19/03/2019 10:07 PM
(This post was last modified: 21/03/2019 03:59 PM by JPQueirozPerez.)
—No es hora de descansar—. Y el rey le miró sonriente—: Tenemos algo que hacer.
Y se levantó de un salto encaminándose a las oscuras sombras de las cabañas de los aldeanos de Ninht. Grembeld le siguió los pasos, encorvado y torpemente, pues se hallaba muy cansado y además tenía sueño. Miró con preocupación el cielo, pues antes de que saliera el sol ambos tenían que regresar a Afglin.
Durante una hora entera el rey Soth se dedicó a saltar alegremente de ventana en ventana como un pequeño ratón, asomándose de puntillas sobre los antepechos de madera de roble y seguido por la cansina sombra de su joven paje, hasta que por fin, dijo:
—Humm... Esto es lo que busco.
Grembeld se asomó a su lado y miró hacia el interior con los ojos muy abiertos, pero allí solo había una tosca cama de madera, un espejo, unos zuecos amarillos y algunas otras cosas sin importancia [este es el humor del que hablas? Sólo puedo tomarmelo como un intento de chiste que se queda en eso, porque como un comentario serio no tiene ningún sentido; como chiste no funciona, porque no sabemos nada de esas criaturas como para que nos haga gracia que crea que unos zuecos tienen más importancia que los seres humanos], como una muchacha de hermosa cabellera oscura y piel dorada [además esta descripción contradice lo anterior; el narrador debe estar describiendo en base al punto de vista de Grembeld, si describe a la chica así, cuando no ha descrito el resto de cosas, entonces no es algo sin importancia] que dormía dulcemente. Grembeld miró al rey y el rey le devolvió la mirada.
—He decidido contraer matrimonio —le anunció pomposamente—. Y esta doncella ha sido la elegida de mi corazón.
Grembeld volvió a mirar de nuevo a la doncella con aire dubitativo, mientras el rey Soth abría la ventana con un chasquido de sus dedos y saltaba ágilmente hacia el interior de la cabaña.
—Entra —le ordenó y le hizo un gesto para que se acercara hasta la cama.
No era extraño que nadie se hubiera despertado, pues no hay nada que cause un sopor más profundo que la cercanía de un ser encantado. Así que el rey Soth tomó asiento en la silla de mimbre y no le preocupó en absoluto que esta rechinara como un cerdo hambriento [humor inglés ]. Contempló a la agraciada joven, meneando la cabeza aprobadoramente, y una satisfecha sonrisa hizo enrojecer sus abultadas mejillas. Mientras Grembeld se apoyó a su lado contra la pared, demasiado cansado para decir nada.
—Será una hermosa reina de Afglin —empezó el Rey Soth.
Aunque Grembeld miró a la dormida doncella pensando que no era, ni mucho menos, parecida [pues que el narrador no contradiga eso] a la pálida Dannaar.
—Ahora, sin embargo, antes de tomarla por esposa y llevarla a Afglin, es imprescindible que sepa de cuantos cabellos está formada su cabellera. Pues si tiene menos de cien mil no puedo casarme con ella. [esto no es, ni siquiera divertido; Soth no ha demostrado ser un personaje excéntrico como para que pedidos así parezcan normales, por tanto es claro que es una treta, entonces lo que logras es que Grembeld simplemente parezca un imbécil por hacerle caso. Podrías decir que es el rey y por tanto puede obligarle, pero no demuestras ni siquiera que dude ante la idea]
Grembeld miró al rey bastante confundido, pues nunca había oído hablar de ninguna costumbre parecida, pero el Rey Soth se mostró inflexible.
Entonces el monarca de Afglin sonrió jovialmente y le dijo a su paje:
—Si eres tú quien hace esa tarea, te concederé el don que me pidas.
Naturalmente el corazón de Grembeld latió más deprisa pensando en Dannaar, pero, luego, frunció el ceño, mirando el horizonte.
—No sé si tendré tiempo, antes de que asome el sol —le dijo a su señor.
Sin embargo el rey agitó las manos un momento y le dijo bondadosamente.
—No tienes que preocuparte por ello, porque yo vigilaré.
Y, dicho esto, se sentó en la ventana abierta.
—Vamos, empieza.
Primero Grembeld se sentó sobre el blando colchón, junto a la cabeza de la muchacha, pero estaba tan cansado que pronto se recostó contra el cabezal de la cama y, casi no se había dado cuenta, cuando ya estaba tendido a su lado contando uno a uno, en voz muy baja, los suaves cabellos. Y si de vez en cuando alzaba la mirada, allí estaba el rey, contemplándole con los ojos muy brillantes, sentado al borde de la ventana. A veces a Grembeld se le cerraban los párpados y, al abrirlos de golpe, le parecía durante un breve instante que el rey sonreía ladinamente y que sus ojos brillaban más de lo que debían, pero era menos que un segundo y estaba tan amodorrado y concentrado en los números para no descontarse, que apenas pensaba en ello. Sin embargo, cuando ya iba por los cuarenta y tres mil ochocientos ochenta y ocho cabellos oscuros, los párpados del joven cayeron para no volver a levantarse y rendido de cansancio se durmió por completo. Y, cuando llegó el amanecer, el rey Soth, naturalmente, no estaba allí para prevenirle.
Ahora hay que retomar la historia, pero desde otro lado. [es un salto entre puntos de vista simplemente vago] El bueno de Eno era un aldeano de Ninht, laborioso y de pocas palabras. No era rico, pero tenía una cabaña de roble, sencilla y confortable, dos vacas perezosas, una gran jaula con media docena de gallinas medio locas y un cerdo, y, además, una hija doncella y de talle cimbreante, cuyos ojos parecían esmeraldas cuando los bañaba el sol de la mañana y que se llamaba Finde.
No es extraño que Eno se despertase siempre de buen humor, feliz y sin preocupaciones, que se lavase en el agua fría del pozo, sonriente y alegre, y que luego, con paso complacido, se dirigiese al establo para ordeñar las vacas y llevarle a su hija la leche del desayuno. Generalmente Finde ya estaba trajinando en la cocina cuando él regresaba con la leche y un ramo de fragantes camelias para adornar la mesa, pero ese día, al regresar del establo, Eno se sorprendió al encontrar la cocina vacía, el fuego apagado y el desayuno sin preparar. El aldeano era de natural dulce y agradable y aquello no le importó demasiado. Encendió el fuego, puso a hervir la leche en el perol de cobre y, silbando una divertida cancioncilla, llamó a su adorada hija. Al cabo de unos momentos, cuando la leche ya empezaba a hervir, levantó las espesas cejas y se atusó el bigote y, meneando la cabeza con desaprobación, pues Finde nunca se había mostrado tan perezosa [lo natural es que en dicho caso se preocupe y crea que pueda estar enferma], se dirigió a la pequeña habitación y abrió la puerta.
La ventana de la habitación de Finde estaba abierta de par en par y la brisa entraba agradablemente a través de ella. El aldeano contempló con arrobamiento como la joven permanecía profundamente dormida en el blanco lecho. Hasta que descubrió que, esa mañana, su oscura cabeza descansaba tiernamente sobre el pecho de un joven de rubia cabellera que yacía a su lado, en lugar de hacerlo sobre la blanda almohada. Eno abrió la boca con el ceño fruncido, pero de repente se quedó mudo del todo, porque justo entonces sus ojos vislumbraron a medias una puntiaguda oreja, asomándose traviesamente entre aquellos rubios y extraños bucles. Y Eno lanzó por fin tal grito que todos los aldeanos interrumpieron sus frugales desayunos y se asomaron a las ventanas con extrañeza y Grembeld se puso en pie de un salto dejando, muy poco cortésmente, que la cabeza de Finde se golpeara contra el borde de la cama. La joven abrió los ojos con un somnoliento gemido, a tiempo de ver como a su lado Grembeld chasqueaba los dedos intentando desaparecer. Sin embargo fue inútil, pues. con la luz del sol, sus poderes se habían desvanecido.
Tu crescendo va a ser muy brusco. Puedes no presentar el humor al principio, pero si vendes el relato como tal y no hay humor hasta el tercer capítulo pues el lector va a abandonar antes.
Hasta ahora no hay humor, hay unos intentos de contar algo gracioso pero que queda en nada; intentas jugar con el estilo cuento infantil y el humor, y no logras avanzar en ninguno de los dos. Algunas cosas que haces (como ese cambio tan perezoso de POV) podría valer en un cuento para niños, pero la manera en la que está escrito esto no va a atraer a los niños pequeños; por su parte el humor queda conceptos como la traición del rey que valdría si el personaje estuviera trabajado pero, que en este caso, ni está contado de forma graciosa ni es algo que no se vea venir desde el comienzo, y comentarios que me hacen sonrojar de la vergüenza ajena.
He dado una leída por encima del resto del relato y sigue pecando de lo mismo: tu crescendo no es uno de humor, es uno de intento de arranque de alguna situación graciosa, que, en una verdadera historia para niños podría hacerles gracia, pero tal y como escribes queda claro que no es tu público objetivo y por tanto no es gracioso.
Tomemos el engaño del rey por ejemplo, ¿cómo mejorar la escena? Haz que Grembeld sea medio imbécil y vea normal eso de contar los cabellos, o demuestra que el rey es histriónico y que pedidos así son lo normal en él, también puedes ir a lo fácil y hacer que eso sea algo que realmente hacen antes de contraer matrimonio (pero deberías explicar eso de antemano), además ahorrarte las sonrisillas del rey que dan mucha vergüenza ajena cuando es evidente lo que pretende; tras lograr tener un engaño que no se ha visto venir desde que han salido de su reino la situación podría incluso ser graciosa. Aun así podrías añadir elementos: en lugar de que el padre vaya a ver porque su hija no ha hecho el desayuno, que entre al cuarto por los gritos de su hija, y lo que se encuentre sea una escena slapstick (que ya habrías estado narrando de antemano en lugar de cambiar el punto de vista) en el cuál la chica despierta al amanecer porque el elfo se ha quedado sin poderes y por tanto ya no puede afectarla y, asustada, empieza a arrojarle cosas, por ejemplo los zuecos; que el equivalente a disparar el rifle es arrojárselos a alguien a la cara).
Y se levantó de un salto encaminándose a las oscuras sombras de las cabañas de los aldeanos de Ninht. Grembeld le siguió los pasos, encorvado y torpemente, pues se hallaba muy cansado y además tenía sueño. Miró con preocupación el cielo, pues antes de que saliera el sol ambos tenían que regresar a Afglin.
Durante una hora entera el rey Soth se dedicó a saltar alegremente de ventana en ventana como un pequeño ratón, asomándose de puntillas sobre los antepechos de madera de roble y seguido por la cansina sombra de su joven paje, hasta que por fin, dijo:
—Humm... Esto es lo que busco.
Grembeld se asomó a su lado y miró hacia el interior con los ojos muy abiertos, pero allí solo había una tosca cama de madera, un espejo, unos zuecos amarillos y algunas otras cosas sin importancia [este es el humor del que hablas? Sólo puedo tomarmelo como un intento de chiste que se queda en eso, porque como un comentario serio no tiene ningún sentido; como chiste no funciona, porque no sabemos nada de esas criaturas como para que nos haga gracia que crea que unos zuecos tienen más importancia que los seres humanos], como una muchacha de hermosa cabellera oscura y piel dorada [además esta descripción contradice lo anterior; el narrador debe estar describiendo en base al punto de vista de Grembeld, si describe a la chica así, cuando no ha descrito el resto de cosas, entonces no es algo sin importancia] que dormía dulcemente. Grembeld miró al rey y el rey le devolvió la mirada.
—He decidido contraer matrimonio —le anunció pomposamente—. Y esta doncella ha sido la elegida de mi corazón.
Grembeld volvió a mirar de nuevo a la doncella con aire dubitativo, mientras el rey Soth abría la ventana con un chasquido de sus dedos y saltaba ágilmente hacia el interior de la cabaña.
—Entra —le ordenó y le hizo un gesto para que se acercara hasta la cama.
No era extraño que nadie se hubiera despertado, pues no hay nada que cause un sopor más profundo que la cercanía de un ser encantado. Así que el rey Soth tomó asiento en la silla de mimbre y no le preocupó en absoluto que esta rechinara como un cerdo hambriento [humor inglés ]. Contempló a la agraciada joven, meneando la cabeza aprobadoramente, y una satisfecha sonrisa hizo enrojecer sus abultadas mejillas. Mientras Grembeld se apoyó a su lado contra la pared, demasiado cansado para decir nada.
—Será una hermosa reina de Afglin —empezó el Rey Soth.
Aunque Grembeld miró a la dormida doncella pensando que no era, ni mucho menos, parecida [pues que el narrador no contradiga eso] a la pálida Dannaar.
—Ahora, sin embargo, antes de tomarla por esposa y llevarla a Afglin, es imprescindible que sepa de cuantos cabellos está formada su cabellera. Pues si tiene menos de cien mil no puedo casarme con ella. [esto no es, ni siquiera divertido; Soth no ha demostrado ser un personaje excéntrico como para que pedidos así parezcan normales, por tanto es claro que es una treta, entonces lo que logras es que Grembeld simplemente parezca un imbécil por hacerle caso. Podrías decir que es el rey y por tanto puede obligarle, pero no demuestras ni siquiera que dude ante la idea]
Grembeld miró al rey bastante confundido, pues nunca había oído hablar de ninguna costumbre parecida, pero el Rey Soth se mostró inflexible.
Entonces el monarca de Afglin sonrió jovialmente y le dijo a su paje:
—Si eres tú quien hace esa tarea, te concederé el don que me pidas.
Naturalmente el corazón de Grembeld latió más deprisa pensando en Dannaar, pero, luego, frunció el ceño, mirando el horizonte.
—No sé si tendré tiempo, antes de que asome el sol —le dijo a su señor.
Sin embargo el rey agitó las manos un momento y le dijo bondadosamente.
—No tienes que preocuparte por ello, porque yo vigilaré.
Y, dicho esto, se sentó en la ventana abierta.
—Vamos, empieza.
Primero Grembeld se sentó sobre el blando colchón, junto a la cabeza de la muchacha, pero estaba tan cansado que pronto se recostó contra el cabezal de la cama y, casi no se había dado cuenta, cuando ya estaba tendido a su lado contando uno a uno, en voz muy baja, los suaves cabellos. Y si de vez en cuando alzaba la mirada, allí estaba el rey, contemplándole con los ojos muy brillantes, sentado al borde de la ventana. A veces a Grembeld se le cerraban los párpados y, al abrirlos de golpe, le parecía durante un breve instante que el rey sonreía ladinamente y que sus ojos brillaban más de lo que debían, pero era menos que un segundo y estaba tan amodorrado y concentrado en los números para no descontarse, que apenas pensaba en ello. Sin embargo, cuando ya iba por los cuarenta y tres mil ochocientos ochenta y ocho cabellos oscuros, los párpados del joven cayeron para no volver a levantarse y rendido de cansancio se durmió por completo. Y, cuando llegó el amanecer, el rey Soth, naturalmente, no estaba allí para prevenirle.
Ahora hay que retomar la historia, pero desde otro lado. [es un salto entre puntos de vista simplemente vago] El bueno de Eno era un aldeano de Ninht, laborioso y de pocas palabras. No era rico, pero tenía una cabaña de roble, sencilla y confortable, dos vacas perezosas, una gran jaula con media docena de gallinas medio locas y un cerdo, y, además, una hija doncella y de talle cimbreante, cuyos ojos parecían esmeraldas cuando los bañaba el sol de la mañana y que se llamaba Finde.
No es extraño que Eno se despertase siempre de buen humor, feliz y sin preocupaciones, que se lavase en el agua fría del pozo, sonriente y alegre, y que luego, con paso complacido, se dirigiese al establo para ordeñar las vacas y llevarle a su hija la leche del desayuno. Generalmente Finde ya estaba trajinando en la cocina cuando él regresaba con la leche y un ramo de fragantes camelias para adornar la mesa, pero ese día, al regresar del establo, Eno se sorprendió al encontrar la cocina vacía, el fuego apagado y el desayuno sin preparar. El aldeano era de natural dulce y agradable y aquello no le importó demasiado. Encendió el fuego, puso a hervir la leche en el perol de cobre y, silbando una divertida cancioncilla, llamó a su adorada hija. Al cabo de unos momentos, cuando la leche ya empezaba a hervir, levantó las espesas cejas y se atusó el bigote y, meneando la cabeza con desaprobación, pues Finde nunca se había mostrado tan perezosa [lo natural es que en dicho caso se preocupe y crea que pueda estar enferma], se dirigió a la pequeña habitación y abrió la puerta.
La ventana de la habitación de Finde estaba abierta de par en par y la brisa entraba agradablemente a través de ella. El aldeano contempló con arrobamiento como la joven permanecía profundamente dormida en el blanco lecho. Hasta que descubrió que, esa mañana, su oscura cabeza descansaba tiernamente sobre el pecho de un joven de rubia cabellera que yacía a su lado, en lugar de hacerlo sobre la blanda almohada. Eno abrió la boca con el ceño fruncido, pero de repente se quedó mudo del todo, porque justo entonces sus ojos vislumbraron a medias una puntiaguda oreja, asomándose traviesamente entre aquellos rubios y extraños bucles. Y Eno lanzó por fin tal grito que todos los aldeanos interrumpieron sus frugales desayunos y se asomaron a las ventanas con extrañeza y Grembeld se puso en pie de un salto dejando, muy poco cortésmente, que la cabeza de Finde se golpeara contra el borde de la cama. La joven abrió los ojos con un somnoliento gemido, a tiempo de ver como a su lado Grembeld chasqueaba los dedos intentando desaparecer. Sin embargo fue inútil, pues. con la luz del sol, sus poderes se habían desvanecido.
Tu crescendo va a ser muy brusco. Puedes no presentar el humor al principio, pero si vendes el relato como tal y no hay humor hasta el tercer capítulo pues el lector va a abandonar antes.
Hasta ahora no hay humor, hay unos intentos de contar algo gracioso pero que queda en nada; intentas jugar con el estilo cuento infantil y el humor, y no logras avanzar en ninguno de los dos. Algunas cosas que haces (como ese cambio tan perezoso de POV) podría valer en un cuento para niños, pero la manera en la que está escrito esto no va a atraer a los niños pequeños; por su parte el humor queda conceptos como la traición del rey que valdría si el personaje estuviera trabajado pero, que en este caso, ni está contado de forma graciosa ni es algo que no se vea venir desde el comienzo, y comentarios que me hacen sonrojar de la vergüenza ajena.
He dado una leída por encima del resto del relato y sigue pecando de lo mismo: tu crescendo no es uno de humor, es uno de intento de arranque de alguna situación graciosa, que, en una verdadera historia para niños podría hacerles gracia, pero tal y como escribes queda claro que no es tu público objetivo y por tanto no es gracioso.
Tomemos el engaño del rey por ejemplo, ¿cómo mejorar la escena? Haz que Grembeld sea medio imbécil y vea normal eso de contar los cabellos, o demuestra que el rey es histriónico y que pedidos así son lo normal en él, también puedes ir a lo fácil y hacer que eso sea algo que realmente hacen antes de contraer matrimonio (pero deberías explicar eso de antemano), además ahorrarte las sonrisillas del rey que dan mucha vergüenza ajena cuando es evidente lo que pretende; tras lograr tener un engaño que no se ha visto venir desde que han salido de su reino la situación podría incluso ser graciosa. Aun así podrías añadir elementos: en lugar de que el padre vaya a ver porque su hija no ha hecho el desayuno, que entre al cuarto por los gritos de su hija, y lo que se encuentre sea una escena slapstick (que ya habrías estado narrando de antemano en lugar de cambiar el punto de vista) en el cuál la chica despierta al amanecer porque el elfo se ha quedado sin poderes y por tanto ya no puede afectarla y, asustada, empieza a arrojarle cosas, por ejemplo los zuecos; que el equivalente a disparar el rifle es arrojárselos a alguien a la cara).