09/12/2019 08:15 PM
Nota: Otro pequeño relato, ya el segundo. Espero que les guste. Ya le estoy quitando el miedo a escribir. Pues de que modo voy a aprender a escribir si no es escribiendo. (Esta es una gran verdad).
Tomas Tomás corría rápidamente por las calles, sus pies no flaqueaban ni un poco. Cada paso era fríamente ejecutado. El asesino le seguía los pasos muy de cerca, pero Tomas Tomás no se rendía y seguía corriendo a un paso veloz sin mirar atrás. Sus ojos estaban fijos al frente, solo giraba su cabeza a los lados de vez en cuando para ver una ruta por la cual escapar y poder salvar su vida.
Los pasos del secuestrador se escuchaban muy cerca de Tomas Tomás casi como si estuviera a unos pocos centímetros de él, casi como si pudiera tocarlo con levantar su mano.
A pesar de que Tomas Tomás corría sin interrupciones siempre volvía al mismo lugar, tal vez estaba corriendo en círculos y no se había dado cuenta. En un momento no escucho ruidos atrás de él. ¿El asesino ya no lo perseguía? Tomas Tomás se recostó en una pared para recobrar el aliento. Sus manos y su boca temblaban, quizás era el miedo de ser asesinado o tal vez por estar en un laberinto del cual nunca saldría. Entró en un callejón y se estableció detrás de un basureropara basurero para perder de vista al hombre que lo perseguía. Aunque ya habían pasado al menos unas tres horas Tomas Tomás no tenía ni una gota de sudor.
Se levantó del lugar en el que reposaba y levantó un poco la vista. Escuchó algunos pasos y se alertó. El instinto de sobrevivir y la adrenalina del momento lo mantenían dispuesto a enfrentar a su asesino y a la mujer que estaba detrás de todo.
— No me atraparás vivo — dijo Tomás Tomás sin perder de vista la entrada del callejón.
Después de una larga espera o quizás no tan larga apareció el asesino vestido todo de negro como lo había visto Tomas Tomás desde que lo tenían encerrado cada día de su vida. Tenía una cicatriz en su ojo que parecía coloreada con alguna pintura barata y en su mano derecha sostenía una navaja bastante larga empuñada tan fuerte que daba la sensación de que el objeto estuviera clavado en su mano, como si fuera una extensión de su brazo.
Tomas Tomás intentó no hacer ningún ruido. De nada le sirvió pues el asesino se dirigía a su posición a pasos tranquilos como si supiera cual sería el final de la historia, como si supiera el final que le esperaba a su víctima.
El callejón no tenía salida así que Tomas Tomás se levantó de su refugio y miró a su asesino directamente a los ojos. No tenía arma alguna con la que defenderse. Se arriesgaría a enfrentarse a puño limpio. Las posibilidades de sobrevivir eran más bajas para él. Era la única opción que tenía. El asesino agarró más fuerte el cuchillo y se abalanzó sobre Tomas Tomás , pero en ese instante… la señorita Lola agarró los dos títeres y acabó su acto del día. Los guardó en una mochila, tomó las monedas que las personas le daban por su acto y se fue del lugar.
Es un mini relato efectista, donde lo sorpresivo está al final.
A mí me gusta escribir en éste estilo cuando hago relatos cortos.
Me gustó. No le encontré faltas de ortografía ni de redacción, más que el acento en Tomás y dos palabras pegadas.
es un efecto sencillo, pero supiste darle el toque deseado.
Escapando sin escape
Tomas Tomás corría rápidamente por las calles, sus pies no flaqueaban ni un poco. Cada paso era fríamente ejecutado. El asesino le seguía los pasos muy de cerca, pero Tomas Tomás no se rendía y seguía corriendo a un paso veloz sin mirar atrás. Sus ojos estaban fijos al frente, solo giraba su cabeza a los lados de vez en cuando para ver una ruta por la cual escapar y poder salvar su vida.
Los pasos del secuestrador se escuchaban muy cerca de Tomas Tomás casi como si estuviera a unos pocos centímetros de él, casi como si pudiera tocarlo con levantar su mano.
A pesar de que Tomas Tomás corría sin interrupciones siempre volvía al mismo lugar, tal vez estaba corriendo en círculos y no se había dado cuenta. En un momento no escucho ruidos atrás de él. ¿El asesino ya no lo perseguía? Tomas Tomás se recostó en una pared para recobrar el aliento. Sus manos y su boca temblaban, quizás era el miedo de ser asesinado o tal vez por estar en un laberinto del cual nunca saldría. Entró en un callejón y se estableció detrás de un basureropara basurero para perder de vista al hombre que lo perseguía. Aunque ya habían pasado al menos unas tres horas Tomas Tomás no tenía ni una gota de sudor.
Se levantó del lugar en el que reposaba y levantó un poco la vista. Escuchó algunos pasos y se alertó. El instinto de sobrevivir y la adrenalina del momento lo mantenían dispuesto a enfrentar a su asesino y a la mujer que estaba detrás de todo.
— No me atraparás vivo — dijo Tomás Tomás sin perder de vista la entrada del callejón.
Después de una larga espera o quizás no tan larga apareció el asesino vestido todo de negro como lo había visto Tomas Tomás desde que lo tenían encerrado cada día de su vida. Tenía una cicatriz en su ojo que parecía coloreada con alguna pintura barata y en su mano derecha sostenía una navaja bastante larga empuñada tan fuerte que daba la sensación de que el objeto estuviera clavado en su mano, como si fuera una extensión de su brazo.
Tomas Tomás intentó no hacer ningún ruido. De nada le sirvió pues el asesino se dirigía a su posición a pasos tranquilos como si supiera cual sería el final de la historia, como si supiera el final que le esperaba a su víctima.
El callejón no tenía salida así que Tomas Tomás se levantó de su refugio y miró a su asesino directamente a los ojos. No tenía arma alguna con la que defenderse. Se arriesgaría a enfrentarse a puño limpio. Las posibilidades de sobrevivir eran más bajas para él. Era la única opción que tenía. El asesino agarró más fuerte el cuchillo y se abalanzó sobre Tomas Tomás , pero en ese instante… la señorita Lola agarró los dos títeres y acabó su acto del día. Los guardó en una mochila, tomó las monedas que las personas le daban por su acto y se fue del lugar.
Es un mini relato efectista, donde lo sorpresivo está al final.
A mí me gusta escribir en éste estilo cuando hago relatos cortos.
Me gustó. No le encontré faltas de ortografía ni de redacción, más que el acento en Tomás y dos palabras pegadas.
es un efecto sencillo, pero supiste darle el toque deseado.
La Pluma Mata más que la Espada...