21/12/2017 11:10 PM
(This post was last modified: 21/12/2017 11:12 PM by Jaden Diamondknight.)
Damas y caballeros... Quiero darles la noticia que ya estoy a un capítulo de terminar la historia principal. Ahora solo faltaría el arreglo ortográfico, entre otras cosas.
Espero que podamos terminar con este largo camino, para antes de Febrero.
Muchas gracias por acompañarme en esta travesía.
Por ahora, les dejo el capítulo 5:
Capítulo 5: La duquesa y la aprendiz de caballero. Una amistad florece entre la nieve.
Las otras chicas y yo nos encontrábamos en el bazar del Glaciar de las Rosas, caminando entre la multitud. Saúl y Geraldo nos estaban acompañando, cargando con ellos unas cajas llenas de cosas que Fabiola había comprado.
–Fabiola… ¿estas segura que quieres llevar todo esto al castillo? Dudo mucho que vayas a usar todos estos vestidos, algún día. – El marqués le decía esto a la princesa, casi cayéndose al suelo por el peso de las cajas.
– ¡Por supuesto que sí! No seas tontito, Saúl. – Fabiola le respondía, sonriéndole burlonamente.
– ¿Al menos podemos descansar un rato, su alteza? La espalda me mata. – Geraldo le decía esto, moviéndose de un lado a otro. Entonces, la joven albina se detenía en seco, topándose con una cabaña que tenía un anuncio interesante; una estética que se dedicaba a “cambiar el color de cabello”.
–Uhhhhhh… Qué padre. Me pregunto si podré pintar mi cabello de rosa. – La joven princesa decía, esto, inclinándose hacia adelante, con el dedo índice en su boca.
–No hablas en serio, cariño…– Entonces, Saúl rodaba sus ojos, diciéndole esto a ella.
– ¡Por supuesto que hablo en serio! ¿Acaso me has escuchado decir algo de broma? – Fabiola le decía esto, con las manos en la cadera, volteando a verle.
–No. Y por eso me asustas, a veces…– En eso, el joven pelirrojo entrecerraba la mirada, mientras sus labios temblaban.
– ¡Venga ya! Entremos a la estética. ¿Vienen ustedes, chicas? – La joven princesa exclamaba esto, volteando a ver a Katalina y a mí, cruzándose de brazos.
–Me gusta mi cabello tal y cual como es. Lo siento. – Katalina asentaba con la cabeza, diciendo esto.
–No, gracias. No quiero que mis padres se enfurezcan conmigo, si descubren que me ando metiendo en una moda tan ridícula. – Yo le respondía a la princesa, cruzándome de brazos.
–Awwwwww… ustedes dos son tan aburridas. – Fabiola nos decía esto, golpeando el suelo con la suela de su zapato, mirándonos muy molesta.
–No me hago responsable por lo que te pase con tus padres, cuando vean lo que te harás con tu cabello. – Al decirle esto a la princesa, me daba la media vuelta y hacía un ademan con la mano, dándole la indicación de proseguir.
–…Supongo que no tengo otra opción más que acompañarte. – El joven marqués decía esto, entrecerrando la mirada.
–Jmjmjmjm. Gracias, cariño. – Fabiola le respondía con esto, sonriéndole pícaramente. –Usted vendrá con nosotros, joven Geraldo. – En eso, la princesa volteó a ver al joven espadachín, dando la orden de entrar a la estética con ella.
– ¿¡Pero por qué!? – El joven le decía esto a la princesa, volteando a verla, muy espantado.
– ¿Que acaso no quiere descansar los brazos? Bien puede tomar un asiento adentro y dejar las cajas en el piso o en una mesa. – La joven albina le decía esto, cruzándose los brazos.
–…Buen punto, su alteza. – Entonces, Geraldo ladeaba su cabeza, entrecerrando la mirada.
–Si no les molesta, Victoria y yo saldremos a explorar el resto del bazar. – La duquesa le decía esto a Fabiola, asentando un poco con la cabeza.
–Adelante. Los chicos y yo iremos a buscarles, cuando hayamos terminado. – La princesa nos decía esto, sonriéndonos un poco.
–Nos vemos en un rato, Fabio. – Katalina ya habiéndose despedido, la joven albina y los dos chicos entraban al edificio, dejándonos solas a la duquesa y a mí.
– ¿A dónde queréis ir, Kat? – Le pregunté esto a la duquesa, encogiendo los hombros.
–Quería hablar un poco contigo, Victoria. Es todo. – Ya diciendo esto, Katalina tomaba de mi mano y me sonreía tiernamente.
–Está bien…– Al notar esto, yo me sonrojaba un poco y le acompañaba a explorar el resto del bazar.
–Puedo oler que ahora llevas perfume de cítricos. ¿Alguna vez has ido a la playa? – La duquesa me preguntaba esto, caminando entre la multitud.
– ¿Mande? Ohhhh… no. No es perfume. Comí unos gajos de naranja y limón, antes que Fabiola y yo llegáramos por ti. – Le respondía a Katalina, rascándome la nuca, levantando la mirada.
–Me sorprende que tengas acceso a esa clase de frutas. Solo se consiguen en zonas tropicales, y este reino no se caracteriza por ello. – Al decir esto, ella se detiene lentamente y se coloca delante de mí, inclinándose hacia adelante, con las manos en la espalda. – ¿Donde las conseguiste? –
–Mis padres suelen frecuentar la frontera con Ucilia. Allá compran unas cuantas, para hacer jugos. – Le decía esto a la duquesa. Frotando mí barbilla.
– ¿Hablas en serio? ¡Genial! Me encantaría poder acompañarles, algún día de estos. Con solo una hora que pueda estar de vuelta en Ucilia…– Entonces, Katalina ladeaba la cabeza, agachando la mirada. Por alguna razón, no podía quedarme callada, viéndola tan triste. Debía decir algo para animarla.
–Por supuesto que me encantaría que fueras conmigo a la frontera. Somos amigas, ¿o no? – La decía esto a ella, sonriéndole gentilmente.
– ¿Me… me lo prometes? – Al escuchar esto, la chica volteó a mirarme, con los ojos algo vidriosos.
–Una promesa es una promesa. – En eso, caminaba hacia donde ella estaba, acariciando su cabeza.
–… Gracias, Victoria… Sois muy considerada, ¿lo sabías? – La joven duquesa mencionaba esto, frotando su rostro un poco, sonriéndome un poco.
–Jejeje… No te preocupes por ello, Katalina. Y no. Jamás he ido a la playa. – Le respondía con esto, asentando con la cabeza, continuando nuestro paseo.
– ¡De lo que te has perdido! ¡Vamos a arreglar eso, cuando vayamos a Ucilia! Lo primero que haremos allá, será ir a las playas en la provincia de Sorrento. – Katalina me decía esto, sonriéndome de vuelta.
– ¿Ahhh sí? Dime más, de ser así. – Le dije esto a la señorita, prestando atención a lo que iba a decir.
–No hay mejor sensación en este mundo, que estar sumergida en el agua de mar. Tan majestuosa y tan emocionante, a la misma vez. Tomar limonada, bajo una sombrilla, acostada en la arena. O hacer castillos de arena. Hay tantas cosas que se pueden hacer, en la playa. – La chica se daba la media vuelta, diciéndome esto, llevándose las manos al pecho.
– ¿Y se meten al agua, con todo y vestido? ¿O cómo está eso? – Le preguntaba esto a la duquesa, cruzando mis brazos.
–Hay ropa interior especial para nadar. ¿Lo sabias? Mi madre compró un prototipo, cuando aún vivía en Ucilia, para mí y para ella. – Al escuchar la explicación de Katalina, ésta asentaba la cabeza, sonriéndome un poco.
– ¿En serio? Meh… Prefiero bañarme sin ropa. Dudo mucho que ese tipo de ropa se ponga de moda, en el futuro. No es por ofender, pero eso es lo que pienso. – Le decía esto a ella, agachando la mirada un poco, entrecerrando la mirada.
– ¿Sabéis nadar, Victoria? – Entonces, la duquesa me preguntó esto, mirándome con curiosidad.
–Por supuesto que sí. Suelo hacerlo, cada vez que voy a la Laguna de Arces. – Al comentarle esto, notábamos cómo era que otras personas entre la multitud nos observaban con entrañes.
– ¿No te da vergüenza nadar desnuda, cuando hay más gente alrededor de la Laguna? – Katalina me preguntaba esto, ladeando la cabeza un poco.
–…Un poco… especialmente cuando otros chicos me observan. – Ya habiendo dicho esto, se escucha un murmullo fuerte entre la multitud, por lo que era mejor que cambiáramos el tema. –Cambiemos el tema, Kat. Hay mucha gente aquí. – Mi rostro se sonrojaba fuertemente, mientras salíamos de la multitud. Un rato después, sin darme cuenta, la duquesa se quedaba observando algo, por lo cual volteé a ver hacia donde ella miraba.
–Qué bonito…– Ambas captamos un collar de diamantes azules, posando en una repisa de una tienda callejera. Katalina inmediatamente soltaba mi mano, avanzando hacia donde estaba ese collar, donde una venerable mujer desgastada por el tiempo, envuelta en una capucha azul, era la ventera.
–Buenas tardes, jovencita. ¿Qué se le ofrece? – La ancianita le preguntaba esto, sonriéndole generosamente.
–Me encantaría comprar el collar de diamante, por favor. – La joven le indicaba esto, haciendo una reverencia.
– ¿Estáis interesada en el collar, jovencita? Puedo ver que tenéis buen ojo para joyería. Este collar proviene del norte del imperio de Elbea. Unos excavadores de ruinas lo encontraron dentro de un cofre de piedra, en un templo que le pertenecía a la familia Asimov, durante la Gran Guerra. Se dice que este amuleto posee un potencial mágico increíble, pero solo son rumores, por lo que me dijeron. –Al escuchar la explicación de la ancianita, no pude evitar levantar la ceja de la impresión. ¿Cómo es que sabía eso? ¿Y cómo la consiguió?
– No es por sonar grosera, ¿pero cómo la consiguió? Su historia me parece muy específica, como para que me diga que “la compró en Elbea”. – Le decía eso a la señora, acercándome a la tienda, cruzando los brazos. En eso, la viejita agachaba la cabeza, cerrando la mirada.
–Mi esposo era uno de los excavadores que fue a ese templo. Él me trajo el collar, como regalo de bodas. Han pasado tres años, desde que falleció en una tormenta de nieve. Atesoro este collar, con mi propia vida… pero necesito el dinero, para alimentar a los hijos de mis hijos. ¿Me comprendes, señorita? – Cuando escuché la respuesta de la ancianita, no pude evitar sentirme mal por ello. Me sentí como una abusiva, al intentar sacarle información.
–Mis condolencias, señora…– Le respondía con esto, inclinándome un poco.
–Ohhhh… ¿Y cuánto va a querer por el collar? – La duquesa preguntaba esto, asentando con la cabeza, sonrojándose de la pena.
–Serán diez monedas de oro, como mínimo, señorita. – Entonces, la señora volteó a ver a Katalina, diciéndole esto.
–Permítame, por favor…– La joven empieza a buscar dinero, dentro de su bolsa, por unos segundos. Si bien el collar era de diamante, el precio parecía un poco exorbitante; aunque se trataba de un objeto cercano a la viejita, si lo pensaba detenidamente. A veces el valor sentimental es más fuerte que el valor monetario. – Solo tengo tres…– Ya terminando de inspeccionar, la duquesa agachaba su cabeza, cerrando los ojos.
–Puedo darte de mi dinero, si quieres. – Le decía esto a Katalina, tomando mi bolsa entre mis manos.
– ¿¡Lo harías por mí, Victoria!? – Al escuchar esto, ella volteó a verme, con las manos en el pecho.
–Por supuesto que sí, Kat. Si somos amigas, ¿o no? – Cuando terminé de decir eso, la joven me abrazaba fuertemente, restregando su rostro en mi pecho.
–Muchísimas gracias, Victoria. Te deberé esto de por vida. – Al sentir el calor de su cuerpo en el mío, yo le devolvía una gentil sonrisa, frotando su cabeza.
–De nada, Kat. – Ya dándole de mi dinero, la duquesa pagó por el collar, haciendo una reverencia a la ancianita.
–Muchísimas gracias, señorita. Me alegra haber conocido a alguien que tuviera tanta pasión por coleccionar joyería, y que apreciara este collar, tanto como mi esposo y yo lo hicimos. – La señora nos decía esto, inclinándose de vuelta, sonriéndonos tiernamente.
–Espero que nuestros caminos se vuelvan a cruzar, al menos una vez más. – Cuando la duquesa le dijo esto, ella y yo nos retirábamos del puesto. –Quiero pagarte este lindo detalle, Victoria. Pero necesito un lugar más aislado. Hay demasiada gente aquí… Eso no sonó bien. ¡No es lo que imaginas! ¡Lo juro! – Terminado de decir esto, Katalina se sonrojó fuertemente, con las manos en el rostro.
–No es para tanto, Kat. Vayamos al lago congelado, para sentarnos a la orilla del agua. Necesito un lugar donde descansar las piernas. – Le decía esto a ella, negando con la cabeza, rodando los ojos.
–E-está bien, Victoria. – Ya habiendo terminado este intercambio de palabras, la duquesa y yo nos dirigíamos al lago, para continuar la conversación. Mis padres iban a matarme, una vez que se enteren en que gasté mi dinero; pero no me importaba. Si podía alegrarle el día a uno de mis amigos, valía la pena. Un rato después, ambas llegábamos al lago, el cual estaba congelado por completo, y no se veía gente por los alrededores.
–Permíteme. – Le daba mi mano a Katalina, ayudándola a sentarse en la nieve.
–Gracias, Vic. – La joven me decía esto, sentándose lentamente, con las manos en su regazo. –Nadie nos ve, ¿verdad? – Entonces, ella volteó a ver a todas direcciones, checando el área.
–No lo creo. ¿Por qué preguntas? – Justo después de preguntar esto, Katalina me daba un fugaz beso en la mejilla, muy cerca de los labios. Sintiendo esta muestra de afecto, yo me quedé inmóvil por un rato, asimilando lo que había pasado. Ella, una mujer, me había besado. No en los labios, pero muy cerca de ellos.
–Quizás no sea mucho, pero esto es lo más que puedo darte, como compensación por el collar. – La duquesa me decía esto, sonriendo tiernamente.
–Ohhhh… Uhmmm… No esperaba eso. – Le respondía con esto, frotando la mejilla la cual besó. Antes que las cosas se me subieran a la cabeza, yo me sacudía fuertemente, recomponiendo la postura.
–Tengo otra pregunta, Vic… ¿Te gustan las guerras de nieve? – Entonces, la joven se levantaba del suelo, tomando un poco de nieve mágicamente.
–Solía jugar mucho, cuando Fabiola y yo teníamos como nueve o diez años. ¿Por qué preguntas? – Le respondía con esto a Katalina, levantándome también, volteando a verla.
– ¡Piensa rápido! – Sin previo aviso, la joven duquesa lanzaba una bola de nieve a mi cara, haciéndome caer al suelo sentada. –Jijijiji. ¿Qué tal estuvo eso? –
–Vas a arrepentirte por ese golpe trapero, Montesco. – Ya habiendo dicho esto, me levantaba del suelo y lanzaba una bola de nieve a Katalina, riendo un poco.
–No vas a poder vencerme, Hosenfeld. Estáis luchando contra una fuerza más allá de vuestra comprensión. – En eso, ella detenía la bola de nieve, solo extendiendo su mano, para luego lanzarla de vuelta, golpeando mi cara.
–Maldita mocosa… ¡Enfréntame sin usar tus artes arcanas! – Le exclamaba esto a la duquesa, tomando cuanta nieve me fuera posible del suelo, para lanzársela rápidamente.
– ¿Qué pasa? ¿Tenéis miedo a perder? – Katalina me decía esto, retrocediendo un poco, deteniendo las bolas de nieve con su magia, pero yo me acercaba lentamente, quedando en frente de ella. Justo antes que pudiera hacer algo, me tropezaba con un pedazo de hielo en el suelo, cayendo encima de ella.
– ¡Aghhhhh! – Ambas nos sacudíamos la nieve de encima, pero justo antes que pudiera levantarme, me quedé contemplando la mirada de la joven duquesa. No sabía que estaba sintiendo en ese momento; mi cuerpo se había quedado inmóvil, hipnotizado por esos ojos verdes de la chica. Por alguna razón, no quería separar mi mirada de la de ella. Debía admitir que era muy bonita, pero, para ese punto, no la había visto como algo más que una amiga. En ese entonces, no me había dado cuenta de la llama que se había encendido dentro de mí; una llama que se intensificaría, con el tiempo… Una llama que me guiaría a mi camino de vida.
–Sois muy linda, Kat. – Al decirle esto a la duquesa, ella se sonrojaba fuertemente, sonriéndome un poco.
–Tú también, Vic. – Me sonrojé fuertemente al escuchar este halago, pero también me hizo regresar a la realidad, rompiendo el trance que hice con la joven duquesa.
–Ajam… O-oye… ¿cómo fue que quisiste volverte una maga? – Le decía esto, levantándome rápidamente, desviando mi mirada. Debía de desviar la atención de lo que había pasado, antes que la situación se volviera más incómoda.
–Honestamente, fue una corazonada. Recuerdo que, cuando estaba en la academia de Galecia, tomé un libro que tenía registros de acontecimientos arcanos, como la Gran Guerra. Algo dentro de mí me impulsaba a saber más… todos esos relatos fantásticos, todas esas personas famosas… fue algo que conectó conmigo, de manera casi instantánea. – La duquesa me decía esto, levantando la mirada, con las manos en su pecho, sonriendo radiantemente, levantándose de la nieve. Algo en sus palabras me hizo sentir extrañamente… familiar; como si por alguna razón, fuese algo que yo hubiese dicho en el pasado. Me quedé callada por unos segundos, ladeando la mirada un poco, analizando lo que me dijo.
– Tengo una pregunta… ¿Qué son los Registros Etéreos? – Al preguntarle esto a la joven, me frotaba la barbilla, levantando la ceja. Siempre he escuchado a la gente hablar sobre “Años de Registros Etéreos”, cuando recibía clases de historia, en la primaria. Pero jamás le di mucha importancia… sino hasta ahora.
– ¿Sobre el nuevo calendario? Hace un poco más de 800 años atrás, se empezaron a formular los primeros registros escritos, relacionados con las artes arcanas y las apariciones de las vasijas. Básicamente, el punto temporal donde los hechiceros guardaron y publicaron sus investigaciones sobre la magia y el éter, así como los pactos con las deidades. – Me quedé callada por un momento, escuchando la explicación de la duquesa, mirándole fijamente. Debo admitir que la duquesa captó mi atención, a las artes arcanas…
– ¿No te molestaría darme clases de magia, Kat? Ahora sí estoy interesada. – Le decía esto a ella, cruzando mis brazos, sonriendo un poco.
– ¿Ahhh sí? Por supuesto. No pensé que terminaría volviéndome una tutora de artes arcanas, pero veo que el destino lo deseó así. – Katalina me decía esto, rascándose la nuca, sonriendo nerviosamente.
–A mí me sorprende que le tengas tanta paciencia a Fabiola. Ella es más terca que una mula en día de pago. – La decía esto la duquesa, agachando la mirada, encogiendo los hombros.
–Cuando lidias con primos menores que tú, por al menos tres años seguidos, te acostumbras a ese tipo de personalidades. – Justo después de decirme esto, ella me sonríe un poco, guiñándome el ojo derecho.
– ¿Hablas de los príncipes Alfredo y Mario? ¿O son otros, del lado de tu madre? – Le preguntaba esto, con las manos en la nuca, levantando la ceja.
–Ambos. – La duquesa me respondía, asentando con la cabeza. Ya se hacía algo tarde… Era recomendable que ella y yo nos dirigiéramos de vuelta con el grupo; de lo contrario, Fabiola se infartaría.
–Volvamos con los muchachos, Kat. Ya se está volviendo algo tarde. – Le decía esto, tomándole de la mano, sonriéndole un poco.
–Adelante, Vic. – La duquesa decía esto, poniéndose el collar. Ya después de ese extrañamente agradable momento, las dos íbamos a la estética donde la princesa y los otros chicos estaban. Unos minutos después, ambas llegábamos afuera de la estética, donde los chicos estaban platicando. Algo captó mi atención en específico… Fabiola tenía líneas de cabello pintadas de color rosa, por alguna razón.
–Venga, Saúl. ¿Qué acaso no me queda este color? – La princesa le preguntó esto al marqués, guiñándole el ojo.
–No es que no te quede. Es más el hecho que tus padres van a matarnos, si te ven con esas líneas rosas. – Habiendo dicho esto, Saúl se cruzaba de brazos, entrecerrando la mirada.
–Eso no responde mi pregunta, tontillo. – La joven albina recalcaba esto, con las manos en su cintura.
–Tengo que concordar con Saúl, Fabio. Si tus padres no se mueren de un infarto al ver lo que le hiciste a tu cabello, ellos te mataran. – Le recalqué esto a ella, cruzando mis brazos también.
–Pero si se me ve bien, ¿verdad? – Al escuchar la respuesta de la princesa, inmediatamente llevaba mi mano a la frente, bajando la mirada.
–Ese no es el punto. ¿Qué jamás escuchas lo que te dicen? –
–Uhhhhh… ¿Qué onda con ese collar, Kat? – Fabiola le preguntaba esto a Katalina, señalando al collar que había comprado. Viendo cómo es que ella había ignorado mi pregunta, yo rodaba los ojos, dando la media vuelta.
–Eso responde mi pregunta. –
– ¿Este collar? Lo compré con un poco de dinero que Victoria me brindó. ¿Por qué preguntas? – La duquesa le respondía, colocando sus manos en el regazo, sonriéndole gentilmente, en lo que la princesa se acercaba a ella, para examinarlo.
– ¡Te queda muy bien, Kat! Tienes muy buen ojo para joyería. – La joven albina comentó esto, tomando el collar con su mano.
–Muchas gracias, cariño. Y si te sirve de algo, esa combinación de colores le queda bien a tu cabello. – Katalina le decía esto, acariciando el cabello de Fabiola.
–Muchas gracias, Kat. ¿Ven? ¿Qué tan difícil era decirme algo así? – En eso, la princesa observaba a Saúl y a mí, cruzando sus brazos.
–Ughhhh… Te quiero mucho, Fabiola. Pero me encantaría que prestaras atención a otra cosa, que no sean halagos. – Saúl le decía esto, entrecerrando la mirada, cargando las cajas que llevaba hace rato.
– ¿Les parece si comemos algo, chicos? – Fabiola nos preguntaba esto, dando una señal con la cabeza, sonriéndonos energéticamente.
–Por mí estaría bien, su alteza. – Geraldo le decía esto, asentando con la cabeza, cargando unas cajas.
– ¡Vayamos entonces, pues! – Ya diciéndonos esto, la joven albina nos encaminaba a un restaurant, donde íbamos a comer un poco. Antes que pudiera emprender rumbo, Katalina me tomaba de la mano; al notar eso, volteé a verla velozmente. Su rostro dibujaba una sonrisa tierna. Sin saber cómo responder, yo solo le devolvía la sonrisa, siguiendo a la princesa. Jamás pensé que ese sería el día en que mi vida cambiaría; y ni siquiera lo sabía.
Espero que podamos terminar con este largo camino, para antes de Febrero.
Muchas gracias por acompañarme en esta travesía.
Por ahora, les dejo el capítulo 5:
Capítulo 5: La duquesa y la aprendiz de caballero. Una amistad florece entre la nieve.
Las otras chicas y yo nos encontrábamos en el bazar del Glaciar de las Rosas, caminando entre la multitud. Saúl y Geraldo nos estaban acompañando, cargando con ellos unas cajas llenas de cosas que Fabiola había comprado.
–Fabiola… ¿estas segura que quieres llevar todo esto al castillo? Dudo mucho que vayas a usar todos estos vestidos, algún día. – El marqués le decía esto a la princesa, casi cayéndose al suelo por el peso de las cajas.
– ¡Por supuesto que sí! No seas tontito, Saúl. – Fabiola le respondía, sonriéndole burlonamente.
– ¿Al menos podemos descansar un rato, su alteza? La espalda me mata. – Geraldo le decía esto, moviéndose de un lado a otro. Entonces, la joven albina se detenía en seco, topándose con una cabaña que tenía un anuncio interesante; una estética que se dedicaba a “cambiar el color de cabello”.
–Uhhhhhh… Qué padre. Me pregunto si podré pintar mi cabello de rosa. – La joven princesa decía, esto, inclinándose hacia adelante, con el dedo índice en su boca.
–No hablas en serio, cariño…– Entonces, Saúl rodaba sus ojos, diciéndole esto a ella.
– ¡Por supuesto que hablo en serio! ¿Acaso me has escuchado decir algo de broma? – Fabiola le decía esto, con las manos en la cadera, volteando a verle.
–No. Y por eso me asustas, a veces…– En eso, el joven pelirrojo entrecerraba la mirada, mientras sus labios temblaban.
– ¡Venga ya! Entremos a la estética. ¿Vienen ustedes, chicas? – La joven princesa exclamaba esto, volteando a ver a Katalina y a mí, cruzándose de brazos.
–Me gusta mi cabello tal y cual como es. Lo siento. – Katalina asentaba con la cabeza, diciendo esto.
–No, gracias. No quiero que mis padres se enfurezcan conmigo, si descubren que me ando metiendo en una moda tan ridícula. – Yo le respondía a la princesa, cruzándome de brazos.
–Awwwwww… ustedes dos son tan aburridas. – Fabiola nos decía esto, golpeando el suelo con la suela de su zapato, mirándonos muy molesta.
–No me hago responsable por lo que te pase con tus padres, cuando vean lo que te harás con tu cabello. – Al decirle esto a la princesa, me daba la media vuelta y hacía un ademan con la mano, dándole la indicación de proseguir.
–…Supongo que no tengo otra opción más que acompañarte. – El joven marqués decía esto, entrecerrando la mirada.
–Jmjmjmjm. Gracias, cariño. – Fabiola le respondía con esto, sonriéndole pícaramente. –Usted vendrá con nosotros, joven Geraldo. – En eso, la princesa volteó a ver al joven espadachín, dando la orden de entrar a la estética con ella.
– ¿¡Pero por qué!? – El joven le decía esto a la princesa, volteando a verla, muy espantado.
– ¿Que acaso no quiere descansar los brazos? Bien puede tomar un asiento adentro y dejar las cajas en el piso o en una mesa. – La joven albina le decía esto, cruzándose los brazos.
–…Buen punto, su alteza. – Entonces, Geraldo ladeaba su cabeza, entrecerrando la mirada.
–Si no les molesta, Victoria y yo saldremos a explorar el resto del bazar. – La duquesa le decía esto a Fabiola, asentando un poco con la cabeza.
–Adelante. Los chicos y yo iremos a buscarles, cuando hayamos terminado. – La princesa nos decía esto, sonriéndonos un poco.
–Nos vemos en un rato, Fabio. – Katalina ya habiéndose despedido, la joven albina y los dos chicos entraban al edificio, dejándonos solas a la duquesa y a mí.
– ¿A dónde queréis ir, Kat? – Le pregunté esto a la duquesa, encogiendo los hombros.
–Quería hablar un poco contigo, Victoria. Es todo. – Ya diciendo esto, Katalina tomaba de mi mano y me sonreía tiernamente.
–Está bien…– Al notar esto, yo me sonrojaba un poco y le acompañaba a explorar el resto del bazar.
–Puedo oler que ahora llevas perfume de cítricos. ¿Alguna vez has ido a la playa? – La duquesa me preguntaba esto, caminando entre la multitud.
– ¿Mande? Ohhhh… no. No es perfume. Comí unos gajos de naranja y limón, antes que Fabiola y yo llegáramos por ti. – Le respondía a Katalina, rascándome la nuca, levantando la mirada.
–Me sorprende que tengas acceso a esa clase de frutas. Solo se consiguen en zonas tropicales, y este reino no se caracteriza por ello. – Al decir esto, ella se detiene lentamente y se coloca delante de mí, inclinándose hacia adelante, con las manos en la espalda. – ¿Donde las conseguiste? –
–Mis padres suelen frecuentar la frontera con Ucilia. Allá compran unas cuantas, para hacer jugos. – Le decía esto a la duquesa. Frotando mí barbilla.
– ¿Hablas en serio? ¡Genial! Me encantaría poder acompañarles, algún día de estos. Con solo una hora que pueda estar de vuelta en Ucilia…– Entonces, Katalina ladeaba la cabeza, agachando la mirada. Por alguna razón, no podía quedarme callada, viéndola tan triste. Debía decir algo para animarla.
–Por supuesto que me encantaría que fueras conmigo a la frontera. Somos amigas, ¿o no? – La decía esto a ella, sonriéndole gentilmente.
– ¿Me… me lo prometes? – Al escuchar esto, la chica volteó a mirarme, con los ojos algo vidriosos.
–Una promesa es una promesa. – En eso, caminaba hacia donde ella estaba, acariciando su cabeza.
–… Gracias, Victoria… Sois muy considerada, ¿lo sabías? – La joven duquesa mencionaba esto, frotando su rostro un poco, sonriéndome un poco.
–Jejeje… No te preocupes por ello, Katalina. Y no. Jamás he ido a la playa. – Le respondía con esto, asentando con la cabeza, continuando nuestro paseo.
– ¡De lo que te has perdido! ¡Vamos a arreglar eso, cuando vayamos a Ucilia! Lo primero que haremos allá, será ir a las playas en la provincia de Sorrento. – Katalina me decía esto, sonriéndome de vuelta.
– ¿Ahhh sí? Dime más, de ser así. – Le dije esto a la señorita, prestando atención a lo que iba a decir.
–No hay mejor sensación en este mundo, que estar sumergida en el agua de mar. Tan majestuosa y tan emocionante, a la misma vez. Tomar limonada, bajo una sombrilla, acostada en la arena. O hacer castillos de arena. Hay tantas cosas que se pueden hacer, en la playa. – La chica se daba la media vuelta, diciéndome esto, llevándose las manos al pecho.
– ¿Y se meten al agua, con todo y vestido? ¿O cómo está eso? – Le preguntaba esto a la duquesa, cruzando mis brazos.
–Hay ropa interior especial para nadar. ¿Lo sabias? Mi madre compró un prototipo, cuando aún vivía en Ucilia, para mí y para ella. – Al escuchar la explicación de Katalina, ésta asentaba la cabeza, sonriéndome un poco.
– ¿En serio? Meh… Prefiero bañarme sin ropa. Dudo mucho que ese tipo de ropa se ponga de moda, en el futuro. No es por ofender, pero eso es lo que pienso. – Le decía esto a ella, agachando la mirada un poco, entrecerrando la mirada.
– ¿Sabéis nadar, Victoria? – Entonces, la duquesa me preguntó esto, mirándome con curiosidad.
–Por supuesto que sí. Suelo hacerlo, cada vez que voy a la Laguna de Arces. – Al comentarle esto, notábamos cómo era que otras personas entre la multitud nos observaban con entrañes.
– ¿No te da vergüenza nadar desnuda, cuando hay más gente alrededor de la Laguna? – Katalina me preguntaba esto, ladeando la cabeza un poco.
–…Un poco… especialmente cuando otros chicos me observan. – Ya habiendo dicho esto, se escucha un murmullo fuerte entre la multitud, por lo que era mejor que cambiáramos el tema. –Cambiemos el tema, Kat. Hay mucha gente aquí. – Mi rostro se sonrojaba fuertemente, mientras salíamos de la multitud. Un rato después, sin darme cuenta, la duquesa se quedaba observando algo, por lo cual volteé a ver hacia donde ella miraba.
–Qué bonito…– Ambas captamos un collar de diamantes azules, posando en una repisa de una tienda callejera. Katalina inmediatamente soltaba mi mano, avanzando hacia donde estaba ese collar, donde una venerable mujer desgastada por el tiempo, envuelta en una capucha azul, era la ventera.
–Buenas tardes, jovencita. ¿Qué se le ofrece? – La ancianita le preguntaba esto, sonriéndole generosamente.
–Me encantaría comprar el collar de diamante, por favor. – La joven le indicaba esto, haciendo una reverencia.
– ¿Estáis interesada en el collar, jovencita? Puedo ver que tenéis buen ojo para joyería. Este collar proviene del norte del imperio de Elbea. Unos excavadores de ruinas lo encontraron dentro de un cofre de piedra, en un templo que le pertenecía a la familia Asimov, durante la Gran Guerra. Se dice que este amuleto posee un potencial mágico increíble, pero solo son rumores, por lo que me dijeron. –Al escuchar la explicación de la ancianita, no pude evitar levantar la ceja de la impresión. ¿Cómo es que sabía eso? ¿Y cómo la consiguió?
– No es por sonar grosera, ¿pero cómo la consiguió? Su historia me parece muy específica, como para que me diga que “la compró en Elbea”. – Le decía eso a la señora, acercándome a la tienda, cruzando los brazos. En eso, la viejita agachaba la cabeza, cerrando la mirada.
–Mi esposo era uno de los excavadores que fue a ese templo. Él me trajo el collar, como regalo de bodas. Han pasado tres años, desde que falleció en una tormenta de nieve. Atesoro este collar, con mi propia vida… pero necesito el dinero, para alimentar a los hijos de mis hijos. ¿Me comprendes, señorita? – Cuando escuché la respuesta de la ancianita, no pude evitar sentirme mal por ello. Me sentí como una abusiva, al intentar sacarle información.
–Mis condolencias, señora…– Le respondía con esto, inclinándome un poco.
–Ohhhh… ¿Y cuánto va a querer por el collar? – La duquesa preguntaba esto, asentando con la cabeza, sonrojándose de la pena.
–Serán diez monedas de oro, como mínimo, señorita. – Entonces, la señora volteó a ver a Katalina, diciéndole esto.
–Permítame, por favor…– La joven empieza a buscar dinero, dentro de su bolsa, por unos segundos. Si bien el collar era de diamante, el precio parecía un poco exorbitante; aunque se trataba de un objeto cercano a la viejita, si lo pensaba detenidamente. A veces el valor sentimental es más fuerte que el valor monetario. – Solo tengo tres…– Ya terminando de inspeccionar, la duquesa agachaba su cabeza, cerrando los ojos.
–Puedo darte de mi dinero, si quieres. – Le decía esto a Katalina, tomando mi bolsa entre mis manos.
– ¿¡Lo harías por mí, Victoria!? – Al escuchar esto, ella volteó a verme, con las manos en el pecho.
–Por supuesto que sí, Kat. Si somos amigas, ¿o no? – Cuando terminé de decir eso, la joven me abrazaba fuertemente, restregando su rostro en mi pecho.
–Muchísimas gracias, Victoria. Te deberé esto de por vida. – Al sentir el calor de su cuerpo en el mío, yo le devolvía una gentil sonrisa, frotando su cabeza.
–De nada, Kat. – Ya dándole de mi dinero, la duquesa pagó por el collar, haciendo una reverencia a la ancianita.
–Muchísimas gracias, señorita. Me alegra haber conocido a alguien que tuviera tanta pasión por coleccionar joyería, y que apreciara este collar, tanto como mi esposo y yo lo hicimos. – La señora nos decía esto, inclinándose de vuelta, sonriéndonos tiernamente.
–Espero que nuestros caminos se vuelvan a cruzar, al menos una vez más. – Cuando la duquesa le dijo esto, ella y yo nos retirábamos del puesto. –Quiero pagarte este lindo detalle, Victoria. Pero necesito un lugar más aislado. Hay demasiada gente aquí… Eso no sonó bien. ¡No es lo que imaginas! ¡Lo juro! – Terminado de decir esto, Katalina se sonrojó fuertemente, con las manos en el rostro.
–No es para tanto, Kat. Vayamos al lago congelado, para sentarnos a la orilla del agua. Necesito un lugar donde descansar las piernas. – Le decía esto a ella, negando con la cabeza, rodando los ojos.
–E-está bien, Victoria. – Ya habiendo terminado este intercambio de palabras, la duquesa y yo nos dirigíamos al lago, para continuar la conversación. Mis padres iban a matarme, una vez que se enteren en que gasté mi dinero; pero no me importaba. Si podía alegrarle el día a uno de mis amigos, valía la pena. Un rato después, ambas llegábamos al lago, el cual estaba congelado por completo, y no se veía gente por los alrededores.
–Permíteme. – Le daba mi mano a Katalina, ayudándola a sentarse en la nieve.
–Gracias, Vic. – La joven me decía esto, sentándose lentamente, con las manos en su regazo. –Nadie nos ve, ¿verdad? – Entonces, ella volteó a ver a todas direcciones, checando el área.
–No lo creo. ¿Por qué preguntas? – Justo después de preguntar esto, Katalina me daba un fugaz beso en la mejilla, muy cerca de los labios. Sintiendo esta muestra de afecto, yo me quedé inmóvil por un rato, asimilando lo que había pasado. Ella, una mujer, me había besado. No en los labios, pero muy cerca de ellos.
–Quizás no sea mucho, pero esto es lo más que puedo darte, como compensación por el collar. – La duquesa me decía esto, sonriendo tiernamente.
–Ohhhh… Uhmmm… No esperaba eso. – Le respondía con esto, frotando la mejilla la cual besó. Antes que las cosas se me subieran a la cabeza, yo me sacudía fuertemente, recomponiendo la postura.
–Tengo otra pregunta, Vic… ¿Te gustan las guerras de nieve? – Entonces, la joven se levantaba del suelo, tomando un poco de nieve mágicamente.
–Solía jugar mucho, cuando Fabiola y yo teníamos como nueve o diez años. ¿Por qué preguntas? – Le respondía con esto a Katalina, levantándome también, volteando a verla.
– ¡Piensa rápido! – Sin previo aviso, la joven duquesa lanzaba una bola de nieve a mi cara, haciéndome caer al suelo sentada. –Jijijiji. ¿Qué tal estuvo eso? –
–Vas a arrepentirte por ese golpe trapero, Montesco. – Ya habiendo dicho esto, me levantaba del suelo y lanzaba una bola de nieve a Katalina, riendo un poco.
–No vas a poder vencerme, Hosenfeld. Estáis luchando contra una fuerza más allá de vuestra comprensión. – En eso, ella detenía la bola de nieve, solo extendiendo su mano, para luego lanzarla de vuelta, golpeando mi cara.
–Maldita mocosa… ¡Enfréntame sin usar tus artes arcanas! – Le exclamaba esto a la duquesa, tomando cuanta nieve me fuera posible del suelo, para lanzársela rápidamente.
– ¿Qué pasa? ¿Tenéis miedo a perder? – Katalina me decía esto, retrocediendo un poco, deteniendo las bolas de nieve con su magia, pero yo me acercaba lentamente, quedando en frente de ella. Justo antes que pudiera hacer algo, me tropezaba con un pedazo de hielo en el suelo, cayendo encima de ella.
– ¡Aghhhhh! – Ambas nos sacudíamos la nieve de encima, pero justo antes que pudiera levantarme, me quedé contemplando la mirada de la joven duquesa. No sabía que estaba sintiendo en ese momento; mi cuerpo se había quedado inmóvil, hipnotizado por esos ojos verdes de la chica. Por alguna razón, no quería separar mi mirada de la de ella. Debía admitir que era muy bonita, pero, para ese punto, no la había visto como algo más que una amiga. En ese entonces, no me había dado cuenta de la llama que se había encendido dentro de mí; una llama que se intensificaría, con el tiempo… Una llama que me guiaría a mi camino de vida.
–Sois muy linda, Kat. – Al decirle esto a la duquesa, ella se sonrojaba fuertemente, sonriéndome un poco.
–Tú también, Vic. – Me sonrojé fuertemente al escuchar este halago, pero también me hizo regresar a la realidad, rompiendo el trance que hice con la joven duquesa.
–Ajam… O-oye… ¿cómo fue que quisiste volverte una maga? – Le decía esto, levantándome rápidamente, desviando mi mirada. Debía de desviar la atención de lo que había pasado, antes que la situación se volviera más incómoda.
–Honestamente, fue una corazonada. Recuerdo que, cuando estaba en la academia de Galecia, tomé un libro que tenía registros de acontecimientos arcanos, como la Gran Guerra. Algo dentro de mí me impulsaba a saber más… todos esos relatos fantásticos, todas esas personas famosas… fue algo que conectó conmigo, de manera casi instantánea. – La duquesa me decía esto, levantando la mirada, con las manos en su pecho, sonriendo radiantemente, levantándose de la nieve. Algo en sus palabras me hizo sentir extrañamente… familiar; como si por alguna razón, fuese algo que yo hubiese dicho en el pasado. Me quedé callada por unos segundos, ladeando la mirada un poco, analizando lo que me dijo.
– Tengo una pregunta… ¿Qué son los Registros Etéreos? – Al preguntarle esto a la joven, me frotaba la barbilla, levantando la ceja. Siempre he escuchado a la gente hablar sobre “Años de Registros Etéreos”, cuando recibía clases de historia, en la primaria. Pero jamás le di mucha importancia… sino hasta ahora.
– ¿Sobre el nuevo calendario? Hace un poco más de 800 años atrás, se empezaron a formular los primeros registros escritos, relacionados con las artes arcanas y las apariciones de las vasijas. Básicamente, el punto temporal donde los hechiceros guardaron y publicaron sus investigaciones sobre la magia y el éter, así como los pactos con las deidades. – Me quedé callada por un momento, escuchando la explicación de la duquesa, mirándole fijamente. Debo admitir que la duquesa captó mi atención, a las artes arcanas…
– ¿No te molestaría darme clases de magia, Kat? Ahora sí estoy interesada. – Le decía esto a ella, cruzando mis brazos, sonriendo un poco.
– ¿Ahhh sí? Por supuesto. No pensé que terminaría volviéndome una tutora de artes arcanas, pero veo que el destino lo deseó así. – Katalina me decía esto, rascándose la nuca, sonriendo nerviosamente.
–A mí me sorprende que le tengas tanta paciencia a Fabiola. Ella es más terca que una mula en día de pago. – La decía esto la duquesa, agachando la mirada, encogiendo los hombros.
–Cuando lidias con primos menores que tú, por al menos tres años seguidos, te acostumbras a ese tipo de personalidades. – Justo después de decirme esto, ella me sonríe un poco, guiñándome el ojo derecho.
– ¿Hablas de los príncipes Alfredo y Mario? ¿O son otros, del lado de tu madre? – Le preguntaba esto, con las manos en la nuca, levantando la ceja.
–Ambos. – La duquesa me respondía, asentando con la cabeza. Ya se hacía algo tarde… Era recomendable que ella y yo nos dirigiéramos de vuelta con el grupo; de lo contrario, Fabiola se infartaría.
–Volvamos con los muchachos, Kat. Ya se está volviendo algo tarde. – Le decía esto, tomándole de la mano, sonriéndole un poco.
–Adelante, Vic. – La duquesa decía esto, poniéndose el collar. Ya después de ese extrañamente agradable momento, las dos íbamos a la estética donde la princesa y los otros chicos estaban. Unos minutos después, ambas llegábamos afuera de la estética, donde los chicos estaban platicando. Algo captó mi atención en específico… Fabiola tenía líneas de cabello pintadas de color rosa, por alguna razón.
–Venga, Saúl. ¿Qué acaso no me queda este color? – La princesa le preguntó esto al marqués, guiñándole el ojo.
–No es que no te quede. Es más el hecho que tus padres van a matarnos, si te ven con esas líneas rosas. – Habiendo dicho esto, Saúl se cruzaba de brazos, entrecerrando la mirada.
–Eso no responde mi pregunta, tontillo. – La joven albina recalcaba esto, con las manos en su cintura.
–Tengo que concordar con Saúl, Fabio. Si tus padres no se mueren de un infarto al ver lo que le hiciste a tu cabello, ellos te mataran. – Le recalqué esto a ella, cruzando mis brazos también.
–Pero si se me ve bien, ¿verdad? – Al escuchar la respuesta de la princesa, inmediatamente llevaba mi mano a la frente, bajando la mirada.
–Ese no es el punto. ¿Qué jamás escuchas lo que te dicen? –
–Uhhhhh… ¿Qué onda con ese collar, Kat? – Fabiola le preguntaba esto a Katalina, señalando al collar que había comprado. Viendo cómo es que ella había ignorado mi pregunta, yo rodaba los ojos, dando la media vuelta.
–Eso responde mi pregunta. –
– ¿Este collar? Lo compré con un poco de dinero que Victoria me brindó. ¿Por qué preguntas? – La duquesa le respondía, colocando sus manos en el regazo, sonriéndole gentilmente, en lo que la princesa se acercaba a ella, para examinarlo.
– ¡Te queda muy bien, Kat! Tienes muy buen ojo para joyería. – La joven albina comentó esto, tomando el collar con su mano.
–Muchas gracias, cariño. Y si te sirve de algo, esa combinación de colores le queda bien a tu cabello. – Katalina le decía esto, acariciando el cabello de Fabiola.
–Muchas gracias, Kat. ¿Ven? ¿Qué tan difícil era decirme algo así? – En eso, la princesa observaba a Saúl y a mí, cruzando sus brazos.
–Ughhhh… Te quiero mucho, Fabiola. Pero me encantaría que prestaras atención a otra cosa, que no sean halagos. – Saúl le decía esto, entrecerrando la mirada, cargando las cajas que llevaba hace rato.
– ¿Les parece si comemos algo, chicos? – Fabiola nos preguntaba esto, dando una señal con la cabeza, sonriéndonos energéticamente.
–Por mí estaría bien, su alteza. – Geraldo le decía esto, asentando con la cabeza, cargando unas cajas.
– ¡Vayamos entonces, pues! – Ya diciéndonos esto, la joven albina nos encaminaba a un restaurant, donde íbamos a comer un poco. Antes que pudiera emprender rumbo, Katalina me tomaba de la mano; al notar eso, volteé a verla velozmente. Su rostro dibujaba una sonrisa tierna. Sin saber cómo responder, yo solo le devolvía la sonrisa, siguiendo a la princesa. Jamás pensé que ese sería el día en que mi vida cambiaría; y ni siquiera lo sabía.
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