01/02/2017 08:05 PM
Buenas Momo, siento no haber contestado a este último mensaje hasta ahora. Ni siquiera me había percatado de él, a pesar de que de tanto en cuanto entro al foro y dejo un comentario. La cuestión es que si que tendrá relevancia el sueño más adelante, pero no sé cuando podré meter más detalles sobre él. Se que llevo cuatro meses sin publicar, y estoy algo oxidado, pero tengo preparado el siguiente trozo.
A ver que tal os parece.
JUNTANDO PIEZAS
Sabía que no iba a ser sencillo, y tal y como estaban las cosas, era algo que tendría que haberse esperado. Últimamente no es que hubiese tomado las mejores decisiones de su vida. Aunque francamente, si se lo paraba a pensar, debía admitir que seguía siendo un gran logro haber conseguido llegar hasta ese punto, sin que nadie se hubiese fijado en la extraña pareja que componían entre los dos. Estaban en la periferia de palacio, prácticamente a los pies de sus imponentes almenas, en uno de los frondosos y laberínticos jardines en los que se aposentaba la estructura, cuando sus atacantes dieron con ellos.
Sarosh prestó mucha atención al hombre que lo acompañaba en aquella ordalía sin sentido. En esos esos instantes, el tipo luchaba contra tres contrincantes a la vez. En aquel instante eludía la punta de una pica que por escasos milímetros no lo ensarta como a una brocheta de ternera. En el último instante pivotó sobre sí mismo esquivando el golpe y entrando así dentro del rango de acción del individuo. A este se le había enredado el arma en uno de los rosales que tenía Medar atrás, por lo que mientras este tiraba del arma con fuerza para intentar desengancharla, Medar aprovechaba ese corto espacio de tiempo para soltarle un único y fulminante puñetazo que impactó en lateral de su cuello con un golpe seco y punitivo. El hombre voló como un trapo suelto al viento y se empotraba contra el arbusto que tenía a su derecha, mientras caía doblado en un manojo de miembros sueltos. Sin perder el impulso del contraataque, prosiguió con la ofensiva encarándose con el segundo de sus agresores.
Sarosh lo observaba sin perder detalle de sus incomparables aptitudes para el combate.
Vio cómo se agachaba, como fintaba y esquivaba los ataques de sus agresores, mientras eludía así otra atrevida estocada que pretendía a atravesarle el corazón.
Los hombres volvieron a atacarlo de nuevo, una segunda y hasta una tercera vez, pero con la misma fortuna que en su primer intento. La equina y desesperación se pintaba en sus coloreados rostros. Medar volvió a sortear otro golpe de nuevo. Era como si en realidad estuviese enfrentándose a unos chiquillos con un palos de olivo intentando jugar a hacer de soldaditos. Con la salvedad de que eran soldados de verdad. En esta ocasión la afilada hoja de la espada pasó peinándole su encrespado pelo, pero sin llegar a causar daño alguno. Agarro al tipo por los tobillos y tiró fuertemente de él hasta hacerlo caer con estrépito al suelo. Este sacudió los pies como una cucaracha panza arriba, una certera patada en el lateral de su casco después, lo silenció del todo. Por último se levantó con una sonrisa sádica en su expresión, enseñándole los dientes al único contrincante que quedaba en pie, que lo miraba atónito mientras su arma colgaba en sus flácidas manos. Corrió y saltó por encima del cuerpo caído de su compañero, poniendo las rodillas por delante como un ariete. El tiempo se detuvo. Sarosh seguía contemplando patidifuso. Medar voló por los aires. El impacto fue tremendo. El desgraciado acabó despatarrado encima de una ornamentada fuente mientras el agua se le derramaba encima. Vio como este quedaba flotando en las aguas con los ojos en blanco.
Supuso que estaba inconsciente y no muerto, pero quién lo sabía en realidad. Tampoco es que pudiese asegurarlo. La fuerza de Medar era sobrehumana, su velocidad antinatural, su ferocidad más que testada. Todo aquello sucedió en tan solo escasos segundos, en un parpadeo, por lo que no se detuvo demasiado tiempo a reflexionar. Tenía sus propias preocupaciones después de todo, como constató al volver a mirar de nuevo hacía los dos hombres intentaban hostigarlo a él con cara de muy pocos amigos.
Puso los ojos en blanco y se encogió de hombros mientras se ponía en posición de guardia.
Aquella leve distracción por poco no le cuesta la vida. Uno de los dos atacantes que lo rodeaban, sin previo aviso, le saltó encima como un pero de presa con la arma en ristre. Le lanzó desesperadas estocadas que eludió fintando entre la vegetación. Sacó su arma mientras saltaba hacia atrás para tener más margen de maniobra contra los tipejos. Desvió una de las repetitivas estocadas de uno de sus agresores con su propia espada, la cual versaba en una rutina abusiva de estocadas al cuerpo sin orden ni consistencia alguna. Las chispas iluminaron la noche y la expresión maníaca de su atacante se ensombreció. Lo agarró por la pechera mientras estampaba su frente contra la cruz de su ganchuda nariz. Pudo oír nitidez como crujía el tabique por el impacto, mientras una fuente de sangre comenzaba a emanar del guiñapo en el que se había transformado su hocico. Al mismo tiempo, el otro agresor que los había rodeado hasta quedar a su espalda se removió inquieto cuando vio que su compañero se llevaba las manos al rostro gimiendo de dolor, dudo durante unos breves segundos si seguir avanzando o por el contrario salir pitando y salvar la integridad. Finalmente se armó de valor y decidió atacar también de forma desesperada.
Craso error, pensó Sarosh.
Se puso de perfil en el último segundo, la punta pasó rozándole las costillas, le agarró de su brazo por la altura de su codo y luego retorció con fuerza, un estridente chillido y la espada del tipo cayó con un tintineo al suelo, un barrido y el hombre cayó junto a ella desorientado, le puso la bota en la nuca e hizo palanca con fuerza hasta que brazo se partió como un junco seco.
Los gritos y gemidos de dolor recrudecieron.
—Buen trabajo, chaval —dijo Medar al ver los tipos neutralizados retorciéndose en el suelo—, veo que tienes más aptitudes para el combate de las que aparentas con la primera impresión. Aunque no te relajes todavía. No son los únicos sujetos con los que vamos a tener que lidiar durante lo largo de esta noche —escupió mientras miraba hacia palacio y fruncía el ceño. —Por lo visto pretenden aprovechar su mayoría numérica y rodearnos —añadió al rato tras posar de nuevo sus amarillentos ojos en los alrededores. —Uno de los grupos tiene que aparecer por aquella esquina a no mucho tardar —dijo señalando hacia un grupo de setos de su izquierda—, el otro grupo nos está pisando los pies no muy por detrás nuestro. Y el resto. El resto probablemente anden dispersos por si logramos atravesar el cerco. Resumiendo, estamos bastante jodidos. Hay que despistarlos si queremos salir de esta indemnes.
Aunque Sarosh tenía muchas preguntas en mente, en cambio solo pudo soltar;
—Sí, me he podido percatar de ello. Pero, ¿por qué nos atacan con tanta saña? — ‹‹O mejor dicho›› ‹‹¿Por qué nos atacan sin más?¿Qué es lo que hemos podido hacer para enfurecer a todo un maldito regimiento?¿Qué diablos hago yo metido en todo este popurrí?››
—Probablemente piensen que formamos parte de la chusma que ha estado atacando los Distritos —contestó Medar, a la par que sonreía con desgana. Aunque su expresión corporal decía había algo más que se guardaba para si. —Que de alguna forma hemos logrado traspasar la muralla interior y conseguido llegar hasta las puertas de palacio para armar jaleo. Tampoco es que se les pueda culpar por pensar así después de lo que se está cociendo allí abajo, ¿no te parece?
—Supongo que tienes razón—concluyó Sarosh, aunque seguía sin tenerlas todas consigo.
Aquella aventura comenzaba a parecerle algo excesivamente hilarante e irreal, absurda y visceral, pero por encima de todo peligrosa.
¿La Hermandad realmente lo había mandado a una ciudad en guerra? Cada vez estaba más convencido de cuál era la respuesta a esa pregunta. No solo por el hecho de que había parte de la guarnición de la ciudad buscándolos con la intención de descuartizarlos a las primeras de cambio, lo cual no era moco de pavo tampoco, sino la extraña sucesión de situaciones capciosas o sin ningún sentido que lo perseguían desde que puso un pie en aquella urbe de mala muerte.
Mientras se dirigían a palacio, intentando pasar desapercibidos entre todo el caos proveniente de los suburbios, por casualidad o simple mala leche de los hados, habían topado con un pequeño destacamento de la guarnición de la ciudad que volvía de las escaramuzas en esos momentos. Estos los habían visto merodeando por los alrededores de palacio, convirtiéndolos en individuos sospechosos en situ. No los culpaba sino les habían causado muy buena impresión a los pobres desgraciados. Poco tardaron en darles el alto. Durante unos segundos reinó el silencio en aquella transversal mientras ambos grupos se medían y la tensión crecía fluctuante como la marea. Finalmente el oficial al mando se dirigió a ellos con autoridad desde lo alto de su montura. Una autoridad que Medar se pasó por sus partes más nobles. Tras una escueta conversación que no llegó a buen puerto, como era obvio, el oficial del batallón decidió que debían ser carne de presidio. Así que dio la orden para que los capturaran. Desde entonces que llevaban dándoles caza por los jardines de palacio sin descanso. O intentándolo al menos.
Los hilillos de humo seguían ascendiendo al cielo desde distintos puntos de la ciudad, la lucha parecía haber sido a partes iguales encarnizada y sangrienta, su desazón alcanzó un crescendo insospechado. ¿Qué había en palacio que era tan importante que ponían su integridad en juego? Era una misión un tanto desmedida para un novicio como él. Suicida si se ponía quisquillosos. Desesperada si es que de eso se trataba su Prueba de Templanza. ‹‹Respira y tranquilízate›› se dijo mientras se tomaba unos segundos para pensar con claridad. Aunque seguía en la más completa inopia.
Puede que solo fuera un simple giro de los acontecimientos lo que lo había derivado a que se encontrase enredado en aquel percal endemoniado. Contempló a su compañero con más detenimiento ahora que por el momento tenían un instante de respiro. Por lo que observó, y a pesar de las primeras impresiones, no podía imaginar que fuese la misma persona de la que hablaban los rumores en la Hermandad ¿verdad? No estaba seguro de nada en aquellos instantes, pero su contacto no había llegado a matar a nadie, al menos hasta ese momento. Tampoco parecía predispuesto a quemar toda una ciudad en el proceso. Así que supuso que no tenía por qué sentirse tan intimidado por él, al menos a ese respecto. Era Imposible que tratarse de la mismo sujeto que había aterrorizado a medio continente en sus tiempos mozos. Los disturbios eran solo una casualidad. Intentó tragar saliva, pero su garganta estaba más seca que un puñado de arcilla. Concluyó al fin que no podía ser tan agorero después de todo. Si lo pensaba, había muy pocas probabilidades de que el mismo hombre que había asesinado a miles de personas en el conflicto de Mayrem para luego desaparecer sin dejar rastro, se le apareciese de pronto en Mansour con la intención de formar dueto para hacer vete a saber tú el qué dentro de palacio. Simplemente era demasiado
incongruente como para sopesarlo siquiera
¿Por qué lo era, no?
—Escúchame bien muchacho —dijo de pronto el hombre sacándolo de sus intrínsecas reflexiones—, porque no tenemos mucho tiempo que perder. A pesar de que luchas bien para tu edad, como ya te he dicho, deduzco que aún no has firmado ningún contrato en la Hermandad, ¿me equivoco?. Probablemente no hayas oído ni hablar de ellos sí aún te encuentras en la Prueba de Templanza ¿verdad? —la pregunta cogió a Sarosh con el pie cambiado. El tipo lo sopesó con una mirada que heló la sangre en las venas, el aire se podía cortar en lonchas. No sabía muy bien a que se refería con aquello de firmar un contrato, por lo que simplemente se lo quedó mirando con cara de no entender ni papa. En cierto sentido un poco amedrantado también por la atención.
‹‹¿Un contrato?›› se dijo mientras se rascaba la cabeza. Estaba claro de que Medar le hablaba de cosas que debería de haber sabido, o que no tardaría en descubrir más pronto que tarde. Más misterios de la Hermandad que aun desconocía. Esperó a ver si este decantaba por aclarárselo un poco o no. Al final se decidió por lo segundo. Dejarlo en ascuas.
—Sabes que, tampoco hace falta que me contestes —se apresuró a decir antes de proseguir. —Tu cara es un poema después de todo. El quid de la cuestión tampoco radica en si sabes o no de que mierdas te estoy hablando, pues como digo, si aún tienes que pasar por tú Prueba de Templanza, parece normal que desconozcas ciertos aspectos de los rituales que tendrás que realizar muy pronto. —Una sonrisa se pintó en sus labios con aquella afirmación, pero rápidamente descartó la imagen tenía en mente con la mano — En fin, espero que esto no te vaya quitar el sueño —dijo al enseñarle los dientes. Y aquí vienen las malas noticias chaval. Tendrás que digerirlas como bien puedas. Lo que intento que comprendas, es que estamos algo ilimitados para poder evadirnos fácilmente de estos malnacidos que nos siguen por medios menos mundanos. Pero tu estas limitado. Sí ya fueses un miembro de pleno derecho y hubieses firmado el mentado contrato, que no lo eres, podríamos haber hecho uso de alguna de sus ventajas para lograr salvar el culo sin poner en riesgo la misión. Pero eso no va a poder ser posible en esta ocasión, como ya te he comentado, estamos limitados. Así que no nos queda de otra que ser más rudimentarios. —Sin más preámbulos le lanzó una mirada lacónica para seguidamente exclamar. —¡ Y ahora pégate a mí como las ladillas y no te pares para nada!
Su corazón le palpitaba en las sienes mientras se escabullían entre el ramaje a la par que se decía que aquello era una estúpida broma de los hados. No tardarían en dar con ellos, comprendió. ¡Fantástico! Se dijo mientras apretaba fuertemente la quijada y seguía corriendo como un becerro.
Su mente comenzó a divagar. El jardín en sí, que era una especie de laberinto hecho de sotos, regado enormes árboles centenarios, y adornado con una tupida y amplia variedad de flores de múltiples colores que regaban el habiente con dulce olor. Lo encontró hermoso a pesar de las extrañas circunstancias. Era inmenso. En todo caso, la oscuridad que reinaba a aquella hora en el lugar jugaba claramente a su favor.
Se dirigieron hacia el interior del vergel, en ocasiones escondiéndose entre las plantas, otras evadiendo el peligro al cambiar de rumbo o de intersección. Siempre eludiendo a su perseguidores por bien poco, aunque no lograron despistarlos del todo en ningún instante de la noche. Eran muchos y estaban decididos a dar con ellos. Quizás fueran minutos o horas lo que transcurrieron jugando al gato y al ratón mientras sus alternativas de salir de allí ilesos se iban se reduciendo a cero. Aun y así persistió y siguió todas y cada una de las indicaciones de Medar mientras se escurrían de entre las manos de su acosadores. En ocasiones acató a regañadientes sus mandato, en otras se dejaba llevar por simple inercia, aunque sí que tras un aleatorio trasiego, finalmente lograron abrirse paso hacia el interior sin que nadie les diese alcance. En el centro del parterre, por encima de la vegetación, despuntaba la imponente estructura de palacio. Junto a ella, una enorme pirámide acristalada de jaspe que lo dejó con la boca abierta de par en par. Era pasmosamente grande.
La verdad era que tanto su viaje hasta aquella región concreta del mundo, la cual fue un esfuerzo azaroso y lleno de tedio, un trayecto jodidamente agotador. Como las circunstancias con las que se topó en la ciudad a las pocas horas de estar en ella; un ambiente de caos y de fuego, persecuciones a la carta, de asesinatos indiscriminados y acusaciones sin sentido, no era en modo alguno lo que tenía en mente para su reciente prueba de iniciación en la Hermandad. Siempre y cuando todo ese jaleo formase parte de la evaluación, se dijo cada vez más ofuscado. Los sucesos lo superaban con creces, habiendo prácticamente acabado con las pocas ganas que le quedaban de formar parte de la Hermandad. Mientras jadeaba apegada su espalda en la fría superficie de la estructura con los nervios a flor de piel, vio como sus sueños de venganza se diluían en aquella realidad tan apoteósica. Una pesadilla de la que deseaba despertar. Sus años de esfuerzo parecían en balde, todas las horas de adiestramiento que había dedicado con su tutor hasta quedar exhausto, de muy poco le servían ahora. Nadie le había advertido que fuese una opción ser carne para los gusanos antes de que terminara el día. Suspiró. Quizás hubiese encontrado alguna excusa para postergar el viaje si lo hubiera sabido. O no iniciarlo nunca si fuese más sensato. Pero allí se encontraba ahora, así que no pudo evitar pensar, ¿dónde quedaban las misiones para desterrar a los infames demonios que pululaban por el mundo? ¿Dónde quedaban las referencias de esos tomos que hablaban de seres oscuros y de cómo se relacionaban con la sociedad, y en los que también se mencionaba cómo acabar con ellos? ¿Dónde quedaba todo aquello? ¿Tantos años estudiándolos para qué? Él se había preparado para enfrentarse a ese tipo de peligros…Místicos, no a la simple naturaleza humana. Estaba seguro, o todo lo seguro que puede estar uno, es que nadie le habían preparado para sobrevivir a una guerra civil de proporciones épicas. Eso no se explicaba en ningún manual. Contuvo un estremecimiento y se tragó la amarga resignación que lo embargaba mientras contemplaba las amarillas pupilas de su compañero.
—¿Y ahora qué hacemos?
A ver que tal os parece.
JUNTANDO PIEZAS
Sabía que no iba a ser sencillo, y tal y como estaban las cosas, era algo que tendría que haberse esperado. Últimamente no es que hubiese tomado las mejores decisiones de su vida. Aunque francamente, si se lo paraba a pensar, debía admitir que seguía siendo un gran logro haber conseguido llegar hasta ese punto, sin que nadie se hubiese fijado en la extraña pareja que componían entre los dos. Estaban en la periferia de palacio, prácticamente a los pies de sus imponentes almenas, en uno de los frondosos y laberínticos jardines en los que se aposentaba la estructura, cuando sus atacantes dieron con ellos.
Sarosh prestó mucha atención al hombre que lo acompañaba en aquella ordalía sin sentido. En esos esos instantes, el tipo luchaba contra tres contrincantes a la vez. En aquel instante eludía la punta de una pica que por escasos milímetros no lo ensarta como a una brocheta de ternera. En el último instante pivotó sobre sí mismo esquivando el golpe y entrando así dentro del rango de acción del individuo. A este se le había enredado el arma en uno de los rosales que tenía Medar atrás, por lo que mientras este tiraba del arma con fuerza para intentar desengancharla, Medar aprovechaba ese corto espacio de tiempo para soltarle un único y fulminante puñetazo que impactó en lateral de su cuello con un golpe seco y punitivo. El hombre voló como un trapo suelto al viento y se empotraba contra el arbusto que tenía a su derecha, mientras caía doblado en un manojo de miembros sueltos. Sin perder el impulso del contraataque, prosiguió con la ofensiva encarándose con el segundo de sus agresores.
Sarosh lo observaba sin perder detalle de sus incomparables aptitudes para el combate.
Vio cómo se agachaba, como fintaba y esquivaba los ataques de sus agresores, mientras eludía así otra atrevida estocada que pretendía a atravesarle el corazón.
Los hombres volvieron a atacarlo de nuevo, una segunda y hasta una tercera vez, pero con la misma fortuna que en su primer intento. La equina y desesperación se pintaba en sus coloreados rostros. Medar volvió a sortear otro golpe de nuevo. Era como si en realidad estuviese enfrentándose a unos chiquillos con un palos de olivo intentando jugar a hacer de soldaditos. Con la salvedad de que eran soldados de verdad. En esta ocasión la afilada hoja de la espada pasó peinándole su encrespado pelo, pero sin llegar a causar daño alguno. Agarro al tipo por los tobillos y tiró fuertemente de él hasta hacerlo caer con estrépito al suelo. Este sacudió los pies como una cucaracha panza arriba, una certera patada en el lateral de su casco después, lo silenció del todo. Por último se levantó con una sonrisa sádica en su expresión, enseñándole los dientes al único contrincante que quedaba en pie, que lo miraba atónito mientras su arma colgaba en sus flácidas manos. Corrió y saltó por encima del cuerpo caído de su compañero, poniendo las rodillas por delante como un ariete. El tiempo se detuvo. Sarosh seguía contemplando patidifuso. Medar voló por los aires. El impacto fue tremendo. El desgraciado acabó despatarrado encima de una ornamentada fuente mientras el agua se le derramaba encima. Vio como este quedaba flotando en las aguas con los ojos en blanco.
Supuso que estaba inconsciente y no muerto, pero quién lo sabía en realidad. Tampoco es que pudiese asegurarlo. La fuerza de Medar era sobrehumana, su velocidad antinatural, su ferocidad más que testada. Todo aquello sucedió en tan solo escasos segundos, en un parpadeo, por lo que no se detuvo demasiado tiempo a reflexionar. Tenía sus propias preocupaciones después de todo, como constató al volver a mirar de nuevo hacía los dos hombres intentaban hostigarlo a él con cara de muy pocos amigos.
Puso los ojos en blanco y se encogió de hombros mientras se ponía en posición de guardia.
Aquella leve distracción por poco no le cuesta la vida. Uno de los dos atacantes que lo rodeaban, sin previo aviso, le saltó encima como un pero de presa con la arma en ristre. Le lanzó desesperadas estocadas que eludió fintando entre la vegetación. Sacó su arma mientras saltaba hacia atrás para tener más margen de maniobra contra los tipejos. Desvió una de las repetitivas estocadas de uno de sus agresores con su propia espada, la cual versaba en una rutina abusiva de estocadas al cuerpo sin orden ni consistencia alguna. Las chispas iluminaron la noche y la expresión maníaca de su atacante se ensombreció. Lo agarró por la pechera mientras estampaba su frente contra la cruz de su ganchuda nariz. Pudo oír nitidez como crujía el tabique por el impacto, mientras una fuente de sangre comenzaba a emanar del guiñapo en el que se había transformado su hocico. Al mismo tiempo, el otro agresor que los había rodeado hasta quedar a su espalda se removió inquieto cuando vio que su compañero se llevaba las manos al rostro gimiendo de dolor, dudo durante unos breves segundos si seguir avanzando o por el contrario salir pitando y salvar la integridad. Finalmente se armó de valor y decidió atacar también de forma desesperada.
Craso error, pensó Sarosh.
Se puso de perfil en el último segundo, la punta pasó rozándole las costillas, le agarró de su brazo por la altura de su codo y luego retorció con fuerza, un estridente chillido y la espada del tipo cayó con un tintineo al suelo, un barrido y el hombre cayó junto a ella desorientado, le puso la bota en la nuca e hizo palanca con fuerza hasta que brazo se partió como un junco seco.
Los gritos y gemidos de dolor recrudecieron.
—Buen trabajo, chaval —dijo Medar al ver los tipos neutralizados retorciéndose en el suelo—, veo que tienes más aptitudes para el combate de las que aparentas con la primera impresión. Aunque no te relajes todavía. No son los únicos sujetos con los que vamos a tener que lidiar durante lo largo de esta noche —escupió mientras miraba hacia palacio y fruncía el ceño. —Por lo visto pretenden aprovechar su mayoría numérica y rodearnos —añadió al rato tras posar de nuevo sus amarillentos ojos en los alrededores. —Uno de los grupos tiene que aparecer por aquella esquina a no mucho tardar —dijo señalando hacia un grupo de setos de su izquierda—, el otro grupo nos está pisando los pies no muy por detrás nuestro. Y el resto. El resto probablemente anden dispersos por si logramos atravesar el cerco. Resumiendo, estamos bastante jodidos. Hay que despistarlos si queremos salir de esta indemnes.
Aunque Sarosh tenía muchas preguntas en mente, en cambio solo pudo soltar;
—Sí, me he podido percatar de ello. Pero, ¿por qué nos atacan con tanta saña? — ‹‹O mejor dicho›› ‹‹¿Por qué nos atacan sin más?¿Qué es lo que hemos podido hacer para enfurecer a todo un maldito regimiento?¿Qué diablos hago yo metido en todo este popurrí?››
—Probablemente piensen que formamos parte de la chusma que ha estado atacando los Distritos —contestó Medar, a la par que sonreía con desgana. Aunque su expresión corporal decía había algo más que se guardaba para si. —Que de alguna forma hemos logrado traspasar la muralla interior y conseguido llegar hasta las puertas de palacio para armar jaleo. Tampoco es que se les pueda culpar por pensar así después de lo que se está cociendo allí abajo, ¿no te parece?
—Supongo que tienes razón—concluyó Sarosh, aunque seguía sin tenerlas todas consigo.
Aquella aventura comenzaba a parecerle algo excesivamente hilarante e irreal, absurda y visceral, pero por encima de todo peligrosa.
¿La Hermandad realmente lo había mandado a una ciudad en guerra? Cada vez estaba más convencido de cuál era la respuesta a esa pregunta. No solo por el hecho de que había parte de la guarnición de la ciudad buscándolos con la intención de descuartizarlos a las primeras de cambio, lo cual no era moco de pavo tampoco, sino la extraña sucesión de situaciones capciosas o sin ningún sentido que lo perseguían desde que puso un pie en aquella urbe de mala muerte.
Mientras se dirigían a palacio, intentando pasar desapercibidos entre todo el caos proveniente de los suburbios, por casualidad o simple mala leche de los hados, habían topado con un pequeño destacamento de la guarnición de la ciudad que volvía de las escaramuzas en esos momentos. Estos los habían visto merodeando por los alrededores de palacio, convirtiéndolos en individuos sospechosos en situ. No los culpaba sino les habían causado muy buena impresión a los pobres desgraciados. Poco tardaron en darles el alto. Durante unos segundos reinó el silencio en aquella transversal mientras ambos grupos se medían y la tensión crecía fluctuante como la marea. Finalmente el oficial al mando se dirigió a ellos con autoridad desde lo alto de su montura. Una autoridad que Medar se pasó por sus partes más nobles. Tras una escueta conversación que no llegó a buen puerto, como era obvio, el oficial del batallón decidió que debían ser carne de presidio. Así que dio la orden para que los capturaran. Desde entonces que llevaban dándoles caza por los jardines de palacio sin descanso. O intentándolo al menos.
Los hilillos de humo seguían ascendiendo al cielo desde distintos puntos de la ciudad, la lucha parecía haber sido a partes iguales encarnizada y sangrienta, su desazón alcanzó un crescendo insospechado. ¿Qué había en palacio que era tan importante que ponían su integridad en juego? Era una misión un tanto desmedida para un novicio como él. Suicida si se ponía quisquillosos. Desesperada si es que de eso se trataba su Prueba de Templanza. ‹‹Respira y tranquilízate›› se dijo mientras se tomaba unos segundos para pensar con claridad. Aunque seguía en la más completa inopia.
Puede que solo fuera un simple giro de los acontecimientos lo que lo había derivado a que se encontrase enredado en aquel percal endemoniado. Contempló a su compañero con más detenimiento ahora que por el momento tenían un instante de respiro. Por lo que observó, y a pesar de las primeras impresiones, no podía imaginar que fuese la misma persona de la que hablaban los rumores en la Hermandad ¿verdad? No estaba seguro de nada en aquellos instantes, pero su contacto no había llegado a matar a nadie, al menos hasta ese momento. Tampoco parecía predispuesto a quemar toda una ciudad en el proceso. Así que supuso que no tenía por qué sentirse tan intimidado por él, al menos a ese respecto. Era Imposible que tratarse de la mismo sujeto que había aterrorizado a medio continente en sus tiempos mozos. Los disturbios eran solo una casualidad. Intentó tragar saliva, pero su garganta estaba más seca que un puñado de arcilla. Concluyó al fin que no podía ser tan agorero después de todo. Si lo pensaba, había muy pocas probabilidades de que el mismo hombre que había asesinado a miles de personas en el conflicto de Mayrem para luego desaparecer sin dejar rastro, se le apareciese de pronto en Mansour con la intención de formar dueto para hacer vete a saber tú el qué dentro de palacio. Simplemente era demasiado
incongruente como para sopesarlo siquiera
¿Por qué lo era, no?
—Escúchame bien muchacho —dijo de pronto el hombre sacándolo de sus intrínsecas reflexiones—, porque no tenemos mucho tiempo que perder. A pesar de que luchas bien para tu edad, como ya te he dicho, deduzco que aún no has firmado ningún contrato en la Hermandad, ¿me equivoco?. Probablemente no hayas oído ni hablar de ellos sí aún te encuentras en la Prueba de Templanza ¿verdad? —la pregunta cogió a Sarosh con el pie cambiado. El tipo lo sopesó con una mirada que heló la sangre en las venas, el aire se podía cortar en lonchas. No sabía muy bien a que se refería con aquello de firmar un contrato, por lo que simplemente se lo quedó mirando con cara de no entender ni papa. En cierto sentido un poco amedrantado también por la atención.
‹‹¿Un contrato?›› se dijo mientras se rascaba la cabeza. Estaba claro de que Medar le hablaba de cosas que debería de haber sabido, o que no tardaría en descubrir más pronto que tarde. Más misterios de la Hermandad que aun desconocía. Esperó a ver si este decantaba por aclarárselo un poco o no. Al final se decidió por lo segundo. Dejarlo en ascuas.
—Sabes que, tampoco hace falta que me contestes —se apresuró a decir antes de proseguir. —Tu cara es un poema después de todo. El quid de la cuestión tampoco radica en si sabes o no de que mierdas te estoy hablando, pues como digo, si aún tienes que pasar por tú Prueba de Templanza, parece normal que desconozcas ciertos aspectos de los rituales que tendrás que realizar muy pronto. —Una sonrisa se pintó en sus labios con aquella afirmación, pero rápidamente descartó la imagen tenía en mente con la mano — En fin, espero que esto no te vaya quitar el sueño —dijo al enseñarle los dientes. Y aquí vienen las malas noticias chaval. Tendrás que digerirlas como bien puedas. Lo que intento que comprendas, es que estamos algo ilimitados para poder evadirnos fácilmente de estos malnacidos que nos siguen por medios menos mundanos. Pero tu estas limitado. Sí ya fueses un miembro de pleno derecho y hubieses firmado el mentado contrato, que no lo eres, podríamos haber hecho uso de alguna de sus ventajas para lograr salvar el culo sin poner en riesgo la misión. Pero eso no va a poder ser posible en esta ocasión, como ya te he comentado, estamos limitados. Así que no nos queda de otra que ser más rudimentarios. —Sin más preámbulos le lanzó una mirada lacónica para seguidamente exclamar. —¡ Y ahora pégate a mí como las ladillas y no te pares para nada!
Su corazón le palpitaba en las sienes mientras se escabullían entre el ramaje a la par que se decía que aquello era una estúpida broma de los hados. No tardarían en dar con ellos, comprendió. ¡Fantástico! Se dijo mientras apretaba fuertemente la quijada y seguía corriendo como un becerro.
Su mente comenzó a divagar. El jardín en sí, que era una especie de laberinto hecho de sotos, regado enormes árboles centenarios, y adornado con una tupida y amplia variedad de flores de múltiples colores que regaban el habiente con dulce olor. Lo encontró hermoso a pesar de las extrañas circunstancias. Era inmenso. En todo caso, la oscuridad que reinaba a aquella hora en el lugar jugaba claramente a su favor.
Se dirigieron hacia el interior del vergel, en ocasiones escondiéndose entre las plantas, otras evadiendo el peligro al cambiar de rumbo o de intersección. Siempre eludiendo a su perseguidores por bien poco, aunque no lograron despistarlos del todo en ningún instante de la noche. Eran muchos y estaban decididos a dar con ellos. Quizás fueran minutos o horas lo que transcurrieron jugando al gato y al ratón mientras sus alternativas de salir de allí ilesos se iban se reduciendo a cero. Aun y así persistió y siguió todas y cada una de las indicaciones de Medar mientras se escurrían de entre las manos de su acosadores. En ocasiones acató a regañadientes sus mandato, en otras se dejaba llevar por simple inercia, aunque sí que tras un aleatorio trasiego, finalmente lograron abrirse paso hacia el interior sin que nadie les diese alcance. En el centro del parterre, por encima de la vegetación, despuntaba la imponente estructura de palacio. Junto a ella, una enorme pirámide acristalada de jaspe que lo dejó con la boca abierta de par en par. Era pasmosamente grande.
La verdad era que tanto su viaje hasta aquella región concreta del mundo, la cual fue un esfuerzo azaroso y lleno de tedio, un trayecto jodidamente agotador. Como las circunstancias con las que se topó en la ciudad a las pocas horas de estar en ella; un ambiente de caos y de fuego, persecuciones a la carta, de asesinatos indiscriminados y acusaciones sin sentido, no era en modo alguno lo que tenía en mente para su reciente prueba de iniciación en la Hermandad. Siempre y cuando todo ese jaleo formase parte de la evaluación, se dijo cada vez más ofuscado. Los sucesos lo superaban con creces, habiendo prácticamente acabado con las pocas ganas que le quedaban de formar parte de la Hermandad. Mientras jadeaba apegada su espalda en la fría superficie de la estructura con los nervios a flor de piel, vio como sus sueños de venganza se diluían en aquella realidad tan apoteósica. Una pesadilla de la que deseaba despertar. Sus años de esfuerzo parecían en balde, todas las horas de adiestramiento que había dedicado con su tutor hasta quedar exhausto, de muy poco le servían ahora. Nadie le había advertido que fuese una opción ser carne para los gusanos antes de que terminara el día. Suspiró. Quizás hubiese encontrado alguna excusa para postergar el viaje si lo hubiera sabido. O no iniciarlo nunca si fuese más sensato. Pero allí se encontraba ahora, así que no pudo evitar pensar, ¿dónde quedaban las misiones para desterrar a los infames demonios que pululaban por el mundo? ¿Dónde quedaban las referencias de esos tomos que hablaban de seres oscuros y de cómo se relacionaban con la sociedad, y en los que también se mencionaba cómo acabar con ellos? ¿Dónde quedaba todo aquello? ¿Tantos años estudiándolos para qué? Él se había preparado para enfrentarse a ese tipo de peligros…Místicos, no a la simple naturaleza humana. Estaba seguro, o todo lo seguro que puede estar uno, es que nadie le habían preparado para sobrevivir a una guerra civil de proporciones épicas. Eso no se explicaba en ningún manual. Contuvo un estremecimiento y se tragó la amarga resignación que lo embargaba mientras contemplaba las amarillas pupilas de su compañero.
—¿Y ahora qué hacemos?
Ven, ven, quienquiera que seas;
Seas infiel, idólatra o pagano, ven
ESTE no es un lugar de desesperación
Incluso si has roto tus votos cientos de veces, aún ven!
(Yalal Ad-Din Muhammad Rumi)