28/03/2020 01:46 PM
Te agradezco mucho los comentarios, y sobretodo las correcciones. Un detalle.
Trabajo en esta historia desde hace unos meses, y todavía esta cogiendo forma. Tengo los primeros capítulos, mas o menos trazados, pero sin cerrar.
He compartido las 3 primeras paginas. Una introducción sin diálogos y general del valle.
Puede ser que tengas razón, y la introducción sea demasiado larga. La presentación del pasillo, la puedo integrar en alguno de los capítulos que transcurren en la Senda.
Gracias.
Tras ese epilogo, los diálogos y los personajes se suceden, e intercalo descripciones según va surgiendo.
Estas son las primeras paginas.
1
El cuerpo en la Pasarela
Me despertó un grito, la cabeza me pesaba, y la lengua era una apéndice inútil de mi paladar,…otro grito más inhumano aún, mi padre entrando en el cuarto, golpeando la puerta con la inercia del que corre ciego, me abrazó, me miró,
—¿Estás bien? —encadenaba las preguntas, sin darme tiempo a responder—¿Puedes hablar? ¡Tus ojos! ¡ábrelos! ¡mírame! —No paraba de zarandearme, empeorando mi mareo original debido a la resaca, me deshice como puede de sus manos, y giré la cabeza sobre un lado, justo a tiempo, para que mi vomito no le salpicara—: Veo que estas bien—Sonrió y me abrazó con fuerza.
— ¿Que pasa padre? ¿Porque estos gritos? ¿Donde esta mamá? —Mi padre se aparato de mí, lo justo para poder mirarme fijamente.
—Han encontrado algo en el puente de las almas. Hablan de un cuerpo, de tu altura, su rostro ha quedado irreconocible. Anoche… —Sopesaba lo que iba a decir—:¿Echaste a alguien en falta? ¿Alguno de tus amigos? ...
—No — respondí demasiado rápido, mecánicamente. Me corregí—:La verdad,...No sé. Mi mirada, más bien, mi cara lo decía todo. No sabía como había llegado a mi casa, como iba a recordar que había sido del resto.
En ese momento, sentí una punzada en el estómago, algo pasó esa anoche, no sé exactamente que, pero algo había sucedido. . Intentaba pensar en ello, tener una mayor claridad, pero el miedo se apodero de mi, algo pasó anoche y la aparición de un cuerpo en el pasarela, no hacia sino incrementar mi desasosiego.
Me vestí rápidamente y seguí a mi padre. En el camino se nos iban uniendo otros pálidos rostros, ya fuera por la inquietud generada por la aparición del cuerpo, ya fuera por los excesos de la noche, o como en mi caso, por la suma de ambos. Convergimos en la «Atalaya de los ancianos», una plataforma que se alzaba al final del pueblo. Dicen que lleva hay desde los tiempos del rio, de ahí su altura y su forma.
Nos agolpamos en la amplia plaza que se extendía al pie de la atalaya, entonces una voz, se impuso a todas, y desde la altura llamó al silencio, que se hizo de inmediato. El tono del anciano no dejaba indiferente a nadie, y su autoridad estaba por encima de toda discusión. O eso creíamos.
Nos miró con esos ojos de búho sabio, que no aceptaban la luz, e hizo un disimulado ademán a los rezagados para que se acercaran.
—Lo que habéis odio es cierto. Un cuerpo ha sido hallado en el puente de las almas. Los restos cubiertos por una túnica blanca, se mantienen erguidos, en pie, en medio del puente. El maestre Alcmeón, esta realizando el examen post mortem y a medida que avance en sus investigaciones, os iremos dando cuenta.
Los murmullos crecían a medida que el anciano hablaba. Un leve gesto con su brazo bastó para devolver el silencio a la plaza.
—Ahora, os haré una pregunta, que sólo responda el que tenga la respuesta, y luego volveréis a vuestros quehaceres —El silencio era total, ni tan siquiera el viento parecía querer manifestarse—: ¿Echáis en falta a alguno de los vuestros?
Ninguno de los que allí estábamos respondió,, todos nos miramos, buscando sin echar en falta nadie, allí estábamos todos; o al menos, eso parecía.
— ¡Bien!. Eso es todo. Ser precavidos y proporcionados.
— ¿Proporcionados? —, dije en voz baja, más sorprendido que alterado, Nunca antes había oído al anciano, recomendando tan abiertamente la proporción. Sólo mi abuela lo hacia.
La punzada volvió, con más fuerza, algo sucedió anoche, mi voz se ahogó antes de llamar la atención del anciano. Algo pasó, era más que un presentimiento, era una certeza, aún así, no era una respuesta, y mucho menos para el anciano. «¿Qué pasó?» . Necesitaba saberlo.
Me despedí de mi padre. Aunque me insistió en que regresara a casa con él, le pedí que me dejara ir a ver a mis amigos.
—Lo entiendo —me dijo, al ver la preocupación en mi cara.
Trabajo en esta historia desde hace unos meses, y todavía esta cogiendo forma. Tengo los primeros capítulos, mas o menos trazados, pero sin cerrar.
He compartido las 3 primeras paginas. Una introducción sin diálogos y general del valle.
Puede ser que tengas razón, y la introducción sea demasiado larga. La presentación del pasillo, la puedo integrar en alguno de los capítulos que transcurren en la Senda.
Gracias.
Tras ese epilogo, los diálogos y los personajes se suceden, e intercalo descripciones según va surgiendo.
Estas son las primeras paginas.
1
El cuerpo en la Pasarela
Me despertó un grito, la cabeza me pesaba, y la lengua era una apéndice inútil de mi paladar,…otro grito más inhumano aún, mi padre entrando en el cuarto, golpeando la puerta con la inercia del que corre ciego, me abrazó, me miró,
—¿Estás bien? —encadenaba las preguntas, sin darme tiempo a responder—¿Puedes hablar? ¡Tus ojos! ¡ábrelos! ¡mírame! —No paraba de zarandearme, empeorando mi mareo original debido a la resaca, me deshice como puede de sus manos, y giré la cabeza sobre un lado, justo a tiempo, para que mi vomito no le salpicara—: Veo que estas bien—Sonrió y me abrazó con fuerza.
— ¿Que pasa padre? ¿Porque estos gritos? ¿Donde esta mamá? —Mi padre se aparato de mí, lo justo para poder mirarme fijamente.
—Han encontrado algo en el puente de las almas. Hablan de un cuerpo, de tu altura, su rostro ha quedado irreconocible. Anoche… —Sopesaba lo que iba a decir—:¿Echaste a alguien en falta? ¿Alguno de tus amigos? ...
—No — respondí demasiado rápido, mecánicamente. Me corregí—:La verdad,...No sé. Mi mirada, más bien, mi cara lo decía todo. No sabía como había llegado a mi casa, como iba a recordar que había sido del resto.
En ese momento, sentí una punzada en el estómago, algo pasó esa anoche, no sé exactamente que, pero algo había sucedido. . Intentaba pensar en ello, tener una mayor claridad, pero el miedo se apodero de mi, algo pasó anoche y la aparición de un cuerpo en el pasarela, no hacia sino incrementar mi desasosiego.
Me vestí rápidamente y seguí a mi padre. En el camino se nos iban uniendo otros pálidos rostros, ya fuera por la inquietud generada por la aparición del cuerpo, ya fuera por los excesos de la noche, o como en mi caso, por la suma de ambos. Convergimos en la «Atalaya de los ancianos», una plataforma que se alzaba al final del pueblo. Dicen que lleva hay desde los tiempos del rio, de ahí su altura y su forma.
Nos agolpamos en la amplia plaza que se extendía al pie de la atalaya, entonces una voz, se impuso a todas, y desde la altura llamó al silencio, que se hizo de inmediato. El tono del anciano no dejaba indiferente a nadie, y su autoridad estaba por encima de toda discusión. O eso creíamos.
Nos miró con esos ojos de búho sabio, que no aceptaban la luz, e hizo un disimulado ademán a los rezagados para que se acercaran.
—Lo que habéis odio es cierto. Un cuerpo ha sido hallado en el puente de las almas. Los restos cubiertos por una túnica blanca, se mantienen erguidos, en pie, en medio del puente. El maestre Alcmeón, esta realizando el examen post mortem y a medida que avance en sus investigaciones, os iremos dando cuenta.
Los murmullos crecían a medida que el anciano hablaba. Un leve gesto con su brazo bastó para devolver el silencio a la plaza.
—Ahora, os haré una pregunta, que sólo responda el que tenga la respuesta, y luego volveréis a vuestros quehaceres —El silencio era total, ni tan siquiera el viento parecía querer manifestarse—: ¿Echáis en falta a alguno de los vuestros?
Ninguno de los que allí estábamos respondió,, todos nos miramos, buscando sin echar en falta nadie, allí estábamos todos; o al menos, eso parecía.
— ¡Bien!. Eso es todo. Ser precavidos y proporcionados.
— ¿Proporcionados? —, dije en voz baja, más sorprendido que alterado, Nunca antes había oído al anciano, recomendando tan abiertamente la proporción. Sólo mi abuela lo hacia.
La punzada volvió, con más fuerza, algo sucedió anoche, mi voz se ahogó antes de llamar la atención del anciano. Algo pasó, era más que un presentimiento, era una certeza, aún así, no era una respuesta, y mucho menos para el anciano. «¿Qué pasó?» . Necesitaba saberlo.
Me despedí de mi padre. Aunque me insistió en que regresara a casa con él, le pedí que me dejara ir a ver a mis amigos.
—Lo entiendo —me dijo, al ver la preocupación en mi cara.