24/07/2018 03:43 PM
Últimamente he estado viendo en distintas publicaciones por todo internet a gente barruntando la idea de que la fantasía épica se encuentra en una especie de crisis creativa, o que no da ya más de sí, o cosas así.
A ver, frena.
La fantasía épica lleva en una crisis creativa aproximadamente desde que Tolkien terminó El Señor de los Anillos, porque esta obra condicionó por completo a la gran mayoría de sucesoras. No es que antes no existiera ningún tipo de literatura fantástica, ni elementos sueltos que luego acabaron recalando en la Tierra Media. Es una cuestión más bien de dialéctica.
En tiempos de carracuca, existía una serie de factores que podíamos encontrar aislados en algunas historias escritas o de tradición oral, así como modelos temáticos que iban dependiendo del pensamiento dominante en cada época. Por ejemplo, a comienzos de lo que en historia se acota como Edad Moderna, que no es ni más ni menos que una de las fases finales del feudalismo, lo que imperaba era una lucha entre la línea heredera del idealismo platónico y los sectores más cercanos a lo aristotélico, pero siempre con una aspiración cultural hacia la Antigüedad Clásica (por eso lo del Renacimiento y tal), el orden, el humanismo y toda esa morralla. En esta época encontramos un tratamiento del mito con una orientación a lo "racional". En la etapa siguiente, con una burguesía mucho más desarrollada, en posición de legitimarse a través del arte, lo que vemos es una apelación al sentimiento, a conmover, a la devoción. Racionalización del mito, construcción lógica de los personajes, sublimación a través de lo emocional...
En la literatura existen referencias así. El recurso cervantino de la sátira, el espejo costumbrista ante la locura heroica del Quijote; el romanticismo tétrico e intensito de Zorrilla... Shakespeare y las grandes pasiones (amor, celos, envidia, rencor) como leitmotiv de sus personajes.
Pero vamos, que me lío. La cuestión es que mitos, cantares, novelas de caballería, viajes orficos y homéricos, ya existían antes, pero en Tolkien se unifican, se oponen entre sí y se superan, para crear un paradigma de narrativa fantástico-épica. El camino del héroe queda sellado, la variedad de razas, escenarios, enemigos e intereses se codifican; y tras este hito asistimos a un sinfín (palabra que no sé si existe como tal) de historias de fantasía épica con elfos, gnomos, goblins, trasgos, orcos, enanos, reyes malvados, elegidos, princesas, dragones, esa cosa que te salva en el momento más inesperado, alguna espada legendaria, palabras inventadas (es muy gracioso ver a reputados actores británicos recitar absurdos trabalenguas cuando interpretan a hechiceros en las adaptaciones cinematográficas de estas obras). Y de vez en cuando tenemos magníficas excepciones, muchas veces debido a vueltas de tuerca de este tipo de historias (Ursula K Le Guin narrando con maravillosa indefinición el asesinato de un dragón y con auténtico fervor el combate de su héroe con el verdadero antagonista de su obra, sus demonios internos; o un brujo rivio llamado Geralt revisitando la "mitología" de la fantasía tradicional) y otras centrándose en otro tipo de conflictos (George muchaserres Martin, por ejemplo).
Parece que hay una cuestión que domina la reproducción de este panorama, lo cual es más sencillo de ver de lo que parece, si nos hacemos una inesperada pregunta: ¿cuáles son los modos de producción que imperan en este tipo de obras?
La importancia de esta pregunta es mucho mayor de la que se le puede suponer. Piensa que quieres escribir una novela de fantasía épica, tienes en la cabeza un mundo perfecto para que esta historia tenga lugar. Pues bien, ¿cómo funciona ese mundo? ¿Cuál es la situación de la inmensa mayoría de sus pobladores? ¿Cómo se relacionan entre sí? ¿A qué están sometidos, por quién y cómo? ¿Por qué no han sido capaces o no han sentido la necesidad de alterar el statu quo hasta que aparecen tus protas? No hace falta que el lector se lea un tratado de economía política previo a tu historia, pero tú tienes que saberlo, porque de eso depende que tu historia sea viable o no (y me refiero a coherencia interna, no a montar a lomos de un dragón para alancear a tus enemigos).
En Canción de Hielo y Fuego, por ejemplo, sí encontramos una definición clara de un imperio colonial de marcado corte feudal, con algún reino satélite que ejerce de fuerza protoburguesa (oh mi querido Banco de Hierro de Braavos) emergente. Claro que todo este entramado bien definido parece que va careciendo de importancia a la luz de un inminente apocalipsis de muerte y frío que te cagas. Martin se desenvuelve entre las tensiones internas de las distintas capas de la clase dominante de Poniente, así como el desarrollo de sus personajes; y la creciente amenaza externa.
¿Pero cuál es el modo de producción en El Señor de los Anillos? ¿Es una oposición entre el aparente centralismo colonialista de Mordor y la autarquía de una serie de colonias aisladas con dinámicas internas de reinos medievales? Se entiende una historia con estas características, dentro de un escenario medieval, debido a las propias dinámicas internas del feudalismo, en el que la propiedad es ostentada por estos señores feudales por derecho de conquista, y no solo implica la tierra, sino que engloba también a los súbditos. Tolkien presenta una dicotomía en la que diferencia entre unas gentes sencillas gobernadas por una nobleza justa y atractiva, con un horrible esclavista con un ansia por acumular tan poderosa que le consume; en una espiral que nos recuerda de forma bastante lejana a aquella idea predominante del Cantar de Mío Cid, "qué buen vasallo sería, si tuviera buen señor". Es una historia de buenos y malos, que es fácil de trasladar a la mentalidad de la época, con una burguesía que "retomaba" el poder tras el empuje del fascismo, que tenía muy presente esa misma premisa. Si ayer mismo el Ejército Rojo hubiese tomado Berlín y neutralizado a Hitler, la epicidad de una serie de figuras heroicas envueltas en una lucha contra el mal me resultaría muchísimo más seductora de lo que me resulta a día de hoy, porque somos esclavos de nuestras condiciones materiales.
El mismo argumento no se puede "repetir" ad infinitum porque no va a causar siempre el mismo impacto, con el añadido de que pierde cada vez más cualquier imagen de novedad.
Del mismo modo que un escenario como el de la Guerra Fría puede mostrar en la Espada y Brujería un sector de la cultura de masas perfectamente capaz de representar los miedos y las histerias de la sociedad capitalista, con un guerrero habilidoso que se enfrenta a lo mágico, lo desconocido, lo lejano. El propio cine lo reflejó, George A. Romero mediante, en las películas de zombies, como una vía de escape al terror provocado por la peligrosa tecnología soviética (es curioso que a día de hoy el mensaje hegemónico sea el contrario, pretendiendo mostrar el bloque socialista como un territorio baldío y atrasado frente a la hiperdesarrollada y cosmopolita sociedad capitalista... ¿alguien se acuerda de Rocky contra Iván Drago?).
La cuestión es que lo que consideramos Alta Fantasía se enquista en repetir escenarios-plantilla (y tu novia sin sacar y la basura de erasmus) con fotocopias de terribles nigromantes, emperadores, generales... frente a humildes héroes que recorren como corderitos su camino de elegidos y triunfan frente al mal. Ya de paso, con el constante papel pasivo de los personajes femeninos frente al Héroe. Muchas veces presenciamos auténticas escenificaciones de las fantasías íntimas de los autores (Christopher Paolini, no me refiero a ti, tranquilo... bueno, sí, a quién vamos a engañar).
¿Y cuál es la amenaza? ¿Cuál es la estructura de esas sociedades? ¿Qué cambia para la amplia mayoría de sus personajes inventados que se siente en el trono el rey malo o el rey bueno? Es fácil recurrir a una representación idealizada de lo medieval, sin llegar a desarrollar poco más que un breve esbozo del triunfo del feudalismo sobre el esclavismo trasladado al papel. Hay una inmensa mayoría de "extras" que se limitan a estar, porque no valen para nada más que como figurantes, mientras un pavo va por ahí dando mandobles o lanzando bolas de fuego (porque POR PUTO SUPUESTO que tiene poderes de algún tipo) para dar un golpe de estado que ni al autor le interesa en qué resultará una vez consumado.
Hay historias que me recuerdan a un capítulo de una serie que no es santo de mi devoción actualmente, así que no pienso ni mencionar su nombre, en el que los personajes, muy aficionados a En Busca del Arca Perdida, descubren que la película habría tenido exactamente el mismo final si Indiana Jones no hubiese aparecido en ella. Otras, sin embargo, están forzadas más allá de los límites de la coherencia interna para que solo se puedan resolver de una manera, y por forzar fuerzan incluso los elementos medievales (como ese colegio en el que toman apuntes con pergamino y tinta pese a suceder la trama en plenos años 90 y existir tanto los cuadernos como los bolígrafos).
La fantasía épica funciona cuando se convierte en una obra de contenido alegórico, cuando inspira y fluye para cumplir con un cometido: FANTASEAR. Puede reflejar un aspecto de la realidad transportado a un mundo ficticio, pero para ello debe estar representado de forma veraz. Las ficciones distópicas de sociedades postcapitalistas con una forma de gobierno neofeudal, además de cargar con un mensaje ultraliberal, no reflejan absolutamente nada más allá de un descontento inconexo y difuso; y lo mismo sucede con los mundos caballerescos de cartón piedra.
Para la fantasía épica, en consecuencia, solo quedan dos vías posibles:
1- La evocación estética de nuevas formas, ya sea a lo Patrick Rothfuss (una historia en retrospectiva, hipersubjetiva y con una imaginería distinta) o la novela de Ana Katzen (antigua forera) de la que fui beta reader, que fue un soplo de aire fresco en este sentido (además de estar genialmente escrita).
Pros: De este modo la histora se convierte en una conexión directa entre autor y público, de un modo más personal y con un contenido más lírico; y especialmente con una gran cantidad de elementos a descubrir.
Contras: Es una vía que acabará por sobreexplotarse, al igual que las abiertas por anteriores personitas innovadoras, por lo que hay que hacer un ejercicio creativo que puede salirse de madre y que no se lo trague ni un otaco.
2- Un salto en la composición del mundo en el que se desarrolla la historia, cambiando el modo de producción feudal, o alegoría lejana del fascismo, como statu quo a alterar, por el modo de producción capitalista. Explorar el avance de las clases que componen la sociedad que se está creando para dar lugar a nuevos escenarios, con nuevos problemas y nuevas necesidades que los personajes deben resolver.
Pros: ¿No sería interesante una sociedad homóloga a la que formaban los hobbits de la Comarca, pero viéndoselas con una invasión imperialista que agosta sus cosechas y drena sus ríos? ¿O los efectos de esa típica entidad imperial tras llegar a un punto en el que la sobreexplotación de la naturaleza ha herido de extrema gravedad numerosos rincones de ese mundo? ¿Cómo actuarían todos esos "figurantes" si se les dotase de la autonomía suficiente para hacerlo?
Contras: Demasiada ambición puede condenar esa hipotética obra a no poder ser acabada en la vida. Además, los intereses y la visión del mundo de cada autor marcarán claramente el modo en el que se desarrollen esos nuevos escenarios. Las formas de expresión están sujetas a los intereses dominantes o dominados, de modo que el mensaje subyacente siempre va a ser o bien para perpetuarlos o bien para confrontarlos. Tiene más futuro pegar una faja a la enésima fotocopia y poner que su autor es considerado por la crítica el nuevo Tolkien.
P.D.: Aquí lo podéis visualizar en Patreon: https://www.patreon.com/posts/20292741
A ver, frena.
La fantasía épica lleva en una crisis creativa aproximadamente desde que Tolkien terminó El Señor de los Anillos, porque esta obra condicionó por completo a la gran mayoría de sucesoras. No es que antes no existiera ningún tipo de literatura fantástica, ni elementos sueltos que luego acabaron recalando en la Tierra Media. Es una cuestión más bien de dialéctica.
En tiempos de carracuca, existía una serie de factores que podíamos encontrar aislados en algunas historias escritas o de tradición oral, así como modelos temáticos que iban dependiendo del pensamiento dominante en cada época. Por ejemplo, a comienzos de lo que en historia se acota como Edad Moderna, que no es ni más ni menos que una de las fases finales del feudalismo, lo que imperaba era una lucha entre la línea heredera del idealismo platónico y los sectores más cercanos a lo aristotélico, pero siempre con una aspiración cultural hacia la Antigüedad Clásica (por eso lo del Renacimiento y tal), el orden, el humanismo y toda esa morralla. En esta época encontramos un tratamiento del mito con una orientación a lo "racional". En la etapa siguiente, con una burguesía mucho más desarrollada, en posición de legitimarse a través del arte, lo que vemos es una apelación al sentimiento, a conmover, a la devoción. Racionalización del mito, construcción lógica de los personajes, sublimación a través de lo emocional...
En la literatura existen referencias así. El recurso cervantino de la sátira, el espejo costumbrista ante la locura heroica del Quijote; el romanticismo tétrico e intensito de Zorrilla... Shakespeare y las grandes pasiones (amor, celos, envidia, rencor) como leitmotiv de sus personajes.
Pero vamos, que me lío. La cuestión es que mitos, cantares, novelas de caballería, viajes orficos y homéricos, ya existían antes, pero en Tolkien se unifican, se oponen entre sí y se superan, para crear un paradigma de narrativa fantástico-épica. El camino del héroe queda sellado, la variedad de razas, escenarios, enemigos e intereses se codifican; y tras este hito asistimos a un sinfín (palabra que no sé si existe como tal) de historias de fantasía épica con elfos, gnomos, goblins, trasgos, orcos, enanos, reyes malvados, elegidos, princesas, dragones, esa cosa que te salva en el momento más inesperado, alguna espada legendaria, palabras inventadas (es muy gracioso ver a reputados actores británicos recitar absurdos trabalenguas cuando interpretan a hechiceros en las adaptaciones cinematográficas de estas obras). Y de vez en cuando tenemos magníficas excepciones, muchas veces debido a vueltas de tuerca de este tipo de historias (Ursula K Le Guin narrando con maravillosa indefinición el asesinato de un dragón y con auténtico fervor el combate de su héroe con el verdadero antagonista de su obra, sus demonios internos; o un brujo rivio llamado Geralt revisitando la "mitología" de la fantasía tradicional) y otras centrándose en otro tipo de conflictos (George muchaserres Martin, por ejemplo).
Parece que hay una cuestión que domina la reproducción de este panorama, lo cual es más sencillo de ver de lo que parece, si nos hacemos una inesperada pregunta: ¿cuáles son los modos de producción que imperan en este tipo de obras?
La importancia de esta pregunta es mucho mayor de la que se le puede suponer. Piensa que quieres escribir una novela de fantasía épica, tienes en la cabeza un mundo perfecto para que esta historia tenga lugar. Pues bien, ¿cómo funciona ese mundo? ¿Cuál es la situación de la inmensa mayoría de sus pobladores? ¿Cómo se relacionan entre sí? ¿A qué están sometidos, por quién y cómo? ¿Por qué no han sido capaces o no han sentido la necesidad de alterar el statu quo hasta que aparecen tus protas? No hace falta que el lector se lea un tratado de economía política previo a tu historia, pero tú tienes que saberlo, porque de eso depende que tu historia sea viable o no (y me refiero a coherencia interna, no a montar a lomos de un dragón para alancear a tus enemigos).
En Canción de Hielo y Fuego, por ejemplo, sí encontramos una definición clara de un imperio colonial de marcado corte feudal, con algún reino satélite que ejerce de fuerza protoburguesa (oh mi querido Banco de Hierro de Braavos) emergente. Claro que todo este entramado bien definido parece que va careciendo de importancia a la luz de un inminente apocalipsis de muerte y frío que te cagas. Martin se desenvuelve entre las tensiones internas de las distintas capas de la clase dominante de Poniente, así como el desarrollo de sus personajes; y la creciente amenaza externa.
¿Pero cuál es el modo de producción en El Señor de los Anillos? ¿Es una oposición entre el aparente centralismo colonialista de Mordor y la autarquía de una serie de colonias aisladas con dinámicas internas de reinos medievales? Se entiende una historia con estas características, dentro de un escenario medieval, debido a las propias dinámicas internas del feudalismo, en el que la propiedad es ostentada por estos señores feudales por derecho de conquista, y no solo implica la tierra, sino que engloba también a los súbditos. Tolkien presenta una dicotomía en la que diferencia entre unas gentes sencillas gobernadas por una nobleza justa y atractiva, con un horrible esclavista con un ansia por acumular tan poderosa que le consume; en una espiral que nos recuerda de forma bastante lejana a aquella idea predominante del Cantar de Mío Cid, "qué buen vasallo sería, si tuviera buen señor". Es una historia de buenos y malos, que es fácil de trasladar a la mentalidad de la época, con una burguesía que "retomaba" el poder tras el empuje del fascismo, que tenía muy presente esa misma premisa. Si ayer mismo el Ejército Rojo hubiese tomado Berlín y neutralizado a Hitler, la epicidad de una serie de figuras heroicas envueltas en una lucha contra el mal me resultaría muchísimo más seductora de lo que me resulta a día de hoy, porque somos esclavos de nuestras condiciones materiales.
El mismo argumento no se puede "repetir" ad infinitum porque no va a causar siempre el mismo impacto, con el añadido de que pierde cada vez más cualquier imagen de novedad.
Del mismo modo que un escenario como el de la Guerra Fría puede mostrar en la Espada y Brujería un sector de la cultura de masas perfectamente capaz de representar los miedos y las histerias de la sociedad capitalista, con un guerrero habilidoso que se enfrenta a lo mágico, lo desconocido, lo lejano. El propio cine lo reflejó, George A. Romero mediante, en las películas de zombies, como una vía de escape al terror provocado por la peligrosa tecnología soviética (es curioso que a día de hoy el mensaje hegemónico sea el contrario, pretendiendo mostrar el bloque socialista como un territorio baldío y atrasado frente a la hiperdesarrollada y cosmopolita sociedad capitalista... ¿alguien se acuerda de Rocky contra Iván Drago?).
La cuestión es que lo que consideramos Alta Fantasía se enquista en repetir escenarios-plantilla (y tu novia sin sacar y la basura de erasmus) con fotocopias de terribles nigromantes, emperadores, generales... frente a humildes héroes que recorren como corderitos su camino de elegidos y triunfan frente al mal. Ya de paso, con el constante papel pasivo de los personajes femeninos frente al Héroe. Muchas veces presenciamos auténticas escenificaciones de las fantasías íntimas de los autores (Christopher Paolini, no me refiero a ti, tranquilo... bueno, sí, a quién vamos a engañar).
¿Y cuál es la amenaza? ¿Cuál es la estructura de esas sociedades? ¿Qué cambia para la amplia mayoría de sus personajes inventados que se siente en el trono el rey malo o el rey bueno? Es fácil recurrir a una representación idealizada de lo medieval, sin llegar a desarrollar poco más que un breve esbozo del triunfo del feudalismo sobre el esclavismo trasladado al papel. Hay una inmensa mayoría de "extras" que se limitan a estar, porque no valen para nada más que como figurantes, mientras un pavo va por ahí dando mandobles o lanzando bolas de fuego (porque POR PUTO SUPUESTO que tiene poderes de algún tipo) para dar un golpe de estado que ni al autor le interesa en qué resultará una vez consumado.
Hay historias que me recuerdan a un capítulo de una serie que no es santo de mi devoción actualmente, así que no pienso ni mencionar su nombre, en el que los personajes, muy aficionados a En Busca del Arca Perdida, descubren que la película habría tenido exactamente el mismo final si Indiana Jones no hubiese aparecido en ella. Otras, sin embargo, están forzadas más allá de los límites de la coherencia interna para que solo se puedan resolver de una manera, y por forzar fuerzan incluso los elementos medievales (como ese colegio en el que toman apuntes con pergamino y tinta pese a suceder la trama en plenos años 90 y existir tanto los cuadernos como los bolígrafos).
La fantasía épica funciona cuando se convierte en una obra de contenido alegórico, cuando inspira y fluye para cumplir con un cometido: FANTASEAR. Puede reflejar un aspecto de la realidad transportado a un mundo ficticio, pero para ello debe estar representado de forma veraz. Las ficciones distópicas de sociedades postcapitalistas con una forma de gobierno neofeudal, además de cargar con un mensaje ultraliberal, no reflejan absolutamente nada más allá de un descontento inconexo y difuso; y lo mismo sucede con los mundos caballerescos de cartón piedra.
Para la fantasía épica, en consecuencia, solo quedan dos vías posibles:
1- La evocación estética de nuevas formas, ya sea a lo Patrick Rothfuss (una historia en retrospectiva, hipersubjetiva y con una imaginería distinta) o la novela de Ana Katzen (antigua forera) de la que fui beta reader, que fue un soplo de aire fresco en este sentido (además de estar genialmente escrita).
Pros: De este modo la histora se convierte en una conexión directa entre autor y público, de un modo más personal y con un contenido más lírico; y especialmente con una gran cantidad de elementos a descubrir.
Contras: Es una vía que acabará por sobreexplotarse, al igual que las abiertas por anteriores personitas innovadoras, por lo que hay que hacer un ejercicio creativo que puede salirse de madre y que no se lo trague ni un otaco.
2- Un salto en la composición del mundo en el que se desarrolla la historia, cambiando el modo de producción feudal, o alegoría lejana del fascismo, como statu quo a alterar, por el modo de producción capitalista. Explorar el avance de las clases que componen la sociedad que se está creando para dar lugar a nuevos escenarios, con nuevos problemas y nuevas necesidades que los personajes deben resolver.
Pros: ¿No sería interesante una sociedad homóloga a la que formaban los hobbits de la Comarca, pero viéndoselas con una invasión imperialista que agosta sus cosechas y drena sus ríos? ¿O los efectos de esa típica entidad imperial tras llegar a un punto en el que la sobreexplotación de la naturaleza ha herido de extrema gravedad numerosos rincones de ese mundo? ¿Cómo actuarían todos esos "figurantes" si se les dotase de la autonomía suficiente para hacerlo?
Contras: Demasiada ambición puede condenar esa hipotética obra a no poder ser acabada en la vida. Además, los intereses y la visión del mundo de cada autor marcarán claramente el modo en el que se desarrollen esos nuevos escenarios. Las formas de expresión están sujetas a los intereses dominantes o dominados, de modo que el mensaje subyacente siempre va a ser o bien para perpetuarlos o bien para confrontarlos. Tiene más futuro pegar una faja a la enésima fotocopia y poner que su autor es considerado por la crítica el nuevo Tolkien.
P.D.: Aquí lo podéis visualizar en Patreon: https://www.patreon.com/posts/20292741