12/01/2018 09:43 PM
Para hacer un texto así de largo sólo con diálogos tienes que hacer diálogos dinámicos y no lo consigues. Mira películas, lee libros, cómics... cualquier cosa que te ayude a mejorar en los diálogos. Sino, no intentes hacer escenas de ese tipo o serán inaguantables.
Por lo demás, ahora muestras que la princesa resulta ser una bromista, esto se tendría que haber ido mostrando con anterioridad (lo de Geraldo y su personalidad de mujeriego igual).
De la historia en sí, sigue siendo interesante; aunque el detalle de Astrid y la ruta comercial lo mencionas tanto que como lector espero que vaya a ser importante en la trama, si resulta que no es así y sólo es una manera de enriquecer el mundo, no lo haces bien...
Por lo demás, ahora muestras que la princesa resulta ser una bromista, esto se tendría que haber ido mostrando con anterioridad (lo de Geraldo y su personalidad de mujeriego igual).
De la historia en sí, sigue siendo interesante; aunque el detalle de Astrid y la ruta comercial lo mencionas tanto que como lector espero que vaya a ser importante en la trama, si resulta que no es así y sólo es una manera de enriquecer el mundo, no lo haces bien...
Capítulo 4: Novedades a la vuelta de la esquina. El entrenamiento de magia comienza.
Hoy era el día en que Fabiola empezaba sus clases con Katalina; aún no podía creer que ha pasado un mes desde aquella fiesta en la capital. Solo tomó un mes para que mi vida diera un giro inesperado, y aun así no sabía que quería hacer con mi vida. Me encontraba dentro de la carroza de la familia, sentada en [al] frente, mientras que Geraldo iba sentado atrás. Yo vestía una camisa blanca con chaleco y pantalones rojos [hace un tiempo desde que leí los otros capitulos, pero juraría que esa es su vestimenta habitual. Si es así no repitas siempre que lleva esa ropa]; el muchacho vestía una camiseta azul con chaqueta café y pantalones negros.
–Uyyyyyy… ¡Aún no puedo creer que me hayas invitado a conocer a la princesa Fabiola y la duquesa Katalina! ¡Este tiene que ser el mejor día de mi vida! – El joven gritaba esto, revoloteándose de la alegría.
–Compórtate, Geraldo. Te mandé a hablar [no entiendo esa expresión; ¿te hablé?] para que vigilaras a la princesa Fabiola; no para que le andes coqueteando a ella o a la duquesa. – Le decía esto a Geraldo, cruzándome de brazos, mirándole con los ojos entrecerrados. –No has cambiado un poco desde que nos conocimos, ¿sabes? Siempre queriendo coquetearle a las chavas [chavo es un localismo aunque se entienda, y para quienes no lo tienen como parte de su léxico habitual les saca de la lectura; usa algo más neutro] que te parecen atractivas. –
–Perdón, Victoria… No puedo evitarlo. – El muchacho me decía esto, agachando la cabeza, con las manos en su regazo.
–Sabes bien que Saúl va a apuñalar tu cara, si te atreves a acercarle a Fabiola de esa manera, ¿verdad? – Le comentaba esto al muchacho, recordándome [¿?] un poco más en mi asiento, con las manos detrás de mi nuca.
–Y no es como si yo tuviera mucha suerte, como para que la duquesa se fijase en mí…– El muchacho me recalcaba esto, jugando con las yemas de sus dedos.
– ¿Ahh sí? ¿Y qué te hace pensar eso? – Le preguntaba esto a Geraldo, levantando la ceja derecha. ¿A qué se refería con eso?
–Tengo entendido que ella ha rechazado todas y cada una de las ofertas de matrimonio que otros nobles le han propuesto. No sé si esta información ayude mucho o no, siendo sincero. – Después de la explicación de Geraldo, levantaba la cabeza, frotando mi mentón y me puse a pensar durante un rato. Me parecía tan extraño que una chica tan amable y educada como ella no se haya comprometido en matrimonio con alguien.
–…Eso suena interesante, por decirlo tenuemente [¿suavemente?]. – Le decía a mi joven compañero, mirando hacia arriba. – ¿Y cómo sabes de ello? – Entonces, mi mirada se posaba sobre Geraldo, mientras me cruzaba de brazos.
–Di-digamos que suelo seguir noticias relacionadas con las familias nobles, en mi tiempo libre. – Al decirme esto, el muchacho se sonrojaba fuertemente, agachando la mirada, sonriendo nerviosamente. He convivido con chicos como él durante mucho tiempo, como para identificar una mentira a plena vista.
–No me mientas, Geraldo. ¿Cómo es que sabes sobre esas ofertas rechazadas? – Le pregunté esto a él, entrecerrando la mirada.
–…Esta bien… Estuve buscando información acerca de las chavas más hermosas del reino, por unos cuantos años. Me topé con esa información de la duquesa Montesco, cuando escuché las noticias que ella rechazó a un marqués del reino de Ucilia. ¡Lo juro! – Al terminar de darme esta explicación, el joven se quedaba temblando del miedo, cubriéndose la cabeza. Yo solo me quedaba observándole lascivamente [¿seguro que es el adverbio que quieres usar?], levantando la cabeza.
–Aún me pregunto cómo es que te volviste mi amigo....– En eso, la carroza se detiene lentamente, por lo que ambos asomábamos nuestras cabezas por la ventana, para ver qué pasaba.
–Ya llegamos, señorita Victoria. – El conductor del carruaje, el cual era Rogelio, nos decía esto, por lo que el muchacho y yo nos bajamos de ésta rápidamente.
–Muchas gracias. Vuelves por nosotros a las cinco de la tarde. – Le decía sacudiendo mi chaleco.
–Que tengan un buen día, muchachos. –El mayordomo [¿por qué conduce el mayordomo?] nos decía esto, devolviéndonos una sonrisa amable, dando rienda de vuelta a la mansión.
–Gracias a usted, señor Rogelio. – Geraldo le respondía sonriéndole igualmente. Ya habiéndose ido, el muchacho y yo volteamos a ver hacia el castillo de la duquesa. Las instalaciones se veían algo maltratadas y sin mucha decoración; casi parecía que iba a desmoronarse en cualquier momento. Al ver a la puerta de acceso, ambos vimos a dos guardias; uno en armadura roja y otro en armadura verde, ambos cargando espadas anchas.
–Disculpen…– En eso, yo me acercaba a los guardias lentamente, al mismo tiempo en que Geraldo me seguía.
– ¿Señorita Victoria? ¿Quién le acompaña esta vez? – El guardia verde nos preguntó esto, colocándose firmemente en la entrada, haciendo una reverencia.
–Es un amigo mío; Geraldo Kruger. Vine a visitar a la señorita Katalina. Tengo entendido que ella le dará clases de magia a la princesa Fabiola. – Le decía esto a los guardias, inclinándome un poco. Geraldo se inclinaba también.
–La duquesa Montesco se encuentra adentro. Pueden pasar. – Cuando el guardia rojo nos decía esto, ambos se hacían a un lado de la puerta, dejándonos pasar, por lo que yo me dirigí a ésta, para dar un toque. Unos segundos después, una joven sirvienta de cabello rojo rizado y ojos café nos abría la puerta.
–Di-disculpen… Pasen adelante, por favor. – La muchacha nos daba la indicación de pasar, lo cual hicimos inmediatamente, devolviendo una reverencia. Ya adentro del castillo, nosotros dos llegábamos a la sala, para sentarnos en uno de los sillones. El interior se podía ver cubierto por estanterías llenas de libros de distintos tipos y unos candelabros de plata.
–Muchas gracias, Nadia. – Le respondía con esto a la sirvienta, sentándome en el sillón doble; Geraldo hace lo mismo, mirando de forma boba a la chica. –Un favor y llama a la señorita Katalina, Nadia. – Al decir esto, ella se inclinaba un poco, pasando a retirarse.
–Por supuesto, señorita. – Mientras la criada se iba, Geraldo la checaba [igual que pasa con chavas] de reojo, sonriendo un poco.
–Jejeje… es linda. –
–Geraldo…– Al notar esta reacción del muchacho, yo volteaba a mirarle lascivamente, dando a entender que se calmara. Lo único que él hizo fue agachar la mirada, encogiendo el cuerpo un poco. Un minuto después, Katalina y Fabiola bajaban del segundo piso, llegando a la sala. Fabiola llevaba una blusa blanca con rosa y una falda morada clara; Katalina traía un vestido blanco de una sola pieza, con bordados azules.
–Por los dioses… ¡Son divinas! – El muchacho exclamaba fuertemente, corriendo hacia donde estaban ambas chicas. – ¡Es un honor poder conocerlas, sus excelencias! Los relatos que la gente ha dicho de vuestras bellezas son reales. – Entonces, Geraldo se arrodillaba ante Kat y Fabio [usaría un diminutivo distinto que no lo convierta en un nombre masculino], las cuales retrocedían lentamente.
– ¿¡Podrías explicarme quien es el muchacho, Victoria!? – La princesa dirigía su mirada hacia mí, con las manos en la cintura, viéndose muy molesta.
–Jejeje… Lamento mucho este momento embarazoso, chicas…– Entonces, me dirigía a donde estaba el muchacho, jalándole de la oreja, levantándolo del suelo. –Él es Geraldo Kruger. Un amigo de los cuarteles donde entreno. – Les decía esto a las chicas, mirando muy molesta al joven espadachín.
–Auch… Perdón, Vic… Perdónenme, sus excelencias…– Él le dijo esto a las chicas, agachando la mirada, con las manos tras su espalda.
–Vuestra muestra de admiración es apreciable, pero es recomendable que se modere, joven Kruger. – Katalina le decía esto a Geraldo, sonriéndole tímidamente.
–No es por ser grosera ni nada por el estilo, ¿pero por qué lo trajiste aquí, Vic? – Fabiola me preguntó esto, cruzándose de brazos, golpeando el suelo con la bola del pie.
–Vino a ayudarme a vigilarte, Fabiola. – Le decía esto a la princesa, con las manos en mis bolsillos.
– ¡Pero quería estar solo con ustedes dos [ella es la tercera]! – La joven albina exclamaba esto, inclinándose un poco hacia adelante.
–Esta no es una de nuestras reuniones, Fabiola. Es una sesión de clases de magia. Así que mejor ni te quejes. – Al terminar de decirle esto a la princesa, ésta agachaba la mirada, con las manos en el pecho. [cruzadas sobre el pecho; lo que pone ahí es que se agarra los pechos con las manos]
–Ya que… Sabía que era mala idea decirte sobre las clases. –
–Lo siento, Fabiola. No puedo dejar que andes haciendo algo severamente peligroso, con lo que Katalina puede enseñarte. ¿Qué acaso tengo que recordarte la vez en que lanzaste esas anguilas a los estanques del Bosque de Magnolia? – Le decía esto a Fabiola, cruzando mis brazos, entrecerrando la mirada.
–Ayyyyy… ¡Venga, Victoria! No me niegues que eso fue divertido. – La princesa me respondió con esto, sonriéndome pícaramente, con las manos en el pecho.
–Sí… claro… Yo terminé llevándome toda la culpa. – Katalina entonces se ponía en frente de nosotras, para apaciguar la discusión.
–Podéis resolver vuestras diferencias después, muchachas. Dediquémonos a impartir las clases, por favor. – Cuando la duquesa nos dijo esto, yo me acomodaba el cabello y Fabiola se estiraba un poco, terminando la plática. –Vamos afuera. Necesitaremos más espacio en cual trabajar. – Katalina nos decía esto, dirigiéndose a la puerta principal.
–Está bien, Kat. – La princesa le respondió con esto, siguiéndola inmediatamente, sonriendo socarronamente. Geraldo y yo nos quedamos atrás por un rato, viendo a las dos chicas salir del edificio, cuando de pronto el muchacho volteó a verme confundido.
– ¿Anguilas en estanques? –
–No preguntes, Geraldo. – Al decirle esto al joven espadachín, yo me dirigía hacia la puerta, siguiendo a las otras chicas. Geraldo sólo encogía los hombros y me seguía sin decir nada más. Ya saliendo del castillo, los guardias se colocan en frente, impidiendo el paso.
–Permítanme salir, caballeros. Voy a enseñarle artes arcanas a la joven princesa. Necesito espacio para trabajar. – La duquesa le decía esto a los guardias, inclinándose un poco.
–Entendido, su excelencia. – Entonces, los guardias cedieron el paso [no tiene sentido que le impidan el paso si van a dejarla pasar en cuanto diga el motivo], por lo que nosotros continuábamos nuestro camino.
–De pura casualidad, ¿dónde se encuentran tus padres, Kat? Me sorprende no verlos por aquí. – La princesa le preguntaba esto a Kat, frotándose la barbilla.
–Salieron a la capital, a resolver unos asuntos de negocio con un empresario [mejor comerciante] de Astrid, llamado Leonard Russell. Vuelven hasta en la noche. – La duquesa respondía con esto, volteando a vernos un poco.
–Me imagino que tiene que ver con la nueva ruta comercial, ¿verdad? – Fabiola le dijo esto, rascándose la nuca.
–Eso fue lo que dijeron mis padres…– Al decirnos esto, Katalina agachaba la cabeza, con las manos en su regazo. Cuando volteé a ver a Geraldo, noté que él llevaba la cabeza agachada, también.
– ¿Que sucede, Geraldo? – Le preguntaba esto al muchacho, ladeando mi cabeza un poco.
–Me siento ajeno a la plática… es todo. – Geraldo me decía esto, colocando sus manos en la espalda.
–No tienes por qué comentar sobre la conversación, si no sabes sobre el tema. No hay porque sentirse triste. – Le respondía al muchacho [a mi amigo/a mi compañero], sonriéndole un poco para animarlo. Un rato después, nosotros llegamos a una pequeña colina, la cual estaba cubierta por pinos y robles.
–Este lugar servirá. – Katalina nos comentaba esto, sentándose en el pasto. –Siéntense, por favor. – En eso, la joven duquesa nos daba la orden para sentarnos; Fabiola asentaba con la cabeza y se sentaba junto con ella.
–Está bien. – Al decir esto, yo me sentaba junto a Geraldo y las otras chicas, recargándome en las piernas.
–Antes de que comencemos la clase, ¿podrías mostrarme tu transformación, Fabiola? Eso podría ayudarte para acelerar el proceso de aprendizaje y afinación mágica. – Katalina le pedía esto a Fabiola, estirando su mano derecha.
– ¿Exactamente por qué? – La princesa preguntaba esto, inclinándose un poco hacia adelante.
–Sois una diosa. Usar magia va a ser más sencillo, estando transformada. ¿O qué no prestaste atención? – La duquesa decía esto, asentando con la cabeza. La princesa se quedó callada por unos segundos, cuando de pronto ella asentaba de vuelta diciendo:
–Entendido. Sois la profesora, después de todo. – Entonces, Fabiola se levantaba del suelo lentamente, agachando la mirada, cerrando los ojos, respirando profundamente.
– ¡Áine… bríndame tu poder! – Al exclamar esto, la princesa es envuelta en un halo de luz, como el de la ceremonia.
– ¿¡Qué está pasando, Victoria!? – Geraldo gritaba esto, cubriéndose los ojos. Katalina no parecía inmutarse ante la transformación. La luz se disipó en unos cuantos segundos, revelando la transformación de la princesa. – ¡GUAU! ¡ESO SÍ QUE ES UNA BELLEZA DE MUJER! – Al descubrirse los ojos, el joven espadachín señala a donde estaba la princesa, dejando caer la quijada.
– ¡Geraldo…! – Le reprimía esto, volteando a verle enfadada.
–Continuemos con la lección, Katalina. – Fabiola le dijo esto a la duquesa, sentándose al suelo lentamente.
–Muy bien… Conectar con tu afinación mágica es algo complicado, si es que no tienes paciencia o la madurez necesaria para ello. – En eso, la joven duquesa sacaba algo de la bolsa que trajo con ella. –Te pido que te relajes y medites por un momento, hasta que sientas una corriente energética circular por tu cuerpo. Tu afinación mágica se manifestará por sí sola, cuando esto pase. – Katalina le decía esto, frotando un polvo de color café rojizo en su frente.
–…– La princesa solo asentaba con la cabeza, con las manos en sus piernas, cerrando los ojos. Geraldo y yo nos hacíamos un poco hacia atrás, dejando más espacio a Fabiola. Ahora solo era cuestión de esperar un resultado. No podía imaginarme la ansiedad que mi amiga estaba pasando en ese momento; quedarse quieta y meditar son palabras ajenas a su vocabulario. Pero debía tener fe en ella.
Hoy era el día en que Fabiola empezaba sus clases con Katalina; aún no podía creer que ha pasado un mes desde aquella fiesta en la capital. Solo tomó un mes para que mi vida diera un giro inesperado, y aun así no sabía que quería hacer con mi vida. Me encontraba dentro de la carroza de la familia, sentada en [al] frente, mientras que Geraldo iba sentado atrás. Yo vestía una camisa blanca con chaleco y pantalones rojos [hace un tiempo desde que leí los otros capitulos, pero juraría que esa es su vestimenta habitual. Si es así no repitas siempre que lleva esa ropa]; el muchacho vestía una camiseta azul con chaqueta café y pantalones negros.
–Uyyyyyy… ¡Aún no puedo creer que me hayas invitado a conocer a la princesa Fabiola y la duquesa Katalina! ¡Este tiene que ser el mejor día de mi vida! – El joven gritaba esto, revoloteándose de la alegría.
–Compórtate, Geraldo. Te mandé a hablar [no entiendo esa expresión; ¿te hablé?] para que vigilaras a la princesa Fabiola; no para que le andes coqueteando a ella o a la duquesa. – Le decía esto a Geraldo, cruzándome de brazos, mirándole con los ojos entrecerrados. –No has cambiado un poco desde que nos conocimos, ¿sabes? Siempre queriendo coquetearle a las chavas [chavo es un localismo aunque se entienda, y para quienes no lo tienen como parte de su léxico habitual les saca de la lectura; usa algo más neutro] que te parecen atractivas. –
–Perdón, Victoria… No puedo evitarlo. – El muchacho me decía esto, agachando la cabeza, con las manos en su regazo.
–Sabes bien que Saúl va a apuñalar tu cara, si te atreves a acercarle a Fabiola de esa manera, ¿verdad? – Le comentaba esto al muchacho, recordándome [¿?] un poco más en mi asiento, con las manos detrás de mi nuca.
–Y no es como si yo tuviera mucha suerte, como para que la duquesa se fijase en mí…– El muchacho me recalcaba esto, jugando con las yemas de sus dedos.
– ¿Ahh sí? ¿Y qué te hace pensar eso? – Le preguntaba esto a Geraldo, levantando la ceja derecha. ¿A qué se refería con eso?
–Tengo entendido que ella ha rechazado todas y cada una de las ofertas de matrimonio que otros nobles le han propuesto. No sé si esta información ayude mucho o no, siendo sincero. – Después de la explicación de Geraldo, levantaba la cabeza, frotando mi mentón y me puse a pensar durante un rato. Me parecía tan extraño que una chica tan amable y educada como ella no se haya comprometido en matrimonio con alguien.
–…Eso suena interesante, por decirlo tenuemente [¿suavemente?]. – Le decía a mi joven compañero, mirando hacia arriba. – ¿Y cómo sabes de ello? – Entonces, mi mirada se posaba sobre Geraldo, mientras me cruzaba de brazos.
–Di-digamos que suelo seguir noticias relacionadas con las familias nobles, en mi tiempo libre. – Al decirme esto, el muchacho se sonrojaba fuertemente, agachando la mirada, sonriendo nerviosamente. He convivido con chicos como él durante mucho tiempo, como para identificar una mentira a plena vista.
–No me mientas, Geraldo. ¿Cómo es que sabes sobre esas ofertas rechazadas? – Le pregunté esto a él, entrecerrando la mirada.
–…Esta bien… Estuve buscando información acerca de las chavas más hermosas del reino, por unos cuantos años. Me topé con esa información de la duquesa Montesco, cuando escuché las noticias que ella rechazó a un marqués del reino de Ucilia. ¡Lo juro! – Al terminar de darme esta explicación, el joven se quedaba temblando del miedo, cubriéndose la cabeza. Yo solo me quedaba observándole lascivamente [¿seguro que es el adverbio que quieres usar?], levantando la cabeza.
–Aún me pregunto cómo es que te volviste mi amigo....– En eso, la carroza se detiene lentamente, por lo que ambos asomábamos nuestras cabezas por la ventana, para ver qué pasaba.
–Ya llegamos, señorita Victoria. – El conductor del carruaje, el cual era Rogelio, nos decía esto, por lo que el muchacho y yo nos bajamos de ésta rápidamente.
–Muchas gracias. Vuelves por nosotros a las cinco de la tarde. – Le decía sacudiendo mi chaleco.
–Que tengan un buen día, muchachos. –El mayordomo [¿por qué conduce el mayordomo?] nos decía esto, devolviéndonos una sonrisa amable, dando rienda de vuelta a la mansión.
–Gracias a usted, señor Rogelio. – Geraldo le respondía sonriéndole igualmente. Ya habiéndose ido, el muchacho y yo volteamos a ver hacia el castillo de la duquesa. Las instalaciones se veían algo maltratadas y sin mucha decoración; casi parecía que iba a desmoronarse en cualquier momento. Al ver a la puerta de acceso, ambos vimos a dos guardias; uno en armadura roja y otro en armadura verde, ambos cargando espadas anchas.
–Disculpen…– En eso, yo me acercaba a los guardias lentamente, al mismo tiempo en que Geraldo me seguía.
– ¿Señorita Victoria? ¿Quién le acompaña esta vez? – El guardia verde nos preguntó esto, colocándose firmemente en la entrada, haciendo una reverencia.
–Es un amigo mío; Geraldo Kruger. Vine a visitar a la señorita Katalina. Tengo entendido que ella le dará clases de magia a la princesa Fabiola. – Le decía esto a los guardias, inclinándome un poco. Geraldo se inclinaba también.
–La duquesa Montesco se encuentra adentro. Pueden pasar. – Cuando el guardia rojo nos decía esto, ambos se hacían a un lado de la puerta, dejándonos pasar, por lo que yo me dirigí a ésta, para dar un toque. Unos segundos después, una joven sirvienta de cabello rojo rizado y ojos café nos abría la puerta.
–Di-disculpen… Pasen adelante, por favor. – La muchacha nos daba la indicación de pasar, lo cual hicimos inmediatamente, devolviendo una reverencia. Ya adentro del castillo, nosotros dos llegábamos a la sala, para sentarnos en uno de los sillones. El interior se podía ver cubierto por estanterías llenas de libros de distintos tipos y unos candelabros de plata.
–Muchas gracias, Nadia. – Le respondía con esto a la sirvienta, sentándome en el sillón doble; Geraldo hace lo mismo, mirando de forma boba a la chica. –Un favor y llama a la señorita Katalina, Nadia. – Al decir esto, ella se inclinaba un poco, pasando a retirarse.
–Por supuesto, señorita. – Mientras la criada se iba, Geraldo la checaba [igual que pasa con chavas] de reojo, sonriendo un poco.
–Jejeje… es linda. –
–Geraldo…– Al notar esta reacción del muchacho, yo volteaba a mirarle lascivamente, dando a entender que se calmara. Lo único que él hizo fue agachar la mirada, encogiendo el cuerpo un poco. Un minuto después, Katalina y Fabiola bajaban del segundo piso, llegando a la sala. Fabiola llevaba una blusa blanca con rosa y una falda morada clara; Katalina traía un vestido blanco de una sola pieza, con bordados azules.
–Por los dioses… ¡Son divinas! – El muchacho exclamaba fuertemente, corriendo hacia donde estaban ambas chicas. – ¡Es un honor poder conocerlas, sus excelencias! Los relatos que la gente ha dicho de vuestras bellezas son reales. – Entonces, Geraldo se arrodillaba ante Kat y Fabio [usaría un diminutivo distinto que no lo convierta en un nombre masculino], las cuales retrocedían lentamente.
– ¿¡Podrías explicarme quien es el muchacho, Victoria!? – La princesa dirigía su mirada hacia mí, con las manos en la cintura, viéndose muy molesta.
–Jejeje… Lamento mucho este momento embarazoso, chicas…– Entonces, me dirigía a donde estaba el muchacho, jalándole de la oreja, levantándolo del suelo. –Él es Geraldo Kruger. Un amigo de los cuarteles donde entreno. – Les decía esto a las chicas, mirando muy molesta al joven espadachín.
–Auch… Perdón, Vic… Perdónenme, sus excelencias…– Él le dijo esto a las chicas, agachando la mirada, con las manos tras su espalda.
–Vuestra muestra de admiración es apreciable, pero es recomendable que se modere, joven Kruger. – Katalina le decía esto a Geraldo, sonriéndole tímidamente.
–No es por ser grosera ni nada por el estilo, ¿pero por qué lo trajiste aquí, Vic? – Fabiola me preguntó esto, cruzándose de brazos, golpeando el suelo con la bola del pie.
–Vino a ayudarme a vigilarte, Fabiola. – Le decía esto a la princesa, con las manos en mis bolsillos.
– ¡Pero quería estar solo con ustedes dos [ella es la tercera]! – La joven albina exclamaba esto, inclinándose un poco hacia adelante.
–Esta no es una de nuestras reuniones, Fabiola. Es una sesión de clases de magia. Así que mejor ni te quejes. – Al terminar de decirle esto a la princesa, ésta agachaba la mirada, con las manos en el pecho. [cruzadas sobre el pecho; lo que pone ahí es que se agarra los pechos con las manos]
–Ya que… Sabía que era mala idea decirte sobre las clases. –
–Lo siento, Fabiola. No puedo dejar que andes haciendo algo severamente peligroso, con lo que Katalina puede enseñarte. ¿Qué acaso tengo que recordarte la vez en que lanzaste esas anguilas a los estanques del Bosque de Magnolia? – Le decía esto a Fabiola, cruzando mis brazos, entrecerrando la mirada.
–Ayyyyy… ¡Venga, Victoria! No me niegues que eso fue divertido. – La princesa me respondió con esto, sonriéndome pícaramente, con las manos en el pecho.
–Sí… claro… Yo terminé llevándome toda la culpa. – Katalina entonces se ponía en frente de nosotras, para apaciguar la discusión.
–Podéis resolver vuestras diferencias después, muchachas. Dediquémonos a impartir las clases, por favor. – Cuando la duquesa nos dijo esto, yo me acomodaba el cabello y Fabiola se estiraba un poco, terminando la plática. –Vamos afuera. Necesitaremos más espacio en cual trabajar. – Katalina nos decía esto, dirigiéndose a la puerta principal.
–Está bien, Kat. – La princesa le respondió con esto, siguiéndola inmediatamente, sonriendo socarronamente. Geraldo y yo nos quedamos atrás por un rato, viendo a las dos chicas salir del edificio, cuando de pronto el muchacho volteó a verme confundido.
– ¿Anguilas en estanques? –
–No preguntes, Geraldo. – Al decirle esto al joven espadachín, yo me dirigía hacia la puerta, siguiendo a las otras chicas. Geraldo sólo encogía los hombros y me seguía sin decir nada más. Ya saliendo del castillo, los guardias se colocan en frente, impidiendo el paso.
–Permítanme salir, caballeros. Voy a enseñarle artes arcanas a la joven princesa. Necesito espacio para trabajar. – La duquesa le decía esto a los guardias, inclinándose un poco.
–Entendido, su excelencia. – Entonces, los guardias cedieron el paso [no tiene sentido que le impidan el paso si van a dejarla pasar en cuanto diga el motivo], por lo que nosotros continuábamos nuestro camino.
–De pura casualidad, ¿dónde se encuentran tus padres, Kat? Me sorprende no verlos por aquí. – La princesa le preguntaba esto a Kat, frotándose la barbilla.
–Salieron a la capital, a resolver unos asuntos de negocio con un empresario [mejor comerciante] de Astrid, llamado Leonard Russell. Vuelven hasta en la noche. – La duquesa respondía con esto, volteando a vernos un poco.
–Me imagino que tiene que ver con la nueva ruta comercial, ¿verdad? – Fabiola le dijo esto, rascándose la nuca.
–Eso fue lo que dijeron mis padres…– Al decirnos esto, Katalina agachaba la cabeza, con las manos en su regazo. Cuando volteé a ver a Geraldo, noté que él llevaba la cabeza agachada, también.
– ¿Que sucede, Geraldo? – Le preguntaba esto al muchacho, ladeando mi cabeza un poco.
–Me siento ajeno a la plática… es todo. – Geraldo me decía esto, colocando sus manos en la espalda.
–No tienes por qué comentar sobre la conversación, si no sabes sobre el tema. No hay porque sentirse triste. – Le respondía al muchacho [a mi amigo/a mi compañero], sonriéndole un poco para animarlo. Un rato después, nosotros llegamos a una pequeña colina, la cual estaba cubierta por pinos y robles.
–Este lugar servirá. – Katalina nos comentaba esto, sentándose en el pasto. –Siéntense, por favor. – En eso, la joven duquesa nos daba la orden para sentarnos; Fabiola asentaba con la cabeza y se sentaba junto con ella.
–Está bien. – Al decir esto, yo me sentaba junto a Geraldo y las otras chicas, recargándome en las piernas.
–Antes de que comencemos la clase, ¿podrías mostrarme tu transformación, Fabiola? Eso podría ayudarte para acelerar el proceso de aprendizaje y afinación mágica. – Katalina le pedía esto a Fabiola, estirando su mano derecha.
– ¿Exactamente por qué? – La princesa preguntaba esto, inclinándose un poco hacia adelante.
–Sois una diosa. Usar magia va a ser más sencillo, estando transformada. ¿O qué no prestaste atención? – La duquesa decía esto, asentando con la cabeza. La princesa se quedó callada por unos segundos, cuando de pronto ella asentaba de vuelta diciendo:
–Entendido. Sois la profesora, después de todo. – Entonces, Fabiola se levantaba del suelo lentamente, agachando la mirada, cerrando los ojos, respirando profundamente.
– ¡Áine… bríndame tu poder! – Al exclamar esto, la princesa es envuelta en un halo de luz, como el de la ceremonia.
– ¿¡Qué está pasando, Victoria!? – Geraldo gritaba esto, cubriéndose los ojos. Katalina no parecía inmutarse ante la transformación. La luz se disipó en unos cuantos segundos, revelando la transformación de la princesa. – ¡GUAU! ¡ESO SÍ QUE ES UNA BELLEZA DE MUJER! – Al descubrirse los ojos, el joven espadachín señala a donde estaba la princesa, dejando caer la quijada.
– ¡Geraldo…! – Le reprimía esto, volteando a verle enfadada.
–Continuemos con la lección, Katalina. – Fabiola le dijo esto a la duquesa, sentándose al suelo lentamente.
–Muy bien… Conectar con tu afinación mágica es algo complicado, si es que no tienes paciencia o la madurez necesaria para ello. – En eso, la joven duquesa sacaba algo de la bolsa que trajo con ella. –Te pido que te relajes y medites por un momento, hasta que sientas una corriente energética circular por tu cuerpo. Tu afinación mágica se manifestará por sí sola, cuando esto pase. – Katalina le decía esto, frotando un polvo de color café rojizo en su frente.
–…– La princesa solo asentaba con la cabeza, con las manos en sus piernas, cerrando los ojos. Geraldo y yo nos hacíamos un poco hacia atrás, dejando más espacio a Fabiola. Ahora solo era cuestión de esperar un resultado. No podía imaginarme la ansiedad que mi amiga estaba pasando en ese momento; quedarse quieta y meditar son palabras ajenas a su vocabulario. Pero debía tener fe en ella.