15/01/2018 12:12 PM
(This post was last modified: 15/01/2018 02:14 PM by JPQueirozPerez.)
Hola, lo primero que debo decirte es que el formato es extraño; más que un relato, parece una lista de cosas... El relato en sí está bien, el mundo que has creado es interesante, aunque para introducirnos en él haría falta uno que funcione mejor por sí mismo (como comento en la corrección que he hecho).
DE LA HISTORIA DE MAELL
Gobernó durante una centuria La Unión, eso sin contar los años que le tomó forjarla.
Vino desde el mar, ese al que corsarios y marineros llaman El-Aullante-Sin-Fin.
Su aspecto era severo. Piel blanca como la nieve, ojos que refulgían fuego y una fuerza mayor a la de cien hombres.
Hizo causa común con un achacoso general de Reim que se negaba a aceptar como los restos del Viejo Imperio se hundían bajo los cascos de los jinetes del este.
Fueron considerados unos locos cuando marcharon a la primera batalla, y legiones enteras suplicaron unirse a su ejército tras la décima [no tiene sentido que uses mayúscula aquí. Suponiendo que se trate de el nombre que ha recibido ese hecho por lo extraordinario que fue, debería ser: Décima Victoria]victoria.
Amaba hacer la guerra por las mañanas, y el amor aun más en las noches.
Beñaq, Jhill, Haldor y Wurt [entiendo que esto forma parte de unas crónicas dentro de una historia mayor, por tanto quien las lea sabrá quien es esa gente; pero sin ese contexto hace falta algo más para causar un interés con esos nombres. No sé quién es esa gente, ¿por qué debe impresionarme que le proclamen Rey-Salvador?] no tardaron en hincar la rodilla y proclamarle como su Rey-Salvador.
Wirk [igual que antes, ¿quién es Wirk?, la afrenta doy por hecho que es la de que Maell fuera proclamado Rey-Salvador, sino ¿cuál es esa afrenta?] respondió a la afrenta con locura y orgullo herido. Convocando a los amigos y vasallos que aún le quedaban, a sabiendas de que la herida ya estaba gangrenada y la muerte más que sentenciada.
Fue una agonía cruel... los cadáveres innumerables, y se cuenta todavía, que en noches de tormenta, los fantasmas siguen luchando en los campos de batalla sin saber que su amada Aleja había sido reducida a un montón de humeantes ruinas.
Los años pasaron, y el Salón de los Tronos fue llenándose de otros por cada reino sureño que caía bajo la espada de nuestro amado Señor.
Aunque, la desgracia no tardó en llegarle. Hijos y nietos nacieron pronto, e hijos y nietos murieron aún más rápido.
A todos les llegaba el fin. Amados u odiados, a todos, a todos menos al Rey-Dios.
Y la maldición de Garin se cumplió.
La parte humana, atormentada por los pecados cometidos y la desdicha de su inmortalidad, pronto cebó su conciencia, tal y como hacen los gusanos con los cadáveres insepultos.
Y un día. Al despertar. Harto [no funciona bien esto de cortar tajantemente con puntos oraciones que en realidad no lo son. Si fuera un diálogo podría funcionar, pero en esto que a falta de contexto, se entiende como un relato escrito no] de su existencia, el Dios-Hombre se embarcó en la búsqueda de algo que pudiera matarlo.
Miles de leales le siguieron. Y Maell los condujo a una tierra conocida como Las Noches... allá tras el Mar Blanco, allá en el lejano oriente, lejos, muy lejos. Donde se cuenta que el sol es negro y demonios y entes peores rigen como señores [señores no es un título aquí, por tanto debe ir en minúscula] en fortalezas que amenazan con desgarrar los cielos.
Aquellos pocos que volvieron se hicieron llamar Los Grises.
Y entre ellos quedaba Maell.
Pero ya no tenia forma de hombre, ni nada afín.
Se había convertido en una abominación. En un esperpento que daba repulsa ver.
Solo vivió diez años, y en todos ellos andó cubierto por mortajas y vastas vestiduras. Esperando con paciencia casi enfermiza que las ramas de su sangre madurasen y alcanzasen la edad adulta.
El tiempo llegó. Demonios bailaron. El viejo linaje fue purgado y Los Grises instaron a príncipes y princesas a comer de la carne del Dios y beber de su sangre vestigial.
Fue entonces cuando comenzó el linaje de los Koshtya, y la Orden de los Grises no tardó en enseñarle a las tierras del Oeste. Conocido [si con conocido haces referencia a los Koshtya faltaría un como entre esa palabra y la, si no, debería ser conocida] la verdadera fe, la Fe de la Espada.
DE LA HISTORIA DE MAELL
Gobernó durante una centuria La Unión, eso sin contar los años que le tomó forjarla.
Vino desde el mar, ese al que corsarios y marineros llaman El-Aullante-Sin-Fin.
Su aspecto era severo. Piel blanca como la nieve, ojos que refulgían fuego y una fuerza mayor a la de cien hombres.
Hizo causa común con un achacoso general de Reim que se negaba a aceptar como los restos del Viejo Imperio se hundían bajo los cascos de los jinetes del este.
Fueron considerados unos locos cuando marcharon a la primera batalla, y legiones enteras suplicaron unirse a su ejército tras la décima [no tiene sentido que uses mayúscula aquí. Suponiendo que se trate de el nombre que ha recibido ese hecho por lo extraordinario que fue, debería ser: Décima Victoria]victoria.
Amaba hacer la guerra por las mañanas, y el amor aun más en las noches.
Beñaq, Jhill, Haldor y Wurt [entiendo que esto forma parte de unas crónicas dentro de una historia mayor, por tanto quien las lea sabrá quien es esa gente; pero sin ese contexto hace falta algo más para causar un interés con esos nombres. No sé quién es esa gente, ¿por qué debe impresionarme que le proclamen Rey-Salvador?] no tardaron en hincar la rodilla y proclamarle como su Rey-Salvador.
Wirk [igual que antes, ¿quién es Wirk?, la afrenta doy por hecho que es la de que Maell fuera proclamado Rey-Salvador, sino ¿cuál es esa afrenta?] respondió a la afrenta con locura y orgullo herido. Convocando a los amigos y vasallos que aún le quedaban, a sabiendas de que la herida ya estaba gangrenada y la muerte más que sentenciada.
Fue una agonía cruel... los cadáveres innumerables, y se cuenta todavía, que en noches de tormenta, los fantasmas siguen luchando en los campos de batalla sin saber que su amada Aleja había sido reducida a un montón de humeantes ruinas.
Los años pasaron, y el Salón de los Tronos fue llenándose de otros por cada reino sureño que caía bajo la espada de nuestro amado Señor.
Aunque, la desgracia no tardó en llegarle. Hijos y nietos nacieron pronto, e hijos y nietos murieron aún más rápido.
A todos les llegaba el fin. Amados u odiados, a todos, a todos menos al Rey-Dios.
Y la maldición de Garin se cumplió.
La parte humana, atormentada por los pecados cometidos y la desdicha de su inmortalidad, pronto cebó su conciencia, tal y como hacen los gusanos con los cadáveres insepultos.
Y un día. Al despertar. Harto [no funciona bien esto de cortar tajantemente con puntos oraciones que en realidad no lo son. Si fuera un diálogo podría funcionar, pero en esto que a falta de contexto, se entiende como un relato escrito no] de su existencia, el Dios-Hombre se embarcó en la búsqueda de algo que pudiera matarlo.
Miles de leales le siguieron. Y Maell los condujo a una tierra conocida como Las Noches... allá tras el Mar Blanco, allá en el lejano oriente, lejos, muy lejos. Donde se cuenta que el sol es negro y demonios y entes peores rigen como señores [señores no es un título aquí, por tanto debe ir en minúscula] en fortalezas que amenazan con desgarrar los cielos.
Aquellos pocos que volvieron se hicieron llamar Los Grises.
Y entre ellos quedaba Maell.
Pero ya no tenia forma de hombre, ni nada afín.
Se había convertido en una abominación. En un esperpento que daba repulsa ver.
Solo vivió diez años, y en todos ellos andó cubierto por mortajas y vastas vestiduras. Esperando con paciencia casi enfermiza que las ramas de su sangre madurasen y alcanzasen la edad adulta.
El tiempo llegó. Demonios bailaron. El viejo linaje fue purgado y Los Grises instaron a príncipes y princesas a comer de la carne del Dios y beber de su sangre vestigial.
Fue entonces cuando comenzó el linaje de los Koshtya, y la Orden de los Grises no tardó en enseñarle a las tierras del Oeste. Conocido [si con conocido haces referencia a los Koshtya faltaría un como entre esa palabra y la, si no, debería ser conocida] la verdadera fe, la Fe de la Espada.






