05/12/2017 05:16 PM
Capítulo 2: Bienvenidos a la ciudad de Pralvea. El lugar donde las almas se enlazan.
7:30 P.M.
Ha pasado una semana desde que mi familia fue invitada a la fiesta organizada por el emperador. No pude ir a las carreras de caballos, porque mi padre me pidió ayuda en vigilar la frontera con Ucilia. [¿por qué? sigue en entrenamiento] Ya no sé con qué rostro voy a mostrarme a Geraldo, la próxima vez que lo vea. Era el día de la fiesta. Me había arreglado con un traje militar de gala rojo carmesí, camisa blanca, corbata rosa, unas botas de cuero y elegantes guantes blancos. Mi madre estaba vistiendo un vestido de gala color azul oscuro, con encajes dorados, zapatillas y guantes azules. Mi padre vestía en un traje de gala blanco, con camisa negra, corbata blanca, guantes y zapatos negros.
—[te comenté en el otro capítulo, lo correcto es el uso de la raya. Además en las intervenciones del narrador debes pegar la raya igual que con el diálogo]Jejejeje. Te ves divina con esa vestimenta militar, Victoria. No pensaba que la ropa de tu papá te quedara muy bien. —Mi mamá me decía esto, jalándome las mejillas con sus manos, sonriendo tiernamente. Pero ese gesto de cariño me molestaba.
—No soy una niña, mamá. Deja de jalarme las mejillas. —Le decía a mi madre, mientras retrocedía un poco y me quitaba sus manos de mi rostro, de manera un poco agresiva.
—Bueno, mis bellas damas, es hora de irnos a la fiesta. El carruaje está esperando por nosotros. —Mi padre nos decía esto, señalando con su pulgar derecho la salida de la casa, sonriéndonos alegremente. Mi madre se iba adelantando a la salida; no tenía el más mínimo deseo de ir a esa fiesta, pero ya me había comprometido a ir, así que no era el momento para quejarme. Sin nada que decir, caminé hasta la salida de la mansión. Ya habiendo subido al carruaje [la oración puede dar lugar a error, puede referirse a ella a los tres, o al conductor], el conductor le da la señal a los sementales blancos, para empezar la larga cabalgada, hasta el castillo del emperador de Kartina, donde se celebraría la fiesta.
—Madre, Padre… Hay algo que quería hablar con ustedes… —Le dije esto a mis padres, ladeando la cabeza hacia la izquierda, con las manos en mi regazo.
—¿Te sientes bien, hija? Te he visto desconectada del mundo, últimamente. —Mientras yo estaba recargada en la ventana de ese carruaje de ébano, con refuerzos de oro y ruedas de mármol [esto quedaba mejor descrito cuando ve el carruaje por primera vez], mirando cómo es que la noche caía lentamente sobre nosotros, mi mamá apoyaba su mano derecha sobre mi hombro izquierdo, mirándome preocupada.
—¿Cómo se sintieron ustedes cuando les fue dado el título de condes? —Al terminar de preguntar esto, yo volteo a verles, jugando con las yemas de mis pulgares.
—¿Ehhhhh? ¿A qué viene esa pregunta, pequeña? —Mi padre cuestionaba esto, mientras que ambos bajaban la mirada, hacia donde yo estaba, observándome escépticamente.
—¿Alguna vez se han sentido que han perdido mucho tiempo sin saber que van a hacer con sus vidas? —Terminada la pregunta, mis padres se quedando mirándose entre sí y mi madre luego dijo:
—…[no entiendo el uso de estos puntos suspensivos]La verdad es que yo jamás me he sentido así, Victoria. Yo quise dedicarme a estudiar medicina, pero cuando me casé con tu padre y me dieron el título de condesa, puse en práctica mis conocimientos para volverme médico de campo. No me pidas luchar, pero sí puedo ayudar desde las trincheras. —Mi madre explicaba esto, devolviéndome una sonrisa nerviosa, con sus manos en el regazo.
—Mi padre, o sea, tu abuelo Julius Hosenfeld, solicitó un título para mí, cuando tenía 15 años. Debo admitir que me sentí nervioso cuando él hizo eso. Pensé que jamás estaría a la altura que nuestros antepasados establecieron. Pero luego entendí que uno debe sobresalir por aquello en lo que es habilidoso y no en todo. No soy el mejor espadachín de la familia, pero sí que sé planear estrategias de combate. Ahora… ¿a qué viene la pregunta, cariño? —Al terminar su explicación, mi padre acercaba su rostro a mí sonriéndome un poco. Tomando un poco de aire, yo decía lo siguiente:
—Si les dijera que quiero volverme una guerrera… ¿me lo permitirán? –[si no hay intervención la raya sobra]
—Dime, ¿al menos ya tienes clara tu razón para pelear? —Mi padre me preguntaba, mirándome con la ceja derecha levantada, cruzándose de brazos.
—N-no… Si te [llevas todo el tiempo usando un tono cortés con los padres y aquí pasas a usar un tuteo] soy sincera, aun no sé por qué razón quiero dedicarme al combate, papá… Sólo quería dedicarme a ello, porque es por lo que soy más conocida. No saben lo horrible que se siente el darse cuenta lo inconsecuente que ha sido mi vida; lo poco que he contribuido en el mundo. —Le decía a mi padre, agachando la mirada, algo entristecida por esa realización.
—Muy bien… de ser así, te daré unas lecciones de historia, para que aprendas un poco. —En eso, mi mamá y yo nos dedicamos a escuchar las palabras de mi papá, el cual se acomodaba la solapa con su diestra mano. —Los samuráis son una clase guerrera del país de Sensha; país el cual está ubicado en el continente de Erhtía, la cual se dedica a proteger a su respectivo señor feudal, de cualquier daño que pueda pasarle. Su dedicación a su trabajo, así como su lealtad a su señor feudal y a su código ético, llamado Bushido [no deberías usar referencias a nuestro mundo de esa manera. En el caso de samurái es una palabra que dentro de lo que cabe se ha vuelto popular, como caballero o el paladín que aparece más adelante; pero bushidō hace referencia a los bushi, ¿hay relación con los samuráis? sí, pero también tiene un significado propio detrás que en tu mundo puede no tener sentido. Si hablas de samuráis y mencionas un código y ya está evitas problemas así; si necesitas darle un nombre puedes inventarlo como has hecho con el país], los vuelve excepcionalmente formidables y superiores al resto de las clases guerreras de ese país. Y si por alguna razón fracasaban en cumplir su misión o terminaban [el padre menciona a los samuráis como una clase que existe en ese momento, ¿por qué mencionas esto en pasado?] dando la espalda al Bushido, recurrían a un ritual suicida llamado seppuku, con el cual recobraban su honor. –
—Entonces… los samuráis son equivalente a los paladines, ¿verdad? —Cuando mi padre terminó de decirme eso, pedí la palabra para aclarar mis dudas, levantando la mano derecha, ladeando mi cabeza hacia la izquierda.
—Algo así. Pero a lo que voy es a esto, niña… Si vas a dedicar tu vida al combate, como mínimo debes de tener un código de honor al cual adecuarte y una razón por la cual luchar. ¡No puedes andar por la vida, peleando por ninguna razón! Esta actitud va a terminar destruyéndote tarde o temprano. —Las palabras de mi padre me habían dejado atónita; en ese entonces, jamás había pensado en ello. Jamás me había puesto a pensar porque razón quería pelear. Solo entrenaba porque eso me hacía sentir bien.
—Bue-bueno… la verdad es que jamás había pensado eso. [lo acabas de decir en la frase anterior] Además de que no sé porque quiero luchar… —Le decía a mi padre, mientras bajaba la cabeza y colocaba mis manos en mi regazo.
—Ahí está el problema, niña. Pero no te preocupes. Si en verdad tanto deseas volverte una espadachina, tarde o temprano vas a encontrar tu razón para luchar. —En eso, mi papá me acariciaba la cabeza con su diestra, riéndose a carcajadas. Mi mamá le acompañaba con una risa delicada y yo le sonreía. Era la primera vez que me sentía feliz por el hecho de platicar con ellos. Pero aún me faltaba algo; esa razón por la cual quería pelear; y esa razón la iba a conocer esa misma noche…
La ciudad de Pralvea era y aún es [por la manera en la que narras deberías dejar sólo era, si lo dejas como está cuando luego usas pretéritos parece que te refieras a cosas del pasado y no del momento actual de la narración] enorme. La arquitectura entera, desde las calles y avenidas de la ciudad, hasta los más altos edificios del reino estaba hecha [el adjetivo hace referencia a la arquitectura] de roca sólida, adornada con pilares, esculturas e inscripciones de distintos tipos. Un aspecto muy poco colorido; abundaba mucho el gris y el café. Como era de noche, todo estaba muy desolado; sólo se veían a algunas prostitutas vagar por las calles, así como gente que solía trabajar en turnos nocturnos y otros que iban a bares u otros lugares así. Eso sí… había mucha iluminación, por donde quiera se miraba. Una persona podría quedarse ciega durante la noche, de tanta luz que emanaban las lámparas de aceite que colgaban de los postes de la calle y de las casas.
Nuestro carruaje continuaba avanzando por la avenida principal, hasta que finamente llegamos al castillo de la familia real [no puedes usar de manera indistinta reino/rey y imperio/emperador; puede ser ambas cosas pero tienes que dejarlo claro]. Si el tamaño de la ciudad era colosal, el castillo tampoco se quedaba atrás; el castillo. [¿cuál es la función de esta oración?] Había edificaciones que servían como cuartos de huéspedes, donde se hospedarían las personas que quisieran pasar la noche en el castillo o que también servían como albergue en caso de que pasase una catástrofe. Otros edificios servían como almacenes y tiendas, donde se podrían reabastecer los damnificados o los invitados. Y al oeste de la ciudad interna, pintado de un color más rojizo que el resto de la ciudad, se podía apreciar el monumental castillo de la familia imperial. No había una edificación que identificara al entero reino de Kartina como esta majestuosa obra de arte; sólo la torre más alta medía cien metros. [para que la frase impresione no debes dar el dato de la torre más alta sino de la más baja] La estructura principal del castillo tenía incrustaciones de piedras preciosas, las cuales resplandecían durante la noche, cuando la iluminación nocturna se alzaba. Aproximadamente unas cien habitaciones en total, las cuales consistían, en su mayoría, en más habitaciones para huéspedes. Una pequeña laguna en el extenso jardín del castillo, cual cristalina como el hielo [la oración no tiene sentido]. Protegido por un millar de soldados, los cuales [repites demasiado cual/es] no se iban a mover de su lugar, sin importar lo que pasase, así como atalayas, en las cuales, se encontraban centinelas, los cuales custodiaban en castillo, como un halcón.
—Muy bien, chicas, hemos llegado. —Mi padre nos decía esto, a mi mamá y a mí, en lo que los tres observábamos el castillo y nos dirigíamos hacia la entrada, donde uno de los sirvientes nos diría donde estacionar nuestro carruaje.
—Su majestad, el rey Fernando, se siente honrado con su presencia, señor Homero. Esperamos que disfruten la fiesta de cumpleaños de la princesa Fabiola. —El sirviente le decía a mi padre y al conductor del carruaje, indicando la dirección en la cual íbamos a estacionarnos. Logramos estacionarnos cerca de la entrada.
He aguantado leer hasta aquí; más tarde terminaré de hacerlo, pero aunque la historia es interesante el ritmo es tedioso...
7:30 P.M.
Ha pasado una semana desde que mi familia fue invitada a la fiesta organizada por el emperador. No pude ir a las carreras de caballos, porque mi padre me pidió ayuda en vigilar la frontera con Ucilia. [¿por qué? sigue en entrenamiento] Ya no sé con qué rostro voy a mostrarme a Geraldo, la próxima vez que lo vea. Era el día de la fiesta. Me había arreglado con un traje militar de gala rojo carmesí, camisa blanca, corbata rosa, unas botas de cuero y elegantes guantes blancos. Mi madre estaba vistiendo un vestido de gala color azul oscuro, con encajes dorados, zapatillas y guantes azules. Mi padre vestía en un traje de gala blanco, con camisa negra, corbata blanca, guantes y zapatos negros.
—[te comenté en el otro capítulo, lo correcto es el uso de la raya. Además en las intervenciones del narrador debes pegar la raya igual que con el diálogo]Jejejeje. Te ves divina con esa vestimenta militar, Victoria. No pensaba que la ropa de tu papá te quedara muy bien. —Mi mamá me decía esto, jalándome las mejillas con sus manos, sonriendo tiernamente. Pero ese gesto de cariño me molestaba.
—No soy una niña, mamá. Deja de jalarme las mejillas. —Le decía a mi madre, mientras retrocedía un poco y me quitaba sus manos de mi rostro, de manera un poco agresiva.
—Bueno, mis bellas damas, es hora de irnos a la fiesta. El carruaje está esperando por nosotros. —Mi padre nos decía esto, señalando con su pulgar derecho la salida de la casa, sonriéndonos alegremente. Mi madre se iba adelantando a la salida; no tenía el más mínimo deseo de ir a esa fiesta, pero ya me había comprometido a ir, así que no era el momento para quejarme. Sin nada que decir, caminé hasta la salida de la mansión. Ya habiendo subido al carruaje [la oración puede dar lugar a error, puede referirse a ella a los tres, o al conductor], el conductor le da la señal a los sementales blancos, para empezar la larga cabalgada, hasta el castillo del emperador de Kartina, donde se celebraría la fiesta.
—Madre, Padre… Hay algo que quería hablar con ustedes… —Le dije esto a mis padres, ladeando la cabeza hacia la izquierda, con las manos en mi regazo.
—¿Te sientes bien, hija? Te he visto desconectada del mundo, últimamente. —Mientras yo estaba recargada en la ventana de ese carruaje de ébano, con refuerzos de oro y ruedas de mármol [esto quedaba mejor descrito cuando ve el carruaje por primera vez], mirando cómo es que la noche caía lentamente sobre nosotros, mi mamá apoyaba su mano derecha sobre mi hombro izquierdo, mirándome preocupada.
—¿Cómo se sintieron ustedes cuando les fue dado el título de condes? —Al terminar de preguntar esto, yo volteo a verles, jugando con las yemas de mis pulgares.
—¿Ehhhhh? ¿A qué viene esa pregunta, pequeña? —Mi padre cuestionaba esto, mientras que ambos bajaban la mirada, hacia donde yo estaba, observándome escépticamente.
—¿Alguna vez se han sentido que han perdido mucho tiempo sin saber que van a hacer con sus vidas? —Terminada la pregunta, mis padres se quedando mirándose entre sí y mi madre luego dijo:
—…[no entiendo el uso de estos puntos suspensivos]La verdad es que yo jamás me he sentido así, Victoria. Yo quise dedicarme a estudiar medicina, pero cuando me casé con tu padre y me dieron el título de condesa, puse en práctica mis conocimientos para volverme médico de campo. No me pidas luchar, pero sí puedo ayudar desde las trincheras. —Mi madre explicaba esto, devolviéndome una sonrisa nerviosa, con sus manos en el regazo.
—Mi padre, o sea, tu abuelo Julius Hosenfeld, solicitó un título para mí, cuando tenía 15 años. Debo admitir que me sentí nervioso cuando él hizo eso. Pensé que jamás estaría a la altura que nuestros antepasados establecieron. Pero luego entendí que uno debe sobresalir por aquello en lo que es habilidoso y no en todo. No soy el mejor espadachín de la familia, pero sí que sé planear estrategias de combate. Ahora… ¿a qué viene la pregunta, cariño? —Al terminar su explicación, mi padre acercaba su rostro a mí sonriéndome un poco. Tomando un poco de aire, yo decía lo siguiente:
—Si les dijera que quiero volverme una guerrera… ¿me lo permitirán? –[si no hay intervención la raya sobra]
—Dime, ¿al menos ya tienes clara tu razón para pelear? —Mi padre me preguntaba, mirándome con la ceja derecha levantada, cruzándose de brazos.
—N-no… Si te [llevas todo el tiempo usando un tono cortés con los padres y aquí pasas a usar un tuteo] soy sincera, aun no sé por qué razón quiero dedicarme al combate, papá… Sólo quería dedicarme a ello, porque es por lo que soy más conocida. No saben lo horrible que se siente el darse cuenta lo inconsecuente que ha sido mi vida; lo poco que he contribuido en el mundo. —Le decía a mi padre, agachando la mirada, algo entristecida por esa realización.
—Muy bien… de ser así, te daré unas lecciones de historia, para que aprendas un poco. —En eso, mi mamá y yo nos dedicamos a escuchar las palabras de mi papá, el cual se acomodaba la solapa con su diestra mano. —Los samuráis son una clase guerrera del país de Sensha; país el cual está ubicado en el continente de Erhtía, la cual se dedica a proteger a su respectivo señor feudal, de cualquier daño que pueda pasarle. Su dedicación a su trabajo, así como su lealtad a su señor feudal y a su código ético, llamado Bushido [no deberías usar referencias a nuestro mundo de esa manera. En el caso de samurái es una palabra que dentro de lo que cabe se ha vuelto popular, como caballero o el paladín que aparece más adelante; pero bushidō hace referencia a los bushi, ¿hay relación con los samuráis? sí, pero también tiene un significado propio detrás que en tu mundo puede no tener sentido. Si hablas de samuráis y mencionas un código y ya está evitas problemas así; si necesitas darle un nombre puedes inventarlo como has hecho con el país], los vuelve excepcionalmente formidables y superiores al resto de las clases guerreras de ese país. Y si por alguna razón fracasaban en cumplir su misión o terminaban [el padre menciona a los samuráis como una clase que existe en ese momento, ¿por qué mencionas esto en pasado?] dando la espalda al Bushido, recurrían a un ritual suicida llamado seppuku, con el cual recobraban su honor. –
—Entonces… los samuráis son equivalente a los paladines, ¿verdad? —Cuando mi padre terminó de decirme eso, pedí la palabra para aclarar mis dudas, levantando la mano derecha, ladeando mi cabeza hacia la izquierda.
—Algo así. Pero a lo que voy es a esto, niña… Si vas a dedicar tu vida al combate, como mínimo debes de tener un código de honor al cual adecuarte y una razón por la cual luchar. ¡No puedes andar por la vida, peleando por ninguna razón! Esta actitud va a terminar destruyéndote tarde o temprano. —Las palabras de mi padre me habían dejado atónita; en ese entonces, jamás había pensado en ello. Jamás me había puesto a pensar porque razón quería pelear. Solo entrenaba porque eso me hacía sentir bien.
—Bue-bueno… la verdad es que jamás había pensado eso. [lo acabas de decir en la frase anterior] Además de que no sé porque quiero luchar… —Le decía a mi padre, mientras bajaba la cabeza y colocaba mis manos en mi regazo.
—Ahí está el problema, niña. Pero no te preocupes. Si en verdad tanto deseas volverte una espadachina, tarde o temprano vas a encontrar tu razón para luchar. —En eso, mi papá me acariciaba la cabeza con su diestra, riéndose a carcajadas. Mi mamá le acompañaba con una risa delicada y yo le sonreía. Era la primera vez que me sentía feliz por el hecho de platicar con ellos. Pero aún me faltaba algo; esa razón por la cual quería pelear; y esa razón la iba a conocer esa misma noche…
La ciudad de Pralvea era y aún es [por la manera en la que narras deberías dejar sólo era, si lo dejas como está cuando luego usas pretéritos parece que te refieras a cosas del pasado y no del momento actual de la narración] enorme. La arquitectura entera, desde las calles y avenidas de la ciudad, hasta los más altos edificios del reino estaba hecha [el adjetivo hace referencia a la arquitectura] de roca sólida, adornada con pilares, esculturas e inscripciones de distintos tipos. Un aspecto muy poco colorido; abundaba mucho el gris y el café. Como era de noche, todo estaba muy desolado; sólo se veían a algunas prostitutas vagar por las calles, así como gente que solía trabajar en turnos nocturnos y otros que iban a bares u otros lugares así. Eso sí… había mucha iluminación, por donde quiera se miraba. Una persona podría quedarse ciega durante la noche, de tanta luz que emanaban las lámparas de aceite que colgaban de los postes de la calle y de las casas.
Nuestro carruaje continuaba avanzando por la avenida principal, hasta que finamente llegamos al castillo de la familia real [no puedes usar de manera indistinta reino/rey y imperio/emperador; puede ser ambas cosas pero tienes que dejarlo claro]. Si el tamaño de la ciudad era colosal, el castillo tampoco se quedaba atrás; el castillo. [¿cuál es la función de esta oración?] Había edificaciones que servían como cuartos de huéspedes, donde se hospedarían las personas que quisieran pasar la noche en el castillo o que también servían como albergue en caso de que pasase una catástrofe. Otros edificios servían como almacenes y tiendas, donde se podrían reabastecer los damnificados o los invitados. Y al oeste de la ciudad interna, pintado de un color más rojizo que el resto de la ciudad, se podía apreciar el monumental castillo de la familia imperial. No había una edificación que identificara al entero reino de Kartina como esta majestuosa obra de arte; sólo la torre más alta medía cien metros. [para que la frase impresione no debes dar el dato de la torre más alta sino de la más baja] La estructura principal del castillo tenía incrustaciones de piedras preciosas, las cuales resplandecían durante la noche, cuando la iluminación nocturna se alzaba. Aproximadamente unas cien habitaciones en total, las cuales consistían, en su mayoría, en más habitaciones para huéspedes. Una pequeña laguna en el extenso jardín del castillo, cual cristalina como el hielo [la oración no tiene sentido]. Protegido por un millar de soldados, los cuales [repites demasiado cual/es] no se iban a mover de su lugar, sin importar lo que pasase, así como atalayas, en las cuales, se encontraban centinelas, los cuales custodiaban en castillo, como un halcón.
—Muy bien, chicas, hemos llegado. —Mi padre nos decía esto, a mi mamá y a mí, en lo que los tres observábamos el castillo y nos dirigíamos hacia la entrada, donde uno de los sirvientes nos diría donde estacionar nuestro carruaje.
—Su majestad, el rey Fernando, se siente honrado con su presencia, señor Homero. Esperamos que disfruten la fiesta de cumpleaños de la princesa Fabiola. —El sirviente le decía a mi padre y al conductor del carruaje, indicando la dirección en la cual íbamos a estacionarnos. Logramos estacionarnos cerca de la entrada.
He aguantado leer hasta aquí; más tarde terminaré de hacerlo, pero aunque la historia es interesante el ritmo es tedioso...