30/12/2021 09:34 AM
(This post was last modified: 30/12/2021 07:58 PM by Muad Atreides.)
Esta historia es el resultado del juego :Sigue la historia/ Tres opciones.
Lo pueden encontrar aquí: http://clasico.fantasitura.com/thread-2849.html
Me pareció divertido no especificar qué fragmento pertenece a quien, solo para ver si alguien se reconoce o se acuerda
Autores: Tyess, JPQueirozPerez, Miles, Tholdeneir, Muad Atreides
LA ESFERA
Claudia extendió la mano, y aunque en la oscuridad era difícil calcular las distancias, por fin asió el brazo tembloroso de Ana. La atrajo hacia ella y la abrazó, intentando reconfortarla con un apretón que, esperaba, no trasmitiera su propio temor.
El ensordecedor estrépito había pasado, pero todo quedó a oscuras. Segundos después, varios golpes en la puerta habían logrado que gritaran de puro terror. Los golpes se repitieron una y otra vez, y ellas se ocultaron en el cuarto de Ana.
Lo pueden encontrar aquí: http://clasico.fantasitura.com/thread-2849.html
Me pareció divertido no especificar qué fragmento pertenece a quien, solo para ver si alguien se reconoce o se acuerda
Autores: Tyess, JPQueirozPerez, Miles, Tholdeneir, Muad Atreides
LA ESFERA
Claudia extendió la mano, y aunque en la oscuridad era difícil calcular las distancias, por fin asió el brazo tembloroso de Ana. La atrajo hacia ella y la abrazó, intentando reconfortarla con un apretón que, esperaba, no trasmitiera su propio temor.
El ensordecedor estrépito había pasado, pero todo quedó a oscuras. Segundos después, varios golpes en la puerta habían logrado que gritaran de puro terror. Los golpes se repitieron una y otra vez, y ellas se ocultaron en el cuarto de Ana.
Ahora solo escuchaban al viento silbar fuertemente y chocar una y otra vez contra las ventanas. La pequeña no dejaba de temblar en los brazos de su niñera.
Claudia deseo con todas sus fuerzas que, en medio de ese caos, los padres de Ana no hubiesen sufrido un accidente. Si bien no pudo imaginar qué había originado ese sonido tan potente y perturbador, estaba segura de que el viento que ahora azotaba las ventanas de la casa era la consecuencia de aquel estrépito.
Nuevamente escucharon fuertes golpes, esta vez en la puerta principal. Solo que ahora creyó escuchar una voz familiar.
Nuevamente escucharon fuertes golpes, esta vez en la puerta principal. Solo que ahora creyó escuchar una voz familiar.
¿Se trataba de su vecino, o sólo se parecía?
Cuando Claudia se movió para intentar verificarlo, sintió un tirón en su muñeca. Ana la miró con los ojos llenos de lágrimas y suplicó que no fuera. Pero la voz y los golpes insistían.
—Podría ser ayuda —explicó la niñera, antes de ir hacia la puerta con cuidado. La niña seguía prendida de su brazo, aún llorando.
—¿Señor Lima? —intentó confirmar.
Pero la voz, aún familiar, negó la teoría.
—Me llamo Dagoberto —dijo, con voz atropellada—. Por favor, necesito entrar. ¡No tengo a dónde más ir!
La niña negaba con la cabeza, pero el desconocido insistía en que necesitaba refugio. Parecía muy asustado.
Cuando Claudia se movió para intentar verificarlo, sintió un tirón en su muñeca. Ana la miró con los ojos llenos de lágrimas y suplicó que no fuera. Pero la voz y los golpes insistían.
—Podría ser ayuda —explicó la niñera, antes de ir hacia la puerta con cuidado. La niña seguía prendida de su brazo, aún llorando.
—¿Señor Lima? —intentó confirmar.
Pero la voz, aún familiar, negó la teoría.
—Me llamo Dagoberto —dijo, con voz atropellada—. Por favor, necesito entrar. ¡No tengo a dónde más ir!
La niña negaba con la cabeza, pero el desconocido insistía en que necesitaba refugio. Parecía muy asustado.
Ana siguió asiendo la muñeca de Claudia, mientras las dos aguardaron frente a la puerta principal.
—¿Lo vas a dejar entrar? —pregunto la niña con voz temblorosa.
—No lo sé... Tal vez necesita ayuda de verdad.
La joven miró por el ojo de buey. El vidrio craquelado le permitió ver su silueta, pero no llegó a distinguir los rasgos del tal Dagoberto.
Decidida a abrir, Claudia apoyó la mano en el pestillo, pero una última mirada le heló la sangre al ver cómo el visitante sujetaba una pistola en su mano.
Se apartó de la puerta de inmediato, sujetando a Ana por los hombros. El corazón le latía muy rápido.
—No lo sé... Tal vez necesita ayuda de verdad.
La joven miró por el ojo de buey. El vidrio craquelado le permitió ver su silueta, pero no llegó a distinguir los rasgos del tal Dagoberto.
Decidida a abrir, Claudia apoyó la mano en el pestillo, pero una última mirada le heló la sangre al ver cómo el visitante sujetaba una pistola en su mano.
Se apartó de la puerta de inmediato, sujetando a Ana por los hombros. El corazón le latía muy rápido.
Ambas chicas corrieron escaleras arriba, mientras tras ellas la puerta era aporreada.
—¡Abridme, joder! —gritaba el extraño desde el otro lado.
Al llegar arriba, Claudia se giró y pudo ver, a través de la luz que entraba por la rendija de la puerta, que esta temblaba; seguramente el desconocido habría dado una patada a la puerta o directamente habría intentado derribarla usando todo su cuerpo.
Todavía se escuchó tremendo ruido un par de veces antes de quedarse todo en silencio como antes. Ambas chicas ya estaba en el cuarto de los padres de Ana; sería mejor esconderse aquí donde había un teléfono con el que llamar pidiendo ayuda (Claudia no sabía dónde quedó su móvil).
Pero algo la detuvo antes de poder usar el teléfono.
—¡Abridme, joder! —gritaba el extraño desde el otro lado.
Al llegar arriba, Claudia se giró y pudo ver, a través de la luz que entraba por la rendija de la puerta, que esta temblaba; seguramente el desconocido habría dado una patada a la puerta o directamente habría intentado derribarla usando todo su cuerpo.
Todavía se escuchó tremendo ruido un par de veces antes de quedarse todo en silencio como antes. Ambas chicas ya estaba en el cuarto de los padres de Ana; sería mejor esconderse aquí donde había un teléfono con el que llamar pidiendo ayuda (Claudia no sabía dónde quedó su móvil).
Pero algo la detuvo antes de poder usar el teléfono.
Un grito desgarrador en el jardin seguido de un crujido. Bastó para confirmarle a Claudia que la puerta de la entrada finalmente había cedido.
"No por favor no", dijo para si la muchacha mientras el sudor perlado recorría su frente. La pequeña Ana le sujetó con firmeza del vestido. La ignoró, había cosas más apremiantes. Nuevos tirones insistentes, la llevaron a bajar la vista de nuevo y centrar su atención finalmente en la niña.
"No por favor no", dijo para si la muchacha mientras el sudor perlado recorría su frente. La pequeña Ana le sujetó con firmeza del vestido. La ignoró, había cosas más apremiantes. Nuevos tirones insistentes, la llevaron a bajar la vista de nuevo y centrar su atención finalmente en la niña.
—Son ellos, seeeguro --dijo Ana con visible nerviosismo.
—¿Quienes...?
Gritos guturales provenientes de la planta baja, la helaron por completo.
—¿Quienes...?
Gritos guturales provenientes de la planta baja, la helaron por completo.
— Sííí son ellos, los dueños -- Ana tiraba del vestido cada vez con más fuerza.
"¿Dueños de que...?" Preguntó para si Claudia mientas bajaba la vista alertada por una luz violeta.
Entonces comprobó a que se refería la pequeña. En su mano abierta había una esfera purpura y brillante.
"¿Dueños de que...?" Preguntó para si Claudia mientas bajaba la vista alertada por una luz violeta.
Entonces comprobó a que se refería la pequeña. En su mano abierta había una esfera purpura y brillante.
—¿Qué es eso?
Ana le entrega la esfera a su niñera. Al tenerla en su mano, Claudia quedó fascinada por el movimiento que percibió en su interior. Hasta que los pasos de los invasores la sacaron de su ensimismamiento.
Se le heló la sangre cuando escuchó, ahora más cerca, cómo hablaban entre sí esos seres que subían las escaleras. Claramente no era un idioma que conociera, y estuvo segura que no eran humanos.
—¿Quiénes son? —preguntó, casi gritando.
Estaba a punto de perder los nervios. A su lado, la pequeña aún lloraba.
La joven niñera dicidió que, fueran quienes fueran, no quería verlos, y tampoco iba a intentar entregarles aquella esfera, pues sentía cierta atracción por ella. Algo que no podía explicar.
La niñera no ve otra solución: Debían saltar por la ventana.
Por suerte, bajo esta había una serie de matorrales que amortiguarían la caída (y tal vez evitaran que se rompieran algo).
La pequeña Ana no dejaba de llorar mientras su niñera la llevaba a la ventana, y no parecía muy dispuesta a saltar, pero cuando los ruidos dentro de la casa estaban ya en la puerta del cuarto, la misma Claudia levantó a la niña y la tiró a fuera.
—¡Aparta! —gritó desde arriba. Lo último que quería era caerle encima a la pequeña desde un segundo piso.
Pero antes de poder recibir una respuesta, la puerta se abre (o más bien es hecha pedazos), así que Claudia simplemente se deja caer.
La pequeña no estaba ahí, y al levantarse, la niñera se da cuenta de que se ha hecho daño en la cadera.
Ana le entrega la esfera a su niñera. Al tenerla en su mano, Claudia quedó fascinada por el movimiento que percibió en su interior. Hasta que los pasos de los invasores la sacaron de su ensimismamiento.
Se le heló la sangre cuando escuchó, ahora más cerca, cómo hablaban entre sí esos seres que subían las escaleras. Claramente no era un idioma que conociera, y estuvo segura que no eran humanos.
—¿Quiénes son? —preguntó, casi gritando.
Estaba a punto de perder los nervios. A su lado, la pequeña aún lloraba.
La joven niñera dicidió que, fueran quienes fueran, no quería verlos, y tampoco iba a intentar entregarles aquella esfera, pues sentía cierta atracción por ella. Algo que no podía explicar.
La niñera no ve otra solución: Debían saltar por la ventana.
Por suerte, bajo esta había una serie de matorrales que amortiguarían la caída (y tal vez evitaran que se rompieran algo).
La pequeña Ana no dejaba de llorar mientras su niñera la llevaba a la ventana, y no parecía muy dispuesta a saltar, pero cuando los ruidos dentro de la casa estaban ya en la puerta del cuarto, la misma Claudia levantó a la niña y la tiró a fuera.
—¡Aparta! —gritó desde arriba. Lo último que quería era caerle encima a la pequeña desde un segundo piso.
Pero antes de poder recibir una respuesta, la puerta se abre (o más bien es hecha pedazos), así que Claudia simplemente se deja caer.
La pequeña no estaba ahí, y al levantarse, la niñera se da cuenta de que se ha hecho daño en la cadera.
Se incorporó de inmediato y alzó la vista. Escuchó las voces guturales provenientes del cuarto, sin embargo nadie se acercó a la ventana.
Miró hacia ambos lados, pero Ana parecía haberse escondido. Bien, al menos la niña había tenido el sentido común de ocultarse.
Se palpó con una mano la cadera. No encontró sangre, y pensó que eso era algo bueno. Claro que al caminar para alejarse de la casa sintió un dolor tan punzante que casi le cortó la respiración.
Ahogando un gemido se dirigió hacia los árboles que bordeaban la calle, y allí aguardó, observando en silencio la ventana.
Miró hacia ambos lados, pero Ana parecía haberse escondido. Bien, al menos la niña había tenido el sentido común de ocultarse.
Se palpó con una mano la cadera. No encontró sangre, y pensó que eso era algo bueno. Claro que al caminar para alejarse de la casa sintió un dolor tan punzante que casi le cortó la respiración.
Ahogando un gemido se dirigió hacia los árboles que bordeaban la calle, y allí aguardó, observando en silencio la ventana.
Entonces los vio, y reprimió un grito ante aquellos ojos rojos que destellaban con malicia.
Ojos rojos en noche destelleando como un bosque en llamas. Ojos rojos y manos negras, que con largas garras se aferraban a la pequeña Ana.
Claudia no pudo articuar palabra, tan solo gimió aterrada.
El horrible ser, como si fuese consicente de que Claudia con su herida no le supondría un problema, se alejó por el bosque con la pequeña; abandonandola a sus compañeros que todavía jadeaban cerca de la ventana.
"No puedo dejar a la pequeña", se dijo la niñera mientras caminaba con dificultad en pos de la criatura.
Se alejaba.
—¡Espera! —le gritó en un arrebato de locura.
El ser se frenó aceptando el desafío.
Claudia obró con inteligencia y levantó la brillante esfera purpura que había obtenido de la pequeña. Funcionó. El ser intercaló miradas entre Ana y Claudia, como si le costara comprender que en realidad la pequeña no poseía ya la esfera.
El monstruo de ojos rojos se lanzó contra ella con una velocidad sobrehumana. Claudia cerró los ojos y apretó la esfera en su puño instintivamente.
No pasó nada
Cuando los abrió... el ser flotaba sobre ella, ingravido... mirándola con ojos confusos y airados.
Ojos rojos en noche destelleando como un bosque en llamas. Ojos rojos y manos negras, que con largas garras se aferraban a la pequeña Ana.
Claudia no pudo articuar palabra, tan solo gimió aterrada.
El horrible ser, como si fuese consicente de que Claudia con su herida no le supondría un problema, se alejó por el bosque con la pequeña; abandonandola a sus compañeros que todavía jadeaban cerca de la ventana.
"No puedo dejar a la pequeña", se dijo la niñera mientras caminaba con dificultad en pos de la criatura.
Se alejaba.
—¡Espera! —le gritó en un arrebato de locura.
El ser se frenó aceptando el desafío.
Claudia obró con inteligencia y levantó la brillante esfera purpura que había obtenido de la pequeña. Funcionó. El ser intercaló miradas entre Ana y Claudia, como si le costara comprender que en realidad la pequeña no poseía ya la esfera.
El monstruo de ojos rojos se lanzó contra ella con una velocidad sobrehumana. Claudia cerró los ojos y apretó la esfera en su puño instintivamente.
No pasó nada
Cuando los abrió... el ser flotaba sobre ella, ingravido... mirándola con ojos confusos y airados.
Le tomó un segundo reaccionar y, cuando lo hizo, el sonido de sus pasos fue ahogado por muchos otros.
Las criaturas que habían estado rondando la ventana venían hacia ellas, lo sabía, aunque no tenia tiempo de voltear para comprobarlo. Tenía que sujetar a Ana y escapar. Al menos, tenía que intentarlo.
El monstruo frente a ella podía liberarse, recuperarse de lo que fuera que le había pasado. Los otros sin duda iban a alcancanzarlas pronto. No había esperanzas, pero no podía detenerse. Ana estaba llorando, hecha un ovillo en el lugar en donde aquel ente la había dejado caer hacía un instante. Por suerte, se puso en pie tan pronto como la niñera tiró de su brazo.
La idea era correr, a pesar de que las primeras bestias ya las habían alcanzado. Pero Claudia se detuvo de pronto, al ver que, en lugar de atacarla, se habían quedado a poca distancia de ella, su postura totalmente inofensiva, casi respetuosa.
La esfera seguía brillando entre sus manos, y su contacto parecía... agradable.
Las criaturas que habían estado rondando la ventana venían hacia ellas, lo sabía, aunque no tenia tiempo de voltear para comprobarlo. Tenía que sujetar a Ana y escapar. Al menos, tenía que intentarlo.
El monstruo frente a ella podía liberarse, recuperarse de lo que fuera que le había pasado. Los otros sin duda iban a alcancanzarlas pronto. No había esperanzas, pero no podía detenerse. Ana estaba llorando, hecha un ovillo en el lugar en donde aquel ente la había dejado caer hacía un instante. Por suerte, se puso en pie tan pronto como la niñera tiró de su brazo.
La idea era correr, a pesar de que las primeras bestias ya las habían alcanzado. Pero Claudia se detuvo de pronto, al ver que, en lugar de atacarla, se habían quedado a poca distancia de ella, su postura totalmente inofensiva, casi respetuosa.
La esfera seguía brillando entre sus manos, y su contacto parecía... agradable.
Las criaturas aún la miraban, expectantes. De cerca, aquellos seres no parecían tan peligrosos, aunque algo le decía que se hallaban en un trance provocado por la esfera. Y eso la llevó a preguntarse si era ella misma la que, de alguna manera, controlaba a esas criaturas.
—Tengo miedo.
—Tengo miedo.
La pequeña Ana aún temblaba; tenía arañazos en ambos brazos. Sin pensarlo demasiado, Claudia acercó la esfera a la niña. Por un segundo, un destello las cubrió a ambas. Luego Ana dejó de llorar y se tocó los brazos con asombro, ahora completamente sanos.
—Eso es algo nuevo —dijo la niñera sin creer realmente lo que había pasado. Al moverse notó que el dolor de su cadera ya no estaba—. Y mágico.
Las criaturas a su alrededor comenzaron a impacientarse, y Claudia supo que no le quedaba mucho tiempo para decidir qué hacer.
—Eso es algo nuevo —dijo la niñera sin creer realmente lo que había pasado. Al moverse notó que el dolor de su cadera ya no estaba—. Y mágico.
Las criaturas a su alrededor comenzaron a impacientarse, y Claudia supo que no le quedaba mucho tiempo para decidir qué hacer.
De pronto el monstruo que levitaba cayó. El sonido que provocó hizo que sus compañeros gruñeran. Claudia sintió un miedo repentino, rodeó a la pequeña con sus brazos.
Sin embargo aquellas criatura no se acercaron.
—Temen a la esfera —murmuró para sí misma.
En ese momento Ana se deshizo de su abrazo y, con la cara de pronto seria y sin lagrimas, tomó la esfera de sus manos. Luego extendió el brazo y gritó, apretando muy fuerte el instrumento, que empezó a brillar otra vez.
Las criaturas se arrojaron al suelo, gimiendo de dolor, cuando una voz se hizo sentir entre los gritos agónicos de las bestias.
—Ya no lo hagas, por favor.
Sin embargo aquellas criatura no se acercaron.
—Temen a la esfera —murmuró para sí misma.
En ese momento Ana se deshizo de su abrazo y, con la cara de pronto seria y sin lagrimas, tomó la esfera de sus manos. Luego extendió el brazo y gritó, apretando muy fuerte el instrumento, que empezó a brillar otra vez.
Las criaturas se arrojaron al suelo, gimiendo de dolor, cuando una voz se hizo sentir entre los gritos agónicos de las bestias.
—Ya no lo hagas, por favor.
Claudia tomó la esfera y adentrándose en sus pensamientos logró hacer contacto con las criaturas. Sorprendida por su nuevo don, pero decidida, buscó entre memorias y vivencias al abominable mounstro. Solo encontró visiones de los padres de Ana... y un misterioso y desvencijado mapa con innumerables notas escritas en él. Parecían estar obsesionados con él. Una de las criaturas lo guardaba ahora.
"¡Cómo descubrirlo!" pensó ensimismada, con la bola de cristal en sus manos.
Ana se acurrucó entre sus faldas, hasta que pasados unos minutos se quedó dormida. Fue cuando Claudia descubrió que la niña llevaba un intrigante collar de plata.
"¡Cómo descubrirlo!" pensó ensimismada, con la bola de cristal en sus manos.
Ana se acurrucó entre sus faldas, hasta que pasados unos minutos se quedó dormida. Fue cuando Claudia descubrió que la niña llevaba un intrigante collar de plata.
Jamás dejes de crear, es muy aburrido.