Ecos
Los entes antiguos desaparecieron un día. Solo quedaron sus cementerios en lo que se conoce como el osario de los antiguos.
De alguna forma, por algún motivo, se convirtieron en algo más y no recuerdan lo que solían ser antes, quizá son como las personas, que no saben a dónde vienen o a dónde van, pero tienen teorías. Quizá creen que siempre han sido lo que son ahora: Algo sin forma ni tamaño. Algo que no tiene cuerpo físico y por tanto no puede ser apreciado por los sentidos humanos. Viven su existencia de algún modo que no viene al caso en las historias de Nuc.
Sin embargo, aunque no tengan un cuerpo ni ocupen espacio, si están presentes, es decir, cada uno de estos seres siempre “está” en algún sitio, no es que no existan o que estén en todos lados. Pueden trasladarse a lo largo y ancho de Nuc (y quizá a otros continentes, quien sabe), si eso quieren.
Pueden percibir el mundo físico, y manifestarse en él, pero no por los medios normales, sino por medio de su magia. Es decir que no pueden tocarte, pero pueden hacer que una corriente de aire aparezca de la nada y te toque sólo a ti. No pueden empujarte, pero pueden hacer que el suelo cambie ligeramente de forma haciéndote tropezar. Suelen ser manipulaciones insignificantes de la naturaleza o incluso de los sentidos (por ejemplo, a veces, puedes oírlos; pero en realidad no podrían hablar porque la voz es algo que viene del cuerpo y el sonido es algo fisico).
Por lo general, no pueden hacer nada muy grande, sólo pequeñas manifestaciones que muchos atribuyen a la distracción o a la casualidad. Ellos tienen mucha magia, pero pertenece al plano no físico que habitan. Sin embargo, cuando de verdad quieren intervenir en algo, pueden hacer los despliegues de magia más extraordinarios, los únicos que pueden durar de forma indefinida, siempre que tengan suficiente hueso a mano. Claro, necesitan mucho menos hueso del que necesitaría un emisar, pero no pueden trabajar sin nada.
No hay una regla de a dónde están o qué hacen. Al igual que las personas, ellos tienen distintas personalidades e intereses, toman sus propias decisiones. Y esas decisiones, por lo general, no tienen nada que ver con las personas o el mundo físico.
Para ellos, la gente es como una animal silvestre: una especie que muchos ven como algo decorativo, tierno o interesante, mientras otros no tienen interés alguno. Sin embargo, no falta el que quiera proteger y ayudar “a las criaturitas indefensas”.
En cuanto a lo que se piensa sobre ellos, es sumamente variado. Cada cultura parece tener su propia opinión. Que son buenos, malos o amorales; que son espiritus de esto o aquello, o una especie rara como tantas otras… Muchos piensan que no existen.
En la isla de los Arqueólogos tienen una teoría casi acertada sobre ellos. Los llaman ecos y creen que son fantasmas, aunque no se ponen de acuerdo en sí son los fantasmas de los Antiguos, los de personas regulares, o todos.
El eje de todos los mundos posibles no tiene esquinas ni aristas.