17/10/2018 11:49 AM
Ninguno nos acordamos de cómo aprendimos a caminar. Sin embargo, si preguntáramos a nuestros padres, sin duda nos contarían las innumerables ocasiones en las que intentamos ponernos de pie con nuestras piernecillas regordetas tan sólo para caer de culo contra el suelo. Estoy seguro de que fue un proceso de lo más arduo para nuestros yoes del pasado, pero, con sus mentes incansablemente curiosas, no se rindieron, y al final aprendieron a sostenerse sobre dos piernas. Démosles las gracias por ello.
En un momento dado de nuestras vidas, nuestro amor por la lectura nos lleva a algunos a decidirnos a escribir una novela. Tenemos la estantería llena de ejemplares de nuestros autores favoritos, aquellos a quienes queremos emular. En mi caso estos son Patrick Rothfuss, Barbara Hambly, Michael Ende, entre otros.
Admiramos a estos autores y aspiramos a ser como ellos. Pero a la hora de sentarnos delante de ese maldito documento en blanco de Word, algo nos detiene. Nuestros dedos se congelan sobre el teclado y las palabras nos eluden. Después de media hora de rascarnos la cabeza sin que lleguen las ideas, desistimos. Cerramos el Word y nos dedicamos a perder el tiempo en Facebook, Youtube (mi particular adicción), Twitter, o cualquier otra página similar.
Lo sé, yo mismo he estado en esa situación innumerables veces. Cuando nos frustramos es tentador bajar los brazos y distraernos con cualquier cosa. Pero, si amamos tanto la escritura, ¿por qué nos cuesta tanto escribir? La respuesta, en la mayoría de los casos, es más sencilla de lo que parece: el miedo al fracaso.
Cuando éramos unos bebés, apenas conscientes de nuestra existencia en el universo, no teníamos ninguna vergüenza de caernos una y otra vez hasta conseguir caminar. No nos preocupábamos de lo que pudieran pensar otras personas, que se rieran de nosotros ni nada por el estilo. Simplemente lo intentábamos, y si no nos salía lo volvíamos a hacer. Todo con una sonrisa en el rostro.
Entonces, ahora en nuestra edad adulta, ¿por qué no somos capaces de hacer lo mismo con la escritura? Nos presionamos demasiado. Queremos ser como esos autores a los que siempre hemos admirado y queremos conseguirlo en nuestro primer intento. Si esos bebés pudieran vernos ahora, se reirían de nosotros. Todos debemos aprender de ellos, y seguir escribiendo a pesar de nuestro miedo al fracaso. Sólo entonces podemos tener la esperanza de, algún día, alcanzar a nuestros ídolos.
Porque sin caernos de culo centenares de veces, jamás habríamos aprendido a caminar. Así que sigamos haciéndolo… y sonriamos en el proceso.
Todo sea por el gusto de contar historias