26/03/2016 12:31 PM
RELATOS INCONCLUSOS... CRÓNCIAS DE I-NASKAR, POR THARUZ EL VIEJO.
“Los vimos entonces, figuras entre la niebla del bosque, agazapadas como predadores pacientes tras la maleza, acurrucados en esquinas imposibles o haciendo filigranas entre las ramas. Al principio pensamos que eran demonios, o animales con formas humanas, pero su mirada nos despejó toda duda. Nunca habíamos unos ojos tan humanos y una mirada tan bondadosa. Casi parecía que llevaban grabada en aquellos pozos unas profundas pena y nostalgia.
Luego sonaron unos cantos tímidos, aunque dulces y hechizantes. Bajamos las armas, ¿cómo íbamos a atacar a criaturas de tanta belleza?
Aquel fue nuestro error. Aprovecharon nuestro vacile y sobre nosotros se cernió una lluvia de flechas. Tal es el poder y la gracia de los Quelmana”
Relatos inconclusos. El camino hacia el Mar del Pilar Central.
----------------------------------------------------------------------------------------------------------
“Llegamos al puente y una bruma creció a nuestro alrededor desde los saltos del río de más abajo. Nuestras respiraciones, incluso la carraspera de Brok, quedaron ahogadas por el rumor de las aguas.
-¡Esto es magia Quelmana, sin duda! –gruñó Veren –. Cuando lleguemos a su asquerosa aldea pienso quemar su bonito bosque con mis propias manos.
Pero la irrupción de una fémina al otro lado del puente silenció la cólera del viejo cascarrabias y nos arrancó a todos del profundo trance de las aguas.
-Si no podéis dejar a un lado vuestras superfluas ambiciones jamás se os permitirá entrar a esta arboleda –amenazó la quelmana, y su voz era ya en sí misma un encantamiento.
Nuestro capitán se revolvió, furioso, y extrajo una flecha del carcaj.
-¡A qué esperáis, abatidla!
-Vea i muna vea fiana iadura ulna varina –lo interrumpió la quelamana. Cada sílaba, cada nota, era más terrible y profunda que la anterior. Pareciera que el cielo se había oscurecido y que el viento aullaba como horrorizado. Todos nos encogimos de pavor –. Volved por donde habéis venido, mortales, y alejad vuestra codicia de estos bosques.
La voz de la mujer aún sonaba grave y despiadada, y penetró en nuestras mentes como rocío en el campo.
-¡Volved! –gritó nuestro capitán, huyendo lejos de aquella hechicería. Ella aún nos desafiaba con los brazos en alto y la oscuridad enconándose a sus espaldas.
Jamás nos volvimos a adentrar en aquel bosque.”
Relatos inconclusos. La dama de Albasthe.
--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Una única de aquellas criaturas emergió de entre la maleza que flanqueaba el arroyo con la premisa de hablar con nuestro líder. A su paso por el campamento la gente se despertaba y salía de sus tiendas, arrastrada por la gracia y solemnidad que acompañaban su presencia. Iba descalzo y apenas se cubría con una falda que le cosquilleaba en los tobillos. .
-Abandonaréis nuestros bosques –dijo simplemente –. No queremos derramar sangre sobre Albasthe, pero teñiríamos cada palmo de este Menne de rojo por preservar la madera de un único árbol.
El viento susurraba en sus picudas orejas , que colgaban hacia ambos lados de la cabeza, y sacudía una melena roja como las brasas
-¡Ja! ¿Y por qué habríamos de sentirnos intimidados? –rió nuestro general –. Tengo dos mil hombres a mis espaldas.
El quelmana no contestó, pero clavó sus profundos ojos ámbar en la sardónica mirada de nuestro general y vimos como éste vacilaba y era poseído por un miedo atávico que resquebrajó su arrogancia.
-Levantaréis el campamento al amanecer –ordenó el quelmana al aire.
-Levantaremos el campamento al amanecer –repitió nuestro general.
Relatos inconclusos. El paso de Danfos.
--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Me adentré un día en la arboleda con dos de mis hombres y nos encontramos con un quelmana de nombre Alaliel. Con una simple mirada desnudó mi alma, averiguó mis orígenes, mi nombre, el de mi amada, el de mis hijos, el de mi pequeño señorío… Con una mirada supo más de mí, que yo mismo.
-No venís a luchar, queréis hablar con nuestro señor –leyó mi pensamiento. No pude hacer sino asentir.
-No tenemos tal cosa como un rey o un señor –continuó Alaliel –.Pero yo soy un elfo. Puedes transmitirme a mí tus preocupaciones.
-¿Un elfo?
-Sí, así nos hacemos llamar quienes de entre los quelmanas estamos versados en el druidismo y el sacerdocio de Shia. Compartiré contigo la carga que llevas, pues en estas tierras no hay más mal que aquel que duerme en tu interior. ¿Hablaremos como amigos?
Nuestras razas estaban enfrentadas en una cruenta guerra, pero no pude evitar rendirme a la bondad y misericordia de aquel pequeño “dios”.
-Aspiro a la paz entre nuestros pueblos –dije.
-Entre las virtudes de mi pueblo no se halla el pronto perdón. Habéis prendido fuego a nuestras arboledas sagradas y mancillado los vírgenes claros de Albasthe. La venganza de los quelmana será tal que vuestros dioses tendrán que apartar la mirada mientras humillamos a sus creaciones.
Caí de rodillas, abatido y sin aliento. Mi señorío no estaba lejos de aquel maldito bosque y sería de los primeros en experimentar su cólera.
Relatos inconclusos. Elfos.
“Los vimos entonces, figuras entre la niebla del bosque, agazapadas como predadores pacientes tras la maleza, acurrucados en esquinas imposibles o haciendo filigranas entre las ramas. Al principio pensamos que eran demonios, o animales con formas humanas, pero su mirada nos despejó toda duda. Nunca habíamos unos ojos tan humanos y una mirada tan bondadosa. Casi parecía que llevaban grabada en aquellos pozos unas profundas pena y nostalgia.
Luego sonaron unos cantos tímidos, aunque dulces y hechizantes. Bajamos las armas, ¿cómo íbamos a atacar a criaturas de tanta belleza?
Aquel fue nuestro error. Aprovecharon nuestro vacile y sobre nosotros se cernió una lluvia de flechas. Tal es el poder y la gracia de los Quelmana”
Relatos inconclusos. El camino hacia el Mar del Pilar Central.
----------------------------------------------------------------------------------------------------------
“Llegamos al puente y una bruma creció a nuestro alrededor desde los saltos del río de más abajo. Nuestras respiraciones, incluso la carraspera de Brok, quedaron ahogadas por el rumor de las aguas.
-¡Esto es magia Quelmana, sin duda! –gruñó Veren –. Cuando lleguemos a su asquerosa aldea pienso quemar su bonito bosque con mis propias manos.
Pero la irrupción de una fémina al otro lado del puente silenció la cólera del viejo cascarrabias y nos arrancó a todos del profundo trance de las aguas.
-Si no podéis dejar a un lado vuestras superfluas ambiciones jamás se os permitirá entrar a esta arboleda –amenazó la quelmana, y su voz era ya en sí misma un encantamiento.
Nuestro capitán se revolvió, furioso, y extrajo una flecha del carcaj.
-¡A qué esperáis, abatidla!
-Vea i muna vea fiana iadura ulna varina –lo interrumpió la quelamana. Cada sílaba, cada nota, era más terrible y profunda que la anterior. Pareciera que el cielo se había oscurecido y que el viento aullaba como horrorizado. Todos nos encogimos de pavor –. Volved por donde habéis venido, mortales, y alejad vuestra codicia de estos bosques.
La voz de la mujer aún sonaba grave y despiadada, y penetró en nuestras mentes como rocío en el campo.
-¡Volved! –gritó nuestro capitán, huyendo lejos de aquella hechicería. Ella aún nos desafiaba con los brazos en alto y la oscuridad enconándose a sus espaldas.
Jamás nos volvimos a adentrar en aquel bosque.”
Relatos inconclusos. La dama de Albasthe.
--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Una única de aquellas criaturas emergió de entre la maleza que flanqueaba el arroyo con la premisa de hablar con nuestro líder. A su paso por el campamento la gente se despertaba y salía de sus tiendas, arrastrada por la gracia y solemnidad que acompañaban su presencia. Iba descalzo y apenas se cubría con una falda que le cosquilleaba en los tobillos. .
-Abandonaréis nuestros bosques –dijo simplemente –. No queremos derramar sangre sobre Albasthe, pero teñiríamos cada palmo de este Menne de rojo por preservar la madera de un único árbol.
El viento susurraba en sus picudas orejas , que colgaban hacia ambos lados de la cabeza, y sacudía una melena roja como las brasas
-¡Ja! ¿Y por qué habríamos de sentirnos intimidados? –rió nuestro general –. Tengo dos mil hombres a mis espaldas.
El quelmana no contestó, pero clavó sus profundos ojos ámbar en la sardónica mirada de nuestro general y vimos como éste vacilaba y era poseído por un miedo atávico que resquebrajó su arrogancia.
-Levantaréis el campamento al amanecer –ordenó el quelmana al aire.
-Levantaremos el campamento al amanecer –repitió nuestro general.
Relatos inconclusos. El paso de Danfos.
--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Me adentré un día en la arboleda con dos de mis hombres y nos encontramos con un quelmana de nombre Alaliel. Con una simple mirada desnudó mi alma, averiguó mis orígenes, mi nombre, el de mi amada, el de mis hijos, el de mi pequeño señorío… Con una mirada supo más de mí, que yo mismo.
-No venís a luchar, queréis hablar con nuestro señor –leyó mi pensamiento. No pude hacer sino asentir.
-No tenemos tal cosa como un rey o un señor –continuó Alaliel –.Pero yo soy un elfo. Puedes transmitirme a mí tus preocupaciones.
-¿Un elfo?
-Sí, así nos hacemos llamar quienes de entre los quelmanas estamos versados en el druidismo y el sacerdocio de Shia. Compartiré contigo la carga que llevas, pues en estas tierras no hay más mal que aquel que duerme en tu interior. ¿Hablaremos como amigos?
Nuestras razas estaban enfrentadas en una cruenta guerra, pero no pude evitar rendirme a la bondad y misericordia de aquel pequeño “dios”.
-Aspiro a la paz entre nuestros pueblos –dije.
-Entre las virtudes de mi pueblo no se halla el pronto perdón. Habéis prendido fuego a nuestras arboledas sagradas y mancillado los vírgenes claros de Albasthe. La venganza de los quelmana será tal que vuestros dioses tendrán que apartar la mirada mientras humillamos a sus creaciones.
Caí de rodillas, abatido y sin aliento. Mi señorío no estaba lejos de aquel maldito bosque y sería de los primeros en experimentar su cólera.
Relatos inconclusos. Elfos.