1527
Las campanas de las iglesias resonaban en toda Roma. El capitán Hans estaba ansioso, su destino lo había alcanzado al igual que el de los 189 mercenarios que junto con él cuidaban de la sagrada investidura. Estaban reunidos en el interior de la basílica de san Pedro, a la espera del papa y de su bendición para poder combatir. Quería por lo menos hacerlo en el atrio aunque sabía que de todas formas morirían allí adentro, pero por lo menos se salvarían algunos y Clemente o eso esperaba. Echó un vistazo a sus hombres, todos vestidos, al igual que el, con la armadura papal de la guardia, que constaba solo de peto y hombreras hechas de un acero blanco casi níveo, con una cruz dorada a la altura del corazón Se fijó en Werner y Bruno, o Tristán e Isolda como les llamaban algunos. Si de verdad tenían tratos contra natura, no podía importarle menos en ese momento. Werner en los entrenamientos podía pelear contra dos o tres, pero Bruno, ese Bruno era una bestia, podía derrotar a seis combatientes, pero no combatientes cualesquiera, ¡sino a seis!, ¡seis combatientes de la guardia suiza!. Por el bien de su arte de pelea, esperaba que él también sobreviviera.
—¡Ha llegado el papa! —escuchó que alguien decía, sacándolo de sus cavilaciones.
Una parte de los guardias empezaba a arrodillarse cuando Clemente los detuvo con una seña de sus manos.
—Ahora lo que importa es la bendición—dijo
Los guardias procedieron entonces a entonar su juramento.
En el servicio del cielo protegemos el linaje sagrado, daremos nuestras vidas por la gracia y el poder del señor, por la fe y por el camino de la espada, en el nombre de su gloria, hágase su voluntad.
Amén.
Las armaduras de todos y cada uno de los guardias se iluminaron y se desplegaron para cubrir totalmente su cuerpo. Y el papales hizo el símbolo de la cruz.
—Está hecho—dijo el capitán, mientras con un ligero movimiento de manos indicó a un grupo de 42 guardias que había escogido anteriormente que escoltaran a Clemente y a su séquito a la seguridad de Sant'angelo.
—Algunos se salvaràn— pensó para sí, pero lo dudó al ver la caja que el papa cargaba entre su manos— pero no descansarán hasta conseguir las dagas de Longino.
El capitán atravesó la puerta de Filarete hacia el encuentro de su destino, con la mano derecha sobre la cruz dorada de su armadura al igual que los 146 guardias que siguieron después de él.
—¡Por la santa sede! — decía mientras desacoplar la cruz que se convertía en una alabarda en su mano, mientras tomaba posición en contra de los miles de alemanes y españoles que habían llegado a saquear, pero él sabía que solo eran unas marionetas de un plan mucho mayor.
**********************************************************
Franz iba delante de los 20 escoltas de vanguardia, que cuidaban al papa en su huida hacia Sant'angelo, el camino no era secreto pues estaba a vista de todo mundo, pero no así el pasadizo,, aunque cualquiera con algo de perspicacia podía ocurrírsele pensar ¿y si van ocultos por dentro?.
Se detuvo de inmediato, no sabia que o porque, pero le parecía que algo no cuadraba, intento correr y avisar a los demás que venían detrás de él, pero los muros y el techo saltaron hechos añicos. Quedó aturdido y sintió que era levantado, pudo observar, que algunos de sus compañeros corrían con el papa en volandas junto con algunos de su séquito, antes de que algo se cerrará sobre su yelmo y lo aplastara haciendo estallar su cabeza.
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A Hanz le dolió en el alma cerrar las puertas y dejar afuera a los que se habían ofrecido de voluntarios para contener al enemigo, mientras ellos se organizaban adentro. Las puertas sagradas resistirán el tiempo suficiente para que ellos recuperaran sus fuerzas.
—¿Oyeron eso? —dijo Werner.
—¿De que hablas?, no se escucha nada—dijo alguien
—Exacto—replicó
Nadie más se había dado cuenta que habían dejado de aporrear las puertas de la basílica tratando de romperlas. Repentinamente uno de los muros saltó en pedazos dejando aturdidos a los que estaban cerca de él,Werner entre ellos, una cosa enorme había entrado y no tardaron otras de esas cosas a entrar haciendo añicos los muros una de ellas agarró a Werner y se lo llevó a la boca, la cosa lo mordió en el abdomen mientras que con las manos sujeto y empezó a jalar cada extremo de su cuerpo hasta que lo partió haciendo saltar sus intestinos muriendo casi al instante.
—¡Nooo! —gritó Bruno mientras corría hacia aquello que había acabado con la vida de su querido Werner.
—¡Cuidado!, son golems, golems de batalla— dijo alguien
A Bruno no le importo, esquivo un intento del golem por sujetarlo y cortó con su alabarda uno de su brazos y la clavó en medio de su pecho y la levantó cortándolo y haciendo volar la cabeza del golem por los aires.
*********************************************************
18 guardias, el papa y 5 personas de su séquito fueron los únicos sobrevivientes de la emboscada de golems. La caja con las dagas de Longino había desaparecido pero Clemente no hizo mención de retroceder para buscarlas. Se sintieron seguros cuando salieron del camino secreto y tuvieron a la fortaleza armada de sant' angelo a unos cuantos pasos. Abrieron las puertas cuando fueron avistados por los vigías y cuando estaban por entrar oyeron un rugido, vieron moverse a una gran estatua que estaba adosada al muro. Sant'angelo tenía cuatro, una en cada muro, eran sus guardianes, autómatas de combate mecánicos y los habían despertado.
—Siempre pensé que el regalo que dio el gran Kan del sol naciente hace 80 años era simplemente unas enormes estatuas horribles —dijo el papa.
**********************************************************
Giacomo se dirigía a la tienda del maestro cuando vio una María Magdalena que salía limpiándose la boca con el dorso de la mano.
—Tal vez él ahora esté de buen humor—pensó
Se asomó al interior y antes que pudiera decir algo, una voz le ordenó que entrara.
—¿Qué noticias me traes? —le pregunto mientras tomaba una jarra de agua y la vaciaba en un vaso.
—Hubo más de mil bajas en la basílica
—Previsible , después de todo es la
guardia suiza—dijo para después tomar el vaso.
—Y se perdieron 85 goles de..
—¡Qué! —digo el hombre, azotando el vaso en la mesa y derramando el vino de su interior
—Recuperamos 160 alabardas—esto pareció calmar un poco a aquel hombre.
—¿Y el papa?
—En Sant'angelo, y…—Giacomo titubeo—Han despertado a los guardianes.
—Los guardianes no me impresionan—dijo mientras tocaba la jarra de agua y se convertía en vino, desparramándose en la mesa.
—Esto si—dijo mientras metía la mano en el charco de vino y sacaba una hogaza de pan y un pescado.
—Pero aún no es mi tiempo, levantaremos el campamento y lo que sigue se lo dejaremos a los de siempre.
Se puso de pie y se acercó a Giacomo.
—Lo has hecho bien, tendrás un lugar arriba junto con los demás y conmigo
Giacomo sonrió y salió de la tienda a dar las instrucciones pertinentes, pero en cuanto pasó por la tienda de las Marías Magdalenas, tuvo sentimientos encontrados, sabia que vivian mejor ahí que en su lugares de origen, pero tenía una hermana y definitivamente no quería que ella fuera escogida por el maestro, pero si lo fuera, él no sabría qué hacer.
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El papa Clemente VII estaba en los aposentos que le habían cedido en la fortaleza, estaba poniendo sobre la cama las dagas que se había atado al cuerpo, afortunadamente fue previsor pero también fue afortunado, de haber sido capturado, habría sido el fin, necesitaba buscar y escoger a hombres y mujeres valientes para repartirlas.
—Estás dagas, hechas con un extraño meteorito hace más de 1500 años, son lo único que puede matarlo, así como lo hicieron en ese tiempo—se dijo
La humanidad está en peligro, solo unos pocos entraran al paraíso, el paraíso de él, para los humanos que entren será la esclavitud eterna, para el resto será el fin total de la humanidad.
Las campanas de las iglesias resonaban en toda Roma. El capitán Hans estaba ansioso, su destino lo había alcanzado al igual que el de los 189 mercenarios que junto con él cuidaban de la sagrada investidura. Estaban reunidos en el interior de la basílica de san Pedro, a la espera del papa y de su bendición para poder combatir. Quería por lo menos hacerlo en el atrio aunque sabía que de todas formas morirían allí adentro, pero por lo menos se salvarían algunos y Clemente o eso esperaba. Echó un vistazo a sus hombres, todos vestidos, al igual que el, con la armadura papal de la guardia, que constaba solo de peto y hombreras hechas de un acero blanco casi níveo, con una cruz dorada a la altura del corazón Se fijó en Werner y Bruno, o Tristán e Isolda como les llamaban algunos. Si de verdad tenían tratos contra natura, no podía importarle menos en ese momento. Werner en los entrenamientos podía pelear contra dos o tres, pero Bruno, ese Bruno era una bestia, podía derrotar a seis combatientes, pero no combatientes cualesquiera, ¡sino a seis!, ¡seis combatientes de la guardia suiza!. Por el bien de su arte de pelea, esperaba que él también sobreviviera.
—¡Ha llegado el papa! —escuchó que alguien decía, sacándolo de sus cavilaciones.
Una parte de los guardias empezaba a arrodillarse cuando Clemente los detuvo con una seña de sus manos.
—Ahora lo que importa es la bendición—dijo
Los guardias procedieron entonces a entonar su juramento.
En el servicio del cielo protegemos el linaje sagrado, daremos nuestras vidas por la gracia y el poder del señor, por la fe y por el camino de la espada, en el nombre de su gloria, hágase su voluntad.
Amén.
Las armaduras de todos y cada uno de los guardias se iluminaron y se desplegaron para cubrir totalmente su cuerpo. Y el papales hizo el símbolo de la cruz.
—Está hecho—dijo el capitán, mientras con un ligero movimiento de manos indicó a un grupo de 42 guardias que había escogido anteriormente que escoltaran a Clemente y a su séquito a la seguridad de Sant'angelo.
—Algunos se salvaràn— pensó para sí, pero lo dudó al ver la caja que el papa cargaba entre su manos— pero no descansarán hasta conseguir las dagas de Longino.
El capitán atravesó la puerta de Filarete hacia el encuentro de su destino, con la mano derecha sobre la cruz dorada de su armadura al igual que los 146 guardias que siguieron después de él.
—¡Por la santa sede! — decía mientras desacoplar la cruz que se convertía en una alabarda en su mano, mientras tomaba posición en contra de los miles de alemanes y españoles que habían llegado a saquear, pero él sabía que solo eran unas marionetas de un plan mucho mayor.
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Franz iba delante de los 20 escoltas de vanguardia, que cuidaban al papa en su huida hacia Sant'angelo, el camino no era secreto pues estaba a vista de todo mundo, pero no así el pasadizo,, aunque cualquiera con algo de perspicacia podía ocurrírsele pensar ¿y si van ocultos por dentro?.
Se detuvo de inmediato, no sabia que o porque, pero le parecía que algo no cuadraba, intento correr y avisar a los demás que venían detrás de él, pero los muros y el techo saltaron hechos añicos. Quedó aturdido y sintió que era levantado, pudo observar, que algunos de sus compañeros corrían con el papa en volandas junto con algunos de su séquito, antes de que algo se cerrará sobre su yelmo y lo aplastara haciendo estallar su cabeza.
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A Hanz le dolió en el alma cerrar las puertas y dejar afuera a los que se habían ofrecido de voluntarios para contener al enemigo, mientras ellos se organizaban adentro. Las puertas sagradas resistirán el tiempo suficiente para que ellos recuperaran sus fuerzas.
—¿Oyeron eso? —dijo Werner.
—¿De que hablas?, no se escucha nada—dijo alguien
—Exacto—replicó
Nadie más se había dado cuenta que habían dejado de aporrear las puertas de la basílica tratando de romperlas. Repentinamente uno de los muros saltó en pedazos dejando aturdidos a los que estaban cerca de él,Werner entre ellos, una cosa enorme había entrado y no tardaron otras de esas cosas a entrar haciendo añicos los muros una de ellas agarró a Werner y se lo llevó a la boca, la cosa lo mordió en el abdomen mientras que con las manos sujeto y empezó a jalar cada extremo de su cuerpo hasta que lo partió haciendo saltar sus intestinos muriendo casi al instante.
—¡Nooo! —gritó Bruno mientras corría hacia aquello que había acabado con la vida de su querido Werner.
—¡Cuidado!, son golems, golems de batalla— dijo alguien
A Bruno no le importo, esquivo un intento del golem por sujetarlo y cortó con su alabarda uno de su brazos y la clavó en medio de su pecho y la levantó cortándolo y haciendo volar la cabeza del golem por los aires.
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18 guardias, el papa y 5 personas de su séquito fueron los únicos sobrevivientes de la emboscada de golems. La caja con las dagas de Longino había desaparecido pero Clemente no hizo mención de retroceder para buscarlas. Se sintieron seguros cuando salieron del camino secreto y tuvieron a la fortaleza armada de sant' angelo a unos cuantos pasos. Abrieron las puertas cuando fueron avistados por los vigías y cuando estaban por entrar oyeron un rugido, vieron moverse a una gran estatua que estaba adosada al muro. Sant'angelo tenía cuatro, una en cada muro, eran sus guardianes, autómatas de combate mecánicos y los habían despertado.
—Siempre pensé que el regalo que dio el gran Kan del sol naciente hace 80 años era simplemente unas enormes estatuas horribles —dijo el papa.
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Giacomo se dirigía a la tienda del maestro cuando vio una María Magdalena que salía limpiándose la boca con el dorso de la mano.
—Tal vez él ahora esté de buen humor—pensó
Se asomó al interior y antes que pudiera decir algo, una voz le ordenó que entrara.
—¿Qué noticias me traes? —le pregunto mientras tomaba una jarra de agua y la vaciaba en un vaso.
—Hubo más de mil bajas en la basílica
—Previsible , después de todo es la
guardia suiza—dijo para después tomar el vaso.
—Y se perdieron 85 goles de..
—¡Qué! —digo el hombre, azotando el vaso en la mesa y derramando el vino de su interior
—Recuperamos 160 alabardas—esto pareció calmar un poco a aquel hombre.
—¿Y el papa?
—En Sant'angelo, y…—Giacomo titubeo—Han despertado a los guardianes.
—Los guardianes no me impresionan—dijo mientras tocaba la jarra de agua y se convertía en vino, desparramándose en la mesa.
—Esto si—dijo mientras metía la mano en el charco de vino y sacaba una hogaza de pan y un pescado.
—Pero aún no es mi tiempo, levantaremos el campamento y lo que sigue se lo dejaremos a los de siempre.
Se puso de pie y se acercó a Giacomo.
—Lo has hecho bien, tendrás un lugar arriba junto con los demás y conmigo
Giacomo sonrió y salió de la tienda a dar las instrucciones pertinentes, pero en cuanto pasó por la tienda de las Marías Magdalenas, tuvo sentimientos encontrados, sabia que vivian mejor ahí que en su lugares de origen, pero tenía una hermana y definitivamente no quería que ella fuera escogida por el maestro, pero si lo fuera, él no sabría qué hacer.
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El papa Clemente VII estaba en los aposentos que le habían cedido en la fortaleza, estaba poniendo sobre la cama las dagas que se había atado al cuerpo, afortunadamente fue previsor pero también fue afortunado, de haber sido capturado, habría sido el fin, necesitaba buscar y escoger a hombres y mujeres valientes para repartirlas.
—Estás dagas, hechas con un extraño meteorito hace más de 1500 años, son lo único que puede matarlo, así como lo hicieron en ese tiempo—se dijo
La humanidad está en peligro, solo unos pocos entraran al paraíso, el paraíso de él, para los humanos que entren será la esclavitud eterna, para el resto será el fin total de la humanidad.
«Mueres siendo un héroe... o vives lo suficiente para convertirte en villano»