Escuché la Iliada de boca de Homero; y de Virgilio, sus églogas; supe de las canciones de Amairgen, conocí a Taliesin, oí el primero el Cantar de los Nibelungos, vi cómo Skallagrímson lanzaba sus conjuros, sé qué dicen los versos perdidos del Mio Cid, fui alumno de Cuauhtémoc, discutí con Petrarca y Boscán, cambié palabras con Byron y Goethe, compré las primeras ediciones de Darío y de Nervo y ahora sigo mi camino hasta aquí