Bueenas compañero!
Aquí estamos con la segunda parte, de delirio totalmente, sobre todo para los visitantes XD
Primero, revisión:
Había perdido la cuenta de a cuántos hombres había escuchado gimotear como niños entre los muros de aquel lugar. Muchos sería un eufemismo que no expresaría con exactitud cuántos fueron en realidad y, la verdad, es que uno acababa por acostumbrarse a todo. (retocaría un poco la puntuación, algo como esto)
Al cambiar de postura en el mugriento suelo de su celda, sintió cómo un calambre le subía desde sus tobillos hasta la cadera, recorriendo vértebra a vértebra toda su espina dorsal, y terminando el trayecto detrás de su cabeza con un dolor pulsante; sentía agarrotados todos los miembros por la inactividad.
Estaba harto de que siempre se entrometiera en asuntos que no le inmiscuían (¿incumbían?), pero formaba parte de él.
Desde bien pequeñito que (el "que" podría sobrar) se percibió en él una vena una pizca malévola. Decían que no sonreía como los demás niños de la ciudad, que no jugaba con nadie de su misma edad, no hablaba con las demás personas, mas tan solo lo hacía consigo mismo; evadía el contacto con la gente en general. No pasó mucho tiempo antes de que lo evitaran mientras cruzaban de calle y cuchicheaban señalándolo como si fuese el portador de algún tipo de plaga infecciosa. Durante muchos años creyó que quizás no estuviesen errados del todo, puede que se mereciese lo que le sucedió a continuación.
La realidad era que un día lo sorprendieron en las despensas de la casa; era noche cerrada y tan solo la luz de unas pocas velas titilaban en el hogar, en sus manos ensangrentadas aferraba fuertemente un cuchillo de trinchar mientras, (cambiaría la coma de sitio) a su vez, contemplaba con una expresión desprovista de cualquier tipo de emoción, el gato que yacía destripado en el centro de la moqueta azul. (Sus padres lo llamaban por el nombre de MaaU) Por alguna taxativa razón que escapaba a su consciente, la entidad de su cabeza consiguió obrar compulsivamente y no se pudo resistir a ella, apremiándolo a diseccionar al animal in situ. En aquel momento no alcanzaba a descifrar por qué le obligó a actuar de una forma tan execrable, no comprendía por qué no lograba ejercer ningún control sobre sus blandas extremidades, como tampoco entendía por qué tenía que debía protagonizar un hecho que marcaría su futuro de por vida.
La dantesca escena fue más de lo que sus modestos padres lograron soportar; sus patéticos intentos por abandonar la las despensas de la casa como almas perseguidas por el diablo, quedaron grabadas en sus retinas para siempre. Abandonarlo para que muriera por el bien común, no les parecía después de todo, un acto tan atroz.
Al principio sintió cómo le embargaba una enorme desazón, seguida de una incontrolable rabia, para más tarde acabar dejándolo hueco como la cáscara de una nuez. Sus estados de ánimo eran volubles y muy cambiantes por aquel entonces; se había quedado solo. Durante meses maldijo aquella voz que se había instalado en su cabeza, estaba ahí desde que tenía conciencia, y no sabía el porqué, era una intrusa que interfería en su vida personal, sediciosa cuando tenía la oportunidad, aunque normalmente solía ser atenta y zalamera, por eso odiaba el acariciante y aterciopelado tono de su voz.
―He aprendido es a odiarte cada día un poquito más, Ashur. ―le confesó.
«Qué deprimente resultas cundo te pones así de melancólico.»
―Siento defraudarte y que no esté (¿y no estar?) todo lo dichoso que te gustaría. ―dijo sacudiendo sus grilletes en el aire. ―tendrás que discúlpame si no me levanto y salto a la pata coja de la alegría.
Muchos fueron los que perecieron por sus propias manos, tantos, que incluso había olvidado sus nombres, el recuerdo de sus rostros y el de sus llantos.
Observó cómo una forma se escabullía hacia la zona más oscura de los dos metros cuadrados que tenia por celda.
Durante meses deambuló por las calles perdido y sin un rumbo aparente, las probabilidades de llevarse algo al estomago eran nulas; el hambre hizo de este un nudo duro y retorcido ("un duro y retorcido nudo" parece más natural).
Con el tiempo y con la ayuda de Ashur, aprendió a valerse por sí mismo y a moverse mejor por los sinuosos callejones de Vatício, por sus húmedos canales, cerca de las bulliciosas tabernas y por las aglomeradas avenidas, por su parques y mercados, incluso por el puerto; conocía las mejores zonas para el pillaje y los lugares donde le convenía no parar mucho tiempo sin perder los dientes en el proceso (le daría una revisión a esta parte, algo así como: "y los lugares donde le convenía no parar mucho tiempo ni no quería arriesgarse a perder los dientes en el proceso", tal como está ahora queda un poco inconexa).
Recordaba el decimotercer día del mes del Ocre como si fuera ayer. Era una mañana como las demás, el cielo lucía gris y unas nubes de tormenta amenazaban apareciendo por el horizonte, sus oportunidades de encontrar cobijo eran nulas. La fortuna o la simple providencia, quiso que cayera en gracia a un pobre anciano que pasaba por allí. El hombre no podía dejar a un niño bajo las inclemencias de aquella tempestad, así que le propuso que lo acompañara; a un lugar donde la noche no lo alcanzaría famélico y aterido.
¿Por qué ese hombre sí lo hacía, qué había visto en él? Era una situación del todo desconocida, no sabía cómo enfrentarse a ella, aún menos cómo interpretarla con claridad; recelaba de las personas por su instinto traicionero. Recordaba cómo un sinfín de emociones encontradas lo embargaron hasta anegarlo todo. ¿Coger la mano que le tendían o pasar otra noche al raso? Quién imaginaría que allí, en aquel mismo instante, acababa de decidir el rumbo que tomaría su vida desde aquel (suprimiría "aquel" para evitar la repetición) entonces.
Al llegar a la casa fue recibido por un aluvión de abrazos, un montón de besos y un sinfín de carantoñas. A pesar de su suspicacia, aquella pareja de afables ancianos lo acogieron en su casa sin hacerle preguntas, sin ponerle ninguna condición a cambio, sin reticencias; le abrieron las puertas de su hogar de par en par. La mujer del hombre pasaba ya de los sesenta, era grande como una osa y radiaba una felicidad (aquí hay dos espacios, vengo con buen ojo XD) contagiosa; parecía que en cualquier momento iba a saltar y cogerlo para achucharlo hasta dejarlo seco.
Resultó que la pareja de sexagenarios no eran lo que aparentaban en absoluto, sus intenciones para nada pretendían ser misericordiosas. Un día echaron algo en la comida con la intención de dejarlo inconsciente (probablemente raíz de mandrágora o una destilación de belladona), drogarlo para que no pudiese resistirse a ellos.
Qué estúpido fue el confiar en poder tener una vida distinta lejos de las calles, un imbécil al creer que eso podía ser posible, que existía algo similar al afecto en las personas. La voz ya le previno, pero no quiso hacer caso de sus advertencias, estaba tan harto de que le mintieran o (poner "de" o suprimir "que") que jugasen con sus emociones, y bien sabía lo manipulador que podía llegar a ser Ashur en ese aspecto, que decidió hacer oídos sordos a sus consejos.
Muy a pesar de que estuviera atado en una silla, atado (este lo podrías quitar sin problemas) tanto de pies como de manos, y con aquel mejunje psicodélico revolviéndole las tripas, en ningún momento se había sentido cohibido. La sangre, su sangre, bullía dentro de sus venas quemándolo todo y clamando venganza por la traición; haciendo la mezcla inútil, estéril para con él.
A pesar de todo, seguía teniendo constancia de todo lo que sucedía en frente suyo, así que simplemente contempló como un asistente más, como un espectador de una obra llena de sangre y de vísceras, en la que no destacaba precisamente la piedad.
«¿No sé por qué siempre le buscas las tres patas al gato? (quitaría los signos de interrogación) A fin de cuentas, ya sabes que hemos estado encerrados en lugares mucho peores que este con anterioridad. Y la verdad, no me atrevo a vaticinar que sea el último.»
Pronto, el golpeteo de unas suelas contra la piedra le reveló, (creo que la coma sobra) que eran un grupito de varias personas que se le aproximaban, dos o tres hombres a lo sumo.
Que supiese, no esperaba visita alguna, pero se tratase de quien se tratase no lo encontraría encogido como un gusano.
―Ya lo os lo dije yo muchachos ¿Qué esperabais que íbamos a encontrarnos en un antro como este? ―Preguntó alguien de timbre melifluo. ―Aún no entiendo por qué les preocupa tanto el sujeto que se encuentra aquí encerrado, pero si, miradlo, parece que esta medio muerto.
Notó cómo tres pares de ojos lo examinaron con detenimiento, el reflejo de la antorcha bailaba detrás de sus párpados con un juego de sombras rojizas, alguien se removió inquieto. Ni se inmutó.
―Quizás tengas razón, Marwn ―concedió el segundo ―, pero si hemos de hacer caso a los reportes, y dado el lugar en el que está encerrado, yo que tú no me acercaría demasiado. Ya sabes, por si las moscas. (for if the flies, jijiji)
Se apreció cómo el primer sujeto tragaba saliva.
Si de una cosa estaba completamente seguro, era de que las voces le eran (por ejemplo "resultaban", para evitar la repetición) desconocidas por completo, no llegaba a asociarlas a nadie asiduo al lugar; con lo cual estaba más perdido que un sacerdote en una orgía de brujas. Hubo un dato que sí que le fue difícil digerir.
Si os fijáis ―prosiguió el hombretón― el tipo está encadenado de pies y manos ¿lo veis? No puede hacer ningún daño a nadie. Dicho esto, no voy a ser yo quien os de el sermón de cómo se irrita el Viejo cuando le hacen esperar más de lo que considera necesario, pero dudo mucho que le interesen una mierda vuestras observaciones si se da la situación.
Aquello acabó con el debate de raíz. Se oyó cómo una llave giraba en la cerradura, escuchó cómo el pestillo se desplazaba lentamente, poco después el chasquido de apertura junto al chirrido de los goznes de la puerta al abrirse; al poco sus interlocutores estaban dentro de la celda.
―¡Oye tú, despierta! ―Le ordenó el de la voz cantante.
No abrió los ojos, ni tampoco contestó a las pullas de Ashur, tan solo se preguntaba quiénes eran aquel trío. Tenían un acento bastante peculiar, concluyó; por cómo arrastraban la (S) al hablar. Aquello le reveló que quizás fuesen de Bruda o tal vez de la región del Neltal…
El hombre de voz ruda no contestó inmediatamente, a pesar del evidente sarcasmo de su compañero. Guardó silencio durante unos breves segundos, pudo notar cómo apretaba con fuerza la mandíbula a la par que sus puños, finalmente retrucó.
―¿Estás intentando tomarme el pelo, Marwn? ―Su tono era amenazante.
―¡Pues ya empiezan a irritárseme los testículos con tus meras observaciones! Soy yo el que lidera esta expedición y no a la inversa. Recuérdalo bien. Si vuelvo a verte haciendo el mono le sugeriré al Viejo que te venda a un maldito circo circense ¿Lo has comprendido?
El ser humano siempre tendía a relegar sus miedos más acerbos en lo más profundo del subconsciente.
Notaba la turbación general, cómo la situación comenzaba a caldearse y, él, seguía sin enterarse completamente de nada; no había avanzando mucho en cuanto a obtener información. Aquello hizo que empezara a mosquearse un poco, a pesar de que no se reflejara en absoluto en su expresión.
―Acabo de decir, que no entiendo qué hacen tres idiotas a estas horas en mi celda sin evitación previa ―subrayó.
―¿Idiotas dices? ¡¿Idiotas?! ―Bramó vehemente. Estaba claro que en breve se a abalanzaría sobre él. ―¿Te crees muy gracioso verdad? Puede que si te rompo un par de huesos te vuelvas más cooperador.
Recorrió el corto trecho que los separaba, pisando fuerte al caminar, no tardó en notar cómo una sombra enorme se cernía sobre él…
Casi estuvo tentado de hacer caso omiso de él, ver cómo se desarrollaban las cosas por hacerle la puñeta.
Aquel simple gesto hizo que se detuviera en seco, como si de repente hubiese chocado con un muro de granito que instantes antes no estuviese allí. Sus ojos se abrieron a punto de salírsele de las órbitas, y las narinas fluctuaron con cada inhalación, su enorme puño tan grande como un jamón, quedó a escasos diez centímetros de su cara.
―Es lo más sensato que has hecho desde que has pisado esta celda ―le dijo al hombretón ―harías bien en quedarte donde estas. ―El hombre seguía ahí parado, con la cara compuesta (¿descompuesta?). «Parece que lo entiende perfectamente» arguyó Ashur.
El mastodonte abrió la boca pero no articuló más que un ridículo gañido, los otros dos deslizaron sus manos alrededor de la empuñadura de sus espadas, aunque tampoco llegaron a sacarlas.
Jorgán era un tipo enorme, probablemente uno de los bichos más grandes que se había cruzado en la vida; con unos brazos fibrosos y llenos de cicatrices, y con un pecho tan grande como el de un tonel.
Su nariz era un tanto picuda, mas sus ojos oscuros y hundidos como dos pozas, eran igual de escurridizos como el limo.
Los hombres siguieron allí parados como idiotas, igual que niños embelesados ante la visión del dragón que aparecía en los cuentos que les contaba la nana por las noches; como estatuas de carne y hueso con bobaliconas muecas de incomprensión.
«¿No sé por qué te sorprendes a estas alturas? (quitaría los signos de interrogación) Que yo recuerde, siempre causas la misma impresión en los demás» Concluyó finalmente Ashur.
Ahora que hemos roto el hielo ―prosiguió ―, y dado que empezamos con incómodas preguntas ―, dijo mirando fijamente a los ojos de Marwn. ―¿No os parecen apropiadas unas presentaciones? Me resulta bastante incómodo charlar con desconocidos.
Gracias a un breve examen, apreció varios detalles que llamaron verdaderamente su atención; respondiendo a alguna de sus preguntas.
Eso ya era suficiente raro para confundir hasta al más avispado, si le añadías que nunca recibía visitas, ya era un acertijo demasiado puñetero de resolver. ¿Qué diablos venían a hacer allí?
―No tenemos obligación de contestar a tus preguntas ―contestó finalmente Jorgán con más color en la cara.
Lo miró directamente a los ojos hasta que vio cómo se encogía involuntariamente y retrocedía varios pasos. Volvió a sonreírle.
―¡Estas de broma! (¿no sería mejor una interrogación?) El Viejo nunca sale de sus dominios, la gente viene a él a rendirle pleitesía ¿Entiendes? ―Retrucó enfático.
―Entonces las cosas se van a complicar sustancialmente ―dijo tras un encogimiento de hombros. ―Quizás deba aclarar varias cosas para que no haya confusiones. No se me ha pasado por alto que vestís de una forma muy particular, también he advertido que vuestro acento es muy distinto del que normalmente suena por aquí, mas los medallones que penden de vuestros lindos cuellos ya los he visto con anterioridad; sé a quién pertenecen, y si quieres saber la verdad, me importa un bledo.
Aquellas afirmaciones no cayeron en saco roto. Observó cómo sus invitados se lanzaban miradas de desconcierto, notó cómo sus corazones latían más rápido de lo estrictamente saludable, se removieron inquietos mientras acababan de asimilar con quién trataban.
―¿Piensas que estás en condiciones de exigir? ―Inquirió Jórgan, pasando por alto las preocupaciones de Shawn. ―Me importa un bledo quién hayas podido ser en su momento, ahora tan solo eres un infeliz que se pudre en una celda con paredes de dos palmos de grosor.
―No es ninguna demanda ―replicó ―, sino que (quitaría el "que") una simple declaración de intenciones. No voy unirme a vuestra secta de patéticos adoradores, ¿lo entendéis ahora? La sola idea de poner un pie en vuestro infecto cubil me repugna. Así que espero no os lo toméis a mal, pero por mi parte podéis iros a tomar por culo si lo deseáis. (jajajaja)
―¿Te crees muy valiente? ―Escupió escamado Jórgan. ―Ahora verás por qué nadie se burla de los Incondicionales sin recibir su justo merecido, y de paso le demostraremos a nuestro renacido mesías el compromiso de nuestra sagrada orden con su causa.
Los tres le apuntaban con sus espadas, aunque las puntas de estas temblaban frente a sus ojos mientras veía cómo el sudor corría por sus mejillas, mas su corazón latía desbocado.
Maldijo para sus adentros, no eran muy buenas nuevas aquellas. Si realmente era cierto que el advenimiento de los doce Apóstoles estaba próximo, el mundo como lo conocía, se iba a poner de pronto de patas del revés. Meditó sobre lo que implicaba aquello para él, analizó todo lo que había escuchado durante aquella conversación y concluyó, (quitaría la coma) que las cosas se iban a poner seriamente jodidas para todos. Miró a los tres y pensó en el dicho que cita No hay que matar al mensajero. Resopló, cuánto se alejaba aquella frase de la realidad.
―Después de todo quizás tengáis razón, no debéis volver de vacío ―dijo mientras avanzaba lentamente hacia ellos.
Los tres salieron de su estupor al verlo aproximarse con tanta resolución, aferraron fuertemente la empuñadura de sus espadas mientras reculaban a la par que (quitaría "a la par que") muertos de miedo.
De pronto se abalanzó sobre Jórgan con tal rapidez que no le dio tiempo ni a parpadear, mientras con la palma de la mano le lanzaba un golpe ascendente hacia el puente de su nariz; notó cómo crujían los huesos de su tabique tras el impacto. Jórgan dio dos pasos hacia atrás desequilibrado, sus compinches no reaccionaron rápido por la sorpresa de aquella agresiva ofensiva, así que girando sobre su mismo eje, soltó una patada alta a la altura de la sien de Shawn, el cual cayó desmadejado en el suelo.
«¿Y ahora qué piensas hacer Medar?»
Sin mediar palabra cogió una de las armas que se le había caído a alguno de aquellos tres, y se dirigió a terminar con la faena. Le desagradaba sobremanera aquel sangriento trabajo, pero a fin de cuentas, uno se acaba por acostumbrar a todo.
CONTINUARÁ ().
Sin duda este tal Medar no es precisamente el hijo que todo padre querría tener... pero abandonarlo a su suerte a las primeras de cambio seguro seguro que no ayuda a que la situación mejore... pero bueno, las malas consecuencias de esa decisión ya las han pagado otros... y me da que nos hemos quedado con la parte "divertida". jeje
Desde luego después de esta escenificación me va a costar muy mucho tomarme en serio a estos... Incondicionales... (¿qué te puedes esperar de unos tipos que adoptan semejante nombre?). Es bien cierto que buena parte de la culpa la tienen el dúo Medar-Ashur y las extrañas dotes de las que han hecho gala; pero sea como sea el orgullo de estos tipejos ha quedado por los suelos.
Y sí, esta nueva pareja parece bastante prometedora, y parece (o eso me quiere parecer) que a pesar de su pasado truculento podrían decantarse más por el bando de los "buenos" que de los "malos" (y falta que va a hacer después de lo visto con el consejo). Aportan además una nueva vía de intrigas y una dualidad bastante interesante de la que sin duda se podrá sacar mucho jugo.
Habrá que estar atentos para ver qué derroteros toman todos los acontecimientos que hay en liza.
Iep!!
Aquí estamos con la segunda parte, de delirio totalmente, sobre todo para los visitantes XD
Primero, revisión:
Había perdido la cuenta de a cuántos hombres había escuchado gimotear como niños entre los muros de aquel lugar. Muchos sería un eufemismo que no expresaría con exactitud cuántos fueron en realidad y, la verdad, es que uno acababa por acostumbrarse a todo. (retocaría un poco la puntuación, algo como esto)
Al cambiar de postura en el mugriento suelo de su celda, sintió cómo un calambre le subía desde sus tobillos hasta la cadera, recorriendo vértebra a vértebra toda su espina dorsal, y terminando el trayecto detrás de su cabeza con un dolor pulsante; sentía agarrotados todos los miembros por la inactividad.
Estaba harto de que siempre se entrometiera en asuntos que no le inmiscuían (¿incumbían?), pero formaba parte de él.
Desde bien pequeñito que (el "que" podría sobrar) se percibió en él una vena una pizca malévola. Decían que no sonreía como los demás niños de la ciudad, que no jugaba con nadie de su misma edad, no hablaba con las demás personas, mas tan solo lo hacía consigo mismo; evadía el contacto con la gente en general. No pasó mucho tiempo antes de que lo evitaran mientras cruzaban de calle y cuchicheaban señalándolo como si fuese el portador de algún tipo de plaga infecciosa. Durante muchos años creyó que quizás no estuviesen errados del todo, puede que se mereciese lo que le sucedió a continuación.
La realidad era que un día lo sorprendieron en las despensas de la casa; era noche cerrada y tan solo la luz de unas pocas velas titilaban en el hogar, en sus manos ensangrentadas aferraba fuertemente un cuchillo de trinchar mientras, (cambiaría la coma de sitio) a su vez, contemplaba con una expresión desprovista de cualquier tipo de emoción, el gato que yacía destripado en el centro de la moqueta azul. (Sus padres lo llamaban por el nombre de MaaU) Por alguna taxativa razón que escapaba a su consciente, la entidad de su cabeza consiguió obrar compulsivamente y no se pudo resistir a ella, apremiándolo a diseccionar al animal in situ. En aquel momento no alcanzaba a descifrar por qué le obligó a actuar de una forma tan execrable, no comprendía por qué no lograba ejercer ningún control sobre sus blandas extremidades, como tampoco entendía por qué tenía que debía protagonizar un hecho que marcaría su futuro de por vida.
La dantesca escena fue más de lo que sus modestos padres lograron soportar; sus patéticos intentos por abandonar la las despensas de la casa como almas perseguidas por el diablo, quedaron grabadas en sus retinas para siempre. Abandonarlo para que muriera por el bien común, no les parecía después de todo, un acto tan atroz.
Al principio sintió cómo le embargaba una enorme desazón, seguida de una incontrolable rabia, para más tarde acabar dejándolo hueco como la cáscara de una nuez. Sus estados de ánimo eran volubles y muy cambiantes por aquel entonces; se había quedado solo. Durante meses maldijo aquella voz que se había instalado en su cabeza, estaba ahí desde que tenía conciencia, y no sabía el porqué, era una intrusa que interfería en su vida personal, sediciosa cuando tenía la oportunidad, aunque normalmente solía ser atenta y zalamera, por eso odiaba el acariciante y aterciopelado tono de su voz.
―He aprendido es a odiarte cada día un poquito más, Ashur. ―le confesó.
«Qué deprimente resultas cundo te pones así de melancólico.»
―Siento defraudarte y que no esté (¿y no estar?) todo lo dichoso que te gustaría. ―dijo sacudiendo sus grilletes en el aire. ―tendrás que discúlpame si no me levanto y salto a la pata coja de la alegría.
Muchos fueron los que perecieron por sus propias manos, tantos, que incluso había olvidado sus nombres, el recuerdo de sus rostros y el de sus llantos.
Observó cómo una forma se escabullía hacia la zona más oscura de los dos metros cuadrados que tenia por celda.
Durante meses deambuló por las calles perdido y sin un rumbo aparente, las probabilidades de llevarse algo al estomago eran nulas; el hambre hizo de este un nudo duro y retorcido ("un duro y retorcido nudo" parece más natural).
Con el tiempo y con la ayuda de Ashur, aprendió a valerse por sí mismo y a moverse mejor por los sinuosos callejones de Vatício, por sus húmedos canales, cerca de las bulliciosas tabernas y por las aglomeradas avenidas, por su parques y mercados, incluso por el puerto; conocía las mejores zonas para el pillaje y los lugares donde le convenía no parar mucho tiempo sin perder los dientes en el proceso (le daría una revisión a esta parte, algo así como: "y los lugares donde le convenía no parar mucho tiempo ni no quería arriesgarse a perder los dientes en el proceso", tal como está ahora queda un poco inconexa).
Recordaba el decimotercer día del mes del Ocre como si fuera ayer. Era una mañana como las demás, el cielo lucía gris y unas nubes de tormenta amenazaban apareciendo por el horizonte, sus oportunidades de encontrar cobijo eran nulas. La fortuna o la simple providencia, quiso que cayera en gracia a un pobre anciano que pasaba por allí. El hombre no podía dejar a un niño bajo las inclemencias de aquella tempestad, así que le propuso que lo acompañara; a un lugar donde la noche no lo alcanzaría famélico y aterido.
¿Por qué ese hombre sí lo hacía, qué había visto en él? Era una situación del todo desconocida, no sabía cómo enfrentarse a ella, aún menos cómo interpretarla con claridad; recelaba de las personas por su instinto traicionero. Recordaba cómo un sinfín de emociones encontradas lo embargaron hasta anegarlo todo. ¿Coger la mano que le tendían o pasar otra noche al raso? Quién imaginaría que allí, en aquel mismo instante, acababa de decidir el rumbo que tomaría su vida desde aquel (suprimiría "aquel" para evitar la repetición) entonces.
Al llegar a la casa fue recibido por un aluvión de abrazos, un montón de besos y un sinfín de carantoñas. A pesar de su suspicacia, aquella pareja de afables ancianos lo acogieron en su casa sin hacerle preguntas, sin ponerle ninguna condición a cambio, sin reticencias; le abrieron las puertas de su hogar de par en par. La mujer del hombre pasaba ya de los sesenta, era grande como una osa y radiaba una felicidad (aquí hay dos espacios, vengo con buen ojo XD) contagiosa; parecía que en cualquier momento iba a saltar y cogerlo para achucharlo hasta dejarlo seco.
Resultó que la pareja de sexagenarios no eran lo que aparentaban en absoluto, sus intenciones para nada pretendían ser misericordiosas. Un día echaron algo en la comida con la intención de dejarlo inconsciente (probablemente raíz de mandrágora o una destilación de belladona), drogarlo para que no pudiese resistirse a ellos.
Qué estúpido fue el confiar en poder tener una vida distinta lejos de las calles, un imbécil al creer que eso podía ser posible, que existía algo similar al afecto en las personas. La voz ya le previno, pero no quiso hacer caso de sus advertencias, estaba tan harto de que le mintieran o (poner "de" o suprimir "que") que jugasen con sus emociones, y bien sabía lo manipulador que podía llegar a ser Ashur en ese aspecto, que decidió hacer oídos sordos a sus consejos.
Muy a pesar de que estuviera atado en una silla, atado (este lo podrías quitar sin problemas) tanto de pies como de manos, y con aquel mejunje psicodélico revolviéndole las tripas, en ningún momento se había sentido cohibido. La sangre, su sangre, bullía dentro de sus venas quemándolo todo y clamando venganza por la traición; haciendo la mezcla inútil, estéril para con él.
A pesar de todo, seguía teniendo constancia de todo lo que sucedía en frente suyo, así que simplemente contempló como un asistente más, como un espectador de una obra llena de sangre y de vísceras, en la que no destacaba precisamente la piedad.
«¿No sé por qué siempre le buscas las tres patas al gato? (quitaría los signos de interrogación) A fin de cuentas, ya sabes que hemos estado encerrados en lugares mucho peores que este con anterioridad. Y la verdad, no me atrevo a vaticinar que sea el último.»
Pronto, el golpeteo de unas suelas contra la piedra le reveló, (creo que la coma sobra) que eran un grupito de varias personas que se le aproximaban, dos o tres hombres a lo sumo.
Que supiese, no esperaba visita alguna, pero se tratase de quien se tratase no lo encontraría encogido como un gusano.
―Ya lo os lo dije yo muchachos ¿Qué esperabais que íbamos a encontrarnos en un antro como este? ―Preguntó alguien de timbre melifluo. ―Aún no entiendo por qué les preocupa tanto el sujeto que se encuentra aquí encerrado, pero si, miradlo, parece que esta medio muerto.
Notó cómo tres pares de ojos lo examinaron con detenimiento, el reflejo de la antorcha bailaba detrás de sus párpados con un juego de sombras rojizas, alguien se removió inquieto. Ni se inmutó.
―Quizás tengas razón, Marwn ―concedió el segundo ―, pero si hemos de hacer caso a los reportes, y dado el lugar en el que está encerrado, yo que tú no me acercaría demasiado. Ya sabes, por si las moscas. (for if the flies, jijiji)
Se apreció cómo el primer sujeto tragaba saliva.
Si de una cosa estaba completamente seguro, era de que las voces le eran (por ejemplo "resultaban", para evitar la repetición) desconocidas por completo, no llegaba a asociarlas a nadie asiduo al lugar; con lo cual estaba más perdido que un sacerdote en una orgía de brujas. Hubo un dato que sí que le fue difícil digerir.
Si os fijáis ―prosiguió el hombretón― el tipo está encadenado de pies y manos ¿lo veis? No puede hacer ningún daño a nadie. Dicho esto, no voy a ser yo quien os de el sermón de cómo se irrita el Viejo cuando le hacen esperar más de lo que considera necesario, pero dudo mucho que le interesen una mierda vuestras observaciones si se da la situación.
Aquello acabó con el debate de raíz. Se oyó cómo una llave giraba en la cerradura, escuchó cómo el pestillo se desplazaba lentamente, poco después el chasquido de apertura junto al chirrido de los goznes de la puerta al abrirse; al poco sus interlocutores estaban dentro de la celda.
―¡Oye tú, despierta! ―Le ordenó el de la voz cantante.
No abrió los ojos, ni tampoco contestó a las pullas de Ashur, tan solo se preguntaba quiénes eran aquel trío. Tenían un acento bastante peculiar, concluyó; por cómo arrastraban la (S) al hablar. Aquello le reveló que quizás fuesen de Bruda o tal vez de la región del Neltal…
El hombre de voz ruda no contestó inmediatamente, a pesar del evidente sarcasmo de su compañero. Guardó silencio durante unos breves segundos, pudo notar cómo apretaba con fuerza la mandíbula a la par que sus puños, finalmente retrucó.
―¿Estás intentando tomarme el pelo, Marwn? ―Su tono era amenazante.
―¡Pues ya empiezan a irritárseme los testículos con tus meras observaciones! Soy yo el que lidera esta expedición y no a la inversa. Recuérdalo bien. Si vuelvo a verte haciendo el mono le sugeriré al Viejo que te venda a un maldito circo circense ¿Lo has comprendido?
El ser humano siempre tendía a relegar sus miedos más acerbos en lo más profundo del subconsciente.
Notaba la turbación general, cómo la situación comenzaba a caldearse y, él, seguía sin enterarse completamente de nada; no había avanzando mucho en cuanto a obtener información. Aquello hizo que empezara a mosquearse un poco, a pesar de que no se reflejara en absoluto en su expresión.
―Acabo de decir, que no entiendo qué hacen tres idiotas a estas horas en mi celda sin evitación previa ―subrayó.
―¿Idiotas dices? ¡¿Idiotas?! ―Bramó vehemente. Estaba claro que en breve se a abalanzaría sobre él. ―¿Te crees muy gracioso verdad? Puede que si te rompo un par de huesos te vuelvas más cooperador.
Recorrió el corto trecho que los separaba, pisando fuerte al caminar, no tardó en notar cómo una sombra enorme se cernía sobre él…
Casi estuvo tentado de hacer caso omiso de él, ver cómo se desarrollaban las cosas por hacerle la puñeta.
Aquel simple gesto hizo que se detuviera en seco, como si de repente hubiese chocado con un muro de granito que instantes antes no estuviese allí. Sus ojos se abrieron a punto de salírsele de las órbitas, y las narinas fluctuaron con cada inhalación, su enorme puño tan grande como un jamón, quedó a escasos diez centímetros de su cara.
―Es lo más sensato que has hecho desde que has pisado esta celda ―le dijo al hombretón ―harías bien en quedarte donde estas. ―El hombre seguía ahí parado, con la cara compuesta (¿descompuesta?). «Parece que lo entiende perfectamente» arguyó Ashur.
El mastodonte abrió la boca pero no articuló más que un ridículo gañido, los otros dos deslizaron sus manos alrededor de la empuñadura de sus espadas, aunque tampoco llegaron a sacarlas.
Jorgán era un tipo enorme, probablemente uno de los bichos más grandes que se había cruzado en la vida; con unos brazos fibrosos y llenos de cicatrices, y con un pecho tan grande como el de un tonel.
Su nariz era un tanto picuda, mas sus ojos oscuros y hundidos como dos pozas, eran igual de escurridizos como el limo.
Los hombres siguieron allí parados como idiotas, igual que niños embelesados ante la visión del dragón que aparecía en los cuentos que les contaba la nana por las noches; como estatuas de carne y hueso con bobaliconas muecas de incomprensión.
«¿No sé por qué te sorprendes a estas alturas? (quitaría los signos de interrogación) Que yo recuerde, siempre causas la misma impresión en los demás» Concluyó finalmente Ashur.
Ahora que hemos roto el hielo ―prosiguió ―, y dado que empezamos con incómodas preguntas ―, dijo mirando fijamente a los ojos de Marwn. ―¿No os parecen apropiadas unas presentaciones? Me resulta bastante incómodo charlar con desconocidos.
Gracias a un breve examen, apreció varios detalles que llamaron verdaderamente su atención; respondiendo a alguna de sus preguntas.
Eso ya era suficiente raro para confundir hasta al más avispado, si le añadías que nunca recibía visitas, ya era un acertijo demasiado puñetero de resolver. ¿Qué diablos venían a hacer allí?
―No tenemos obligación de contestar a tus preguntas ―contestó finalmente Jorgán con más color en la cara.
Lo miró directamente a los ojos hasta que vio cómo se encogía involuntariamente y retrocedía varios pasos. Volvió a sonreírle.
―¡Estas de broma! (¿no sería mejor una interrogación?) El Viejo nunca sale de sus dominios, la gente viene a él a rendirle pleitesía ¿Entiendes? ―Retrucó enfático.
―Entonces las cosas se van a complicar sustancialmente ―dijo tras un encogimiento de hombros. ―Quizás deba aclarar varias cosas para que no haya confusiones. No se me ha pasado por alto que vestís de una forma muy particular, también he advertido que vuestro acento es muy distinto del que normalmente suena por aquí, mas los medallones que penden de vuestros lindos cuellos ya los he visto con anterioridad; sé a quién pertenecen, y si quieres saber la verdad, me importa un bledo.
Aquellas afirmaciones no cayeron en saco roto. Observó cómo sus invitados se lanzaban miradas de desconcierto, notó cómo sus corazones latían más rápido de lo estrictamente saludable, se removieron inquietos mientras acababan de asimilar con quién trataban.
―¿Piensas que estás en condiciones de exigir? ―Inquirió Jórgan, pasando por alto las preocupaciones de Shawn. ―Me importa un bledo quién hayas podido ser en su momento, ahora tan solo eres un infeliz que se pudre en una celda con paredes de dos palmos de grosor.
―No es ninguna demanda ―replicó ―, sino que (quitaría el "que") una simple declaración de intenciones. No voy unirme a vuestra secta de patéticos adoradores, ¿lo entendéis ahora? La sola idea de poner un pie en vuestro infecto cubil me repugna. Así que espero no os lo toméis a mal, pero por mi parte podéis iros a tomar por culo si lo deseáis. (jajajaja)
―¿Te crees muy valiente? ―Escupió escamado Jórgan. ―Ahora verás por qué nadie se burla de los Incondicionales sin recibir su justo merecido, y de paso le demostraremos a nuestro renacido mesías el compromiso de nuestra sagrada orden con su causa.
Los tres le apuntaban con sus espadas, aunque las puntas de estas temblaban frente a sus ojos mientras veía cómo el sudor corría por sus mejillas, mas su corazón latía desbocado.
Maldijo para sus adentros, no eran muy buenas nuevas aquellas. Si realmente era cierto que el advenimiento de los doce Apóstoles estaba próximo, el mundo como lo conocía, se iba a poner de pronto de patas del revés. Meditó sobre lo que implicaba aquello para él, analizó todo lo que había escuchado durante aquella conversación y concluyó, (quitaría la coma) que las cosas se iban a poner seriamente jodidas para todos. Miró a los tres y pensó en el dicho que cita No hay que matar al mensajero. Resopló, cuánto se alejaba aquella frase de la realidad.
―Después de todo quizás tengáis razón, no debéis volver de vacío ―dijo mientras avanzaba lentamente hacia ellos.
Los tres salieron de su estupor al verlo aproximarse con tanta resolución, aferraron fuertemente la empuñadura de sus espadas mientras reculaban a la par que (quitaría "a la par que") muertos de miedo.
De pronto se abalanzó sobre Jórgan con tal rapidez que no le dio tiempo ni a parpadear, mientras con la palma de la mano le lanzaba un golpe ascendente hacia el puente de su nariz; notó cómo crujían los huesos de su tabique tras el impacto. Jórgan dio dos pasos hacia atrás desequilibrado, sus compinches no reaccionaron rápido por la sorpresa de aquella agresiva ofensiva, así que girando sobre su mismo eje, soltó una patada alta a la altura de la sien de Shawn, el cual cayó desmadejado en el suelo.
«¿Y ahora qué piensas hacer Medar?»
Sin mediar palabra cogió una de las armas que se le había caído a alguno de aquellos tres, y se dirigió a terminar con la faena. Le desagradaba sobremanera aquel sangriento trabajo, pero a fin de cuentas, uno se acaba por acostumbrar a todo.
CONTINUARÁ ().
Sin duda este tal Medar no es precisamente el hijo que todo padre querría tener... pero abandonarlo a su suerte a las primeras de cambio seguro seguro que no ayuda a que la situación mejore... pero bueno, las malas consecuencias de esa decisión ya las han pagado otros... y me da que nos hemos quedado con la parte "divertida". jeje
Desde luego después de esta escenificación me va a costar muy mucho tomarme en serio a estos... Incondicionales... (¿qué te puedes esperar de unos tipos que adoptan semejante nombre?). Es bien cierto que buena parte de la culpa la tienen el dúo Medar-Ashur y las extrañas dotes de las que han hecho gala; pero sea como sea el orgullo de estos tipejos ha quedado por los suelos.
Y sí, esta nueva pareja parece bastante prometedora, y parece (o eso me quiere parecer) que a pesar de su pasado truculento podrían decantarse más por el bando de los "buenos" que de los "malos" (y falta que va a hacer después de lo visto con el consejo). Aportan además una nueva vía de intrigas y una dualidad bastante interesante de la que sin duda se podrá sacar mucho jugo.
Habrá que estar atentos para ver qué derroteros toman todos los acontecimientos que hay en liza.
Iep!!