08/02/2017 08:58 PM
Bueno compañeros, este es el siguiente trozo de Juntando piezas, No es muy largo, y espero que tampoco se haga pesado. Un trozo más y finalizo con este capitulo. Entonces tendré que volver al principio e intentar cuadrar mejor todos los capítulos, armar mejor el argumento, y caracterizar mejor a los personajes. Casi nada, Bueno no os aburro más. Aquí os dejo con lo que he escrito.
JUNTANDO PIZAS (2 Parte)
Medar observaba como el atribulado chaval lo contemplaba con la expresión de un cachorrito que anda perdido junto a una jauría de lobos esteparios enfurruñados, mientras, por imposible que pareciese, se encogía aún más ante su mirada. Maldijo varias veces mientras se chupaba las encillas y negaba con la cabeza un tanto hastiado por tal comportamiento. ¿Por qué siempre estaba condenado a causar ese misma efecto en los demás?
No era ni el primero ni el ultimo que se había sentido incomodo ante su presencia a lo largo de los años, pero se preguntó, ¿siempre lo habían mirado tan cagados de terror?. Puede que siempre hubiese sido así o puede que fuesen los años que se había pasado postrado en aquella celda habían desmejorado ya su desmejorada imagen, aunque eso último lo dudaba. Se tenía que decir que la situación tampoco era de las más propicias para estar dichosos como habían corroborado los dos. Pero a su vez, tampoco aún nadie había logrado enterrarlos a dos metros por debajo del suelo. ¿Verdad?
Si tenía que ser más positivo, se aferraría a eso.
Escrutó de nuevo a su compañero, el cual no parecía ser de las personas más optimistas con las que se había cruzado hasta la fecha. Resopló. Puede que de allí la apariencia de que fuese a salir corriendo con el rabo entre las patas a la primera oportunidad.
Lo cierto es que era inevitable preguntarse, ya que estaba en modo de reflexión, sí esa reacción era a causa de que había deducido quién era él realidad o simplemente eran los excesos de tensión acumulada. No lo podía saber sí no se lo manifestaba él. Por su edad uno podría creer que aún era un tanto joven para tener respuestas sobre aquellos tiempos oscuros, pues las historias se destilaban con el paso de los años y languidecían, pero la verdad, es que en la Hermandad esos recuerdos se mantenían frescos como un recordatorio para las demás generaciones que estaban por llegar. Sí era de los espabilados, cosa que no lo podía asegurar, ya lo habría reconocido a esas alturas del conflicto, concluyó. Y siendo así, pensó, ¿cómo reaccionaría a continuación?
Lo sospesó durante un rato, tiró escupitajo a un lado y lo volvió a sospesar, esperando si el muchacho pretendía añadir algo más. Pero este seguía ahí plantado como una maldita mazorca de maíz. Con su espalda pegada en la superficie verde como si su vida le fuera en ello.
Finalmente decidió contestar a la pregunta del chaval para ver si así se reconfortaba:
—Vamos a seguir con el plan previsto, eso es lo que vamos a hacer, ¿te parece bien?.
El chico lo seguía contemplando con la expresión anonadada de quién no entiende nada de lo que pasa, porque probablemente así era en realidad.
—Supongo que sí —asintió con reticencia y un leve gesto de la cabeza.
—Pues más vale que te prepares.
No quería decirle que ni él mismo conocía cuál era el supuesto ‹‹plan›› que pensaban seguir a continuación, o de qué forma pensaban llevarlo a cabo. Aunque supuso que un buen principio sería intentar infiltrarse en el palacio con la máxima discreción de la que fueran posibles, y a partir de allí ya lo verían. Probablemente habría que improvisar. De todas maneras no valía la pena perder el tiempo dando unas explicaciones que no tenía. Y en realidad, tampoco las daba nunca si tenía que ser franco. Por lo demás. No es que el muchacho se fuese a enterar de nada aunque así lo hiciera. Demasiadas disyuntivas, demasiados males que retornaban, demasiado trabajo para empezar.
Era tedioso meditar en todas las opciones que aún le quedaban por barajar. El chaval seguramente quería preguntar algo más, pero era obvio que bastó con verle la expresión, para hacer que su curiosidad menguara. En sus tiempos mozos, jamás hubiese imaginado que un día tendría que hacer de niñera para uno de los mocosos de la Hermandad. Ni en mil años se hubiese visto relegado a una posición tan poco sana. Se sentía como un imbécil por tener que depender de alguien más. Él no era un tutor ni nada por el estilo. En todo caso se consideraba un guerrero y un asesino profesional. ¿Ser paciente con otro ser vivo? ¿Era una broma, no? Quería tirarse al suelo y reír con hilaridad. ¿Qué estaba haciendo llevando a ese mocoso de la mano a su propio funeral?. Aunque si se lo paraba a pensar detenidamente, supuso que él solito se había metido de cabeza en aquel atolladero. No sin cierta ayuda de Ashur, por no perder la costumbre, claro.
Apretó los puños hasta que los nudillos se le pusieron blancos. Cómo se había dejado convencer por el maldito cuando le aconsejó que el chaval podría sería de alguna utilidad en empeños futuros. No era la primera ni la última vez que sus consejos lo llevaban a situaciones potencialmente malas. Ahora bien calladito que se encontraba el muy cabrón. Suspiró resignado.
‹‹¿No crees que estas siendo un poco negativo, amigo?›› comentó Ashur con tono casual mientras ocupaba parte de su mente.
‹‹¿Es que existe un lado bueno en todo esto?›› respondió Medar con aspereza.
‹‹No todo es tan malo como tú te piensas››.
‹‹ ¿A sí? Pues qué tal si me Ilumínas››
‹‹Mira, no puedo negarte que el chaval está bastante asustado, porque lo está. Sería una mentira muy poco creíble si dijera lo contrario. Pero no olvides que recién acaban de intentar rajaros hace tan solo una media hora. Y sí, es cierto que es la primera vez que al parecer sale del fuerte, la Prueba de Templanza y todo eso, soy consciente de ello, pero de allí que podamos utilizarlo como ya te comenté. Además, al menos tienes que admitirme que el muchacho sabe manejarse bien en las situaciones complicadas. Lo has podido comprobar con tus propios ojos ¿no?››
Medar apretó las mandíbulas antes de contestar.
‹‹Ah, pues mira que bien, así que según tú, ¿a partir de ahora no tendría por qué preocuparme por nada, verdad? El muchacho se maneja bien y que demonios ¿porque preocupas del renacimiento de tus hermanos, del peligro que corremos todos si encuentran al Portador, o de sí algún maldito desgraciado logra apuñalarnos de camino en esta misión suicida?››. Replicó con un mohín.
El chaval lo contemplaba claramente incómodo por la muda conversación que mantenía con Ashur. No lo culpaba., aunque tampoco le importaba un bledo.
‹‹Yo no he dicho eso tampoco, solo que no todo es banco y negro como tú lo ves. Aunque supongo que el día que te muerdas la lengua la palmas por envenenamiento››
‹‹Pues si de esa forma lograba deshacerme de ti, no lo vería como un mal arreglo del todo››
En esos mismos instantes sus perseguidores estaban rodeando el perímetro de la pirámide por ambos lados, con el fin de cerrarles el paso. Estaba claro que no tardarían en dar con ellos y sería un problema más engorroso si aún cabía. Por el ajetreo dedujo que más miembros de la guarnición habían retornado de los Distritos y se habían unido a la batida. Decididos a arrinconarlos como a ratones de despensa. Contempló la cúspide de la pirámide y calculó la distancia que la separaba del suelo. (Unos cuarenta metros). Su mente comenzó a maquinar. Ahora todas las rutas estaban cerradas…
Miró hacía el horizonte. Los fuegos seguían ardiendo con fuerza en la lejanía, los disturbios habían mitigado, mas no los estragos.
‹‹Vale, escucha, hagamos un trato. Dejemos nuestras rencillas y el resentimiento para otro rato, ¿te parece?›› propuso al final Ashur. ‹‹Pongamos por un momento las cartas sobre la mesa y acabemos de una vez con el asunto. Sé a ciencia cierta que son muchas por las cosas por las que debes preocuparte ahora; suplantadores, sus seguidores locos de atar y hasta puede que algún Apóstol que no ha sabido quedarse quietecito en su féretro. Eso te concedo, pero seamos serios. Sí de algo estoy seguro, es que entre tus preocupaciones no se encuentran que el muchacho pueda reconocerte o no. Ese es la menor de tus problemas. Como tampoco puedes afirmar con rotundidad que los acontecimientos se estén volviendo a repetir de nuevo. Y lo sabes.
‹‹¿Lo sé?›› Su tono dejaba bien a las claras su incredulidad.
‹‹Pues tendrías que intentarlo al menos. Deberías asimilar de una vez por todas que esos recuerdos de Mayrem que siguen arraigados en ti como una mala hierba, no hacen ningún bien para tu salud emocional. Tampoco lo ha sido la conversación con todos esos pardillos que han logrado reavivar tus miedos de nuevo. Eso es lo que te pasa. Lo que te lleva pasando por más de dos décadas. El remordimiento que recome cada una de tus células te está pudriendo por dentro. Muy a pesar de que eres consciente al igual que yo que no podías hacer nada más que lo que hiciste para evitar el desastre que aconteció, sigues culpándote por ello. ¡Supéralo ya de una maldita vez!››
‹‹Esa es tu opinión, no la mía››
Aquel día tuvo que poner su propio destino en una balanza y hacer malabares con una mano. Tuvo que decidir si traicionar a los suyos para salvar su mundo en un intento kamikaze o, ver como todo se desmoronaba como lo haría un castillo montado con un manojo de ajados naipes. Una hazaña que aún lo asolaba por las noches con las más oscuras pesadillas. Todo su mundo dio un giro de ciento ochenta grados tras aquella amarga elección. Se perdieron muchas vidas por aquel entonces. Muchos eran tan solo acólitos que participaban de su primera salida (como el muchacho que lo acompañaba ahora). Otros tantos eran soldados. Muchos de ellos veteranos con muchos veranos sobre sus espaldas. Pero más que nada, lo que más lo perturbaba, eran lo miles de civiles que sucumbieron en las deflagraciones de aquel día. Los gritos, el humo, el hedor, la vorágine y el fuego…. Se parecía mucho a aquello.
‹‹Flagelarte tampoco arreglará las cosas›› lo reprobó Ashur.
‹‹¿Y hacer ver que nada fue culpa nuestra sí lo hará?›› replicó mordaz.
‹‹Sé que aún eres consciente de que aun sigues siendo un paría para la Hermandad y para todo el que conozca tu historia desde entonces. Eso es un hecho que no admite discusión. Pero no tenemos otro lugar al que acudir ahora, como bien sabemos los dos. Así que digamos que estás en lo cierto y mis hermanos han decidido hacer acto de presencia, cosa de la cual sigo recelando. ¡Pues vale! Entonces dudo que te vayan a recibirte con los brazos abierto o con palmaditas en la espalda a tu regreso. ¿Lo pillas? De allí que usemos al muchacho como compañero, o si quieres verlo con pragmatismo, como un salvoconducto para acercarte al fuerte. Por lo que sí en algún momento se te ha pasado por la cabeza el volver a aparecerte por el nido, es indispensable que lo hagas con alguien que pueda limar un poco las asperezas. Tendrás que aguantarte hasta entonces››.
Arrugó el ceño y apretó el culo.
Lo que más le desagradaba de todo, es que el muy sinvergüenza llevaba razón con aquello último. Sí aparecía por el fuerte así sin más, era carne de saeta. Contempló al muchacho y se estremeció. ¿Tendría que seguir dependiendo de aquel mocoso?
JUNTANDO PIZAS (2 Parte)
Medar observaba como el atribulado chaval lo contemplaba con la expresión de un cachorrito que anda perdido junto a una jauría de lobos esteparios enfurruñados, mientras, por imposible que pareciese, se encogía aún más ante su mirada. Maldijo varias veces mientras se chupaba las encillas y negaba con la cabeza un tanto hastiado por tal comportamiento. ¿Por qué siempre estaba condenado a causar ese misma efecto en los demás?
No era ni el primero ni el ultimo que se había sentido incomodo ante su presencia a lo largo de los años, pero se preguntó, ¿siempre lo habían mirado tan cagados de terror?. Puede que siempre hubiese sido así o puede que fuesen los años que se había pasado postrado en aquella celda habían desmejorado ya su desmejorada imagen, aunque eso último lo dudaba. Se tenía que decir que la situación tampoco era de las más propicias para estar dichosos como habían corroborado los dos. Pero a su vez, tampoco aún nadie había logrado enterrarlos a dos metros por debajo del suelo. ¿Verdad?
Si tenía que ser más positivo, se aferraría a eso.
Escrutó de nuevo a su compañero, el cual no parecía ser de las personas más optimistas con las que se había cruzado hasta la fecha. Resopló. Puede que de allí la apariencia de que fuese a salir corriendo con el rabo entre las patas a la primera oportunidad.
Lo cierto es que era inevitable preguntarse, ya que estaba en modo de reflexión, sí esa reacción era a causa de que había deducido quién era él realidad o simplemente eran los excesos de tensión acumulada. No lo podía saber sí no se lo manifestaba él. Por su edad uno podría creer que aún era un tanto joven para tener respuestas sobre aquellos tiempos oscuros, pues las historias se destilaban con el paso de los años y languidecían, pero la verdad, es que en la Hermandad esos recuerdos se mantenían frescos como un recordatorio para las demás generaciones que estaban por llegar. Sí era de los espabilados, cosa que no lo podía asegurar, ya lo habría reconocido a esas alturas del conflicto, concluyó. Y siendo así, pensó, ¿cómo reaccionaría a continuación?
Lo sospesó durante un rato, tiró escupitajo a un lado y lo volvió a sospesar, esperando si el muchacho pretendía añadir algo más. Pero este seguía ahí plantado como una maldita mazorca de maíz. Con su espalda pegada en la superficie verde como si su vida le fuera en ello.
Finalmente decidió contestar a la pregunta del chaval para ver si así se reconfortaba:
—Vamos a seguir con el plan previsto, eso es lo que vamos a hacer, ¿te parece bien?.
El chico lo seguía contemplando con la expresión anonadada de quién no entiende nada de lo que pasa, porque probablemente así era en realidad.
—Supongo que sí —asintió con reticencia y un leve gesto de la cabeza.
—Pues más vale que te prepares.
No quería decirle que ni él mismo conocía cuál era el supuesto ‹‹plan›› que pensaban seguir a continuación, o de qué forma pensaban llevarlo a cabo. Aunque supuso que un buen principio sería intentar infiltrarse en el palacio con la máxima discreción de la que fueran posibles, y a partir de allí ya lo verían. Probablemente habría que improvisar. De todas maneras no valía la pena perder el tiempo dando unas explicaciones que no tenía. Y en realidad, tampoco las daba nunca si tenía que ser franco. Por lo demás. No es que el muchacho se fuese a enterar de nada aunque así lo hiciera. Demasiadas disyuntivas, demasiados males que retornaban, demasiado trabajo para empezar.
Era tedioso meditar en todas las opciones que aún le quedaban por barajar. El chaval seguramente quería preguntar algo más, pero era obvio que bastó con verle la expresión, para hacer que su curiosidad menguara. En sus tiempos mozos, jamás hubiese imaginado que un día tendría que hacer de niñera para uno de los mocosos de la Hermandad. Ni en mil años se hubiese visto relegado a una posición tan poco sana. Se sentía como un imbécil por tener que depender de alguien más. Él no era un tutor ni nada por el estilo. En todo caso se consideraba un guerrero y un asesino profesional. ¿Ser paciente con otro ser vivo? ¿Era una broma, no? Quería tirarse al suelo y reír con hilaridad. ¿Qué estaba haciendo llevando a ese mocoso de la mano a su propio funeral?. Aunque si se lo paraba a pensar detenidamente, supuso que él solito se había metido de cabeza en aquel atolladero. No sin cierta ayuda de Ashur, por no perder la costumbre, claro.
Apretó los puños hasta que los nudillos se le pusieron blancos. Cómo se había dejado convencer por el maldito cuando le aconsejó que el chaval podría sería de alguna utilidad en empeños futuros. No era la primera ni la última vez que sus consejos lo llevaban a situaciones potencialmente malas. Ahora bien calladito que se encontraba el muy cabrón. Suspiró resignado.
‹‹¿No crees que estas siendo un poco negativo, amigo?›› comentó Ashur con tono casual mientras ocupaba parte de su mente.
‹‹¿Es que existe un lado bueno en todo esto?›› respondió Medar con aspereza.
‹‹No todo es tan malo como tú te piensas››.
‹‹ ¿A sí? Pues qué tal si me Ilumínas››
‹‹Mira, no puedo negarte que el chaval está bastante asustado, porque lo está. Sería una mentira muy poco creíble si dijera lo contrario. Pero no olvides que recién acaban de intentar rajaros hace tan solo una media hora. Y sí, es cierto que es la primera vez que al parecer sale del fuerte, la Prueba de Templanza y todo eso, soy consciente de ello, pero de allí que podamos utilizarlo como ya te comenté. Además, al menos tienes que admitirme que el muchacho sabe manejarse bien en las situaciones complicadas. Lo has podido comprobar con tus propios ojos ¿no?››
Medar apretó las mandíbulas antes de contestar.
‹‹Ah, pues mira que bien, así que según tú, ¿a partir de ahora no tendría por qué preocuparme por nada, verdad? El muchacho se maneja bien y que demonios ¿porque preocupas del renacimiento de tus hermanos, del peligro que corremos todos si encuentran al Portador, o de sí algún maldito desgraciado logra apuñalarnos de camino en esta misión suicida?››. Replicó con un mohín.
El chaval lo contemplaba claramente incómodo por la muda conversación que mantenía con Ashur. No lo culpaba., aunque tampoco le importaba un bledo.
‹‹Yo no he dicho eso tampoco, solo que no todo es banco y negro como tú lo ves. Aunque supongo que el día que te muerdas la lengua la palmas por envenenamiento››
‹‹Pues si de esa forma lograba deshacerme de ti, no lo vería como un mal arreglo del todo››
En esos mismos instantes sus perseguidores estaban rodeando el perímetro de la pirámide por ambos lados, con el fin de cerrarles el paso. Estaba claro que no tardarían en dar con ellos y sería un problema más engorroso si aún cabía. Por el ajetreo dedujo que más miembros de la guarnición habían retornado de los Distritos y se habían unido a la batida. Decididos a arrinconarlos como a ratones de despensa. Contempló la cúspide de la pirámide y calculó la distancia que la separaba del suelo. (Unos cuarenta metros). Su mente comenzó a maquinar. Ahora todas las rutas estaban cerradas…
Miró hacía el horizonte. Los fuegos seguían ardiendo con fuerza en la lejanía, los disturbios habían mitigado, mas no los estragos.
‹‹Vale, escucha, hagamos un trato. Dejemos nuestras rencillas y el resentimiento para otro rato, ¿te parece?›› propuso al final Ashur. ‹‹Pongamos por un momento las cartas sobre la mesa y acabemos de una vez con el asunto. Sé a ciencia cierta que son muchas por las cosas por las que debes preocuparte ahora; suplantadores, sus seguidores locos de atar y hasta puede que algún Apóstol que no ha sabido quedarse quietecito en su féretro. Eso te concedo, pero seamos serios. Sí de algo estoy seguro, es que entre tus preocupaciones no se encuentran que el muchacho pueda reconocerte o no. Ese es la menor de tus problemas. Como tampoco puedes afirmar con rotundidad que los acontecimientos se estén volviendo a repetir de nuevo. Y lo sabes.
‹‹¿Lo sé?›› Su tono dejaba bien a las claras su incredulidad.
‹‹Pues tendrías que intentarlo al menos. Deberías asimilar de una vez por todas que esos recuerdos de Mayrem que siguen arraigados en ti como una mala hierba, no hacen ningún bien para tu salud emocional. Tampoco lo ha sido la conversación con todos esos pardillos que han logrado reavivar tus miedos de nuevo. Eso es lo que te pasa. Lo que te lleva pasando por más de dos décadas. El remordimiento que recome cada una de tus células te está pudriendo por dentro. Muy a pesar de que eres consciente al igual que yo que no podías hacer nada más que lo que hiciste para evitar el desastre que aconteció, sigues culpándote por ello. ¡Supéralo ya de una maldita vez!››
‹‹Esa es tu opinión, no la mía››
Aquel día tuvo que poner su propio destino en una balanza y hacer malabares con una mano. Tuvo que decidir si traicionar a los suyos para salvar su mundo en un intento kamikaze o, ver como todo se desmoronaba como lo haría un castillo montado con un manojo de ajados naipes. Una hazaña que aún lo asolaba por las noches con las más oscuras pesadillas. Todo su mundo dio un giro de ciento ochenta grados tras aquella amarga elección. Se perdieron muchas vidas por aquel entonces. Muchos eran tan solo acólitos que participaban de su primera salida (como el muchacho que lo acompañaba ahora). Otros tantos eran soldados. Muchos de ellos veteranos con muchos veranos sobre sus espaldas. Pero más que nada, lo que más lo perturbaba, eran lo miles de civiles que sucumbieron en las deflagraciones de aquel día. Los gritos, el humo, el hedor, la vorágine y el fuego…. Se parecía mucho a aquello.
‹‹Flagelarte tampoco arreglará las cosas›› lo reprobó Ashur.
‹‹¿Y hacer ver que nada fue culpa nuestra sí lo hará?›› replicó mordaz.
‹‹Sé que aún eres consciente de que aun sigues siendo un paría para la Hermandad y para todo el que conozca tu historia desde entonces. Eso es un hecho que no admite discusión. Pero no tenemos otro lugar al que acudir ahora, como bien sabemos los dos. Así que digamos que estás en lo cierto y mis hermanos han decidido hacer acto de presencia, cosa de la cual sigo recelando. ¡Pues vale! Entonces dudo que te vayan a recibirte con los brazos abierto o con palmaditas en la espalda a tu regreso. ¿Lo pillas? De allí que usemos al muchacho como compañero, o si quieres verlo con pragmatismo, como un salvoconducto para acercarte al fuerte. Por lo que sí en algún momento se te ha pasado por la cabeza el volver a aparecerte por el nido, es indispensable que lo hagas con alguien que pueda limar un poco las asperezas. Tendrás que aguantarte hasta entonces››.
Arrugó el ceño y apretó el culo.
Lo que más le desagradaba de todo, es que el muy sinvergüenza llevaba razón con aquello último. Sí aparecía por el fuerte así sin más, era carne de saeta. Contempló al muchacho y se estremeció. ¿Tendría que seguir dependiendo de aquel mocoso?
Ven, ven, quienquiera que seas;
Seas infiel, idólatra o pagano, ven
ESTE no es un lugar de desesperación
Incluso si has roto tus votos cientos de veces, aún ven!
(Yalal Ad-Din Muhammad Rumi)