04/03/2015 05:57 AM
IMRAD
Parte 1. El viaje
Prólogo
—¡Otra vez! Toma tu espada y atácame —alentó Torior a su hijo Imrad.
Torior tenía el cabello blanco, arrugas en la piel y una cicatriz en la mejilla derecha causada en un combate. Era alto, musculoso, fuerte, su tez morena, ojos negros, de gran inteligencia; portaba siempre una bufanda color azul, y su ropa era color beige, tanto su túnica corta como su pantalón.
—Ya no puedo más. Mejor que Neitshuan practique contigo, papá.
—No. Ella ya ha dominado esta técnica y tú no. Debes ser fuerte. ¿Qué tal si no estoy para protegerlos? ¿Quién protegerá a tu madre? Tienen que aprender a cuidarse solos. Tú y tu hermana deben ser hábiles con la espada.
—Déjalo descansar papá. Llevan practicando cinco horas, pronto oscurecerá —exclamó Neitshuan, tratando de hacer que su padre dejara descansar a Imrad.
—Muy bien, es todo por hoy, pero prométeme que mañana continuaremos.
Torior era una persona alegre, siempre andaba al cuidado de sus hijos que desde muy pequeños habían aprendido a usar las espadas. Pertenecía a la guardia de Arconte, por lo que había estado en las Guerras Frías, una lucha por el territorio del norte entre los países de Arconte, Phabius y Mort. Ahora Arconte pasaba por un estado de paz y prosperidad por lo que él se dedicaba a estar junto a sus hijos y enseñarles a defenderse por si volvían los tiempos de guerra.
Entrenaba con sus hijos, Imrad de ocho años y Neitshuan de nueve, en el campo situado detrás de su casa. El lugar donde vivían era una casa de dos pisos, hecha de madera de los árboles de Fino, los más resistentes, incluso a la magia. La casa tenía dos ventanas en la parte superior, una enfocada al oeste y la otra al este. En la parte de arriba estaban los dormitorios, en la parte baja estaba la cocina y un área para comer y descansar.
La casa estaba rodeada por un campo enorme donde Torior cultivaba diversos vegetales, además de un espacio para entrenar, un baño, un pozo de agua y un pequeño establo, donde había vacas, ovejas y caballos. La casa estaba ubicada en el extremo sureste de Arconte, un camino de tierra conectaba el lugar con el pueblo.
Los tres entraron a la casa.
—Ni crean que van a comer así. Vayan a bañarse, primero tú, Imrad, que eres el más sucio.
—Pero mamá, ayer me bañé.
Geana le clavó la vista, Imrad comprendió de inmediato que era mejor no protestar.
Cuando todos estuvieron bañados y vestidos se dispusieron a comer.
—¡Mamá!, ahora si te luciste —dijo Neitshuan que miraba como su hermana babeaba por el buen olor de la comida.
—¡Oh!, hija. No es nada, hoy es un día especial, hace 15 años tú padre y yo nos casamos, así que decidí preparar este pequeño banquete.
Imrad no sabía por donde empezar, había maíz bañado en mantequilla en un plato, unas hojas frescas en otro, hongos con zanahorias, carne asada cubierta con jugo, sopa de guisantes y jugo de naranja. Torior olfateó la comida por un rato y luego se sirvió un poco de todo.
Cuando terminaron de comer Torior e Imrad fueron a la sala de estar, mientras que Geana y Neitshuan se fueron a lavar los trastes.
Después de un rato las mujeres se fueron a reunir con los hombres.
—Mañana les toca a ustedes papá.
—Claro hija, ya sabes que estamos un día y un día.
—Ya pronto entraremos a la escuela, necesitaremos libros —dijo Imrad.
—Ya lo sé, hijo, la otra semana iremos por ellos, relájate un rato. ¿Qué tal un partido de ajedrez? —preguntó Torior emocionado.
—Ya sabes que es difícil ganarte papá. Mejor juega con Neitshuan, parece que ya le esta agarrando el truco, tal vez en unos días ella te superé.
—Voy por él de inmediato, papá, te ganaré esta vez —dijo Neitshuan con entusiasmo.
—Yo creo que no podrás ganarle, te apuesto la cena de mañana. Si ganas, haré lo que me pidas pero si pierdes, tendrás que cocinar —retó su madre a su hija.
—Es una buena apuesta, acepto.
Neitshuan se levantó y fue por el juego, presentía que esta vez le podía ganar a su padre, había estado practicando durante varias noches seguidas y tenía una estrategia que ella denominaba perfecta.
En ese instante, tocaron a la puerta, Neitshuan que estaba cerca fue a abrir.
En el umbral estaban dos personas con una túnica blanca y una banda de color rojo.
—“Son de la guardia de Arconte” —pensó Neitshuan.
—Buscó al capitán Torior. Tengo una orden que entregarle.
—Sí, aquí vive. ¡Papaaaá, unos hombres en la puerta te buscan! ¿De qué es la orden, señor?
—Eso no es de tu incumbencia, pequeña.
—Si es para mi padre, si me incumbe.
—Hija, ve con tu madre —ordenó Torior, que se encontraba al lado de su hija.
—Deberías de educar mejor a tu hija, para que no se meta en asuntos que no le importan.
—Yo sé como educar a mi hija, no necesito que me des clases, Amber.
—El general te envía esto —fue lo único que le respondió Amber, le entregó un papel y se retiró junto con su compañero.
Torior lo leyó de inmediato y después fue a donde estaba su familia.
—¿Todo esta bien papá? Te ves preocupado —preguntó Imrad.
—Familia, me tengo que ir en este momento, el general Fio nos ha llamado, hemos entrado en guerra con Phabius. Tengo que estar en el campamento mañana temprano.
Parte 1. El viaje
Prólogo
—¡Otra vez! Toma tu espada y atácame —alentó Torior a su hijo Imrad.
Torior tenía el cabello blanco, arrugas en la piel y una cicatriz en la mejilla derecha causada en un combate. Era alto, musculoso, fuerte, su tez morena, ojos negros, de gran inteligencia; portaba siempre una bufanda color azul, y su ropa era color beige, tanto su túnica corta como su pantalón.
—Ya no puedo más. Mejor que Neitshuan practique contigo, papá.
—No. Ella ya ha dominado esta técnica y tú no. Debes ser fuerte. ¿Qué tal si no estoy para protegerlos? ¿Quién protegerá a tu madre? Tienen que aprender a cuidarse solos. Tú y tu hermana deben ser hábiles con la espada.
—Déjalo descansar papá. Llevan practicando cinco horas, pronto oscurecerá —exclamó Neitshuan, tratando de hacer que su padre dejara descansar a Imrad.
—Muy bien, es todo por hoy, pero prométeme que mañana continuaremos.
Torior era una persona alegre, siempre andaba al cuidado de sus hijos que desde muy pequeños habían aprendido a usar las espadas. Pertenecía a la guardia de Arconte, por lo que había estado en las Guerras Frías, una lucha por el territorio del norte entre los países de Arconte, Phabius y Mort. Ahora Arconte pasaba por un estado de paz y prosperidad por lo que él se dedicaba a estar junto a sus hijos y enseñarles a defenderse por si volvían los tiempos de guerra.
Entrenaba con sus hijos, Imrad de ocho años y Neitshuan de nueve, en el campo situado detrás de su casa. El lugar donde vivían era una casa de dos pisos, hecha de madera de los árboles de Fino, los más resistentes, incluso a la magia. La casa tenía dos ventanas en la parte superior, una enfocada al oeste y la otra al este. En la parte de arriba estaban los dormitorios, en la parte baja estaba la cocina y un área para comer y descansar.
La casa estaba rodeada por un campo enorme donde Torior cultivaba diversos vegetales, además de un espacio para entrenar, un baño, un pozo de agua y un pequeño establo, donde había vacas, ovejas y caballos. La casa estaba ubicada en el extremo sureste de Arconte, un camino de tierra conectaba el lugar con el pueblo.
Los tres entraron a la casa.
—Ni crean que van a comer así. Vayan a bañarse, primero tú, Imrad, que eres el más sucio.
—Pero mamá, ayer me bañé.
Geana le clavó la vista, Imrad comprendió de inmediato que era mejor no protestar.
Cuando todos estuvieron bañados y vestidos se dispusieron a comer.
—¡Mamá!, ahora si te luciste —dijo Neitshuan que miraba como su hermana babeaba por el buen olor de la comida.
—¡Oh!, hija. No es nada, hoy es un día especial, hace 15 años tú padre y yo nos casamos, así que decidí preparar este pequeño banquete.
Imrad no sabía por donde empezar, había maíz bañado en mantequilla en un plato, unas hojas frescas en otro, hongos con zanahorias, carne asada cubierta con jugo, sopa de guisantes y jugo de naranja. Torior olfateó la comida por un rato y luego se sirvió un poco de todo.
Cuando terminaron de comer Torior e Imrad fueron a la sala de estar, mientras que Geana y Neitshuan se fueron a lavar los trastes.
Después de un rato las mujeres se fueron a reunir con los hombres.
—Mañana les toca a ustedes papá.
—Claro hija, ya sabes que estamos un día y un día.
—Ya pronto entraremos a la escuela, necesitaremos libros —dijo Imrad.
—Ya lo sé, hijo, la otra semana iremos por ellos, relájate un rato. ¿Qué tal un partido de ajedrez? —preguntó Torior emocionado.
—Ya sabes que es difícil ganarte papá. Mejor juega con Neitshuan, parece que ya le esta agarrando el truco, tal vez en unos días ella te superé.
—Voy por él de inmediato, papá, te ganaré esta vez —dijo Neitshuan con entusiasmo.
—Yo creo que no podrás ganarle, te apuesto la cena de mañana. Si ganas, haré lo que me pidas pero si pierdes, tendrás que cocinar —retó su madre a su hija.
—Es una buena apuesta, acepto.
Neitshuan se levantó y fue por el juego, presentía que esta vez le podía ganar a su padre, había estado practicando durante varias noches seguidas y tenía una estrategia que ella denominaba perfecta.
En ese instante, tocaron a la puerta, Neitshuan que estaba cerca fue a abrir.
En el umbral estaban dos personas con una túnica blanca y una banda de color rojo.
—“Son de la guardia de Arconte” —pensó Neitshuan.
—Buscó al capitán Torior. Tengo una orden que entregarle.
—Sí, aquí vive. ¡Papaaaá, unos hombres en la puerta te buscan! ¿De qué es la orden, señor?
—Eso no es de tu incumbencia, pequeña.
—Si es para mi padre, si me incumbe.
—Hija, ve con tu madre —ordenó Torior, que se encontraba al lado de su hija.
—Deberías de educar mejor a tu hija, para que no se meta en asuntos que no le importan.
—Yo sé como educar a mi hija, no necesito que me des clases, Amber.
—El general te envía esto —fue lo único que le respondió Amber, le entregó un papel y se retiró junto con su compañero.
Torior lo leyó de inmediato y después fue a donde estaba su familia.
—¿Todo esta bien papá? Te ves preocupado —preguntó Imrad.
—Familia, me tengo que ir en este momento, el general Fio nos ha llamado, hemos entrado en guerra con Phabius. Tengo que estar en el campamento mañana temprano.