06/02/2018 04:28 AM
Luth’ninarel Orchalben
20 años
Elemento: Fuego
Durante la Segunda Gran Guerra, los elfos lucharon junto a los humanos contra el gran mal que azotaba Gaia, teniendo como su más grande enemigo a uno de los cuatro demonios elementales, el Caos del Fuego.
Tras incontables pérdidas, el valiente pueblo se alzó con la victoria, sin embargo, con su último aliento, el demonio maldijo sus existencias, negándoles a partir de ese momento el don de dar vida; ningún otro elfo nacería y la raza conocería la extinción inminente.
Con amargura en su corazón por el destino que le deparaba a su gente, el rey Arathel Orchalben juró que los elfos no participarían en ningún conflicto nunca más y rompió la alianza con los humanos, cerrando las puertas de su reino para siempre.
A diferencia de los hombres, los elfos no poseen una afinidad única hacia un elemento, la naturaleza es su fuente de poder, aire, agua, tierra y fuego por igual. Sin embargo a partir de ese día abandonarían toda enseñanza y práctica de la magia de fuego.
Durante dos mil años, vacía fue la existencia del rey al cargar con el destino funesto de su pueblo, pero la luz en sus ojos volvería a brillar el día en que llegara su esposa corriendo y llorando de felicidad a decirle que estaba embarazada.
La noticia se propagó de casa en casa y la alegría volvió al reino, la gente celebraba y todos ya pensaban en el regalo que llevarían al ser que se había convertido en su esperanza. Finalmente, la maldición se había roto.
Cuando llegó el día del nacimiento, el reino enteró se encontraba fuera del castillo, expectante de noticias.
El rey acompañó a su esposa durante el parto, presenciando el nacimiento de su hija y posteriormente la muerte de su amada. Durante sus momentos finales, la reina sonrió al ver a su recién nacida, y con su último aliento la llamó Luth’Ninarel, “Luz de Esperanza”.
Con gran tristeza en su corazón, el rey lloró a su amada mientras tomaba en brazos a su hija, y al verla notó su cabellera roja y sus ojos como dos flamas ardientes. Su tristeza se convirtió en confusión y pocos segundos después en amargura. La niña pareció sentir esto, y comenzó a llorar y la manta que la cubría ardió en llamas.
Lo acontecido paralizó a todos en la habitación, entonces el rey dejó a la niña sobre su cuna, para posteriormente desenvainar su espada y con locura en el rostro apuntarla hacia la recién nacida. Fue su hijo quien lo detuvo, y gritando de odio, el rey se alejó del lugar.
Negándose a reconocer lo que consideraba la última burla del destino, el rey mandó a informar al pueblo que tanto su esposa como su hija habían fallecido durante el parto, y la tristeza de apoderó del reino nuevamente.
Solo las personas que estuvieron ese día en la habitación conocían de la existencia de la princesa, y el rey prohibió que se dijera algo sobre ella, confinándola al castillo para siempre.
Pasaron los años, y Luth’ninarel creció teniendo interacción únicamente con su nana y su hermano, quienes muy a su pesar descubrieron que la princesa era incapaz de manejar cualquier magia ajena al fuego. El odio hacia su hija incrementaba a diario en el corazón del rey, quien solo la visitaba en silencio una vez al año durante su cumpleaños.
Nina, como sería llamada por sus amigos más adelante, se preguntó siempre porque su padre la odiaba tanto, y llegó a la conclusión que su magia era la razón, creándole un complejo de inferioridad y arraigando el miedo a su poder, rechazándolo por completo.
Acaparando tristeza por su vida de encierro, Nina vivía deprimida, por lo que su hermano al no soportar verla así, decidió ayudarla a escapar del reino, para que así pudiera vivir con libertad.
De carácter tranquilo y gran lealtad hacia sus amigos; a sus 20 años, Nina inicia un viaje para entender la razón de su poder.
20 años
Elemento: Fuego
Durante la Segunda Gran Guerra, los elfos lucharon junto a los humanos contra el gran mal que azotaba Gaia, teniendo como su más grande enemigo a uno de los cuatro demonios elementales, el Caos del Fuego.
Tras incontables pérdidas, el valiente pueblo se alzó con la victoria, sin embargo, con su último aliento, el demonio maldijo sus existencias, negándoles a partir de ese momento el don de dar vida; ningún otro elfo nacería y la raza conocería la extinción inminente.
Con amargura en su corazón por el destino que le deparaba a su gente, el rey Arathel Orchalben juró que los elfos no participarían en ningún conflicto nunca más y rompió la alianza con los humanos, cerrando las puertas de su reino para siempre.
A diferencia de los hombres, los elfos no poseen una afinidad única hacia un elemento, la naturaleza es su fuente de poder, aire, agua, tierra y fuego por igual. Sin embargo a partir de ese día abandonarían toda enseñanza y práctica de la magia de fuego.
Durante dos mil años, vacía fue la existencia del rey al cargar con el destino funesto de su pueblo, pero la luz en sus ojos volvería a brillar el día en que llegara su esposa corriendo y llorando de felicidad a decirle que estaba embarazada.
La noticia se propagó de casa en casa y la alegría volvió al reino, la gente celebraba y todos ya pensaban en el regalo que llevarían al ser que se había convertido en su esperanza. Finalmente, la maldición se había roto.
Cuando llegó el día del nacimiento, el reino enteró se encontraba fuera del castillo, expectante de noticias.
El rey acompañó a su esposa durante el parto, presenciando el nacimiento de su hija y posteriormente la muerte de su amada. Durante sus momentos finales, la reina sonrió al ver a su recién nacida, y con su último aliento la llamó Luth’Ninarel, “Luz de Esperanza”.
Con gran tristeza en su corazón, el rey lloró a su amada mientras tomaba en brazos a su hija, y al verla notó su cabellera roja y sus ojos como dos flamas ardientes. Su tristeza se convirtió en confusión y pocos segundos después en amargura. La niña pareció sentir esto, y comenzó a llorar y la manta que la cubría ardió en llamas.
Lo acontecido paralizó a todos en la habitación, entonces el rey dejó a la niña sobre su cuna, para posteriormente desenvainar su espada y con locura en el rostro apuntarla hacia la recién nacida. Fue su hijo quien lo detuvo, y gritando de odio, el rey se alejó del lugar.
Negándose a reconocer lo que consideraba la última burla del destino, el rey mandó a informar al pueblo que tanto su esposa como su hija habían fallecido durante el parto, y la tristeza de apoderó del reino nuevamente.
Solo las personas que estuvieron ese día en la habitación conocían de la existencia de la princesa, y el rey prohibió que se dijera algo sobre ella, confinándola al castillo para siempre.
Pasaron los años, y Luth’ninarel creció teniendo interacción únicamente con su nana y su hermano, quienes muy a su pesar descubrieron que la princesa era incapaz de manejar cualquier magia ajena al fuego. El odio hacia su hija incrementaba a diario en el corazón del rey, quien solo la visitaba en silencio una vez al año durante su cumpleaños.
Nina, como sería llamada por sus amigos más adelante, se preguntó siempre porque su padre la odiaba tanto, y llegó a la conclusión que su magia era la razón, creándole un complejo de inferioridad y arraigando el miedo a su poder, rechazándolo por completo.
Acaparando tristeza por su vida de encierro, Nina vivía deprimida, por lo que su hermano al no soportar verla así, decidió ayudarla a escapar del reino, para que así pudiera vivir con libertad.
De carácter tranquilo y gran lealtad hacia sus amigos; a sus 20 años, Nina inicia un viaje para entender la razón de su poder.