12/10/2020 01:40 PM
(This post was last modified: 12/10/2020 09:44 PM by Tholdeneir.)
¿Poderosos narcos? ¿Privilegiados políticos? ¿Millonarios desvergonzados? ¿Militares con beneficios? ¿Religiosos corruptos?... ¿Magos fantásticos?
En estos conceptos he estado creando mi proyecto literario. Y en la siguiente reflexión están las ideas del universo de fantasía en el que trabajo escribiendo.
Preguntaremos primero cuál es el objeto de la ley. Este, sin duda, es el de impedir que sea vulnerada la libertad, la integridad o la propiedad de cada uno de nosotros.
Hay una ley-madre, de la que todas las demás deben derivarse: No hagas nunca daño a tu prójimo. Esta es la gran ley natural que el legislador articula, en cierto modo, para el buen orden de la sociedad; de ella emanan todas las leyes positivas.
Con la ayuda de estos principios elementales podemos juzgar los privilegios. Los que tienen por objeto una dispensa de la ley no pueden sostenerse, porque toda ley, como ya hemos indicado, dice, directa o indirectamente: No hagas daño a tu prójimo, y ellos supondrían algo así como decir a los privilegiados: Se os permite hacer daño al prójimo. Por esta razón, conceder a alguno un privilegio exclusivo sobre los demás, sería hacer daño a todos en beneficio de uno solo, lo que representa a la vez la idea de la injusticia y de la más absurda sinrazón.
Todos los privilegios son, pues, por su propia naturaleza, injustos, odiosos, y están en contradicción con el fin supremo de toda sociedad política. Penetrad un momento en los nuevos sentimientos de un privilegiado. Él se considera, con sus colegas, como formando un orden aparte, una nación escogida por la nación. Piensa que se debe, ante todo, a los de su casta hermética, y que los ajenos ya no son los suyos. El pueblo, ese pueblo que muy pronto en su lenguaje y en su corazón no será más que un conjunto de gentes de poca importancia, una clase de hombres creada expresamente para servir, mientras que él fue hecho para mandar y disfrutar.
No es bastante, en efecto, que los privilegiados se miren a sí mismos como otra especie de hombres, sino que han llegado a considerarse modestamente, entre ellos, como una necesidad de los pueblos. Se consideran como formando parte de un régimen privilegiado, que creen necesario en toda sociedad. Si hablan a la nación, aparecen como los “verdaderos” defensores de un pueblo que sin ellos sería pronto aplastado por el despotismo.
Abramos los ojos ante todos los grandes privilegiados y todos los grandes mandatarios, a los que su estado coloca en situación de gozar, en las providencias, de todos los pretendidos encantos de la “superioridad”. Todo parece conseguir para ellos esta superioridad; sin embargo, se encuentran solos... el fastidio fatiga su alma, su ludopática ambición de poder los ahoga, se envuelven en grotescas estrategias competitivas (para ellos unas evasiones entretenidas y recreativas), quebrantando los principios elementales de la ley natural y del pueblo, para finalmente conseguir, en su vicio, más privilegios.
Parte 1 : KRONLLA - El Viaje del Sirio.
Parte 2 : KRONLLA - Los Ojos de Íos.
Relato del mundo de KRONLLA: La Hechicera de Belmor
En estos conceptos he estado creando mi proyecto literario. Y en la siguiente reflexión están las ideas del universo de fantasía en el que trabajo escribiendo.
Preguntaremos primero cuál es el objeto de la ley. Este, sin duda, es el de impedir que sea vulnerada la libertad, la integridad o la propiedad de cada uno de nosotros.
Hay una ley-madre, de la que todas las demás deben derivarse: No hagas nunca daño a tu prójimo. Esta es la gran ley natural que el legislador articula, en cierto modo, para el buen orden de la sociedad; de ella emanan todas las leyes positivas.
Con la ayuda de estos principios elementales podemos juzgar los privilegios. Los que tienen por objeto una dispensa de la ley no pueden sostenerse, porque toda ley, como ya hemos indicado, dice, directa o indirectamente: No hagas daño a tu prójimo, y ellos supondrían algo así como decir a los privilegiados: Se os permite hacer daño al prójimo. Por esta razón, conceder a alguno un privilegio exclusivo sobre los demás, sería hacer daño a todos en beneficio de uno solo, lo que representa a la vez la idea de la injusticia y de la más absurda sinrazón.
Todos los privilegios son, pues, por su propia naturaleza, injustos, odiosos, y están en contradicción con el fin supremo de toda sociedad política. Penetrad un momento en los nuevos sentimientos de un privilegiado. Él se considera, con sus colegas, como formando un orden aparte, una nación escogida por la nación. Piensa que se debe, ante todo, a los de su casta hermética, y que los ajenos ya no son los suyos. El pueblo, ese pueblo que muy pronto en su lenguaje y en su corazón no será más que un conjunto de gentes de poca importancia, una clase de hombres creada expresamente para servir, mientras que él fue hecho para mandar y disfrutar.
No es bastante, en efecto, que los privilegiados se miren a sí mismos como otra especie de hombres, sino que han llegado a considerarse modestamente, entre ellos, como una necesidad de los pueblos. Se consideran como formando parte de un régimen privilegiado, que creen necesario en toda sociedad. Si hablan a la nación, aparecen como los “verdaderos” defensores de un pueblo que sin ellos sería pronto aplastado por el despotismo.
Abramos los ojos ante todos los grandes privilegiados y todos los grandes mandatarios, a los que su estado coloca en situación de gozar, en las providencias, de todos los pretendidos encantos de la “superioridad”. Todo parece conseguir para ellos esta superioridad; sin embargo, se encuentran solos... el fastidio fatiga su alma, su ludopática ambición de poder los ahoga, se envuelven en grotescas estrategias competitivas (para ellos unas evasiones entretenidas y recreativas), quebrantando los principios elementales de la ley natural y del pueblo, para finalmente conseguir, en su vicio, más privilegios.
Parte 1 : KRONLLA - El Viaje del Sirio.
Parte 2 : KRONLLA - Los Ojos de Íos.
Relato del mundo de KRONLLA: La Hechicera de Belmor