17/03/2015 05:10 PM
Buenas compañero.
Pues un capitulo más, que llevo unos cuantos días sin poder dedicarme un rato a la lectura y estoy a ver si recupero un poco el tiempo.
Primero te dejo unas notas. La verdad es que antes cuando comentaba siempre era lo primero que dejaba, no sé porqué últimamente lo dejo para el final... no me hagas caso, divagaciones mías
Como era de esperar hay mucha más trama detrás de ese puñal y su engarce, al igual que ya se va viendo claro que la hay detrás del asesinato y las falsas acusaciones.
Por suerte Lidias sigue teniendo buenos compañeros y gente que la sigue apreciando y le sigue siendo fiel.
Me ha dejado un poco preocupado que se quedase en la torre. Por una parte no acabo de estar del todo conforme de que ahí esté a salvo; por otra tengo un mal presentimiento acerca del juicio de Roman... incluso temo por la seguridad del Maestre...
Esperemos que no se cumplan estos malos designios, pero lo mejor que puede hacer Lidias es seguir adelante lo más rápido posible y descubrir la verdad.
Pero, eso será en los próximos capítulos, así que adelante.
Iep!
Pues un capitulo más, que llevo unos cuantos días sin poder dedicarme un rato a la lectura y estoy a ver si recupero un poco el tiempo.
Primero te dejo unas notas. La verdad es que antes cuando comentaba siempre era lo primero que dejaba, no sé porqué últimamente lo dejo para el final... no me hagas caso, divagaciones mías

(07/03/2015 02:39 AM)Ledt Wrote: Capítulo VIII
—Tenía doce cuando regresé a mi hogar en las praderas de Ismerlik. —Se llevó una hogaza del pan recién horneado a la boca—.
—Ni siquiera recuerdo cómo era su rostro. —Se le oscureció la mirada y pareció abstraerse en recuerdos que lo llenaban de melancolía—. Han pasado siete años desde que dejé mi pueblo. A veces sueño que regreso y la encuentro allí como el día que la dejé: sentada a la sombra de los árboles, con sus rojos cabellos al viento y sus labios musitando mi nombre, pero despierto y con desilusión comprendo que sólo estoy soñando.
—No lo sentí. —Cogió dos panecillos de la mesa y los guardó en la alforja.
Lidias miró poniéndose de pie miró todo el lugar (algo se te ha colado) y advirtió en la guardia de capa verde que llegaba al recinto y tomaba una mesa.
—Allí lo tienes, es todo lo que tengo. Puedes contarlo si quieres, no tengo idea cuántas coronas haya, pero te aseguro que alcanzará para comprarte un burdel entero
—Qué has dicho… tonto. —Se volvió para mirar a toda la estancia.
Un silencio mortal se apoderó de ella y el corazón se le atoró en la garganta, acto seguido se volteó con lentitud a mirar a su alrededor.
En ese instante una refulgente luz colmó la estancia, haciendo imposible ver más que un blanco radiante que lo cubría todo.
—¡Deteneos en este instante! —la voz venía desde el fondo de la sala.
Bastó un pestañeo, luego todo volvió a la normalidad y la mujer que hacía unos instantes había alzado la voz, se halló en medio de la sala.
—¿Qué dices? —rezongó el soldado—. ¿Por qué?
—Estáis ciegos. —La mujer guiñó el ojo a la princesa—. Pues porque es una Interventora, venida de Farthias.
—Mi siervo y mi guardaespaldas —dijo Lidias apuntando a Fausto y a Ledt respectivamente.
—Bien, siendo así creo que no les quitamos más tiempo. —El hombre se apartó con una venia disimulando su aire petulante—. Soldado, baja el arma. Dejadlos que se vayan —ordenó a los otros dos.
Fausto liberando una exhalación de alivio y confusión, salió de la posada mirando hacia atrás a la princesa y el guerrero que le siguieron acompañados de la extraña mujer que les había ayudado.
—¡Señorita! —el capitán de la guardia salió a la puerta y ofreció—: Si lo necesita, podemos escoltarla de vuelta a la Torre.
A trote salieron del poblado, bajo la sombra gozosa de aromos y sauces que cercaban el arcilloso camino.
Tal era su intranquilidad que no encontraba palabras para iniciarla en una charla, así que intentaba mirar al frente en todo momento, evitando hasta el roce de su mentón contra la capucha. Tan pronto pasaron el cruce, la dama de túnica carmesí, pidió que interrumpieran el galope.
—Qué simpática eres. —Por fin Fausto, calzó una palabra.
—Oh, no. Yo soy una descarriada. —Giró la cabeza para mirarle— ¿Sabes qué significa que sea del clan de la Sangre no?
Dime cómo están las cosas para llegar a la Torre, necesito ver al gran Maestre Orgmôn.
Asintió con la cabeza—. Llegaremos hasta la muralla, allí fingirás ser yo usando mi ropa, creo que somos del mismo talle. Recuerdas el camino ¿no?
—Representan las cuatro Ordenes que rigen el Reino. —explicó con serenidad Anetth— .
—Eso es porque, no son una orden regida por la corona. —Echó la cabeza hacia atrás, rozando el torso del cazador con sus cabellos.
El vestíbulo, estaba adornado por las imponentes figuras de los héroes de antaño, colosales bestias aladas que decoraban su interior en relieves sobre las paredes y las innumerables luces de la gran bóveda; todo la acogía con aire familiar.
—Pasa, siéntate chiquilla. —ofreció con amabilidad—. Mira nada más, cómo has crecido; ya eres toda una hermosa mujer. Es un verdadero gusto verte por aquí.
—Tus dichos son muy serios, chiquilla. —Los ojos del sabio se encapotaron, arrugó el entrecejo y se volvió hacia Lidias—. Traes un objeto que enseñarme, muéstramelo.
—Tenía miedo de enseñárselo a cualquiera. —Suspiró—. Es el puñal con que atacaron a mi padre.
—¿Lo traes contigo ahora?
(me resulta extraño que el maestre primero afirme tajantemente que Lidias trae un objeto que enseñarle y luego le pregunte si lo trae)
—Tiene un “engarce”, algo así pude descubrir hasta ahora, ¿qué significa esta marca? —Buscó bajo la túnica, donde había guardado la hoja y la puso sobre la mesa de mármol frente al anciano—. Está encantada.
—¡Semptus e Himea nos libren! —Examinó el puñal, sacando un monóculo de entre su toga—. ¿Cómo te enteraste del “engarce”?
—Descuida, hija. —dijo con calma, aunque en su mirada aún podía revelarse gran intriga al contemplar el puñal—.
Abajo tras las murallas, esperan Anetth, del Clan de la Sangre y dos varones. Vienen con nuestra invitada, haz que los dejen pasar.
—Esto no sólo es un engarce. —El anciano, volvió al tema que les competía y le lanzó una manta (¿mantra?) encima al arma—.
Era una mesa enorme, madera de roble cuidadosamente pulida y labrada; el salón un formidable recinto obrado en mármol y decorado con luminosas lámparas que flotaban casi pegadas al techo abovedado; la luz radiante del día se colaba por los amplios ventanales de medio arco
Nuestros caminos se separan aquí, seguiré el sendero hasta el imperio; esperando que la buena fortuna les acompañe ¿y quién sabe? tal vez vuelva a juntarnos.
—Deberías quedarte unos días más. —Fausto se acercó al oído del guerrero y le dijo en un susurro— He visto cómo algunas hechiceras te miran desde que llegamos, ya sabes tu dama todavía puede esperar.
—Por un momento creí que él te gustaba —lanzó el escudero.
—¿Qué hay con eso? —Fausto le prestó más atención.
—La senda de Semptus, es la base de los principios de la Sagrada Orden. —Se le oscureció la mirada y habló más bajo, susurrándole al oído—. Terminan transformándose en Interventores o bien, consagrándose al cónclave de los Capa Purpura.
Lidias que estaba un par de puestos más allá, se acercó al Maestre con cierto disimulo.
—Tenemos una charla pendiente, Maestre —le susurró al oído.
—Acompáñame a la biblioteca, debes enterarte de algo. —El anciano con disimulo abandonó la estancia junto a la princesa.
La biblioteca era un gigantesco recinto, abrazado de estanterías atiborradas de tomos tan viejos como el tiempo, miles y miles de manuscritos se apilaban en anaqueles adosados a las paredes y mesones de mármol donde libros gruesos y pesados reposaban.
—¿Qué sucede? —Sacó otra vez el puñal de entre sus vestiduras.
Te aconsejo que te quedes aquí hasta que termine el juicio. No logro comprender qué motivos habría en querer inculparte, podría ser peligroso que regreses.
Fausto asintió con la cabeza y guardó el pergamino entre sus ropas. —Toma mi bridón, te llevará más rápido que tu jamelgo ruinoso.
—¿Debo partir ahora? —A fausto empezaba a gustarle aquel encantador lugar.
“¿Te vas sin despedir? —le había dicho” Fausto solo le sonrió y espoleó al bridón que raudo cruzó los verdes prados y se perdió al cruzar el magnífico portón de la entrada a la Torre Blanca; desde arriba en el balcón Lidias le despidió con la mirada, hasta que desapareció bajo las copas de los árboles del bosque.
Como era de esperar hay mucha más trama detrás de ese puñal y su engarce, al igual que ya se va viendo claro que la hay detrás del asesinato y las falsas acusaciones.
Por suerte Lidias sigue teniendo buenos compañeros y gente que la sigue apreciando y le sigue siendo fiel.
Me ha dejado un poco preocupado que se quedase en la torre. Por una parte no acabo de estar del todo conforme de que ahí esté a salvo; por otra tengo un mal presentimiento acerca del juicio de Roman... incluso temo por la seguridad del Maestre...
Esperemos que no se cumplan estos malos designios, pero lo mejor que puede hacer Lidias es seguir adelante lo más rápido posible y descubrir la verdad.
Pero, eso será en los próximos capítulos, así que adelante.
Iep!
![[Image: hassha%2Bkage%2Bnaranja.gif]](http://4.bp.blogspot.com/-JxlWew7kxfU/U9fYmHhepAI/AAAAAAAAAGY/yzmiWaBE9r4/s1600/hassha%2Bkage%2Bnaranja.gif)