían el nombre de aldea.
y lo que cambiaría sería la primera parte de ella
Quote:aquellas cuatro casas que se ofrecían a sus ojos
, sustituyendo cuatro por varias casas devencijadas, pobres etc.
el motivo sería que añade más a la calidad del texto que casi ni merecían el nombre de aldea que cuatro. Se te ves forzado a amputar alguna reiteración, amputa siempre lo peor no lo mejor. En fin, manías mías, por si logro contagiarte mi afan corrector.

Me dices a menudo que el texto debería estar más trabajado, que meta más en algunas partes. Yo siempre he pensado que un texto debe tener el mismo nivel de calidad, pero no de detalle. No todas las partes son igual de importantes, ni para el lector y tampoco para el autor. Quizá por eso tiendo a pasar de puntillas por ciertos párrafos y los dejo demasiado desnudos. Sigo insistiendo que no quiero alargar nada innecesariamente, eso lo tengo claro, pero me resulta útil que me comentes donde podría poner alguna pincelada más para adornar el texto. De otro forma creo que ni lo vería. Luego igual añado algo o no, pero al menos así reparo en ello.

Quote:—¿Sheran...? —murmuró atónito. uyyy ese tolkien...

PIIIIIIIIIP!!! Error! De Tolkien nada. Bola de Drac - El dragon no sé muy bien como se llama, pero yo, supongo que debido a mi sodera incipiente XD, siempre entendí Sheran o Sheron o algo así. Y siempre me encantó ese nombre. Si hay algún Sheran tolkeniano ahora mismo no lo recuerdo.

Quote:No sabía muy bien como, pero Sheran había escuchado como un eco muy lejano aquella vibración en el aire. frase mal estructurada

Aquí sí que me he perdido. Es evidente que la frase no es de lo más brillante de la prosa castellana (de hecho la añadí corriendo antes de subir el texto, junto con otros datos sobre ese mundo, sobre sus realidades y sobre el Ilaënth que antes no estaban), pero no entiendo muy bien a qué te refieres.

Quote:Segunda parte donde pide ayuda a un ser y él no responde... pobrecillo... me esperaba la acción o intrusión del Sheran. Estaba vez si que me has sorprendido, pero a su vez me has dejado a  Sheran, como un cabrón y un miserable que no defiende ni a los suyos... y aunque más adelante des pistas de porque... para mi y aunque sea un dios o lo que quieras, es un hijo de pe.

Si te he sorprendido me apunto un tanto, porque eso es dificil  Big Grin
Referente a que Sheran sea un cabrón si fuera el caso tampoco sería demasiado problema para mí. No se trata de un libro de buenos y malos. Aún así volvemos a comentar esto cuando hayas leído la última escena de este capítulo donde aún se añade un poco más de información al respecto. Ya me dirás entonces de opinas del personaje.

Muchísimas gracias por pasarte.
Nos vemos muy pronto. De hecho creo que no voy a pulir tanto el texto y lo subiré el finde próximo. Al menos así quien lo lea podrá tener una visión más en conjunto de todo el relato y eso ahora mismo resulta más interesante que el tema de corrección.


RE: [Fantasía épica] Infierno de dioses - 1.La reina desvalida - Momo - 06/05/2017

Buenas, Kaoseto,

Quote:Hola, compañera, me ha alegrado el día ver que había un nuevo capítulo de tu historia Smile

Pues si a ti te a alegrado el dia que yo haya colgado un texto, imagínate lo que me ha alegrado a mí que me digas esto Mf_w00t1

Quote:Jooo, ¡pobre Férenwir! Y maldito Sheran xD Me ha gustado todo el capítulo, y en particular la segunda parte. Me pregunto cómo Hroan le va a hacer pagar su pequeña escapada…

El finde que viene cuelgo el capítulo hasta el final y saldrás de dudas. Una de las dudas que tengo yo es si los lectores llegan a conectar con los personajes o con algún personaje. Sacarles las tripas (me refiero a sus sufrimientos y pensamientos más íntimos) no siempre garantiza esa conexión. Hay gente que lllora leyendo un libro (yo tampoco quiero que llegueis a ese extremo y os pongais a llorar) pero si que quiero que el lector llegue a preocuparse por lo que les sucede a los personajes.

Quote:Sólo una pequeña parte que me pareció confusa: la batalla donde le salva la vida el de la capa verde. La otra, ahora que la releo, me pareció más o menos bien conseguida, pero con la segunda no me quedó claro, con la primera lectura, si el que lo ayudaba moría y cómo moría.

A la primera lucha y debido a tu comentario le añadí tres palabras para clarificar un poco más la escena. Solo eso, pero quizá se note.
La segunda la revisaré. En realidad todo el texto está pendiente aún de una revisión más concienzuda.

Nos leemos.


RE: [Fantasía épica] Infierno de dioses - 1.La reina desvalida - Rohman - 07/05/2017

Hellos Momo
Quote:Me estas corrigiendo? ¿Y encima correcciones atinadas? ¿Se puede saber entonces que haces cuando relees tus propios textos? Chair ¿Es que el amor es ciego o algo así?
Pues si  Cool ... si veo algo siempre intento corregir. Y tienes toda la razón, no se proqu´r pero en mis propios textos veo muy poca cosa, más mi "nivel"...combinación letal. Con los demás textos corrijo aun nivel mejor, aunque no es el de ustedes pero si que es mejor.
Quote:PIIIIIIIIIP!!! Error! De Tolkien nada. Bola de Drac - El dragon no sé muy bien como se llama, pero yo, supongo que debido a mi sodera incipiente XD, siempre entendí Sheran o Sheron o algo así. Y siempre me encantó ese nombre. Si hay algún Sheran tolkeniano ahora mismo no lo recuerdo.
Me refería más en cuanto cae, a lo  tolkien al suelo y sus visiones, no en el nombre, aunque ya que lo dices pues si xDD.

Quote:Aquí sí que me he perdido. Es evidente que la frase no es de lo más brillante de la prosa castellana (de hecho la añadí corriendo antes de subir el texto, junto con otros datos sobre ese mundo, sobre sus realidades y sobre el Ilaënth que antes no estaban), pero no entiendo muy bien a qué te refieres.
Bueno me refería en que la frase la vi chirriante, mal realizada y pegajosa, no se.

Quote:Si te he sorprendido me apunto un tanto, porque eso es dificil
No es difícil, mujer, lo que soy el azote de meter caña en "originalidad" jaja
Ahora en serio, en global el texto leído hasta hora le pondría un 7 alto, y con alguna descripción más y cuatro pulidas te puede quedar que pa que... bueno, se donde, más o menos vives... te lo robo y lo publico yo WTF xDD
Un saludo, y aquí me tienes esperando el siguiente capítulo, que siempre da justo leer buenos textos.


RE: [Fantasía épica] Infierno de dioses - 1.La reina desvalida - Momo - 07/05/2017

Quote:    Cita:
   PIIIIIIIIIP!!! Error! De Tolkien nada. Bola de Drac - El dragon no sé muy bien como se llama, pero yo, supongo que debido a mi sodera incipiente XD, siempre entendí Sheran o Sheron o algo así. Y siempre me encantó ese nombre. Si hay algún Sheran tolkeniano ahora mismo no lo recuerdo.

Me refería más en cuanto cae, a lo  tolkien al suelo y sus visiones, no en el nombre, aunque ya que lo dices pues si xDD.

Por cierto, te has dado cuenta de que este nombre ya habia aparecido con anterioridad. En el capítulo II, durante la conversación entre los dos reyes. Es lo malo de leer los textos con tanta diferencia en el tiempo. No se aprovechan las miguitas que va dejando el autor, porque se olvidan. Te lo recuerdo para que lo tengas fresco en el próximo fragmento.

—Puede —le concedió Nérdegar, mirándole—. Sin embargo eso solo solucionaría una parte del problema: sigue siendo un riesgo tener celestiales sin dogal a nuestro alrededor, por débiles que estén y por mucho que desconozcan su propia naturaleza.
—Podemos arriesgarnos mientras aún sean niños. Eso nos da tiempo. ¿Y no se cuenta acaso que Fërngàel de Nerhu aún conserva la otra mitad de la correa de Sheran?
—Sería más fácil arrancársela de la boca a un lobo hambriento —le señaló Nérdegar.


Quote:No es difícil, mujer, lo que soy el azote de meter caña en "originalidad" jaja

Pues me encanta que me den caña en ese sentido. Uno de los motivos por lo que voy tan lenta escribiendo es que a veces me quedo encallada al querer evitar senderos comunes en temas recurrentes. Como me ha pasado por ejemplo en la cuestión de representar como es el poder de los celestiales, evitando a toda costa los típicos rayos que salen de las manos, ensalmos y palabras de poder, etc. Si algún día llegas a ese punto ya me dirás si lo he conseguido.

Quote:Ahora en serio, en global el texto leído hasta hora le pondría un 7 alto, y con alguna descripción más y cuatro pulidas te puede quedar que pa que... bueno, se donde, más o menos vives... te lo robo y lo publico yo WTF xDD

Gracias. Y yo te doy un 10 en collejas a recibir  Tongue

Quote:, y aquí me tienes esperando el siguiente capítulo, que siempre da justo leer buenos textos.


Como me habeis animado tanto, ya estoy en ello para colgar el último fragmento el Viernes próximo. Gracias como siempre. Motiva un monton compartir puntos de vista sobre lo que uno hace.

Nos leemos.


RE: [Fantasía épica] Infierno de dioses - 1.La reina desvalida - Rohman - 07/05/2017

Sobre las palabras de poder y rayos, puede que sea típico pero depende mucho como lo uses, el cómo y demás. Yo uso palabras de poder, pues mi magia es de este tipo, pero engloba todo; desde magia de invocación a magia de conjuros superiores. Aunque es un tipo de magia, pues también hay magia de "sellos" a lo Naruto xD (más o menos). No te doy más la lata.

Ah es imposible acordarme de que lo nombraste, al Sheran ese.
Chao