08/01/2017 04:24 PM
Gracias Rohman por la sugerencia del asunto. Soy malísima poniéndole títulos a las cosas.
Este es un tema que a mí me trae bastante de cabeza y he abierto este hilo por si alguien más está interesado en compartir puntos de vista.
Yo distingo entre dos tipos de lucha a espada (aunque también sirven peleas cuerpo a cuerpo, etc):
1 - El combate de transición que debería ser claro y dinámico, pero breve para no entorpecer la narración. Por ejemplo el típico intercambio de golpes durante una huída, donde el adversario no tiene relevancia. En estos casos intento aplicar el concepto de danza para que el lector pueda seguir el hilo de la pelea, que esta tenga un ritmo, y no se pierda entre un monótono caos de golpes.
2 - El duelo trascendente que es el clímax de una suma de elementos a lo largo de la historia o de un capítulo, donde afloran tensiones que se han ido gestando hasta alcanzar un estallido largamente esperado. Este tipo de enfrentamiento cuenta/completa una historia y forma parte de la narración. Por lo general nos explayamos más en la descripción de estos combates ya no se reduce a un mero intercambio de golpes, sino que sirven también para exponer/remarcar aspectos del relato.
Esto es la teoría claro. Y una teoría personal además. ¿Alguien tiene otras?
Yo empiezo colgando un ejemplo de ambos. Primero el funcional y luego el trascendente (esta definición me la he sacado de la manga, así que llamadlos como queráis).
Sería de gran ayuda que alguien más colgara también algún ejemplo, si puede ser con un breve comentario de cómo lo ha enfocado. Destripándolo un poco. O simplemente un comentario de cómo lo enfoca en general. Yo le he dado bastantes vueltas al tema, como creo que resulta evidente
Aquí el ejemplo corto. No os fijéis en el estilo esta vez (no está corregido), más bien en la dinámica de la escena:
Férenwir se detuvo en el lindero del bosque. Había rasgado un jirón de su capa y se lo había atado alrededor del torso para evitar que la herida se le abriera más. Casi había dejado de sangrar, pero a pesar de ello el celestial ya no podía llegar más lejos. Se apoyó en un tronco y atisbó entre los altos robles aquellas cuatro casas que se ofrecían a sus ojos y que casi ni merecían el nombre de aldea. Aquellas apacibles cabañas, envueltas en la neblina del amanecer, eran como el gaznate de un lobo a punto de engullirlo. Lo sabía, pero lo atraían irresistiblemente. El granero era la construcción más alta de la aldea y había guardias frente a sus puertas. Los mismos hombres que le seguían los pasos desde el día anterior. Aunque ahora eran cinco. Seguramente el otro había partido para dar aviso de que habían encontrado su pista.
Los caballos pastaban tranquilamente junto al granero, mientras los hombres afilaban sus espadas. Las hojas relucían con el sol naciente. Pero lo único en que podía pensar Férenwir era en que los aldeanos debían estar encerrados en aquel lugar y que necesitaba llegar hasta ellos como fuera.
Se sentó sobre la tierra húmeda y aguardó pacientemente entre sombras, hasta que un poco más tarde tres de ellos se alejaron hacia las chozas para traer comida. Era ya por la mañana. Una mañana soleada. Férenwir se levantó y se acercó a hurtadillas hasta la parte de atrás del edificio de madera. No había ninguna otra puerta. Ni siquiera ventanas. Así que fue directo a la entrada principal. Apareció por la esquina y sorprendió al guardia de cabellos rojos que tenía más cerca. Lo golpeó duramente en la tráquea con el canto de la mano, dejándolo sin resuello. Su compañero desenvainó de inmediato. Férenwir se inclinó y eludió su golpe. Giró sobre sí mismo quedando de espaldas a él y le aferró el brazo que sostenía la espada. Torció el miembro con tanta violencia que oyó claramente el crujir de las articulaciones. El hombre bufó de dolor. La hoja, guiada con mano de hierro por Férenwir, rajó de parte a parte el pecho del soldado pelirrojo que también había conseguido desenvainar a duras penas. El profundo tajo dejó a la vista las costillas quebradas y el pelirrojo se desplomó en el suelo, mortalmente herido. Su compañero, tras el celestial, soltó una maldición. Consiguió desasirse, pero antes de que se separara de Férenwir, éste le propinó un brusco codazo en el estomago que lo hizo doblarse y retroceder dos pasos. Férenwir se giró y le soltó una patada en la cara. El guardia cayó hacia atrás con el rostro ensangrentado. Férenwir recogió su espada y le puso un pie en el pecho. Los ojos despavoridos del hombre estaban clavados en él, como si no pudieran ver ninguna otra cosa. Férenwir hundió la hoja en su garganta, con tanto ímpetu, que quedó clavada en la tierra. Se apoyó un instante en la empuñadura para recuperarse un poco, sin embargo el tiempo apremiaba y ni tan siquiera podía concederse ese pequeño lujo. Se dirigió a la puerta del granero y la derribó de un puntapié.
Este es un tema que a mí me trae bastante de cabeza y he abierto este hilo por si alguien más está interesado en compartir puntos de vista.
Yo distingo entre dos tipos de lucha a espada (aunque también sirven peleas cuerpo a cuerpo, etc):
1 - El combate de transición que debería ser claro y dinámico, pero breve para no entorpecer la narración. Por ejemplo el típico intercambio de golpes durante una huída, donde el adversario no tiene relevancia. En estos casos intento aplicar el concepto de danza para que el lector pueda seguir el hilo de la pelea, que esta tenga un ritmo, y no se pierda entre un monótono caos de golpes.
2 - El duelo trascendente que es el clímax de una suma de elementos a lo largo de la historia o de un capítulo, donde afloran tensiones que se han ido gestando hasta alcanzar un estallido largamente esperado. Este tipo de enfrentamiento cuenta/completa una historia y forma parte de la narración. Por lo general nos explayamos más en la descripción de estos combates ya no se reduce a un mero intercambio de golpes, sino que sirven también para exponer/remarcar aspectos del relato.
Esto es la teoría claro. Y una teoría personal además. ¿Alguien tiene otras?
Yo empiezo colgando un ejemplo de ambos. Primero el funcional y luego el trascendente (esta definición me la he sacado de la manga, así que llamadlos como queráis).
Sería de gran ayuda que alguien más colgara también algún ejemplo, si puede ser con un breve comentario de cómo lo ha enfocado. Destripándolo un poco. O simplemente un comentario de cómo lo enfoca en general. Yo le he dado bastantes vueltas al tema, como creo que resulta evidente
Aquí el ejemplo corto. No os fijéis en el estilo esta vez (no está corregido), más bien en la dinámica de la escena:
Férenwir se detuvo en el lindero del bosque. Había rasgado un jirón de su capa y se lo había atado alrededor del torso para evitar que la herida se le abriera más. Casi había dejado de sangrar, pero a pesar de ello el celestial ya no podía llegar más lejos. Se apoyó en un tronco y atisbó entre los altos robles aquellas cuatro casas que se ofrecían a sus ojos y que casi ni merecían el nombre de aldea. Aquellas apacibles cabañas, envueltas en la neblina del amanecer, eran como el gaznate de un lobo a punto de engullirlo. Lo sabía, pero lo atraían irresistiblemente. El granero era la construcción más alta de la aldea y había guardias frente a sus puertas. Los mismos hombres que le seguían los pasos desde el día anterior. Aunque ahora eran cinco. Seguramente el otro había partido para dar aviso de que habían encontrado su pista.
Los caballos pastaban tranquilamente junto al granero, mientras los hombres afilaban sus espadas. Las hojas relucían con el sol naciente. Pero lo único en que podía pensar Férenwir era en que los aldeanos debían estar encerrados en aquel lugar y que necesitaba llegar hasta ellos como fuera.
Se sentó sobre la tierra húmeda y aguardó pacientemente entre sombras, hasta que un poco más tarde tres de ellos se alejaron hacia las chozas para traer comida. Era ya por la mañana. Una mañana soleada. Férenwir se levantó y se acercó a hurtadillas hasta la parte de atrás del edificio de madera. No había ninguna otra puerta. Ni siquiera ventanas. Así que fue directo a la entrada principal. Apareció por la esquina y sorprendió al guardia de cabellos rojos que tenía más cerca. Lo golpeó duramente en la tráquea con el canto de la mano, dejándolo sin resuello. Su compañero desenvainó de inmediato. Férenwir se inclinó y eludió su golpe. Giró sobre sí mismo quedando de espaldas a él y le aferró el brazo que sostenía la espada. Torció el miembro con tanta violencia que oyó claramente el crujir de las articulaciones. El hombre bufó de dolor. La hoja, guiada con mano de hierro por Férenwir, rajó de parte a parte el pecho del soldado pelirrojo que también había conseguido desenvainar a duras penas. El profundo tajo dejó a la vista las costillas quebradas y el pelirrojo se desplomó en el suelo, mortalmente herido. Su compañero, tras el celestial, soltó una maldición. Consiguió desasirse, pero antes de que se separara de Férenwir, éste le propinó un brusco codazo en el estomago que lo hizo doblarse y retroceder dos pasos. Férenwir se giró y le soltó una patada en la cara. El guardia cayó hacia atrás con el rostro ensangrentado. Férenwir recogió su espada y le puso un pie en el pecho. Los ojos despavoridos del hombre estaban clavados en él, como si no pudieran ver ninguna otra cosa. Férenwir hundió la hoja en su garganta, con tanto ímpetu, que quedó clavada en la tierra. Se apoyó un instante en la empuñadura para recuperarse un poco, sin embargo el tiempo apremiaba y ni tan siquiera podía concederse ese pequeño lujo. Se dirigió a la puerta del granero y la derribó de un puntapié.