16/10/2020 06:21 PM
http://clasico.fantasitura.com/thread-27...l#pid38592
“Todos los caminos pasan por La Tierra”.
Era una broma difundida por los usuarios de magia de traslación. Según ellos, cualquier error de pronunciación, falta de concentración, viajes accidentales… todo podría llevarte por casualidad a La Tierra.
Y aún así, casi todos los terráneos seguían sin saber sobre toda la vida, ciencia y magia que había más allá de su atmósfera y sus prejuicios. Era lo que llamaban un mundo no libre, pues aún lo restringia por la ignorancia.
Cada vez había menos de esos mundos, y mas leyes para protegerlos de algún vecino que intentara aprovecharse de sus limitaciones.
Vecinos como Kamnaid, gobernante de un mundo conocido como Kren, sólo que nadie sabia que estaba afectando a La Tierra. Sólo sabían que estaba destruyendo su propio mundo, algo en lo que La Sociedad de Mundos Libres había decidido no intervenir hacía casi catorce años.
Y sin embargo, uno de sus Guardias de Paz había conspirado contra Kamnaid, y luego lo había atacado directamente, sólo para ser asesinado como todos los retadores legítimos que habian entrado antes a la Sala del Trono. Todos los que le habían ayudado morirían también.
Lo que nos lleva al dia de la ejecución de Idmeik.
En La Tierra, era Sábado. Dos chicas hablaban de la carrera universitaria que querían seguir, y un adolescente hacía la tarea de una chica bonita en su cafetería predilecta. Nada extraordinario.
En Kren, dos cazadores arrastraban a un hombre hasta un enorme salón en dónde el gobernante lo esperaba para apuñalarlo.
No fue una herida severa, pero Idmeik sabía que sólo era el inicio de su castigo.
No suplicó por su vida como había suplicado por la de su familia. En cambio, se obligó a mirar a la cara a su asesino: a mostrar orgullo por primera vez. Al hacerlo vio el collar que colgaba del cuello del gobernante. Reconoció la magia de su amiga, brillando como fuego blanco dentro de un cubo de cristal.
No pensó en lo que haría, o para qué. Sólo extendió su mano, sujetando con fuerza el pequeño contenedor mientras pronunciaba una palabra extranjera. Desapareció en el acto.
Kamnaid no intentó detenerlo. El veneno haría su trabajo de todas formas. No se daba cuenta de que el traidor se había llevado un pequeño trofeo, así que no le importaba su paradero.
Mientras el gobernante de Kren seguía con su día, el hombre al que había descubierto conspirando contra él, estaba en un lugar desconocido. La luz y el sonido parecían excesivos, aunque los amortiguaban los altos edificios que había a ambos lados del callejón.
Se le ocurrió que siempre había estado destinado a traer esta magia a un mundo en donde nadie sabría reconocerla. La dueña original no hubiera querido que Kamnaid la tuviera.
El fugitivo se puso tan cómodo como podía estar en sus circunstancias, sentado contra un muro áspero en un callejón húmedo. Muriendo Lentamente.
Después de lo que parecío ser un siglo, escuchó pasos. No tuvo la fuerza para alzar la vista. ¿Serian ellos? No importaba. Ya nada importaba. Sólo… Deseó desesperadamente una última noticia de su hijo menor.
―Ya hizo un amigo―dijo el chico que acababa de llegar―. Todavía extraña su hogar y está aterrado, pero estará bien. Kamnaid ni siquiera se acuerda de él.
La voz aún tenía algún matiz de la preadolescencia, pero ese tono paciente lo hacía sonar como alguien a quien Idmeik conocía.
Cuando el recién llegado se arrodilló frente a él, no le sorprendió descubrir que tambien se miraba como el eco de su amigo.
―¿Frankie? ―logró susurrar, mientras intentaba alzar su mano para ofrecerle el pequeño trofeo.
Su interlocutor negó con la cabeza. Sus ojos no tenían la misma compasión y madurez que los del hombre con quien Idmeik lo había confundido. Jamás había visto a esa persona con quien tanto se parecía. Sin embargo, aceptó el collar de Meridyia como si siempre hubiera sido su destino recibirlo, y sostuvo la mano del moribundo hasta el final.
A diferencia de Idmeik, Ángel no creía en el destino, pero sabía reconocer un evento trascendental. Convencido de que esta era una oportunidad, la tomó como lo había hecho Idmeik al robar la joya: sin un plan, sin un propósito, y tratando de ignorar el hecho de que la muerte estaba justo ahí.
Era la primera vez que veía morir a alguien, aunque sus pesadillas de niño solían ser tan vívidas que esto no había sido tan malo.
Al menos había dado algo de paz a este hombre.
Pero no podía quedarse más tiempo. Kamnaid ya había notado que le habían robado y enviaría a sus cazadores tras el rastro de Idmeik.
Ángel sabía que no tardarían, así como había sabido que Idmeik estaba aquí. Así como sabía exactamente qué era el objeto que acababa de obtener. Ese era su don: enterarse de todo tipo de información sin tener que buscarla.
Por instinto, fue al parque en dónde estaban su hermana y su prima.
Jugaban baloncesto, solas. Nunca nadie quería jugar con ellas. La más alta, con su cabello corto y teñido de un rojo horriblemente llamativo, era demasiado agresiva. La de la voz estridente, que parecía estar divirtiéndose más, era conocida por hacer trampa en los juegos.
Al principio no se fijaron en el chico. Él suponía que debía decir algo, pero no sabía qué, así que se sentó en una banca y se quedó ahí, mirando al piso, hasta que ellas decidieron acercarse. La pelirroja se sentó a su lado, con el ceño fruncido, pero fue la otra la que habló.
―¿Tú perceptividad te está abrumando de nuevo, Angelito? ―preguntó Soham, su prima.
―¿De qué te acabas de enterar? ―Teresa parecía más preocupada.
Ángel no dijo nada, simplemente le dio el collar a su hermana.
―¡Brilla! ―exclamó la otra, escandalosa como siempre, observando el objeto.
Era cierto que el cubo brillaba, pero sólo en el interior, como si encerrara luz. No era natural. No en este mundo.
―Es magia ―comprendió Teresa, mientras sostenía la cadena a la altura correcta para que el cubo estuviera frente a sus ojos llenos de curiosidad―. ¿De dónde sacaste un contenedor de magia en nuestro mundo?
―Un ladrón acabó aquí mientras escapaba con él ―explicó Ángel, con voz tensa―. El dueño del contenedor lo mató. Así que ahora… lo tenemos nosotros.
Las chicas creyeron entender.
―No parece magia tan poderosa como para morir por ella ―comentó Teresa, mientras enrollaba la cadena para ocultar la joya en su puño cerrado.
―¿Y nosotros para qué lo queremos? ―quiso saber Soham, con tanto entusiasmo que parecía que obtener un objeto mágico la hacía la mujer más dichosa del planeta.
En realidad ella siempre era así: llena de energía y curiosidad.
―Hay dos motivos —respondió el muchacho—: el dueño del cubo lo querrá de vuelta, y otra persona tiene planes para esa magia.
―¿Debemos devolverlo? ¿No podemos usar ese collar para... ―Soham hizo una serie de gestos que con esfuerzo podían interpretarse como pases mágicos―, ya saben... hacer travesuras imposibles? ¿Con la magia?
―No podemos sacarla ―explicó la otra joven, más seria―. Sólo algunas personas pueden tomar magia ajena.
―Oh, qué lástima ―Soham no parecía tan decepcionada―. Entonces, está bien, hay que devolverla... ¿A quién? ¿El dueño tiene un hijo simpático?
―¡Que te oiga Lucas diciendo esas cosas! ―comentó Teresa, en son de burla.
―Si no le gusta un espíritu libre, que busque otra novia. Pero no estoy buscando un chico para mí, Teresa; es para ti. Realmente necesitas un...
―¡Por enésima vez, deja de buscarme novio!
―¿Aunque sea un mago y…?
―No vamos a devolverla ―dijo el muchacho, de pronto, para sorpresa de ambas―. El dueño del contenedor no tiene que recuperarlo nunca.
―¿Y la otra persona? ―pregunto su hermana, preocupada.
―No tendrá más remedio que venir a buscarlo, ¿cierto? ―respondió Ángel, con una sonrisa de satisfacción. Se negó a decir una palabra más sobre el asunto.
El dueño del contenedor, ese que creía tener derecho sobre la magia ahí dentro, era un hombre muy importante y temido. Pero a Ángel le daba lo mismo. Emboscar al otro, en cambio, era algo con lo que sólo había podido soñar.
Tholdeneir:
El capítulo esta bien escrito, a simple lectura me parece de una redacción agradable, aunque hay una leve repetición de nombres y un poco de redundancia.
Me parece acertado el tinte de novela juvenil de aventuras. Veo que tratas de crear conciencia en tus lectores al darle un contexto de "nueva era" y del intrigante misticismo de que no estamos solos en este mundo, pero recalcaría que dejas a la Tierra como un mero mundo-prisión.
En fin, es un capítulo delicado, femenino y adolescente... pero que no tiene un destino o una proyección. Aquello es importante en un primer capitulo. No sé, también es en parte mi manía de exigir cierta profundidad en algo que para muchos es solo un mero pasatiempo.
Saludos, tyess!
Ladrones
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“Todos los caminos pasan por La Tierra”.
Era una broma difundida por los usuarios de magia de traslación. Según ellos, cualquier error de pronunciación, falta de concentración, viajes accidentales… todo podría llevarte por casualidad a La Tierra.
Y aún así, casi todos los terráneos seguían sin saber sobre toda la vida, ciencia y magia que había más allá de su atmósfera y sus prejuicios. Era lo que llamaban un mundo no libre, pues aún lo restringia por la ignorancia.
Cada vez había menos de esos mundos, y mas leyes para protegerlos de algún vecino que intentara aprovecharse de sus limitaciones.
Vecinos como Kamnaid, gobernante de un mundo conocido como Kren, sólo que nadie sabia que estaba afectando a La Tierra. Sólo sabían que estaba destruyendo su propio mundo, algo en lo que La Sociedad de Mundos Libres había decidido no intervenir hacía casi catorce años.
Y sin embargo, uno de sus Guardias de Paz había conspirado contra Kamnaid, y luego lo había atacado directamente, sólo para ser asesinado como todos los retadores legítimos que habian entrado antes a la Sala del Trono. Todos los que le habían ayudado morirían también.
Lo que nos lleva al dia de la ejecución de Idmeik.
En La Tierra, era Sábado. Dos chicas hablaban de la carrera universitaria que querían seguir, y un adolescente hacía la tarea de una chica bonita en su cafetería predilecta. Nada extraordinario.
En Kren, dos cazadores arrastraban a un hombre hasta un enorme salón en dónde el gobernante lo esperaba para apuñalarlo.
No fue una herida severa, pero Idmeik sabía que sólo era el inicio de su castigo.
No suplicó por su vida como había suplicado por la de su familia. En cambio, se obligó a mirar a la cara a su asesino: a mostrar orgullo por primera vez. Al hacerlo vio el collar que colgaba del cuello del gobernante. Reconoció la magia de su amiga, brillando como fuego blanco dentro de un cubo de cristal.
No pensó en lo que haría, o para qué. Sólo extendió su mano, sujetando con fuerza el pequeño contenedor mientras pronunciaba una palabra extranjera. Desapareció en el acto.
Kamnaid no intentó detenerlo. El veneno haría su trabajo de todas formas. No se daba cuenta de que el traidor se había llevado un pequeño trofeo, así que no le importaba su paradero.
Mientras el gobernante de Kren seguía con su día, el hombre al que había descubierto conspirando contra él, estaba en un lugar desconocido. La luz y el sonido parecían excesivos, aunque los amortiguaban los altos edificios que había a ambos lados del callejón.
Se le ocurrió que siempre había estado destinado a traer esta magia a un mundo en donde nadie sabría reconocerla. La dueña original no hubiera querido que Kamnaid la tuviera.
El fugitivo se puso tan cómodo como podía estar en sus circunstancias, sentado contra un muro áspero en un callejón húmedo. Muriendo Lentamente.
Después de lo que parecío ser un siglo, escuchó pasos. No tuvo la fuerza para alzar la vista. ¿Serian ellos? No importaba. Ya nada importaba. Sólo… Deseó desesperadamente una última noticia de su hijo menor.
―Ya hizo un amigo―dijo el chico que acababa de llegar―. Todavía extraña su hogar y está aterrado, pero estará bien. Kamnaid ni siquiera se acuerda de él.
La voz aún tenía algún matiz de la preadolescencia, pero ese tono paciente lo hacía sonar como alguien a quien Idmeik conocía.
Cuando el recién llegado se arrodilló frente a él, no le sorprendió descubrir que tambien se miraba como el eco de su amigo.
―¿Frankie? ―logró susurrar, mientras intentaba alzar su mano para ofrecerle el pequeño trofeo.
Su interlocutor negó con la cabeza. Sus ojos no tenían la misma compasión y madurez que los del hombre con quien Idmeik lo había confundido. Jamás había visto a esa persona con quien tanto se parecía. Sin embargo, aceptó el collar de Meridyia como si siempre hubiera sido su destino recibirlo, y sostuvo la mano del moribundo hasta el final.
A diferencia de Idmeik, Ángel no creía en el destino, pero sabía reconocer un evento trascendental. Convencido de que esta era una oportunidad, la tomó como lo había hecho Idmeik al robar la joya: sin un plan, sin un propósito, y tratando de ignorar el hecho de que la muerte estaba justo ahí.
Era la primera vez que veía morir a alguien, aunque sus pesadillas de niño solían ser tan vívidas que esto no había sido tan malo.
Al menos había dado algo de paz a este hombre.
Pero no podía quedarse más tiempo. Kamnaid ya había notado que le habían robado y enviaría a sus cazadores tras el rastro de Idmeik.
Ángel sabía que no tardarían, así como había sabido que Idmeik estaba aquí. Así como sabía exactamente qué era el objeto que acababa de obtener. Ese era su don: enterarse de todo tipo de información sin tener que buscarla.
Por instinto, fue al parque en dónde estaban su hermana y su prima.
Jugaban baloncesto, solas. Nunca nadie quería jugar con ellas. La más alta, con su cabello corto y teñido de un rojo horriblemente llamativo, era demasiado agresiva. La de la voz estridente, que parecía estar divirtiéndose más, era conocida por hacer trampa en los juegos.
Al principio no se fijaron en el chico. Él suponía que debía decir algo, pero no sabía qué, así que se sentó en una banca y se quedó ahí, mirando al piso, hasta que ellas decidieron acercarse. La pelirroja se sentó a su lado, con el ceño fruncido, pero fue la otra la que habló.
―¿Tú perceptividad te está abrumando de nuevo, Angelito? ―preguntó Soham, su prima.
―¿De qué te acabas de enterar? ―Teresa parecía más preocupada.
Ángel no dijo nada, simplemente le dio el collar a su hermana.
―¡Brilla! ―exclamó la otra, escandalosa como siempre, observando el objeto.
Era cierto que el cubo brillaba, pero sólo en el interior, como si encerrara luz. No era natural. No en este mundo.
―Es magia ―comprendió Teresa, mientras sostenía la cadena a la altura correcta para que el cubo estuviera frente a sus ojos llenos de curiosidad―. ¿De dónde sacaste un contenedor de magia en nuestro mundo?
―Un ladrón acabó aquí mientras escapaba con él ―explicó Ángel, con voz tensa―. El dueño del contenedor lo mató. Así que ahora… lo tenemos nosotros.
Las chicas creyeron entender.
―No parece magia tan poderosa como para morir por ella ―comentó Teresa, mientras enrollaba la cadena para ocultar la joya en su puño cerrado.
―¿Y nosotros para qué lo queremos? ―quiso saber Soham, con tanto entusiasmo que parecía que obtener un objeto mágico la hacía la mujer más dichosa del planeta.
En realidad ella siempre era así: llena de energía y curiosidad.
―Hay dos motivos —respondió el muchacho—: el dueño del cubo lo querrá de vuelta, y otra persona tiene planes para esa magia.
―¿Debemos devolverlo? ¿No podemos usar ese collar para... ―Soham hizo una serie de gestos que con esfuerzo podían interpretarse como pases mágicos―, ya saben... hacer travesuras imposibles? ¿Con la magia?
―No podemos sacarla ―explicó la otra joven, más seria―. Sólo algunas personas pueden tomar magia ajena.
―Oh, qué lástima ―Soham no parecía tan decepcionada―. Entonces, está bien, hay que devolverla... ¿A quién? ¿El dueño tiene un hijo simpático?
―¡Que te oiga Lucas diciendo esas cosas! ―comentó Teresa, en son de burla.
―Si no le gusta un espíritu libre, que busque otra novia. Pero no estoy buscando un chico para mí, Teresa; es para ti. Realmente necesitas un...
―¡Por enésima vez, deja de buscarme novio!
―¿Aunque sea un mago y…?
―No vamos a devolverla ―dijo el muchacho, de pronto, para sorpresa de ambas―. El dueño del contenedor no tiene que recuperarlo nunca.
―¿Y la otra persona? ―pregunto su hermana, preocupada.
―No tendrá más remedio que venir a buscarlo, ¿cierto? ―respondió Ángel, con una sonrisa de satisfacción. Se negó a decir una palabra más sobre el asunto.
El dueño del contenedor, ese que creía tener derecho sobre la magia ahí dentro, era un hombre muy importante y temido. Pero a Ángel le daba lo mismo. Emboscar al otro, en cambio, era algo con lo que sólo había podido soñar.
Tholdeneir:
El capítulo esta bien escrito, a simple lectura me parece de una redacción agradable, aunque hay una leve repetición de nombres y un poco de redundancia.
Me parece acertado el tinte de novela juvenil de aventuras. Veo que tratas de crear conciencia en tus lectores al darle un contexto de "nueva era" y del intrigante misticismo de que no estamos solos en este mundo, pero recalcaría que dejas a la Tierra como un mero mundo-prisión.
En fin, es un capítulo delicado, femenino y adolescente... pero que no tiene un destino o una proyección. Aquello es importante en un primer capitulo. No sé, también es en parte mi manía de exigir cierta profundidad en algo que para muchos es solo un mero pasatiempo.
Saludos, tyess!
"It´s terminal hate
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Me gustan los largos paseos, especialmente cuando los toma gente molesta...