17/12/2017 11:32 PM
Muchísimas gracias por el complemento, @meteorodepegaso . Significa mucho para mí que mi novela llegue a alguien. Toma en cuenta que solo mejorará desde este punto. Solo me faltan tres capítulos más, antes de llegar a la linea de meta. Por ahora, les dejo el cuarto capítulo.
Capítulo 4: Novedades a la vuelta de la esquina. El entrenamiento de magia comienza.
Hoy era el día en que Fabiola empezaba sus clases con Katalina; aún no podía creer que ha pasado un mes desde aquella fiesta en la capital. Solo tomó un mes para que mi vida diera un giro inesperado, y aun así no sabía que quería hacer con mi vida. Me encontraba dentro de la carroza de la familia, sentada en frente, mientras que Geraldo iba sentado atrás. Yo vestía una camisa blanca con chaleco y pantalones rojos; el muchacho vestía una camiseta azul con chaqueta café y pantalones negros.
–Uyyyyyy… ¡Aún no puedo creer que me hayas invitado a conocer a la princesa Fabiola y la duquesa Katalina! ¡Este tiene que ser el mejor día de mi vida! – El joven gritaba esto, revoloteándose de la alegría.
–Compórtate, Geraldo. Te mandé a hablar para que vigilaras a la princesa Fabiola; no para que le andes coqueteando a ella o a la duquesa. – Le decía esto a Geraldo, cruzándome de brazos, mirándole con los ojos entrecerrados. –No has cambiado un poco desde que nos conocimos, ¿sabes? Siempre queriendo coquetearle a las chavas que te parecen atractivas. –
–Perdón, Victoria… No puedo evitarlo. – El muchacho me decía esto, agachando la cabeza, con las manos en su regazo.
–Sabes bien que Saúl va a apuñalar tu cara, si te atreves a acercarle a Fabiola de esa manera, ¿verdad? – Le comentaba esto al muchacho, recordándome un poco más en mi asiento, con las manos detrás de mi nuca.
–Y no es como si yo tuviera mucha suerte, como para que la duquesa se fijase en mí…– El muchacho me recalcaba esto, jugando con las yemas de sus dedos.
– ¿Ahh sí? ¿Y qué te hace pensar eso? – Le preguntaba esto a Geraldo, levantando la ceja derecha. ¿A qué se refería con eso?
–Tengo entendido que ella ha rechazado todas y cada una de las ofertas de matrimonio que otros nobles le han propuesto. No sé si esta información ayude mucho o no, siendo sincero. – Después de la explicación de Geraldo, levantaba la cabeza, frotando mi mentón y me puse a pensar durante un rato. Me parecía tan extraño que una chica tan amable y educada como ella no se haya comprometido en matrimonio con alguien.
–…Eso suena interesante, por decirlo tenuemente. – Le decía a mi joven compañero, mirando hacia arriba. – ¿Y cómo sabes de ello? – Entonces, mi mirada se posaba sobre Geraldo, mientras me cruzaba de brazos.
–Di-digamos que suelo seguir noticias relacionadas con las familias nobles, en mi tiempo libre. – Al decirme esto, el muchacho se sonrojaba fuertemente, agachando la mirada, sonriendo nerviosamente. He convivido con chicos como él durante mucho tiempo, como para identificar una mentira a plena vista.
–No me mientas, Geraldo. ¿Cómo es que sabes sobre esas ofertas rechazadas? – Le pregunté esto a él, entrecerrando la mirada.
–…Esta bien… Estuve buscando información acerca de las chavas más hermosas del reino, por unos cuantos años. Me topé con esa información de la duquesa Montesco, cuando escuché las noticias que ella rechazó a un marqués del reino de Ucilia. ¡Lo juro! – Al terminar de darme esta explicación, el joven se quedaba temblando del miedo, cubriéndose la cabeza. Yo solo me quedaba observándole lascivamente, levantando la cabeza.
–Aún me pregunto cómo es que te volviste mi amigo....– En eso, la carroza se detiene lentamente, por lo que ambos asomábamos nuestras cabezas por la ventana, para ver qué pasaba.
–Ya llegamos, señorita Victoria. – El conductor del carruaje, el cual era Rogelio, nos decía esto, por lo que el muchacho y yo nos bajamos de ésta rápidamente.
–Muchas gracias. Vuelves por nosotros a las cinco de la tarde. – Le decía sacudiendo mi chaleco.
–Que tengan un buen día, muchachos. –El mayordomo nos decía esto, devolviéndonos una sonrisa amable, dando rienda de vuelta a la mansión.
–Gracias a usted, señor Rogelio. – Geraldo le respondía sonriéndole igualmente. Ya habiéndose ido, el muchacho y yo volteamos a ver hacia el castillo de la duquesa. Las instalaciones se veían algo maltratadas y sin mucha decoración; casi parecía que iba a desmoronarse en cualquier momento. Al ver a la puerta de acceso, ambos vimos a dos guardias; uno en armadura roja y otro en armadura verde, ambos cargando espadas anchas.
–Disculpen…– En eso, yo me acercaba a los guardias lentamente, al mismo tiempo en que Geraldo me seguía.
– ¿Señorita Victoria? ¿Quién le acompaña esta vez? – El guardia verde nos preguntó esto, colocándose firmemente en la entrada, haciendo una reverencia.
–Es un amigo mío; Geraldo Kruger. Vine a visitar a la señorita Katalina. Tengo entendido que ella le dará clases de magia a la princesa Fabiola. – Le decía esto a los guardias, inclinándome un poco. Geraldo se inclinaba también.
–La duquesa Montesco se encuentra adentro. Pueden pasar. – Cuando el guardia rojo nos decía esto, ambos se hacían a un lado de la puerta, dejándonos pasar, por lo que yo me dirigí a ésta, para dar un toque. Unos segundos después, una joven sirvienta de cabello rojo rizado y ojos café nos abría la puerta.
–Di-disculpen… Pasen adelante, por favor. – La muchacha nos daba la indicación de pasar, lo cual hicimos inmediatamente, devolviendo una reverencia. Ya adentro del castillo, nosotros dos llegábamos a la sala, para sentarnos en uno de los sillones. El interior se podía ver cubierto por estanterías llenas de libros de distintos tipos y unos candelabros de plata.
–Muchas gracias, Nadia. – Le respondía con esto a la sirvienta, sentándome en el sillón doble; Geraldo hace lo mismo, mirando de forma boba a la chica. –Un favor y llama a la señorita Katalina, Nadia. – Al decir esto, ella se inclinaba un poco, pasando a retirarse.
–Por supuesto, señorita. – Mientras la criada se iba, Geraldo le checaba de reojo, sonriendo un poco.
–Jejeje… es linda. –
–Geraldo…– Al notar esta reacción del muchacho, yo volteaba a mirarle lascivamente, dando a entender que se calmara. Lo único que él hizo fue agachar la mirada, encogiendo el cuerpo un poco. Un minuto después, Katalina y Fabiola bajaban del segundo piso, llegando a la sala. Fabiola llevaba una blusa blanca con rosa y una falda morada clara; Katalina traía un vestido blanco de una sola pieza, con bordados azules.
–Por los dioses… ¡Son divinas! – El muchacho exclamaba fuertemente, corriendo hacia donde estaban ambas chicas. – ¡Es un honor poder conocerlas, sus excelencias! Los relatos que la gente ha dicho de vuestras bellezas son reales. – Entonces, Geraldo se arrodillaba ante Kat y Fabio, las cuales retrocedían lentamente.
– ¿¡Podrías explicarme quien es el muchacho, Victoria!? – La princesa dirigía su mirada hacia mí, con las manos en la cintura, viéndose muy molesta.
–Jejeje… Lamento mucho este momento embarazoso, chicas…– Entonces, me dirigía a donde estaba el muchacho, jalándole de la oreja, levantándolo del suelo. –Él es Geraldo Kruger. Un amigo de los cuarteles donde entreno. – Les decía esto a las chicas, mirando muy molesta al joven espadachín.
–Auch… Perdón, Vic… Perdónenme, sus excelencias…– Él le dijo esto a las chicas, agachando la mirada, con las manos tras su espalda.
–Vuestra muestra de admiración es apreciable, pero es recomendable que se modere, joven Kruger. – Katalina le decía esto a Geraldo, sonriéndole tímidamente.
–No es por ser grosera ni nada por el estilo, ¿pero por qué lo trajiste aquí, Vic? – Fabiola me preguntó esto, cruzándose de brazos, golpeando el suelo con la bola del pie.
–Vino a ayudarme a vigilarte, Fabiola. – Le decía esto a la princesa, con las manos en mis bolsillos.
– ¡Pero quería estar solo con ustedes tres! – La joven albina exclamaba esto, inclinándose un poco hacia adelante.
–Esta no es una de nuestras reuniones, Fabiola. Es una sesión de clases de magia. Así que mejor ni te quejes. – Al terminar de decirle esto a la princesa, ésta agachaba la mirada, con las manos en el pecho.
–Ya que… Sabía que era mala idea decirte sobre las clases. –
–Lo siento, Fabiola. No puedo dejar que andes haciendo algo severamente peligroso, con lo que Katalina puede enseñarte. ¿Qué acaso tengo que recordarte la vez en que lanzaste esas anguilas a los estanques del Bosque de Magnolia? – Le decía esto a Fabiola, cruzando mis brazos, entrecerrando la mirada.
–Ayyyyy… ¡Venga, Victoria! No me niegues que eso fue divertido. – La princesa me respondió con esto, sonriéndome pícaramente, con las manos en el pecho.
–Sí… claro… Yo terminé llevándome toda la culpa. – Katalina entonces se ponía en frente de nosotras, para apaciguar la discusión.
–Podéis resolver vuestras diferencias después, muchachas. Dediquémonos a impartir las clases, por favor. – Cuando la duquesa nos dijo esto, yo me acomodaba el cabello y Fabiola se estiraba un poco, terminando la plática. –Vamos afuera. Necesitaremos más espacio en cual trabajar. – Katalina nos decía esto, dirigiéndose a la puerta principal.
–Está bien, Kat. – La princesa le respondió con esto, siguiéndola inmediatamente, sonriendo socarronamente. Geraldo y yo nos quedamos atrás por un rato, viendo a las dos chicas salir del edificio, cuando de pronto el muchacho volteó a verme confundido.
– ¿Anguilas en estanques? –
–No preguntes, Geraldo. – Al decirle esto al joven espadachín, yo me dirigía hacia la puerta, siguiendo a las otras chicas. Geraldo sólo encogía los hombros y me seguía sin decir nada más. Ya saliendo del castillo, los guardias se colocan en frente, impidiendo el paso.
–Permítanme salir, caballeros. Voy a enseñarle artes arcanas a la joven princesa. Necesito espacio para trabajar. – La duquesa le decía esto a los guardias, inclinándose un poco.
–Entendido, su excelencia. – Entonces, los guardias cedieron el paso, por lo que nosotros continuábamos nuestro camino.
–De pura casualidad, ¿dónde se encuentran tus padres, Kat? Me sorprende no verlos por aquí. – La princesa le preguntaba esto a Kat, frotándose la barbilla.
–Salieron a la capital, a resolver unos asuntos de negocio con un empresario de Astrid, llamado Leonard Russell. Vuelven hasta en la noche. – La duquesa respondía con esto, volteando a vernos un poco.
–Me imagino que tiene que ver con la nueva ruta comercial, ¿verdad? – Fabiola le dijo esto, rascándose la nuca.
–Eso fue lo que dijeron mis padres…– Al decirnos esto, Katalina agachaba la cabeza, con las manos en su regazo. Cuando volteé a ver a Geraldo, noté que él llevaba la cabeza agachada, también.
– ¿Que sucede, Geraldo? – Le preguntaba esto al muchacho, ladeando mi cabeza un poco.
–Me siento ajeno a la plática… es todo. – Geraldo me decía esto, colocando sus manos en la espalda.
–No tienes por qué comentar sobre la conversación, si no sabes sobre el tema. No hay porque sentirse triste. – Le respondía al muchacho, sonriéndole un poco para animarlo. Un rato después, nosotros llegamos a una pequeña colina, la cual estaba cubierta por pinos y robles.
–Este lugar servirá. – Katalina nos comentaba esto, sentándose en el pasto. –Siéntense, por favor. – En eso, la joven duquesa nos daba la orden para sentarnos; Fabiola asentaba con la cabeza y se sentaba junto con ella.
–Está bien. – Al decir esto, yo me sentaba junto a Geraldo y las otras chicas, recargándome en las piernas.
–Antes de que comencemos la clase, ¿podrías mostrarme tu transformación, Fabiola? Eso podría ayudarte para acelerar el proceso de aprendizaje y afinación mágica. – Katalina le pedía esto a Fabiola, estirando su mano derecha.
– ¿Exactamente por qué? – La princesa preguntaba esto, inclinándose un poco hacia adelante.
–Sois una diosa. Usar magia va a ser más sencillo, estando transformada. ¿O qué no prestaste atención? – La duquesa decía esto, asentando con la cabeza. La princesa se quedó callada por unos segundos, cuando de pronto ella asentaba de vuelta diciendo:
–Entendido. Sois la profesora, después de todo. – Entonces, Fabiola se levantaba del suelo lentamente, agachando la mirada, cerrando los ojos, respirando profundamente.
– ¡Áine… bríndame tu poder! – Al exclamar esto, la princesa es envuelta en un halo de luz, como el de la ceremonia.
– ¿¡Qué está pasando, Victoria!? – Geraldo gritaba esto, cubriéndose los ojos. Katalina no parecía inmutarse ante la transformación. La luz se disipó en unos cuantos segundos, revelando la transformación de la princesa. – ¡GUAU! ¡ESO SÍ QUE ES UNA BELLEZA DE MUJER! – Al descubrirse los ojos, el joven espadachín señala a donde estaba la princesa, dejando caer la quijada.
– ¡Geraldo…! – Le reprimía esto, volteando a verle enfadada.
–Continuemos con la lección, Katalina. – Fabiola le dijo esto a la duquesa, sentándose al suelo lentamente.
–Muy bien… Conectar con tu afinación mágica es algo complicado, si es que no tienes paciencia o la madurez necesaria para ello. – En eso, la joven duquesa sacaba algo de la bolsa que trajo con ella. –Te pido que te relajes y medites por un momento, hasta que sientas una corriente energética circular por tu cuerpo. Tu afinación mágica se manifestará por sí sola, cuando esto pase. – Katalina le decía esto, frotando un polvo de color café rojizo en su frente.
–…– La princesa solo asentaba con la cabeza, con las manos en sus piernas, cerrando los ojos. Geraldo y yo nos hacíamos un poco hacia atrás, dejando más espacio a Fabiola. Ahora solo era cuestión de esperar un resultado. No podía imaginarme la ansiedad que mi amiga estaba pasando en ese momento; quedarse quieta y meditar son palabras ajenas a su vocabulario. Pero debía tener fe en ella.
2:00 P.M.
Entre más tiempo pasa, más impaciente Fabiola podía notarse. La princesa se movía de un lado a otro, mostrando un rostro de molestia, mientras Katalina, Geraldo y yo tomábamos un poco de té.
–Ughhhhh… ¡No siento nada! – Entonces, la princesa se levantó del suelo, con las manos en la cabeza.
–Conectar con tu afinación mágica no es tan fácil como parece. Especialmente si tratas de hacerlo por la fuerza. – Katalina le decía esto, levantándose del suelo, sacudiéndose el polvo de su vestido. –Puedo darte un consejo, si quieres alcanzar esa afinación más rápido. –
– Soy todo oídos. – Fabiola decía esto, con las manos en la cintura.
–Trata de entrar en un trance de tranquilidad, replicando en tu mente la actividad que más te gusta hacer. Eso era lo que me ayudaba, cuando aprendí magia de niña. – Al terminar de decir esto, la duquesa se sentó nuevamente, con las manos en el regazo.
– ¿Lo que más me gusta hacer? – Al escuchar esto, la joven princesa cerraba los ojos y movía sus manos como si estuviera tocando el piano. Viendo esto, yo levantaba la ceja derecha, frotando la barbilla. De pronto, una corriente de viento pasaba rápidamente entre nosotros; ésta se volvía cada vez más fuerte, entre más rápido Fabiola se movía.
– ¡Continua! – La duquesa le daba la indicación a la princesa de continuar, retrocediendo un poco, con las manos en la espalda. – ¡Más rápido! – Al escuchar esto, Fabiola subía el ritmo de sus movimientos, haciendo que el viento se volviera un torbellino alrededor de ella. De pronto, la joven princesa abrió los ojos, observando lo que estaba haciendo.
– ¿Pero que-? – En eso, el torbellino se desvanecía rápidamente, empujando a Katalina, Geraldo y a mí.
–No estuvo tan mal, para ser una principiante. Ya sabemos cuál es tu afinación mágica. Ahora solo falta que aprendas a usarla con más facilidad. – La duquesa decía esto, acercándose a Fabiola, sacudiéndose el polvo de su vestido.
–Entendido. – La joven albina le respondía, asentando con la cabeza, sonriéndole amablemente.
– ¡Eso fue genial! – Geraldo exclamaba esto, levantándose del suelo rápidamente, saltando de la emoción.
–Muchas gracias, joven Kruger. – Fabiola entonces volteó a ver al muchacho, sonriéndole también.
–Continúa practicando tu afinación, hasta que puedas usar el viento sin hacer los ademanes que hiciste. Suena sencillo, ¿verdad? – Katalina decía esto, guiñándole el ojo a la princesa.
–Está bien. – Después de decir esto, Fabiola continuaba practicando su afinación mágica, recomponiendo su postura inmediatamente. Me quedé callada por todo el transcurso de la lección, observando a mi amiga aprendiendo a usar magia. La poca fe que tenía en ella había salido victoriosa; pero debía estar pendiente que no hiciera una locura.
5:00 P.M.
Ya casi se acercaba la noche, y aun así nada parecía inmutar a Fabiola de conseguir su meta; ella se detuvo por un rato, solo para comer un poco con nosotros, continuando con su práctica inmediatamente. Conforme más pasaba el tiempo, más y más control sobre el viento ella tenía; ya no necesitaba hacer los gestos que hacía al inicio. Cinco horas fue lo que tomó, para que la joven albina pudiera aprender lo básico.
–Jajajaja. ¡De esto estaba hablando! – La joven princesa exclamaba esto, controlando un pequeño tornado en frente de ella.
–Jmjmjm. Sois muy buena en esto, para ser una principiante. Pero también hay que tomar en cuenta que Áine te está ayudando. – La duquesa le decía esto, cubriéndose un poco la boca, sonriéndole con ternura.
–Muchísimas gracias, Katalina. Estaré en deuda contigo, por siempre. – Al decir esto, Fabiola va y abraza a la duquesa, rompiendo el torbellino que hizo.
–No hay porque regresarme el favor, Fabiola. Sois mi amiga, ¿o no? – Katalina del dice esto, aun sonriéndole. –Desde este punto, el entrenamiento y las lecciones se volverán más difíciles. Hay cosas que deberás entender, como sinergia y combinaciones con otras afinaciones mágicas. ¿Estáis dispuesta a continuar adelante? ¿O prefieres quedarte con lo más básico? – Al terminar de preguntar eso, la princesa se cruzaba de brazos, ladeando la cabeza.
– ¡Por supuesto que quiero aprender más! Si no te pedí que me enseñaras magia, para perder tiempo con solo lo básico. –
–Jmjmjmjm… Me gusta vuestro ahínco, Fabiola. Si quieres aprender más, voy a enseñarte más… eso no sonó bien. – Al decir esto, la duquesa agacha su mirada, sonrojándose un poco. –Como sea… Podéis seguir viniendo a mi casa, si deseas aprender más. Pero toma esto en cuenta: yo también estoy tomando clases de magia, por mi propia cuenta. Cuando ambas lleguemos al mismo nivel, ya no seré vuestra maestra; más aun así, tú y yo podremos aprender magia, juntas. ¿Qué te parece? – Entonces, Katalina levantaba la mirada, con las manos en el pecho, sonriéndole a la princesa.
–Me encantaría, Kat. – Sin más que decir, Fabiola le respondió con esto a la duquesa, sonriéndole de vuelta.
–De ser así, yo las acompañaré. Quiero mantener un ojo sobre ustedes dos, especialmente sobre ti, Fabiola. – En eso, yo me levantaba del suelo, diciendo esto a ambas chicas, cruzando mis brazos.
–Si no les molesta, yo también podría asistir. No tengo interés alguno en aprender magia, pero al menos quiero conocerlas mejor. Ustedes dos son tan amables y amigables, para ser nobles. – Geraldo decía esto, asentando con la cabeza, sonriéndoles a las otras muchachas.
–Un favor y procura mantenerte tranquilo, de ser así, joven Kruger. Las rosas más hermosas tienen las espinas más filosas, después de todo. – Fabiola le respondía con esto, sonriéndole de manera arrogante, guiñándole el ojo. – Especialmente aquellas que son de un jardín ajeno. –
– ¡Señorita Katalina! – Se pudieron escuchar gritos viniendo desde el sur de nuestra localización, por lo que los cuatros volteamos a mirar con esa dirección, para toparnos con los dos guardias de Katalina, caminando rápidamente hacia nosotros. – ¡Señorita Montesco... una carroza ha llegado al castillo! Andan buscando a la señorita Hosenfeld y a su acompañante. – El guardia rojo le decía esto a la duquesa, inclinándose rápidamente ante ella.
–Bien… Ya llegaron por nosotros. Tenemos que irnos, chicas. – Le decía esto a Katalina y Fabiola, con las manos en la nuca. –Solo hazme un favor y no te metas en problemas, Fabio. –
–Awwwwwww… está bien. Espero que puedas venir conmigo al Glaciar, para ir de compras al bazar. – En eso, la princesa se acercaba a mí, abrazándome fuertemente.
–Que tengas una buena noche, Victoria. – La duquesa me decía esto, abrazándome también.
– Jejeje… Nos vemos después, chicas. – Ya habiendo devuelto el abrazo, me separaba de ellas y me dirigía al castillo, para tomar la carroza y volver a mi casa.
–Nos vemos, señoritas. – Geraldo se despedía de las muchachas, haciendo una reverencia, para luego seguir mi rumbo. Unos minutos después, el muchacho y yo llegábamos al castillo, donde Rogelio nos esperaba en la carroza.
– ¿Estáis lista para irnos, señorita Victoria? – El mayordomo nos preguntaba esto, asentando con la cabeza.
–Vámonos ya, Rogelio. Quiero descansar un poco. – Al decirle esto, Geraldo y yo subíamos al carruaje, inclinándonos un poco.
–Entendido, señorita. – Entonces, Rogelio le da la orden a los sementales de ponerse en marcha, lo cual hacen a la brevedad.
–Oye, Victoria… ¿estáis interesada en aprender magia, también? – El joven espadachín me decía esto, inclinando su cuerpo hacia adelante.
–Nahhh… No lo veo necesario, Geraldo. Gracias por preguntar, aun así. – Le respondía al muchacho, negando con la cabeza, sonriéndole un poco. En ese entonces, aún no estaba consciente de lo que iba a avecinarse; que tonta fui por no haber aceptado.
Capítulo 4: Novedades a la vuelta de la esquina. El entrenamiento de magia comienza.
Hoy era el día en que Fabiola empezaba sus clases con Katalina; aún no podía creer que ha pasado un mes desde aquella fiesta en la capital. Solo tomó un mes para que mi vida diera un giro inesperado, y aun así no sabía que quería hacer con mi vida. Me encontraba dentro de la carroza de la familia, sentada en frente, mientras que Geraldo iba sentado atrás. Yo vestía una camisa blanca con chaleco y pantalones rojos; el muchacho vestía una camiseta azul con chaqueta café y pantalones negros.
–Uyyyyyy… ¡Aún no puedo creer que me hayas invitado a conocer a la princesa Fabiola y la duquesa Katalina! ¡Este tiene que ser el mejor día de mi vida! – El joven gritaba esto, revoloteándose de la alegría.
–Compórtate, Geraldo. Te mandé a hablar para que vigilaras a la princesa Fabiola; no para que le andes coqueteando a ella o a la duquesa. – Le decía esto a Geraldo, cruzándome de brazos, mirándole con los ojos entrecerrados. –No has cambiado un poco desde que nos conocimos, ¿sabes? Siempre queriendo coquetearle a las chavas que te parecen atractivas. –
–Perdón, Victoria… No puedo evitarlo. – El muchacho me decía esto, agachando la cabeza, con las manos en su regazo.
–Sabes bien que Saúl va a apuñalar tu cara, si te atreves a acercarle a Fabiola de esa manera, ¿verdad? – Le comentaba esto al muchacho, recordándome un poco más en mi asiento, con las manos detrás de mi nuca.
–Y no es como si yo tuviera mucha suerte, como para que la duquesa se fijase en mí…– El muchacho me recalcaba esto, jugando con las yemas de sus dedos.
– ¿Ahh sí? ¿Y qué te hace pensar eso? – Le preguntaba esto a Geraldo, levantando la ceja derecha. ¿A qué se refería con eso?
–Tengo entendido que ella ha rechazado todas y cada una de las ofertas de matrimonio que otros nobles le han propuesto. No sé si esta información ayude mucho o no, siendo sincero. – Después de la explicación de Geraldo, levantaba la cabeza, frotando mi mentón y me puse a pensar durante un rato. Me parecía tan extraño que una chica tan amable y educada como ella no se haya comprometido en matrimonio con alguien.
–…Eso suena interesante, por decirlo tenuemente. – Le decía a mi joven compañero, mirando hacia arriba. – ¿Y cómo sabes de ello? – Entonces, mi mirada se posaba sobre Geraldo, mientras me cruzaba de brazos.
–Di-digamos que suelo seguir noticias relacionadas con las familias nobles, en mi tiempo libre. – Al decirme esto, el muchacho se sonrojaba fuertemente, agachando la mirada, sonriendo nerviosamente. He convivido con chicos como él durante mucho tiempo, como para identificar una mentira a plena vista.
–No me mientas, Geraldo. ¿Cómo es que sabes sobre esas ofertas rechazadas? – Le pregunté esto a él, entrecerrando la mirada.
–…Esta bien… Estuve buscando información acerca de las chavas más hermosas del reino, por unos cuantos años. Me topé con esa información de la duquesa Montesco, cuando escuché las noticias que ella rechazó a un marqués del reino de Ucilia. ¡Lo juro! – Al terminar de darme esta explicación, el joven se quedaba temblando del miedo, cubriéndose la cabeza. Yo solo me quedaba observándole lascivamente, levantando la cabeza.
–Aún me pregunto cómo es que te volviste mi amigo....– En eso, la carroza se detiene lentamente, por lo que ambos asomábamos nuestras cabezas por la ventana, para ver qué pasaba.
–Ya llegamos, señorita Victoria. – El conductor del carruaje, el cual era Rogelio, nos decía esto, por lo que el muchacho y yo nos bajamos de ésta rápidamente.
–Muchas gracias. Vuelves por nosotros a las cinco de la tarde. – Le decía sacudiendo mi chaleco.
–Que tengan un buen día, muchachos. –El mayordomo nos decía esto, devolviéndonos una sonrisa amable, dando rienda de vuelta a la mansión.
–Gracias a usted, señor Rogelio. – Geraldo le respondía sonriéndole igualmente. Ya habiéndose ido, el muchacho y yo volteamos a ver hacia el castillo de la duquesa. Las instalaciones se veían algo maltratadas y sin mucha decoración; casi parecía que iba a desmoronarse en cualquier momento. Al ver a la puerta de acceso, ambos vimos a dos guardias; uno en armadura roja y otro en armadura verde, ambos cargando espadas anchas.
–Disculpen…– En eso, yo me acercaba a los guardias lentamente, al mismo tiempo en que Geraldo me seguía.
– ¿Señorita Victoria? ¿Quién le acompaña esta vez? – El guardia verde nos preguntó esto, colocándose firmemente en la entrada, haciendo una reverencia.
–Es un amigo mío; Geraldo Kruger. Vine a visitar a la señorita Katalina. Tengo entendido que ella le dará clases de magia a la princesa Fabiola. – Le decía esto a los guardias, inclinándome un poco. Geraldo se inclinaba también.
–La duquesa Montesco se encuentra adentro. Pueden pasar. – Cuando el guardia rojo nos decía esto, ambos se hacían a un lado de la puerta, dejándonos pasar, por lo que yo me dirigí a ésta, para dar un toque. Unos segundos después, una joven sirvienta de cabello rojo rizado y ojos café nos abría la puerta.
–Di-disculpen… Pasen adelante, por favor. – La muchacha nos daba la indicación de pasar, lo cual hicimos inmediatamente, devolviendo una reverencia. Ya adentro del castillo, nosotros dos llegábamos a la sala, para sentarnos en uno de los sillones. El interior se podía ver cubierto por estanterías llenas de libros de distintos tipos y unos candelabros de plata.
–Muchas gracias, Nadia. – Le respondía con esto a la sirvienta, sentándome en el sillón doble; Geraldo hace lo mismo, mirando de forma boba a la chica. –Un favor y llama a la señorita Katalina, Nadia. – Al decir esto, ella se inclinaba un poco, pasando a retirarse.
–Por supuesto, señorita. – Mientras la criada se iba, Geraldo le checaba de reojo, sonriendo un poco.
–Jejeje… es linda. –
–Geraldo…– Al notar esta reacción del muchacho, yo volteaba a mirarle lascivamente, dando a entender que se calmara. Lo único que él hizo fue agachar la mirada, encogiendo el cuerpo un poco. Un minuto después, Katalina y Fabiola bajaban del segundo piso, llegando a la sala. Fabiola llevaba una blusa blanca con rosa y una falda morada clara; Katalina traía un vestido blanco de una sola pieza, con bordados azules.
–Por los dioses… ¡Son divinas! – El muchacho exclamaba fuertemente, corriendo hacia donde estaban ambas chicas. – ¡Es un honor poder conocerlas, sus excelencias! Los relatos que la gente ha dicho de vuestras bellezas son reales. – Entonces, Geraldo se arrodillaba ante Kat y Fabio, las cuales retrocedían lentamente.
– ¿¡Podrías explicarme quien es el muchacho, Victoria!? – La princesa dirigía su mirada hacia mí, con las manos en la cintura, viéndose muy molesta.
–Jejeje… Lamento mucho este momento embarazoso, chicas…– Entonces, me dirigía a donde estaba el muchacho, jalándole de la oreja, levantándolo del suelo. –Él es Geraldo Kruger. Un amigo de los cuarteles donde entreno. – Les decía esto a las chicas, mirando muy molesta al joven espadachín.
–Auch… Perdón, Vic… Perdónenme, sus excelencias…– Él le dijo esto a las chicas, agachando la mirada, con las manos tras su espalda.
–Vuestra muestra de admiración es apreciable, pero es recomendable que se modere, joven Kruger. – Katalina le decía esto a Geraldo, sonriéndole tímidamente.
–No es por ser grosera ni nada por el estilo, ¿pero por qué lo trajiste aquí, Vic? – Fabiola me preguntó esto, cruzándose de brazos, golpeando el suelo con la bola del pie.
–Vino a ayudarme a vigilarte, Fabiola. – Le decía esto a la princesa, con las manos en mis bolsillos.
– ¡Pero quería estar solo con ustedes tres! – La joven albina exclamaba esto, inclinándose un poco hacia adelante.
–Esta no es una de nuestras reuniones, Fabiola. Es una sesión de clases de magia. Así que mejor ni te quejes. – Al terminar de decirle esto a la princesa, ésta agachaba la mirada, con las manos en el pecho.
–Ya que… Sabía que era mala idea decirte sobre las clases. –
–Lo siento, Fabiola. No puedo dejar que andes haciendo algo severamente peligroso, con lo que Katalina puede enseñarte. ¿Qué acaso tengo que recordarte la vez en que lanzaste esas anguilas a los estanques del Bosque de Magnolia? – Le decía esto a Fabiola, cruzando mis brazos, entrecerrando la mirada.
–Ayyyyy… ¡Venga, Victoria! No me niegues que eso fue divertido. – La princesa me respondió con esto, sonriéndome pícaramente, con las manos en el pecho.
–Sí… claro… Yo terminé llevándome toda la culpa. – Katalina entonces se ponía en frente de nosotras, para apaciguar la discusión.
–Podéis resolver vuestras diferencias después, muchachas. Dediquémonos a impartir las clases, por favor. – Cuando la duquesa nos dijo esto, yo me acomodaba el cabello y Fabiola se estiraba un poco, terminando la plática. –Vamos afuera. Necesitaremos más espacio en cual trabajar. – Katalina nos decía esto, dirigiéndose a la puerta principal.
–Está bien, Kat. – La princesa le respondió con esto, siguiéndola inmediatamente, sonriendo socarronamente. Geraldo y yo nos quedamos atrás por un rato, viendo a las dos chicas salir del edificio, cuando de pronto el muchacho volteó a verme confundido.
– ¿Anguilas en estanques? –
–No preguntes, Geraldo. – Al decirle esto al joven espadachín, yo me dirigía hacia la puerta, siguiendo a las otras chicas. Geraldo sólo encogía los hombros y me seguía sin decir nada más. Ya saliendo del castillo, los guardias se colocan en frente, impidiendo el paso.
–Permítanme salir, caballeros. Voy a enseñarle artes arcanas a la joven princesa. Necesito espacio para trabajar. – La duquesa le decía esto a los guardias, inclinándose un poco.
–Entendido, su excelencia. – Entonces, los guardias cedieron el paso, por lo que nosotros continuábamos nuestro camino.
–De pura casualidad, ¿dónde se encuentran tus padres, Kat? Me sorprende no verlos por aquí. – La princesa le preguntaba esto a Kat, frotándose la barbilla.
–Salieron a la capital, a resolver unos asuntos de negocio con un empresario de Astrid, llamado Leonard Russell. Vuelven hasta en la noche. – La duquesa respondía con esto, volteando a vernos un poco.
–Me imagino que tiene que ver con la nueva ruta comercial, ¿verdad? – Fabiola le dijo esto, rascándose la nuca.
–Eso fue lo que dijeron mis padres…– Al decirnos esto, Katalina agachaba la cabeza, con las manos en su regazo. Cuando volteé a ver a Geraldo, noté que él llevaba la cabeza agachada, también.
– ¿Que sucede, Geraldo? – Le preguntaba esto al muchacho, ladeando mi cabeza un poco.
–Me siento ajeno a la plática… es todo. – Geraldo me decía esto, colocando sus manos en la espalda.
–No tienes por qué comentar sobre la conversación, si no sabes sobre el tema. No hay porque sentirse triste. – Le respondía al muchacho, sonriéndole un poco para animarlo. Un rato después, nosotros llegamos a una pequeña colina, la cual estaba cubierta por pinos y robles.
–Este lugar servirá. – Katalina nos comentaba esto, sentándose en el pasto. –Siéntense, por favor. – En eso, la joven duquesa nos daba la orden para sentarnos; Fabiola asentaba con la cabeza y se sentaba junto con ella.
–Está bien. – Al decir esto, yo me sentaba junto a Geraldo y las otras chicas, recargándome en las piernas.
–Antes de que comencemos la clase, ¿podrías mostrarme tu transformación, Fabiola? Eso podría ayudarte para acelerar el proceso de aprendizaje y afinación mágica. – Katalina le pedía esto a Fabiola, estirando su mano derecha.
– ¿Exactamente por qué? – La princesa preguntaba esto, inclinándose un poco hacia adelante.
–Sois una diosa. Usar magia va a ser más sencillo, estando transformada. ¿O qué no prestaste atención? – La duquesa decía esto, asentando con la cabeza. La princesa se quedó callada por unos segundos, cuando de pronto ella asentaba de vuelta diciendo:
–Entendido. Sois la profesora, después de todo. – Entonces, Fabiola se levantaba del suelo lentamente, agachando la mirada, cerrando los ojos, respirando profundamente.
– ¡Áine… bríndame tu poder! – Al exclamar esto, la princesa es envuelta en un halo de luz, como el de la ceremonia.
– ¿¡Qué está pasando, Victoria!? – Geraldo gritaba esto, cubriéndose los ojos. Katalina no parecía inmutarse ante la transformación. La luz se disipó en unos cuantos segundos, revelando la transformación de la princesa. – ¡GUAU! ¡ESO SÍ QUE ES UNA BELLEZA DE MUJER! – Al descubrirse los ojos, el joven espadachín señala a donde estaba la princesa, dejando caer la quijada.
– ¡Geraldo…! – Le reprimía esto, volteando a verle enfadada.
–Continuemos con la lección, Katalina. – Fabiola le dijo esto a la duquesa, sentándose al suelo lentamente.
–Muy bien… Conectar con tu afinación mágica es algo complicado, si es que no tienes paciencia o la madurez necesaria para ello. – En eso, la joven duquesa sacaba algo de la bolsa que trajo con ella. –Te pido que te relajes y medites por un momento, hasta que sientas una corriente energética circular por tu cuerpo. Tu afinación mágica se manifestará por sí sola, cuando esto pase. – Katalina le decía esto, frotando un polvo de color café rojizo en su frente.
–…– La princesa solo asentaba con la cabeza, con las manos en sus piernas, cerrando los ojos. Geraldo y yo nos hacíamos un poco hacia atrás, dejando más espacio a Fabiola. Ahora solo era cuestión de esperar un resultado. No podía imaginarme la ansiedad que mi amiga estaba pasando en ese momento; quedarse quieta y meditar son palabras ajenas a su vocabulario. Pero debía tener fe en ella.
2:00 P.M.
Entre más tiempo pasa, más impaciente Fabiola podía notarse. La princesa se movía de un lado a otro, mostrando un rostro de molestia, mientras Katalina, Geraldo y yo tomábamos un poco de té.
–Ughhhhh… ¡No siento nada! – Entonces, la princesa se levantó del suelo, con las manos en la cabeza.
–Conectar con tu afinación mágica no es tan fácil como parece. Especialmente si tratas de hacerlo por la fuerza. – Katalina le decía esto, levantándose del suelo, sacudiéndose el polvo de su vestido. –Puedo darte un consejo, si quieres alcanzar esa afinación más rápido. –
– Soy todo oídos. – Fabiola decía esto, con las manos en la cintura.
–Trata de entrar en un trance de tranquilidad, replicando en tu mente la actividad que más te gusta hacer. Eso era lo que me ayudaba, cuando aprendí magia de niña. – Al terminar de decir esto, la duquesa se sentó nuevamente, con las manos en el regazo.
– ¿Lo que más me gusta hacer? – Al escuchar esto, la joven princesa cerraba los ojos y movía sus manos como si estuviera tocando el piano. Viendo esto, yo levantaba la ceja derecha, frotando la barbilla. De pronto, una corriente de viento pasaba rápidamente entre nosotros; ésta se volvía cada vez más fuerte, entre más rápido Fabiola se movía.
– ¡Continua! – La duquesa le daba la indicación a la princesa de continuar, retrocediendo un poco, con las manos en la espalda. – ¡Más rápido! – Al escuchar esto, Fabiola subía el ritmo de sus movimientos, haciendo que el viento se volviera un torbellino alrededor de ella. De pronto, la joven princesa abrió los ojos, observando lo que estaba haciendo.
– ¿Pero que-? – En eso, el torbellino se desvanecía rápidamente, empujando a Katalina, Geraldo y a mí.
–No estuvo tan mal, para ser una principiante. Ya sabemos cuál es tu afinación mágica. Ahora solo falta que aprendas a usarla con más facilidad. – La duquesa decía esto, acercándose a Fabiola, sacudiéndose el polvo de su vestido.
–Entendido. – La joven albina le respondía, asentando con la cabeza, sonriéndole amablemente.
– ¡Eso fue genial! – Geraldo exclamaba esto, levantándose del suelo rápidamente, saltando de la emoción.
–Muchas gracias, joven Kruger. – Fabiola entonces volteó a ver al muchacho, sonriéndole también.
–Continúa practicando tu afinación, hasta que puedas usar el viento sin hacer los ademanes que hiciste. Suena sencillo, ¿verdad? – Katalina decía esto, guiñándole el ojo a la princesa.
–Está bien. – Después de decir esto, Fabiola continuaba practicando su afinación mágica, recomponiendo su postura inmediatamente. Me quedé callada por todo el transcurso de la lección, observando a mi amiga aprendiendo a usar magia. La poca fe que tenía en ella había salido victoriosa; pero debía estar pendiente que no hiciera una locura.
5:00 P.M.
Ya casi se acercaba la noche, y aun así nada parecía inmutar a Fabiola de conseguir su meta; ella se detuvo por un rato, solo para comer un poco con nosotros, continuando con su práctica inmediatamente. Conforme más pasaba el tiempo, más y más control sobre el viento ella tenía; ya no necesitaba hacer los gestos que hacía al inicio. Cinco horas fue lo que tomó, para que la joven albina pudiera aprender lo básico.
–Jajajaja. ¡De esto estaba hablando! – La joven princesa exclamaba esto, controlando un pequeño tornado en frente de ella.
–Jmjmjm. Sois muy buena en esto, para ser una principiante. Pero también hay que tomar en cuenta que Áine te está ayudando. – La duquesa le decía esto, cubriéndose un poco la boca, sonriéndole con ternura.
–Muchísimas gracias, Katalina. Estaré en deuda contigo, por siempre. – Al decir esto, Fabiola va y abraza a la duquesa, rompiendo el torbellino que hizo.
–No hay porque regresarme el favor, Fabiola. Sois mi amiga, ¿o no? – Katalina del dice esto, aun sonriéndole. –Desde este punto, el entrenamiento y las lecciones se volverán más difíciles. Hay cosas que deberás entender, como sinergia y combinaciones con otras afinaciones mágicas. ¿Estáis dispuesta a continuar adelante? ¿O prefieres quedarte con lo más básico? – Al terminar de preguntar eso, la princesa se cruzaba de brazos, ladeando la cabeza.
– ¡Por supuesto que quiero aprender más! Si no te pedí que me enseñaras magia, para perder tiempo con solo lo básico. –
–Jmjmjmjm… Me gusta vuestro ahínco, Fabiola. Si quieres aprender más, voy a enseñarte más… eso no sonó bien. – Al decir esto, la duquesa agacha su mirada, sonrojándose un poco. –Como sea… Podéis seguir viniendo a mi casa, si deseas aprender más. Pero toma esto en cuenta: yo también estoy tomando clases de magia, por mi propia cuenta. Cuando ambas lleguemos al mismo nivel, ya no seré vuestra maestra; más aun así, tú y yo podremos aprender magia, juntas. ¿Qué te parece? – Entonces, Katalina levantaba la mirada, con las manos en el pecho, sonriéndole a la princesa.
–Me encantaría, Kat. – Sin más que decir, Fabiola le respondió con esto a la duquesa, sonriéndole de vuelta.
–De ser así, yo las acompañaré. Quiero mantener un ojo sobre ustedes dos, especialmente sobre ti, Fabiola. – En eso, yo me levantaba del suelo, diciendo esto a ambas chicas, cruzando mis brazos.
–Si no les molesta, yo también podría asistir. No tengo interés alguno en aprender magia, pero al menos quiero conocerlas mejor. Ustedes dos son tan amables y amigables, para ser nobles. – Geraldo decía esto, asentando con la cabeza, sonriéndoles a las otras muchachas.
–Un favor y procura mantenerte tranquilo, de ser así, joven Kruger. Las rosas más hermosas tienen las espinas más filosas, después de todo. – Fabiola le respondía con esto, sonriéndole de manera arrogante, guiñándole el ojo. – Especialmente aquellas que son de un jardín ajeno. –
– ¡Señorita Katalina! – Se pudieron escuchar gritos viniendo desde el sur de nuestra localización, por lo que los cuatros volteamos a mirar con esa dirección, para toparnos con los dos guardias de Katalina, caminando rápidamente hacia nosotros. – ¡Señorita Montesco... una carroza ha llegado al castillo! Andan buscando a la señorita Hosenfeld y a su acompañante. – El guardia rojo le decía esto a la duquesa, inclinándose rápidamente ante ella.
–Bien… Ya llegaron por nosotros. Tenemos que irnos, chicas. – Le decía esto a Katalina y Fabiola, con las manos en la nuca. –Solo hazme un favor y no te metas en problemas, Fabio. –
–Awwwwwww… está bien. Espero que puedas venir conmigo al Glaciar, para ir de compras al bazar. – En eso, la princesa se acercaba a mí, abrazándome fuertemente.
–Que tengas una buena noche, Victoria. – La duquesa me decía esto, abrazándome también.
– Jejeje… Nos vemos después, chicas. – Ya habiendo devuelto el abrazo, me separaba de ellas y me dirigía al castillo, para tomar la carroza y volver a mi casa.
–Nos vemos, señoritas. – Geraldo se despedía de las muchachas, haciendo una reverencia, para luego seguir mi rumbo. Unos minutos después, el muchacho y yo llegábamos al castillo, donde Rogelio nos esperaba en la carroza.
– ¿Estáis lista para irnos, señorita Victoria? – El mayordomo nos preguntaba esto, asentando con la cabeza.
–Vámonos ya, Rogelio. Quiero descansar un poco. – Al decirle esto, Geraldo y yo subíamos al carruaje, inclinándonos un poco.
–Entendido, señorita. – Entonces, Rogelio le da la orden a los sementales de ponerse en marcha, lo cual hacen a la brevedad.
–Oye, Victoria… ¿estáis interesada en aprender magia, también? – El joven espadachín me decía esto, inclinando su cuerpo hacia adelante.
–Nahhh… No lo veo necesario, Geraldo. Gracias por preguntar, aun así. – Le respondía al muchacho, negando con la cabeza, sonriéndole un poco. En ese entonces, aún no estaba consciente de lo que iba a avecinarse; que tonta fui por no haber aceptado.
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