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[Fantasía Epica] ARYAM: La Reflexión de los Impuros. - Printable Version

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[Fantasía Epica] ARYAM: La Reflexión de los Impuros. - MarciusNamdev - 04/05/2017

Saludos una vez más compañeros del foro. He decido abrir este post para poder compartir con vosotros algunas cosas de mi primera novela.

En primer lugar, y aunque ya esta acabada, el hecho es que se encuentra en pre-venta como auto-publicación en Amazon( El lanzamiento esta marcado para el 23 de Junio de este mismo año por supuesto), y por tanto, he creido que era mejor abrir este tema en esta parte del foro por el momento.

Y bien, ¿ de que se trata ?.

La historia se desarrolla en un mundo llamado ARYAM( que en sanscrito significa algo asi como la tierra en el centro del universo), un mundo en el que, por sucesos más allá de el tiempo medible fue alcanzado por '' la primera gran noche''. En este mundo la noche trae consigo algo que se conoce como la mente impura lo que provoca que los seres vivos vean su espíritu corrompido. Su esencia misma y bondadosa.

El mundo en general esta plagado por criaturas nacidas de esa corrupción del origen de ese mal y a su vez, tambien existen seres que aun mantienen sus esencias puras ( estas razas en general, mas allá de sus peculiaridades son todas consideras como hijos del amanecer).


Como aclaración, os comentare cuales son las razas pertenecientes a el lado del amanecer:

Devanos: Criaturas humanoides que viven en Vimala, la ciudad sagrada protegida por los pilares del horizonte que impiden que jamás les alcance la noche. 
Terranos: Criaturas humanoides de las que poco se sabe, son sabios y sus tierras son lejanas, bordean el continente.
Ukanos: Criaturas humanoides, viven en las montañas al otro extremo del continente, su fuerza y bondad son un equilibrio perfecto. Su tiempo de existencia es el mas corto y mas intenso de todas las razas existentes.


Como detalle de partida de la obra, también cabe destacar que sucede veintitres años después de la ultima y mas dolorosa gran noche que se recuerda.


Si os parece, y espero no estar extendiendome demasiado, os dejo la sipnosis que publique en amazon, para que opineis de la misma con lo que os he dicho, y aporteis vuestro granito de arena ( Si os apatece por supuesto, sería todo un honor).


''En un mundo donde la noche corrompe las esencias de los seres vivos, la ciudad donde el día jamás declina es la cuna donde nacen los grandes héroes. 
Han pasado veintitrés años desde que la última Gran Noche fue erradicada por el Guerrero del Amanecer, y la existencia de los devanos parecía encaminada a un idilio eterno. Sin embargo, la paz es algo efímero y una nueva sombra se ha erguido para extender sus límites. 

Esta vez el amparo del día podría no ser suficiente.''

 Nota: Así mismo y para respetar la politica de este foro, os dejo aquí el prologo:

Veintitrés años atrás.

'' En el mismo instante en que se adentró en aquellas tierras, quedó olvidado para él aquel antiguo dicho devano, sobre que los dominios de Vimala eran los más agradecidos, los más bellos y que, por tanto, era innecesario ver nada más allá de sus colinas.

 
Aquel lejano y hermoso valle evocaba la naturaleza, la Fundación en su estado más próspero. La armonía reinaba por doquier; la flora convergía en un festival de colores perfectamente alineados, dando la bienvenida a esas tierras; la fauna se apoyaba entre sí, sin crear ningún tipo de divergencia.
 
Ahora que lo pensaba, ¿por qué un lugar como ese debía llamarse Bosque del Perdón?
 
Él había sido llamado allí sin saber lo que le esperaría; ningún guía le podía abrir el camino, ni podía resolver las dudas que le acechaban desde que fue convocado.
 
Lo único que podía agradecer, por ahora, era que la visión de esa maravillosa plaza conseguía esconder, aunque fuera por un tiempo breve, los recuerdos que le atormentaban más allá de esa burbuja paradisíaca. La guerra.
 
La primera guerra en la que los Oradores de la Orden de Maljut tenían un emblema en el campo de batalla. Y todo era gracias a él.
 
¿Sería por eso que Melkaius fue elegido para presenciar aquel lugar primoroso y recóndito?
 
Pero eso era imposible. Por más méritos que acumulase en su vida, jamás podría ser tan digno como el Príncipe Devdas o el Señor de las Cuatro Sentencias.
 
Bajo aquel manto de ramas y flores que sólo dejaba algunos recovecos para que se filtrara la luz de las estrellas, la cual resplandecía allí como en ninguna otra parte, el prometedor Hati se sentía como una criatura insignificante, irrisoria.
 
Incluso si poseyese todavía el báculo cargado por la luz intensa que se escondía tras los muros de su Aamin, su sensación de pequeñez seguiría siendo igual de profunda.
 
La naturaleza sin límites frente a él comenzó a apartarse con cada paso que daba, denotando que se estaba acercando a su destino.
 
Cuando vio aquella extraña ave de ojos grandes y plumaje verdoso observándole desde la copa de uno de los árboles, supo que alguien le estaba esperando.
 
El animal ululó, como si le estuviese dando la bienvenida. En silencio, traspasó la barrera invisible que separaba el núcleo de aquel bosque del resto de su vasta extensión. Allí, coronando aquel paraíso, se encontraba un único árbol. Era gigantesco.
 
Al escudriñarlo, el Hati, o Anshu, como algunos empezaban a llamarle, entendió que el resto de la vegetación parecía profesar un respeto reverencial por ese árbol; las plantas, las ramas, incluso las flores se apartaban en pos de no ser deslucidas. Su presencia no podía ser comparada con ninguna otra creación que pudiera ser hallada en la Fundación.
Era como si un terrano hubiese quedado congelado allí para siempre, alcanzando la unión definitiva con la Fundación, con la tierra.
 
Sus hojas y las hendeduras que había en su corteza emitían, a intervalos, destellos de color verde. Antes de que Melkaius pudiese dedicar ningún tipo de reverencia, el tronco del árbol se abrió como si se tratase de una entrada a algún lugar inescrutable.
 
Aquella abertura no tenía el objeto de dejar entrar a Melkaius; al instante, una figura emergió desde las entrañas del árbol.
 
De inmediato, aquella nueva presencia impregnó el aire con un toque ancestral, antiguo.
 
A diferencia del resto de terranos, que bien podían parecer mucho más ancianos de lo que en realidad eran, este sí parecía ser tan antiguo como indicaban las marcas en su faz.
 
La brisa se apaciguó, y la naturaleza calló. Ese era el preludio de unas palabras que Melkaius no entendería, al menos, hasta que pasasen muchos años.
 
—Voziovmu odsa, fonvumav mo pu piñ… —Comenzó a decir entonces aquel sabio de ojos esmeralda—. Fioy do moxeyo zaja iy zuñumav, do ciopco hvodu mo pu zuvyo. Ufiop fio uju, zujeyuv-lam oysvo pu yazto zay sup mo volvoduv u zudu. Ziemuso mop ujav hiod, hova ya pa apcemod.
 
Melkaius, que aún desconocía los entresijos de aquel idioma que usaban los Reflejos de Yesod, y que ni siquiera podía afirmar que esas palabras fueran dichas por aquel terrano ancestral, en la parte más recóndita de su alma, podía intuir que se le había dicho que debía estar en alerta.
 
Sí. Melkaius estaba convencido de que aquello que se le había dicho se trataba de una advertencia. Sin embargo, si algo había aprendido, era que el tiempo era algo muy relativo bajo el prisma de los Reflejos de Yesod. No podía saber si aquello era un vaticinio de un suceso inmediato, o si por el contrario tendría que esperar años para atestiguarlo.
 
Sin importar que estuviese inmerso en una guerra que podía llevarle a la muerte, Melkaius estaba seguro de que gracias a la esperanza que habían hallado en aquel que ya todos aclamaban como el Guerrero del Amanecer, conseguiría vivir suficiente como para descifrar el significado de aquella premonición. ''



RE: [Presentación] ARYAM: La Reflexión de los Impuros. - Momo - 04/05/2017

Si dejas el enlace, yo me paso a leer. Siempre me interesa asomarme a los desvarios fantásticos de los demás, aunque no siempre comente. Por falta de tiempo más que otra cosa.


RE: [Fantasía Épica ] ARYAM: La Reflexión de los Impuros. - MarciusNamdev - 04/05/2017

Nota: Modifico este mensaje para aprovecharlo y añadir el capitulo 1 para que podáis ver algo mas de la obra.

''Los Herederos de la Luz''

1.

 
''La intensa historia que arrastraba la Ciudad de la Luz había imposibilitado que algo sorprendente volviera a emerger de entre sus habitantes.
 
Cuando parecía que ningún devano o ukano estaba cerca de forjar una epopeya digna de mención, apareció entre ellos un mestizo.
 
No era ni un devano ni un ukano. En realidad, por su sangre fluía la unión contradictoria de dos razas.
 
Los niños lo llamaban el árbol parlante, y los mayores no sabían muy bien cómo nombrarle.
 
Él, desde el principio, rechazó que le llamaran de ningún modo concreto. Tenía claro quién era: un hijo de lo devano y lo terrano.
 
Fue nombrado Nimai por su maestro, el mismo que se ocupó de él como un padre y el que le proporcionó un hogar.
 
Su sangre devana le hizo admirar el amanecer y, a su vez, su sangre terrana le incitó a arraigarse en el lugar. Eso fue al principio, pero las cosas fueron cambiando con el tiempo.
 
A causa de lo extraordinario de su existencia, sintió desde muy temprano el peso de las responsabilidades. La sociedad buscaba convertirle en un engranaje que sirviera de una manera aceptable a sus intereses. Algunos, en pos de obtener algo de él, le idolatraron.
 
Esas actitudes le procuraron una respuesta que sólo él podía conocer. Las raíces que había echado tomaron una forma más concreta, y decidió que sólo haría lo que verdaderamente le sacudiese el alma.
 
Luchó contra aquellos que buscaban imponerle sus criterios, y se convirtió en uno de los miembros de los Oradores de Maljut. Tal y como era su maestro.
 
Rápidamente, mostró grandes aptitudes como evocador y, en un lapso de tiempo extraordinario, ascendió un peldaño más en la Orden. La túnica de bordes rojos, que apuntaba su rango como Rohit, a la que apenas había tenido tiempo de acostumbrarse, le fue sustituida por una de bordes dorados, convirtiéndose en un Hati.
 
Sin embargo, un pensamiento cruzó por su mente en el momento en que fue ascendido. Lo que hasta entonces había impulsado su ímpetu en el arte de la luz era su ascendencia devana, ¿pero había en él algo de los terranos, aquella enigmática raza que había ocupado sus reflexiones?
 
Un día, cuando Nimai regresaba de la Cascada de Maljut, la muralla que, con su fulgor, protegía la ciudad, fue detenido por un devano puro, que parecía preocupado y nervioso. Lo que le afligía era algo realmente importante, pues se atrevió a dirigirse a él.
 
—¿Has visto por aquí al Príncipe? —Dándose cuenta de que, quizá, eso no significaba nada para su interlocutor, rectificó—, quiero decir, a un cachorro de león.
 
Aunque por lo que Nimai había podido escuchar en sus escasas interactuaciones o, mejor dicho, las pocas veces que se había interesado por lo que decían los demás, el término “león” era algo que procuraban pronunciar con disimulo.
 
Ese devano había usado esa palabra con la única intención de facilitar la búsqueda, pero no pudo evitar ruborizarse al ser consciente de la falta de respeto en que había incurrido.
 
Nimai, sorprendiendo al devano, no se inmutó. Se limitó a negar con la cabeza.
 
El preocupado devano, temiendo el posible castigo que le esperaba si no lo encontraba, se marchó sin decir nada más.
 
Nimai siguió su camino y, cuando estuvo a un par de metros de su hogar, una sombra le sorprendió por uno de sus flancos. Era bastante torpe, pero parecía como si estuviese segura de su capacidad de acecho. Nimai se quedó totalmente quieto hasta que confirmó que lo que por allí se movía no lo buscaba a él.
 
La curiosidad se apoderó de él y se dijo que sería divertido convertirse en el acechador por unos instantes.
 
Con los sentidos afinados, como de costumbre, se dirigió al camino donde había sentido a aquella criatura.
 
El sigilo no fue problema para Nimai, que gustaba de pasar desapercibido incluso bajo la intensa luz. Se limitó a mimetizarse con aquel entorno más rural.
 
Llevado por el creciente deseo de seguir observando, fijó su mirada en la hierba alta, pero era difícil seguir cualquier tipo de rastro.
 
Sintiéndose totalmente en armonía con el entorno, cometió un error y pisó la rama caída de un árbol. El ruido había sido casi imperceptible, pero sabía que le costaría su discreción.
 
Algo asaltó su tobillo, atravesando su túnica y provocándole la sensación de haber recibido una fina punzada.
 
Sacudió su pierna sin necesitar demasiada fuerza, y su mirada se encontró con la de su depredador.
 
—¿Qué eres? —El pequeño depredador mantuvo su mirada fija en la presa que tenía entre manos. Era algo que jamás había visto—. Bueno, da igual. Has sido un tonto si creías que podías acechar al Príncipe.
 
—Así que tú eres ese león… —Nimai observó el pelaje blanco y la figura general de aquella criatura con detenimiento—. Por la manera en que te buscaba aquel hombre, esperaba algo más grande. Bueno, supongo que un cachorro es un cachorro, sea Príncipe o no…
 
—¡Cómo te atreves a llamar así a tu futuro Rey, árbol arrugado! —Usando toda la voluntad que poseía, mostró sus colmillos aún por fortalecerse—. Prepárate para ser castigado por tus palabras, impudente criatura… Si yo quisiera, dejaría mi marca allá por donde pasase. Da gracias de que me contengo ante seres como tú…
 
—Está bien, yo…  
 
—¡Tú! —Desde un punto lateral, surgió una voz colmada de sorpresa que se dirigió a Nimai—. Puedes entenderlo…
 
—¡Claro que sí, pesado! ¡Al igual que a ti! —El pequeño Príncipe, enfadado, cambió el objetivo de su bravura, a pesar de que no se dirigieran a él—. Y ojalá no fuese así.
 
—Aquí tienes a tu Príncipe —dijo Nimai mirando al devano, que aún mantenía su expresión de estupefacción—. Ya podéis regresar al palacio.
 
—No, no me has entendido… Quiero decir que puedes comprender sus palabras; para ti no son simples rugidos, y eso es imposible.
 
—¡Es cierto! —Espetó el Príncipe, entendiendo, por fin, la situación—. Normalmente, sólo el compañero de mi padre podría comprender cuando hablo. Que yo te entienda a ti es natural, pero que tú puedas entenderme a mí es increíble.  
 
A Nimai todo aquello le parecía natural, pero la sorpresa del resto de los presentes le contagió las dudas.
 
—Has de venir conmigo —la expresión del lacayo cambió, y ahora denotaba una gran seguridad—. El Rey requiere de tu presencia.
Nimai sintió que conocer al Rey era algo que, desde el fondo de su alma, le gustaría hacer. Junto al Príncipe, que acababa de conocer, y al lacayo, marchó a conocer al verdadero señor de la Ciudad del Amanecer Eterno. Tal cosa le estaba vedada a la mayoría, pero él se convertiría en un afortunado.
 
El paso fue acelerado, pero las miradas de los transeúntes parecían estar congeladas. Aquel hombre árbol iba a recibir un privilegio que ellos no podrían conseguir por métodos normales.
 
Nimai ya conocía el mercado de la ciudad. Estudiaba cada día en la Cascada de Maljut y vivía en uno de los terrenos rurales en el exterior de la muralla.
 
La fortaleza, a su vez, estaba bordeada por otra muralla, llamada la Frontera de Asha, tan pulida y clara, que más que impedir un ataque hacia el Rey, parecía que su auténtica función era ocultar de los ojos mundanos al soberano.
 
Pero no era sólo la fortaleza la que se encontraba tras aquellos muros. También el sendero hacia Kéter, donde residía la Alisha, el templo de Sarvagya, lugar donde moraban los Sabios, y la Cúpula de Ananta, donde descansaban eternamente los héroes.
 
Nimai, al acercarse, pudo percibir la majestuosidad del recinto y su alma se hacía cada vez más pequeña. Lo mismo le ocurría al lacayo, por mucho tiempo que llevara allí; sin embargo, el Príncipe sacaba pecho a medida que su andadura les llevaba hacia su destino.
 
Finalmente, Príncipe, lacayo y mestizo estuvieron frente a la construcción perfectamente gestada.
 
Nimai fue el único que observó los alrededores. Por mucho que buscase, no encontraba ninguna manera de poder cruzar hacia el otro lado. Cuando desistió, se dio cuenta de que había sido el único de los tres en preocuparse por ello. Él, al fin y al cabo, nunca había estado allí antes, como sí era el caso del Príncipe y del lacayo que, por cuestiones diferentes, conocían los entresijos del lugar.
 
—No hay muros para mi voluntad, no hay cielo que no pueda surcar —para sorpresa de Nimai, el pequeño Príncipe cambió de actitud y, con una voz poderosa, elevó una plegaria—, no existe muerte bajo mis alas. Yo soy el que ora, el que corta el anochecer con mi rugido, trayendo un amanecer de victoria. Escucha mi voz y no titubees.
 
El Príncipe se giró hacia sus acompañantes, aún con un brillo de emoción en su mirada.
 
—Adelante, porque cuando yo entre, volverá a cerrarse —dijo el Príncipe dirigiéndose, especialmente, a Nimai.
Por unos instantes, Nimai se quedó paralizado. En ese momento, el devano aprovechó y entró a través del muro. No había nada parecido a una grieta, ni a una puerta. Lo había atravesado.
 
—Vamos, arbolito —comentó el Príncipe con jocosidad, pero también con aire desafiante—, si dices que yo no soy un león tal y como esperabas… ven y conoce al Rey que recibió ese apodo de las alimañas que caían ante su poder. Pero te aviso que deberías medir bien cómo te expresas…  
 
Nimai aceptó el reto, y no sabía ya si se trataba de algo considerado por sí mismo, o si había caído en la provocación del cachorro. Cuando ante sus ojos se abrió aquella visión, comprendió un poco más lo magnífica que puede resultar la vida.
 
El suelo era de mármol pulido, de un color dorado magnificente. Transmitía la sensación de ser un camino directo hacia el mismo Sol.
 
De una manera extraordinaria, enormes y radiantes árboles que no había visto hasta ahora, denominados lavanaas, enraizados en el mármol, se alzaban a una altura similar al muro que aislaba el jardín del Karma. Su tronco y sus ramas, de un color blanco cristalino parecían reflectar la luz que bañaba la ciudad.
 
Entre las pequeñas aberturas que dejaban las ramas de los árboles, los rayos de luz se manifestaban, dejando una agradable sensación a la vista y al tacto, como si fuese una cortina que, apartándola suavemente, acariciara la piel.
 
Nimai, anonadado por aquella visión, comprobó que sus pasos se habían alejado un buen trecho del Príncipe y del lacayo. Ninguno de los dos estaba dispuesto a esperar que el paisaje hiciera las delicias de los sentidos de Nimai.
 
El mestizo comenzó su marcha nuevamente, con los ojos clavados en el frente, pero con todos los sentidos alerta, embebiéndose del recinto. Entre la calma del lugar, pudo comprobar que, por fin, la fortaleza hacía acto de presencia. Una construcción que llevaba allí varias eras, y sin perder ni un ápice de su esencia original. La Fortaleza del Rugido.
 
El camino, perfectamente delimitado por los árboles del lugar, rompió con su orden establecido y, ante Nimai, se abrió un nuevo claro.
 
—Esta es la morada del Rey —el lacayo, con los ojos clavados en aquella imponente creación, dejó que su voz materializara sus pensamientos—. Nuestro gran Rey, Devdas.
 
Por primera vez, Nimai pudo escuchar el nombre del soberano de Vimala.
 
Antes de llegar a su interior, aquellos que iban a ver al Rey eran recibidos por sus ancestros que, glorificados en piedra sobre unas portentosas columnas, alzaban sus alas con fastuosidad, a la vez que abrían sus fauces. En ellas, podían verse unas esferas, queriendo imitar la grandiosidad de las Sefiras. La luz que ofrecían era imponente y amenazadora para una criatura del mal, pero magnánima para alguien que tuviera buenas intenciones.
 
Todas las columnas estaban completamente acabadas, excepto dos. Una sería tallada para el Rey, y otra, algún día, para su heredero. Serían las que cerrarían el círculo de aquella maravilla, las primeras columnas en recibir a enemigos y aliados en un futuro no muy lejano.
 
A su vez, cuatro cauces de agua azul y clara terminaban en un pequeño lago en el centro, sobre el que habían construido un puente de piedra lisa. Eso era lo que comunicaba el camino con la fortaleza.
 
La propia fortaleza tampoco presentaba ninguna impureza; sus paredes, de roca sólida perfectamente pulida, sólo se veían desdibujadas por el balcón que surgía de la parte más alta, donde se encontraba la habitación del Rey.
 
Todos los detalles del lugar fueron guardados en la mente de Nimai mientras avanzaba a través del puente. Los cuatro torreones circulares, con lustrosas cabezas de león talladas; el adarve, más grande de lo normal, presumiblemente para dar paso al gran Rey; la sensación de pulcritud, dando la impresión de que, más que estar ante una fortaleza, estaba ante un palacio. Lo espectacular de la visión hacía que incluso alguien con capacidades mermadas pudiera guardar la imagen del recinto en su corazón para siempre.
 
Finalmente, llegaron al portón, y Nimai entendió el porqué de que no hubiera custodia.
 
El gran rostro de un león, tallado en relieve, mostraba a la perfección su fiereza y su poder. Eso sería suficiente para repeler a cualquier ser que se atreviese a retar al que allí habitaba.
 
Nimai pensó que, un día, el Príncipe sería así. Llevado por una extraña aura, fijó su mirada en el extrovertido cachorro.
 
El mecanismo que hiciese funcionar esa entrada dio un leve chasquido, seguido de un estruendoso festival de bisagras que, debido a su antigüedad, chirriaban, anunciando la llegada de visitantes.
 
El interior, como todo en aquel lugar, era más extenso de lo que se podía percibir a simple vista.
 
El recibidor, rápidamente, dejaba paso a una serie de pasillos, colmados por salas a uno y otro lado. Allí habitaban algunos devanos, que se movían de un lado a otro sin pausa, inmersos en sus quehaceres. Eso era, por supuesto, cuando no tenían que recibir al Príncipe.
 
Los que se encontraban allí, se detuvieron ante su Príncipe, el lacayo y el insólito ser que se mostraba ante ellos.
 
—Seáis bienvenido, Príncipe Dharmendra —dijo finalmente uno de ellos, tras una pausa algo más larga de lo habitual, debido al inesperado invitado.
 
—Gracias, cachorro devano —dijo el Príncipe mientras hacía un gesto que parecía cordial, al contrario que sus palabras; sabía que el joven lacayo no lo entendería.
 
Nimai mantuvo el mismo rostro de siempre, como un árbol arraigado que hubiera sufrido las inclemencias de los elementos. Sin embargo, no pudo evitar sonreír ante la ocurrencia del Príncipe, al menos mentalmente. Comprender lo que decía podía convertirse en una maldición, si se trataba en una situación donde hubiera que guardar la compostura.
 
Observando al Príncipe, pudo percatarse de que adolecía de los mismos defectos que los jóvenes devanos, a pesar de pertenecer a una raza completamente distinta. Y ese defecto no era otro que el deseo irreprimible de querer comerse el mundo, sin saber todavía nada de él. Pensó para sus adentros que se trataba de una falta de respeto hacia los que, antes de que él hubiera nacido, ya tenían un papel en el destino.
 
Los saludos se sucedieron con monotonía a lo largo del gran recinto. Nimai, que aún intentaba empaparse de todo lo que veía, sólo interrumpía su ensimismamiento cuando el Príncipe parecía decir algo burlesco.
 
Se percató de que, a pesar de que el Rey era, posiblemente, la autoridad más importante que se encontraba en la ciudad, no había ni rastro de armas ni de ninguna otra cosa en los pasillos. La única defensa que parecía tener el castillo, una vez en su interior, era el desconcierto, debido a que nadie había estipulado un plano del lugar; al menos, al mestizo no le constaba tal cosa.
 
Tras caminar durante un buen rato, y creyendo ya Nimai que no llegarían a ninguna parte, se mostró ante ellos una escalera de caracol que ascendía hacia el punto más alto de aquel lugar.
 
El pequeño Príncipe, sin necesidad de justificación, comenzó su ascenso. Nimai, decidido a acompañarle, notó en su hombro la mano del lacayo.
 
Esperó a que le dijese algo, pero ese gesto fue suficiente para que el servidor se hiciese entender.
 
—Él puede subir. Mi padre estará muy interesado en conocerlo personalmente, pero no creo que le resulte gracioso tener que bajar para hacerlo. Tú puedes volver a tus labores —comentó el Príncipe, asomándose entre los huecos de la escalera.
 
El lacayo no entendió nada, pero intuía lo que quería decir. Tras tantos años de servicio, podía llegar a interpretar los gestos y las pausas del Príncipe. De todos modos, Nimai le lanzó una mirada que le hizo comprender totalmente. Lo soltó y se dispuso a continuar con sus otras labores, despidiéndose con una reverencia.
 
El Príncipe tomó de nuevo la iniciativa en la marcha, y Nimai le siguió sin rechistar.
 
—Debo avisarte, árbol viejo. Mi padre es el ser más poderoso que verás jamás. Ten cuidado con lo que haces, porque se acerca la hora de la cena y puede que tenga hambre —el Príncipe, después de decir eso en su tono habitual, recobró la seriedad por segunda vez contada—; ten cuidado con esa mirada y esa presencia despreocupadas.
 
Realmente, el Rey podía ser considerado como el ser más poderoso de todo Aryam.
 
Tras el último escalón, Nimai se encontró con el único camino que había. En lugar de ser una puerta, se trataba de dos trozos de seda blanca, como el color de las túnicas de su Orden. Se cruzaban entre sí, dejando apenas una pequeña línea que no dejaba claro lo que había más allá.
 
El Príncipe pasó y la tela acarició su piel aún por endurecer.
 
Nimai se quedó esperando una señal que certificara que podía pasar. Respiraba profundamente, mentalizándose para el encuentro.
 
—Adelante —dijo el Príncipe Dharmendra, asomando su cabeza entre las telas.
 
Y Nimai cumplió con la sentencia.
 
Con el mismo respeto con el que trataba su oración hacia la luz, apartó las telas de la estancia, evitando tirones que pudieran desprenderla de su sujeción. Curvó, incluso, su cuerpo, para ocupar el menor espacio posible.
 
El exterior de la muralla llamada Cascada de Maljut, nada tenía que ver con la ciudad de Vimala. Y, a su vez, ni la fortaleza de Balark ni el paisaje interior de la segunda muralla, tenían nada que ver con la ciudad ni con el mundo de fuera.
 
Por unos momentos, los ojos de Nimai quedaron cegados. La sala, completamente recubierta de piedra bruñida, poseía dos grandes cascadas de luz azulada, que parecían descender desde dos ranuras en el techo, con quietud, emulando la gracia con la que la refulgencia de las estrellas bañaba toda la Fundación; combinado con el color dorado del suelo y las paredes, daba una sensación de total grandeza. Era, sin lugar a dudas, una estancia digna para un Rey. Un palacio digno de morar en el mismo Sol.
 
—¡Padre, ya he regresado! —Dijo el Príncipe, bastante animado.
 
—¿Has traído de nuevo una liebre? ¿O quizá una ardilla? No pareces aprender, hijo mío. Nosotros no somos bestias, somos protectores —le replicó la poderosa voz del Rey.
 
Esa voz le bastó a Nimai para comprender que, aunque los demás no entendieran sus palabras, serían automáticamente avasallados por su majestad.
 
Del lugar que el cachorro miraba y que Nimai no llegaba a vislumbrar, apareció por fin; Devdas, la máxima autoridad de Vimala.
 
La saliva comenzó a amontonarse en la garganta de Nimai. Aquel ser era lo más grande que jamás había visto. No tenía alas, a pesar de las estatuas que mostraban a sus ancestros, pero eso no empañaba su porte.
 
Su piel, su larga melena roja como el fuego, eran puro acero. No, era mucho más que eso. Se trataba de la dureza de la más férrea de las voluntades. Nimai pensó que si hubiese sido enemigo de tal criatura, también habría acabado llamándole algo similar a “león”. Era algo que encajaba con la grandiosidad del soberano.
 
Nimai se mantuvo expectante, y cuando parecía que la espera iba a torturarle durante un buen rato, el Rey reparó en él.
 
—Así que el mestizo criado por Melkaius —el Rey supo de quién se trataba aquel invitado simplemente con ojearlo—; siempre me has parecido singular, y de cerca lo eres aún más.
 
Nimai no sabía qué decir. Su silencio era diferente a cuando gustaba de guardarlo en la ciudad, pues allí lo hacía por propia voluntad. Aquí lo hacía por respeto.
 
—¿No has podido entender a mi padre? —El Príncipe dejó escapar esas palabras con decepción—. Supongo que es demasiado para ti.
 
El Rey, ante las palabras de su único hijo y heredero, acentuó su mirada en Nimai, como si estuviese descifrando su pensamiento.
 
—Sí. Yo soy el mestizo de la Orden de Maljut, y el ahijado de Melkaius —ante la presión de aquella mirada, Nimai respondió, quizá con demasiada impasibilidad.
—¡Sí puedes, entonces! ¿No es increíble, padre? —El pequeño cachorro, recobrando su ánimo, miró de reojo a su padre que, sin embargo, mantenía la mirada en el mestizo—. Era algo que sólo alguien con el rango de Mahesh había podido lograr.
 
El Rey cambió de postura y, con tranquilidad, se colocó frente a frente con Nimai.
 
—Debo deciros, mi Rey, que esto es algo raro incluso para mí —Nimai, lejos de sentir orgullo, se mostró contrariado por aquel hecho—. Si sólo el líder de los Tiferet ha logrado comunicarse con vos, eso me convierte en alguien incluso más… —Cortó sus palabras, entendiendo que estaba hablando de más.
 
—¿Aislado? —El Rey acabó la frase de Nimai, pues su poder para discernir los corazones no tenía parangón—. No es necesario que tomes esa actitud ante una capacidad que está al nivel de los mayores dones. Aunque te hayas acostumbrado a ocultarte, no podrás hacerlo por siempre.
 
Las palabras del Rey eran claras, directas, y parecían hablar al corazón, no al laberinto en el que se transforma, en muchas ocasiones, la mente.
 
—Tu cuerpo, tus hechuras, encierran sangre devana. Sin embargo, en tu semblante, en tu mirada, puedo percibir la sabiduría de los terranos —el Rey retomó la conversación, haciendo observaciones sobre su invitado—. Es la primera vez que presencio tal cosa, pues es algo totalmente contradictorio —comentó con un deje de curiosidad en su voz.
 
—Lo siento, pero no puedo deciros nada más. Todo lo que sé sobre mí, ya lo habéis pronunciado —la voz de Nimai estaba apagada, pues tenía la esperanza de que el Rey hubiera descifrado lo que encerraba su origen.
 
—No pongo en duda tu sinceridad —dijo el Rey con seguridad, sabiendo que si eso hubiese sido una patraña, sus garras hubieran empezado a agitarse, como se agitan ante la oscuridad—. Pero venir aquí sólo para seguir caminando entre sombras, es un desperdicio. Sígueme.
 
Esta vez, Nimai se vio siguiendo la estela del Rey que, incluso pareciendo totalmente desprevenido, manaba de él una sensación de peligro que hacía que nadie pudiera atreverse a atacarle por la espalda.
 
Mientras caminaba vio dos cortinas, pero de mayor magnitud que las anteriores. Era el paso al balcón real.
 
Justo unos pasos antes de llegar hacia donde el Rey le guiaba, el susurro del agua en movimiento le llamó la atención. Giró la mirada hacia la izquierda, y vio allí una construcción que mostraba tres pares de manos, todas en una posición de oración, dirigidas hacia la esfera central de la fuente de donde brotaba el agua fresca y clara.
 
—De ahí es de donde nació mi ancestro —dijo el Rey, viendo que el mestizo estaba completamente absorbido por la imagen—. Bueno, al menos, eso dice la tradición. Acércate si lo deseas.
 
Esa fue la propuesta que Nimai, probablemente, tardó menos en aceptar en su vida.
 
Cuando estuvo cerca, pudo fijarse mejor en los detalles de la fuente.
 
Las primeras manos, que pertenecían claramente a los devanos, estaban con sus palmas abiertas y unidas entre sí, en el modo en el que oraban a Maljut. Otro par de manos más gruesas y con un dedo menos que la de los devanos, estaban agarradas como si diesen toda su fuerza a la esfera. Esas manos pertenecían, sin duda, a los ukanos.
 
Pero fueron las últimas manos, éstas que eran conocidas para Nimai, pero que no había visto en realidad, las que llamaron su atención más poderosamente. Las palmas estaban abiertas y completamente apoyadas, en señal de respeto hacia la esfera. Las manos de un terrano.
 
Nimai miró sus manos, y luego miró la fuente. Sintió que, por primera vez, había estado cerca de su origen perdido.
 
—Aunque es aquí donde he de estar, es mi deber escuchar los rezos de todos los Hijos del Amanecer —el Rey, sin importar las generaciones que llevase su familia asentada allí, sabía que su deber era para con todo el Amanecer.
 
—En algún lugar debe haber alguien que sepa la verdad —las palabras de Nimai surgieron más como una súplica que como un hecho.
 
—Tienes tu talento por algo y, del mismo modo, has llegado aquí por algo —el Rey comprendió las sensaciones de su siervo, y le habló con determinación—. Ser un Orador no es suficiente para que completes tu existencia. Ni siquiera llegar a ser un Dharmesh bastaría. Has de aprender algo más, y llegar donde otros no han llegado.
 
—Pero, mi Rey, ¿qué más podría aprender aquí? —Nimai era consciente de las limitaciones de aquellas murallas, de aquella paz sempiterna.
 
El Rey no dijo nada, y se limitó a continuar hacia el lugar que, originalmente, era su destino. Nimai comprendió que, en aquel momento, sólo podría seguir sus pasos.
 
La tela blanca fue cruzada y la más hermosa vista le fue regalada a Nimai.
 
El lugar en el que se encontraban no podía verse desde fuera; no obstante, desde allí, podía apreciarse la vasta ciudad. A lo lejos, como una fina línea horizontal, llegaba a verse, incluso, la Cascada de Maljut.
 
—El destino de todos no está escrito en este lugar —el Rey pronunció esas palabras mientras escudriñaba a sus protegidos, los habitantes de la ciudad—. Tú eres más que un Orador devano o un druida terrano. Eres el Druídevo.
 
El alma de Nimai sintió que aquello era verdad. No era algo impuesto por el Rey, era algo que había despertado en su interior. Un rugido que le había sacudido por dentro, hasta espantar sus dudas.
 
—¿Estás dispuesto a un sacrificio para lograr ser merecedor de ese nuevo nombre? —Esa fue la última pregunta que el Rey pensaba dedicarle a Nimai.
 
El recién bautizado Druídevo guardó silencio, comprendiendo que aquella pregunta no fue formulada para ser respondida, sino para ser ponderada desde su interior. Con ello, terminó la audiencia entre dos seres inauditos en este mundo. ''
 



RE: [Presentación] ARYAM: La Reflexión de los Impuros. - Cabromagno - 04/05/2017

Tal y como has planteado el hilo deberia ir a la "libreria de fantasitura". Si quieres que permanezca aqui y ya cuando publiques abrir un hilo nuevo en la libreria, copia y pega al menos el primer capitulo al final del post inicial. Esta seccion del foro es para subir historias o fragmentos de historias, de forma que se puedan leer aqui directamente, sin tener que seguir enlaces a terceras paginas.

Si decides subir aqui esos primeros capitulos, cambia tambien el titulo del tema y entre los corchetes donde has puesto "presentación" pon el género o generos a los que pertenezca tu libro.

Y ya si ademas te vas a las opciones del foro y activas la mensajeria privada... mejor que mejor. Asi estos asuntillos tecnicos se podrian hablar en privado y no spameamos el hilo Big Grin


RE: [Fantasía Epica] ARYAM: La Reflexión de los Impuros. - kaoseto - 05/05/2017

Buenas, MarciusNamdev, y bienvenido por fantasitura!

Me he leído este primer capítulo de tu libro. La descripción de ese paraje natural mágico da una curiosa sensación. Aparte de eso, se nota que la trama está muy ligada a la salvación del mundo así que el objetivo general parece estar más o menos claro.

Así y todo, creo que, para alguien que no se ha leído las explicaciones que pones en tu primer post, este prólogo podría resultar confuso, lo cual puede ser un problema para enganchar al lector. Otro detalle: la presentación de Melkaius me pareció poco clara; al principio no sabía que era el mismo que el Hati o Anshu, he tenido que releer para cerciorarme.

Por curiosidad, el idioma del terrano, ¿lo has planeado tipo conlang o es
inspiración improvisada?

En cuanto a la sinopsis, advierto desde ya que soy un desastre para esas cosas.  A mí me parece bastante bien. Tal vez puedas resumir los dos primeros párrafos y añadir algún detalle más específico sobre algún protagonista y su situación, no sé qué opinarán los demás conforeros. En cualquier caso, tu sinopsis aclara bien los objetivos de la historia. Otra idea: añadir «devanos» tal vez no enganche mucho si no explicas lo que son.

Pues de momento es todo lo que se me ocurre. ¡Te deseo suerte para tu lanzamiento el 23 de junio!

Saludos,


RE: [Fantasía Epica] ARYAM: La Reflexión de los Impuros. - MarciusNamdev - 05/05/2017

Primero de todo, kaoseto gracias por tomarte el tiempo, y sobre todo por aportarme esas sugerencias.

Es cierto que el prologo, puede resultar confuso mas allá de lo atractivo que puede transmitir el entorno, sin embargo, en cierta medida es algo que hice a propósito, lo malo y ahora que lo dices, es si es de verdad un problema para que el lector continue con la trama o deje el libro de lado. No obstante, y desde tu punto de vista, ¿ tu seguirias con la obra?. o se te antoja demasiado confusa como para darle una oportunidad?. 

Parto de la base de que un lector novel sobre todo en este tipo de genero va a resultar dificil de captar( en cierto modo la fantasia epica tambien esta de capa caida), sin embargo, si se vuelve algo contraproducente para lectores del genero como lo de este foro pues quizás si se algo que haya de revisar bien.


Respecto al a sipnosis, ahora que lo dices, no me habia planteado eso de los ''devanos'', es cierto que puede generar una extrañaza importante, pero aún asi debere pensar bien hasta que punto lo es.

Luego respecto al idioma, si que es una creación personal( puede darse el caso que tenga coincidencias con algun otro pero la realidad es que no quise fijarme en especifico en ningun otro lenguaje ya creado).

Como ultimo añadir, que si estas dispuesto( o alguien mas por supuesto) a buscarte un tiempo para leer, puedo subir unos cuantos capitulos más de la obra aqui para que le eches un vistazo y asi ver si las primeras confusiones se te aclaran o te surgen algunas nuevas.

Gracias de nuevo por tu aportación. Un saludo.


RE: [Fantasía Epica] ARYAM: La Reflexión de los Impuros. - kaoseto - 05/05/2017

Buenas de nuevo,

Quote:¿ tu seguirias con la obra?. o se te antoja demasiado confusa como para darle una oportunidad?.
Pues yo creo que seguiría leyendo así y todo unas cuantas páginas más antes de decidir si la historia me gusta o no, porque hay libros que simplemente arrancan de manera no muy atrapante y que después mejoran notablemente. El problema es que muchos lectores de amazon tienen una gran dosis de libros que leer y a veces si no lo atrapas desde el prólogo puede que cierto porcentaje de lectores no siga, lo cual se entiende perfectamente.

Quote:Respecto al a sipnosis, ahora que lo dices, no me habia planteado eso de los ''devanos'', es cierto que puede generar una extrañaza importante, pero aún asi debere pensar bien hasta que punto lo es.
Sí, vamos, era sólo un apunte. Como es la única palabra de la sinopsis que realmente no se entiende, el lector puede llegar a imaginarse que es el nombre de un pueblo o de una raza con facilidad, yo creo.

Quote:Luego respecto al idioma, si que es una creación personal( puede darse el caso que tenga coincidencias con algun otro pero la realidad es que no quise fijarme en especifico en ningun otro lenguaje ya creado).
Bueno, no me refería a si era un idioma que existía ya, decía que si ese idioma lo habías construido según reglas lingüísticas y tal (algunos escritores, como Tolkien, hacen eso) o si las palabras te habían salido del alma mientras escribías, que tampoco está mal, a menos que caigas con un lector lingüista Wink

Quote:Como ultimo añadir, que si estas dispuesto( o alguien mas por supuesto) a buscarte un tiempo para leer, puedo subir unos cuantos capitulos más de la obra aqui para que le eches un vistazo y asi ver si las primeras confusiones se te aclaran o te surgen algunas nuevas.
No prometo tener tiempo en breves, pero si te apetece poner algún capítulo más, me parecerá estupendo y probablemente lo lea Smile

Saludos!


RE: [Fantasía Epica] ARYAM: La Reflexión de los Impuros. - MarciusNamdev - 05/05/2017

Ha vale comprendo, y no, no he seguido ningun sistema linguistico ( por desgracia no soy Tolkien u otros ).  Te agradezco que aunque no sean en breves al menos te tomes la molestia de ir leyendo y opinando buenamente cuando puedas. ( Leer a la par que uno escribe si es bastante complicado si, a mi me pasa igual. Por no hablar de lo otros quehaceres de la vida).

De momento me apunto todo lo que has comentado y lo reflexionare para poder mejorar esos aspectos. Muchas gracias de verdad.

Por ultimo, y como detalle insignificante, mis ganas por contar la historia han ido a un punto en el que incluso me puse a crear musica mediante programas ( muy amateur debo decir pero bueno, lo disfrute muchismo) para la obra. Son piezas muy cortas y concisas, no vale esperar algo de verdad profesional( en primer lugar porque no he tenido aún la oportunidad de cursar estudios sobre temas musicales, pero quien sabe algun dia me animare, o lograr dinero para contratar a alguien profesional).

Si en algun momento te apetece escucharla te puedo pasar el canal. ( cada cierto tiempo iré subiendo mas temás de los que tengo para no saturar y no causar de manera indiscreta algun tipo de spoiler sobre la trama).

Saludos y mucha suerte también para aquello en lo que te estés dedicando.


RE: [Fantasía Epica] ARYAM: La Reflexión de los Impuros. - Momo - 05/05/2017

Como te dije, aquí mi opinión, tan personal como tu relato Wink Ya te aviso de antemano que mis puntos de vista son personales e intransferibles, así que pon lo que te digo (yo y cualquier otro) en la preceptiva cuarentena.

De lo más curioso que he leído últimamente. Y con sensaciones que me producen extraños altibajos. Es como si de vez en cuando me fallara un escalón bajo los pies.
En general me recuerda (no sé por qué, quizá sea algo meramente mío) a las antiguas leyendas hindúes. Quizá en parte porque devano me recuerda a deva. Quizá porque el tono del relato está teñido de simbolismos. Todo transcurre de una manera sucinta, limpia diría, casi onírica (en ese sentido creo que lo has conseguido muy bien) y de pronto esa tensión mágica se pierde debido a obviedades o detalles bisoños. Yo creo que aún tienes que pulir un poco el estilo. He intentado encontrar algún ejemplo, aunque se trata de algo bastante sutil.

Quote:—¡Claro que sí, pesado! ¡Al igual que a ti! —El pequeño Príncipe, enfadado, cambió el objetivo de su bravura, a pesar de que no se dirigieran a él—. Y ojalá no fuese así.

El "claro que sí, pesado" me chirría un poco con el tono general del relato.

Quote:El Rey requiere de tu presencia.

El rey no tiene ni idea de lo que está pasando. Así que en todo caso "requerirá" su presencia, según supone el lacayo, pero no la requiere, porque simplemente no lo ha hecho.

Quote:Y Nimai cumplió con la sentencia.

Puede que sea deliberado por tu parte teniendo en cuenta el tono del relato, pero sentencia me suena raro aquí. ¿Obedeció quizá?

Quote:La saliva comenzó a amontonarse en la garganta de Nimai.

La saliva no se amontona, si quieres se acumula. Te reto a que hagas un montón de saliva u otro líquido con tus propias manos XD

Hay más por todo el texto pero, como te he dicho son cuestiones de estilo solo desde mi punto de vista que yo creo que se podrían mejorar.

En cuanto a lo que se cuenta a veces roza lo naive, pero no de una forma molesta. Quizá también es algo deliberado por tu parte y esencial en el desarrollo de tu historia, pero a mí a veces me deja con cierta regusto de cuento.

El caso es que tampoco estoy muy segura de lo que pretendes con tu relato. ¿Todo él tiene este tono irreal y extraño o es solo una primera introducción a tu mundo? Lo digo porque a mí personalmente me ha causado buena impresión ya que soy adicta a las cosas que me sorprenden,  pero quizá a la larga esa sorpresa se difumine y al convertirse en algo ya conocido, página tras página, lo que quede entonces debe ser un buen estilo de escritura y en una trama que debe ahondar en lo que explicas para atrapar al lector más allá de la extrañeza inicial y de imágenes sugerentes y conceptos filosóficos un tanto vagos.
Sobre si seguiría leyendo… Tienes detalles bastante conseguidos, así que de momento te diría que sí. Puede que también por curiosidad, pero tal vez no todos los lectores son tan curiosos como yo. De todas formas es una opinión incompleta, ya que con solo este capitulo no se puede juzgar demasiado.

Nos leemos.


RE: [Fantasía Epica] ARYAM: La Reflexión de los Impuros. - MarciusNamdev - 06/05/2017

Gracias Momo en primer lugar por tomarte tantas molestias.

Lo que dices en general es cierto que son detalles que en el desarrollo de la historia no percibe tanto, hay otros sin embargo, que creo que tienen ''sus motivos'' en el resto de paginas de la historia. 

Por ello, y como la historia es mejor que hable por si misma, para descubrir que hay con intención o no, o si quiera si he logrado hacerlo ver, voy a poner aquí el siguiente capitulo para cuando buenamente podáis leerlo. 

''Los Herederos de la Luz'' Parte 2:

''2''
 
El arma que le hostigaba no era de acero, ni estaba afilada, presta a degollarlo en cuanto tuviera la más mínima oportunidad. Sin embargo, Sohan se tomaba aquella batalla como la más importante de su vida. Cada batalla era como la última de su vida; esa fue la decisión que tomó cuando se convirtió en un miembro de la Orden Sagrada de los Tiferet.
 
Sus manos cansadas blandían escudo y espada, en un entrenamiento más duro que cualquiera de los que hubiera recibido al ingresar en la Orden. Frente a él se encontraba su mentor e ilustre miembro de la Orden: Sayan, el Hábil.
 
Sayan se armaba con su lanza y Sohan le hacía frente con su escudo y con su espada. Su mentor cambiaba constantemente de arma, pues era célebre su capacidad para manejar cualquier tipo; desde lanzas, espadas, dagas, pasando por hachas y arcos. Sin embargo, para Sohan, su escudo y su espada eran algo más de lo que parecía a simple vista.
 
La lanza de Sayan silbó contra el brazo de Sohan, pero éste, con un movimiento más intuitivo que diestro, decidió deslizar la lanza a través de su escudo antes que recibir el impacto de manera frontal.
 
Sayan se asombró para sus adentros. Sabía que aquel chico no dejaría de sorprenderle.
 
—¡Te tengo! —Sohan dejó escapar esa exclamación, seguro de su siguiente golpe.
 
Recortando la distancia con su rival, para minimizar la ventaja que le proporcionaba la lanza, se preparó para asestar un tajo potente y a bocajarro, acompañado de un giro de cintura que le daría una fuerza complementaria.
 
Sayan sonrió al ver la determinación de su pupilo. En lugar de retroceder, como sería lógico debido a la lanza que portaba, avanzó velozmente hacia Sohan, que vio su ataque entorpecido por el raudo juego de pies de su adversario, que le tumbó en el suelo instantes más tarde, zancadilleándole.
 
El error de Sohan fue creer que la ventaja de su enemigo consistía en una afinidad entre las armas que cada uno llevaba y la distancia que los separaba. Sin embargo, Sayan no debía su sobrenombre a su inteligencia para elegir el arma correcta en el momento adecuado. Su supremacía en el arte de la guerra era indiscutible.
 
Sohan extendió sus brazos en un gesto de sumisión, mientras miraba a su enemigo que se encontraba de pie, frente a él.
—Vamos, no me digas que estoy asistiendo a la primera rendición de Sohan el Hermoso —ante aquella imagen inesperada, Sayan no pudo hacer más que burlarse; ese no era el Sohan que él había conocido hasta ahora.
 
—No. Estás asistiendo a la primera derrota de Sayan el Soberbio —con una sonrisa que ponía la guinda a sus palabras, Sohan se preparó, para la sorpresa de su interlocutor.
 
Sohan usó el hueco de la parte interna de su escudo como recipiente para cargar arena y, con un gesto que comprometió la entereza de su brazo, intentó cegar a su enemigo y proporcionarle la derrota desde el mismo suelo.
 
Sayan parecía haber caído en el truco, puesto que no usó sus manos para cubrirse de la tierra que se precipitaba hacia su rostro. Sohan, en ese momento, se dispuso a lanzar una estocada con su gruesa espada de madera.
 
Pero, en un parpadeo, Sohan notó que su brazo se veía detenido por un intenso dolor en la parte interior del codo, que le hizo soltar en el acto su espada.
 
Sayan había descubierto las intenciones de su rival y decidió hacer uso de su velocidad superior para lograr la victoria.
 
—Es cierto, puede que sea soberbio —comentó Sayan con su ojo derecho aún irritado—, pero si algún día has de enfrentar a los seres que moran en la noche, será tu propia soberbia la que te condene. No lo olvides.
 
Después de eso, Sayan le ofreció la mano a su aprendiz arrodillado, dando por finalizada la instrucción.
 
Sohan se levantó y, sacudiéndose la arena pegada a su cuerpo, le dio la mano a su maestro sin ningún tipo de acritud.
 
Ambos, dejando las armas en su lugar correspondiente, se dirigieron al lateral del área de combate y se enjuagaron el rostro con el agua envasada en una de las vasijas. Sayan fue el primero, como símbolo de deferencia hacia un luchador superior.
 
—Dime, Sohan, ¿no crees que es mejor para tu salud que entrenes con la gente de tu nivel? —Con sus manos aún frotando su rostro de arriba abajo, el maestro de los integrantes más avanzados de la Orden no dudó en expresar su desconcierto—. Tienes talento, pero también tienes tiempo.
 
El talento de Sohan no era algo que pasase desapercibido, pero tampoco lo era el hecho de que su ímpetu, en numerosas ocasiones, le había llevado a la derrota. En un entrenamiento no importaba, pensaba Sayan, pero en una batalla real la cosa sería muy distinta.
—Creo que este es un buen nivel, maestro. ¿O es que acaso muchos de tus alumnos pueden decir que te han dejado tuerto por unos momentos? —Las palabras de Sohan, lejos de tomar carácter de chanza, dejaban entrever la seguridad que sentía en sí mismo—. Además, tiempo es precisamente lo que no tengo.
 
Sohan era paciente, pero la paciencia tiene sus momentos. El riesgo era algo natural en su actitud diaria, no sólo en una batalla.
 
Sayan se secó con el trapo destinado para ello y dejó paso a su alumno. Su rostro estaba hecho unos zorros debido a la batalla, y sus ojos comenzaban a irritarse.
 
—Al final te daré un golpe tan fuerte que desfiguraré tu hermosa cara —a pesar del tono jocoso, aquellas palabras de Sayan encerraban una verdad; no le gustaría que Sohan acabase retirado antes de empezar siquiera—. Creo que si eso pasara, las mujeres de esta ciudad no te volverían a seguir o, peor aún, me matarían. Una desgracia, ¿no crees?
 
—La desgracia sería que me siguieran sólo por mi rostro y no por nada más — comentó Sohan con desdén, pues la belleza con la que había sido bendecido era palpable, pero no formaba parte de sus prioridades.
 
—Claro, claro, por eso rozas con tanta suavidad tu cara contra esa tela —dijo Sayan con buen humor.
 
Sabía tan bien como nadie que para su alumno eso no resultaba realmente importante, pero pensaba que, a veces, no estaba mal usar lo que la naturaleza le daba a uno en bendición para contrarrestar la parte más autodestructiva del ser. En el caso de Sohan, los riesgos que tomaba eran demasiado serios y, al mismo tiempo, no disfrutaba de los dones que le había dado la vida. El equilibrio estaba muy lejos de sus pensamientos.
 
—No deberías estar celoso. Si pudiera, cambiaría mi don por el tuyo —Sohan rió con las palabras de su maestro, no sin dejar caer lo que pensaba—. Nos veremos mañana a esta misma hora, ¿verdad?
 
Sayan asintió y, poniendo la mano en el hombro de su alumno, se despidió y se encaminó hacia la salida del recinto. 
 
Sohan vio cómo su maestro marchaba, pero no siguió sus pasos. Estaba convencido de que golpear el aire también mejoraría su técnica.
 
Por un instante, su mirada se posó en la exposición de armas. Sin embargo, retomó el escudo y la espada.
 
Luchar con esas armas era perfecto para él, pues representaba el hecho de querer proteger a su pueblo y, además, el espíritu inquebrantable de seguir hacia delante.
 
Tomó posición de combate, encarando a un rival que, por ahora, era invisible, pero que algún día se presentaría ante él para intentar destrozar sus ideales. Alzó su escudo, apuñaló, cortó… Todo ello en interminables sucesiones.
 
—No voy a preguntar si se te ha olvidado, porque está claro que sí —a sus espaldas surgió una voz sin tono de amonestación, a pesar de las palabras que utilizó—.  Es una suerte que me conozcan ya por este lugar, si no, sería complicado contactar contigo.
 
—No se me ha olvidado —sin necesidad de observar quién era el que había pronunciado esas palabras, Sohan respondió sin vacilación—; es sólo que el tiempo se me ha pasado volando. Lo siento, Mishka.
 
Mishka, el mejor amigo de Sohan desde que eran niños. Amable y, en ocasiones, demasiado crédulo, la bondad era palpable en cada rasgo de sus facciones orondas. En sus mejillas se dejaba ver una tonalidad rosada, como queriendo hacer hincapié en su fuerte salud. Como casi siempre, tuvo que ir en busca de su amigo, que se despistaba continuamente con sus eternos entrenamientos.
 
Sohan se giró mientras ponía su mejor sonrisa para defenderse del posible enfado de su amigo. Lo que encontró, no obstante, fue lo de siempre: una expresión sin furia, cálida.
 
—Bueno, ya sabes que esto lo hago más por ti que por mí —Mishka se cruzó de brazos e intentó, sin éxito, poner una expresión de despreocupación—; al final, si voy a cambiar el fruto de mi esfuerzo por carne, es sólo para que te alimentes de ese insano manjar, ¿no?
 
—Oh, vamos, amigo mío, no sólo de carne vive el guerrero, ¿no crees? Ya sabes que tus quesos también me parecen un manjar —Sohan no cayó en la pequeña provocación de Mishka; por el contrario, alabó la capacidad de su amigo para realizar su oficio—. Sin embargo, me resultaría difícil alimentarme exclusivamente de queso, por excelentes que sean los que haces…
 
—Esos músculos tan desarrollados que tienes no son tan sanos como crees —respondió Mishka mientras se daba golpecitos en su abultado estómago—. Yo, por otro lado, sí estoy verdaderamente sano. El tiempo me dará la razón, tranquilo.
 
Era obvio para todos que Sohan poseía un físico curtido, y gozaba de una salud más que aceptable. No obstante, sus propios ojos habían presenciado cómo su amigo Mishka, a pesar de su aspecto, también era alguien muy salutífero.
 
—Veo que el nerviosismo ante un evento tan importante puede borrar esa sonrisa de ratón —dijo Sohan con socarronería, mientras observaba a su amigo.
 
—Vámonos, anda, que si no vas a quedarte sin cordero para mi boda —el tiempo se les había echado encima, y Mishka sabía que si no apremiaba a su amigo, podrían quedarse ahí hablando por horas.
 
Mishka y boda. Dos palabras que, en un principio, resultaban imposibles de unir. O eso creía Sohan.
 
A pesar de no tener esperanza en la estabilidad emocional de su amigo de la infancia, cuando por fin se enteró de la noticia, la ilusión que sintió borró cualquier otro pensamiento pesimista.
 
Ambos partieron y en el trayecto Sohan cogió la toalla que aún seguía en el patio de adiestramiento.
 
Una vez fuera del recinto, tuvieron que pasar por el pabellón de armas y, acto seguido, por las habitaciones de los soldados. Había algún que otro pasillo más, para conectar algunas salas que se usaban como puntos de reuniones.
 
Una vez fuera, Sohan respiró el salubre aire que manaba del frondoso bosque del exterior.
 
Allí, a pocos pasos de la puerta, el soldado que había estado resguardando la mercancía, los miró con una actitud malhumorada, debido al tiempo que le habían hecho esperar.
 
—Mil gracias, compañero —dijo Sohan al soldado, mientras seguía secándose el sudor del entrenamiento—. Oh, toma esto. Pronto regresaré.
 
El soldado no dijo nada ante la desfachatez de ese novato, pero Mishka pudo percatarse de que no le hizo ninguna gracia que le entregara la toalla sudada.
 
Tanto Mishka como Sohan subieron a la única zona habilitada para transportar gente. Con un latigazo, los conductores pusieron en marcha a los caballos que tiraban de la carga.
 
—¿Has visto la cara que se le ha quedado? —Apuntó Mishka, una vez que se hubieron alejado algo más del bastión de la Orden—. Espero que, con el tiempo, no se te quede a ti esa misma cara.
 
—No te preocupes. A veces sabes que me gustaría mirarte con esa cara de perro, pero sabrías que no lo estaría haciendo en serio —mientras hablaban, ambos dejaron escapar una sonrisa mientras recordaban con todo detalle la expresión del guerrero de Tiferet.
Finalmente, llegaron al sendero habilitado que conectaba con el interior del muro. Todo el que quisiera cambiar sus productos por otros de mayor conveniencia, mediante un sistema de trueque, debía ir allí. De esta manera, los ciudadanos conseguían materiales, alimentos o cualquier tipo de cosa que no pudieran autoadministrarse.
 
Su marcha se vio detenida por otro cargamento justo en frente de ellos, que a su vez había quedado estancado por otro. Tanto Mishka como Sohan decidieron mirar hacia delante, y comprobaron que se trataba de un atasco.
 
—¿Qué pasa hoy aquí? ¡Vamos! ¡Tengo una boda que preparar! —Vociferó Mishka, airado, intentando que se reanudara la marcha.
 
Lo único que logró fue tener que sujetar a sus propias monturas para que no se pusiesen nerviosas. O bien la gente no tenía ganas de escucharle, o bien sabían que, si se trataba de él, eso no podía ser más que una mentira.
 
Todos allí tenían la mente puesta en otro lugar, porque después de muchos años, la ciudad que decidieron construir debido a un exceso de población estaba en sus últimos retoques. Muchos, por decisión propia, estaban preparándose para la marcha.
 
El tiempo transcurrió y Sohan, cuando no escuchó la voz de su amigo, se percató de que éste se había quedado profundamente dormido.
 
—Me pregunto cómo puede dormirse en una posición tan incómoda. Ni yo con mi entrenamiento lo aguantaría… —Comentó Sohan, resignado.
 
La espera parecía alargarse más de la cuenta, pues mujeres y niños comenzaron a llegar desde sus casas y granjas para alimentar a sus familiares o a los animales de carga.
 
Muchos de esos recién llegados les eran familiares a Sohan, ya que la gran mayoría tenía relación, directa o indirectamente, con la gente de su Orden.
 
Esa era la tradición; aquellos que vivían fuera del muro o bien pasaban la prueba para convertirse en un miembro de la Orden de los Tiferet, o bien se dedicaban en cuerpo y alma a la agricultura, a la ganadería o a la cría de animales domésticos.
 
Pese a que eso pudiera parecer una ramificación de clases, era un sistema justo y aceptado por todos, puesto que la totalidad de ellos era consciente de que si en algún momento existía algún peligro exterior, tendrían cabida en el interior de los muros.
 
Por supuesto, tras el descomunal crecimiento las cosas debían ser un poco distintas. Había llegado el momento de emigrar hacia otra ciudad.
 
Mishka alzó como una bestia salvaje su ronquido, y en ese preciso instante algo pasó zumbando cerca de ellos.
 
—¡Qué diablos ha sido eso! —Gritó Mishka, violentado por el extraño movimiento.
 
Sohan miró hacia la dirección seguida por aquella criatura, y forzando su vista, la localizó sobre la rama de uno de los árboles. Era un ave bastante peculiar, que ya había visto algunas veces. Y no iba sola.
 
Y, en esta ocasión, eso parecía que no iba a cambiar. Justo tras el árbol, como si hubiese estado esperando todo ese tiempo, apareció aquel sobre el que todos esparcían sus propios rumores. Aquel al que llamaban el Druídevo.
 
—Maldito pájaro extraño; ya sabes que estoy en contra de maltratar la naturaleza, pero si esa ave es la única que se ha visto por aquí de su especie, es que muy natural no debe ser —Dijo Mishka, refunfuñando—. La próxima vez me ahorraré este maldito atasco y te asaré a ese pajarraco.
 
—No te has casado aún, ¿y ya piensas que habrá otra vez? —Comentó Sohan para paliar el mal despertar de su amigo.
 
Mishka rió ante la ocurrencia de Sohan, y el atasco continuó con su lento avance. Finalmente, todos los comerciantes lograron entrar a la inmensa ciudad amurallada.
 
En su interior, el ajetreo era palpable. No sólo los comerciantes decoraban las calles, las puertas y los balcones, sino también los niños y los Oradores, que aprovechaban el buen tiempo para pasear y relajarse.
 
El tiempo fue pasando y poco a poco cada uno fue colocándose en perfecta armonía en diversos puntos de trueque. Aquellos que poseían las mercancías más copiosas debían permanecer en sitios fijos, para que el caos no reinara en las operaciones.
 
Los habitantes del interior de la muralla no eran meros espectadores de los trueques, sino que ofrecían sus propios productos, que a diferencia de los de fuera, no eran alimentos. La mayoría vivía dedicada a la confección de telas y diversos tipos de ropaje. Todos tenían una labor que cumplir en la sociedad, por el bien del resto.
 
Los niños que esperaban a sus padres, o los animales domésticos que esperaban a sus dueños, jugaban mientras duraba la espera con el agua que fluía por los canales excavados en la misma piedra que hacía de suelo de la ciudad. Un sistema de irrigación, que transportaba el agua que llegaba desde el monte Sefir de una manera equitativa para todos, hacia todos los puntos de la urbe, convertía ese bien en el único con el que no podía comerciarse, pues todos podían consumirlo en abundancia.
 
A su vez, para la comodidad de los habitantes de la zona noreste, donde se alzaba el mercado, estaba habilitada una fuente de piedra que dejaba brotar el flujo del río Aditi, para que cualquiera pudiese refrescar su cuerpo.
 
Y, como de costumbre, Mishka, pese a haber dejado todo el esfuerzo de la marcha a sus animales, se dirigió a tomar un buen trago de agua, frunciendo el ceño, como si llevase días sin beber. El clima no era excesivamente seco en esa época, y la temperatura era propicia para caminar por el exterior, lo que convertía el acto del quesero en un teatro muy divertido para Sohan.
 
—¡Qué fresca, qué suave! Esto sí hace bien al cuerpo, y no esa carne de cabra que tanto te gusta —comentó Mishka a su buen amigo mientras se frotaba la cara con sus manos llenas de agua—. Eso me recuerda a que has de ir tú a hacer ese trueque; yo me encargaré del resto de cosas, pero no me voy a sentir bien si veo por mí mismo al animal que se va a matar para mi gran día.
 
—Lamentablemente, amigo mío, debes venir tú también —le dijo Sohan con tacto, pues comprendía lo importante que era para su amigo la integridad propia, aunque los demás no la entendieran—. Sabes que si no fuese necesario no te lo pediría, pero no quiero que por mi falta de conocimiento el trueque sea perjudicial para ti.
 
Mishka se incorporó y dirigió su mirada hacia Sohan, que mantuvo a su vez sus ojos de súplica a sabiendas de lo que significaba el silencio de su amigo. El bullicio de alrededor no cesaba, pero Mishka se quedó callado, pensando en ello.
 
—De acuerdo, iré —respondió por fin Mishka, rompiendo su silencio—; tú has sacrificado por mi matrimonio bastante más, así que no puedo negarte esto.
 
Sohan había dejado, de algún modo, parte de su esencia para favorecer la felicidad de su amigo. Aunque, a veces, sobre todo cuando no veía el rostro de su amigo lleno de ventura, dudaba de aquella relación.
 
—Vamos entonces —apremió Sohan.
 
Dejando sujetados a los caballos en el lugar, Mishka cogió un saco y lo cargó con sus mejores quesos, y algunos vegetales más que habían sobrado de sus anteriores trueques. Cada uno de los comerciantes tenía un límite a la hora de sembrar o de confeccionar; de esa manera, evitaban las competencias desleales y todo vecino tenía cosas que intercambiar. Sin embargo, el material sobrante podía volver a intercambiarse, siempre y cuando fuese por un precio algo menor al original.
 
El lugar estaba a rebosar y, cuando avanzaron a través de un par de carruajes, se perdieron, ya que era la primera vez que Mishka se disponía a hacer un intercambio de ese tipo.
 
—Disculpe —tuvo que decir Sohan, finalmente, a uno de los comerciantes—, ¿me podría decir dónde se comercia con animales?
 
—Claro, buen hombre —respondió con amabilidad el comerciante, mientras indicaba con el dedo el lugar por el que debían continuar.
 
Sohan agradeció la ayuda con una pequeña reverencia y continuó junto a su amigo la marcha.
 
Por fin llegaron al puesto y, para su suerte, no había nadie más en ese instante esperando.
 
La tienda que había organizado aquel comerciante era más grande que la mayoría, y eso demostraba que, por suerte para Sohan y por desgracia para Mishka, habían llegado a uno de los más importantes comercios de carnicería.
 
Los animales, entre los que había cochinillos, cabras, gallinas o corderos, se movían aún con vida por el cerco que los limitaba. Era natural que los comerciantes ofrecieran así sus carnes, pues de esa manera los compradores podían ver la buena salud de sus productos.
 
—Bienvenidos, amigos —dijo el comerciante con una sonrisa aduladora, probablemente practicada durante mucho tiempo—, no he tenido el placer de verles por aquí antes, pero, díganme, ¿qué traen para intercambiar por esta fabulosa carne?
 
—El trueque con esta clase de productos no es algo que haga siempre, y no creo que vuelva a hacerlo nunca más, pero es una ocasión especial —respondió Mishka con sinceridad—; soy quesero pero, aparte de eso, traigo algunas cosas más, por si pudieran interesarte.
 
—Así que desea una de mis cabras para poder tomar su leche y seguir con su excelente trabajo —dijo el comerciante, ansioso por cerrar el trato, pese a no haber probado siquiera los quesos de su interlocutor.
 
—No, ya tengo mi propio ganado para esa función —contestó Mishka mientras buscaba en su bolsa un pedazo de queso ya cortado, preparado para embaucar con su sabor a cualquiera—. Lo que necesito es buena carne para la cena que quiero ofrecerle al buen amigo que me acompaña.
En el momento en el que Mishka hizo ademán de entregarle el queso al comerciante, éste se percató de la vieja cicatriz que el amigo de Sohan tenía en el brazo. Eso le hizo rememorar lo perjudicada que se había visto la permuta de la carne gracias a su maldito padre. A partir de ese momento, el vendedor de animales decidió adoptar otra postura para con sus visitantes.
—Ya veo —el comerciante tomó el pedazo que le era ofrecido, y con pequeños bocados comenzó a degustarlo—. Imagino que no debe buscar un tipo de carne en concreto, así que tengo algo que le será suficiente.
 
—¿Deseabas algo en especial, Sohan? —Dijo Mishka dirigiéndose a su amigo, que ya miraba, expectante, a los distintos animales, como si estuviese tomando una decisión.
 
—Creo que lo comentamos antes; un cordero no estaría nada mal —Sohan pensó que ese sería el manjar más delicioso del lugar—. Eso sí, intenta que te salga barato.
 
—Es una pena, pero me temo que eso no podrá ser —espetó el comerciante, con una sonrisilla en los labios—. Lo cierto es que ya tengo reservados todos los corderos de que dispongo. Sin embargo, ¿qué les parece esto?
 
Cuando señaló a un cerdo algo esmirriado para su edad, tanto Sohan como Mishka miraron con desaprobación al comerciante.
 
—Esta delicia le saldrá, solamente, por dos porciones de su queso. Es lo más barato que puedo ofrecerle —comentó el comerciante con visible satisfacción.
 
—Está bien —dijo Mishka con un hilillo de voz, ya que sabía que era del todo injusto—. Acepto el trato.
 
—Creo que es demasiado caro. Se le ve bastante flácido y poco sabroso —se apresuró a intervenir Sohan, tras ver la preocupación de su amigo—. Creo que me conformaré con el queso. Creo que es mucho más apetecible que eso. Es más, recomendaría esa alimentación a sus animales enfermizos.
 
—Mis animales ya se alimentan con los mejores sustentos, señor. Y si está aquí, es porque sabe que necesita de mis productos para seguir con esa salud de roble que parece tener —ofendido, el comerciante se defendió de Sohan, de tal manera que si alguien presenciaba la discusión, creería que era a él a quien intentaban engañar.
 
Sohan, encrespado, estuvo a punto de levantar la voz, pero Mishka le detuvo en el último momento.
 
—Está bien, Sohan, no te preocupes. Es una ocasión especial, así que no debemos ser tan minuciosos —comentó a su amigo con la finalidad de aplacar su innecesaria ira—. Acepto el trato, he dicho.
 
Sohan quiso decir algo más, pero cuando percibió la determinación de Mishka, la suya propia disminuyó.
 
—Bien. Estoy seguro de que no le defraudará —dijo el timador con aires de grandeza, mientras guardaba lo que le ofrecían y se disponía a entregar su pieza más deficiente—. Espero que podamos hacer más tratos en el futuro, señores.
 
Sohan, cabizbajo por la derrota, cogió el peor cerdo del comerciante y, posiblemente, de toda la ciudad, y lo cargó con sus poderosos brazos. De todos modos, el miserable animal no opuso resistencia alguna.
 
Antes de seguir con el resto de labores, y dado que el cerdo parecía sediento y cansado, a pesar de que lo cargaran en brazos, decidieron pasar por donde estaba detenido su propio carromato.
 
Después de darle de beber, Sohan ató al cerdo a la rueda de madera y se sentó junto a él.
 
—Sé que lo has hecho de buena fe, pero no era necesario —dijo Sohan, disgustado—. Te han timado por un capricho del todo inútil.
 
—Lo sé, pero tú has hecho sacrificios mayores y, egoístamente, es posible que te los siga pidiendo —respondió Mishka, aunque no sin vacilación, pues comprendía el disgusto de su amigo.
 
—Para mí no es un sacrificio, porque sé que es algo que de verdad necesitas —replicó Sohan, algo más calmado—. Y ya sabes que no es algo que debas pedirme siquiera.
 
—Está bien, está bien. En ese caso, y puede que esté mal que yo lo diga, debo pedirte que te comas a este animal, ya que viendo el estado en el que se encuentra, quizá le estés haciendo un favor —comentó Mishka, algo más animado, mientras se ponía de cuclillas, mirando a su amigo—. Además, para mantener ese cuerpo que tantas mujeres anhelan, y a las que no correspondes, por cierto, debes consumir este tipo de cosas, ¿no? Vamos, levanta. Debemos seguir con los trueques.
 
—Estoy agotado. He entrenado muy duro hoy —dijo Sohan, intentando poner una excusa barata para no ser una carga en los trueques de su amigo—. Te esperaré aquí.
 
—De acuerdo —sentenció Mishka, que conocía el motivo oculto tras las palabras de Sohan, pero que sabía que no tendría sentido discutir.
 
Incorporándose, dejó allí a Sohan lo más cómodamente posible y marchó a seguir con la ardua vida del comerciante. Pronto tendría que tomarse su trabajo más en serio, debido a la mujer con la que iba a desposarse. ''