06/03/2021 08:10 PM
(This post was last modified: 06/03/2021 08:12 PM by Vicent Mcloud.)
Primus circundedisti me
—La caló aprieta —se comentaba en el puerto de San Lucar de Barrameda cuando surgieron de la Nao Victoria dieciocho marineros: desnutridos, tambaleantes, huesudos y aun así llenos de vida, esperanza y emoción, al volver a pisar la tierra deseada. La suya.
—Seca tus lagrimas mujer, que lo que te cuento es verdad, esta vivo —dijo la vecina entrometida, por primera vez su habilidad para enterarse de todo y de lo de todos tendría una utilidad. Aunque ella ya lo sabía, esas son las cosas que una madre sabe y, aun después de tres años, nunca había abandonado la esperanza de volver a acariciar el cabello de su hijo. El menor, el que se fue en busca de aventuras y regresó cargado de especias.
La libertá y la salú
Son prendas de gran valía
Y nadie las reconoce
Hasta que las ve perdías
Cantaba mientras deslizaba los dedos a través de su pelo como cuando solo era un zagal, con la cabeza reposando en su regazo, ahora era un hombre roto que había visto más mundo que cualquier otro.
Había conocido criaturas que antes solo existían en cuentos de fantasía: como las grandes aves que vieron caminar erguidas sobre el hielo o los peces voladores, que surcaban la superficie de los mares acompañando el barco con sus gráciles saltos. En su travesía había experimentado miedo, parálisis, pánico, hambre, aprisionamiento, soledad, frío, rabia y pérdida. Pero siempre supo encontrar el coraje necesario para seguir adelante, no importaban las condiciones, de nada servirían sus desdichas si no volvía a casa para contar sus alegrías.
Lloró durante horas, lloró durante días y cuando se secaron sus lágrimas, en su interior, siguió llorando toda su vida por los camaradas de su travesía. En su memoria vivían todos aquellos marineros y compañeros, hombres de toda clase llenos de defectos, prejuicios, bondades, malentendidos, contradicciones y disparates. Al fin y al cabo, personas, tan distintas como iguales.
—La caló aprieta —se comentaba en cubierta mientras, con velas henchidas en mástiles vigorosos, cinco barcos hacían uso del cálido viento del verano para adentrarse en lo desconocido. Parten en busca de una nueva ruta comercial hacia las islas de las especias. Despidiéndose con alegría del bochorno estacional y adentrándose en los vientos del cambio de una brisa marina que los azotará en la cara y el alma mucho más de lo que desearían.
Embarcaron en las cinco naves un total de doscientos treinta y cuatro marineros y regresarían tan solo dieciocho ¿Héroes o afortunados?
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Este pequeño texto lo escribí para participar en un concurso, pero tras escribirlo descubrí que ya no cumplía con el requisito de edad por unas pocas semanas.
Ha estado guardado en un cajón bastante tiempo y me apetecía compartirlo con vosotros y conocer vuestras opiniones y correcciones.
—La caló aprieta —se comentaba en el puerto de San Lucar de Barrameda cuando surgieron de la Nao Victoria dieciocho marineros: desnutridos, tambaleantes, huesudos y aun así llenos de vida, esperanza y emoción, al volver a pisar la tierra deseada. La suya.
—Seca tus lagrimas mujer, que lo que te cuento es verdad, esta vivo —dijo la vecina entrometida, por primera vez su habilidad para enterarse de todo y de lo de todos tendría una utilidad. Aunque ella ya lo sabía, esas son las cosas que una madre sabe y, aun después de tres años, nunca había abandonado la esperanza de volver a acariciar el cabello de su hijo. El menor, el que se fue en busca de aventuras y regresó cargado de especias.
La libertá y la salú
Son prendas de gran valía
Y nadie las reconoce
Hasta que las ve perdías
Cantaba mientras deslizaba los dedos a través de su pelo como cuando solo era un zagal, con la cabeza reposando en su regazo, ahora era un hombre roto que había visto más mundo que cualquier otro.
Había conocido criaturas que antes solo existían en cuentos de fantasía: como las grandes aves que vieron caminar erguidas sobre el hielo o los peces voladores, que surcaban la superficie de los mares acompañando el barco con sus gráciles saltos. En su travesía había experimentado miedo, parálisis, pánico, hambre, aprisionamiento, soledad, frío, rabia y pérdida. Pero siempre supo encontrar el coraje necesario para seguir adelante, no importaban las condiciones, de nada servirían sus desdichas si no volvía a casa para contar sus alegrías.
Lloró durante horas, lloró durante días y cuando se secaron sus lágrimas, en su interior, siguió llorando toda su vida por los camaradas de su travesía. En su memoria vivían todos aquellos marineros y compañeros, hombres de toda clase llenos de defectos, prejuicios, bondades, malentendidos, contradicciones y disparates. Al fin y al cabo, personas, tan distintas como iguales.
—La caló aprieta —se comentaba en cubierta mientras, con velas henchidas en mástiles vigorosos, cinco barcos hacían uso del cálido viento del verano para adentrarse en lo desconocido. Parten en busca de una nueva ruta comercial hacia las islas de las especias. Despidiéndose con alegría del bochorno estacional y adentrándose en los vientos del cambio de una brisa marina que los azotará en la cara y el alma mucho más de lo que desearían.
Embarcaron en las cinco naves un total de doscientos treinta y cuatro marineros y regresarían tan solo dieciocho ¿Héroes o afortunados?
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Este pequeño texto lo escribí para participar en un concurso, pero tras escribirlo descubrí que ya no cumplía con el requisito de edad por unas pocas semanas.
Ha estado guardado en un cajón bastante tiempo y me apetecía compartirlo con vosotros y conocer vuestras opiniones y correcciones.