Athos, la ciudad del mar de lhbn
El pájaro salió de la cueva y voló incasablemente hacía su destino: Athos.
La paloma mensajera se poso en uno de los ventanales del palacio real, mientras ejecutaba una agradable melodía. Un guardia agarró la ave y lo llevó hasta el consejero de la moneda, la mano derecha del rey: Hussmar; y la leyó para él.
Un murmuro creció en la sala, y muchos se preguntaban si ese acto no trairía la guerra.
—!Silencio! —gritó el monarca— no es hora de lamentarse, es el momento de tener la mente fría y pensar qué podemos hacer —sus ojos agua miel brillaban con un fulgor que no parecían delatar la edad tan avanzada de él.
—La mejor respuesta ante la duda es el ataque —dijo el mago de más rango de la ciudad, Zacarías.— Hay que mandarles un recado para que sepan quién manda en estos parajes. No puede quedar inpunes.
—Hechicero —intervino el consejero de la moneda, mientras se levantaba de su silla y ponía las manos apoyadas en la mesa—. Señorías, magos y demás presentes estaría bien en recordar que nuestro pueblo está a punto de empezar una guerra contra los Tolkfer,y, aunque ahora estemos en nuestro mejor apogeo bélico, librar dos guerras sería nefasto para los Athianos —terminó contemplando los bonitos cuadros de las paredes, al igual que las pilastras, cuales una espiral de hiladas de oro cubrían el delicado mármol, en una ostentación de riqueza de la metrópolis.
—Martinh...., el consejero de la moneda —nombró Zacarías en un tono de sarcasmo—, no dudo en que muy probable tengáis toda la razón, pero si nos hicieramos con esos artefactos de Tolker, con nuestra magia que corre entre las venas, nadie nos haría sombra, y podríamos atacar a los acechadores sin apenas una trenta de guerreros —no dejaba de mirar a su anillo al que tanto sufrimiento le había costado obtener.—Nuestro saber en la magia junto con esos artefactos potenciaría nuestro reinado entre las demás ciudades.
—No dudo que ahora mismo atacar a los Acehcadores, justo cuando nuestro ejército esta listo para atacar a la ciudad de Tolkfer sería muy arriesgado...Pero me gustan los riesgos —se tocó la larga barba el rey cuya cornoa refulgían unos zafiros engarzados.
—Sigo diciendo que atacar dos metrópolis nos es factible, mi majestad —le expreso Martinh, en un intento de que contemplara los contras.
—Bobadas —le increpó—, Athos puede con dos ciudades y hasta con tres —la mirada se poso sobre le consejero, que aunque tenía pena confianza en él, pocos eran los que se atrevían a contradecir sus palabras.
—Mi rey —dijo Zacarías—me teneís a entera dsiposición para una rápida incursión sobre los Acechadores.
—Perfecto mago, siempre se puede contar con vuestra lealtad —ojetó— Llevaros a una pequeña escolta, pero debeís de estar a tiempo en el ataque contra Tolker, ¿entendido?
—De acuerdo, no me demoraré.
La improvisada reunión finalizó; algunos se marcharon a sus casas, otros en busca de placeres en la famosa taberna de la ciudad. Y nuestro mago, se preparó para la incursión: agarró varios pergaminos de magia, cogió su báculo, cual madera de caoba era decorada con grabados y palabras mágicas en todo el conjunto, y cuya cúspide dos manos sujetaban un libro abierto.
Cuando por fin estaba listo, subió al carrauje junto con varios guardias y varios jinetes.
Todo esta listo para Athos; observar a los Acechadores y en menos de una semana lanzar un ataque que los Tolkerianos no estarían preparados: cien mil soldados y más de trenta devastadores magos esperaban su turno.
Fin
El pájaro salió de la cueva y voló incasablemente hacía su destino: Athos.
La paloma mensajera se poso en uno de los ventanales del palacio real, mientras ejecutaba una agradable melodía. Un guardia agarró la ave y lo llevó hasta el consejero de la moneda, la mano derecha del rey: Hussmar; y la leyó para él.
Mi rey, tal como nos temíamos estos animales, bueno animales... Yo no los llamaría como tal, sino que han demostrado una inteligencia humana, mientras eramos cazados uno por uno, acechandonos entre las sombras. No me extenderé pero de toda la expedición me temo que el mago a sido el úncio superviviente, o por lo menos ha escapado...siempre y cuanto no le atrapen esas harpías. Al adjunto de este escueto escrito, esta las últimas pruebas de los experimientos y demás reacciones químicas de estos fascinantes especimenes, que en todo están mejor adaptados para eliminar a su presa.
Un murmuro creció en la sala, y muchos se preguntaban si ese acto no trairía la guerra.
—!Silencio! —gritó el monarca— no es hora de lamentarse, es el momento de tener la mente fría y pensar qué podemos hacer —sus ojos agua miel brillaban con un fulgor que no parecían delatar la edad tan avanzada de él.
—La mejor respuesta ante la duda es el ataque —dijo el mago de más rango de la ciudad, Zacarías.— Hay que mandarles un recado para que sepan quién manda en estos parajes. No puede quedar inpunes.
—Hechicero —intervino el consejero de la moneda, mientras se levantaba de su silla y ponía las manos apoyadas en la mesa—. Señorías, magos y demás presentes estaría bien en recordar que nuestro pueblo está a punto de empezar una guerra contra los Tolkfer,y, aunque ahora estemos en nuestro mejor apogeo bélico, librar dos guerras sería nefasto para los Athianos —terminó contemplando los bonitos cuadros de las paredes, al igual que las pilastras, cuales una espiral de hiladas de oro cubrían el delicado mármol, en una ostentación de riqueza de la metrópolis.
—Martinh...., el consejero de la moneda —nombró Zacarías en un tono de sarcasmo—, no dudo en que muy probable tengáis toda la razón, pero si nos hicieramos con esos artefactos de Tolker, con nuestra magia que corre entre las venas, nadie nos haría sombra, y podríamos atacar a los acechadores sin apenas una trenta de guerreros —no dejaba de mirar a su anillo al que tanto sufrimiento le había costado obtener.—Nuestro saber en la magia junto con esos artefactos potenciaría nuestro reinado entre las demás ciudades.
—No dudo que ahora mismo atacar a los Acehcadores, justo cuando nuestro ejército esta listo para atacar a la ciudad de Tolkfer sería muy arriesgado...Pero me gustan los riesgos —se tocó la larga barba el rey cuya cornoa refulgían unos zafiros engarzados.
—Sigo diciendo que atacar dos metrópolis nos es factible, mi majestad —le expreso Martinh, en un intento de que contemplara los contras.
—Bobadas —le increpó—, Athos puede con dos ciudades y hasta con tres —la mirada se poso sobre le consejero, que aunque tenía pena confianza en él, pocos eran los que se atrevían a contradecir sus palabras.
—Mi rey —dijo Zacarías—me teneís a entera dsiposición para una rápida incursión sobre los Acechadores.
—Perfecto mago, siempre se puede contar con vuestra lealtad —ojetó— Llevaros a una pequeña escolta, pero debeís de estar a tiempo en el ataque contra Tolker, ¿entendido?
—De acuerdo, no me demoraré.
La improvisada reunión finalizó; algunos se marcharon a sus casas, otros en busca de placeres en la famosa taberna de la ciudad. Y nuestro mago, se preparó para la incursión: agarró varios pergaminos de magia, cogió su báculo, cual madera de caoba era decorada con grabados y palabras mágicas en todo el conjunto, y cuya cúspide dos manos sujetaban un libro abierto.
Cuando por fin estaba listo, subió al carrauje junto con varios guardias y varios jinetes.
Todo esta listo para Athos; observar a los Acechadores y en menos de una semana lanzar un ataque que los Tolkerianos no estarían preparados: cien mil soldados y más de trenta devastadores magos esperaban su turno.
Fin
Los Reinos Perdidos, mi libro, en fase de terminación; un sueño de un soñador
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