21/04/2019 06:52 PM
(This post was last modified: 21/04/2019 07:07 PM by Duncan Idaho.)
28 de junio de 2003 en un chat de Internet. Dos personas mantienen una conversación hasta que uno de ellos pregunta: “¿Quieres que lo lleve al centro y lo mate delante de todos? ¿Eso es lo que quieres?”. La respuesta no se hizo esperar: “Sí”.
Menos de 24 horas después de aquel enigmático mensaje, un niño de 14 años estaba gravemente herido en un hospital de Manchester con heridas de arma blanca. Una en el tórax, más o menos leve, y otra en el abdomen, esta segunda de varios centímetros de profundidad, tanto, que le había perforado el riñón y el hígado y requirió la extracción de la vesícula biliar.
De hecho, el joven John estuvo muy cerca de morir en la mesa de operaciones del Hospital Wythenshawe, hasta en dos ocasiones. La sangre se acumuló dentro de la cavidad corporal del pequeño, restringiendo el movimiento de su diafragma, lo que detuvo el funcionamiento de los pulmones. Durante días se recostó sobre un respirador, tratado con analgésicos y antibióticos, y apenas sin poder hablar.
Una semana después, de las primeras cosas que John pidió cuando se recuperó fue ver a un psiquiatra. Mientras, la policía se encontraba en un extraño rompecabezas. Lo que en un principio parecía un intento de robo violento, carecía de sentido viendo las imágenes de seguridad del centro comercial donde se cometió el ataque.
Aquella tarde John había acudido al centro con su amigo Mark (de 16 años), de hecho, fue Mark quien quién llamó a una ambulancia después de que su amigo fuera aparentemente atacado por un tipo que vestía una chaqueta negra con capucha y vaqueros oscuros en un callejón del recinto. Sin embargo, cuando los investigadores examinaron las imágenes de seguridad, se dieron cuenta de que la historia era inverosímil.
Lo que veían: a Mark y John que desaparecían ellos dos solos por el callejón sin salida, pero en el plano no entraba nadie más, ni rastro del hombre con capucha. Poco después encontraron la prueba del puzzle que les faltaba: una cámara de circuito cerrado en la base del callejón que había registrado todo el tráfico peatonal. Cuando los chicos desaparecieron, la cámara giró y los siguió.
Tras analizar las imágenes la policía lo tenía claro: arrestó a Mark por intento de asesinato.
Horas después acudieron al hospital y presionaron a John para que contase la verdad. El chico finalmente admitiría, de mala gana y solo después de cambiar su historia varias veces, que efectivamente fue su mejor amigo, Mark, quien lo había apuñalado, aunque John dijo que no tenía idea de por qué lo había hecho.
Ni Mark ni John son los nombres reales de esta historia verídica. Las autoridades británicas quisieron salvaguardar el futuro de los menores con ambos pseudónimos. Un juicio histórico, en un caso que no había hecho más que comenzar.
Unas semanas después, la analista de la policía de Greater Manchester, Sally Hogg, parece haber encontrado algo en una sala de chats para adolescentes en MSN. Al parecer, una chica llamada Rachel había iniciado una sesión y terminaba pidiendo un asesinato a otro usuario.
Cuando los detectives examinaron los ordenadores de ambos chicos tuvieron que modificar por completo el “quién es quién” de esta historia. Tras investigar más de 58.000 líneas de texto, tan solo una fracción del total, el caso había cambiado por completo.
Meses antes del ataque, John había entrado por primera vez al chat de MSN, aunque no lo hizo bajo su propio nombre, sino como una joven adolescente de 16 años llamada Rachel W. A través de este personaje, al que le añadió una imagen falsa de una joven atractiva, se presentó a Mark, quien rápidamente pareció enamorarse de la chica, y la chica (John en realidad), se estaba enamorando de Mark.
Poco después, John emergió repentinamente en la sala de chat como él mismo (diciendo que era el hermano de Rachel), y a estos dos les siguieron otros alter egos como Lyndse, Rachel, Kevin, Dave o Janet. Estos personajes creados por John tenían sus propios problemas: una chica en apuros, un chantajista homosexual, una espía británica muy importante o un violador y asesino, y todos se registraron regularmente y charlaban con Mark, que se encontraba por aquel entonces cautivado y horrorizado por el mundo que estaba conociendo.
Estos personajes tenían deseos que se expresaban de manera franca, ardiente o amenazadora, según lo justificara la ocasión. El mundo de Mark, hasta entonces de lo más normal y marcado principalmente por la pasión al fútbol que le inculcó su padre, de repente estaba volcado en exclusividad por aquello que pasaba dentro del chat, por saber más sobre esos nuevos “amigos” de vidas tan dispares con los que hablaba a través de la pantalla.
Mark era hijo único de padres de clase trabajadora, y el joven siempre había sido educado y respetuoso. John diría más tarde a los psicólogos que Mark le había declarado que era “como un hermano”, aunque resultó que era mucho más que eso. Detrás de la pantalla del ordenador, John era la propia deidad personal de Mark.
Para el mes de abril de 2003, Mark se había enamorado tanto del personaje de Rachel, a quien John había equipado con su propia dirección de correo electrónico, que su creador se puso nervioso. Mark estaba, tal y como le dijo a John, enamorándose de la chica, tratando incesantemente de concertar una cita con ella. Había que hacer algo para prevenir el momento de la verdad, pensó John.
Como Mark descubriría poco después en el chat, Rachel, junto con su “hermano” John, se encontraban en un estado de peligro constante, amenazada con el secuestro y la violación por parte de un autoproclamado acosador homosexual llamado Kevin, el cuarto personaje de John.
Para evitar semejante tragedia, le dijeron a Mark que tenía que masturbarse frente a la cámara web, hecho que, aunque carecía de sentido en la vida de cualquier adulto, no así en la de Mark, quién acabó complaciendo al acosador.
Cuando el joven pasó por la humillante tarea de masturbarse frente a la cámara web, “Kevin” secuestró a su novia, la violó y finalmente la asesinó. Por supuesto, nada de esto estaba ocurriendo realmente, pero Mark, el chico de 16 años, ya estaba traumatizado. De hecho, John admitiría más tarde que sabía exactamente cuánto había traumatizado a Mark al diseñar la muerte de Rachel y permitir que el asesino aparentemente describiera sus últimos momentos al joven.
Así fue como, devorados ambos por un mundo ficticio, apareció un nuevo personaje en el chat creado por John: Janet Dobinson, una llamativa agente del servicio secreto. Las conversaciones analizadas en la investigación ofrecían un perfil “alto” para la señora Dobinson.
Al igual que otros personajes que aparecieron en aquellos meses por el chat, Dobinson también se interesó por la actividad sexual de John a través de la cámara web.
Por aquellas fechas, tanto John como Mark comenzaron a verse físicamente, convirtiéndose en los mejores amigos. Sin embargo, en muy poco tiempo John sintió que Mark tenía muchas más habilidades sociales que él en el mundo real.
A menudo se le acercaban chicas, mientras que la destreza que John había mostrado en la red, fuera no le servía de nada. De esta forma, la mente del joven comenzó a idear un final para todo, un final donde terminaría con su propia vida.
La conversación crucial en la sala de chat tendría lugar el 28 de junio de 2003 entre Mark y la “espía” Dobinson:
Dobinson: Llévalo hasta el centro y mátalo delante de todos
Mark: ¿Qué muera así, en medio de todo?
Dobinson: Sí, por favor!
Mark: pero eso es lo que pasaría..-
Dobinson: ¿Te lo preguntaría si no fuera importante?
Mark: entiendo
Dobinson: en trafford center o manchester
Mark: ¿Quieres que lo lleve al centro y lo mate delante de todos? ¿Eso es lo que quieres?.
Dobinson: si
Mark: y simplemente dejarlo morir en el centro de trafford?
Dobinson: no te quedes con él.
Mark: ¿Qué hago entonces? ¿Consigo ayuda?
Dobinson: conseguiré ayuda para ti
Dobinson: ¿Podrías apuñalar a alguien?
Mark: realmente no lo he pensado
Dobinson: bueno, piensa por favor
Mark: ok, ehmmm, bueno, he visto muchas películas
Dobinson: vuelvo en 10 minutos. Piénsalo mientras tanto
Mark: Sí, puedo. Ahí está mi respuesta
Dobinson: cambio de planes, alguien usó un cuchillo para apuñalarlo con un guante y dices que se lo sacaste
Mark: ok, pero solo tendrán un juego de huellas dactilares?
Dobinson: el otro llevaba guantes
Mark: ok
Dobinson: 6969 será el código para abortar la misión, de acuerdo?
Mark: ok
Dobinson: debes parar todo con el 6969
¿Qué demonios estaba ocurriendo? Al parecer, John, haciéndose pasar por la espía Dobinson, informó a Mark que su amigo estaba deprimido y pasándolo muy mal porque tenía un tumor cerebral terminal que crecía lentamente. Aunque trágico para John, la condición del chico también tenía consecuencias devastadoras para el servicio secreto británico, que necesitaba que John muriera, explicó Dobinson.
¿Por qué y de forma tan rápida? “Ahora no estoy en una posición de decirte por qué”, le contestó Dobinson. en cambio, sí le dijo que John valía exactamente 568 billones de libras. También le explicó a Mark que en el fondo del Océano Atlántico había una “enorme caja fuerte” que contenía “las joyas más ricas del mundo”. El acceso a dicho cofre estaba disponible solo a través de John. ¿Y la combinación? La tenía en su cabeza.
Mark le preguntó a Dovinson si aquello no sería un asesinato, a lo que la “espía” le respondió que en este caso no lo era porque estaba justificado por el gobierno. Además, Dobinson le prometía recompensas extraordinarias por su servicio a la Corona: 80 millones de libras, algunos favores sexuales, y una carrera en el servicio de inteligencia cimentada con un gran contrato.
A Mark le dio el número 47600 y le ordenó “terminar” con la vida de su amigo. Unas horas más tarde, John escribía bajo su propio nombre a Mark confirmándole su condición supuestamente fatal:
Recibí una carta hoy, de mi doctor... cuando entré hace unas semanas porque estaba deprimido y me cago ... tengo un tumor cerebral, es grande.
En octubre de 2003, tres meses después del arresto y la detención de Mark, las autoridades descubrirían que alguien con el nombre de Dobinson se conectó al portátil de John con una contraseña en un momento en que solo John estaba en casa.
Sally Hogg fue directamente al fiscal con la noticia. Él, a su vez, acudió al juez Maddison. No había un solo adolescente a quien acusar en el intento de asesinato de John, había dos. El segundo era el mismo John.
Ese mes, el niño fue arrestado por la policía minutos antes de ir a la escuela. La joven “víctima” se convertía así en la primera persona en el Reino Unido en ser condenada por incitar a su propio asesinato.
Las ficciones creadas por John, entonces de 14 años, convencieron a Mark de que estaba asesinando a alguien que tenía un tumor cerebral terminal. Le dijeron que su recompensa sería dinero, un trabajo como agente del servicio secreto británico y el sexo con la espía, quien creía que era una mujer de mediana edad.
Mark se declaró culpable de intento de asesinato, recibió una orden de supervisión de dos años y se le prohibió cualquier contacto con John. John, por su parte, se declaró culpable de pervertir el curso de la justicia e incitación a su propio asesinato. Le dieron una orden de supervisión de tres años, le prohibieron cualquier contacto con Mark y le dijeron que solo debía acceder a Internet bajo la supervisión de un adulto. Por supuesto, tenía prohibido entrar a las salas de chat. Como expresó el juez Maddison del caso:
Los escritores expertos de ficción lucharán por conjurar una trama como la que surge aquí. Es asombroso tratar un caso que surge de la invención de personalidades falsas de un niño de 14 años, con relaciones imaginadas y eventos arreglados para su propio asesinato.
Luego se dirigió a Mark:
Fueron tan convincentes los personajes que te presentaron que realmente creíste que el Servicio Secreto te había reclutado para matar a tu coacusado y enfrentar las consecuencias si no lo hicieras.
Y a John:
El resultado final es que usted debe ser condenado por la ofensa extraordinaria de incitar a otra persona para asesinarlo y una ofensa adicional de pervertir el curso de la justicia.
Maddison agregó que, en circunstancias normales, los delitos cometidos habrían resultado en penas de prisión extremadamente largas. “Pero estas no podrían describirse como circunstancias normales, jamás. Cada uno de los chicos fue víctima del otro”, dijo el juez.
El caso no solo supuso una histórica interpretación de las acusaciones en el país, también fue la primera piedra para que las autoridades comenzaran una serie de acciones de monitoreo estrictas en los chats del país. Aquel 2004 en Reino Unido tuvieron constancia de algo que se ha ido repitiendo con el paso de los años: la doble cara de las redes sociales para los más pequeños y el foco que hay que poner cuando aún están en ciertas edades.
Según un estudio de Cornell, frente a la empatía virtual con los “nuevos” amigos online, las herramientas de socialización que aprenden, la diversidad o incluso la mejora de la autoestima, surgen otros desafío con los que un crío quizás no debería lidiar. La adicción, distracción o engendrar el narcisismo a tan temprana edad puede acabar en cóctel explosivo como el caso de Manchester.
Menos de 24 horas después de aquel enigmático mensaje, un niño de 14 años estaba gravemente herido en un hospital de Manchester con heridas de arma blanca. Una en el tórax, más o menos leve, y otra en el abdomen, esta segunda de varios centímetros de profundidad, tanto, que le había perforado el riñón y el hígado y requirió la extracción de la vesícula biliar.
De hecho, el joven John estuvo muy cerca de morir en la mesa de operaciones del Hospital Wythenshawe, hasta en dos ocasiones. La sangre se acumuló dentro de la cavidad corporal del pequeño, restringiendo el movimiento de su diafragma, lo que detuvo el funcionamiento de los pulmones. Durante días se recostó sobre un respirador, tratado con analgésicos y antibióticos, y apenas sin poder hablar.
Una semana después, de las primeras cosas que John pidió cuando se recuperó fue ver a un psiquiatra. Mientras, la policía se encontraba en un extraño rompecabezas. Lo que en un principio parecía un intento de robo violento, carecía de sentido viendo las imágenes de seguridad del centro comercial donde se cometió el ataque.
Aquella tarde John había acudido al centro con su amigo Mark (de 16 años), de hecho, fue Mark quien quién llamó a una ambulancia después de que su amigo fuera aparentemente atacado por un tipo que vestía una chaqueta negra con capucha y vaqueros oscuros en un callejón del recinto. Sin embargo, cuando los investigadores examinaron las imágenes de seguridad, se dieron cuenta de que la historia era inverosímil.
Lo que veían: a Mark y John que desaparecían ellos dos solos por el callejón sin salida, pero en el plano no entraba nadie más, ni rastro del hombre con capucha. Poco después encontraron la prueba del puzzle que les faltaba: una cámara de circuito cerrado en la base del callejón que había registrado todo el tráfico peatonal. Cuando los chicos desaparecieron, la cámara giró y los siguió.
Tras analizar las imágenes la policía lo tenía claro: arrestó a Mark por intento de asesinato.
Horas después acudieron al hospital y presionaron a John para que contase la verdad. El chico finalmente admitiría, de mala gana y solo después de cambiar su historia varias veces, que efectivamente fue su mejor amigo, Mark, quien lo había apuñalado, aunque John dijo que no tenía idea de por qué lo había hecho.
Ni Mark ni John son los nombres reales de esta historia verídica. Las autoridades británicas quisieron salvaguardar el futuro de los menores con ambos pseudónimos. Un juicio histórico, en un caso que no había hecho más que comenzar.
Unas semanas después, la analista de la policía de Greater Manchester, Sally Hogg, parece haber encontrado algo en una sala de chats para adolescentes en MSN. Al parecer, una chica llamada Rachel había iniciado una sesión y terminaba pidiendo un asesinato a otro usuario.
Cuando los detectives examinaron los ordenadores de ambos chicos tuvieron que modificar por completo el “quién es quién” de esta historia. Tras investigar más de 58.000 líneas de texto, tan solo una fracción del total, el caso había cambiado por completo.
Meses antes del ataque, John había entrado por primera vez al chat de MSN, aunque no lo hizo bajo su propio nombre, sino como una joven adolescente de 16 años llamada Rachel W. A través de este personaje, al que le añadió una imagen falsa de una joven atractiva, se presentó a Mark, quien rápidamente pareció enamorarse de la chica, y la chica (John en realidad), se estaba enamorando de Mark.
Poco después, John emergió repentinamente en la sala de chat como él mismo (diciendo que era el hermano de Rachel), y a estos dos les siguieron otros alter egos como Lyndse, Rachel, Kevin, Dave o Janet. Estos personajes creados por John tenían sus propios problemas: una chica en apuros, un chantajista homosexual, una espía británica muy importante o un violador y asesino, y todos se registraron regularmente y charlaban con Mark, que se encontraba por aquel entonces cautivado y horrorizado por el mundo que estaba conociendo.
Estos personajes tenían deseos que se expresaban de manera franca, ardiente o amenazadora, según lo justificara la ocasión. El mundo de Mark, hasta entonces de lo más normal y marcado principalmente por la pasión al fútbol que le inculcó su padre, de repente estaba volcado en exclusividad por aquello que pasaba dentro del chat, por saber más sobre esos nuevos “amigos” de vidas tan dispares con los que hablaba a través de la pantalla.
Mark era hijo único de padres de clase trabajadora, y el joven siempre había sido educado y respetuoso. John diría más tarde a los psicólogos que Mark le había declarado que era “como un hermano”, aunque resultó que era mucho más que eso. Detrás de la pantalla del ordenador, John era la propia deidad personal de Mark.
Para el mes de abril de 2003, Mark se había enamorado tanto del personaje de Rachel, a quien John había equipado con su propia dirección de correo electrónico, que su creador se puso nervioso. Mark estaba, tal y como le dijo a John, enamorándose de la chica, tratando incesantemente de concertar una cita con ella. Había que hacer algo para prevenir el momento de la verdad, pensó John.
Como Mark descubriría poco después en el chat, Rachel, junto con su “hermano” John, se encontraban en un estado de peligro constante, amenazada con el secuestro y la violación por parte de un autoproclamado acosador homosexual llamado Kevin, el cuarto personaje de John.
Para evitar semejante tragedia, le dijeron a Mark que tenía que masturbarse frente a la cámara web, hecho que, aunque carecía de sentido en la vida de cualquier adulto, no así en la de Mark, quién acabó complaciendo al acosador.
Cuando el joven pasó por la humillante tarea de masturbarse frente a la cámara web, “Kevin” secuestró a su novia, la violó y finalmente la asesinó. Por supuesto, nada de esto estaba ocurriendo realmente, pero Mark, el chico de 16 años, ya estaba traumatizado. De hecho, John admitiría más tarde que sabía exactamente cuánto había traumatizado a Mark al diseñar la muerte de Rachel y permitir que el asesino aparentemente describiera sus últimos momentos al joven.
Así fue como, devorados ambos por un mundo ficticio, apareció un nuevo personaje en el chat creado por John: Janet Dobinson, una llamativa agente del servicio secreto. Las conversaciones analizadas en la investigación ofrecían un perfil “alto” para la señora Dobinson.
Al igual que otros personajes que aparecieron en aquellos meses por el chat, Dobinson también se interesó por la actividad sexual de John a través de la cámara web.
Por aquellas fechas, tanto John como Mark comenzaron a verse físicamente, convirtiéndose en los mejores amigos. Sin embargo, en muy poco tiempo John sintió que Mark tenía muchas más habilidades sociales que él en el mundo real.
A menudo se le acercaban chicas, mientras que la destreza que John había mostrado en la red, fuera no le servía de nada. De esta forma, la mente del joven comenzó a idear un final para todo, un final donde terminaría con su propia vida.
La conversación crucial en la sala de chat tendría lugar el 28 de junio de 2003 entre Mark y la “espía” Dobinson:
Dobinson: Llévalo hasta el centro y mátalo delante de todos
Mark: ¿Qué muera así, en medio de todo?
Dobinson: Sí, por favor!
Mark: pero eso es lo que pasaría..-
Dobinson: ¿Te lo preguntaría si no fuera importante?
Mark: entiendo
Dobinson: en trafford center o manchester
Mark: ¿Quieres que lo lleve al centro y lo mate delante de todos? ¿Eso es lo que quieres?.
Dobinson: si
Mark: y simplemente dejarlo morir en el centro de trafford?
Dobinson: no te quedes con él.
Mark: ¿Qué hago entonces? ¿Consigo ayuda?
Dobinson: conseguiré ayuda para ti
Dobinson: ¿Podrías apuñalar a alguien?
Mark: realmente no lo he pensado
Dobinson: bueno, piensa por favor
Mark: ok, ehmmm, bueno, he visto muchas películas
Dobinson: vuelvo en 10 minutos. Piénsalo mientras tanto
Mark: Sí, puedo. Ahí está mi respuesta
Dobinson: cambio de planes, alguien usó un cuchillo para apuñalarlo con un guante y dices que se lo sacaste
Mark: ok, pero solo tendrán un juego de huellas dactilares?
Dobinson: el otro llevaba guantes
Mark: ok
Dobinson: 6969 será el código para abortar la misión, de acuerdo?
Mark: ok
Dobinson: debes parar todo con el 6969
¿Qué demonios estaba ocurriendo? Al parecer, John, haciéndose pasar por la espía Dobinson, informó a Mark que su amigo estaba deprimido y pasándolo muy mal porque tenía un tumor cerebral terminal que crecía lentamente. Aunque trágico para John, la condición del chico también tenía consecuencias devastadoras para el servicio secreto británico, que necesitaba que John muriera, explicó Dobinson.
¿Por qué y de forma tan rápida? “Ahora no estoy en una posición de decirte por qué”, le contestó Dobinson. en cambio, sí le dijo que John valía exactamente 568 billones de libras. También le explicó a Mark que en el fondo del Océano Atlántico había una “enorme caja fuerte” que contenía “las joyas más ricas del mundo”. El acceso a dicho cofre estaba disponible solo a través de John. ¿Y la combinación? La tenía en su cabeza.
Mark le preguntó a Dovinson si aquello no sería un asesinato, a lo que la “espía” le respondió que en este caso no lo era porque estaba justificado por el gobierno. Además, Dobinson le prometía recompensas extraordinarias por su servicio a la Corona: 80 millones de libras, algunos favores sexuales, y una carrera en el servicio de inteligencia cimentada con un gran contrato.
A Mark le dio el número 47600 y le ordenó “terminar” con la vida de su amigo. Unas horas más tarde, John escribía bajo su propio nombre a Mark confirmándole su condición supuestamente fatal:
Recibí una carta hoy, de mi doctor... cuando entré hace unas semanas porque estaba deprimido y me cago ... tengo un tumor cerebral, es grande.
En octubre de 2003, tres meses después del arresto y la detención de Mark, las autoridades descubrirían que alguien con el nombre de Dobinson se conectó al portátil de John con una contraseña en un momento en que solo John estaba en casa.
Sally Hogg fue directamente al fiscal con la noticia. Él, a su vez, acudió al juez Maddison. No había un solo adolescente a quien acusar en el intento de asesinato de John, había dos. El segundo era el mismo John.
Ese mes, el niño fue arrestado por la policía minutos antes de ir a la escuela. La joven “víctima” se convertía así en la primera persona en el Reino Unido en ser condenada por incitar a su propio asesinato.
Las ficciones creadas por John, entonces de 14 años, convencieron a Mark de que estaba asesinando a alguien que tenía un tumor cerebral terminal. Le dijeron que su recompensa sería dinero, un trabajo como agente del servicio secreto británico y el sexo con la espía, quien creía que era una mujer de mediana edad.
Mark se declaró culpable de intento de asesinato, recibió una orden de supervisión de dos años y se le prohibió cualquier contacto con John. John, por su parte, se declaró culpable de pervertir el curso de la justicia e incitación a su propio asesinato. Le dieron una orden de supervisión de tres años, le prohibieron cualquier contacto con Mark y le dijeron que solo debía acceder a Internet bajo la supervisión de un adulto. Por supuesto, tenía prohibido entrar a las salas de chat. Como expresó el juez Maddison del caso:
Los escritores expertos de ficción lucharán por conjurar una trama como la que surge aquí. Es asombroso tratar un caso que surge de la invención de personalidades falsas de un niño de 14 años, con relaciones imaginadas y eventos arreglados para su propio asesinato.
Luego se dirigió a Mark:
Fueron tan convincentes los personajes que te presentaron que realmente creíste que el Servicio Secreto te había reclutado para matar a tu coacusado y enfrentar las consecuencias si no lo hicieras.
Y a John:
El resultado final es que usted debe ser condenado por la ofensa extraordinaria de incitar a otra persona para asesinarlo y una ofensa adicional de pervertir el curso de la justicia.
Maddison agregó que, en circunstancias normales, los delitos cometidos habrían resultado en penas de prisión extremadamente largas. “Pero estas no podrían describirse como circunstancias normales, jamás. Cada uno de los chicos fue víctima del otro”, dijo el juez.
El caso no solo supuso una histórica interpretación de las acusaciones en el país, también fue la primera piedra para que las autoridades comenzaran una serie de acciones de monitoreo estrictas en los chats del país. Aquel 2004 en Reino Unido tuvieron constancia de algo que se ha ido repitiendo con el paso de los años: la doble cara de las redes sociales para los más pequeños y el foco que hay que poner cuando aún están en ciertas edades.
Según un estudio de Cornell, frente a la empatía virtual con los “nuevos” amigos online, las herramientas de socialización que aprenden, la diversidad o incluso la mejora de la autoestima, surgen otros desafío con los que un crío quizás no debería lidiar. La adicción, distracción o engendrar el narcisismo a tan temprana edad puede acabar en cóctel explosivo como el caso de Manchester.