08/12/2015 07:16 PM
@Verde ¡Gracias hombre! Pues te haré caso y subiré algo. El problema es que es algo muy introductorio a lo que quiero que tenga más impacto en este universo (y que es más necesario, creo yo). Resulta que no he tenido bastante tiempo que digamos, pero bueno, es para que se vayan haciendo una idea:
Las garras que siguen al ciego.
Diario de bosque. Día cinco.
Allá en las profundidades del bosque, donde la luz del sol no llega por la espesura de esos altísimos árboles que han crecido durante años, donde los ojos no ven más que el suelo sobre el que se está debido a la intensa niebla y donde el pasto se moja y se ensucia, e impide caminar. Aunque claro, ¿quién quisiera caminar en un pantano, que más bien parece el Hades de la naturaleza? Más aun a sabiendas de las terribles bestias que acechan en la blanca sombra, incluyéndonos.
Bueno, no exactamente incluyéndonos a nosotros, más bien hago referencia de una especie diferente a la nuestra, tal vez una que se perdió en el proceso evolutivo a lo largo de la historia; quién sabe, incluso nosotros podemos ser los que se perdieron. Durante todos mis viajes, jamás he visto un ser humanoide parecido a los que vi en esos pantanos; y hablo de ellos así porque, físicamente, nos llevan una cabeza y media de altura promedio y su piel tiene una coloración verde opaca leve.
Respecto a su cultura, la tradición tribal, típica de sociedades no civilizadas, es bastante notoria a simple vista, aunque no puedo profundizar en las características que tenga esta civilización. Cuando uno va sumergiéndose en el gigantesco pantano, más lejos incluso de donde empieza a abundar la niebla, se empiezan a notar altas antorchas clavadas en el suelo al borde de una delgada calzada principal mal hecha que gira en torno al pueblo de la tribu y de la cual se ramifican varios otros caminos, pero solo uno de ellos conduce al siguiente pueblo. Ya más cerca de la comuna, además de notar muchísimas más antorchas, se empiezan a oír tambores y sonidos bucales a cientos de ritmos diferentes, como si la gente estuviera todo el día de júbilo —aunque con ese ambiente oscuro, más bien pareciera que jamás se hace de día—.
No sé qué es lo que pase dentro de sus aldeas, mi temor me ha impedido aventurarme más allá de la calzada. Sin embargo, sí los he podido ver de cerca —así es como me cercioré de su raro aspecto físico—. Los he visto fuera un par de veces, y con eso concluyo en que salen continuamente a cazar venados y caballos salvajes, pero lo hacen de una forma bastante rara y emocionante. Los seguí a una zona del bosque que es clara y bastante amplia, parece que solo ellos la conocen. Primero localizan una manada desde lejos, y, en realidad, no hacen más que correr tras ellos. Cada uno caza un animal, así para el final de la caza todos regresan con un cuerpo a casa y solo huyen dos o tres venados. Pero el punto es, ¿cómo corren tan rápido? Es que no lo hacen. Corren a una velocidad rápida, pero tampoco mágica o sobrenatural. Lo mágico está en sus pisadas; pareciera que con cada pisada que da uno de esos seres, el animal al que ha previsto cazar se debilita. No estoy loco, se nota. Ellos poseen una magia extraña que se vincula con la naturaleza, algo muy diferente a lo que había visto en todos mis viajes, pues jamás vi a alguien poder hacer eso.
@Anzu ¡Qué tal!, me ha gustado tu presentación de los minotauros. Pero me parece que la exageración de la cultura guerrera es muy radical, ¿qué pasa si existe un minotauro con una destreza bastante buena con la espada y, suponiéndolo, jamás ha sido vencido incluso con más de cincuenta años? ¿Sería considerado un héroe o una peste de la sociedad? De todos modos me ha gustado la originalidad!
Por otro lado, me ha gustado el tema del paganismo, ¿qué tal si colocamos a los demonios de forma antagónica a los titanes, como un mal que desciende directamente de los antiguos? Es que no veo que hayas especificado más y se me ha venido esa idea para compartirla
¡Saludos!
Las garras que siguen al ciego.
Diario de bosque. Día cinco.
Allá en las profundidades del bosque, donde la luz del sol no llega por la espesura de esos altísimos árboles que han crecido durante años, donde los ojos no ven más que el suelo sobre el que se está debido a la intensa niebla y donde el pasto se moja y se ensucia, e impide caminar. Aunque claro, ¿quién quisiera caminar en un pantano, que más bien parece el Hades de la naturaleza? Más aun a sabiendas de las terribles bestias que acechan en la blanca sombra, incluyéndonos.
Bueno, no exactamente incluyéndonos a nosotros, más bien hago referencia de una especie diferente a la nuestra, tal vez una que se perdió en el proceso evolutivo a lo largo de la historia; quién sabe, incluso nosotros podemos ser los que se perdieron. Durante todos mis viajes, jamás he visto un ser humanoide parecido a los que vi en esos pantanos; y hablo de ellos así porque, físicamente, nos llevan una cabeza y media de altura promedio y su piel tiene una coloración verde opaca leve.
Respecto a su cultura, la tradición tribal, típica de sociedades no civilizadas, es bastante notoria a simple vista, aunque no puedo profundizar en las características que tenga esta civilización. Cuando uno va sumergiéndose en el gigantesco pantano, más lejos incluso de donde empieza a abundar la niebla, se empiezan a notar altas antorchas clavadas en el suelo al borde de una delgada calzada principal mal hecha que gira en torno al pueblo de la tribu y de la cual se ramifican varios otros caminos, pero solo uno de ellos conduce al siguiente pueblo. Ya más cerca de la comuna, además de notar muchísimas más antorchas, se empiezan a oír tambores y sonidos bucales a cientos de ritmos diferentes, como si la gente estuviera todo el día de júbilo —aunque con ese ambiente oscuro, más bien pareciera que jamás se hace de día—.
No sé qué es lo que pase dentro de sus aldeas, mi temor me ha impedido aventurarme más allá de la calzada. Sin embargo, sí los he podido ver de cerca —así es como me cercioré de su raro aspecto físico—. Los he visto fuera un par de veces, y con eso concluyo en que salen continuamente a cazar venados y caballos salvajes, pero lo hacen de una forma bastante rara y emocionante. Los seguí a una zona del bosque que es clara y bastante amplia, parece que solo ellos la conocen. Primero localizan una manada desde lejos, y, en realidad, no hacen más que correr tras ellos. Cada uno caza un animal, así para el final de la caza todos regresan con un cuerpo a casa y solo huyen dos o tres venados. Pero el punto es, ¿cómo corren tan rápido? Es que no lo hacen. Corren a una velocidad rápida, pero tampoco mágica o sobrenatural. Lo mágico está en sus pisadas; pareciera que con cada pisada que da uno de esos seres, el animal al que ha previsto cazar se debilita. No estoy loco, se nota. Ellos poseen una magia extraña que se vincula con la naturaleza, algo muy diferente a lo que había visto en todos mis viajes, pues jamás vi a alguien poder hacer eso.
@Anzu ¡Qué tal!, me ha gustado tu presentación de los minotauros. Pero me parece que la exageración de la cultura guerrera es muy radical, ¿qué pasa si existe un minotauro con una destreza bastante buena con la espada y, suponiéndolo, jamás ha sido vencido incluso con más de cincuenta años? ¿Sería considerado un héroe o una peste de la sociedad? De todos modos me ha gustado la originalidad!
Por otro lado, me ha gustado el tema del paganismo, ¿qué tal si colocamos a los demonios de forma antagónica a los titanes, como un mal que desciende directamente de los antiguos? Es que no veo que hayas especificado más y se me ha venido esa idea para compartirla
¡Saludos!
"Hablo latín con Dios, italiano con los músicos, castellano con las damas, francés en la corte, alemán con los lacayos e inglés con mis caballos".
-Carlos I de España y V de Alemania.