18/11/2017 09:05 PM
Esta vez traigo unos microrrelatos que no había llegado a publicar antes, ya que los escribí en su momento para un concurso. Debo decir que aunque son (muy) mejorables los tuve que escribir con un número limitado de caracteres.
Pero lo más importante es que tras escribirlos estuve pensando en alargarlos para convertirlos en relatos. Pero, aunque a mí me parecen conceptos interesantes, no sé hasta que punto lo son realmente para ponerme a ello; aunque comentaré mis dudas al respecto tras presentaros los microrrelatos.
Un último apunte, si bien están protagonizados por los mismos personajes el orden de los microrrelatos es el de escritura, no uno cronológico.
Lo muerto, muerto está
—Lo muerto, muerto está —comentó Bocanegra a sus compañeros—. No hay nada que temer de un cadáver.
—No estará tan muerto si resulta que se ha movido... —dijo el Dagas
—Ni estará tan muerto si resulta que se ha levantado... —replicó Sanguijuela.
—Ni tan muerto si resulta que puede hablar... —añadió el primero.
—Vamos muchachos... —dijo el líder del grupo señalando los dos cuerpos que habían tenido que rematar poco tiempo antes—. Ya nos hemos encargado de acabar con el problema.
Su brazo aun sangraba por la mordedura de uno de los cuerpos.
—Vamos Bocanegra; mira ese estropicio —comentó Sanguijuela señalando la herida—. Está claro que seguimos teniendo un problema...
Descargó un golpe con el hacha que cercenó la cabeza a su antiguo líder, mientras el Dagas contemplaba la escena con cierta sorpresa.
—Problema resuelto. Lo muerto, muerto está. —comentó pasando un dedo por el filo del hacha recogiendo la sangre que luego degustó.
—Creo que te has pasado; podríamos haberlo resuelto de otra forma. —comentó su compañero.
—¿Acaso nosotros no hemos vuelto después de la muerte?
—Por supuesto. Pero no tras morir decapitados. —replicó el Dagas y como respuesta recibió un encogimiento de hombros.
Siguiendo el rastro
El rastro se adentraba más y más en la espesura del bosque.
Para Bocanegra y sus dos compañeros no era un problema; el Dagas era un rastreador estupendo.
Aun con ello y tratándose de una cría, llevaban tres días de persecución.
—Está cerca. —comentó el rastreador más para sí mismo mientras contemplaba unas ramas rotas y unas hojas pisoteadas.
—Está cerca, está cerca —respondió Sanguijuela antes de escupir en el suelo—. Llevamos tres días cerca, estoy harto de que no alcancemos a un engendro malherido.
Bocanegra no dijo nada; también empezaba a cansarse de esta búsqueda interminable pero no por ello culpaba a su compañero.
El rastro cada vez se hacía más difícil de seguir; en esa zona las huellas de los animales se cruzaban con las de la presa que seguían. Pero no desistieron, si no la atrapaban no obtendrían la recompensa.
Al final lograron arrinconarla; el aspecto de la niña era deplorable, estaba mugrienta y además de la herida en el hombro infligida en su primer encuentro tenía varias otras heridas menores.
Sanguijuela, a diferencia de sus compañeros no dudó al verla; descargó el hacha con toda su fuerza.
—Odio cuando adoptan forma humana. —comentó Bocanegra mirando el cuerpo.
Fuego del cielo
La lluvia de fuego empezó al alba. Los que pudieron ponerse a cubierto a tiempo vieron cómo la gente moría calcinada en un instante; esos fueron afortunados.
Lo último que vieron los que sobrevivieron a esa tormenta tras varios días encerrados fue a una diosa; una verdadera diosa en llamas, que aparecía ante ellos para a continuación carbonizarles hasta el alma, no se inmutó ante las súplicas.
La diosa buscó por toda la ciudad mientras su lluvia ardiente no cesaba; mas no los encontró. Dio un grito de ira que pronto se convirtió en una explosión que arrasó completamente la ciudad y varios otros pueblos cercanos; los cielos de la mitad del continente quedaron cubiertos de ceniza por varios días como recuerdo de ese evento.
Lejos de toda esa destrucción, en el momento de la explosión toda una taberna se estremeció por ese sonido surgido de la nada.
Y aunque no podían estar seguros de ello, tres hombres creían saber el motivo. En su poder Bocanegra tenía el amuleto que robaron del templo de la diosa del fuego.
Templo donde también mataron a las sacerdotisas que guardaban ese tesoro.
Escaparon de la ciudad antes del alba; y no pararon hasta poner medio continente de distancia.
Llegados ahora a este punto van mis cuestiones acerca de las historias: ¿son conceptos interesantes en los que trabajar?, sobretodo en lo que a Fuego del cielo se refiere, porque si bien es la idea que más me gustó de las tres, creo que es el que peor resultado ha tenido en cuanto a desarrollo por la cuestión del límite; por otro lado, en caso de reescribirlos como relatos, ¿recopilarlos con un cierto orden cronológico o dejarlos sueltos?
Un saludo.
P.D.: Sé que las tres historias narrativamente siguen el patrón de los otros relatos que he publicado aquí —si pasas por aquí, sí Momo, esto va principalmente por ti— así que con respecto a esto no son necesarios los comentarios.
Pero lo más importante es que tras escribirlos estuve pensando en alargarlos para convertirlos en relatos. Pero, aunque a mí me parecen conceptos interesantes, no sé hasta que punto lo son realmente para ponerme a ello; aunque comentaré mis dudas al respecto tras presentaros los microrrelatos.
Un último apunte, si bien están protagonizados por los mismos personajes el orden de los microrrelatos es el de escritura, no uno cronológico.
Lo muerto, muerto está
—Lo muerto, muerto está —comentó Bocanegra a sus compañeros—. No hay nada que temer de un cadáver.
—No estará tan muerto si resulta que se ha movido... —dijo el Dagas
—Ni estará tan muerto si resulta que se ha levantado... —replicó Sanguijuela.
—Ni tan muerto si resulta que puede hablar... —añadió el primero.
—Vamos muchachos... —dijo el líder del grupo señalando los dos cuerpos que habían tenido que rematar poco tiempo antes—. Ya nos hemos encargado de acabar con el problema.
Su brazo aun sangraba por la mordedura de uno de los cuerpos.
—Vamos Bocanegra; mira ese estropicio —comentó Sanguijuela señalando la herida—. Está claro que seguimos teniendo un problema...
Descargó un golpe con el hacha que cercenó la cabeza a su antiguo líder, mientras el Dagas contemplaba la escena con cierta sorpresa.
—Problema resuelto. Lo muerto, muerto está. —comentó pasando un dedo por el filo del hacha recogiendo la sangre que luego degustó.
—Creo que te has pasado; podríamos haberlo resuelto de otra forma. —comentó su compañero.
—¿Acaso nosotros no hemos vuelto después de la muerte?
—Por supuesto. Pero no tras morir decapitados. —replicó el Dagas y como respuesta recibió un encogimiento de hombros.
Siguiendo el rastro
El rastro se adentraba más y más en la espesura del bosque.
Para Bocanegra y sus dos compañeros no era un problema; el Dagas era un rastreador estupendo.
Aun con ello y tratándose de una cría, llevaban tres días de persecución.
—Está cerca. —comentó el rastreador más para sí mismo mientras contemplaba unas ramas rotas y unas hojas pisoteadas.
—Está cerca, está cerca —respondió Sanguijuela antes de escupir en el suelo—. Llevamos tres días cerca, estoy harto de que no alcancemos a un engendro malherido.
Bocanegra no dijo nada; también empezaba a cansarse de esta búsqueda interminable pero no por ello culpaba a su compañero.
El rastro cada vez se hacía más difícil de seguir; en esa zona las huellas de los animales se cruzaban con las de la presa que seguían. Pero no desistieron, si no la atrapaban no obtendrían la recompensa.
Al final lograron arrinconarla; el aspecto de la niña era deplorable, estaba mugrienta y además de la herida en el hombro infligida en su primer encuentro tenía varias otras heridas menores.
Sanguijuela, a diferencia de sus compañeros no dudó al verla; descargó el hacha con toda su fuerza.
—Odio cuando adoptan forma humana. —comentó Bocanegra mirando el cuerpo.
Fuego del cielo
La lluvia de fuego empezó al alba. Los que pudieron ponerse a cubierto a tiempo vieron cómo la gente moría calcinada en un instante; esos fueron afortunados.
Lo último que vieron los que sobrevivieron a esa tormenta tras varios días encerrados fue a una diosa; una verdadera diosa en llamas, que aparecía ante ellos para a continuación carbonizarles hasta el alma, no se inmutó ante las súplicas.
La diosa buscó por toda la ciudad mientras su lluvia ardiente no cesaba; mas no los encontró. Dio un grito de ira que pronto se convirtió en una explosión que arrasó completamente la ciudad y varios otros pueblos cercanos; los cielos de la mitad del continente quedaron cubiertos de ceniza por varios días como recuerdo de ese evento.
Lejos de toda esa destrucción, en el momento de la explosión toda una taberna se estremeció por ese sonido surgido de la nada.
Y aunque no podían estar seguros de ello, tres hombres creían saber el motivo. En su poder Bocanegra tenía el amuleto que robaron del templo de la diosa del fuego.
Templo donde también mataron a las sacerdotisas que guardaban ese tesoro.
Escaparon de la ciudad antes del alba; y no pararon hasta poner medio continente de distancia.
Llegados ahora a este punto van mis cuestiones acerca de las historias: ¿son conceptos interesantes en los que trabajar?, sobretodo en lo que a Fuego del cielo se refiere, porque si bien es la idea que más me gustó de las tres, creo que es el que peor resultado ha tenido en cuanto a desarrollo por la cuestión del límite; por otro lado, en caso de reescribirlos como relatos, ¿recopilarlos con un cierto orden cronológico o dejarlos sueltos?
Un saludo.
P.D.: Sé que las tres historias narrativamente siguen el patrón de los otros relatos que he publicado aquí —si pasas por aquí, sí Momo, esto va principalmente por ti— así que con respecto a esto no son necesarios los comentarios.