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[Fantasía Epica] Ciclo del Sol Negro - Parte I: El Creador de Muñecas - Printable Version

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[Fantasía Epica] Ciclo del Sol Negro - Parte I: El Creador de Muñecas - Anzu - 14/02/2015

Perdí el tema del viejo foro que tenía una intro más épica que esta, así que ni modo...

Durante mucho tiempo fui amo del calabozo del D&D, y con mi grupo fuimos creando un mundo propio de aventuras y personajes. Dicho grupo murió y me quedé con las notas de las campañas que hicimos. Hace unos meses, las encontré y empecé el proceso para convertirlo en una saga de historias que conservaran el espíritu de los personajes y campañas que creamos pero a su vez fuesen algo desligado lo más posible a la mitología de D&D. Postee el primer cap en el anterior foro y... se cayó, no pude seguir publicando más ahí. Así que me conseguí un beta reader por otro lado, que tomó mi trabajo, lo desmembró parte por parte y luego me dijo: esto tiene potencial si lo haces bien.

Así que me di en la tarea de rehacer mi mundo una vez más, y así nació la tierra de Aret, originalmente llamada Vhalmar, pero como ese es un nombre un poco tolkieniano, se lo cambié a uno un tanto más original (Aret - Ter[r]a - Tierra).

Indice
Lore
Historias:
El Creador de Muñecas


El Despertar de los Dioses (Mito de la creación)

Fue en los tiempos antes del tiempo, cuando la Luz no había nacido y solo existía la oscuridad del Caos. De aquel nació Anzu, el gran primigenio, el colosal dragón negro de alas luminosas.

Cuando las montañas aún no existían, y los mares no podían ser vistos, y los dioses dormían en el seno del Caos, esperando al momento en que serían nombrados; cuando la sempiterna Rueda del Destino yacía inmóvil, pues la fatalidad aún no estaba escrita.

Fue en ese instante en que el Tiempo nació, con el primer batir de las alas de Anzu.

Del Tiempo nacieron los dioses, que despertaron del Caos, ganando así sus nombres. La primera de ellos fue Enuma, la hermosa, cuyas enormes raíces se enroscaron en la Rueda del Destino, forzándola por fin a moverse, creando así el sino de todo lo que vive. De sus hojas nació la Luz, y la vida al fin se puso en movimiento.

Antes de que las ramas de Enuma tocaran los cielos, fueron nombrados los demás dioses. Vorld, el más grande, que de los mares liberó las montañas. Fraiga la verde, que tomó posesión de la tierra seca, y en ella sembró las semillas de Enuma. Olthos, el viento, quien creó a los vientos de magia de las hojas de Enuma, para ayudar a sus hermanos a construir el nuevo mundo. Y bajo ellos Irkhalla, quien tomó posesión del mundo sin vida que descansa bajo la Rueda del Destino.

Y desde su pináculo en el Caos, Anzu maravillado observaba las creaciones de los dioses. Con un gran rugido voló sobre las ramas de la bella Enuma, y tan fuerte fue el batir de sus luminosas alas, que chispas brotaron de estas y cayeron en el nuevo mundo. Allí donde las chispas cayeron, dejaron enormes huevos, de los cuales nacerían los ancestros de los grandes dragones.

Pero mientras los dioses construían el mundo, en el Caos quedaron otros dioses, que no fueron nombrados. Y cuatro de ellos se despertaron molestos, envidiosos de no haber participado en tan hermosa creación. Y al no tener nombres eran débiles y pequeños, por lo que lloraron y maldijeron en la oscuridad. Y entonces, ansiando tener un nombre propio, mataron a sus hermanos, los dioses que aún dormían, y comieron de su carne y bebieron su icor, hasta que tuvieron el poder para nombrarse a sí mismos.

Ramiel el vengativo, Morog el decadente, Nirgal la extasiada y Pazureru el cambiante. Esos fueron sus nombres, que ellos mismos escogieron.

Pero su felicidad fue breve, pues Anzu, furioso por su acto de herejía, los exilió a lo más profundo del Caos, donde los cuatro usarían los restos de sus hermanos muertos para crear a los demonios que ahora plagan la oscuridad.

Y Anzu nombró a los pocos durmientes que no fueron comidos, y los envió al mundo que Enuma y los dioses más viejos habían creado. Y así nacieron Eol, el impasible sol; Lumina la amorosa, Nume la oscura y Basth la oculta, las hermanas-luna que danzan junto al sol; Muinares el cronista y Jiro el sanador; Nid, la danzarina, musa y poetiza; Lotán la sirena y Alara de cabellos nevados; Baral, el Señor del Trueno Sagrado, y su hermana Mervna, la Guerrera Incansable.

Serían ellos quienes protegerían el mundo de los dioses que ahora reinaban en el Caos.

Y cuando el mundo por fin estuvo terminado, de las raíces de Enuma despertaron los elfos, hermosos como su madre y bendecidos por Olthos, el viento de magia. Fueron ellos los que dieron su nombre al mundo, pues era lo único que aún carecía de uno.

Le llamaron Aret, que en la lengua de los dioses significa “Hogar”.


Traducción de un antiguo poema élfico hallado en Karnak en el año 300 del Imperio de Telos, traducido por el sabio Balzac en el año 948 del Imperio.



Licencia de Creative Commons

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Ciclo del Sol Negro por Jonathan Armando Gómez se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.


RE: Memorias de Aret - fardis2 - 14/02/2015

Buenas Anzu. Creo haber leído este comienzo ya en el antiguo foro como comentaste, pero sorpresa, con la segunda lectura me fascinó bastante más que con la primera. Como seguro ya te comenté, es evidente que tienes un mundo bien planteado y estructurado, tanto con los temas geográficos, teológicos y supongo, políticos. Sí que es cierto que con tan solo un prologo, es muy difícil valorar un trabajo en concreto. A lo que vamos, la narrativa me ha gustado bastante (ese punto poético le favorece) La historia empieza bien amigo, esperando más para poder valorar mejor. Entre tanto, un saludo y nos leemos.


RE: Memorias de Aret - landanohr - 15/02/2015

Buenas!

Pues, no se si llegué a leer algún fragmento en el foro de FE, lo cierto es que la primera parte al menos me suena, pero el resto ya no... quién sabe.

En fin, ahora sí que seguro que lo he leído. De momento es sólo la base, algunas pinceladas de la creación del mundo desde "las alturas". No sabemos aún las razas que hay ni cómo es ese mundo, sólo conocemos a los dioses. Como dice fardis2 la narrativa es amena y se lee fácil; aunque obviamente aún tenemos muy poco para formarnos una opinión completa la sensación de inicio es buena. Sospecho que pronto sabremos cómo sigue.

Iep!


RE: Memorias de Aret - Andy_Megumi - 16/02/2015

¡Me encantó el mito de creación! Me gustó especialmente la forma poética en la que está escrito.


RE: Memorias de Aret - Anzu - 16/02/2015

Gracias por los comentarios, chicos. Espero que esta nueva entrega también les guste. Esta sección es del lore de mi mundo, la cual publico antes que la primera historia para que se den una idea de como es que funcionan las cosas en Aret.

Respecto a la palabra duarve. Siempre pensé que a los enanos no les gustaría que su raza fuese llamada con una palabra de connotaciones peyorativas en las lenguas humanas. Así que adapté brutalmente la palabra "dwarf" al español para darles un nombre racial más digno.



LAS TIERRAS DE ARET

He leído cientos de registros históricos de los imperios que en el pasado reinaron sobre las Tierras de Aret, los manuscritos de sabios y sacerdotes de religiones tanto antiguas como modernas, y escuchado las canciones de casi todos los bardos del Imperio, y puedo jurar por todos los Dioses del Éter que nunca encontré dos de estos relatos que contasen la misma versión de un suceso dado.

Si sumamos a eso que ciertos escribas del pasado eran dados a ensalzar las victorias y riquezas de sus naciones, exagerando en cifras y eventos; que los cartógrafos nunca se pusieron de acuerdo a la hora de elaborar sus mapas, bastantes contradictorios según épocas y autores; y que la traducción de lenguajes antiguos es una ciencia inexacta, el trabajo del historiador moderno es un auténtico desafío.

En aras de preservar la verdad me he puesto, con humildad y honestidad, en la tarea de escribir este Compendio Histórico, que no pretende ser el repositorio de la historia de Aret en su totalidad, pero que ofrece a aquellos que deseen conocer el pasado de nuestro mundo algo de luz en su difícil tarea de descifrar el enorme enigma que es la Historia.

Querido amigo lector, aventurero de tiempos remotos y verdades olvidadas, te he legado en este libro la historia de las Tierras de Aret. Estas tierras ahora son tuyas, para descubrirlas, cambiarlas y protegerlas. Que los secretos del pasado te ayuden a dar forma a un brillante futuro para mi amada Aret y los seres que la habitan.


Introducción al Compendio Histórico de Aret, escrito por el archimago elfo Arvël Bälan, historiador de la corte del emperador Briareo I “El León de Oro” Drakengast, en el año 10 del Sacro Imperio de Telos.


De Aret y los otros mundos:

Los eruditos solemos llamar Aret al mundo, pues este fue el nombre que le dieron los elfos ancestrales cuando crearon sus primeras civilizaciones en el remoto pasado. Por la costumbre las tierras que ahora conforman el Imperio y sus límites también son llamadas Aret, así que este nombre se usa tanto para dar nombre a nuestras tierras como para darle nombre al mundo en su totalidad.

De acuerdo al gran filósofo y pensador duarve Bilfondi se sabe que Aret tiene forma más o menos de esfera, a pesar de que nuestros sentidos perciban el mundo como plano y muchos de los sabios del Imperio aún conciban sus teorías y doctrinas bajo este razonamiento.

Según las enseñanzas de Bilfondi, fuera de Aret existe un vacío infinito, el Caos, que es iluminado por la estrella Zoliat, llamada Eol por los elfos, alrededor de la cual nuestro mundo órbita en una danza que fue escrita por los mismos Dioses. Además de las tres lunas que orbitan por encima de Aret, llamadas Lumina, Nume y Basth, otros mundos componen el sistema de Zoliat: Ardant, Mars, Velga y el remoto Akerón. Según antiguos sabios tales mundos son los hogares de los Dioses.

Y aún más allá de nuestro sistema se encuentran las estrellas infinitas, que forman sus constelaciones y brillan en el oscuro vacío del Caos. Algunos claman que no son más que bolas de fuego, como nuestro propio astro-rey, mientras que otros aseguran que en realidad se trata de seres aberrantes, horrores cósmicos que observan y esperan el final de todas las cosas.


De la Historia del mundo:

No hay registros de las primeras épocas del mundo, puesto que los elfos primigenios y los antiguos dragones poco necesitaban de las letras y preferían mantener sus historias como tradición oral; si bien es cierto que estas historias se fueron distorsionando con el paso del tiempo para satisfacer las necesidades de aquellas primeras civilizaciones. Gracias a poderosas magias de visión en el tiempo los eruditos han logrado descubrir información detallada de aquellas épocas, aunque tales magias tienen su límite en cuanto a que tan lejos en el pasado se puede escudriñar y que tanta información se puede obtener.

Cuando los Dioses de Aret daban forma al mundo, la única forma de vida mortal que los acompañaba eran los ancestros de los dragones, los llamados dinosaurios, que según los mitos fueron creación del Dios-dragón Anzu. Aproximadamente hace siete millones de años, de entre los dinosaurios apareció una única especie de reptil gigante que empezó a demostrar los primeros signos de inteligencia avanzada. Con la habilidad de anticiparse a sus rivales y planear de forma mucho más organizada que un simple animal, logró sobrevivir a los desastres naturales que causaron la extinción de los dinosaurios. Con la habilidad de cooperar a niveles casi humanos, formaron grupos de individuos que fueron capaces de sobrevivir a depredadores que normalmente hubieran podido aniquilar a uno solo de estos reptiles. Esta especie fue conocida como proto-draco.

Entonces, cinco millones de años atrás, los Dioses del Caos hicieron su jugada. El Aret prehistórico se convirtió en el campo de batalla de ambas tribus de Dioses y los cimientos mismos de la realidad se vieron amenazados. Aunque los Dioses de Aret ganaron la batalla y lograron expulsar a sus rivales de nuestro mundo, el precio a pagar fue terrible: el daño al joven Aret fue tan drástico que la raza de los dinosaurios llegó a su fin. Solo los reptiles de tamaños más pequeños, como los proto-dracos y los ancestros de los reptiles actuales, lograron sobrevivir y adaptarse a este nuevo mundo. Después de esto, Aret fue cubierto por una era glacial que los expertos han denominado la “Era de los Secretos”, pues son pocos los datos que se han descubierto de este periodo de tiempo.

Al final de la “Era de los Secretos” aparecieron nuevas especies para poblar nuestro mundo. Los elfos nacieron de las raíces de la Diosa-árbol Enuma y los descendientes de los reptiles gigantes colonizaron todos los rincones del mundo. Y estos descendientes eran los dragones y los silurianos, quienes descendían del proto-draco; y los demás, los mamíferos —entre los que se contaban los ancestros de los humanos— y los reptiles menores, que descendían de los dinosaurios. Y esto ocurrió hace diez mil años.

Durante dos mil años todas las razas coexistieron en Aret de forma semi-pacífica y crearon sendas utopías. Los elfos primigenios basaron sus civilizaciones en la adoración de los Dioses, mientras los silurianos crearon una avanzada cultura basada totalmente en la magia. Dragones solitarios y clanes de dragones gobernaban grandes porciones de tierra, mar y aire, consolidándose como la raza más poderosa de este mundo. Y los primitivos humanos comenzaban a desarrollar los rudimentos que les permitirían crear sus primeras civilizaciones sedentarias.

Entonces, hace ocho mil años, esa paz desapareció. Los jotun, una raza de gigantes, irrumpieron desde otro mundo a través de portales mágicos, huyendo de los Dioses del Caos y sus esbirros demoníacos. Y con ellos trajeron toda suerte de esclavos, razas que nunca se habían visto en Aret. Entre ellos, posiblemente la más importante de todas fue la raza de los duarves (o como los humanos los llaman, enanos).

Los jotun y sus esclavos arrastraron a elfos, dragones, humanos y silurianos a sendas guerras que duraron mil años y eventualmente condujeron a lo que muchos llaman la Guerra de Un Año. Apenas sabemos nada de esta guerra salvo que la raza de los silurianos desapareció de la faz de Aret, y los avances culturales y tecnológicos de las primeras edades se perdieron para siempre. Las primeras ciudades fueron arrasadas y olvidadas, y todas las razas descendieron a un estado de barbarie y salvajismo que duró mil años más.

Y pasaron los siglos, los milenios... La llamada Edad Oscura, pues casi no hay registros históricos de lo que pasó en estos milenios y la magia de visión en el tiempo no funciona en este periodo de la historia. Eventualmente las razas volvieron a descubrir su tecnología y cultura, volvieron a fundar reinos e imperios que desaparecieron para siempre. La historia se convirtió en leyendas, y las leyendas en mitos.

Hasta hace quinientos años, cuando los demonios lograron invadir Aret y sumir a todas las razas nuevamente en el caos. Fue entonces cuando una alianza entre los humanos, los elfos y los duarves logró expulsar a las repulsivas criaturas demoníacas de nuestro mundo. Y así, hace diez años se fundó el Sacro Imperio de Telos, para honrar aquella alianza que salvó a nuestro mundo y mantener una guardia constante contra los seres que aún buscan llevar nuestra civilización al olvido…


De las razas mortales:

La raza más vieja de todas es la raza de los dragones, que evolucionó de los proto-dracos en la “Era de los Secretos”. Sabios y poderosos, tienen un don innato para la magia y se les considera la raza mortal más poderosa que existe en Aret. Se dice que son inmortales aunque la verdad es que se los puede matar. Sin embargo, pueden llevar vidas eternas si nunca se exponen a riesgos innecesarios.

Le siguen los elfos, que nacieron de la Diosa-árbol Enuma, y al igual que los dragones poseen el don de la magia de forma innata y son seres eternos que no pueden morir de vejez o enfermedad. Fueron los elfos los que recuperaron más rápido que las otras razas sus antiguos conocimientos durante la Edad Oscura y desde entonces han estado custodiando los conocimientos de las razas mortales para que nunca más vuelvan a caer en el olvido.

La historia del origen del pueblo duarve (enano), como muchas otras cosas relativas a ellos, sigue siendo un enigma. Nada se sabe de su mundo de origen ni cómo fue que llegaron a existir. Sabemos que fueron ellos los creadores del primer alfabeto, las runas durvicas, y que sus grandes progresos en la tecnología de los metales beneficiaron a todas las razas de Aret. En la actualidad han descubierto el uso de la pólvora.

Los humanos son la raza más joven y numerosa de todas, con cientos de etnias y culturas que adaptan a cualquier lugar y clima del mundo. El orgullo y la locura del hombre ha traído varios desastres a Aret (por ejemplo, ellos son los culpables de la invasión demoníaca), y sus tierras siempre en expansión invaden los territorios de las razas más antiguas. Para bien o para mal, el futuro de las tierras de Aret ahora se encuentra en sus manos.

Para los humanos es posible tener hijos híbridos con seres de otras razas, los cuales conservan la apariencia física de la raza de la madre pero los rasgos más prominentes de las dos razas a las que pertenecen sus genes.

Existen muchas más razas que pueblan Aret, algunas simplemente salvajes, otras de monstruos peligrosos, como por ejemplo los jotun. Pululan en los rincones olvidados del mundo, viviendo vidas cortas y violentas, mientras sus culturas descienden cada vez más en la barbarie. Además de ellos hay criaturas mucho más maléficas y crueles. Ocultos bajo la tierra, estos siniestros seres aberrantes sueñan con esclavizar al ganado humano y alzarse con el poder de la superficie de Aret algún día…


De la magia:

La magia en Aret está limitada por una corriente arcana que emana del místico árbol Enuma y cuyo flujo es controlado por los movimientos de las tres lunas. Allí donde las corrientes arcanas son escasas no puede crecer vida vegetal y para un mago es imposible realizar hasta el más simple de los hechizos.

Solo los dragones y los elfos nacen con el don innato para conectar con estas corrientes arcanas. Para el resto de las razas es necesario nacer con un gen especial que solo se encuentra en uno de cada mil individuos. Es por eso que los magos son seres extremadamente poderosos en Aret, temidos y admirados por igual en todas las tierras del Imperio.

Añadido:

Los "paladines", guerreros dotados con el uso de la magia, pertenecen a una orden secreta que logró, luego de años de experimentos, crear un ritual que permite que las personas comunes puedan conectar de manera forzada a las corrientes arcanas. Gracias a esto pueden usar magia, aunque a un nivel más limitado que un mago, limitándose normalmente a la escuela de magia desarrollada por la orden.


Del Imperio:

El Sacro Imperio de Telos es actualmente la nación más grande de todo Aret. Fundado por la casa real Drakengast para honrar la alianza entre los humanos, los elfos y los duarves, la misión del Sacro Imperio es ayudar a restablecer las Tierras de Aret del caos resultante por la invasión demoníaca. Sus ciudades más importantes son bastante acaudaladas, e incluso los pueblos más humildes gozan de suficientes recursos para progresar tranquilamente.

Añadido en el año 300 del Imperio: Los elfos partieron de las tierras de los humanos al norte, a sus tierras ancestrales conocidas como Alfheim. Se desconoce si van a volver o no, y cuáles fueron las razones para que todos los elfos, incluso los niños, abandonaran las tierras del Imperio.

El archimago Bälan se ha ido con ellos. La tarea de continuar con el Compendio Histórico ha caído en manos de sus seguidores, un grupo de eruditos que se hace llamar a sí mismos los akrónidas, liderados por el sabio humano Akron.

Añadido en el año 505 del Imperio: Los rumores de un poderoso mago liche en las tierras del sur se han esparcido por todo el Imperio. Al parecer, está reuniendo a las tribus de hombres bestia y a los bárbaros bajo su mando.

Añadido en el año 956 del Imperio: Los duarves parecen haber descubierto la forma de hacer aparatos que funcionan por cuenta propia usando agua y carbón en lugar de magia. Llaman a dichos aparatos “máquinas de vapor”.

Añadido en el año 960 del Imperio: Varios nobles se han rebelado contra las leyes del Emperador Philene III. Se teme que pueda haber guerra civil.

Añadido en el año 990 del Imperio: Después de 30 años de guerra… ¡un elfo! ¡Os juro que he visto un elfo!

Fragmentos tomados del Compendio Histórico de Aret.


RE: Memorias de Aret - kaoseto - 16/02/2015

Muy buenas, Anzu, me he leído el «Mito de la creación» y los documentos sobre las tierras de Aret.

El primer texto me ha gustado, no recuerdo muy bien la primera versión, pero creo que me ha sonado mejor ahora, está escrito con fluidez y poesía y recuerda bastante a un texto religioso y solemne. Lo único que me ha chocado un poco tal vez es el hipérbaton poético que le das en «que chispas brotaron de estas», no es que esté mal, pero como es el único hipérbaton un poco forzado que he visto pues lo apunto. Otra observación, el nombre del sabio Balzac me ha hecho gracia, me ha hecho pensar inmediatamente en el escritor francés y lo malo es que por un momento me he salido del mundo de Aret Smile

El segundo texto me ha parecido que estaba también bien conseguido, sobre todo el tono estudioso y objetivo. La idea de los duarves me ha gustado, suena bien. Algunas ideas sobre la magia también me han llamado la atención, como cuando dices que hay zonas en las que los magos no pueden soltar hechizos. Puede dar lugar a situaciones graciosas.

Apenas he visto faltas, recuerdo una «Le siguen los elfos» (en «De las razas mortales»), debiera ser «La» (si te refieres a la raza de la que hablabas anteriormente). La idea de los dioses yo siempre he tenido mis reparos en darles demasiada importancia en las historias narradas, por el mero hecho de que rompen el equilibrio del mundo, pero por qué no hablar de su historia o del impacto que tienen sobre las distintas razas y pueblos. Lo de meter las máquinas de vapor en el mundo me ha parecido una idea original, me parece que eso de mezclar las tecnologías independientemente de la historia de nuestra Tierra es una buena idea.

En todo caso el mundo parece ameno y creo que se pueden escribir grandes historias sobre él. Espero a leerme el próximo capítulo, que supongo que lo habrás cambiado mucho Smile

Saludos!


RE: Memorias de Aret - landanohr - 16/02/2015

Buenas compañero!

Pues, pinta interesante la historia después de la introducción, hechos pasados y acontecimientos que nos has dado. Ahora conocemos mucho mejor a las razas que habitan el mundo, sus particularidades y lo ocurrido (a grosso modo) en épocas pasadas.

En cuanto a la lectura me ha resultado amena. No suelo ser muy amigo de las introducciones de este tipo porque, a pesar de que reconozco que son necesarias para poner en contexto y yo mismo hice algo similar en mi historia, me suele resultar pesada tanta carga de información. De todas formas, como digo, me ha resultado más amena de lo que hubiese esperado; supongo que gracias al tono que le has dado a la redacción y a que no te centras demasiado en los detalles, haciendo que no se haga pesado.

Así que nada, vamos a esperar a ver qué ocurre cuando dejemos atrás los hechos pasados y empecemos con el relato en ciernes; de momento la cosa promete.

Iep!

PD: revisa las fechas de la parte final, creo que los 40 años de guerra son demasiados. 960: parece que puede haber guerra; 990: después de 40 años de guerra... serían 30?


RE: [Fantasía Epica] Memorias de Aret - Anzu - 26/02/2015

Hola de nuevo, chicos y gracias por los comentarios. Ya he corregido lo de las fechas, y paso a publicar el prólogo luego de varias semanas de inactividad. Quienes lo recuerden del viejo foro verán que he cambiado algunas cosas, como el nombre de la prota. El anterior nombre era demasiado común y corriente al lado de nombres como Alegast y Olibus, y quedaba fuera de lugar. El nuevo nombre, Fara, es más acorde a los demás y fácil de recordar.




En los últimos años del reinado del Emperador Philene III, las tierras del norte fueron azoladas por una serie de guerras que se conocieron para la posteridad como “La Rebelión de los Caudillos”, que duró aproximadamente 40 años. El resultado fue una carnicería que se extendió por todo el Imperio y terminó con las vidas de cientos de miles. Aquellos que sobrevivieron a las penurias de la guerra tuvieron que enfrentar a un enemigo invisible y más letal: la Plaga.

Fue por esta época que los rumores de un elfo que viajaba en solitario desde el oriente hasta las tierras centrales empezaron a surgir. Los elfos no se habían visto en tierras de los humanos desde la invasión de los demonios al mundo de los vivos, y la aparición de uno en tiempos aciagos auguraba el advenimiento de una nueva edad…


Prólogo:
El elfo y la maga

«Existe un proceso mágico de vital importancia:
El comienzo de un nuevo eón.
Cuando no hay más remedio que pronunciarse
el planeta entero debe ser bañado en sangre.»  

Aleister Crowley


El tamaño de la llama crecía o disminuía con la respiración de la joven, quién sudando se esforzaba por mantener el fuego con vida.

—La llama debe ser controlada con tu voluntad —dijo con tono aburrido su maestro, Olibus el Grande, un mago calvo de austera mirada que llevaba el tatuaje del “Ojo que todo lo ve” en su amplía frente.

Ignis fatus animus —el conjuro salió tímidamente de los labios de Fara. Cada una de las sílabas servía para regular la energía que alimentaba a su hechizo.

La llama se tornó más brillante y creció un poco antes de temblar y extinguirse de golpe.

—Mediocre, como era de esperarse —la amonestó Olibus desdeñosamente—. Si no eres capaz de refinar tus conjuros nunca podrás lanzar un hechizo, por más básico que sea.

El mago salió de la biblioteca farfullando furioso. Fara lo vio irse con una mezcla de frustración y desencanto. Por un lado se sentía mal de no haber podido complacer a su tutor, uno de los magos más importantes del Imperio. Por otro lado el tipo era un presumido y un imbécil.

Agotada, Fara salió también de allí, estirando los músculos perezosamente. Un par de volutas azules brillaron en medio del pasillo pero ella no les puso cuidado. Ya estaba acostumbrada a ver esas cosas que los demás no podían, pero no era la única. Olibus le había dicho que la magia era azul en su forma más pura y que solo aquellos con la capacidad de verla podían ser magos.

La delgada pelirroja abrió las ventanas de su alcoba dejando entrar el aire frío del otoño, su favorito. Afuera todo era oscuridad, salvo en el muro exterior, donde antorchas crepitaban en la cima de las torres de vigía. Pese a estar bien entrada la noche, su cama se encontraba imperturbada. A un lado de ésta, su escritorio estaba abarrotado con tomos de teoría arcana, diagramas de energía, guías de entonaciones, y pilas de hojas llenas de anotaciones, sus objetos para escribir, y una lampareta —una esfera de bronce bruñido del tamaño de un puño, brillante con luz propia y apoyada en un sencillo pedestal— iluminaba con una luz rojiza su pálida piel blanca. Una segunda lampareta, más grande y luminosa, colgaba del techo de la habitación mediante una cadena de hierro.

Se encontró observando en dirección a las montañas de la Cordillera del Dragón, que a esa hora se asemejaban a una enorme muralla negra perdida en la distancia, y por una extraña razón a Fara le parecían enigmáticas y hermosas, y deseaba con todas sus fuerzas ir a la cima de la más alta de todas. Ese había sido su sueño cuando aún vivía en la vieja granja de sus padres. Había vivido con ellos durante dieciséis inviernos, escuchando las historias de los bardos y los soldados veteranos de la guerra civil que ahora asolaba las tierras del Imperio, deseosa siempre de vivir sus propios viajes, librar épicas batallas y eventualmente, como ellos, narrar su propia historia, quizá en forma de una balada. Pero, ¿cómo iba a hacer todo eso cuando ni siquiera era capaz de evocar el más sencillo de los hechizos?

Tras haber reposado un poco, Fara resolvió hacer un intento más. “Una llama de color rojo es la más estable de todas”, había dicho Olibus. “Una vez que aprendas a producir fuego rojo, podrás comenzar a aprender hechizos de verdad”. Le había dado instrucciones de cómo lograr aquello, seguidas por un interminable discurso del que Fara recordaba menos de una décima parte, en el que había detallado exhaustivamente el mecanismo por el cual las flamas rojas eran inherentemente más sencillas de manipular.

Respirando profundamente, levantó el brazo y con un ligero esfuerzo —comparable al necesario para subir un escalón— conjuró una nueva llama. La débil brasa que había invocado bailó en su palma y luego se enderezó, convirtiéndose en una miserable lengua de fuego que apenas emitía calor. Fara cerró de golpe la mano, frustrada. Tras un año de práctica constante ésta era toda la magia que había conseguido dominar.

“Cualquier persona es capaz de tomar una pluma y escribir”. El tono desdeñoso de su tutor nunca había sido tan hiriente como el del día que había logrado evocar su primer fuego. “Pero crear poesía requiere intuición, creatividad, instrucción, nobleza de mente y de linaje, sabiduría... Ocurre lo mismo con El Arte”.

'El Arte' era el mote que Olibus y otros practicantes daban al estudio de la magia: Un apodo pomposo que servía únicamente para aumentar su propia importancia.

—Imbécil —masculló la joven mientras se dejaba caer en la cama, llena de frustración.

Cerró los ojos y pensó en las montañas, en la majestuosidad que inspiraban, en el sueño que le producían… Se sentía cansada, como si hubiera corrido todo el día subiendo y bajando esas montañas sin parar. Su cuerpo pesaba como una roca y la cama era demasiado cómoda como para hacer el esfuerzo de levantarse. Afuera, las montañas se elevaban ominosamente hacia la negra bóveda celeste, iluminadas por un perverso sol hueco cuya purulenta luz se colaba lentamente por su ventana, mientras ella se daba cuenta de que su cuerpo estaba paralizado, hundiéndose en la locura de aquel sueño que se había apoderado de su mente.

Fara se levantó de golpe, con el corazón agitado y sudando frio, pero no tuvo tiempo de pensar más en aquella extraña pesadilla. Al abrir los ojos se sorprendió al ver que la luz de las lamparetas había sido opacada por el azul resplandor de la magia. Nunca antes había visto tantas volutas reunidas en un solo lugar, entrando en su habitación por las rendijas de la puerta como un pequeño mar de luz. Salió lentamente al pasillo pensado que tal vez su maestro estaba practicando algún hechizo complicado, de esos que se negaba a enseñarle.

El camino de volutas se extendía por todo el pasillo y bajaba las escaleras en espiral que daban al vestíbulo de la mansión. Intrigada, Fara caminó en silencio, con la sensación de que en cualquier momento su maestro se percataría de su presencia y la enviaría de nuevo a su habitación con una de sus típicas monsergas acerca del respeto hacia los practicantes del Arte. Tan concentrada estaba en sus pensamientos que tropezó y estuvo a punto de caer por las escaleras, caída que evitó al aferrarse ágil pero ruidosamente a la pared. Respiró agitada por unos segundos —que para ella parecieron eternos— antes de animarse a continuar bajando.

Lo primero que vio al llegar al primer piso fue al asistente del cocinero tumbado junto a las escaleras. Su ropa estaba impregnada con el aroma del peculiar perfume que usaba la esposa del chef principal de la mansión, y el muchacho estaba sumido en un sopor del que no podía sacarlo, sin importar lo ruidosa o brusca que fuese. Frustrada al no poder despertarlo se decidió a seguir el camino de volutas, que se dirigía a los salones del fondo hasta llegar a la sala de trofeos de Olibus, el lugar donde el mago guardaba toda clase de artilugios mágicos que le habían sido confiados por los nobles del Imperio.

Al llegar a la puerta del salón su instinto la hizo detenerse en seco. Lo que sea que estuviese emitiendo esa cantidad de magia estaba ahí dentro y su presencia era sobrecogedora al punto de causarle una terrible sensación de pánico. Las gotas de sudor recorrieron su rostro antes de que la chica decidiera ceder a su curiosidad y abrir lentamente la puerta, tratando de hacer el menor ruido posible.

—No hay necesidad de ser tan precavida, sé que estás ahí — dijo entonces una risueña voz masculina.

Fara se irguió sobresaltada y dirigió la mirada a la persona que le había hablado. Era difícil verlo incluso teniéndolo en frente debido a la resplandeciente aura que lo envolvía. En lo primero que Fara pudo enfocarse luego de mucho esfuerzo fue en sus ojos, dos llamas azules de fuego mágico que la miraban directamente y le provocaban miedo, una compulsión que la obligaba a huir de allí a toda velocidad y nunca volver. Aquel impulso la hizo salir del salón y estrellarse contra el muro que estaba frente a la puerta, cosa que le ayudó a salir del control de la magia de aquel extraño. Ahora que pensaba con mayor claridad, entró lentamente a la habitación mientras se sobaba la cabeza. Aquel golpe aunque útil, había reemplazado el miedo con un pulsante dolor. Al enfocarse nuevamente en su atacante, las características de aquella persona se hicieron más claras.

Se trataba de un joven alto, bastante si se le comparaba con Fara —que era pequeña para su edad—, de tez morena y largo cabello plateado, entre el cual se podían ver sus largas y puntiagudas orejas. Vestía una simple armadura de cuero y metal sin colores ni blasón, de un estilo que ella no pudo reconocer, y parecía estar desarmado.

Entonces supo con quién estaba tratando. Un elfo. En los libros de historia se hablaba sobre ejércitos élficos que antaño habían ayudado a los humanos en sus guerras contra los demonios. También sabía que habían desaparecido desde los inicios del Imperio y que posiblemente este era el primero que alguien veía en cientos de años.

—¿Qué haces aquí? —fue lo primero que se le ocurrió preguntar después de tartamudear durante unos segundos.

—Soy solo un humilde ladrón que va de paso, y estoy interesado en esa colección de objetos mágicos que tienes ahí. ¿Hay algún problema si me llevo una o dos de estas armas?—comentó el elfo mientras se acercaba tranquilamente a un estante de madera donde estaba guardada una daga decorativa.

—¿¡Un ladrón!? —respondió ella tragando saliva, pero luego recuperó un poco de su valor—. ¿Qué clase de ladrón lo admite de esa manera? —preguntó perpleja.

—Uno encantador —sonrió él maliciosamente—. Mi magia ha puesto a todos los habitantes de esta mansión a dormir, y ni siquiera tu maestro ha podido resistir mi conjuro. Eres bastante talentosa para ser tan joven.

—Ya decía yo que algo raro le había pasado a Cecil… —comentó ella confundida, recordando al joven que aún dormía junto a las escaleras.

Sus ojos purpúreos se habían acostumbrado ya a la presencia de aquel ser mágico y el aura que lo envolvía empezaba a volverse menos brillante, hasta convertirse en un tenue resplandor que apenas resaltaba alrededor de su cuerpo.

—Como premio a tu talento, te propongo un trato: a cambio de estos objetos mágicos te enseñaré algo de magia antigua. ¿Te parece bien? —propuso de repente el ladrón.

Los ojos de Fara brillaron con intensidad mientras contemplaba la idea. ¡Magia de verdad! No aquellos simples trucos con el fuego que le enseñaba Olibus, sino el poder de dormir incluso a un mago de su nivel. Sonrió maliciosamente al imaginar la cara de envidia que Olibus pondría cuando la viera emplear una magia que ni él podía imaginarse.

—¡Un momento! —exclamó ofuscada de repente—. Esas cosas no son mías, y además dudo que tu magia del sueño dure todo el tiempo que yo necesite para aprenderme tus conjuros. Qué podrían ser días… o incluso meses… —esto ultimo lo añadió entre dientes, hablando para sí misma.

—Eres tú quien está ahora frente a mí, así que el trato es para ti nada más. Recuerda, soy un ladrón. Bien podría tomar esto así como así e irme. Deberías aprovechar la oportunidad cuando la tienes al alcance —sonrió mientras le guiñaba el ojo—. Además, no es necesario que nos quedemos acá para entrenar, ¿no es así? Puedes venir conmigo y además de aprender secretos que un tutor humano nunca podría enseñarte, puedes explorar el mundo y ver cosas nuevas todos los días, lhiannan.

Se encontró a si misma queriendo decir que sí, pero se detuvo en ese instante. ¿Acaso se había vuelto loca? ¿Un completo extraño, además de ladrón, le ofrecía irse con él y ella estaba a punto de aceptarlo sin vacilar si quiera? Sin embargo, algo en su corazón la impulsaba a hacerlo sin importar las consecuencias. Esta era la oportunidad de viajar y ver el mundo que solo había visto en su imaginación. De aprender a usar la magia que su maestro decía que nunca podría dominar. Había llegado el momento donde debía superar su propia imprudencia si quería hacer algo con su vida.

—¿Y a qué hora nos vamos? Porque tengo que empacar mis cosas… —fue su respuesta, que la dijo casi sin pensar.

—Entonces apresúrate —interrumpió el intruso—. Estaré esperándote en la salida de servicio.

Sin tiempo para pensar en las consecuencias de lo que hacía, Fara salió corriendo del salón tan rápido como se lo permitieron sus piernas.

—Es bastante interesante para ser una humana —pensó para sí el ladrón mientras se hacía con la daga y estudiaba otro de los artefactos con ojos codiciosos.

La chica llegó agitada a su alcoba y sin darse un tiempo para respirar, tomó un zurrón de cuero que normalmente usaba para guardar libros, y se puso en la tarea de seleccionar lo que creía que era importante para su viaje. Unos cuantos vestidos, los cuales emburujó en el zurrón, y el collar de cáñamo que su abuela le había dado como recuerdo al abandonar su hogar. También se aseguró de llevarse sus textos de estudios y sus diagramas, y una cantidad suficiente de hojas en blanco para tomar notas; todos los frascos de tinta que pudo permitirse y unas plumas. Luego de pensarlo dos veces, pasó a la biblioteca y tomó también el enorme grimorio negro que Olibus cuidaba con gran recelo.

—Se lo tiene merecido —dijo para sí mientras bajaba a toda prisa por las escaleras en dirección a la cocina.

De allí tomó varias hogazas de pan, un gran queso y ese embutido que el mago nunca le dejaba probar. Al salir de la cocina creyó ver a Olibus bajando las escaleras, habiendo descubierto su plan y con intenciones de detenerla. Con el corazón en la boca saltó nuevamente a la cocina, se tapó la boca para no evitar hacer algún ruido accidental y se ocultó tras la puerta por un instante que parecía eterno. Pero nada pasó, la mansión estaba sumida en un sepulcral silencio.

Al salir por la puerta de servicio, Fara vio al sonriente elfo esperándola y agradeció a Zoliat, el dios-sol, que todo fuera real y no producto de su salvaje imaginación.

—¿Ya tomaste todas las armas que querías robar? —preguntó ella con nerviosismo mientras respiraba agitadamente, cansada de tanto correr.

—En efecto, lhiannan —respondió él, jugueteando con la daga ornamental que había tomado del estante de madera—. ¿Ya sabes a dónde quieres ir?

—Que sea muy, muy lejos de este lugar. Y mi nombre es Fara, no le… linan, o lo que sea que digas —masculló ella frunciendo el ceño, incapaz de pronunciar la palabra élfica.

—Dado que me has dicho tu nombre, es lo correcto que yo te dé el mío. Puedes llamarme Alegast. Encantado de conocerte, lhiannan Fara.

—¡Te dije que no me llamaras así! —refutó ella, incapaz de ocultar que su cara se había puesto completamente roja.

Alegast carcajeó jovialmente y haciéndole señas, la guió por el camino que tenía preparado para salir del predio de Olibus. Fara volvió la mirada una última vez a la mansión del que fue su maestro, decidida a nunca volver a ver la calva cabeza del detestable mago. Sonrió y siguió a su nuevo maestro y guía, el único elfo que se había visto en cientos de años. Tomaron el camino que iba hacía al sur, mientras las trémulas estrellas se asomaban entre las perezosas nubes de una noche sin lunas.


RE: [Fantasía Epica] Memorias de Aret - landanohr - 26/02/2015

Buenas compañero!

Pinta bien la historia a juzgar por el prólogo. Por un lado una curiosa forma la del elfo, una criatura muy extraña para todos los humanos, de presentarse directamente y sin tapujos como "un ladrón"; por otro lado me ha gustado la forma de "liberarse" que tiene Fara... le quito el libro que le gusta y me llevo el fiambre que no me deja probar XD

De momento es poquito de la historia, pero lo cierto es que me he quedado con ganas de ver cómo sigue.

Así que esperar!
Iep!


RE: [Fantasía Epica] Memorias de Aret - kaoseto - 28/02/2015

Buenas, Anzu!

Me leí tu primer capítulo ayer pero aún no te había comentado. Me ha gustado cómo le has dado un nuevo giro a tu historia en comparación con la primera versión. Tal vez sea porque me he leído la presentación de tu mundo, pero también me ha dado la sensación de que con unas pocas pinceladas consigues crear un contexto y un entorno para la historia, introduciendo lo del Arte por ejemplo. Además se crean unos cuantos misterios. ¿Es posible que el elfo sólo quisiese realmente robar aquella daga? Porque entonces habría entrado en cualquier otro momento en que no estuviese Fara, así que uno se pregunta si el elfo no va a buscar a Fara intencionadamente… Tengo curiosidad por saber qué va a pasar! (Y por cierto, el cambio de nombres es muy acertado, el otro recordaba demasiado a nuestro mundo).

Saludos!