07/05/2015 08:57 PM
Buenas compañeros pues aquí estamos de nuevo para dejaros con la tercera y penúltima parte de este capitulo. ¡Y sí, me salió largo de coj.... pero bueno¡ XD Espero que os guste.
DELIRIO (3 Parte)
Mientras recorrían el camino de vuelta a casa, sumidos en un silencio que hablaba por sí solo, y trastabillando cada pocos pasos aún afectados por la conmoción, intentó no hacerse más preguntas de las necesarias. Por delante los guiaba Kumar, silbando una alegre melodía mientras se adentraban más por los sinuosos callejones con total despreocupación. Nadie llegaría a vaticinar que acababa de liquidar a dos tipos tan solo hacía unos pocos instantes. Varsuf por otro lado, aún no se había recuperado del sobresalto inicial, en realidad, dudaba que fuese a conseguirlo ni en las horas venideras. Por lo tanto y pese a las reticencias, tan solo quedaba él medianamente cuerdo para cuestionarse cómo habían acabado de aquella manera.
Había comenzado el día con muy mal pie, asediado por horrendas pesadillas y por tediosas miradas de disconformidad, le resultaba paradójico pensar que estas eran balsámicas si las yuxtaponías ante una realidad tan visceral como la que acababan de experimentar. Sinceramente, comenzaba a pensar que no era casualidad que sintiese aquel molesto hormigueo en la boca del estomago desde bien entrada la mañana, la sensación de malestar que anticipó su cuerpo con anterioridad, le hizo sospesar de que no solo se trataban de simples paranoias suyas. Tiró de Varsuf para que siguiese caminando a su costado, ya que cada poco rato se paraba observando hacia todos lados, embobado como una res en una feria de ganado. ¿Era posible que su cuerpo tuviera la capacidad de avisarle con antelación cuando las cosas se iban a poner comprometidas? Tras darle un sinfín de vuelas, no encontró ninguna elucidación que lo convenciera lo más mínimo de tamaña estupidez.
Por otro lado el proceder de Kumar, no dejaba de ser perturbador en todos los sentidos, era como si no hubiese pasado nada en absoluto para él. Obviaba la carnicería que acababa de dejar atrás como si fuera de camino a un maldito festival. La verdad, no sabía que lo desconcertaba más, si esa fría y sádica faceta que había aflorado en él, o la inverosímil razón por la que fueron asaltados instantes antes en aquel callejón. Era un misterio que tenía intención de resolver, aunque desde luego no en aquel momento.
De pronto Kumar paró en seco al llegar al final de una de la calles, junto a uno de los muchos almacenes que habían surgido después de las revueltas iniciadas varias semanas atrás en los Distritos. En el cartel se podía apreciar que ponía «Transportes La Prosperidad. Envíos y recogidas de todo tipo. Nuestro servicio es su mayor garantía» No hubo tiempo de asimilar lo sarcástica que resultó aquella oración en aquellos instantes, pues Kumar les hizo un gesto para que se apegaran a una de las paredes del edificio, urgiéndoles a que guardaran silencio a su vez. Aguantó la respiración hasta que sintió como se ponía morado igual que una uva de buena viña, su cuerpo adquirió la rigidez de un cadáver, estaba aterrorizando de que pudiera tratarse de una de las patrullas nocturnas y los descubrirán deambulando por los Distritos bañados en sangre ajena. «Estamos acabados» logró pensar mientras el nudo de sus tripas se hacia una bola de inquietud. Para su sorpresa, después de unos pocos segundos de inanición, en los que tan solo pudo oír sus agitados corazones retumbando en la oscuridad, este finalmente concluyó que podían reanudaran la marcha de nuevo. «¿Qué demonios te ocurre?» Estuvo a punto de chillar.
Contempló su espalda mientras seguían sus pasos renqueantes, a la par que se preguntaba quién sería en realidad el hombre con el que había convivido con él durante aquellos meses. Su manera de moverse por los Distritos con la cautela de un gato al que acaban de apalear, sus movimientos estudiados y comedidos, más su indolencia frente a una situación tan aberrante como la que acababa de protagonizar, denotaba que no era un simple guardia malhablado e ignorante sacado de algún sucio tugurio de la campiña. ¡Ni nada remotamente parecido. Más bien evidenciaba que había recibido algún tipo de adiestramiento militar. «¿Quién diablos eres?»
Claudicó, pues sabía que no era momento de preguntas que iban a resultar baldías, no al menos por el momento. Su prioridad era descubrir cómo lograr llegar a Ciudad Alta sin que nadie los viera de aquella guisa, cruzar el puesto de guardia sin que a estos les llamase la atención que sus vestiduras fueran de corte indigente y estuviesen teñidas de rojo borgoña. Dado que consiguieran encontrar una razonable explicación para aquellas nimiedades y no fuesen llevados directamente a la celda más profunda de Institución (Una prisión dedicada especialmente para retener a los elementos más psicóticos y sanguinarios que pululaban en aquellos aciagos tiempos) tendrían que atravesar gran parte de Ciudad Alta y lograr llegar a Palacio sin ser vistos. «Toda una aventura al cadalso» adivinó mientras aferraba fuertemente a Varsuf del brazo y tiraba nuevamente de él para que siguiera andando.
―Oye Kumar ―dijo en un momento dado transcurrido un rato. ―¿Tienes idea de cómo vamos a lograr alcanzar Palacio sin tener que contestar a incomodas preguntas?
Este paró de nuevo cerca de una esquina y oteó hacia ambos lados, con su atención puesta en los oscuros callejones de sus alrededores, ignorando sus palabras hasta exasperarlo, finalmente respondió con un simple.
―No tema.
Se quedó mirando su espalda con intenciones asesinas «¿Que no tema dices?» Hacía ya un buen rato que habían franqueado aquel punto, dejándolo muy pero que muy atrás. ¡Habían sucedido demasiadas horrendas emociones para un escueto (No tema)!
―¡¿Se puede saber qué tipo de respuesta es esa?! ―Preguntó exacerbado. ―Estamos metido en un aprieto de dos pares de cojones por tu culpa ¿Y lo único que se te ocurre decir para tranquilizarme es eso?
―No tiene de que preocuparse, le puedo asegurar que lo tengo todo bajo control, señor.
Contempló el variopinto trió que formaban, las apariencias que reflejaban y el oscuro callejón en el que se encontraban, luego observó a Varsuf en su abstracción. El hombre tenía un extraño concepto del control.
―No sabes cuan tranquilo me dejas. ―retrucó segregando veneno con cada una de sus palabras. ―Aunque a costa de que pienses que soy algo desconfiado contigo, he de confesarte que estaría bien que nos contaras tu plan, solo por esta vez; si es que existe alguno, claro. En todo caso si no me equivoco, creo que vamos en la dirección opuesta por si no te percataste aún, Palacio se encuentra al sur de nuestra posición.
Esperó pacientemente hasta que este le contestara, mientras, el canto de los grillos rompió la quietud general, un ocioso gato pasó raudo por delante mientras era perseguido de cerca por un famélico chucho que ya andaba en las últimas, un grajo graznó en la oscuridad por encima de uno de los tejados de la calle. Siguió esperando una respuesta.
―Hace ya un tiempo que conozco de la existencia de varios pasos subterráneos que atraviesan esta ciudad de par en par. ―Le confesó finalmente. ―Ahora mismo nos estamos dirigiendo a uno de ellos que nos llevara directamente a Palacio. ―Tras girarse y contemplarlos unos instantes satisfecho, concluyó. ―Ya lo verá, estoy seguro que con el tiempo recordará lo ocurrido durante esta noche como otra simple anécdota más.
«Dudo que vaya a olvidarlo en lo que me resta de vida»
Tan siquiera se preguntó porque que él desconocía la existencia de los pasadizos subterráneos de los que hablaba, ni porque en cambio Kumar en el poco tiempo que llevaba en la ciudad, estaba al tanto de cada uno de sus secretos. Cada vez le resultaba más inquietante su compañía. Procuró recrear en su mente la escena con aquel par de infelices mientras intentaba rememorar sus últimas palabras cuando aún tenían la cabeza sobre sus hombros. Quizás fuese ahí donde hallase las repuestas a los dilemas que tanto lo perturbaban, incluso puede que lograrse asimilar porque se había convertido en un objetivo al que pretendía asesinar o arruinar su vida en el intento. Por lo que podía discernir, los tipos tenían que haberlo confundido con otra persona distinta, muy a pesar de que por sus aseveraciones estaba claro de que sabían de quién se trataba en realidad ¡Tenían que haberse confundido! No había otra respuesta más que justificara aquel tenso encuentro. Era todo demasiado surrealista para que pudiese encontrarle la más mínima lógica. La realidad es que habían intentado asesinarlo y desconocía cuál había sido la razón.
Siguieron a Kumar por las calles y los sinuosos callejones de los Distritos, atravesado alguno de ellos sin cruzarse con ningún otro viandante que pululara a aquellas intempestivas horas por allí. Transitaron por el Distrito Penitente con extremada cautela, intentando no sobresaltar a ninguno de los indigentes apiñados en bultos que se acurrucaban al amparo de estructuras que habían quedado echas cenizas después de las revueltas, sin pisar alguno por equivocación. Por suerte, ninguno de ellos les prestó la más mínima atención cuando pasaron por su lado; ya tenían suficientes problemas con los suyos propios, comprendió. Se adentraron en Distrito Artesano, atravesando el mercado con el mismo tiento y precaución, dirigiéndose hacia el norte de la ciudad y acercándose cada vez más a las murallas. Durante ese largo rato permaneció en un parco silencio, abstraído y sumido en la inopia de su propio desconcierto, sin tener una idea exacta de hacia dónde se dirigían en realidad. En aquella dirección se encontraba Institución, así que quizás, y después de todo, las cosas,sí que se podían poner peor. Maldijo por haberse dejado convencer de venir a los Distritos. Esa era su única certeza. Se había hundido hasta las axilas en la porquería y le iba a ser muy difícil salir de ella por su propia cuenta. Y eso siempre y cuando lo consiguiera, claro.
Barruntó en aquel sinfín de dudas hasta perder la noción del tiempo, zigzagueando entre las calles abrumado por una creciente ansiedad. De pronto Kumar nuevamente hizo que se detuvieran en seco, ordenándoles que se agacharan y mantuvieran el silencio detrás de unos barriles vacios de cerveza. Su cuerpo sudaba a mares mientras impelía a Varsuf a hacer lo mismo que él, visiblemente amedrentado por lo que pudiese acontecer ahora, así que intentó poner toda su atención preguntándose qué había podido alterar a Kumar de aquella manera. Aunque no tenía demasiadas expectativas de poder escuchar nada que fuera relevante para él, su sorpresa fue máxima cuando descubrió que no iba a ser así en aquella ocasión. A los pocos segundos se hizo audible una algazara por delante suyo, algo bastante poco ortodoxo y jodidamente poco alentador dadas las horas que eran. Juraría que se trataba de un grupo bastante grande de personas, las cuales venían a la carrera directamente hacia su posición; imprecando órdenes y escupiendo maldiciones de igual manera. Nuevamente su corazón a punto estuvo de subírsele laringe arriba y sintió como su sangre se le helaba en las venas, sus miembros comenzaron a temblar sin ningún control. «Seguro que han descubierto a esos dos y ahora vienen a por nosotros.» Fue lo único que alcanzó a pensar mientras se aferraba del brazo de Vasuf con tanta fuerza, que hasta temió oírlo crujir como una rama seca. Un grupo considerable de personas pasó a la carrera por enfrente del callejón en donde se parapetaban, no pudo discernir cuantas eran en realidad, pues solo vio al que iba en la avanzadilla, aunque dedujo que eran muchos. Al único que vio vestía completamente de negro y portaba una antorcha en una mano y una espada ensangrentada en la otra, así que estuvo mucho más preocupado en agachar la cabeza a la altura del suelo del terror que le produjo dicha imagen, que la necesidad de averiguar de quienes podían tratarse. La prioridad era garantizar su propia seguridad personal.
Pasados unos minutos en los que no se atrevió ni a pestañear, Kumar les dijo que ya podían incorporarse, su expresión había cambiado por completo pasando de ser ingenua a amarga como la hiel. A él tampoco parecía haberle gustado lo que acababa de contemplar, concluyo tras observarlo durante un rato. Apretaba fuertemente los puños mientras miraba en la dirección que se había perdido aquella muchedumbre enloquecida.
―¿Se puede saber que ha sido eso? ―Preguntó finalmente mientras ayudaba a incorporarse a Varsuf. Por su reacción estaba claro que conocía la respuesta. ―Esos no me parecieron guardias en absoluto. ―destacó ―¿Aún siguen habiendo disturbios en los Distritos?
―Por lo visto algún residuo queda. ―Respondió este sucinto sin tan siquiera mirarlo a los ojos. Su atención seguía puesta en las entrañas del callejón por el que habían desaparecido aquel gentío. Tras un rato de tensa espera añadió sin más. ―Será mejor que sigamos antes de que a esa gente se les ocurra volver por donde han venido.
«¡¿Ese es todo lo que tienes que decir tras un suceso como el que acabamos de contemplar?!» Se preguntó con perplejidad. Después de matar a dos tipos y obligarlo a correr por los Distritos como un proscrito, tras cruzarse con una barahúnda enfurecida de gente enarbolando ensangrentadas espadas y llameantes antorchas por las calles de su ciudad, ¿A él tan solo se le ocurría pedirle que siguieran su camino como si nada? Realmente estaba mucho más loco de lo que pensaba.
―No pienso dar ni un solo paso más hasta que me cuentes que está pasando aquí. ―Le dijo encarándose con él. ―Has estado todo el trayecto respondiéndonos con evasivas que poco o nada, han esclarecido lo que ha sucedido antes en aquel callejón. A pesar de todo, no he querido presionarte hasta encontrar el momento adecuado para sacar nuevamente el tema a coalición, y créeme si te digo que no me ha estado quemando la lengua desde entonces. Pero ahora me doy cuenta de que no tienes ninguna intención de despejar nuestras dudad, ¿Verdad?. Así que tuya es la decisión, o nos explicas de qué va toda esta pesadilla, o ya te puedes ir buscando otro señor al que le guste que lo irriten.
La dura réplica hizo que este se lo quedase mirando con aquella expresión cortante que se le había puesto desde hacía un rato, por su parte no se intimidó y siguió firme en sus convicciones, harto de tanto pretexto por parte suya. Ni de coña pensaba acompañarlo a ningún otro lugar sin saber a que debían de atenerse al menos. El asunto ya era peliagudo de por sí hasta donde él sabía, imaginarse las cotas de demencia que podía alcanzar si llegaba a conocer la verdad, lo asustaban enormemente; pero no podía seguir en la inopia ni por puñetero segundo más. Así que esperó una contestación.
―Realmente no es el momento oportuno de hablar de ello señor, piense que en cualquier instante pueden volver a aparecer eso tipos, y dudo mucho que pueda hacerme cargo de un grupo tan considerable como el que hemos visto. ―Contestó nuevamente con evasivas. ―Estoy seguro de que encontraremos un momento y lugar más apropiado donde poder tratar el tema con más tranquilidad. ¿No le parece?
―¡No, no me parece. Yo decidiré qué momento es el oportuno! ―Retrucó levantando más la voz de lo que había pretendido. Tras echar varias miradas aprensivas en distintas direcciones a la vez, y constar que no habían llamado la atención de ningún indeseable más, inquirió con más tesón. ―No me volveré a repetir Kumar ¿Quiénes eran los que han pasado?
No apreció ninguna reacción destacable en él tras su estallido. Sabía que su determinación flaquearía de un momento a otro, pues nunca había sido un persona de carácter fuerte se podría decir, y sabía que no iba a empezar ahora. Aunque la inquietud que lo estaba devorando por dentro no dejaba mucho margen para la elección, se dijo. Así que hizo de tripas corazón y apretó sus nalgas mientras esperaba a que este se decidiera contestarle. Después de unos pocos segundos donde ambos se mantuvieron las miradas y Varsuf seguía observando detenidamente la fachada de enfrente, finalmente este desistió.
―Ese grupo de indeseables que acaba de ver pasar, se hacen llamar los Incondicionales. ―dijo masticando cada una de las silabas. ―Simplemente ignoremos lo que hemos visto y sigamos con nuestro camino.
«Un segundo…»
Quedó absorto reflexionando sobre aquella información. No lograba averiguar dónde, pero en algún lugar había leído algo sobre un grupo con un nombre similar. Se devanó los sesos, pero la información si es que estaba en su memoria, se agazapaba en un lugar inalcanzable para él «Los Incondicionales» Sin lugar a dudas que le sonaban, tan solo tenía que recapitular hasta el momento adecuado para recordarlo. Mientras tanto le preguntó.
―Antes aclárame esto ¿Qué pretenden esos Incondicionales cargando como dementes por las calles de los Distritos y armados completamente hasta los dientes? Por tu gesto, cualquiera diría que están a punto de iniciar una guerra en las calles de nuestra ciudad.
Aquella última aseveración hizo que Kumar, por primera vez durante aquella noche, reflejara un atisbo de inseguridad en su expresión, lo que desde luego le cogió por sorpresa. No esperaba que después de lo que había visto hacer a aquel hombre durante aquel cortísimo periodo, acabara tornándose dubitativo ante un razonamiento que carecía por completo de lógica. ¿Quién sería tan lunático de iniciar una guerra contra una de las ciudades más prosperas y más bien protegidas de la región? Era un suicidio en toda regla.
―Perdone señor, pero no se qué quiere decir con eso. ―le respondió al rato. Aunque no le pasó desapercibido como este tragaba saliva por segunda vez.
Decidió insistir.
―Digo que es más que evidente que hay algo que nos omites sobre todo este truculento suceso. ―Tras observar a Varsuf tuvo que corregirse. ―Bueno, al menos que no me estas contando a mí, ya que este aun no ha vuelto con nosotros. ―dijo tras sacudirlo un poco haber si de alguna forma lograba que reaccionase. No obtuvo resultado alguno. Suspiró. ―En fin, quiero que me respondas. ¿Qué es lo que buscan esos tipos?
Después de otro momento de vacilación, finalmente reconoció.
―Lo están buscando a usted señor.
Lo miró como si le acabara de decir que era el fruto de la unión entre un unicornio y una bailarina Sarmansadí. «¡Pero qué demonios…»
―¿Piensas… ¿Dices… ¿Estas insinuando que ese tropel de personas va en pos mío? ―Le preguntó escandalizado y horrorizado a la par. Su expresión dura como el pan seco no mostraba ningún signo de sarcasmo, pudo comprobar. Se le hizo un nudo en la garganta. ―No puedes estar hablando en serio. ¡¿Qué narices pueden querer esos barbaros de mí?!
Antes de que Kumar pudiese contestar, escuchó nuevamente el rumor de gente que se les aproximaba. Ahora sin duda no era momento de seguir plantados allí como geranios, decidió. Tenían que encontrar otro lugar donde debatir con más tranquilidad todas las sandeces que se habían dicho durante el transcurso de esa noche, se dijo, solo en caso de que Kumar no estuviese errado. Maldijo su mala fortuna antes de agarrar nuevamente del brazo al catatónico Varsuf y decir con sequedad.
―Mejor déjalo y guíanos hacia el maldito paso subterráneo, ya tendremos tiempo más tarde para hablar de lo que me acabas de contar.
―Pues lo que yo le decía ¿No?
«¡Se puede saber que he hecho yo para merecerme esto!»
Kumar nuevamente reanudó la marcha mientras él lo seguía con un mohín en la expresión. Aquella iba ser una larga noche.
CONTINUARÁ.....
DELIRIO (3 Parte)
Mientras recorrían el camino de vuelta a casa, sumidos en un silencio que hablaba por sí solo, y trastabillando cada pocos pasos aún afectados por la conmoción, intentó no hacerse más preguntas de las necesarias. Por delante los guiaba Kumar, silbando una alegre melodía mientras se adentraban más por los sinuosos callejones con total despreocupación. Nadie llegaría a vaticinar que acababa de liquidar a dos tipos tan solo hacía unos pocos instantes. Varsuf por otro lado, aún no se había recuperado del sobresalto inicial, en realidad, dudaba que fuese a conseguirlo ni en las horas venideras. Por lo tanto y pese a las reticencias, tan solo quedaba él medianamente cuerdo para cuestionarse cómo habían acabado de aquella manera.
Había comenzado el día con muy mal pie, asediado por horrendas pesadillas y por tediosas miradas de disconformidad, le resultaba paradójico pensar que estas eran balsámicas si las yuxtaponías ante una realidad tan visceral como la que acababan de experimentar. Sinceramente, comenzaba a pensar que no era casualidad que sintiese aquel molesto hormigueo en la boca del estomago desde bien entrada la mañana, la sensación de malestar que anticipó su cuerpo con anterioridad, le hizo sospesar de que no solo se trataban de simples paranoias suyas. Tiró de Varsuf para que siguiese caminando a su costado, ya que cada poco rato se paraba observando hacia todos lados, embobado como una res en una feria de ganado. ¿Era posible que su cuerpo tuviera la capacidad de avisarle con antelación cuando las cosas se iban a poner comprometidas? Tras darle un sinfín de vuelas, no encontró ninguna elucidación que lo convenciera lo más mínimo de tamaña estupidez.
Por otro lado el proceder de Kumar, no dejaba de ser perturbador en todos los sentidos, era como si no hubiese pasado nada en absoluto para él. Obviaba la carnicería que acababa de dejar atrás como si fuera de camino a un maldito festival. La verdad, no sabía que lo desconcertaba más, si esa fría y sádica faceta que había aflorado en él, o la inverosímil razón por la que fueron asaltados instantes antes en aquel callejón. Era un misterio que tenía intención de resolver, aunque desde luego no en aquel momento.
De pronto Kumar paró en seco al llegar al final de una de la calles, junto a uno de los muchos almacenes que habían surgido después de las revueltas iniciadas varias semanas atrás en los Distritos. En el cartel se podía apreciar que ponía «Transportes La Prosperidad. Envíos y recogidas de todo tipo. Nuestro servicio es su mayor garantía» No hubo tiempo de asimilar lo sarcástica que resultó aquella oración en aquellos instantes, pues Kumar les hizo un gesto para que se apegaran a una de las paredes del edificio, urgiéndoles a que guardaran silencio a su vez. Aguantó la respiración hasta que sintió como se ponía morado igual que una uva de buena viña, su cuerpo adquirió la rigidez de un cadáver, estaba aterrorizando de que pudiera tratarse de una de las patrullas nocturnas y los descubrirán deambulando por los Distritos bañados en sangre ajena. «Estamos acabados» logró pensar mientras el nudo de sus tripas se hacia una bola de inquietud. Para su sorpresa, después de unos pocos segundos de inanición, en los que tan solo pudo oír sus agitados corazones retumbando en la oscuridad, este finalmente concluyó que podían reanudaran la marcha de nuevo. «¿Qué demonios te ocurre?» Estuvo a punto de chillar.
Contempló su espalda mientras seguían sus pasos renqueantes, a la par que se preguntaba quién sería en realidad el hombre con el que había convivido con él durante aquellos meses. Su manera de moverse por los Distritos con la cautela de un gato al que acaban de apalear, sus movimientos estudiados y comedidos, más su indolencia frente a una situación tan aberrante como la que acababa de protagonizar, denotaba que no era un simple guardia malhablado e ignorante sacado de algún sucio tugurio de la campiña. ¡Ni nada remotamente parecido. Más bien evidenciaba que había recibido algún tipo de adiestramiento militar. «¿Quién diablos eres?»
Claudicó, pues sabía que no era momento de preguntas que iban a resultar baldías, no al menos por el momento. Su prioridad era descubrir cómo lograr llegar a Ciudad Alta sin que nadie los viera de aquella guisa, cruzar el puesto de guardia sin que a estos les llamase la atención que sus vestiduras fueran de corte indigente y estuviesen teñidas de rojo borgoña. Dado que consiguieran encontrar una razonable explicación para aquellas nimiedades y no fuesen llevados directamente a la celda más profunda de Institución (Una prisión dedicada especialmente para retener a los elementos más psicóticos y sanguinarios que pululaban en aquellos aciagos tiempos) tendrían que atravesar gran parte de Ciudad Alta y lograr llegar a Palacio sin ser vistos. «Toda una aventura al cadalso» adivinó mientras aferraba fuertemente a Varsuf del brazo y tiraba nuevamente de él para que siguiera andando.
―Oye Kumar ―dijo en un momento dado transcurrido un rato. ―¿Tienes idea de cómo vamos a lograr alcanzar Palacio sin tener que contestar a incomodas preguntas?
Este paró de nuevo cerca de una esquina y oteó hacia ambos lados, con su atención puesta en los oscuros callejones de sus alrededores, ignorando sus palabras hasta exasperarlo, finalmente respondió con un simple.
―No tema.
Se quedó mirando su espalda con intenciones asesinas «¿Que no tema dices?» Hacía ya un buen rato que habían franqueado aquel punto, dejándolo muy pero que muy atrás. ¡Habían sucedido demasiadas horrendas emociones para un escueto (No tema)!
―¡¿Se puede saber qué tipo de respuesta es esa?! ―Preguntó exacerbado. ―Estamos metido en un aprieto de dos pares de cojones por tu culpa ¿Y lo único que se te ocurre decir para tranquilizarme es eso?
―No tiene de que preocuparse, le puedo asegurar que lo tengo todo bajo control, señor.
Contempló el variopinto trió que formaban, las apariencias que reflejaban y el oscuro callejón en el que se encontraban, luego observó a Varsuf en su abstracción. El hombre tenía un extraño concepto del control.
―No sabes cuan tranquilo me dejas. ―retrucó segregando veneno con cada una de sus palabras. ―Aunque a costa de que pienses que soy algo desconfiado contigo, he de confesarte que estaría bien que nos contaras tu plan, solo por esta vez; si es que existe alguno, claro. En todo caso si no me equivoco, creo que vamos en la dirección opuesta por si no te percataste aún, Palacio se encuentra al sur de nuestra posición.
Esperó pacientemente hasta que este le contestara, mientras, el canto de los grillos rompió la quietud general, un ocioso gato pasó raudo por delante mientras era perseguido de cerca por un famélico chucho que ya andaba en las últimas, un grajo graznó en la oscuridad por encima de uno de los tejados de la calle. Siguió esperando una respuesta.
―Hace ya un tiempo que conozco de la existencia de varios pasos subterráneos que atraviesan esta ciudad de par en par. ―Le confesó finalmente. ―Ahora mismo nos estamos dirigiendo a uno de ellos que nos llevara directamente a Palacio. ―Tras girarse y contemplarlos unos instantes satisfecho, concluyó. ―Ya lo verá, estoy seguro que con el tiempo recordará lo ocurrido durante esta noche como otra simple anécdota más.
«Dudo que vaya a olvidarlo en lo que me resta de vida»
Tan siquiera se preguntó porque que él desconocía la existencia de los pasadizos subterráneos de los que hablaba, ni porque en cambio Kumar en el poco tiempo que llevaba en la ciudad, estaba al tanto de cada uno de sus secretos. Cada vez le resultaba más inquietante su compañía. Procuró recrear en su mente la escena con aquel par de infelices mientras intentaba rememorar sus últimas palabras cuando aún tenían la cabeza sobre sus hombros. Quizás fuese ahí donde hallase las repuestas a los dilemas que tanto lo perturbaban, incluso puede que lograrse asimilar porque se había convertido en un objetivo al que pretendía asesinar o arruinar su vida en el intento. Por lo que podía discernir, los tipos tenían que haberlo confundido con otra persona distinta, muy a pesar de que por sus aseveraciones estaba claro de que sabían de quién se trataba en realidad ¡Tenían que haberse confundido! No había otra respuesta más que justificara aquel tenso encuentro. Era todo demasiado surrealista para que pudiese encontrarle la más mínima lógica. La realidad es que habían intentado asesinarlo y desconocía cuál había sido la razón.
Siguieron a Kumar por las calles y los sinuosos callejones de los Distritos, atravesado alguno de ellos sin cruzarse con ningún otro viandante que pululara a aquellas intempestivas horas por allí. Transitaron por el Distrito Penitente con extremada cautela, intentando no sobresaltar a ninguno de los indigentes apiñados en bultos que se acurrucaban al amparo de estructuras que habían quedado echas cenizas después de las revueltas, sin pisar alguno por equivocación. Por suerte, ninguno de ellos les prestó la más mínima atención cuando pasaron por su lado; ya tenían suficientes problemas con los suyos propios, comprendió. Se adentraron en Distrito Artesano, atravesando el mercado con el mismo tiento y precaución, dirigiéndose hacia el norte de la ciudad y acercándose cada vez más a las murallas. Durante ese largo rato permaneció en un parco silencio, abstraído y sumido en la inopia de su propio desconcierto, sin tener una idea exacta de hacia dónde se dirigían en realidad. En aquella dirección se encontraba Institución, así que quizás, y después de todo, las cosas,sí que se podían poner peor. Maldijo por haberse dejado convencer de venir a los Distritos. Esa era su única certeza. Se había hundido hasta las axilas en la porquería y le iba a ser muy difícil salir de ella por su propia cuenta. Y eso siempre y cuando lo consiguiera, claro.
Barruntó en aquel sinfín de dudas hasta perder la noción del tiempo, zigzagueando entre las calles abrumado por una creciente ansiedad. De pronto Kumar nuevamente hizo que se detuvieran en seco, ordenándoles que se agacharan y mantuvieran el silencio detrás de unos barriles vacios de cerveza. Su cuerpo sudaba a mares mientras impelía a Varsuf a hacer lo mismo que él, visiblemente amedrentado por lo que pudiese acontecer ahora, así que intentó poner toda su atención preguntándose qué había podido alterar a Kumar de aquella manera. Aunque no tenía demasiadas expectativas de poder escuchar nada que fuera relevante para él, su sorpresa fue máxima cuando descubrió que no iba a ser así en aquella ocasión. A los pocos segundos se hizo audible una algazara por delante suyo, algo bastante poco ortodoxo y jodidamente poco alentador dadas las horas que eran. Juraría que se trataba de un grupo bastante grande de personas, las cuales venían a la carrera directamente hacia su posición; imprecando órdenes y escupiendo maldiciones de igual manera. Nuevamente su corazón a punto estuvo de subírsele laringe arriba y sintió como su sangre se le helaba en las venas, sus miembros comenzaron a temblar sin ningún control. «Seguro que han descubierto a esos dos y ahora vienen a por nosotros.» Fue lo único que alcanzó a pensar mientras se aferraba del brazo de Vasuf con tanta fuerza, que hasta temió oírlo crujir como una rama seca. Un grupo considerable de personas pasó a la carrera por enfrente del callejón en donde se parapetaban, no pudo discernir cuantas eran en realidad, pues solo vio al que iba en la avanzadilla, aunque dedujo que eran muchos. Al único que vio vestía completamente de negro y portaba una antorcha en una mano y una espada ensangrentada en la otra, así que estuvo mucho más preocupado en agachar la cabeza a la altura del suelo del terror que le produjo dicha imagen, que la necesidad de averiguar de quienes podían tratarse. La prioridad era garantizar su propia seguridad personal.
Pasados unos minutos en los que no se atrevió ni a pestañear, Kumar les dijo que ya podían incorporarse, su expresión había cambiado por completo pasando de ser ingenua a amarga como la hiel. A él tampoco parecía haberle gustado lo que acababa de contemplar, concluyo tras observarlo durante un rato. Apretaba fuertemente los puños mientras miraba en la dirección que se había perdido aquella muchedumbre enloquecida.
―¿Se puede saber que ha sido eso? ―Preguntó finalmente mientras ayudaba a incorporarse a Varsuf. Por su reacción estaba claro que conocía la respuesta. ―Esos no me parecieron guardias en absoluto. ―destacó ―¿Aún siguen habiendo disturbios en los Distritos?
―Por lo visto algún residuo queda. ―Respondió este sucinto sin tan siquiera mirarlo a los ojos. Su atención seguía puesta en las entrañas del callejón por el que habían desaparecido aquel gentío. Tras un rato de tensa espera añadió sin más. ―Será mejor que sigamos antes de que a esa gente se les ocurra volver por donde han venido.
«¡¿Ese es todo lo que tienes que decir tras un suceso como el que acabamos de contemplar?!» Se preguntó con perplejidad. Después de matar a dos tipos y obligarlo a correr por los Distritos como un proscrito, tras cruzarse con una barahúnda enfurecida de gente enarbolando ensangrentadas espadas y llameantes antorchas por las calles de su ciudad, ¿A él tan solo se le ocurría pedirle que siguieran su camino como si nada? Realmente estaba mucho más loco de lo que pensaba.
―No pienso dar ni un solo paso más hasta que me cuentes que está pasando aquí. ―Le dijo encarándose con él. ―Has estado todo el trayecto respondiéndonos con evasivas que poco o nada, han esclarecido lo que ha sucedido antes en aquel callejón. A pesar de todo, no he querido presionarte hasta encontrar el momento adecuado para sacar nuevamente el tema a coalición, y créeme si te digo que no me ha estado quemando la lengua desde entonces. Pero ahora me doy cuenta de que no tienes ninguna intención de despejar nuestras dudad, ¿Verdad?. Así que tuya es la decisión, o nos explicas de qué va toda esta pesadilla, o ya te puedes ir buscando otro señor al que le guste que lo irriten.
La dura réplica hizo que este se lo quedase mirando con aquella expresión cortante que se le había puesto desde hacía un rato, por su parte no se intimidó y siguió firme en sus convicciones, harto de tanto pretexto por parte suya. Ni de coña pensaba acompañarlo a ningún otro lugar sin saber a que debían de atenerse al menos. El asunto ya era peliagudo de por sí hasta donde él sabía, imaginarse las cotas de demencia que podía alcanzar si llegaba a conocer la verdad, lo asustaban enormemente; pero no podía seguir en la inopia ni por puñetero segundo más. Así que esperó una contestación.
―Realmente no es el momento oportuno de hablar de ello señor, piense que en cualquier instante pueden volver a aparecer eso tipos, y dudo mucho que pueda hacerme cargo de un grupo tan considerable como el que hemos visto. ―Contestó nuevamente con evasivas. ―Estoy seguro de que encontraremos un momento y lugar más apropiado donde poder tratar el tema con más tranquilidad. ¿No le parece?
―¡No, no me parece. Yo decidiré qué momento es el oportuno! ―Retrucó levantando más la voz de lo que había pretendido. Tras echar varias miradas aprensivas en distintas direcciones a la vez, y constar que no habían llamado la atención de ningún indeseable más, inquirió con más tesón. ―No me volveré a repetir Kumar ¿Quiénes eran los que han pasado?
No apreció ninguna reacción destacable en él tras su estallido. Sabía que su determinación flaquearía de un momento a otro, pues nunca había sido un persona de carácter fuerte se podría decir, y sabía que no iba a empezar ahora. Aunque la inquietud que lo estaba devorando por dentro no dejaba mucho margen para la elección, se dijo. Así que hizo de tripas corazón y apretó sus nalgas mientras esperaba a que este se decidiera contestarle. Después de unos pocos segundos donde ambos se mantuvieron las miradas y Varsuf seguía observando detenidamente la fachada de enfrente, finalmente este desistió.
―Ese grupo de indeseables que acaba de ver pasar, se hacen llamar los Incondicionales. ―dijo masticando cada una de las silabas. ―Simplemente ignoremos lo que hemos visto y sigamos con nuestro camino.
«Un segundo…»
Quedó absorto reflexionando sobre aquella información. No lograba averiguar dónde, pero en algún lugar había leído algo sobre un grupo con un nombre similar. Se devanó los sesos, pero la información si es que estaba en su memoria, se agazapaba en un lugar inalcanzable para él «Los Incondicionales» Sin lugar a dudas que le sonaban, tan solo tenía que recapitular hasta el momento adecuado para recordarlo. Mientras tanto le preguntó.
―Antes aclárame esto ¿Qué pretenden esos Incondicionales cargando como dementes por las calles de los Distritos y armados completamente hasta los dientes? Por tu gesto, cualquiera diría que están a punto de iniciar una guerra en las calles de nuestra ciudad.
Aquella última aseveración hizo que Kumar, por primera vez durante aquella noche, reflejara un atisbo de inseguridad en su expresión, lo que desde luego le cogió por sorpresa. No esperaba que después de lo que había visto hacer a aquel hombre durante aquel cortísimo periodo, acabara tornándose dubitativo ante un razonamiento que carecía por completo de lógica. ¿Quién sería tan lunático de iniciar una guerra contra una de las ciudades más prosperas y más bien protegidas de la región? Era un suicidio en toda regla.
―Perdone señor, pero no se qué quiere decir con eso. ―le respondió al rato. Aunque no le pasó desapercibido como este tragaba saliva por segunda vez.
Decidió insistir.
―Digo que es más que evidente que hay algo que nos omites sobre todo este truculento suceso. ―Tras observar a Varsuf tuvo que corregirse. ―Bueno, al menos que no me estas contando a mí, ya que este aun no ha vuelto con nosotros. ―dijo tras sacudirlo un poco haber si de alguna forma lograba que reaccionase. No obtuvo resultado alguno. Suspiró. ―En fin, quiero que me respondas. ¿Qué es lo que buscan esos tipos?
Después de otro momento de vacilación, finalmente reconoció.
―Lo están buscando a usted señor.
Lo miró como si le acabara de decir que era el fruto de la unión entre un unicornio y una bailarina Sarmansadí. «¡Pero qué demonios…»
―¿Piensas… ¿Dices… ¿Estas insinuando que ese tropel de personas va en pos mío? ―Le preguntó escandalizado y horrorizado a la par. Su expresión dura como el pan seco no mostraba ningún signo de sarcasmo, pudo comprobar. Se le hizo un nudo en la garganta. ―No puedes estar hablando en serio. ¡¿Qué narices pueden querer esos barbaros de mí?!
Antes de que Kumar pudiese contestar, escuchó nuevamente el rumor de gente que se les aproximaba. Ahora sin duda no era momento de seguir plantados allí como geranios, decidió. Tenían que encontrar otro lugar donde debatir con más tranquilidad todas las sandeces que se habían dicho durante el transcurso de esa noche, se dijo, solo en caso de que Kumar no estuviese errado. Maldijo su mala fortuna antes de agarrar nuevamente del brazo al catatónico Varsuf y decir con sequedad.
―Mejor déjalo y guíanos hacia el maldito paso subterráneo, ya tendremos tiempo más tarde para hablar de lo que me acabas de contar.
―Pues lo que yo le decía ¿No?
«¡Se puede saber que he hecho yo para merecerme esto!»
Kumar nuevamente reanudó la marcha mientras él lo seguía con un mohín en la expresión. Aquella iba ser una larga noche.
CONTINUARÁ.....
Ven, ven, quienquiera que seas;
Seas infiel, idólatra o pagano, ven
ESTE no es un lugar de desesperación
Incluso si has roto tus votos cientos de veces, aún ven!
(Yalal Ad-Din Muhammad Rumi)