A ver, a ver, un poco de espíritu navideño, por favor. Y ahora espero no recibir palos por ambas partes .
Creo que se está perdiendo un poco de vista el placer de discutir. Se trata de esgrimir con elegancia argumentos dialécticos para alcanzar un touché, no de blandir el martillo de Thor y espachurrar al contrario. No se trata de tener razón ni de hacer proselitismo o adoctrinar, sino de abrir puertas mentales para poder contemplar desde un punto de vista diferente un tema conocido y ampliamente meditado. Porque si finalmente los argumentos de tu interlocutor no logran convencerte, a lo que sí te obligan al asumirlos es a ir un paso más allá en tus propias elucubraciones para rebatirle. Te obligas a pensar, a darle una nueva vuelta de tuerca al tema. Y eso es un regalo. Al menos para mí.
Más aún teniendo en cuenta que partimos de que no existe la verdad absoluta. Y ahora no estoy hablando de las críticas y las opiniones. Si no en general. Si alguien viene y me señala un pedrusco y me dice: es una piedra, yo le diré: es feldespato. Para una hormiga es una montaña. A nivel universal es menos que polvo. A nivel molecular… bueno ahí no me meto porque no tengo ni idea de química molecular. No deja de ser una piedra, es cierto. Pero tampoco deja de ser todo lo demás. Y dependiendo del sujeto que lo contempla será antes una cosa u otra.
Si no somos capaces de entrar en la mente de otros para intentar comprenderlos, de empatizar con ellos, ¿cómo vamos a ser capaces como escritores de crear personajes creíbles (más allá del arquetipo), que anden solos, que piensen, reaccionen y se equivoquen de forma distinta a como lo hacemos nosotros? No hay nada menos gratificante para un lector que todos los personajes sean un clon de su creador.
Y aprovechando un símil navideño, fijaros en Dickens, escritor maravilloso donde los haya, y en su personaje Scrooge, odioso donde los haya (y que conste que nos os estoy comparando con semejante engendro ). Si Dickens no hubiera sido capaz de empatizar con alguien tan miserable no hubiera tenido la maestría que demostró para crearlo. Y yendo un poco más allá, si no hubiera sido capaz de comprenderlo y ponerse en su lugar, de rascar un poco más hondo de lo meramente superficial y bucear en sus entrañas, no habría encontrado el resorte de hacerle recordar, con el espíritu de la Navidad pasada, que había sido feliz de niño, punto de inflexión para su transformación.
Adoro polemizar, pero una cosa es apasionarse y otra empecinarse. No sé si seguir argumentando aquí. He leído rápido las últimas respuestas, pero me ha dado la impresión de que falta sentido del humor y estamos a un paso de caer en las burlas y las descalificaciones.
Me reclaman urgentemente mis quehaceres navideños . Feliz Navidad, Próspero Año Nuevo, etc, etc y nos leemos.
Creo que se está perdiendo un poco de vista el placer de discutir. Se trata de esgrimir con elegancia argumentos dialécticos para alcanzar un touché, no de blandir el martillo de Thor y espachurrar al contrario. No se trata de tener razón ni de hacer proselitismo o adoctrinar, sino de abrir puertas mentales para poder contemplar desde un punto de vista diferente un tema conocido y ampliamente meditado. Porque si finalmente los argumentos de tu interlocutor no logran convencerte, a lo que sí te obligan al asumirlos es a ir un paso más allá en tus propias elucubraciones para rebatirle. Te obligas a pensar, a darle una nueva vuelta de tuerca al tema. Y eso es un regalo. Al menos para mí.
Más aún teniendo en cuenta que partimos de que no existe la verdad absoluta. Y ahora no estoy hablando de las críticas y las opiniones. Si no en general. Si alguien viene y me señala un pedrusco y me dice: es una piedra, yo le diré: es feldespato. Para una hormiga es una montaña. A nivel universal es menos que polvo. A nivel molecular… bueno ahí no me meto porque no tengo ni idea de química molecular. No deja de ser una piedra, es cierto. Pero tampoco deja de ser todo lo demás. Y dependiendo del sujeto que lo contempla será antes una cosa u otra.
Si no somos capaces de entrar en la mente de otros para intentar comprenderlos, de empatizar con ellos, ¿cómo vamos a ser capaces como escritores de crear personajes creíbles (más allá del arquetipo), que anden solos, que piensen, reaccionen y se equivoquen de forma distinta a como lo hacemos nosotros? No hay nada menos gratificante para un lector que todos los personajes sean un clon de su creador.
Y aprovechando un símil navideño, fijaros en Dickens, escritor maravilloso donde los haya, y en su personaje Scrooge, odioso donde los haya (y que conste que nos os estoy comparando con semejante engendro ). Si Dickens no hubiera sido capaz de empatizar con alguien tan miserable no hubiera tenido la maestría que demostró para crearlo. Y yendo un poco más allá, si no hubiera sido capaz de comprenderlo y ponerse en su lugar, de rascar un poco más hondo de lo meramente superficial y bucear en sus entrañas, no habría encontrado el resorte de hacerle recordar, con el espíritu de la Navidad pasada, que había sido feliz de niño, punto de inflexión para su transformación.
Adoro polemizar, pero una cosa es apasionarse y otra empecinarse. No sé si seguir argumentando aquí. He leído rápido las últimas respuestas, pero me ha dado la impresión de que falta sentido del humor y estamos a un paso de caer en las burlas y las descalificaciones.
Me reclaman urgentemente mis quehaceres navideños . Feliz Navidad, Próspero Año Nuevo, etc, etc y nos leemos.