30/09/2020 01:26 PM
Ha fallecido el humorista gráfico más internacional y más traducido del idioma español; y quizás también el más entrañable: Joaquín Salvador Lavado, Quino. Había nacido el 17 de julio de 1932 en Mendoza (Argentina), y tenía por tanto 88 años. En esa misma ciudad residía ahora, atendido por sus sobrinos desde que se trasladó allí en noviembre de 2017 tras morir su esposa, Alicia Colombo. El nombre de Quino estará ligado para siempre al más famoso de sus personajes: Mafalda; la niña sabia y respondona. Según informa el periódico argentino Clarín la causa de la muerte es un accidente cerebrovascular.
Los padres de Joaquín Lavado eran españoles de Fuengirola (Málaga) y emigraron a Argentina en los años treinta. La humilde familia vivió en un círculo algo cerrado, hasta el punto de que el niño Quino habló en andaluz hasta sus primeros seis años.
La muerte de su padre le sorprendió con sólo 14, y fue atemperando esa ausencia con las apariciones fantasmales que él creía ver cada cierto tiempo. Incluso después de casado con Alicia, se le aparecía su padre, fumando (“seguía sin hacer caso de que fumar no es bueno”), y miraba orgulloso al dibujante porque al muchacho no le había ido tan mal. Quino solía rememorar estas visiones: “Eran apariciones muy agradables”.
Joaquín Salvador Lavado quiso enseguida ser viñetista. Lo decidió de niño, con tres años, cuando un tío suyo, diseñador gráfico, por entretenerle a él y a sus hermanos empezó a hacerles dibujos. Quedó maravillado con todas las cosas que podían salir de un lápiz. Después estudiaría Bellas Artes en la universidad de Cuyo. No llegó a terminar, pero alcanzó a absorber los conceptos básicos del dibujo y de las proporciones.
Mala salud
Quino ya se movía entonces en silla de ruedas y padecía problemas de visión por un glaucoma diagnosticado un decenio atrás. No tuvo suerte con la salud. Durante la década de los noventa llegó a sufrir seis operaciones quirúrgicas en apenas 10 años. En 2006 dejó de dibujar regularmente. En 2019 estaba casi ciego.
La muerte en septiembre de 2017 de Alicia Colombo, su compañera eterna, su representante y delegada general para el mundo, un año mayor que él, coincidió con su etapa de más acentuado declive físico; dejó Buenos Aires en noviembre de ese año y regresó a su Mendoza natal; siempre atendido por familiares cercanos y amigos.
Alicia y Quino no quisieron tener hijos. El gran genio del humor se mostraba muy pesimista al respecto: “Es una mala porquería traer a alguien aquí sin haberle preguntado”, declaró a EL PAÍS en 1990, después de treinta años de matrimonio. Y solía repetirlo. Cuando se le decía que al fin y al cabo a él no le había ido tan mal -como ya le advirtió su padre cuando se le apareció después de muerto-, Quino respondía: “No me ha ido mal, pero he tenido mala pata con la salud”.
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Los padres de Joaquín Lavado eran españoles de Fuengirola (Málaga) y emigraron a Argentina en los años treinta. La humilde familia vivió en un círculo algo cerrado, hasta el punto de que el niño Quino habló en andaluz hasta sus primeros seis años.
La muerte de su padre le sorprendió con sólo 14, y fue atemperando esa ausencia con las apariciones fantasmales que él creía ver cada cierto tiempo. Incluso después de casado con Alicia, se le aparecía su padre, fumando (“seguía sin hacer caso de que fumar no es bueno”), y miraba orgulloso al dibujante porque al muchacho no le había ido tan mal. Quino solía rememorar estas visiones: “Eran apariciones muy agradables”.
Joaquín Salvador Lavado quiso enseguida ser viñetista. Lo decidió de niño, con tres años, cuando un tío suyo, diseñador gráfico, por entretenerle a él y a sus hermanos empezó a hacerles dibujos. Quedó maravillado con todas las cosas que podían salir de un lápiz. Después estudiaría Bellas Artes en la universidad de Cuyo. No llegó a terminar, pero alcanzó a absorber los conceptos básicos del dibujo y de las proporciones.
Mala salud
Quino ya se movía entonces en silla de ruedas y padecía problemas de visión por un glaucoma diagnosticado un decenio atrás. No tuvo suerte con la salud. Durante la década de los noventa llegó a sufrir seis operaciones quirúrgicas en apenas 10 años. En 2006 dejó de dibujar regularmente. En 2019 estaba casi ciego.
La muerte en septiembre de 2017 de Alicia Colombo, su compañera eterna, su representante y delegada general para el mundo, un año mayor que él, coincidió con su etapa de más acentuado declive físico; dejó Buenos Aires en noviembre de ese año y regresó a su Mendoza natal; siempre atendido por familiares cercanos y amigos.
Alicia y Quino no quisieron tener hijos. El gran genio del humor se mostraba muy pesimista al respecto: “Es una mala porquería traer a alguien aquí sin haberle preguntado”, declaró a EL PAÍS en 1990, después de treinta años de matrimonio. Y solía repetirlo. Cuando se le decía que al fin y al cabo a él no le había ido tan mal -como ya le advirtió su padre cuando se le apareció después de muerto-, Quino respondía: “No me ha ido mal, pero he tenido mala pata con la salud”.
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