Edición.
Hubo un cambio de titulo, pues en reglas generales, el que había no calzaba mucho con lo que sucedía en el capitulo. Un saludo.
NOCHE DE MIEDO (2 Parte)
No habían dejado de intentar despistar a sus rastreadores en todo momento, corriendo por los callejones relegadas por completo sus reservas, aunque sin tener mucho éxito en la empresa. Estos habían demostrado ser tenaces como sabueso detrás de un hueso, mantenían el ritmo siguiéndolos a tan solo unas calles por detrás de ellos, por lo que los sentía alarmantemente próximos. No era la primera vez durante aquella noche que se preguntaba qué diantres había hecho él para ser merecedor de aquella cacería sin sentido.
Le ardían las pantorrillas de tanto correr, y sentía que sus pulmones estaban a punto de estallar, el dolor punzante que sentía en la parte posterior de su cabeza no tenía apariencias de mejorar; exhausto sería termino apropiado para definir como se encontraba. «¿Cuánto debe faltar para llegar al maldito paso subterráneo?» Se preguntó sin dejar de correr ni un por un solo instante, mientras le daba vueltas al asunto seguía a Kumar de cerca tirando a Varsuf de la perchera. Este encabezaba la marcha varios pasos por delante de ellos, con ambas espadas desenfundadas en sus manos, y de tanto en cuanto con mucho tiento, se paraba a observar al final de cada calle antes de azuzarles para que siguieran.
Aquello se había convertido en un complejo juego de clandestinidad. Comenzaba a pensarse si realmente valía la pena todo aquel esfuerzo por llegar a Palacio, en tal caso de que lo consiguiesen antes de ser capturados por esos que se hacían llamar los Incondicionales, seguirían estando en un buen brete de tres pares de narices; y eso en el caso de que alcanzasen dicha meta, pues en ese momento no tenía grandes expectativas al respecto. «Y todo por hacerle caso al asno este» Pensó lanzándole una mirada Insidiosa a su compañero Varsuf, que aunque había recuperado un mínimo del soponcio inicial, seguía estando lejos de poder serles de ayuda.
Llegaron a otra intersección en la cual Kumar volvió a pedirles que se detuvieran, al final de la calle había otro grupo de aquellos enajenados esperando a que aparecieran por ahí, también empuñando palos, espadas y antorchas en sus manos. Kumar maldijo antes de ponerse a cubierto y sugerirles que siguieran su ejemplo, urgiéndoles a que permaneciesen quietos. No fue un mandato muy difícil de asumir dada las circunstancias en las que se encontraban. Por lo que podía ver desde donde estaban escondidos, no era un grupo muy numeroso aquel; no al menos comparado con el que les venía a la zaga.
―Este camino queda descartado por completo. ―contempló finalmente Kumar. Enfundó de nuevo sus espadas antes de terminar diciendo con tono monocorde. ―Dudo que podamos seguir por allí.
El grupo que venía tras de ellos cada vez se les podía oír más cerca, su proximidad hacia que se le helase su propia virilidad. ¿Sí no podían seguir por ese camino para alcanzar el paso que los llevaría a Palacio, qué iban a hacer entonces?
―¿Insinúas que no podemos llegar al paso subterráneo del que hablabas? ―preguntó con un tono más agudo del que habría deseado, sentía que tenía el corazón prácticamente atorado en la nuez.
―Supongo que eso mismo es lo que quiero decir, señor.
Lo observó como si estuviera ante la función de un violinista que tocase su instrumento con los pies, perplejo hasta la medula.
―¿Estás hablando en serio?
Un sencillo encogimiento de hombros fue su magra respuesta.
―Ahora sí que estamos acorralados Armen, no tenemos a donde huir; van a asesinarnos a todos. ―fue la fatídica conclusión de Varsuf.
Este había estado teniendo ideas muy variadas de lo que les iba a sucederles si los alcanzaban aquella tropa de extasiados, y algunas eran excesivamente creativas incluso para su gusto. Se pregunto porque sería que tan solo abría el pico para sacarlo de sus casillas, «Otro misterio que quedará sin descifrar» No sabía si reír o darse de cabezazos contra la pared más próxima hasta lograr perder el conocimiento por completo. Por otro lado, el desespero era un factor creciente dada la imperturbabilidad con la que se tomaba su subsistencia el bueno de Kumar, lo encrespaba verlo actuar como si nada. «¿Qué diablos vamos a hacer a partir de ahora?» El cuadro que se les pintaba no resultaba atractivo en absoluto, y en realidad temía hacer demasiadas cábalas después de todo lo que habían acontecido durante aquella espantosa noche. A fin de cuentas, si lo analizabas con detenimiento y pausa, de poco le iban a servir sus esfuerzos, pues el futuro funesto que pudiese pronosticar probablemente sería un chiste ante la cruda realidad a la que se enfrentarían.
Tenían que encontrar una solución y tenían que encontrarla pronto.
Aquel pequeño grupo de tipos que tenían enfrente cerrándoles el paso no era muy numeroso después de todo, concluyó, y estaba claro que aún no se habían percatado de su proximidad; al menos todavía. El grupo que les pisaba los talones era aún mucho mayor que ese, y por contra, sí que tenían su rastro y estaban decididos a darles caza al precio que fuera. «¡¿Dónde diantre está la maldita guardia de la ciudad cuando se la necesita?!» Como si de una jodida broma se tratara, las campanas de la ciudad comenzaron a tañer con fuerza, estas tan solo repiqueteaban por razones muy concretas. Normalmente solían utilizarse cuando la ciudad sufría algún ataque, aunque también en ocasiones servían para anunciar la proximidad de una festividad. Por lo enérgico del tintineo sentenció, que se debía de descartar lo segundo. Solo podía pensar que un buen patriota había visto a aquella panda de lunáticos rondando con palos, espadas y antorchas por los suburbios de la ciudad y había decidido dar la voz de alarma. «Al menos todavía hay alguien con un poco de sentido común en esta maldita locura» Se dijo con cierto alivio.
Vio que el grupo de Incondicionales comenzaban a acalorarse entre ellos mientras aspaventaban su brazos, unos en frente de otros, claramente nerviosos ¿No se esperaban que nadie se percatara de semejante intrusión? «¡Os pensabais que ibais a saliros con la vuestra desgraciados, pues tomaos esa!» estuvo tentado de gritarles en sus narices, si se abstuvo, es porque aún no las tenía todas consigo de que en realidad las campanas implicasen que estuviesen a salvo.
Se le ocurrió de pronto una idea.
―Oye Kumar ―Le dijo a este que de tanto en cuanto se asomaba desde su escondite escudriñando a sus enemigos. ―Antes nos dijiste que había más de un paso subterráneo en la ciudad, ¿Me equivoco?
―No se equivoca señor.
―¿Y existe algún otro alternativo que nos pueda llevar a Palacio sin tener que pasar por aquí?
Volvió a ponerse a resguardo y se pensó detenidamente la respuesta.
―Existe uno más, pero resultará un sitio mucho más peligroso y desagradable que el anterior. ―Terminó por responder.
Miro hacia los Incondicionales, estos después de haber estado deliberando un rato habían decidido al parecer, ponerse de una vez en movimiento, y para su buena ventura como no podía ser de otra forma, habían decidido hacerlo en su dirección. De nuevo poso ojos en los de Kumar antes de alegar.
―Pues a mí me sigue pareciendo más atractiva esa posibilidad que ser despedazados por una muchedumbre enfurecida y sedienta de sangre. ¿No te parece?
Kumar al comprender que no quedaba otra, asintió.
―Bien ¿Donde se encuentra ese otro punto de acceso?
―La entrada se encuentra en Institución.
Aquel nombre cayó encima de él como un barreño de agua helada, por la expresión que puso Varsuf, sospechaba que no había digerido mucho mejor aquella información. Retrocedieron un trecho del camino con circunspección para no ser vistos, con los semblantes pálidos como fantasmas a excepción de Kumar, que no parecía que fuese capaz de afectarle nada en de cuanto hubiese viso o hecho durante aquella espantosa noche. Debía de dejar de verlo como el siervo inútil y descerebrado, pues lo había estado engañando durante todo aquellos meses y no se había dado cuenta. Costaba de hacerse a la idea.
Desconocía que misteriosa razón lo había llevado a unirse como su guardia personal enmascarado sus habilidades detrás de aquel disfraz, pero era consciente de que no tendría ninguna posibilidad de descubrir a que se debía si acababa desmembrado en un sucio callejón de los Distritos.
―Pues será mejor que dejemos de perder más tiempo. ―repuso al cabo.
Las campanas siguieron tañendo con una fuerza sobrecogedora que le erizó la piel, el clamor se intensificó hasta tal punto que se hizo ensordecedor, de pronto en distintos focos se destacó más de una algarabía, lo que creyó que significaba que la guarnición de la ciudad había decidido salir a ver qué era lo que estaba sucediendo en los Distritos. Dudaba que se pudieran ser otro de ese grupo de Incondicionales que fuera en pos de ellos, sería demasiada mala suerte incluso para tratarse de él. Reprimió el primer impulso que tuvo de correr en aquella dirección en la que pensaba que podría estar a salvo, pues se preguntaba ¿Lo estaría? Quizás a fin de cuentas fuese un craso error. Era consciente de que aún seguía sin tener una explicación para estar deambulando por los Distritos a aquellas nocturnas horas, ni porque razón andaban vistiendo aquellos tristes ropajes teñidos de sangre.
Lo primero era llegar a Palacio y adecentarse, luego tendrían tiempo de resolver todo aquel maldito rompecabezas que los traía por el camino de la amargura, se dijo para intentar infundirse ánimos.
Poco rato pasó antes de que en muchas de las destartaladas casas de la calle donde se encontraban ellos, se empezaran a encender luces en su interior, sin duda el Distrito había sido despertado por él trajín. Advirtió que alguien se asomaba por una de las ventanas que quedaban por encima de ellos, y tras un asustado respingo, cerró con fuerza los batientes y se metió de nuevo resguardadito en casa. Con toda seguridad había visto aquellos matones aproximándose a su hogar; y de sopetón se le pasaron las ganas de ser curioso. Otros fueron más imprudentes y salieron de sus casas a investigar qué era lo que estaba sucediendo, lo que sin lugar a dudas fue una mala decisión como luego pudo comprobar. Vio como un tipo largo y abigarrado, con el pelaje desgreñado y aún vestido con las ropas de cama; una camisa medio deshilachada y unos calzones que habían conocido mejores tiempos, salió de su casa para encontrarse con aquel primer grupo de frente. Uno de los Incondicionales lo vio y paró justo delante de él, era más bien gordo como un cochino y con unos brazos tan anchos como los jamones de un buen ejemplar de granja, sin mediar palabra alguna le dedicó una sonrisa desdentada antes de atravesarlo de punta a punta con su espada.
Se quedó helado ante la brutalidad de aquel tipo, la sencillez con la que había sesgado la vida de aquel pobre infeliz y luego vuelto al grupo con toda la normalidad del mundo, lo alarmó tanto que casi se puso a llorar en el lugar. Tal indiferencia hacia la vida, de daba mucho con que especular en cuanto, a que le harían si conseguían atraparlo a él.
Dieron un rodeo cruzando el Distrito de extrarradio, el cual era él había recibido gran parte del fuego que consumió entre sus llamas una buena porción del barrio. Bastantes estructuras aún quedaban en pie, pero en general recordaban a la boca de alguien padecía del escorbuto. Alguna estructura que se mantenía en vertical aquí, otras dos medio daleadas unos metros más abajo, había lugares donde ya no quedaba nada, y casi la mayoría estaban desconchadas y recubiertas por el hollín.
No veía a nadie cerca de las inmediaciones de la impresionante y lúgubre mole que se asentaba ahí. Tenía la sensación de que le había llevado horas alcanzar aquel lugar, entre la adrenalina, el miedo y la paranoia de ser apresados, arribó sin darse cuenta a ella. Había dejado de oír a los acechadores que iban detrás de él, lo cual sin duda sería un alivio si supiera de seguro donde paraban ahora. Mucha agitación precedió después de los toque de alarma que pusieron a la ciudad en guardia. En el trayecto hacia allí tuvieron que esconderse tanto de los Incondicionales como de algunas de los acorazados pelotones que comenzaron a patrullar las calles.
Concluyó que ya habían pasado por lo más complicado, llegar allí sin ser interceptados por nadie. Kumar logró cumplir muy bien con ese cometido, pues en más de una ocasión gracias a lo que para él, eran unos sentidos excepcionalmente desarrollados, fueron capaces de esquivar lo peor.
Se encontraban justo enfrente de Institución.
CONTINUARÁ......
Hubo un cambio de titulo, pues en reglas generales, el que había no calzaba mucho con lo que sucedía en el capitulo. Un saludo.
NOCHE DE MIEDO (2 Parte)
No habían dejado de intentar despistar a sus rastreadores en todo momento, corriendo por los callejones relegadas por completo sus reservas, aunque sin tener mucho éxito en la empresa. Estos habían demostrado ser tenaces como sabueso detrás de un hueso, mantenían el ritmo siguiéndolos a tan solo unas calles por detrás de ellos, por lo que los sentía alarmantemente próximos. No era la primera vez durante aquella noche que se preguntaba qué diantres había hecho él para ser merecedor de aquella cacería sin sentido.
Le ardían las pantorrillas de tanto correr, y sentía que sus pulmones estaban a punto de estallar, el dolor punzante que sentía en la parte posterior de su cabeza no tenía apariencias de mejorar; exhausto sería termino apropiado para definir como se encontraba. «¿Cuánto debe faltar para llegar al maldito paso subterráneo?» Se preguntó sin dejar de correr ni un por un solo instante, mientras le daba vueltas al asunto seguía a Kumar de cerca tirando a Varsuf de la perchera. Este encabezaba la marcha varios pasos por delante de ellos, con ambas espadas desenfundadas en sus manos, y de tanto en cuanto con mucho tiento, se paraba a observar al final de cada calle antes de azuzarles para que siguieran.
Aquello se había convertido en un complejo juego de clandestinidad. Comenzaba a pensarse si realmente valía la pena todo aquel esfuerzo por llegar a Palacio, en tal caso de que lo consiguiesen antes de ser capturados por esos que se hacían llamar los Incondicionales, seguirían estando en un buen brete de tres pares de narices; y eso en el caso de que alcanzasen dicha meta, pues en ese momento no tenía grandes expectativas al respecto. «Y todo por hacerle caso al asno este» Pensó lanzándole una mirada Insidiosa a su compañero Varsuf, que aunque había recuperado un mínimo del soponcio inicial, seguía estando lejos de poder serles de ayuda.
Llegaron a otra intersección en la cual Kumar volvió a pedirles que se detuvieran, al final de la calle había otro grupo de aquellos enajenados esperando a que aparecieran por ahí, también empuñando palos, espadas y antorchas en sus manos. Kumar maldijo antes de ponerse a cubierto y sugerirles que siguieran su ejemplo, urgiéndoles a que permaneciesen quietos. No fue un mandato muy difícil de asumir dada las circunstancias en las que se encontraban. Por lo que podía ver desde donde estaban escondidos, no era un grupo muy numeroso aquel; no al menos comparado con el que les venía a la zaga.
―Este camino queda descartado por completo. ―contempló finalmente Kumar. Enfundó de nuevo sus espadas antes de terminar diciendo con tono monocorde. ―Dudo que podamos seguir por allí.
El grupo que venía tras de ellos cada vez se les podía oír más cerca, su proximidad hacia que se le helase su propia virilidad. ¿Sí no podían seguir por ese camino para alcanzar el paso que los llevaría a Palacio, qué iban a hacer entonces?
―¿Insinúas que no podemos llegar al paso subterráneo del que hablabas? ―preguntó con un tono más agudo del que habría deseado, sentía que tenía el corazón prácticamente atorado en la nuez.
―Supongo que eso mismo es lo que quiero decir, señor.
Lo observó como si estuviera ante la función de un violinista que tocase su instrumento con los pies, perplejo hasta la medula.
―¿Estás hablando en serio?
Un sencillo encogimiento de hombros fue su magra respuesta.
―Ahora sí que estamos acorralados Armen, no tenemos a donde huir; van a asesinarnos a todos. ―fue la fatídica conclusión de Varsuf.
Este había estado teniendo ideas muy variadas de lo que les iba a sucederles si los alcanzaban aquella tropa de extasiados, y algunas eran excesivamente creativas incluso para su gusto. Se pregunto porque sería que tan solo abría el pico para sacarlo de sus casillas, «Otro misterio que quedará sin descifrar» No sabía si reír o darse de cabezazos contra la pared más próxima hasta lograr perder el conocimiento por completo. Por otro lado, el desespero era un factor creciente dada la imperturbabilidad con la que se tomaba su subsistencia el bueno de Kumar, lo encrespaba verlo actuar como si nada. «¿Qué diablos vamos a hacer a partir de ahora?» El cuadro que se les pintaba no resultaba atractivo en absoluto, y en realidad temía hacer demasiadas cábalas después de todo lo que habían acontecido durante aquella espantosa noche. A fin de cuentas, si lo analizabas con detenimiento y pausa, de poco le iban a servir sus esfuerzos, pues el futuro funesto que pudiese pronosticar probablemente sería un chiste ante la cruda realidad a la que se enfrentarían.
Tenían que encontrar una solución y tenían que encontrarla pronto.
Aquel pequeño grupo de tipos que tenían enfrente cerrándoles el paso no era muy numeroso después de todo, concluyó, y estaba claro que aún no se habían percatado de su proximidad; al menos todavía. El grupo que les pisaba los talones era aún mucho mayor que ese, y por contra, sí que tenían su rastro y estaban decididos a darles caza al precio que fuera. «¡¿Dónde diantre está la maldita guardia de la ciudad cuando se la necesita?!» Como si de una jodida broma se tratara, las campanas de la ciudad comenzaron a tañer con fuerza, estas tan solo repiqueteaban por razones muy concretas. Normalmente solían utilizarse cuando la ciudad sufría algún ataque, aunque también en ocasiones servían para anunciar la proximidad de una festividad. Por lo enérgico del tintineo sentenció, que se debía de descartar lo segundo. Solo podía pensar que un buen patriota había visto a aquella panda de lunáticos rondando con palos, espadas y antorchas por los suburbios de la ciudad y había decidido dar la voz de alarma. «Al menos todavía hay alguien con un poco de sentido común en esta maldita locura» Se dijo con cierto alivio.
Vio que el grupo de Incondicionales comenzaban a acalorarse entre ellos mientras aspaventaban su brazos, unos en frente de otros, claramente nerviosos ¿No se esperaban que nadie se percatara de semejante intrusión? «¡Os pensabais que ibais a saliros con la vuestra desgraciados, pues tomaos esa!» estuvo tentado de gritarles en sus narices, si se abstuvo, es porque aún no las tenía todas consigo de que en realidad las campanas implicasen que estuviesen a salvo.
Se le ocurrió de pronto una idea.
―Oye Kumar ―Le dijo a este que de tanto en cuanto se asomaba desde su escondite escudriñando a sus enemigos. ―Antes nos dijiste que había más de un paso subterráneo en la ciudad, ¿Me equivoco?
―No se equivoca señor.
―¿Y existe algún otro alternativo que nos pueda llevar a Palacio sin tener que pasar por aquí?
Volvió a ponerse a resguardo y se pensó detenidamente la respuesta.
―Existe uno más, pero resultará un sitio mucho más peligroso y desagradable que el anterior. ―Terminó por responder.
Miro hacia los Incondicionales, estos después de haber estado deliberando un rato habían decidido al parecer, ponerse de una vez en movimiento, y para su buena ventura como no podía ser de otra forma, habían decidido hacerlo en su dirección. De nuevo poso ojos en los de Kumar antes de alegar.
―Pues a mí me sigue pareciendo más atractiva esa posibilidad que ser despedazados por una muchedumbre enfurecida y sedienta de sangre. ¿No te parece?
Kumar al comprender que no quedaba otra, asintió.
―Bien ¿Donde se encuentra ese otro punto de acceso?
―La entrada se encuentra en Institución.
Aquel nombre cayó encima de él como un barreño de agua helada, por la expresión que puso Varsuf, sospechaba que no había digerido mucho mejor aquella información. Retrocedieron un trecho del camino con circunspección para no ser vistos, con los semblantes pálidos como fantasmas a excepción de Kumar, que no parecía que fuese capaz de afectarle nada en de cuanto hubiese viso o hecho durante aquella espantosa noche. Debía de dejar de verlo como el siervo inútil y descerebrado, pues lo había estado engañando durante todo aquellos meses y no se había dado cuenta. Costaba de hacerse a la idea.
Desconocía que misteriosa razón lo había llevado a unirse como su guardia personal enmascarado sus habilidades detrás de aquel disfraz, pero era consciente de que no tendría ninguna posibilidad de descubrir a que se debía si acababa desmembrado en un sucio callejón de los Distritos.
―Pues será mejor que dejemos de perder más tiempo. ―repuso al cabo.
Las campanas siguieron tañendo con una fuerza sobrecogedora que le erizó la piel, el clamor se intensificó hasta tal punto que se hizo ensordecedor, de pronto en distintos focos se destacó más de una algarabía, lo que creyó que significaba que la guarnición de la ciudad había decidido salir a ver qué era lo que estaba sucediendo en los Distritos. Dudaba que se pudieran ser otro de ese grupo de Incondicionales que fuera en pos de ellos, sería demasiada mala suerte incluso para tratarse de él. Reprimió el primer impulso que tuvo de correr en aquella dirección en la que pensaba que podría estar a salvo, pues se preguntaba ¿Lo estaría? Quizás a fin de cuentas fuese un craso error. Era consciente de que aún seguía sin tener una explicación para estar deambulando por los Distritos a aquellas nocturnas horas, ni porque razón andaban vistiendo aquellos tristes ropajes teñidos de sangre.
Lo primero era llegar a Palacio y adecentarse, luego tendrían tiempo de resolver todo aquel maldito rompecabezas que los traía por el camino de la amargura, se dijo para intentar infundirse ánimos.
Poco rato pasó antes de que en muchas de las destartaladas casas de la calle donde se encontraban ellos, se empezaran a encender luces en su interior, sin duda el Distrito había sido despertado por él trajín. Advirtió que alguien se asomaba por una de las ventanas que quedaban por encima de ellos, y tras un asustado respingo, cerró con fuerza los batientes y se metió de nuevo resguardadito en casa. Con toda seguridad había visto aquellos matones aproximándose a su hogar; y de sopetón se le pasaron las ganas de ser curioso. Otros fueron más imprudentes y salieron de sus casas a investigar qué era lo que estaba sucediendo, lo que sin lugar a dudas fue una mala decisión como luego pudo comprobar. Vio como un tipo largo y abigarrado, con el pelaje desgreñado y aún vestido con las ropas de cama; una camisa medio deshilachada y unos calzones que habían conocido mejores tiempos, salió de su casa para encontrarse con aquel primer grupo de frente. Uno de los Incondicionales lo vio y paró justo delante de él, era más bien gordo como un cochino y con unos brazos tan anchos como los jamones de un buen ejemplar de granja, sin mediar palabra alguna le dedicó una sonrisa desdentada antes de atravesarlo de punta a punta con su espada.
Se quedó helado ante la brutalidad de aquel tipo, la sencillez con la que había sesgado la vida de aquel pobre infeliz y luego vuelto al grupo con toda la normalidad del mundo, lo alarmó tanto que casi se puso a llorar en el lugar. Tal indiferencia hacia la vida, de daba mucho con que especular en cuanto, a que le harían si conseguían atraparlo a él.
Dieron un rodeo cruzando el Distrito de extrarradio, el cual era él había recibido gran parte del fuego que consumió entre sus llamas una buena porción del barrio. Bastantes estructuras aún quedaban en pie, pero en general recordaban a la boca de alguien padecía del escorbuto. Alguna estructura que se mantenía en vertical aquí, otras dos medio daleadas unos metros más abajo, había lugares donde ya no quedaba nada, y casi la mayoría estaban desconchadas y recubiertas por el hollín.
No veía a nadie cerca de las inmediaciones de la impresionante y lúgubre mole que se asentaba ahí. Tenía la sensación de que le había llevado horas alcanzar aquel lugar, entre la adrenalina, el miedo y la paranoia de ser apresados, arribó sin darse cuenta a ella. Había dejado de oír a los acechadores que iban detrás de él, lo cual sin duda sería un alivio si supiera de seguro donde paraban ahora. Mucha agitación precedió después de los toque de alarma que pusieron a la ciudad en guardia. En el trayecto hacia allí tuvieron que esconderse tanto de los Incondicionales como de algunas de los acorazados pelotones que comenzaron a patrullar las calles.
Concluyó que ya habían pasado por lo más complicado, llegar allí sin ser interceptados por nadie. Kumar logró cumplir muy bien con ese cometido, pues en más de una ocasión gracias a lo que para él, eran unos sentidos excepcionalmente desarrollados, fueron capaces de esquivar lo peor.
Se encontraban justo enfrente de Institución.
CONTINUARÁ......
Ven, ven, quienquiera que seas;
Seas infiel, idólatra o pagano, ven
ESTE no es un lugar de desesperación
Incluso si has roto tus votos cientos de veces, aún ven!
(Yalal Ad-Din Muhammad Rumi)