09/10/2019 02:44 PM
Las pruebas eran concluyentes, el mundo colapsaría y no habría forma de escapar. Las ciudades enviaron a sus más grandes mentes a debatir en la capital, Zeit. La Gran Biblioteca fue su hogar por los meses siguientes, y allí teorizaron y diseñaron una forma de vencer al olvido. El proyecto que plantearon sería más que ambicioso, y de no haber tenido los recursos de todo el imperio, imposible de llevar a cabo. Los sabios comprendieron que no podrían supervisar el progreso de la obra hasta su fin, ya que estaban limitados por sus cortas vidas. Así fue como comenzó el linaje de los Arquitectos. Una herencia no de sangre, sino de tinta e ideas. Hoy, un milenio más tarde, se colocará la pieza final del artefacto más complejo que hayan visto los astros en su eterna vigilia.
El Arca del Alma, como la bautizaron el Día de la Salvación, era una estructura como ninguna otra. Desde la Gran Llanura era perceptible como una pirámide, pero por debajo de la superficie se ocultaba una segunda pirámide, un reflejo de la superior.
Al mirar por la escotilla aún abierta, sentí un escalofrío. Los rostros de mis compatriotas quedarían para siempre grabados en mi mente. No puedo permitirme olvidar su sacrificio, ni el de nuestros antepasados. Una vez cerrada la compuerta, escuchamos atentos desde la oscuridad cómo colocaban la placa final del Arca. Me senté, junto con el resto de los miembros del Consejo, en la mesa circular ubicada en el centro de la estructura. Acto seguido, unimos nuestras manos y nuestras mentes en un mantra. El habitáculo estaba diseñado para resonar con el tejido primordial del universo, utilizándonos de catalizadores.
Por un instante… silencio. Y de repente, una sucesión de imágenes saturó mi mente. Vi los pilares del templo envejecer, hasta ser llevados por la brisa. Vi un flujo continuo de hermanos acercándose al Arca. Lo vi detenerse. Vi el sol amarillo volverse rojo. Vi el mundo volverse arena, y la arena polvo. Vi el vacío devorando la existencia misma. Vi lo que existe más allá del tiempo y del espacio, pero nuestro idioma no está preparado para expresar tales fenómenos. Nuestra mente se centró en un pequeño punto luminoso, distante. El punto se acercó a nosotros, o nosotros a él. Y entonces todo se vio envuelto en llamas, de las llamas surgieron las estrellas y el mundo. El mundo en un principio era roca hirviente, pero ésta dio lugar a los mares y las montañas, y en lo que pareció un instante todo se pobló de vida. Sin darnos tiempo a reaccionar, las imágenes se detuvieron.
Un estruendo recorrió el Arca, y al abrir los ojos me encontré con el terror en los rostros de mis compañeros. La escotilla había sido abierta.