11/05/2015 10:07 AM
Buenas compañeros, pues ya estamos aquí con la última parte del capitulo de Delirio. Armen y Varsuf se encuentran en una encrucijada estando en los Distritos, Medar acaba con sus visitantes mientras se pregunta que ocurrirá a continuación, el Consejo ha sido masacrado y una nueva amenaza asola la ciudad; Sarosh parece que desconoce la que se le viene encima. Espero que en este capitulo se revelen algunos datos de interés y se resuelvan muchas de las dudas que se en los capítulos anteriores (al menos alguna XD)
DELIRIO (Cuarta Parte)
Dio un paso fuera del cubículo donde había estado encerrado durante todos esos años, no lo hizo sentirse liberado en absoluto, sino más bien todo lo contrario en realidad. Aquellas húmedas paredes durante largo tiempo habían sido su refugio, su santuario, lo habían acompañado tanto en los malos momentos como en los no tan malos, acogiéndole en su vientre como uno de ellos más. Contempló la celda que abandonaba y el macabro regalo que dejaba en ella. Las paredes estaban teñidas con la sangre de aquellos tres, del techo aún caían algunas gotas, los cuerpos medio desmembrados no desentonaban ni un poco en aquella visión de pesadilla. Lo había vuelto hacer…
«¡¿No te parece maravilloso?!» Dijo de pronto Ashur, excitado como un mocoso al que le nace su primer pelo en la barbilla. «Ni te imaginas que recuerdos tan entrañables me traen este dulce y a la vez acre olor a oxido»
Decidió ignorar su regocijo por el momento, nunca le había ocultado el deleite que le producían las carnicerías de ese tipo, y mucho menos daba la impresión de tener intención de empezar ahora a tener conciencia propia. Miró hacia ambos lados del pabellón, no vio nada ni a nadie que le diese el alto, en realidad, parecía inusitadamente más vacío de lo normal.
Así que avanzó.
La galería estaba compuesta de seis bloques, separados unos de otros por macizas paredes de piedra. Cada uno de esos bloques tenía dos pisos de altura y un pasillo central que los cruzaba hasta un portón final. Las celdas quedaban a ambos lados de dicho pasillo, seis por cada piso, repartidas en celdas de tres a cada lado del corredor. Muchos Prácticos se referían a ella como la colmena, y dada la configuración de su estructura y el uso que se le daba, no pudo más que estar de acuerdo con lo acertado del calificativo. En cualquier caso, últimamente no habían transferido a demasiada gente a aquella ala de Institución, no recordaba cuando fue al último tipo que vio entrar en la galería, así que dedujo que era normal que prácticamente estuviese completamente vacía.
Al llegar al final del pasillo y empujar la oxidada puerta de hierro que le cerraba el paso, comprobó que esta cedía con sorprendente facilidad. Al abrirla, con el consiguiente sonido estridente y delatador, halló los cuerpos de un par de celadores clavados a ambos lados del portón; su apariencia era de estar haciendo eterna guardia a pesar de muertos. Vio que se habían ensañado con ellos a conciencia, pues tenían tajos y heridas tanto en brazos como en pies, y para más inri, les habían arrancado los ojos dejando a la vista dos cuencas vacías que aún derramaban un reguero de sangre que corría libremente por sus mejillas. Los contempló con la indiferencia de quien ha visto atrocidades mucho peores para después seguir por el camino que lo llevó al siguiente pasillo. Dio con varios cuerpos más en ese corto espacio de tiempo. Otro celador había sido arrastrado hacia una de las esquinas que estaban sumidas en una imperecedera oscuridad, la patina de sangre marcaba claramente la dirección del camino por el que había sido arrastrado. Más adelante, un par de Prácticos que concluyó fueron cogidos por sorpresa, descansaban como sacos de avena reclinados sobre la mesa de la habitación de guardia, mientras veía las como las astas de los dardos de ballesta clavados profundamente en sus carnes, empapaban sus guerreras con el fluido vital que aún escapaba de sus heridas.
«¡La hostia!» Exclamó Ashur tras observar el sangriento trabajo que habían hecho. «Sí al final resultará que no eran tan inútiles como parecían los muy cretinos. Es una pena que no nos hubiésemos conocido en otras circunstancias, pienso que nos hubiésemos llevado la mar de bien»
―Estoy seguro de ello. ―Gruñó con un deje de inapetencia en su voz mientras meditaba sobre lo acontecido. Esa forma de actuar de los Incondicionales le resultaba muy confusa.
Siguió por el pasillo de la derecha, y subió por unas escaleras hasta una planta superior, estas lo llevarían directamente a la galería Nº2, un lugar en el que la seguridad solía ser más relajada. Tampoco vio nadie custodiando aquel acceso, lo que al fin y al cabo no le sorprendió.
¿Realmente ese extravagante trío había logrado burlar toda la seguridad de Institución? No era algo sencillo de conseguir, más si conocías de antemano las instalaciones en la que estaban y para que era utilizado el lugar. Que desde luego lo suyo era un caso totalmente particular, no hacía falta ni mencionarlo. Pero que aquel incongruente grupo de Incondicionales hubiese logrado acceder hasta su celda sin dar la más mínima voz de alarma, era un motivo de preocupación sin lugar a dudas. Estaba completamente seguro de que no habían logrado franquear todas las defensas por sí solos, no con la poca sutileza de la que hicieron gala en su pequeño encuentro anterior. Alguien tenía que haberlos ayudado a infiltrarse y darles pábulo para aquella suicida gestión. Era la conclusión más natural, pero ¿Paraqué? Él conocía bien la organización a la que pertenecían, y cuáles eran las perniciosas creencias que promulgaban sus líderes en la más recóndita oscuridad. En realidad, siempre fueron un hatajo de patanes disgregados y muy poco organizados, los cuales, solo se dedicaba a compartir herejías con quien quisiera escucharlos; de ahí que fueran muy pocos sus seguidores. Así que asaltar Institución no era precisamente un acto que pudieran acometer sin comprometer a su sincopado grupo. Por lo que pensó, que quizás fuese posible que en realidad sus Hermanossí que hubieran vuelto a aparecer. Le resultaba una idea incomoda y demencial, ¿Pero de qué más podría tratarse si no? Probablemente no debía de haberse dejado llevar hasta el punto de desgajarlos en piezas, tendría que haberse asegurado de que la información que había oído fuera cierta. Debería de haberse contenido.
«Pues preveo una no muy lejana reunión familiar» Contempló Ashur. Aunque en esta ocasión sin ningún deje de sarcasmo en el tono de su voz.
Los dos sabían perfectamente a que debían de atenerse en el caso de que dieran con ellos.
―Pues espero que cuanto más tarde se dé dicha situación, mejor ¿No crees? ―Retrucó.
«Supongo que eso sería lo más prudente»
―Entonces deja de agobiarme y salgamos de aquí de una maldita vez.
Recorrió también esa galería, preguntándose qué más cosas podía depararle el día, después de tantos años de inactividad, casi ya no recordaba el sol calentando su rostro, ni la brisa que acariciando su piel en aquellas frescas tardes, casi ya no recordaba el sabor del dulce vino que deleitaba su paladar y calentaba su estomago, como también casi había logrado olvidar quien había sido mucho tiempo atrás. Ahora se abría la posibilidad de que todo comenzara de nuevo y todas aquellas agradables expectativas se fueran al traste. No tardó en sentirse furioso.
De pronto percibió que en la sala posterior a la que se encontraba, había un grupo de personas hablando con total normalidad, por su acento, parecían ser compañeros del trío anterior. Resopló de hastío. Definitivamente no eran solo unos pocos idiotas los que habían acudido a aquel lugar, con lo que también debería darles el mismo trato que a sus compañeros. Como buen anfitrión que era, no iba a reparar en gastos.
«Uno nunca debe dejar de lado su hospitalidad» recitó Ashur como si fuera uno de esos pomposos filósofos de la antigüedad.
Respiró hondo y abrió el portón de golpe, sorprendiendo a un pequeño grupo de cinco que se acorrucaban en corrillo mientras jugaban una entretenida partida de dados. Al verlo entrar con tal vehemencia por la puerta, los sobresaltó de tal manera que algunos estuvieron a punto de salir despedíos de sus jubones. No les dio tiempo a reaccionar, pues seguramente cuando se recuperasen del sobresalto no se dedicarían a conversar con él. Así que salto encima del primero de ellos como una centella, agarrando su cabeza en medio del proceso para estamparla contra la pared de enfrente, oyó su cráneo romperse tras el impacto «Uno menos» contabilizó Ashur. Seguidamente soltó una patada frontal al tipo que se encontraba inmediatamente delante de él, impactando con el talón de su pie desnudo en medio de su cara, eso hizo que este rodara varios metros atrás mientras se retorcía de dolor.
Durante ese lapso de tiempo, el trió restante, se incorporó mientras desenfundaban sus armas e intentaban rodearlo amenazantes.
―¡¿Y quién diablos es este?¡ ―Dijo un tipo narigudo y con la tez repleta de incontables pecas.
―Y eso que importa ahora, habéis visto lo que acaba de hacerle a Midos y Khalem ¿No? ¡Acabemos con él de inmediato! ―Dijo otro tipo con una cicatriz que le cruzaba prácticamente del ojo derecho hasta el mentón. Seguido le lanzó una estocada.
Finto hacia su derecha, dejando pasar la punta del arma inherente por el costado, agarro la muñeca de su atacante y se la retorció, encarando la punta de la espada hacia su persona, luego simplemente empujó y lo ensartó con ella. El tipo gorgojeó y calló doblado sobre sí mismo, con su cara en el suelo mirando hacia un lado sin vida, y aún apoyado sobre la empuñadura; con lo que su cuerpo quedó en una postura bastante poco varonil.
«Allí va el segundo»
―¡Maldito desgraciado de ojos amarillos! ―Lo embistió un tercero con la cara crispada por el odio. En una mano aferraba fuertemente una daga y en la otra una espada corta.
Recibió el ataque de frente con una sonrisa en la expresión, mientras que justo en el último instante se echaba al suelo y alzaba su pierna a la altura de sus testículos. La propia inercia del tipo acabó por hacer la faena; casi pudo oír como estos crujían como huevos de codorniz. Mientras caía al suelo sujetándose sus partes, él de un impulso se puso nuevamente en pie, agarró la espada que el tipo que desde luego no iba a volver a tener la oportunidad de usar, y con un único y rápido movimiento le soltó una certera estocada que entro por la nuca de su atacante y salió seguido por la boca, acabando con su sufrimiento en el acto. Advirtió como algunos trozos de dientes salían despedidos en simultáneas direcciones a la vez. El tipo quedó clavado en el suelo como un insecto diseccionado.
«He aquí el tercero»
―Puedes dejar de hacer eso de una puñetera vez ―Le increpó a Ashur. ―Ya sabes cuánto me irrita.
Siempre sucedía lo mismo cuando no lo dejaba participar de una trifulca, a pesar de saber que se nutría de la violencia gratuita, no estaba en aquel momento de humor para darle el gusto.
El primero que había hablado que quedó helado en frente de él, temblando como un potrillo recién nacido que aún no se había acostumbrado a apoyarse sobre sus patas. Sus ojos desorbitados lo miraban dilatados por un miedo visceral. Mirándolo a su vez en todo momento a sus ojos, recogió la daga que se le había caído al último de sus atacantes y, tan siquiera echar una solapada mirada hacia atrás, lo lanzó hacia el individuo anterior que recibió la patada en toda la cara y ahora hacia todo lo posible por incorporarse, alcanzándolo justo en medio de su frente. El tipo cayó desmadejado en el lugar.
Volvió a sonreírle al único que quedaba.
―Creo que solo quedamos tu y yo. ―le dijo como si no fuese harto evidente. ―Así que supongo que no te importará contestarme algunas preguntas ¿Verdad?
El tipo no contestó, pero no porque no quisiera, era solo que se había quedado mudo del espanto.
―A ver ¿Quién os ha enviado a por mí, el viejo Shapur?
El tipo seguía mirándolo aún embobado y con el arma presta en la mano.
―Te aconsejo que me contestes ―insistió mirándolo fijamente a los ojos. ―, pues no destaco precisamente por mi paciencia.
El tipo desvió la vista para ver lo que quedaba de sus compañeros y tragó saliva, luego asintió levemente con la cabeza.
―¿Y qué es lo que quiere es maldito idiota ahora de mi? ―Inquirió.
El hombre volvió a mirarlo cohibido, como un ratón que queda atrapado en un callejón sin salida con un enorme gato corriendo en pos de él. Entornó sus ojos mientras endurecía su expresión.
―¡Creo que quiere entregarte como ofrenda a uno de los Barones de nuestra sagrada orden, es lo único que sé! ―Se apresuró a contestar.
―¿Te refieres a uno de los doce Apóstoles? ―preguntó con un deje de sarcasmo en su voz. A pesar de ello, comenzaba a estar más convencido a cada rato que pasaba, que la historia nuevamente se iba a repetir.
El hombre asintió enérgicamente con la cabeza.
―¿Cómo es posible eso sí hace muchas décadas que fueron desterrados de este mundo?
―Nuestro Señor Shapur ha logrado durante estos años reunir los pedazos que se habían esparcido por todo el circulo del mundo de uno de ellos, tras el ritual, ha logrado su parcial resurrección.
La cosa aún no pintaba tan mal como pensaba, pues al menos no eran todos los que estaban pululando de nuevo por estas tierras, pero solo la mera idea de que uno de ellos estuviese a punto de regresar, le hacía maldecir a todos y cada uno de sus dioses.
―Entiendo. ¿Y cuál de los Apóstoles es al que ha tenido el gusto de encontrar?
Aquella pregunta lo dejó dubitativo, mirándose sus pies, finalmente cogió aire y respondió.
―Se trata de Asral.
«Bueno, podría ser peor» Contempló Ashur.
Cierto que podía serlo, se dijo, pero no por ello la situación tenía un cariz mejor. Sí realmente sus Hermanos habían vuelto a la vida, esta se iba a teñir de sangre, ira y dolor. La sociedad como la conocían acabaría por desvanecerse; como ya habían intentado una vez en tiempos pasados. Odiaba admitirlo, pero necesitaba ayuda si quería hacer algo al respecto, solo que después de dos décadas, no estaba muy seguro como sería recibido.
―¿A parte de vosotros y los imbéciles que me han visitado en mi celda, cuantos más de los tuyos habéis venido a la ciudad?
El tipo se arrugó ante esa pregunta sin contestar. Se aproximó un poquito más a él y volvió a preguntar.
―¿Cuántos?
―¡Solo nosotros ―dijo poniendo su espada enfrente. ―, solo hemos venido nosotros!
«Miente peor que un vendedor ambulante»
Se acercó otro paso más a él. Su espada parecía echa de mantequilla en sus manos.
―Será mejor que me digas la verdad muchacho, empiezo a cansarme de este juego. ¿Cuántos? ―Inquirió de nuevo.
Este tragó saliva, él izo ademan de avanzar de nuevo.
―¡Una pelotón de dos mil hombres! ―se apresuró a responder mientras tiraba el arma al suelo y levantaba sus brazos en el aire. ―Por favor no me mates, te diré todo lo que quieras saber, pero no me mates.
¡Dos mil hombres! Aquello era sin duda algo fuera de lo común. No se habría preocupado tanto de esa información si no fuera por el hecho de que habían logrado introducirse en Institución para cazarlo y entregarlo a uno de sus falsos profetas para su deleite. Lo que quería decir: o que la guardia de la ciudad no estaba por su labor y dos mil paganos venidos de todas partes del círculo del mundo estaban infiltrados en la ciudad, o que algo mucho peor se estaba fraguando en las tinieblas.
―¿Cómo diablos habéis logrado cruzar la muralla dos mil de vosotros sin que nadie haya dado la voz de alarma? ―su entrecejo estaba completamente fruncido.
―No todos han logrado entrar, aún, aunque muchos de nuestro hermanos ya estaban dentro mucho tiempo atrás. Tan solo esperamos la señal del Marakai para que se dé comienzo con el asedio a la ciudad.
Incluso ya tienen a un Merakai, contempló con sorpresa. Entonces las cosas sí que iban a poner feas de verdad. Un Merakai era uno de los entes que se podían encontrar en Las Siete Capas del Infierno, concretamente en la segunda capa. Este ente se dedicaba a expulsar el alma del cuerpo de su huésped para así ocupar en su lugar el cascarón que quedaba vacio. Era un ser extremadamente peligroso y escurridizo, conspirador, y con la fuerza de varios hombres.
―¿Y Por quién diablos se está haciendo pasar ese Marakai? ―antes de que el tipo pudiese contestarle con alguna evasiva, concluyó ―Y será mejor que ahora te pienses bien tu respuesta, pues si noto por un solo segundo que me mientes…
―¡El Electo Serkussak, se trata del Electo Sercussak!
«Diría que también van a por el chaval» concluyó Ashur.
¡Maldita sea! No podía dejar que ese Jodido ser hiciese lo que le viniese a su antojo.
―Has sido de mucha ayuda la información, y te lo agradezco. ―le dijo finalmente al tipo antes de convertirse en un borrón y aparecer justo en frente de él, agárralo de la cabeza con ambas manos y apretar hasta que esta estalló como una calabaza. ―Espero que comprendas que no podía dejarte vivo. ―concluyó mientras dejaba caer ante sus
FIN.
Bueno aquí concluye el capitulo de DELIRIO, espero que os guste, sino estaré encantado de recibir las criticas, sartenazos y tomatazos que tengáis a mano. Un saludo y nos leemos.
DELIRIO (Cuarta Parte)
Dio un paso fuera del cubículo donde había estado encerrado durante todos esos años, no lo hizo sentirse liberado en absoluto, sino más bien todo lo contrario en realidad. Aquellas húmedas paredes durante largo tiempo habían sido su refugio, su santuario, lo habían acompañado tanto en los malos momentos como en los no tan malos, acogiéndole en su vientre como uno de ellos más. Contempló la celda que abandonaba y el macabro regalo que dejaba en ella. Las paredes estaban teñidas con la sangre de aquellos tres, del techo aún caían algunas gotas, los cuerpos medio desmembrados no desentonaban ni un poco en aquella visión de pesadilla. Lo había vuelto hacer…
«¡¿No te parece maravilloso?!» Dijo de pronto Ashur, excitado como un mocoso al que le nace su primer pelo en la barbilla. «Ni te imaginas que recuerdos tan entrañables me traen este dulce y a la vez acre olor a oxido»
Decidió ignorar su regocijo por el momento, nunca le había ocultado el deleite que le producían las carnicerías de ese tipo, y mucho menos daba la impresión de tener intención de empezar ahora a tener conciencia propia. Miró hacia ambos lados del pabellón, no vio nada ni a nadie que le diese el alto, en realidad, parecía inusitadamente más vacío de lo normal.
Así que avanzó.
La galería estaba compuesta de seis bloques, separados unos de otros por macizas paredes de piedra. Cada uno de esos bloques tenía dos pisos de altura y un pasillo central que los cruzaba hasta un portón final. Las celdas quedaban a ambos lados de dicho pasillo, seis por cada piso, repartidas en celdas de tres a cada lado del corredor. Muchos Prácticos se referían a ella como la colmena, y dada la configuración de su estructura y el uso que se le daba, no pudo más que estar de acuerdo con lo acertado del calificativo. En cualquier caso, últimamente no habían transferido a demasiada gente a aquella ala de Institución, no recordaba cuando fue al último tipo que vio entrar en la galería, así que dedujo que era normal que prácticamente estuviese completamente vacía.
Al llegar al final del pasillo y empujar la oxidada puerta de hierro que le cerraba el paso, comprobó que esta cedía con sorprendente facilidad. Al abrirla, con el consiguiente sonido estridente y delatador, halló los cuerpos de un par de celadores clavados a ambos lados del portón; su apariencia era de estar haciendo eterna guardia a pesar de muertos. Vio que se habían ensañado con ellos a conciencia, pues tenían tajos y heridas tanto en brazos como en pies, y para más inri, les habían arrancado los ojos dejando a la vista dos cuencas vacías que aún derramaban un reguero de sangre que corría libremente por sus mejillas. Los contempló con la indiferencia de quien ha visto atrocidades mucho peores para después seguir por el camino que lo llevó al siguiente pasillo. Dio con varios cuerpos más en ese corto espacio de tiempo. Otro celador había sido arrastrado hacia una de las esquinas que estaban sumidas en una imperecedera oscuridad, la patina de sangre marcaba claramente la dirección del camino por el que había sido arrastrado. Más adelante, un par de Prácticos que concluyó fueron cogidos por sorpresa, descansaban como sacos de avena reclinados sobre la mesa de la habitación de guardia, mientras veía las como las astas de los dardos de ballesta clavados profundamente en sus carnes, empapaban sus guerreras con el fluido vital que aún escapaba de sus heridas.
«¡La hostia!» Exclamó Ashur tras observar el sangriento trabajo que habían hecho. «Sí al final resultará que no eran tan inútiles como parecían los muy cretinos. Es una pena que no nos hubiésemos conocido en otras circunstancias, pienso que nos hubiésemos llevado la mar de bien»
―Estoy seguro de ello. ―Gruñó con un deje de inapetencia en su voz mientras meditaba sobre lo acontecido. Esa forma de actuar de los Incondicionales le resultaba muy confusa.
Siguió por el pasillo de la derecha, y subió por unas escaleras hasta una planta superior, estas lo llevarían directamente a la galería Nº2, un lugar en el que la seguridad solía ser más relajada. Tampoco vio nadie custodiando aquel acceso, lo que al fin y al cabo no le sorprendió.
¿Realmente ese extravagante trío había logrado burlar toda la seguridad de Institución? No era algo sencillo de conseguir, más si conocías de antemano las instalaciones en la que estaban y para que era utilizado el lugar. Que desde luego lo suyo era un caso totalmente particular, no hacía falta ni mencionarlo. Pero que aquel incongruente grupo de Incondicionales hubiese logrado acceder hasta su celda sin dar la más mínima voz de alarma, era un motivo de preocupación sin lugar a dudas. Estaba completamente seguro de que no habían logrado franquear todas las defensas por sí solos, no con la poca sutileza de la que hicieron gala en su pequeño encuentro anterior. Alguien tenía que haberlos ayudado a infiltrarse y darles pábulo para aquella suicida gestión. Era la conclusión más natural, pero ¿Paraqué? Él conocía bien la organización a la que pertenecían, y cuáles eran las perniciosas creencias que promulgaban sus líderes en la más recóndita oscuridad. En realidad, siempre fueron un hatajo de patanes disgregados y muy poco organizados, los cuales, solo se dedicaba a compartir herejías con quien quisiera escucharlos; de ahí que fueran muy pocos sus seguidores. Así que asaltar Institución no era precisamente un acto que pudieran acometer sin comprometer a su sincopado grupo. Por lo que pensó, que quizás fuese posible que en realidad sus Hermanossí que hubieran vuelto a aparecer. Le resultaba una idea incomoda y demencial, ¿Pero de qué más podría tratarse si no? Probablemente no debía de haberse dejado llevar hasta el punto de desgajarlos en piezas, tendría que haberse asegurado de que la información que había oído fuera cierta. Debería de haberse contenido.
«Pues preveo una no muy lejana reunión familiar» Contempló Ashur. Aunque en esta ocasión sin ningún deje de sarcasmo en el tono de su voz.
Los dos sabían perfectamente a que debían de atenerse en el caso de que dieran con ellos.
―Pues espero que cuanto más tarde se dé dicha situación, mejor ¿No crees? ―Retrucó.
«Supongo que eso sería lo más prudente»
―Entonces deja de agobiarme y salgamos de aquí de una maldita vez.
Recorrió también esa galería, preguntándose qué más cosas podía depararle el día, después de tantos años de inactividad, casi ya no recordaba el sol calentando su rostro, ni la brisa que acariciando su piel en aquellas frescas tardes, casi ya no recordaba el sabor del dulce vino que deleitaba su paladar y calentaba su estomago, como también casi había logrado olvidar quien había sido mucho tiempo atrás. Ahora se abría la posibilidad de que todo comenzara de nuevo y todas aquellas agradables expectativas se fueran al traste. No tardó en sentirse furioso.
De pronto percibió que en la sala posterior a la que se encontraba, había un grupo de personas hablando con total normalidad, por su acento, parecían ser compañeros del trío anterior. Resopló de hastío. Definitivamente no eran solo unos pocos idiotas los que habían acudido a aquel lugar, con lo que también debería darles el mismo trato que a sus compañeros. Como buen anfitrión que era, no iba a reparar en gastos.
«Uno nunca debe dejar de lado su hospitalidad» recitó Ashur como si fuera uno de esos pomposos filósofos de la antigüedad.
Respiró hondo y abrió el portón de golpe, sorprendiendo a un pequeño grupo de cinco que se acorrucaban en corrillo mientras jugaban una entretenida partida de dados. Al verlo entrar con tal vehemencia por la puerta, los sobresaltó de tal manera que algunos estuvieron a punto de salir despedíos de sus jubones. No les dio tiempo a reaccionar, pues seguramente cuando se recuperasen del sobresalto no se dedicarían a conversar con él. Así que salto encima del primero de ellos como una centella, agarrando su cabeza en medio del proceso para estamparla contra la pared de enfrente, oyó su cráneo romperse tras el impacto «Uno menos» contabilizó Ashur. Seguidamente soltó una patada frontal al tipo que se encontraba inmediatamente delante de él, impactando con el talón de su pie desnudo en medio de su cara, eso hizo que este rodara varios metros atrás mientras se retorcía de dolor.
Durante ese lapso de tiempo, el trió restante, se incorporó mientras desenfundaban sus armas e intentaban rodearlo amenazantes.
―¡¿Y quién diablos es este?¡ ―Dijo un tipo narigudo y con la tez repleta de incontables pecas.
―Y eso que importa ahora, habéis visto lo que acaba de hacerle a Midos y Khalem ¿No? ¡Acabemos con él de inmediato! ―Dijo otro tipo con una cicatriz que le cruzaba prácticamente del ojo derecho hasta el mentón. Seguido le lanzó una estocada.
Finto hacia su derecha, dejando pasar la punta del arma inherente por el costado, agarro la muñeca de su atacante y se la retorció, encarando la punta de la espada hacia su persona, luego simplemente empujó y lo ensartó con ella. El tipo gorgojeó y calló doblado sobre sí mismo, con su cara en el suelo mirando hacia un lado sin vida, y aún apoyado sobre la empuñadura; con lo que su cuerpo quedó en una postura bastante poco varonil.
«Allí va el segundo»
―¡Maldito desgraciado de ojos amarillos! ―Lo embistió un tercero con la cara crispada por el odio. En una mano aferraba fuertemente una daga y en la otra una espada corta.
Recibió el ataque de frente con una sonrisa en la expresión, mientras que justo en el último instante se echaba al suelo y alzaba su pierna a la altura de sus testículos. La propia inercia del tipo acabó por hacer la faena; casi pudo oír como estos crujían como huevos de codorniz. Mientras caía al suelo sujetándose sus partes, él de un impulso se puso nuevamente en pie, agarró la espada que el tipo que desde luego no iba a volver a tener la oportunidad de usar, y con un único y rápido movimiento le soltó una certera estocada que entro por la nuca de su atacante y salió seguido por la boca, acabando con su sufrimiento en el acto. Advirtió como algunos trozos de dientes salían despedidos en simultáneas direcciones a la vez. El tipo quedó clavado en el suelo como un insecto diseccionado.
«He aquí el tercero»
―Puedes dejar de hacer eso de una puñetera vez ―Le increpó a Ashur. ―Ya sabes cuánto me irrita.
Siempre sucedía lo mismo cuando no lo dejaba participar de una trifulca, a pesar de saber que se nutría de la violencia gratuita, no estaba en aquel momento de humor para darle el gusto.
El primero que había hablado que quedó helado en frente de él, temblando como un potrillo recién nacido que aún no se había acostumbrado a apoyarse sobre sus patas. Sus ojos desorbitados lo miraban dilatados por un miedo visceral. Mirándolo a su vez en todo momento a sus ojos, recogió la daga que se le había caído al último de sus atacantes y, tan siquiera echar una solapada mirada hacia atrás, lo lanzó hacia el individuo anterior que recibió la patada en toda la cara y ahora hacia todo lo posible por incorporarse, alcanzándolo justo en medio de su frente. El tipo cayó desmadejado en el lugar.
Volvió a sonreírle al único que quedaba.
―Creo que solo quedamos tu y yo. ―le dijo como si no fuese harto evidente. ―Así que supongo que no te importará contestarme algunas preguntas ¿Verdad?
El tipo no contestó, pero no porque no quisiera, era solo que se había quedado mudo del espanto.
―A ver ¿Quién os ha enviado a por mí, el viejo Shapur?
El tipo seguía mirándolo aún embobado y con el arma presta en la mano.
―Te aconsejo que me contestes ―insistió mirándolo fijamente a los ojos. ―, pues no destaco precisamente por mi paciencia.
El tipo desvió la vista para ver lo que quedaba de sus compañeros y tragó saliva, luego asintió levemente con la cabeza.
―¿Y qué es lo que quiere es maldito idiota ahora de mi? ―Inquirió.
El hombre volvió a mirarlo cohibido, como un ratón que queda atrapado en un callejón sin salida con un enorme gato corriendo en pos de él. Entornó sus ojos mientras endurecía su expresión.
―¡Creo que quiere entregarte como ofrenda a uno de los Barones de nuestra sagrada orden, es lo único que sé! ―Se apresuró a contestar.
―¿Te refieres a uno de los doce Apóstoles? ―preguntó con un deje de sarcasmo en su voz. A pesar de ello, comenzaba a estar más convencido a cada rato que pasaba, que la historia nuevamente se iba a repetir.
El hombre asintió enérgicamente con la cabeza.
―¿Cómo es posible eso sí hace muchas décadas que fueron desterrados de este mundo?
―Nuestro Señor Shapur ha logrado durante estos años reunir los pedazos que se habían esparcido por todo el circulo del mundo de uno de ellos, tras el ritual, ha logrado su parcial resurrección.
La cosa aún no pintaba tan mal como pensaba, pues al menos no eran todos los que estaban pululando de nuevo por estas tierras, pero solo la mera idea de que uno de ellos estuviese a punto de regresar, le hacía maldecir a todos y cada uno de sus dioses.
―Entiendo. ¿Y cuál de los Apóstoles es al que ha tenido el gusto de encontrar?
Aquella pregunta lo dejó dubitativo, mirándose sus pies, finalmente cogió aire y respondió.
―Se trata de Asral.
«Bueno, podría ser peor» Contempló Ashur.
Cierto que podía serlo, se dijo, pero no por ello la situación tenía un cariz mejor. Sí realmente sus Hermanos habían vuelto a la vida, esta se iba a teñir de sangre, ira y dolor. La sociedad como la conocían acabaría por desvanecerse; como ya habían intentado una vez en tiempos pasados. Odiaba admitirlo, pero necesitaba ayuda si quería hacer algo al respecto, solo que después de dos décadas, no estaba muy seguro como sería recibido.
―¿A parte de vosotros y los imbéciles que me han visitado en mi celda, cuantos más de los tuyos habéis venido a la ciudad?
El tipo se arrugó ante esa pregunta sin contestar. Se aproximó un poquito más a él y volvió a preguntar.
―¿Cuántos?
―¡Solo nosotros ―dijo poniendo su espada enfrente. ―, solo hemos venido nosotros!
«Miente peor que un vendedor ambulante»
Se acercó otro paso más a él. Su espada parecía echa de mantequilla en sus manos.
―Será mejor que me digas la verdad muchacho, empiezo a cansarme de este juego. ¿Cuántos? ―Inquirió de nuevo.
Este tragó saliva, él izo ademan de avanzar de nuevo.
―¡Una pelotón de dos mil hombres! ―se apresuró a responder mientras tiraba el arma al suelo y levantaba sus brazos en el aire. ―Por favor no me mates, te diré todo lo que quieras saber, pero no me mates.
¡Dos mil hombres! Aquello era sin duda algo fuera de lo común. No se habría preocupado tanto de esa información si no fuera por el hecho de que habían logrado introducirse en Institución para cazarlo y entregarlo a uno de sus falsos profetas para su deleite. Lo que quería decir: o que la guardia de la ciudad no estaba por su labor y dos mil paganos venidos de todas partes del círculo del mundo estaban infiltrados en la ciudad, o que algo mucho peor se estaba fraguando en las tinieblas.
―¿Cómo diablos habéis logrado cruzar la muralla dos mil de vosotros sin que nadie haya dado la voz de alarma? ―su entrecejo estaba completamente fruncido.
―No todos han logrado entrar, aún, aunque muchos de nuestro hermanos ya estaban dentro mucho tiempo atrás. Tan solo esperamos la señal del Marakai para que se dé comienzo con el asedio a la ciudad.
Incluso ya tienen a un Merakai, contempló con sorpresa. Entonces las cosas sí que iban a poner feas de verdad. Un Merakai era uno de los entes que se podían encontrar en Las Siete Capas del Infierno, concretamente en la segunda capa. Este ente se dedicaba a expulsar el alma del cuerpo de su huésped para así ocupar en su lugar el cascarón que quedaba vacio. Era un ser extremadamente peligroso y escurridizo, conspirador, y con la fuerza de varios hombres.
―¿Y Por quién diablos se está haciendo pasar ese Marakai? ―antes de que el tipo pudiese contestarle con alguna evasiva, concluyó ―Y será mejor que ahora te pienses bien tu respuesta, pues si noto por un solo segundo que me mientes…
―¡El Electo Serkussak, se trata del Electo Sercussak!
«Diría que también van a por el chaval» concluyó Ashur.
¡Maldita sea! No podía dejar que ese Jodido ser hiciese lo que le viniese a su antojo.
―Has sido de mucha ayuda la información, y te lo agradezco. ―le dijo finalmente al tipo antes de convertirse en un borrón y aparecer justo en frente de él, agárralo de la cabeza con ambas manos y apretar hasta que esta estalló como una calabaza. ―Espero que comprendas que no podía dejarte vivo. ―concluyó mientras dejaba caer ante sus
- pies lo que aún quedaba de él.
«Me desconciertas Medar, ¿Le haces estallar la cabeza y después le pides disculpas a su cadáver? Eso tienes que hacértelo mirar»
Que no me quede otra opción que eliminarlo para que no valla corriendo a avisar a sus amigos, no quiere decir que disfrute haciéndolo. ―replicó molesto.
«No lo dudo» contraataco este mordaz «¿Y ahora qué hacemos?»
―Para empezar acabar con ese maldito Merakai, y luego tendremos que avisar al padre del chaval de le la que se le viene encima.
«No sé cómo se lo tomará el Lord Gobernador Eriast con las buenas nuevas que traeremos»
―Mejor espera que no sea demasiado tarde para eso. ―Respondió cansado, mientras emprendía camino hacia palacio.
FIN.
Bueno aquí concluye el capitulo de DELIRIO, espero que os guste, sino estaré encantado de recibir las criticas, sartenazos y tomatazos que tengáis a mano. Un saludo y nos leemos.
Ven, ven, quienquiera que seas;
Seas infiel, idólatra o pagano, ven
ESTE no es un lugar de desesperación
Incluso si has roto tus votos cientos de veces, aún ven!
(Yalal Ad-Din Muhammad Rumi)